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Leben verändern por PinkBambi

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Notas del capitulo:

¡Primer oneshot traducido! Éste es mi oneshot favorito de toda la existencia, me hizo llorar muchísimo desde la primera vez que lo leí e incluso volviendo a leerlo para traducirlo me ha sacado unas cuantas (muchas) lagrimillas.

Espero que les guste tantísimo como a mí, aquí les dejo el link del oneshot original, escrito por bitetoall136 LEBEN VERÄNDERN.

Ojalá que pueda subir otro oneshot pronto, porque tengo muchos por ahí guardados que son puro amor y que de verdad necesitan ser leídos. Como ya dije este espacio es para publicar las traducciones de algunos oneshots que me he encontrado por ahí y que me han gustado mucho y es que, lamentablemente de meji hay muy poca cosa escrita en español. En fin~ acepto sugerencias de alguna otra banda/otp que quizás les interese leer y que me pueda buscar por ahí para traducir.

 

Una mezcla de humo, fijador para el cabello y varios otros aromas a perfumes bastante fuertes llenaban el cuarto de peinado y maquillaje en el backstage mientras Koichi tomaba asiento en el taburete de madera frente al sucio espejo, se pasaba sus ostentosas uñas por su recién retocado cabello color rosa pálido, intentando de todo para que los nervios no se apoderaran de él.

La pequeña sonrisa que se abrió paso a través de su rostro mientras su mirada se cruzaba con la de Tsuzuku por el espejo no pudo haber sido más honesta. El vocalista había sido el que sugiriera el color rosa en primer lugar después de todo, inclusive si esa sugerencia hubiese sido casi una década atrás.

 

 

Koichi no había sido más que un pre adolescente cuando sus padres habían tenido que tomar sus cosas y mudarse de su pequeño pueblo, el cual dudaba que siquiera apareciera en los mapas, yendo a poner sus vidas en medio del ajetreo de una gran ciudad. Él por supuesto que había estado emocionado por el cambio, la vida en el pueblo nunca le había agradado demasiado, después de todo.

En la primera semana de haberse mudado, Tsuzuku había hecho que toda la emoción que Koichi había sentido, se transformara en completa desesperación.

Tsuzuku, el chico molesto y ruidoso que se sentaba al fondo del salón de clases e interrumpía a los maestros en todo momento. Tsuzuku, el chico que había convertido su vida en un completo infierno desde el primer momento en que se hubiese presentado frente a todos en la clase.

Ése mismo chico que iba a ser el mayor impacto en su vida, era solo que Koichi todavía no estaba ni enterado de ello y tampoco se lo esperaba.

 

Todavía recordaba como luego de una pelea en clase, él y Tsuzuku habían terminado castigados limpiando los borradores llenos de polvo de tiza después de clases. Todavía recordaba como a propósito habían soplado el polvo de tiza en dirección a la cara del otro y habían comenzado a atragantarse con ello. Como la profesora había irrumpido en el lugar para separarlos y hacerles sentar en completo silencio hasta que sus padres llegaran. Y como sus padres al fin habían llegado; les habían hecho abrazarse y hacer las paces, solo para que Koichi se separara con el ceño fruncido cuando Tsuzuku le hubiese susurrado al oído algo acerca de verse bien con el cabello rosa.

Fue hasta que llegó a su casa que Koichi se dio cuenta que había una enorme bola de goma de mascar rosa pegada en la parte trasera de su negra cabellera.

Y fue hasta el día siguiente, cuando entró al salón de clases y que Tsuzuku reía apuntando su ahora calva cabeza. Había sido solo pocos segundos después que su puño había ido a dar de lleno contra la cara del chico.

Esa no había sido la última vez que se encontrara con él limpiando los borradores después de clases.

 

Sintiendo que sus mejillas comenzaron a doler de tanto sonreír ante lo que ahora consideraba un bello recuerdo, Koichi miró por el espejo como Tsuzuku se acercaba a él, rodeándole los hombros con ambos brazos. Él se inclinó hacia el sofá, recargando su espalda en su torneado torso, el cual era cubierto por una camisa de red. La barbilla de Tsuzuku descansaba sobre la cabeza ajena mientras con sus dedos peinaba aquellos rosados aquellos, su sonrisa se encontraba con la de Koichi a través del sucio espejo.

—Estoy contento de haber sugerido el color rosa hace años, te dije que se vería bien en ti. —Eso era algo que Tsuzuku siempre decía con una sonrisa torcida cuando se daba cuenta de que Koichi recordaba esos viejos tiempos.

Y el pelirrosa no pudo hacer más que reír. —También dijiste ser un delfín. — Sus dedos se pasearon por uno de los brazos de Tsuzuku, siguiendo la tinta grabada en su piel, sintiendo como aquel calor lograba disminuir los nervios que habían comenzado a atacarle y se le habían instalado en la boca del estómago al pensar que el live estaba a pocos minutos de comenzar.

—Hey, era el único modo en el que te ibas a convertir en mi amigo. —Tsuzuku se rió ante aquello y estrechó el abrazo que mantenía alrededor de aquel delgado cuerpo, yendo a besarle en una de sus sienes.

Ése abrazo era algo que no sabía que se convertiría en algo tan reconfortante.

 

Su familia no duró demasiado en la ciudad, y antes de que pudiera percatarse de ello, ya tenía 14 años y estaba mudándose de nueva cuenta hacia su pueblo natal. De todos modos, como se esperaba, su vida en ése lugar era algo que nunca había extrañado y en el momento en que cumplió sus 18 años, volvió a la ciudad donde vivió sus años de pre adolescencia.

Su fase de rebeldía recién le había atrapado, y en la primera semana viviendo de vuelta en la ciudad, él y su compañero de apartamento, MiA, entraron a tropezones a una tienda de tatuajes y piercings bastante tarde en la noche, mirando con ojos borrosos y ebrios todas las piezas para piercings que se encontraban en el mostrador.

Casi de inmediato, sus ojos fueron a dar justo con un anillo para el ombligo de color negro y brillante. No importó cuanto MiA le hablara para que eligiera otra cosa, no podía apartar su mirada de aquella simple pieza.

—Tu cabello ha crecido bastante, ¿eh? — Esa voz que escuchó era la misma que todavía estaba intentando olvidar.

Cuando alzó la mirada y encontró a Tsuzuku frente suyo, se dio cuenta de que ése hombre de cabellos negros no había cambiado ni siquiera un poco. Por supuesto, ahora estaba cubierto con toda clase de piercings y Koichi podía ver el inicio de un tatuaje en su pecho con esa camiseta de cuello V que estaba usando, pero con aquella simple mirada, Koichi se dio cuenta de que sin duda alguna se trataba de él.

—Bueno, han pasado seis años… — Esa fue la única respuesta que le dio antes de que el pelinegro le sonriera y le quitara el piercing de la mano, llevándole así hasta la trastienda.

Fue solo cuando se recostó en el asiento recubierto de un plástico material y sintió las manos de Tsuzuku deslizarse hacia arriba, subiendo su playera suavemente, que se dio cuenta de lo adictivo que se volvería el tacto del contrario. Esas frías manos enguantadas, recorriéndole los costados y mandando escalofríos a su espalda, la forma en que sus dedos se introducían suavemente en su ombligo mientras desinfectaban. Era cada uno de ellos electrizante y era cada uno de ellos algo que Koichi deseaba continuar sintiendo una y otra vez.

El jadeo que escapó de sus labios cuando la aguja le atravesó la piel y el brillo desconocido que vio en los ojos de Tsuzuku cuando se puso de pie y admiró su nuevo piercing en el espejo de cuerpo completo fue algo que no se había esperado. Así como nunca se esperó que cada vez que juntaba suficiente dinero volvería a la tienda para permitir que el pelinegro continuara llenándole el cuerpo con más agujeros innecesarios.

Varios piercings en las orejas, un piercing bajo el labio inferior y un piercing en la ceja después, Koichi se vio así mismo yendo de una aguja a otra, una que le dejaría la piel marcada de forma permanente con tinta negra.

Todas las veces que volvió a la tienda por un piercing nuevo, él y Tsuzuku habían comenzado a reconstruir la amistad que habían perdido cuando Koichi había vuelto a su anterior hogar. Sorprendía al pelirrosa el hecho de que luego de todas esas peleas que habían tenido, él y el pelinegro habían conseguido superar esas cosas y convertirse en amigos de la infancia.

 

Habían estado peleando en la escuela nuevamente y Koichi se encontraba vagando por el parque luego del castigo que les habían impuesto, mirando su reflejo aún calvo en el agua cristalina del lago. Gruesas lágrimas caían al agua mientras se sentaba en ése lugar, sintiéndose más solo que nunca.

Todavía no estaba seguro de cómo era que había sucedido o qué había cambiado en Tsuzuku, lo único que sabía era que en un minuto se encontraba solo y en el siguiente el pelinegro estaba allí a su lado, preguntándole cuál era la imagen que él tenía de un mejor amigo. Koichi, siendo el chico extraño que era, había respondido con la palabra “delfín”. Los delfines eran siempre buenos y sonreían,  y para Koichi, esa era la mejor imagen que podía tener un mejor amigo, sonriendo siempre para alegrar tus días con su felicidad.

—Bueno, estás de suerte porque resulta que yo provengo de una familia de delfines. — Aquellas palabras habrían hecho que Koichi mirara a Tsuzuku de forma bastante dudosa, pero la extraña imitación de un delfín que le había seguido a eso le había hecho llorar de la risa.

Desde ése día ellos dos jamás volvieron a quedarse en detención después de clases limpiando borradores.

 

Inclusive con el dolor de aquella aguja entrando en su piel, estampando su plano vientre con letras negras, Koichi había dejado salir una suave risa. Tsuzuku detuvo el proceso para mirarle con una ceja enarcada, y el pelirrosa simplemente movió la mano para que le restara importancia, pidiéndole que continuara.

Pasaron solo un par de momentos luego de ello antes de que Tsuzuku por fin terminara, se quito los guantes y le pidió a Koichi que se mirara en el espejo de cuerpo completo como todas las veces anteriores en las que había estado allí.

Mientras miraba el arte que el pelinegro acababa de poner en su cuerpo, una de sus manos se escurrió hasta aquel lugar para tocar aquellas letras con sus dedos, solo para que fuera apartada de un manotazo por Tsuzuku, quien le miraba con el ceño fruncido. —No toques… — Y Koichi casi dio un salto cuando una fría y húmeda sustancia comenzó a ser frotada sobre su todavía sensible piel. — ¿Te gusta? —Todavía se encontraba sobre sus rodillas, frotando con las yemas de sus dedos sustancia sobre aquella piel enrojecida.

Los ojos de Koichi fueron a parar en su amigo y no entendió cómo era que nunca antes se había percatado de lo guapo que era. Algo brilló en esos ojos oscuros contrarios como buscando alguna señal de aprobación e hizo que el corazón del pelirrosa se acelerara. —Me encanta — Respondió en voz baja sin mirar el tatuaje, en lugar de ello miraba a su amigo.

Y entonces Tsuzuku sonrió de la forma más inocente que Koichi tuvo el placer de ver en su vida. — Muy bien, puedes pagarme por ello invitándome a beber — El pelirrosa no tardó en asentir con su cabeza.

 

 

—¿Todavía estás nervioso? —

 Al escuchar la voz de Tsuzuku tan cerca, se giró para poder mirarle y fue directo a abrazarle por la cadera, apoyando su cabeza sobre su pecho. — ¿Cómo es que tú no? Es la primera vez que tocamos frente a una audiencia tan grande… — Suspiró. — ¿Y si lo echo a perder? —

—No lo harás. —

­—¿Cómo lo sabes? —

Justo como en la tienda de tatuajes, tiempo atrás, Tsuzuku se inclinó un poco para así poder sujetar a Koichi por la su delgada cintura. —Porque eres perfecto. — Sus labios pintados de rojo se encontraron con los del más alto, quien siguió el beso, dejando que su lengua se encontrara con la bífida del pelinegro; cuando sus pulmones les reclamaron por aire, cortó el beso, pero tomó al pelirrosa por las mejillas para pegar sus frentes y así mantenerle cerca.

—Eres un tonto. —

—Pero soy tu tonto. —

 

 

Koichi aprendió que las apariencias engañan la noche que salió a beber con Tsuzuku. Era el tipo de persona que la gente solía evitar, con su pinta oscura, sus tatuajes y piercings. Toda esa gente fracasaba en darse cuenta que en realidad él era alguien bastante sensible y que solo permitía a aquellos que eran cercarnos a él, conocer ése lado suyo cuando estaba vulnerable… O cuando tenía algunas cervezas de más, el cual había sido el caso del pelirrosa.

—Sabes, en la escuela primaria, antes de que te mudaras aquí, tenía un perro. — La manera en que Tsuzuku había comenzado a decir aquello se quedaría por siempre grabada en la mente de Koichi. Sonaba bastante triste… Bastante desesperado. —Era una preciosa corgi, se llamaba Chiisa. — Sentado en el bar, Koichi permaneció en silencio, sorbiendo tragos pequeños de su cerveza, simplemente dejando que el pelinegro hablara mientras le observaba consternado. —Murió por vejez una semana antes de que llegaras aquí. —

Cuando sus ojos se encontraron con la vidriosa mirada de Tsuzuku se hizo hacia el frente para limpiar con suavidad esas lágrimas que todavía no comenzaban a caer, no creía ser capaz de soportar el verle llorar.

—Creo que por eso me porté tan idiota contigo. Se sentía como si alguien te hubiese mandado aquí a reemplazarla, sé que esto no tiene sentido… Pero para mí así se sentía y todavía no me encontraba listo para dejarla ir.  —

—¿Así que estás intentando decir que parezco un perro? — Koichi se rió de forma suave y llevó una de sus manos hasta el hombro de Tsuzuku para apretarlo suavemente.

—No tu apariencia, tu personalidad. Eras agresivo y luchabas por lo que querías, igual que Chiisa. — Mientras Tsuzuku miraba fijamente el vaso de su bebida, Koichi no pudo evitar notar la pequeña sonrisa que se le formó en los labios al más bajo, mostrando un poco los dientes.

Nuevamente el corazón del más alto se aceleró.

Se sacudió ligeramente en su asiento al sentir esos mismos dedos que le habían acariciado con anterioridad la piel recién tatuada y sensible de su abdomen. — Vamos, deberíamos ir al minimarket a comprar más pomada para esto, te ayudaré a ponerte un poco más en tu apartamento. —

El más alto no hizo más que asentir con la cabeza y fue cuando aquellos dedos se apartaron nuevamente de su piel que pudo volver a respirar de forma normal.

Fue hasta que salieron del bar y se encontraban caminando por la acera que se dio cuenta que el pelinegro había sido quien pagara las bebidas.

 

 

—¡Diez minutos antes de subir al escenario! — El llamado aquel por parte de algún miembro de su staff había provocado que Koichi se soltara del abrazo que en el que había mantenido a Tsuzuku, sintiendo su estómago dar un vuelco por los nervios que le provocaba el saber que faltaba tan poco.

Habían pasado muchos años desde que se sintiera así de nervioso. Golpeó ligeramente sus largas y decoradas uñas en la superficie de madera que se encontraba frente a él mientras murmuraba palabras inentendibles y cerraba sus ojos, intentando calmarse. Podía escuchar a Meto y MiA hablar al otro lado de la habitación acerca de cuán animada y emocionada lucía la audiencia, y justo en su oído sintió un suave aliento, seguido de una corta risa.

—Lo harás bien. — Las manos del pelinegro llegaron hasta esos tensos hombros y los masajeó suavemente. — Dije que lo harás bien así que así será. Tienes qué confiar en lo que te digo, ¿recuerdas? —

Pudo darse cuenta de que Tsuzuku sonreía mientras decía aquello; abrió los ojos y le miró atento, notando un brillo aparecer en los contrarios. Sabía exactamente a lo que se refería.

 

 

De algún modo habían terminado comprando más que pomada una vez que llegaran al minimarket. Cuando salieron de allí, ambos tenían una bolsa en sus manos; la de Koichi contenía cervezas y la dichosa pomada, mientras el contenido de la bolsa de Tsuzuku permanecía como un secreto.

Ligeramente borrachos, llegaron al departamento de Koichi, yendo directamente a su habitación al fondo del mismo, pasando junto a MiA, quien miraba lives de sus bandas favoritas con su nuevo amigo, Meto.

—¿Ya vas a decirme qué es eso que tienes en la bolsa y que te ha hecho sonreír tanto? — Preguntó el más alto mientras tomaba dos latas de cerveza de la bolsa que antes había cargado, ofreciéndole una al pelinegro, yendo luego a abrir la propia para sentarse en su cama. Le dio un trago y dejó que la amarga bebida le recorriera la garganta, refrescándole.

La sonrisa de Tsuzuku siguió ensanchándose. Dejando de lado la lata de cerveza que Koichi le había dado anteriormente, le miró desde donde se encontraba, sacando una pequeña caja de la bolsa.

Los ojos de Koichi se engrandecieron mientras se atragantaba con la cerveza. Se levantó de la cama y dejó su lata de cerveza a un lado, se limpió la comisura de los labios y rápidamente movió sus manos frente a su cuerpo. — ¡No! ¡De ningún modo! —

—Oh, vamos Koi, no es la gran cosa. —

—¡No! —

—Vamos~ —

—Dije que… —

—¿No confías en mí? —

Koichi supo desde el momento en que miró esos ojos suplicantes que no podría negarse. Suspirando, miró nuevamente a Tsuzuku antes de volver a mirar la caja, la tomó y arrastrando los pies, se dirigió hacia el baño. — ¡Juro que si me quedo calvo de nuevo, esta vez si te mato! — Gruñó mientras se adentraba en el baño, siendo seguido por el pelinegro.

Fue solo diez minutos después cuando Koichi comenzó a quejarse de cuánta comezón le daba el decolorante en el cuero cabelludo, pero sus quejas se desvanecieron en el momento en que Tsuzuku comenzó a masajearle la cabeza para sacarle todo el decolorante; sus dedos paseándose por entre sus cabellos, la forma en que su tacto se sentía seguía siendo igual de increíble que cuando comenzara a hacerle piercings. Las quejas volvieron en el momento en que el pelinegro se detuvo y fue a tomar el botecito que contenía tintura rosa brillante.

—¡No! —

—Sí — Y ése “sí” había sido seguido por una sonrisa a la que definitivamente Koichi no había podido negarse.

 

 

—También recuerdo haberme mirado en el espejo y verme el cabello tan brillante que prácticamente brillaba en la oscuridad — Koichi hizo un mohín con los labios.

—Oye, prometí que no te dejaría calvo, nunca dije nada acerca de estropear la mezcla de tintura. — Tsuzuku se cruzó de brazos a la altura de su casi desnudo pecho y rió. — Además, si no hubiera sido por mí decolorándote el cabello esa noche, las cosas no hubieran pasado así como lo hicieron. —

Tsuzuku estaba completamente en lo cierto.

 

 

Fue solo después de que dejara que el más bajo le lavara toda la tintura de la cabeza y discutieran un poco más acerca de los resultados finales que Koichi se dio cuenta que se había hecho bastante tarde. —Quédate a dormir aquí, de todos modos no es como si tuvieras que ir a trabajar muy temprano mañana. — Se había sorprendido a sí mismo al decir aquello mientras miraba al chico de cabellos oscuros acomodarse la chaqueta y calzarse los zapatos.

—Lo haría, pero parece que tu sofá ya está ocupado. — Tsuzuku dijo aquello mientras apuntaba hacia la sala. En el sofá MiA y Meto dormían plácidamente mientras la televisión continuaba encendida, iluminando la oscura habitación.

—Podemos compartir mi cama, no es la gran cosa. — Koichi sintió la necesidad de morderse la lengua al darse cuenta de que al parecer ya no tenía control sobre lo que decía. Las palabras continuaban saliendo y saliendo, esas palabras que de verdad deseaba que se quedaran guardadas por siempre.

—Gracias por la oferta, pero que sé que no dormiré ni un poco usando las cobijas y almohadas de otra persona. — La mano izquierda de Tsuzuku tomó el pomo de la puerta y ambas manos de Koichi le tomaron la derecha.

—No, por favor quédate. —

En el momento en que sus miradas se cruzaron, fue como si de forma mutua entendieran que algo pasaba. Tsuzuku dejó que las manos de Koichi le tomaran por la muñeca y le guiaran hasta la habitación nuevamente, donde ambos se dejaron caer sobre la cama. Koichi recostado sobre su lado derecho para evitar lastimarse el tatuaje y Tsuzuku sobre su lado izquierdo, mirándose fijamente y negándose a dejar de hacerlo, hasta que finalmente el cansancio venció a Koichi y éste se quedó dormido… Cuando despertó, encontró que los ojos de Tsuzuku continuaban pegados a él, mirándole fijamente, sus manos todavía le tomaban con fuerza.

 

 

—¡Cinco minutos! —

Koichi había estado tan sumergido en sus pensamientos que apenas y escuchó el anuncio de que faltaban solo cinco minutos. Se puso de pie y tomó la mano de Tsuzuku, luego de haberle robado un pequeño beso en los labios. — ¿Listo? —

—He estado listo para esto desde hace años. —

Colgándose el bajo a su delgado hombro, el pelirrosa sintió un vacío en su estómago al escuchar el modo en que los fans gritaban sus nombres por separado para luego gritar el nombre de la banda. Solo por cómo sonaba aquello podía percatarse que el número de personas que habían ido a verles ése día había incrementado demasiado, era al menos el doble que la última vez. Sabía que probablemente el estómago se le caería cuando saliera a escena y viera con sus propios ojos cuántas personas más habían ido a verles.

Tomando un largo respiro, miró a MiA y Meto estirarse un poco antes de que sus orbes fueran a dar con Tsuzuku, quien en un rincón apartado de los demás calentaba un poco su voz.

Koichi agradecía que a pesar de la fama que habían logrado ganar con el tiempo, Tsuzuku no había cambiado, seguía siendo el mismo del que se había enamorado. Incluso con cientos de chicas coqueteándole cada noche, Tsuzuku seguía siendo igual de inseguro y ocurrente, y eso era algo que Koichi consideraba demasiado tierno y especial.

 

 

 

Koichi había rodado fuera de la cama he ido directo a la cocina para tomar dos vasos con agua y el bote de las aspirinas. La borrachera que él y Tsuzuku habían agarrado la noche anterior había sido muy divertida mientras duraba, pero ahora pagaban las espantosas consecuencias con un terrible dolor de cabeza. Volvió a la habitación, pensando que todavía encontraría al pelinegro recostado en la cama, pero no fue así; en cambio escuchó el agua correr en la ducha y una melodiosa voz proveniente de allí dentro, una voz que jamás había tenido el privilegio de escuchar antes y que cantaba una canción.

Curioso, abrió un poco la puerta del baño y asomó su cabeza, solo para encontrar la sombra de Tsuzuku envuelta en el vapor del agua caliente y su dulce voz resonando en las paredes del baño. Encantado podía ser el único adjetivo con el que se podría describir como se sentía Koichi. La voz de Tsuzuku le había atrapado, maravillándolo hasta el punto de dejarlo pasmado. Silenciosamente se había introducido en el baño y había apoyado su espalda en la pared, escuchando atentamente el canto del pelinegro; el hechizo solamente se rompió cuando el agua dejó de caer de la regadera y Tsuzuku salió de la ducha, volviendo a entrar en ella para cubrirse con la cortina al darse cuenta que el más alto estaba allí.

—¿C-Cuánto tiempo llevas allí? — Hasta el día de hoy, Tsuzuku juraba que eso que ocupaba sus mejillas no había sido un sonrojo, sino que estaban de ése modo por el agua caliente.

—Tienes una hermosa voz. —

 —No, no la tengo. — La forma en que Tsuzuku negó mientras salía de la ducha mirando el suelo amarrándose una toalla a la cintura, era algo que Koichi siempre recordaría como lindo.

—Sí, claro que sí. ¿No confías en mí? — La sonrisa que Koichi esbozó había sido una que aunque hubiera querido no habría podido disimular mientras utilizaba las palabras que Tsuzuku le había dicho la noche anterior en su contra.

Tsuzuku frunció el ceño mientras pasaba junto al más alto, suspirando al salir del baño. Koichi le siguió a la habitación y fue a sentarse a su lado; Instintivamente llevó sus manos hasta los oscuros cabellos ajenos y los peinó suavemente con sus dedos, acomodándolos detrás de su perforada oreja. No se necesitaron ninguna clase de palabras para que Tsuzuku comenzara a hablar en voz baja y de forma calmada, mientras el más alto le escuchaba atentamente.

—Cantar es… Algo que siempre me ha gustado hacer, pero el sonido de mi voz a mis propios oídos es… Simplemente terrible. —

—Entonces no es tu voz la que escuchas, son tus inseguridades hablando. No puede dejar que lleguen a ti. —

—¿Y por qué? — Preguntó mirándole fijamente por entre su húmedo flequillo.

—Porque… — Koichi comenzó a decir, yendo a tomar fuertemente la mano del pelinegro. —Las inseguridades destruyen todo lo que es hermoso. —

Fueron esas palabras las que cambiaron sus vidas para siempre. La siguiente cosa que Koichi supo fue que Tsuzuku se inclinó hacia el frente y le tomó por las mejillas, presionando sus labios para comenzar a besarle con delicadeza, pero aquel besó fue tornándose apasionado, haciéndoles intercambiar calor.

Sus lenguas se encontraron, sus piercings chocaron entre sí, y antes de que Koichi tuviera la oportunidad de comprender lo que sucedía, Tsuzuku ya le estaba despojando de sus ropas y acomodándose encima suyo, susurrando nada más que palabras de amor y prometiendo que siempre estaría a su lado del mismo modo en que él había permanecido junto al suyo.

 

 

Sintiéndose de repente mucho más seguro, Koichi siguió a Meto al escenario para tomar su lugar. Justo como lo había pensado anteriormente, apenas entró, se percató de que efectivamente el número de personas que se encontraban presentes esa noche, era el doble. La barricada frontal se encontraba llena de chicos y chicas que gritaban y aquello le hizo sentir muy orgulloso.

Todos sus nervios al fin se habían ido, y cuando tocó la primera nota justo en el momento en que Tsuzuku salía al escenario con las manos en el aire y dedicándole un guiño, no pudo disimular la enorme sonrisa que apareció en su rostro.

Conforme el live avanzaba, Koichi podía sentir el sudor escurrir por cada parte de su cuerpo; la emoción y gritos de la audiencia le daban la energía que necesitaba para continuar, realmente estaba dando todo de sí. Cuando el live llegó a la mitad y la música se detuvo para que Tsuzuku pudiera dedicar algunas palabras al público, el corazón de Koichi se aceleró todavía más, si es que era posible.

Cuando el discurso terminó, el bajista supo exactamente qué canción seguía. Esa canción era una que tenía un lugar muy especial en su corazón, así que tan pronto como Meto comenzó a tocar la batería para dar paso a ella, sus ojos fueron a observar a Tsuzuku maravillado, pues éste había comenzado a cantar con muchísima emoción.

Era la primera canción que habían escrito como banda.

 

 

Koichi tocó suavemente la puerta de la habitación que compartían antes de adentrarse en ella cargando una bandeja de té. Después de que Tsuzuku y él se acostaran por primera vez seis meses atrás, su relación había progresado de manera muy natural. El pelirrosa nunca le había pedido formalmente que se quedara a vivir allí, pero las pertenencias del más bajo habían ido apareciendo poco a poco hasta que él mismo se había quedado allí.

—¿Qué tal va la composición? — Preguntó Koichi mientras tomaba asiento en el borde de la cama, donde los pies del vocalista descansaban cruzados. Sobre su regazo se encontraba una libreta y entre sus dedos mantenía una pluma de tinta negra.

Suspirando, Tsuzuku se deshizo de sus gafas y se pasó una mano por el cabello, fue a cerrar lentamente la libreta y luego tomó la taza de té de encima de la bandeja que el otro había traido, sorbiendo delicadamentela bebida. —Creo que tengo qué hablar con MiA y trabajar esta sección de notas con él. Es que no encuentro palabras que se acomoden a ella de manera apropiada. —

El estrés que plagaba el rostro del pelinegro era demasiado obvio. Quitándole la taza de té para volverla a acomodar sobre la charola, la cual dejó en el suelo, se inclinó hacia el frente para poder quitarle también la libreta y la pluma, dejándoles a un lado en la cama; fue a tomar sus manos para entrelazar sus dedos.

Fue poco tiempo después de que empezaran a salir, que eso de usar su voz como carrera se volvió serio. Tsuzuku mantenía su trabajo en la tienda de tatuajes y piercings, pero dedicaba todo su tiempo libre a escribir música y lyrics. El pelinegro solía bromear con eso de que la industria musical definitivamente era su destino, porque no había manera de que fuera pura coincidencia que su novio tocara el bajo y que encima de eso, su compañero de departamento tocara la guitarra, y que el novio de él tocara la batería.

Había sido entonces una coincidencia más grande que todos felizmente hubiesen decidido formar una banda.

—Solo necesitas relajarte, las palabras vendrán a ti por sí mismas, simplemente necesitas otro tipo de inspiración aparte de esta oscura habitación. —

Tsuzuku le robó un beso corto en los labios antes de hacerle levantarse de la cama para tirarle encima del colchón, solo para ir a susurrar de forma ronca a su oído. — ¿Y qué tal si me quedo en esta oscura habitación y te convierto en mí inspiración? — Sacó su bífida lengua para ir a humedecer el interior de la oreja ajena, atrapando entre sus dientes uno de sus piercings. — ¿Eso suena bien para ti, Koi-chan? — En cuestión de segundos sus labios se encontraron en medio de un apasionado beso, sus manos no se hicieron esperar y ya estaban acariciándose intensamente, siendo ambos guiados por nada más que el deseo.

 

Fue más tarde esa noche que Koichi descansaba recostado en la cama, luego de varios rounds de hacer el amor, que escuchó el sonido de la pluma sobre el papel, viajando a mil por hora y fue en esa misma semana que escribieron y grabaron su primera canción.

Mejibray se había creado oficialmente.

 

 

Koichi tocó las últimas notas de la canción mientras escuchaba los lyrics ser cantados en nada más que pura emoción. Estaba tan ido mirando a Tsuzuku cantar la última línea acapella que tardó en darse cuenta que por sus mejillas escurrían pequeñas lágrimas de emoción.

La banda había logrado en un periodo tan corto de tiempo. Y estando la orgulloso de sí mismo como de MiA y Meto, lo que sentía cuando miraba a Tsuzuku hacer algo que había amado durante tanto tiempo y verlo crecer en ello… Ése definitivamente era un nivel de orgullo que nada sobrepasaría.

Cuando finalmente bajaron del escenario, el vocalista fue a abrazarle con firmeza, haciendo que su corazón se acelerara una vez más.

No importaba cuánto tiempo llevaran juntos, esas pequeñas cosas nunca habían cambiado.

La forma en que constantemente se molestan y retaban entre ellos nunca había terminado, las caricias de Tsuzuku eran tan adictivas como siempre y no había un solo momento en que una simple mirada del vocalista no hiciera que su corazón se acelerara a mil por hora.

Bañados en sudor y con el maquillaje estropeado, colapsaron en el backstage; el pelinegro le abrazaba por los hombros y el bajista le abrazaba por la cintura. Respiraban agitadamente y Tsuzuku dejó que su cabeza reposara en el respaldo del sofá, mientras Koichi observaba por el rabillo del ojo a Meto y MiA salir por la puerta trasera juntos. MiA le decía alegremente al siempre serio Meto, algo acerca de irse a casa a tomar una ducha antes de ir a beber algo para celebrar. Koichi ni siquiera se molestó en preguntar por qué no les invitaban a él y a Tsuzuku, él sabía perfectamente que la pareja necesitaba algo de tiempo para ellos solos.

 

—Fue un concierto estupendo, ¿no lo crees? —

—Lo fue. — Respondió el pelirrosa, demasiado cansado para dar una respuesta más larga.

—Te dije que no había nada de qué preocuparse, estuviste muy bien, solo te equivocaste una vez o dos, nada grave. —

Asombrado, Koichi se apartó de Tsuzuku y le miró con la boca abierta. — ¡No me equivoqué ni una sola vez! —

—¿Estás seguro de ello? — Preguntó el vocalista, sonriendo y elevando una ceja.

—¡Absolutamente! —

—¿Segurísimo? —

—¡Por supue…— Interrumpido por un profundo beso, Koichi sonrió al sentir que sus lenguas se entrelazaban suavemente, acariciándose entre ellas, provocando que sus manos fueran a tomar a su novio por las mejillas.

—No sé por qué no utilicé esta táctica para callarte en la escuela, nos hubiese salvado de muchas tardes quedándonos castigados después de clase a limpiar borradores. —

Koichi negó con su cabeza para luego darle un suave golpe en el hombro al vocalista antes de levantarse para ir a tomar su bolso, donde llevaba ropa extra. No necesitaba decir nada en respuesta a eso que el pelinegro había dicho de forma tan inteligente, porque sabía perfectamente que era otra manera de decirle esas dos palabras que solamente se dedicaban estando los dos solos en las veces más íntimas.

 

Luego de cambiarse de forma rápida, regresó hacia el sofá donde encontró a Tsuzuku durmiendo con la expresión más angelical del mundo. Chistando mientras recordaba aquella pobre excusa de que el pelinegro no podía dormir con otras almohadas y cobijas que no fueran las suyas, se acercó hasta él, tomando una cobija que había encima del sofá y cubriéndolo con la misma.

Yendo a acurrucarse junto al vocalista, dejó que su rosada cabeza fuera a reposar sobre uno de aquellos hombros, no sin antes depositar un casto beso sobre ése par de labios, que de algún modo siempre parecían estar fruncidos.

—Te amo. — Le dijo en voz baja, antes de removerse un poco más para acomodarse contra su cuerpo y cerrar sus ojos luego de eso.

Solo porque Tsuzuku se guardara aquellas palabras para esos momentos intensos e íntimos no significaba que el más alto también lo hiciera o tuviera qué hacerlo.

No dejaba de asombrar a Koichi el hecho de que alguien a quien odiaba tanto al inicio, se convirtiera luego en el amor de su vida. Cómo haber conocido a ése chico problemático, ése que se sentaba al fondo de la clase y le frecuentara en la escuela primaria, esporádicamente a lo largo de aquel tiempo, le había cambiado por completo la vida.

Gracias a Tsuzuku estaba creando música, la misma que inspiraba a tantas personas alrededor del mundo.

Gracias a Tsuzuku no pasaba un solo día en su vida que no estuviese lleno de felicidad.

Y gracias a Tsuzuku, Koichi había dejado de buscar a la persona con la que pasaría el resto de su vida para mirar a la persona que se encontraba justo a su lado y poder compartirla con ella.

Notas finales:

*insertar aquí lágrimas de fangirl* Disculpen si hay algún horror ortográfico pero es que es tardísimo y me estoy toda agripada, sobs.¡Espero muchos reviews! De verdad se los merece, está todo así, para pegarte en el kokoro y dejarte tirada llorando por el amor verdadero. (?)

Bueno, estoy divagando mucho, bye~

@pinkbambidesu


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