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La misión por Shiro0

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Notas del capitulo:

Hola otra vez 

Esta vez subo un capítulo a poco tiempo de subir el anterior. Lo sé, lo sé... raro, no(?) Además, definitivamente más largo de los que siempre subo (esto es el fin del mundo)

Hehe bueno, no tengo mucho que decir salvo que espero que lo disfruten y dejen reviews. ;)

 

Lamento haber tenido que borrar el capitulo, pero no aparecian algunas cosas que habia puesto. Pero ya esta! 

Cap.16 Las verdades se van descubriendo

 

"Es tan difícil decir la verdad como ocultarla."-  Baltasar Gracián

 

— ¡NO, POR FAVOR! ¡NO!­­—Grita desesperado un pequeño chico de cabellos grises, mientras observa con terror como un sujeto, apunta con una pistola la cabeza de su pequeña hermana.

 Lo había visto una vez, estaba seguro. Había visto esos ojos negros alguna vez. En un hombre que vestía con harapos, tirado en el suelo cerca de su casa y con el brazo con notorias marcas de aguja; otro caído en las drogas. Era normal para él ver ese tipo de personas todos los días, lo que no era normal, era que hiciesen lo que el sujeto estaba haciendo en esos momentos. El hombre había perdido todo rastro de razón que pudiese haber tenido en algún momento, lo podía notar con solo ver la histérica mirada que le dirigía su hermana.

 No quiere ver. Sabe lo que sucedería a continuación. La vida de su pequeña hermana, iría desapareciendo de a poco. Su sonrisa, por muy terrorífica que pudiese parecerle en ocasiones, no la podría volvería a ver. No volvería a ser perseguido por ella a todas partes, como una fiel sombra.

No. Definitivamente no quiere escuchar lo que marcará la sentencia. Su maldito destino, de perderlo todo.

Iván yace en el suelo, amoratado, adolorido y con graves heridas por todo el cuerpo. No puede levantarse, por mucho que él quiera, sus piernas no responden. Su cuerpo no responde. Lo único que puede hacer, es observar todo desde su posición. La sangre recorre el costado de su cabeza, pasando sobre su ojo y mejilla, manchandolo todo, hasta aterrizar en el cano pavimento.

Nieve.

Las calles están llenas de nieve, y el frío es espeluznante, cala hasta los huesos. Sin embargo, Iván no siente nada. Ni las lágrimas que por sus ojos caen mezclándose con el rojo de su sangre. Ni el brazo roto, producto del forcejeo, el labio partido por el puñetazo o incluso la herida que tiene a un costado de su cabeza.

Nada.

“Si la pierdo a ella también, ya no me quedará nada por lo que vivir.” Murmura con la voz quebrada.

Su garganta duele. Le duele de tanto gritar, de rogar, de suplicar.

Se intenta arrastrar en vano. Milagrosamente aún no pierde la conciencia, por mucho que sus ojos se sientan pesados y su cabeza a punto de partirse en dos, no dejará que sus ojos se cierren. No lo hará, no la dejará sola.

El sujeto apunta la pistola hacia el centro de la cabeza de la chica en el suelo, paralizada del miedo. El reflejo de la pistola, llega hasta el rostro de Iván, dificultándole la visión. El sujeto sonríe, al borde de la euforia. Susurra unas palabras que Iván no alcanza a oír. Entonces un disparo, y el sonido hace eo en el callejon.

Paralizado, quiere gritar pero no puede, nada sale. Iván lentamente acerca su mano buena hacia su cara. No sabe si esa es su sangre o la sangre del sujeto que yace inerte en el suelo.

Se escuchan unos pasos acercarse. Gira como puede su maltrecha cabeza. Un hombre.

Aquel hombre sujeta una pistola mientras mantiene un brazo estirado, la cara no se le ve del todo. El sombrero le tapa la mitad del rostro, y el largo y negro abrigo hace lo demás.

A Iván en ese instante no le importa quien sea, lo único que le importa, es que había salvado la vida de su hermana.

—Por favor— Dice con la voz rasposa— Ayúdela. Ayude a mi hermana, por favor.

El hombre lo mira, y vuelve la vista hacia la chica que permanecía con los ojos increíblemente abiertos. La sangre pintando todo su rostro, parte del vestido azul y de su cabello platinado. Aquel listón que adornaba su cabeza, ahora estaba empapado de rojo. Al igual que Iván, tenía heridas pero a un nivel mucho más leve.

El hombre se acerca a la chica y se acuclilla a un lado de ella, pese a ello, no reacciona. Sin embargo, logra percibir el temblor en su cuerpo. Le pone una mano sobre los ojos y se queda de esa forma hasta que el cuerpo de la chica se desploma hacia un lado. Luego, el hombre se para y observa a Iván con una penetrante mirada.

De a poco, la visión de Iván se va nublando. No le importa ya si en ese momento moría. Su hermana estaba viva y eso era lo importante. Entonces, todo se vuelve negro.

 

Iván vuelve en sí. Respira agitadamente tratando de deshacer aquel recuerdo “Eso es cuestión del pasado” se dice “Ya no tiene validez.” Observa el gris cielo, tan gris como el del recuerdo. Una sonrisa amarga aparece en su rostro.

Ella me dejo, después de todo.

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Tres días habían transcurrido desde aquel suceso en el pasillo. Los chicos volvieron con rapidez a la normalidad, o eso aparentaban. No obstante, los demás a su alrededor sentían que algo no estaba bien.

Una tarde Antonio al no poder ver más al italiano actuando de manera tan “normal” cuando sabía que algo le molestaba, se determina a hablar con él. Evadiendo tanto a Francis como a Gilbert va hacia la habitación en la que se encontraba Romano y que por cierto, compartían.

— Romano— Dice seriamente al encontrarlo acostado en la cama— Necesitamos hablar.

El italiano no lo mira, solo mueve sus manos en el aire como si estuviera armando un cubo. Antes de que Antonio pudiese hablar, la voz de Romano se escucha.

— ¿Qué quieres?

—Quiero saber qué es lo que te está molestando.

Al instante Romano deja de mover las manos, quedando un silencio en la habitación.

— Nada—Dice como única contestación, y vuelve a mover sus manos.

El español frunce el ceño. Se supone que ya son lo suficientemente cercanos como para decirse cosas ¿no? Se acerca a un lado de la cama.

— Sé que algo te está molestando, y quiero que sepas que puedes decírmelo. Quiero ayudarte a sobrellevarlo.

— Te dije que no es nada. No me pasa nada. — Dice con cierto tono irritado. Sin dejar de mover las manos

Molesto, Antonio se monta sobre Romano. Tomándole las muñecas, las mantiene prisioneras contra el colchón. Acerca su cara lo suficiente como para sentir la respiración del otro.

— Dime ¡¿Esto te molesta?! — Dice con molestia.

Romano desvía el rostro hacia un lado.

— No sé a qué quieres llegar con esto.

Antonio busca el rostro del italiano, quien mantiene la mirada gacha y un muy leve color carmesí en las mejillas.

— Te pregunte si esto te molesta— Exige al encontrar los ojos del otro.

Cerrando los ojos con fuerza para no mantener el contacto con aquellos ojos que comenzaban a distraerlo, responde— ¡Sí, me molesta!

Y cuando Antonio menos se lo pudo esperar, repentinamente se encontraba de trasero en el suelo. “¿Cómo es qué?” Se pregunta.

A los pies de la cama, se encontraba Romano con las mejillas ruborizadas y un evidente mal humor.

— ¡¿Quién te da el derecho de venir a molestarme?! — Dice dirigiéndose a la puerta. Antonio aún, confundido del como había llego al suelo, se para de un salto, deteniéndolo.

— Espera. — Tomándolo del brazo. Pese a ser detenido, el italiano no se voltea, se queda en esa posición mirando hacia la puerta. — Por favor, no te molestes conmigo. Es solo que…

Antonio se calla, deja la frase sin terminar.

— ¿Es solo que, qué?

— Es solo que estoy preocupado por ti. Sé que el otro día tuviste una especie de pelea con un chico y desde entonces has estado más distante, aunque trates de aparentar que no, que estás bien. Sé que no lo estás.

Las alarmas en la cabeza de Romano comienzan a sonar de forma inquietante. ¡¿Está tratando de decir que nos vio?! 

— ¡¿Cómo sabes que tuve una pelea?! — Volteándose.

El español pestañea de forma rápida, sorprendido por el alza en el tono.

— Los vi, es decir, vi algo de lo que pasaba.

— ¿Qué alcanzaste a ver? — Pregunta con cautela.

— Solo vi a Alfred parado y a un chico hablando, y supuse que debías estar al lado de Alfred ya que se via un poco de tu cabellera. Es todo lo que se alcanzaba a ver desde el salón de historia— Contesta.

— ¿Historia?

— ¿No recuerdas? Ese día tenemos electivos. Yo elegí el de historia

Romano suspira aliviado— Cierto. Lo había olvidado.

— Ahora me dirás ¿Qué es lo qué te molesta?

Romano mira el rostro preocupado de Antonio. No puede decirle la verdad, por mucho que el otro insistiera en que son amigos y se pueden decir todo. Ese era otro mundo. Un mundo que ellos no deben ver ni saber, nunca.

— Es solo un comentario que hizo. Me ha estado dando vueltas— Miente.

— ¿De qué se trata?

— Sobre si podre salir de aquí y ser alguien luego. Ya sabes, en la vida como un trabajador exitoso cosas así.

Antonio sonríe. Había logrado su propósito, había logrado que Romano hablase del problema que lo mantenía tan distante de él, tan frío. O eso creía. Sin poder evitarlo lo abraza, sintiendo en un principio como se tensaba el cuerpo del italiano, y como de a poco se iba relajando en el abrazo.

— Lo siento, no estoy acostumbrado a nada de esto. — Murmura contra la polera del español.

— No te preocupes, lo entiendo. Ya te acostumbraras.

Apoya el mentón en la cabeza de Romano y sonríe. En una sonrisa llena de cariño y ternura por el otro.

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Arthur toca por cuarta vez la puerta de la oficina del director, pero nadie abre. Cansado de esperar, decide que es mejor marcharse y volver en otro momento a entregar las cuentas de los clubs del instituto. Al dar un paso a delante, se detiene al notar como la puerta esta levemente separada. Encontrando esto extraño, mira hacia los lados, y como ve que no se encuentra nadie en el pasillo, entra.

Aún seguía sorprendiéndole el interior, espacioso, ordenado, pulcro. Todo donde tenía que estar. Sin embargo, algo llama su atención, algo que se supone no debería estar ahí. Sobre la mesa se encontraban dos carpetas que tenían los nombres de Alfred y Romano. Tomándolos, ve hacia la puerta esperando que nadie entrase mientras él estuviera ahí. Traga saliva “Ahora o nunca” se dice. Abriéndolos se encuentra con una foto de tamaño pequeño en una esquina, en las páginas respectivas de cada chico.

La primera carpeta contenía la información que tenía en el expediente bajo  su poder; en la oficina del consejo estudiantil.

 

                                 Ficha del Alumno

Nombre: Lovino Romano Vargas

Nacionalidad: Italiano

Edad: 17 años

Familiares: Veneciano Vargas

Nacionalidad: Italiano

Tutor: Mt. Andrey Norris

Estado: Estudiante de intercambio

Reporte: Padre y madre con paraderos desconocidos, presunta muerte.. Chico con pasado perturbador. Ha estado internado en diferentes hogares de menores. En todo aquel tiempo no compartió con los demás niños. Solitario y callado. Muy inteligente. Algunos adultos del lugar lo llamaban genio. Bueno en cosas que se ocupa la mente, ajedrez, creación de estrategias. Mal humorado. Constante dolor de cabeza, posible jaqueca crónica. Frío, calculador, distante. En ocasiones desaparece por horas. Hermano adoptado por familia diferente.

                              Ficha del Alumno

Nombre: Alfred F. Jones

Nacionalidad: Estadounidense

Edad: 17 años

Familiares: Matthew Williams

Nacionalidad: Canadiense

Tutor: Mt. Andrey Norris

Estado: Estudiante de intercambio

Reporte: Padre y madre con paraderos desconocidos, presunta muerte. Hijo único. Chico con pasado perturbador. Ha estado internado en diferentes hogares de menores. No comparte con los demás niños. Callado y solitario. Muy inteligente. Posible genio, algunos lo llaman niño prodigio. Bueno en deportes, rápido, fuerte. Obsesionado con llevar lentes puestos, pese a no tener problema alguno con su visión. Frío, calculador, distante. En ocasiones desaparece por horas. Hermano adoptado por familia Jones, pero al no poder contar con estos tutores fue asignado a otra familia.

 “¡¿Alfred y Romano tienen el mismo tutor legal?!” Dice leyéndolo otra vez. “Además tienen muchas cosas en común, además de su personalidad. A qué se referirán con ¿pasado perturbador? Y eso de que ambos desaparecían por horas.”

Sin poder creerlo, se queda mirando fijamente las fichas, encontrando un pequeño detalle al costado de las hojas. Con cuidado toca el borde y se sorprende al descubrir una segunda página. Hace lo mismo con el otro expediente y este también tenía mismo detalle.

“¡¿Qué es esto?!” La otra hoja contenía la información de manera similar, pero con algunas partes tremendamente diferente.

                              Ficha del Alumno

Nombre: Lovino Romano Vargas

Nacionalidad: Italiano

Edad: 17 años

Familiares: Veneciano Vargas

Nacionalidad: Italiano

“Esto es ridículo. Él… Él solo es un estudiante más, que seguramente se hizo enemigos estúpidos como para hacer este tipo de cosas.” Quería creerlo, y trataba de hacerlo, aunque algo muy profundo en su interior le decía lo contrario.

Tutor: Mt. Andrey Norris Director de la organización “Stroyr”

Estado: Estudiante de intercambio. Buscando la confianza del director y ser llevado de esa forma a Ryonk para aniquilarlos.

Reporte: Padre y madre con paraderos desconocidos, presunta muerte. Chico con pasado perturbador. Ha estado internado en diferentes hogares de menores y en ninguno ha estado el tiempo suficiente como para poder aprenderse el nombre de quienes conviven con él. En todo aquel tiempo no compartió con los demás niños, por que los observaba para ver quién era apto para ser parte de la organización. Solitario y callado. Muy inteligente. Algunos adultos del lugar lo llamaban genio. Bueno en cosas que se ocupa la mente, ajedrez, creación de estrategias. Mal humorado. Constante dolor de cabeza, por audición muy sensible. Posible jaqueca crónica. Frio, calculador, distante. En ocasiones desaparece por horas. Haciendo de espías al encontrarse con Alfred Jones.

 

 

 

Cambia con manos temblorosas la carpeta. “Todo esto no puede ser cierto, ¡¿verdad?!”  

 

 

 

                           Ficha del Alumno

 

Nombre: Alfred F. Jones

 

Nacionalidad: Estadounidense

 

Edad: 17 años

 

Familiares: Matthew Williams

 

Nacionalidad: Canadiense

 

“Please, dime que tú sí eres alguien en el que pueda confiar. Dime que esto no es cierto” Le dice al vacio de la habitación, mientras sus ojos se deslizan por las líneas siguientes.

 

Tutor: Mt. Andrey Norris Director de la organización “Stroyr”

 

Estado: Estudiante de intercambio. Con la misma misión que Romano Vargas.

 

Reporte: Padre y madre con paraderos desconocidos, presunta muerte. Hijo único. Chico con pasado perturbador. Ha estado internado en diferentes hogares de menores y en ninguno se tomo la molestia de aprenderse los nombres de quienes lo rodeaban. No comparte con los demás, ni le interesa. Los observa y analiza. Callado y solitario. Muy inteligente. Posible genio, algunos lo llaman niño prodigio. Bueno en deportes, rápido, fuerte y silencioso, tanto que ni las hojas crujen al pasar sobre ellas. Obsesión con llevar lentes puestos, pese a no tener problema alguno con su visión. Frio, calculador, distante. En ocasiones desaparece por horas. Para encontrarse con Romano Vargas.

 

 

 

Cierra las carpetas de un golpe. “Esto es enfermo ¿Quién pudo haber escrito esto?”  Intenta calmarse, su corazón latía a mil por hora. No creía que aquello fuese cierto, aunque si dudaba. ¿Y si lo que estaba escrito eran las verdaderas personas? ¿No estarían todos frente a un grave peligro?

 

Tomando las carpetas, sale de la habitación con sumo cuidado. Escondiendo las carpetas entre su chaqueta, se devuelve a su habitación. Antes de entrar se cerciora de que no haya nadie dentro, y una vez hecho, se desliza en la habitación. Cerrando la puerta tras de sí, suelta el aire que inconscientemente había estado reteniendo desde la oficina del director.

 

A traviesa el cuarto hasta llegar a su escritorio, mira hacia los lados verificando nuevamente que nadie este. Pone las carpetas que se supone que iba a entregar en una esquina de la mesa, dándoles poca importancia en esos momentos. Saca finalmente los archivos que lo carcomían de curiosidad como de terror.

 

Agarra la carpeta que contenía la información de Alfred, titubea antes de resolver volver a abrirla y, apenas leyendo unas cuantas líneas escucha la puerta abrirse. Apresuradamente, cierra la carpeta y juntándola con la de Romano, trata de esconderla. El único lugar que alcanza a ponerlas es bajo la carpeta del consejo estudiantil, rogando para que no se notase. Se voltea.

 

— ¿Qué hacías? —Pregunta el recién llegado enarcando una ceja.

 

—Nada

 

Arthur trata de calmar su respiración y su agitado corazón, producto de la adrenalina. Trata de poner su habitual cara de seriedad, pero siente que su expresión no sale con toda la naturalidad para ser creíble.

 

El recién llegado se acerca hasta él, con el semblante serio entornando sus ojos a la vez que mira tras el inglés.

 

— ¿Entonces, qué es eso? — Ladea unos centímetros la cabeza como tratando de decir “Te pille” con eso. Para luego mirar al chico frente suyo— Esas carpetas.

 

Arthur siente como un sudor frío baja por su espalda. Trata con todas sus fuerzas aparentar calma y seriedad. “¿Y si le digo la verdad?” se pregunta, mientras se prepara para hablar.

 

Notas finales:

Gracias por leer. Dejen reviews.

Nos vemos en la próxima :)


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