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La misión por Shiro0

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Notas del capitulo:

Hola

Hace tiempo que no me paso por aquí, y por eso lo siento u-u

Tenía la cabeza en otra parte, pero ya no :D ...Aunque tengo que ir a Kine por mis rodillas...

Les traigo un nuevo cap. esta vez si creo que es más largo que  ningun otro, y sino... Rayos, lo intenté xd.

Gracias por esperar tan pacientemente y por los comentarios.

Cap.17 Difícil es ocultar la verdad pero aún más la mentira

 

— ¡Oh! No me digas que esas son las carpetas de los clubs— Exclama Francis con evidente contrariedad en cuanto a su feliz expresión y su tono de reproche.

Arthur parpadea procesando. Sonríe con más naturalidad cuando finalmente comprende que no lo habían descubierto, aunque aquello no le quita el nerviosismo. — Sí, sí. Las mismas. El director no se encontraba en su oficina por lo que me las traje de regreso.

Francis lo mira sin sospechar nada y de lo más natural se recuesta en la cama de su amigo. Arthur se sienta en la silla designada a su escritorio, mucho más relajado. Lo peor se había evitado ¿O quizás eso haya sido lo más fácil? En fin, no quería pensar en eso, sus pelos estaban de punta al verse casi descubierto. Y entonces, reacciona. El francés no era su compañero de habitación y no habían habido cambios de compañeros.

— ¡Ey! ¡Qué haces en mi habitación!

El francés exhala como si no hubiera escuchado aquel comentario. Quedando de esa forma un momentáneo silencio, que era interrumpido solo por los incontables suspiros del de melena. Suspira resignado, tomando algunas carpetas con apuntes de exámenes y otras tantas actividades, las empieza a ojear.

— ¿A qué viene tanto suspiro? — Pregunta después de la decima exhalación que daba el francés.

— Creo… Que estoy enamorado— Responde embelesado.

— Ah…— Justo antes de empezar a anotar en la carpeta, da un rápido giro en la silla— ¡Espera! ¿¡Qué tú qué!? — Parándose de forma estruendosa, poco caballerosa como dirían algunos. Tras darse cuenta de lo poco elegante que se debió haber visto carraspea y vuelve a sentarse.

— Amour, pettit. Amour. Eso que te hace sentir feliz cuando estas con la persona especial y te hace querer protegerla sin importar qué.

Masajeándose el entrecejo piensa en las posibilidades de que la persona que le gustase a Francis no fuese cierto rubio de poca presencia.

— ¿Y quién es la persona que te hace más tonto de lo que ya eres? —Pregunta albergando vanas esperanzas. Enarcando una ceja a los pocos segundos. Realmente su amigo estaba colado, tanto como para no reaccionar a su comentario, dirigirle aunque sea una mirada desdeñosa o responder con algo absolutamente presuntuoso de sus habilidades para conquistar.

Y de esa forma, la poca esperanza que mantenía el inglés es destruida de un solo golpe. Con un solo nombre.

— Matthew. Mon petit.

 Francis sonríe como hacía tiempo no lo hacía, una sonrisa de enamorado.

Arthur por otra parte, siente como un pequeño tic en un lado de su cara comienza a aparecer. “No no no no. Definitivamente no.” Estaba mal tanto como para la seguridad de Francis como de forma moral, Matthew era un chico por mucho que se pareciese a una mujer, no lo era. Además, era el hermano de Alfred ¡el querido hermano menor de Alfred Jones! ¡¿Qué haría si se enterará que Francis estaba enamorado de su hermano?! Aún recordaba cuando lo había visto golpear a su amigo por las lágrimas de su prójimo.

Abriendo la boca un par de veces dispuesto a compartir lo leído, se sorprende de no poder formar alguna frase coherente. No con la imagen mental en cómo Alfred mataría a golpes a su amigo, si es que era como decía en el archivo.

No obstante, eso no quitaba el hecho de que era el hermano menor de un compañero, no es que fuese a defender el lema “Las hermanas de los amigos no se tocan” o algo por el estilo, pero ¡ERA EL HERMANO MENOR DE ALFRED!

— ¡¿ARE YOU CRAZY?!

Dice, llamando su atención y ganándose finalmente una mirada desdeñosa del rubio acostado.

— ¿Por qué tendría que estar loco para poder enamorarme de la persona más tierna que he conocido?

— ¡Es que no lo entiendes! No te puede atraer alguien como él— Sacude su cabeza obstinado. — Es decir él, pues bueno, él…

Pero la frase queda suspendida en el aire, sabe que no puede llegar y decir “Él es hermano de un posible asesino o eso creo.” Sonaría irreal incluso para él.

Con el ceño fruncido, y algo dolido por no haberlo apoyado con la situación. Francis se coloca de costado, apoyando su cabeza sobre su mano, de esa forma le podía dar la cara a su amigo.

— ¿Qué es lo que no entiendo? Por qué estás tan reacio a que me guste Matthew.

¡¿Como no lo había visto venir?! Bueno sí lo había presentido, pero en esos momentos, pensaba que todo iría bien, sería algo bueno para su amigo y para el chico que se suponía asistía hacia algún tiempo la escuela pero del que apenas podía recordar su nombre. Sin embargo, la situación había cambiado de un momento para otro, de forma repentina.

— Pues él… Él es herma…

Traga en seco. No sabe que decir ¿Compartir la información de un sospechoso  expediente o callarse e investigar por su cuenta? Conocía demasiado bien a su amigo como para saber que si lo decía, comenzaría a decirle que estaba comenzando a alucinar, que probablemente sería alguien tratando de hacer una broma pesada en venganza de haber arrebatado la estadía a personas que quizás habían estado años en el instituto y se mantenían gracias a milagros.

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Hacía rato el silencio se había instalado, pero a ninguno parecía molestarle. Ambos con la mirada hacia el frente, siendo el cabello lo único que se movía  entre los dos y a la vez, el sonido de los árboles y césped el único sonido que se percibía.

Sentado en el suelo con un brazo apoyado en una de sus piernas, Alfred no quita la vista del área cercana a la oficina del director. En cambio Matthew mira hacia los lados para distraerse o tal vez  buscando a alguien.

Pero entonces finalmente, luego de lo que pareció una eternidad el menor de los hermanos decide hablar, sacando de esa forma a Alfred de sus pensamientos.

— Amm Alfred. Yo…mmm— Aprieta como acto de reflejo a Kumajiro, como sacando las fuerzas para preguntar lo que hacía un tiempo rondaba por su cabeza— Me preguntaba que has hecho durante todo este tiempo que no nos hemos visto. Ya que… bueno, desde que llegaste haz estado con una aura algo hostil y me preguntaba… si había pasado algo… — El aludido lo queda mirando, no pareciendo dispuesto a responder. Creyendo que se había molestado, Matthew nervioso trata de arreglar la situación tartamudeando en el proceso— Lo- lo siento. Si no quieres decirme, está bien. Sí. Lo entiendo. Hay cosas que se prefieren no decir, está bien, no te preocupes…

La risa de Alfred interrumpe la perorata. Matthew lo mira con cierta sorpresa impregnada en el rostro, no estaba molesto, eso era algo bueno. Sonríe aliviado.

— Está bien, te lo puedo contar— Dice acomodándose los lentes— Desde la última vez que nos hablamos, he estado viajando por diferentes países.

Matthew lo mira ilusionado— ¿En serio? — Alfred asiente.

— He conocido varias partes del mundo, he estado estudiando y trabajando en diferentes cosas.

— ¿Cómo cuales?

—Pues… como en… repartidor de diarios, cajero, mesero, mecánico— Sonríe sin poder evitarlo al ver el rostro ensimismado de su hermano. — Tu hermano es como una súper persona, ¿no crees? —Matthew asiente efusivo.

— Increíble, haz hecho muchas cosas en todo este tiempo— Vuelve su vista hacia el frente, con una sonrisa triste trata de encogerse. — En cambio yo, he estado aquí sin más que hacer que estudiar y salir en las vacaciones para volver a casa…— Murmura decaído. Alfred no deja pasar por alto el comentario.

Si supiera la verdad de las cosas, quizás su pequeño hermano no se estaría sintiendo de esa forma por su culpa.

— ¿De qué hablas?— Dice captando la atención del otro. — Eres alguien grande ¿lo sabes? — Continua ante la confusión de su hermano—Lo que quiero decir es que, desde que entraste te has sabido mantener dentro del instituto y siempre entre los veinte mejores. Nunca has fallado alguna materia y eres voluntario para las actividades que requieren de ayuda. Eres alguien sorprendente Matthew.

— ¿En serio lo crees? —Escéptico— ¿Aunque hayas sacado el tercer lugar al apenas haber entrado?

“Había olvidado eso” se dice a sí mismo. Pero pese a eso realmente admiraba a su hermano pequeño. Había crecido de la forma más sana posible y con una familia a su lado.

— Claro que lo creo. Y eso fue cuestión de suerte—Finge una sonrisa culpable. — Aunque los demás no lo sepan había estado estudiando antes, había oído por ahí rumores sobre un examen que te podía sacar de la escuela—Mintió.

— ¿Lo sabías?

Asiente—Pero no se lo digas a nadie ¿sí?

Matthew sonriendo también, asiente, feliz de tener a su hermano a su lado. Su querido e inocente hermano, aunque algo tramposo.

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Calibra, exhala despacio y alinea su rostro a la altura de su brazo para un disparo certero y mortal. Inhala y exhala. “Las posibilidades de sobrevivir… 0.” Con las puntas de sus dedos como pistola, dispara al ave posada sobre la rama. La puerta se abre en ese momento y el ave vuela. Desasiendo la posición de sus dedos, mira al intruso.

—Así que aquí estabas, Romano— Sonriente el español. — Te he estado buscando por todas partes. — Adentrándose.

Vuelve a mirar hacia la rama que pocos segundos antes estaba el ave. La sala de astronomía tenía la mejor vista de todo el campus.

Sobre ellos un techo corredizo para las noches de cielo despejado. Hasta el momento había sido capaz de usarla unas pocas veces, cuando el cielo estaba totalmente despejado en las noches, llamaban a las respectivas clases y miraban las estrellas, conociendo las características y lo que conllevaba con ello, la creación, distancia, entre otras cosas.

Mentiría si dijera que esa sala no fue su favorita al apenas haber pisado el salón la primera vez. Sin duda, algo le había atraído de ahí, pero no sabía qué.

—Para qué me buscabas— Pregunta cuando siente a Antonio a su lado.

— Para nada en especial, solo quería saber dónde estabas.

Romano lo mira de reojo. Antonio componía una apacible expresión.

— ¿Ah? Ahora que pretendes. Acaso es una de tus artimañas para luego arrastrarme a algún experimento loco que hayan hecho Francis, Gilbert y tú.

Antonio niega. —No, nada de eso. No esta vez.

—… ¿Entonces qué es?

Sin esforzarse en responder, Antonio mira hacia las afueras. Romano sigue con la vista lo que el otro mira. Chicos jugando, riendo.

— ¿Sabes? Estoy seguro que en otra vida nos hemos conocido.

Romano se vuelve y mira a Antonio que sigue mirando por la ventana, sin borrar la suave sonrisa de sus labios.

—En una casa de campo, con cosechas de tomates y con un sol brillante sobre nosotros mientras me ayudas a recolectar los tomates.

El Italiano no puede evitar sonreír ante la imaginación del Español, tan lejana de la realidad. — ¿Estás insinuando qué es tuya la casa? 

Ríe de forma breve y continua— Claro. Aunque siempre te quedas por lo que también es tuya. Y siempre me ayudas a cosechar.

Antonio ahora se voltea hacia Romano con una sonrisa deslumbrante, soñadora. Si el italiano conociera un poco más a su compañero, sabría que aquella sonrisa significaba que esperaba que esa fantasía se hiciese realidad, que prácticamente soñaba con eso y que era algo realmente importante para él.

— Supongo que no cambiaras.

— Me alegra que lo sepas. —  Dice ladeando la cabeza.

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Luego del incidente en que casi es descubierto, Arthur no deja de examinar a Romano ni a Alfred ¿Qué significaban esas carpetas y porque estaban en la oficina del director? ¿Quiénes eran en verdad esos chicos y cuál era su propósito en esa escuela, sus hermanos estarían con ellos también en lo que se suponía tramaban? Tantas preguntas sin respuestas. Bien podía ir y preguntarles directamente, pero no sabría cual serian las reacciones y según los archivos, podían ser peligrosos. Además con las conversaciones que había escuchado a hurtadillas, no podía ocultar que verdaderamente le intrigaba.

Sin embargo, tenía que admitir que hasta el momento no habían hecho nada sospechoso, ni que los clasificara como peligrosos ¿Entonces por qué de los archivos? ¿Por qué se sentía tan inquieto con esos dos? En especial con el de lentes. No hacía mucho se quedaban hasta tarde conversando en la habitación, discutiendo de nada y a la vez de todo, y en aquellas ocasiones, le sorprendía saber cuánto sabia Alfred con respecto a algunos temas, podía desenvolverse con facilidad en asuntos de política, de economía e incluso de guerras y armas.

Debía encontrar respuestas y rápido.

Una tarde en que se hallaban en clases, dio la escueta excusa de que como presidente y representante de los alumnos tenía que escribir un ensayo del que como el nuevo sistema escolar había beneficiado a la escuela y sus alumnos. Sin mostrar duda, le permitieron retirarse de la clase antes que el resto.

Había vigilado a Alfred tanto como a Romano, y sabia que Antonio siempre estaba alrededor del mayor de los Italianos, algo obvio para todos. Parecían cercanos de alguna forma, que suponía que si le decía al Español que no se acercara al italiano este se molestaría con él, por lo que mejor decidió callar y mirar.

Ahora hallándose en el dormitorio que compartía con el Norte Americano busca pistas, indicios que le demuestren lo peligroso que se supone que es y lo mismo tendría que hacer con el Italiano más tarde.

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Romano camina por uno de los desolados corredores. No le interesa entrar a clase, diría que se encontraba mal y engañaría a Antonio de alguna forma. Llegados a estos límites, romano ya se conocía de memoria los corredores por lo que en esos momentos paseaba, podría recorrerlos incluso con los ojos cerrados. Sin embargo, pese a conocerlos de memoria, los miraba con atención, buscando tal vez alguna pista más aparte de las que ya tenían. Ya habían pasado demasiados días y aún no recibían ninguna orden de su superior, algo estaba pasando, algo que no habían previsto.

Quizá veinte minutos habían pasado o tal vez más, él solo caminaba hasta que se topo con quien menos esperaba.

Un chico de cabellos grises lo miraba, con una sonrisa tapada a medias por la bufanda que llevaba pese a estar en plena primavera.

Ninguno habla de inmediato, solamente se miran como si estuvieran analizándose,  reconociendo el aspecto cambiado del otro desde la última vez que se vieron.

— Las personas pueden cambiar a un hombre— Dice repentinamente el de cabello gris.

— Algunas incluso para mal— Contesta Romano con la mirada fija en el otro.

Iván no cambia de expresión. Si le importase que hubiese cambiado para mal, lo habría demostrado.

— “Todo lo que amas has de dejarlo sin tardanza”

Romano frunce levemente el ceño, apunto de preguntar el significado de la frase. Iván continúa.

— “Si miramos al oeste jugamos con muñecas. Si miramos al este estamos enfermos por los negocios.”

Y el silencio se instala nuevamente. ¿Cuál era el significado de eso? ¿Los mundos en que vivían?

Antes de poder preguntar nada Iván se marcha, pasando por su lado. Romano mantiene la mirada hacia el frente, con las frases del Ruso haciéndole eco en la cabeza.

Algo por el rabillo del ojo llama su atención. A un costado de la columna de piedra que mantenía la gran estructura del instituto, se hallaba dibujada una pequeña y casi invisible flecha rojiza que apuntaba hacia las afueras. Siguiendo las pequeñas secuencias de flechas que aparecían en el camino, llega hasta el lado de un árbol de gran tamaño. Alza la vista y mira alrededor, tragando seco.

Desde aquel lugar se podían ver la mayoría de las salas, incluyendo la sala de astronomía y dándose cuenta de que no era mucho el recorrido que se tenía que hacer para llegar a los dormitorios, sintió un sudor helado correr por la espalda. Aquello no significaba nada bueno.

Notas finales:

Gracias por leer :) 

Nos vemos en la próxima.


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