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Garbage: Just another Yonki death por neko miri chan

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Notas del capitulo:

No quería que escucharan la canción, pues el tono no va mucho con la historia, si quieren escucharla que sea al final. 

¿Cómo será mi día?

¿Qué me brindará el mañana?

Decía una canción de Garbage, recordándome lo mucho que me pregunté aquello toda la vida, desde niño hasta que conocí a Akira.

Mamá había decidido irse, irse sin mí ¿Quién deja a su hijo de ocho años? ¿No se suponía que eran las que más unidas debían estar con los niños?, pero no. Ella simplemente se fue y todavía recuerdo como me apartó de su lado cuando quise abrazarla. Mi tío veía la escena con lástima, esa y las siguientes veces.

Papá me tomó de la mano esperando a que ella y mi tío terminaran de cargar la camioneta roja con maletas, adornos y un comedor de cedro. Se llevó todo eso menos a mi. Y luego los vi marcharse. Papá se dio la vuelta y se fue a la cocina dejándome mirando hacia la puerta. Lloré, lloré mucho pero no podía dejar salir sonidos, uno que otro murmullo quizás. Simplemente sentí una espina clavada en los ojos y eso ni los gritos lo podían expresar.

Recuerdo también que fue la última vez que papá me tomó de la mano.

 

Si tuviera los ojos de rayos X, podría por ver dentro

no tendría que predecir el futuro.

Kai acaricia mi barriga delineando mi ombligo justo cuando pienso en Akira. Me inclino hacia él para besarlo, necesito sentir calor, necesito sentirlo desesperadamente. Necesito que mis lágrimas paren, pero si apenas puedo mantener los ojos abiertos ¿Cómo? Mis brazos están dormidos también y no puedo alcanzarlo...

 

Deseo que tengas algo para hablar

¿Quién soy yo para saber lo que estás pensando?

 

Mamá al principio no quería verme, buscaba excusas, compromisos falsos, salía de la ciudad cada fin de semana que se supone que debía pasar conmigo y así fue por varios años hasta que cumplí los doce. Escuché de una de mis compañeras del colegio, que si hacía 1000 grullas un deseo mío se haría realidad, pero que las grullas no eran algo mágico  significaba la perseverancia para alcanzar tu deseo.

Empecé a hacer grullas de papel; las primeras salieron horribles pero estaba muy emocionado porque mi deseo era que mi madre me dejara abrazarle sin que pusiera cara de obligación y desagrado. Las hice con mucho esmero, las numeré una noche ya que no podía recordar cuantas había hecho.

 

Si solo las personas se limitaran a decir lo que realmente fueron

Que fueron realmente,

Lo que en realidad querían

 

Una noche mamá fue a casa a hablar con papá, nos sentamos en la mesa y me puse a construir la grulla 387. Era para citarlo ante un juez para entregarle mi patria potestad. Ella literalmente dijo que no quería tener nada que ver con mi padre, ni siquiera a mí. Lo dijo en mi presencia, yo no sabía que era la patria potestad, pero, al decir que no me quería, sonreí. Siempre fue una bruja conmigo, pero hasta los animales tenían más consciencia del amor y cuidado que se tiene que dar a los vástagos, incluso mi abuelo, un ex-militar condecorado era más cálido de lo que esa bruja fue alguna vez conmigo.

Me recargué en papá y la miré con los ojos vidriosos y una sonrisa en la cara.

Sólo tenías que decirlo antes...antes de que yo naciera hubiese sido adecuado. —Dije para retirarme de ahí con la grulla en la mano.

Las 387 grullas las quemé cuando mamá se fue, en una pequeña cazuela.

Papá se acercó a mí y me puso la mano en la espalda. Me estremecí porque no estaba acostumbrado a que la gente me tocara, solo mi tío Tomori, como yo le decía o Namura como papá le decía, me tocaba, sólo Tomori  me hacía cariñitos en las mejillas de vez en cuando.

Arrojábamos las grullas una por una y las veíamos arder.

—     Lo siento. —Me dijo cuándo íbamos por la mitad.

—     Tú no tienes la culpa de que ella no me pudiese amar.

—     Lo cierto es que también me repele la idea de que, por mi forma de actuar, pienses que no te amo.

—     Yo sé que me amas, tú te quedaste conmigo ¿o no?

—     Te amo, pero no me gusta que pienses que solo porque alguien está contigo te ama.

—     Estás diciéndome que tú tampoco me amas. —Dije arrojando otra grulla.

—     No, es solo algo que debes saber para el futuro.

Me callé, pero una voz le respondió en mi interior.

"No mientas sólo por qué crees que es tu deber de padre  protegerme,  sólo dilo, di que no me amas." Me levanté y recogí todas las grullas para arrojarlas al mismo tiempo.

—     No te preocupes por darme lecciones de amor prematuras, tampoco tienes que preocuparte de que alguien vaya a lastimarme en el futuro, ya nadie puede herirme más.

 

 

Al entrar a mi cuarto vi todos los papeles que había cortado de forma "cuadrangular" y antes de arrojarlas al suelo pensé, si siempre tuve que esforzarme diez veces más que los demás para lograr algo que una persona normal hace fácilmente, entonces haría diez veces más grullas, aunque fue, francamente con otro deseo.

 

—     Dime donde duele

Fue lo primero que dijo  Akira cuando uno de los chicos de mi clase me metió el pie para caerme, y con lo torpe que yo era así fue, todos se rieron y él no parecía comprender por qué todos me odiaban. Ni yo lo sabía, pero fue el estigma con el que nací, y ya estaba acostumbrado. La gente me veía tímido y vulnerable, era solo que yo estaba dentro de mi, mi verdadero yo era  un pequeño gusano con un enorme caparazón de carne para protegerlo, que importaban las heridas, los golpes y los insultos, el gusano que era yo estaba a salvo, pero él no lo entendía, el de verdad pensaba que me dolía y en consecuencia yo empecé a pensarlo también, de repente, incluso el dolor físico me pareció insoportable y no pude evitar querer abrazarle.

 

Al diablo con todos los demás

"y conmigo mismo" pensaba a cada rato.

Pero él tomó mi mano, la tomó en público, después de un entrenamiento de futbol. No tenía miedo, era varonil, arrogante y orgulloso y me tomó de la mano hasta llegar a su departamento sin importar las miradas. Solíamos sentarnos a platicar en su cama o fuera de su departamento, en realidad él hablaba, de Shima, de su madre, de la madre de Shima, de su abuela, de su conejo, de su hermana. Yo sólo escuchaba, me encantaba pensar que afortunadamente Akira, a pesar de no tener un papá, fue amado por toda su familia.

 

Lo único que me importa eres tú y esa es la verdad

Me abrazó, el primer abrazó en muchos, muchos años, y lloré, el no supo porqué lloraba y se preguntó una y otra vez si había hecho algo mal, yo sólo le decía que no y me aferraba más a su pecho para sentir su calor.

 

Ellos no me aman, puedo decir

Pero tu si, así que ellos se pueden ir al infierno

Esa vez, esa malditamente mágica vez, el día que nos emborrachamos con vino tinto frente a su apartamento, la tarde que dejó mis pantalones afuera fue el momento en que entendí el sexo.

Antes decía que era homosexual, pero la verdad nunca había tenido sexo, ni siquiera acostumbraba tenerlo conmigo mismo, crecí sin algún tipo de deseo, la gente en la escuela me odiaba, la gente en la televisión no existía, nunca deseé a alguien, ni siquiera cuando Akira me besaba quise algo más que lo que me ofrecía en ese momento, solo besos y pequeños mimos. Estaba tan hambriento de afecto y contacto físico que hasta una pequeña caricia me parecía maravillosa, pero cuando tocó mis muslos y al momento de besar mi abdomen, me derretí, sólo un beso bajo mi ombligo me hizo gemir y los tres siguientes pusieron mis rodillas a temblar. Quería caerme pero me sostuvo por la cadera mientras hurgaba con su nariz mi vello púbico. Dejó una marca en mi barriga de bebé y tomó mi pene con la mano derecha para después introducirlo en su boca. Grité débilmente haciendo la cabeza para atrás.

 Eso era sexo, eso era deseo y amor.

Akira me hizo encontrar todo eso, todo lo que había buscado, al principio de sus labios y hasta el final de su lengua.

 

 

Si estás buscando el amor, por lo que vale

Tengo suficiente de eso, mintiendo por aquí en algún lugar.

Bajo su cuerpo, o encima, o de lado, ya no sabía cuál era la forma en que prefería estar con él, cada una era única, y siempre había una conexión, incluso borrachos, incluso intoxicados hasta la médula con cualquier droga. No importaba, estaba con él, con él, con él. Nada importaba, ni cuando me inyectaba.

 

Al principio, fue...extraño. No puedo decir que fuera bueno o que fuera malo. 

Porque cuando recién me lo inyectó sentí algo calientito recorriéndome el cuerpo, no pensé que fuese tan rápido, no era como sus besos, tampoco  era como el sexo, que cada vez se volvía más salvaje, sobre todo cuando consumía cocaína, era algo tranquilo que nunca había sentido antes. Me sentía relajado, los ojos me pesaban, pero luego de un rato me sentí mareado y con nauseas. Él dijo que era normal, que con el tiempo me acostumbraría. Tuve que ir al baño a vomitar.

Me cambió el sabor en la boca, esta se me resecó y las piernas las sentía pesadas, Me fui a recostar.

Pasaron un par de horas y me comencé a sentir realmente mal. Me preguntó si quería que parara el malestar y le dije que sí. Lo vi en la cocina preparando otra dosis y me volvió a inyectar, tomando mi mano nuevamente, de forma suave y amorosa, incluso la aguja la clavaba de esa forma.

En nada sentí ese bienestar que me inundó principio.

—     Eso que estás sintiendo se llama rush. Es el efecto de la heroína.  —  Me explicó al tiempo que besaba mi frente. Se acostó conmigo en la cama y me hizo sonreír débilmente mientras me hacía mimos en las mejillas.

Cada cierto tiempo me inyectaba, para que nunca se me pasara el efecto y así pasaban los días, incluso compró una cuchara especial, era algo grande y bastante honda, para prepararme yo mismo la heroína cuando no estuviera.

¿Cuándo fue?

No lo sé, fue cosa de nada cuando, al despertar, lo primero en que pensé, en vez de prepararle su tortilla habitual a Akira para que se fuese a la universidad fue...inyectarme, necesitaba inyectarme. Me desesperé buscando mi cuchara en los cajones y la encontré tirada debajo de la mesa. Puse la heroína en la cuchara junto con un poco de agua y esta la puse en mi boca, con un encendedor la calenté desde abajo y procedí a llenar mi jeringa cuando la heroína se disolvió completamente. Mientras le sacaba el aire a la jeringa miré hacia la cama y Akira me veía complacido y se levantó, caminando hacía mi tomó el torniquete de la mesa.

Me jaló el brazo y remangó mi camisa para ponerme el torniquete, me quitó la jeringa de la mano y la inyectó el mismo. En cuanto me sumergí en el efecto me abrazó para acariciarme el cabello. Akira y la heroína sin duda era el mejor coctel de drogas para mí.

 

Si estás buscando desilusión.

Puedes encontrarla a la vuelta de cualquier esquina.

 

—     Se acabó la heroína— Me dijo como si nada mientras guardaba una caja de cereal en la alacena. — Sólo hay para hoy y mañana.

—     ¿Estás de broma no?— le respondí.

—     Oye, si no te parece trabaja. La heroína está saliendo completamente de mi bolsillo y ya me harté de mantenerte.

—     Tu me dijiste que viniera a vivir contigo porque estabas ganando mucho en aquella escuela y en el último año te ha ido más que bien, ¿cómo puedes decir algo como eso?

—     Antes eras lo suficientemente acomedido para limpiar el departamento cuando no tenías dinero, o mínimo comprar una caja de galletas y un bote de jugo, ahora mira éste chiquero ¿Esperas verdaderamente que sigamos como antes, si ahora vivimos como animales?

—     Entiendo que te enoje lo de las drogas. — Dije acercándome a él. — Entiendo lo de la comida pero... ¿Es que solo ves en mí una especie de sirviente?

—     ¿Quieres que te diga la verdad?...yo no tengo tiempo de cocinar o limpiar, porque tengo cosas y tareas que hacer, incluso vida social, amigos joder, incluso ahora debes de tener las suficientes neuronas funcionando para saber que tenerte aquí  era por pura conveniencia, pero ahora no es nada de eso, me estás saliendo caro y aparte ya ni siquiera cogemos como antes. Estás irritado o con sueño todo el tiempo.

—     ¿Conveniencia? ¿No cogemos lo suficiente? Ayer me hiciste chillar y sangrar ¡¿y no cogemos lo suficiente?!

—     Ayer te dije que quería probar algo nuevo y aceptaste, y si dices que no puedes trabajar en tu estado siempre puedes dar las nalgas por algo de dinero para pagarme la heroína que me debes, porque todo eso mi amor, no era gratis.

—     ...— No había llorado... ¿Desde hace cuánto? ¿Mi cumpleaños?, me secaba las lágrimas pero no paraban ¿que dé las nalgas? ¿Deberle esto que me está matando?—...que...que te pague tu puta madre Akira. — Dije caminado al baño pero me cogió del brazo y me tiró al suelo.

—     Aquí la única puta eres tú, así que ve midiendo tus palabras Takanori; y sí, me vas a pagar cada centavo o te largas de aquí. Tienes una semana para juntarlo Takanori, tú decides.

—     ¡¿Cómo voy a pagarte todo eso?!— Grité sollozando desde el suelo.

—     Ya te dije cómo, no es cómo si tuvieses muchos talentos para elegir Taka.

 

Esa noche vinieron Shima y Yuu a cenar y cuando se iban, Shima se quedó a platicar con Akira en la puerta del departamento mientras que yo fui tras Yuu. Toqué su hombro cuando él iba a prender un cigarrillo.

—     Yuu, necesito que me hagas un favor.

—     ¿Qué pasa?— Me preguntó gentilmente.

—     No salgo mucho así que necesito que me digas de un lugar donde yo pueda...ganar dinero. — Dije eso último en voz baja.

—     ¿Haciendo que?— Dijo terminando de prender su cigarro.

—     Al parecer...según Akira, lo único que se hacer bien. — Dije agachando un poco la cabeza.

—     ...me imagino que conseguir la cocaína es difícil y más con ese tacaño—cierto, él todavía pensaba que siguía con la cocaína —bueno, si es el tipo de trabajo que creo que estás buscando, hay un lugar en Shinjuku donde puedes conseguir ese tipo de clientes. — Sonreí, en ningún momento se le pasó por la cabeza un trabajo como mesero o algo, al parecer sólo soy bueno para coger...

—     También necesito que me digas de un vendedor allá.

—     Hay varios...— sacó su celular. — Grábate bien la cara de éste, es de confianza, dile que vas de mi parte, puede que te la deje más barata. Está en...

 

Esa noche después de inyectarme me tiré a dormir en el piso desnudo de la cocina. Akira no me ha dejó entrar a la cama, ni siquiera me ha dejado dormir a un lado de la ella donde hay una pequeña alfombra. A la mañana siguiente me levanto a inyectarme y finalmente se ha acabado a heroína. Me pongo a recoger lentamente algunas cosas sin hacer ruido y le preparó unos panes tostados con mantequilla y azúcar a Akira, aprovecho para comer uno. Él se levanta sorprendido de ver el poco orden que pude poner y las tostadas junto al café caliente.

Entró al baño justo cuando me bañaba. Me miró de arriba a abajo, sin ningún deseo sexual, pero por alguna razón parecía disfrutar de lo que veía, mi cuerpo demacrado y delgado, mi cabello largo sin arreglar, mi mirada perdida y triste, todo parecía disfrutable a su mirada. Se alejó sonriente y yo miré hacia el techo.

 

A media tarde fui a Shinjuku a donde me dijo Yuu y el primero fue...normal, rayando en lo mediocre, solo lo había hecho con dos personas hasta en ese momento; Akira y Yuu y ese tipo no tenía nada de lo que esos dos tenían, ni tamaño, ni técnica, ni nada, lo bueno es que pagó por adelantado. Tomé el dinero y disimuladamente, mientras me vestía tomé sus cigarros.

Estuve con cinco hombres ese día, incluyendo el vendedor de drogas amigo de Yuu, por unas cuantas dosis gratis. Terminando me inyecté frente a él. Me miró y se rió.

—     Ha de ser jodido ser adicto. — se fumó un cigarrillo.

—     Lo es. — Dije sintiendo el efecto de la droga, que ya no era tanto como antes.

Cuando llegué a casa Akira no estaba, revisé mi teléfono al que poco le puse atención y decía que llegaría tarde esa noche. Me bañe y comí unas papas fritas que había de la cena de la noche anterior.

Al día siguiente hice lo mismo que el día anterior, pero esta vez salí en la mañana,  pagué una función de cine pornográfico e hice unas tres de mamadas por 450 yenes cada una, me dolía la mandíbula  y mis labios estaban hinchados pero sólo me fumé un par de cigarrillos antes de buscar a clientes de carrera larga. Ese día tuve un cliente más que el día anterior, contando al vendedor, así me salía más rápido el dinero, y así fueron los demás días hasta que llegó el puto viernes, que fue el peor de todos los días. Me acosté con un sádico que me dejó un morete en la cara y éste hacía que me doliera hasta gesticular además de una cortada en el muslo que todavía no adivinaba como me hizo. Ese día, era el día de pago,apenas lo completé, dejé el dinero en la mesa y me fui al baño con mi cuchara.

Abrí el grifo de la bañera y me metí, esta vez no estaba de ánimos para estar de pie. Preparé la heroína mientras se llenaba y cuando tuve la jeringa lista detuve el agua.  Me metí y comencé a enjuagar mis piernas. La herida del muslo me dolía. Akira llegó justo cuando me iba a picar.

Se metió al baño sentándose en la taza y se puso a contar el dinero en mis narices.

—     Está todo. — Dije enojado, apuñalando mi vena con la aguja.

—     Wow, sí que está todo, en verdad debiste haberte cogido a medio Tokio para conseguirlo.

Saqué el brazo de la bañera para tirar la jeringa por ahí para después abrazar mis rodillas, abrazándome a mí mismo, llorando.

—     Cogí y cogí y cogí y me duele mi recto. Me duele todo...Aun drogado...¿que tan malo tienes que ser para calarme tan hondo aún en éste estado? Ya entendí que no me amas, ni siquiera tienes que esforzarte en decirlo, me lo dijiste todo cuando me dijiste que no te importaba que diera las nalgas para pagarte. ¡No! ¡Fue incluso antes! Tu me metiste en en esta mierda.

Arrojó el dinero al suelo y se acercó a la bañera para golpearme, mi cabeza fue a dar con el otro extremo de la bañera, estaba adormilado pero sentí dolor,  vi sangre contaminando el agua y  después me cogió del cabello para levantarme.

—     Y tú muy cabrón te fuiste a coger  ¿no? Pudiste haberla dejado.

—     No puedo Akira...no puedo, esto no es como la marihuana que la puedes dejar en cualquier momento, me duele Aki, me duele y no se compara en nada con el crash de la cocaína,  ya no me inyecto por el rush, me inyecto porque me duele, no la puedo dejar.— Intentaba decir, no tenía fuerzaspara pelear aunque intentaba liberarme de una sola de sus manos nada funcionaba para que me soltar y comencé a llorar.

—     No quiero a ninguna puta adicta en mi casa, quiero a mi novio y si no puedes dejarlo simplemente tienes que irte.  Decide, o te quedas a vivir conmigo o te vas a la calle a follar por drogas. — Dijo empujándome al agua nuevamente.

—     Ya ni siquiera soy tu novio Aki...y sinceramente no sé qué es más humillante, si dormir en las calles o en la cocina, sin cobijas y sin nada.

—     Entonces haz lo que quieras

 

Esa fue la última noche que dormí en la cocina de Akira, al despertar me duché y le hice el desayuno como siempre, una tortilla de huevo, tome algo de ropa y mi teléfono celular para después besarlo mientras dormía.

 

Pasaron un par de días y yo había aprovechado al máximo a mis clientes, me quedaba en los moteles a dormir y me duchaba cuando llegaba la hora de irse. Más de uno se enterneció, tal vez por mi rostro, pero me dejaban más de lo acordado.

Pasé a comprar algo en una tienda de conveniencia y ahí estaba Kai trabajando, no podía creer que se pudiese ver lo suficientemente decente como para trabajar en uno de esos lugares y al verme me sonrió y me dijo que iba a terminar su turno en quince minutos, que lo esperara fuera.  Por alguna razón lo hice, bueno, no es que tuviese un lugar a donde ir de todos modos.

Me llevó a  su casa a comer un poco de espagueti, no era mucho pero estaba rico, hace días que no comía algo hecho en casa así que me gustó.

—     ¿Y Akira?

—     A estas horas debe estar en la escuela.

—     No es a eso a lo que me refiero, con solo ver puedo deducir el tipo de vida que has llevado.

—     ¿En verdad lo sabes?

—     Estuve prostituyéndome por dos años. Ese es el motivo por el cual ahora tengo VIH.

—     ¿Sabes? decir eso cuando recién conoces a alguien no es la más alentadora carta de presentación.

—     No voy a enamorar a nadie, menos  a base de mentiras, mejor que sepan a lo que se arriesgan antes de tomar la decisión de acostarse con alguien.

—     Tienes razón. — Dije acordándome de Akira.

 

 

En medio de la noche te sostengo firmemente

Así ambos podemos sentir protección.

 

Kai se convirtió en la única persona a la que le podía confiar mi cuerpo, que a esas alturas era lo mismo que confiarle mi dolor, el conseguía toda la droga y a veces a penas y logramos comer algo decente. Nos inyectábamos mutuamente y yo me recostaba en su pecho, nos cubríamos con una cobija muy gruesa y cerrábamos los ojos.

 

Dime dónde duele,

 

Un día, charlamos hasta entrada la noche, somnolientos por la heroína, sobre cómo había sido la infancia de Kai, yo simplemente no quería hablar de la mía, no quería que sintiese lastima por mi y de alguna manera terminamos desviando el tema a otro de mis tópicos desagradables, la heroína misma. Le dije como había sido todo y me dijo que Akira debía ser un auténtico hijo de puta. Yo bajé la mirada.

—     Es decir...Takanori, a mi me lo ofreció un desconocido en la calle, como polvo para inhalar, me lo empecé a inyectar para economizar mi consumo, pero inhalado el efecto tarda, inyectado es como si...como si te hubiese mandado directamente al infierno, sin escalas...

Me estremecí, porque era la verdad, estaba en medio del infierno y luego lloré, lloré porque la única persona que pensé que me amaba de verdad se quiso deshacer de la forma más horrible de mí. Tanto le costaba decirme que me fuera ¿Por qué tuvo que hacerme esto?¿Tanto me odiaba?

Los días pasaban y yo tenía cada vez un peor aspecto. Miré hacia el suelo, probablemente mi autoestima estaba debajo de él. Intenté buscarlo pero sólo veía gotas de agua salada sobre el tatami. Me arrodillé berreando preguntándome donde estaba yo en ese momento. ¿Qué había pasado conmigo?

 

Al diablo con todos los demás

 

Un día le pedí a Kai que empezáramos a compartir aguja.

—     Takanori no es lo más ideal en mi estado.

—     Nadie va a llorar si me muero, pero si te mueres primero entonces me quedaré solo. Quiero acompañarte lo antes posible o morirme antes...sería lo mejor.

—     ¿Por qué no sólo te tiras frente al metro?

—     Soy demasiado cobarde...me llenaría de miedo y no podría hacerlo nunca, pero estoy acostumbrado a picarme y además es tu sangre, eres la única persona que no me ha hecho daño, sería un honor que la única persona que no me odia mezcle su sangre con la mía, aunque eso con el tiempo me mate. Kai acarició mi cabello, y lo pasó detrás de mi oreja, después me dio la aguja que previamente había estado en su brazo.

—     Toma. Si no tienes ni motivos ni ganas para vivir es decisión tuya y no soy nadie para detenerte, pero sinceramente no sé por qué no simplemente te inyectas más de la cuenta.

—     Con una sobredosis cabe la probabilidad de sobrevivir...y quiero, que toda la gente que se atreve a pagar por este cuerpo se muera también.

 

Kai me miró seriamente pero también pero sin ningún gesto acusatorio o de asco. Él vivió esto, él sabe cómo se siente estar así, esto sería una venganza por su parte también. Alzó su brazo y me tomó del cuello para besarme. No era la primera vez que nos dábamos calor de esta manera, pero si alguien me preguntara la razón por la que lo hacíamos era simplemente compartir la misma adicción, aunque no voy a mentir, él ha sido mi único amigo desde que comencé el viaje al que la gente llama vida.

Entre besos sin emociones me dejé llevar hasta un orgasmo sincronizado que llevaba la semilla de la muerte a mi interior y me sentí bien.

 

Kai parecía una lechuga a lado mío, siempre fresco y un poco más saludable que yo, mes y medio después empecé a tener pequeños ataques de tos y fiebre que me duraba por días, se supone que los síntomas deberían aparecer en mucho más tiempo, pero supongo que no comer y tener relaciones sin protección con muchos otros sujetos ayuda...pero quiero ir más rápido, quiero más, quiero morir...

 

Una noche, caminando de la sala a la cocina, con mi sencillo pijama que consistía en una camiseta gris tamaño elefante que me llegaba poco más arriba de las rodillas sentí que debía correr, correr directamente hacia lo que quería.

Me senté junto a la mesita de la sala, era la única cosa en que apoyarme e hice una grulla con papel de periódico que estaba tirada en el suelo, probablemente lo hayamos usado para secar el derramamiento de un jugo o algo parecido. Kai caminó hacia mí para ver lo que hacía, tomó la grulla entre sus manos y dijo que estaba bonita. Le pregunté si tenía alguna pluma y me dijo que tenía un marcador, fue hasta la cocina y escribí el numero 10 000.

—     ¿Eh? ¿Por qué 10 000?— Preguntó desconcertado por el número.

—     Es mi número de grullas, es para pedir un deseo.

—     Pero esas eran sólo 1000 grullas.

—     Lo sé, es sólo...nunca lo entenderías. Eres una persona normal...

—     Pues que tú digas normal...— Dijo con cierta incredulidad. Sonreí.

—     ¿Y cuál es tu deseo?— Yo sonreí débilmente.

—     Te vas a reír.

—     No, anda, dime cuál.

—     Yo quería ser amado por alguien…pero creo que necesitaba hacer 10 000 grullas más.

 

 

Esa noche escapé de los brazos de Kai que eran mi único escudo contra la realidad para encontrarme con ella de frente, ésta me hacía doler los músculos y los huesos, ésta maldita sensación de muerte prolongada.

Salí con mi cuchara, mi encendedor y mi fuente de agonía camino a casa de mi padre, no sé muy bien por qué lo hice, pero al final concluí que era para llevar a mi grulla con sus hermanos, para que no estuviera tan sola como yo, eran las cinco de la mañana y lo normal era que no hubiese nadie en la calle, pero igual no iba a poder entrar, había vigilante en la entrada del fraccionamiento, no podía pensar en ninguna forma de entrar, mi mente estaba en blanco, mi yo interno empezaba a sentirse incomodo, mis músculos empezaron a dolerme aún más que cuando desperté y cuando iba camino a otro lado, en realidad no sabía a donde, me encontré con Kayak-kun, era un vecino, hijo de uno de los militares amigo de mis padres, con un rostro muy maduro para su edad, y me sentí tonto y raro al encontrarlo, su mirada aguada me atravesó pero me armé de valor para acercarme a él y preguntarle si podía dejarlo en la puerta de papá.

Él muy extrañado acepto sin preguntar nada pero noté su mirada recorriendo mi cuerpo y escondí mis manos detrás cuando le di el ave de papel, pero mi cara y la parte baja de mi cuerpo lo decía todo, me temblaban mis pernas y por si fuera poco la piel se me había erizado . Yo trataba de mantenerme estable, desde que me desperté sentía los síntomas de la abstinencia y ahora me dolía todo.

Sonreí y me fui sin rumbo. Camina derecho era lo que repetía una y otra vez en mi mente, él dolor me estaba doblando. Estaba cerca de la casa de Kai, pero yo no volvería a esta, yo sólo quería perderme en la nada, lo único que conseguí fue coger algo de agua de una fuente y un asiento frío y metálico en uno de los columpios del parque donde Akira y yo solíamos tontear cuando recién nos conocimos. Me sentía tan mal. Puse la heroína, que era demasiada, estaba decidido a dar el último de mis viajes y ponerlo en la cuchara junto con el agua que cogí. Cuando se disolvió con el encendedor la puse inmediatamente en la jeringa.

Y me perdí, se sentía tan bien…mis músculos se relajaron, dejé de sentir dolor, cerré mis ojos, estaban tan pesados, sentí que los brazos y las piernas estaban pesados y apenas junté las fuerzas necesarias para alzar mi teléfono y ver la hora, era todavía tan temprano, y este era un lugar tan tranquilo…

No sé por qué mi estúpida mente, aun sabiendo lo malo que me hizo no sacaba a ese maldito de mi… lloré, y lloré cada vez más, de un momento a otro mi brazo comenzó a doler, pero no me importó, marqué el teléfono de ese imbécil, necesitaba escucharlo aunque fuera una vez más…y sentía tanto dolo, mi brazo me estaba matando y mi yo imaginario se estaba acercando a su meta, se estaba yendo a la nada, de pronto ni siquiera había un yo real, ya no sentía, ya no dolía, pero aun escuchaba a las aves cantar y a mi precioso Akira diciendo mi nombre una y otra vez…aunque este se escuchaba cada vez menos…

 

Lo único que me importa eres tú y esa es la verdad

Ellos no me aman, sí, lo puedo decir

Pero tú sí, así que ellos se pueden ir al infierno

 

 

Dime donde duele

Dime donde duele

Dime donde duele ahora

Dime donde duele... 

Notas finales:

the song it´s tell me where it hurts

Muchas gracias por los reviews chicas, fui muy feliz, gracias por apoyarme aunque lo maté XD soy tan mala, y lo raro es que lo amo, pero buehh así es la vida, sólo piensen esta es solo una historia, pero la historia se llama "otra muerte de adictos" esto pasa, no desapruebo que la gente la consuma, pero esta fue, como una pequeña reseña de lo que puede ser ese infierno. 


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