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LOVE ON SCHOOL DAYS por Caroshii

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Notas del capitulo:

¡Buenas noches!
Les traigo un capítulo diferente, algo que no había escrito hasta ahora pero que sé que puede gustarles.

Este capítulo fue editado por mi querida amiga Crimson, así que ojalá les agrade.

 
Sin ánimos de distraerlas más, les presento: LA HISTORIA A TRAVÉZ DE LOS OJOS DE MAXIMILIANO MAILER. Lo sé, soy una dramática:3

¡Disfruten!

Después de todo lo que ocurrió en los depósitos de deportes, Allan se ordenó la ropa y nos dirigimos a los baños para que se arregle un poco mejor.

 

— ¿Estás bien?—pregunté por milésima vez, Leandro enserio se las vería conmigo.

—Sí, ya pasó—dijo mientras se secaba la cara con unas toallitas ya que se la había lavado para eliminar el rastro de lágrimas.

— ¿Quieres entrar a clases? Podemos quedarnos fuera si no te sientes cómodo.

—No, ya perdí dos clases y tú una. Voy a estar bien—me sonrió tratando de tranquilizarme, pero era imposible, él me despertaba un sentimiento sobreprotector hacia su persona. Me recordaba un poco a él…—vamos, ya debe estar por terminar la tercera hora—comenzó a caminar y yo lo hice tras él. Llegamos al salón justo para cuando tocó el timbre de salida y el profesor salía por la puerta.

—Señores, espero que tengan un buen pretexto para aparecer a estas horas—se escuchaba molesto.

—Sí, lo siento. Allan no se sentía bien y lo acompañé a la enfermería—mentí descaradamente, pero no podía permitir que nos suspendan o castiguen.

—Bien, supongo que si Reyes se siente mejor ya no es necesario que falten más a clases. Pregúntenle a sus compañeros por el informe que deben presentarme para el próximo lunes—asentimos con la cabeza y lo vimos alejarse.

—Le mentiste…—susurró sin mirarme. Era tan tímido y adorable cuando quería.

—Sí, lo siento. Pero no quería que nos regañe—me excusé encogiéndome de hombros—Entremos antes de que comience la próxima clase.

 

Ambos entramos y nos sentamos en nuestros respectivos puestos. Observé intrigado que al final de la clase había un gran grupo aglomerado alrededor de un puesto. Me puse de pie y le hablé a Alex, mi amigo.

 

— ¿Qué pasa allá?—pregunté mirando disimuladamente para que Alex entienda.

—Alumno nuevo—resumió tranquilo.

— ¿Alumno nuevo? ¿A estas alturas del año?

—Sí, fue toda una novedad para todos, supongo que por eso fueron todos a hablarle. Se veía muy amable, aunque… no tan lindo como Allan—lo miré con advertencia, pero al ver su sonrisa comprendí que solo lo hacía por molestar—aunque sí, también es algo tímido. Casi se muere mientras se presentaba—sonreí como idiota. Allan también había estado así durante su presentación. Vimos atentos cómo el grupo de la nada se hacía a un lado y cómo el chico se ponía de pie. Mi sonrisa se congeló y él reparó en mi presencia.

—Maldición—me quejé mientras sentía todo mi cuerpo tensarse, algo que no pasó desapercibido por mi amigo.

— ¿Qué te pasa?—preguntó preocupado.

— ¡¡¡MAX!!!— vi a John acercarse a mí corriendo con los brazos extendidos. Todo el salón soltó una exclamación cuando él se lanzó a abrazarme escondiendo su rostro en mi pecho. Debo decir que él era casi tan bajito como Allan.

 

Levanté la mirada aún shockeado. Todos mis compañeros me miraban, incluido Allan, solo que él tenía el ceño levemente fruncido mirando casi con odio a la persona que en esos momentos me abrazaba apretándose tan firmemente a mí. Quise sonreír al ver que mi pequeño se mostraba tan posesivo conmigo, pero había algo que me lo impedía y ese algo estaba pegado a mí.

 

— ¡Te extrañé tanto! ¡De verdad no te haces una idea de todo lo que te pensé mientras estuviste fuera!— Y ahí estaba, parloteando casi a gritos mientras yo seguía sin apartar la vista de mi Allan, inútilmente a la espera de que diga o haga algo— ¡Cuando supe dónde estabas no pude esperar a venir a verte! ¡Le rogué a mi mamá que me permita venir a estudiar aquí, contigo!— y seguía hablando casi a gritos como si todo el salón no estuviera pendiente de lo que él decía. Vi a mi pequeño bajar la vista y me decidí por lo correcto, al fin tuve la reacción correcta: lo aparté sin delicadeza pero sin ser un bruto para que deje de abrazarme.

— ¿Qué haces aquí?—pregunté algo arisco, pero es que la rabia empezaba a florecer de mi pecho sin que yo pudiera hacer algo por evitarlo. Lo sé, también fue una reacción muy tardía, pero no me esperaba verlo, mucho menos en mi mismo curso.

—Oh, pareciera que no estás tan emocionado como yo—dijo fingidamente apenado haciendo un lindo puchero.

 

No pude espetarle algo más porque en ese momento tocó el timbre de entrada y tuvimos que sentarnos todos en nuestros respectivos puestos. Llegó la maestra de matemáticas y comenzó su clase.

 

—Bien chicos, espero que todos hayan traído el trabajo que les di para el fin de semana—Sí, claro, respondí maldadoso en mi mente.

 

Volteé disimuladamente y vi a Allan también volteado, buscando de seguro el trabajo en su mochila. Cuando volvió a mirar hacia adelante se dio cuenta de que yo lo miraba y desvió la vista hacia un lado. Fruncí el ceño, eso había estado raro dado que hacía ya un mes que había dejado de sonrojarse porque me voltee a verle. De seguro estaba afectado por la escenita que John y yo habíamos montado hace un rato. No lo culpo, de seguro en este momento todos nuestros compañeros estaban montando un gran escándalo en sus cabecitas. Agradecí mentalmente que Leandro fuera tan bueno flojeando y que se saltara casi siempre las clases de matemáticas para irse a fumar con sus amigos. Miré hacia el asiento de John y lo descubrí mirándome fijamente, fruncí el ceño y él me sonrió inocentemente saludándome con la mano. No pude menos que volver mi mirada al frente, él me causaba incomodidad. No sabía qué es lo que hacía de vuelta en mi vida y porqué había llegado a trastocarla así, de esa manera tan… invasiva y sorpresiva.

 

Entregamos nuestros trabajos a la maestra y ella le estuvo explicando más o menos cómo funcionaban sus clases a John. Estoy seguro de que no le interesaba realmente todo lo que la maestra le decía, él era un pésimo alumno en el colegio. Era de los que faltaban cuando querían, de los que se saltaban las clases y de los que escapaban del colegio, dudé enserio que aquello haya cambiado.

 

Terminó la clase y la maestra se fue, no sin antes dedicarle una mirada sugerente a mi Allan. La muy descarada siempre hacía eso y a él lo ponía muy nervioso y sin saber qué hacer. Me puse de pie y me puse al lado del pelinegro de mi ¿novio? La verdad es que aquella palabra hasta en mi mente sonaba gay, nunca la diría en público.

 

—Vamos a almorzar—propuse con una sonrisa. Me iba a responder pero John se me pegó al brazo antes de que él pudiese decir algo.

— ¡Almorcemos juntos! ¡Quiero que me enseñes todo el lugar!—me sonrió, al parecer muy contento mientras trataba de asfixiar mi brazo contra su pecho. Dejó de sonreír cuando reparó en la presencia de Allan que ahora estaba con la vista hacia un lado. Estaba molesto, no se notaba, pero yo lo conocía lo suficiente como para poder asegurarme de que su estado de ánimo no era el mejor— ¿Y éste quién es?—preguntó apuntando a mi pelinegro.

—Es Allan—resumí mirando a mi interlocutor enojado.

— ¿Allan? ¿Un amigo? Se ve muy tierno, como un pollito—puso voz de idiota para decir lo último y pude notar perfectamente cómo el rostro del mencionado se contraía en una mueca de enojo. No esperó a que yo pudiera decir algo y se puso de pie, saliendo lo más rápido que pudo del salón, olvidando de paso su almuerzo en la mesa— ¿Qué le pasó? ¿Se asustó?—escuché su tono de burla. Definitivamente no era la persona que yo había conocido, había cambiado totalmente.

— ¿A qué viniste?—pregunté brusco separándome de él y mirándolo con seriedad.

—Ya te lo dije. Te extrañaba y necesitaba verte—respondió encogiéndose de hombros.

—Eres tan hipócrita—le espeté volteándome para salir del salón en pos de Allan.

— ¿Sigues enojado conmigo por lo que pasó?—preguntó casi gritando mientras yo estaba por atravesar la puerta.

—De verdad eres un hipócrita de primera—le dije con desprecio mientras salía finalmente.

 

Caminé hasta el baño y, para mi suerte o desgracia, justo me encontré con Leandro, el cual fumaba despreocupadamente afirmado de una pared.

 

—Oh, hola hermanito—saludó despreocupado y sonriéndome de medio lado— ¿Vienes a arreglarte para John?

— ¿Lo sabías?—pregunté entrecerrando los ojos y mirándolo amenazadoramente.

— ¡Claro! Después de todo fui yo quien le dijo dónde estudiabas, agradéceme—se encogió de hombros pintando en su rostro una sonrisa más malvada.

— ¡Que idiota! ¡¿Por qué hiciste semejante locura?!—lo miré con rabia. Él siempre era culpable de todo lo malo que me sucedía desde siempre.

— ¿Qué?—me dijo con un tono de tan fingida inocencia que me dieron ganas de acallarlo con un golpe en la boca, a lo mejor así entendía— Creí que te haría ilusión verlo. Después de todo pasaste muchos meses arrastrando los pies cuando nos vinimos a vivir aquí por su culpa—respiré profundo tratando de encontrar mi centro para no asesinar a mi único hermano—aunque demoró mucho. Mejor así, así puedo quedarme con el niño bonito para mí solo. No entiendo cómo es que fallé—murmuró para sí mismo como si yo no estuviera presente.

—No vuelvas a tocar a Allan, ¿Entendiste?—me acerqué a él hasta quedar a una distancia corta. No me intimidaba, éramos casi del mismo tamaño y yo también hacía deporte.

—Que mezquino Max, de seguro los quieres a ambos solo para ti—negó con la cabeza haciendo un sonidito de decepción con la boca.

— ¡Cállate! ¡Ningún dos! Solo tengo a uno y te prometo que si le pones un dedo encima ya no me voy a guardar las cosas para mí y estarás en problemas—musité apuntándolo con un dedo.

—Eres un aburrido, siempre acaparas a los más lindos para ti—se quejó con las manos en su cintura—pero si el pequeñín me prefiere a mí tú no podrás hacer nada para evitarlo—volvió a sonreír malicioso.

—Nunca te va a preferir—sentencié saliendo del baño mientras apretaba los puños al escuchar esa risa burlona que yo tanto odiaba.

 

Caminé por los pasillos mirando para todos lados buscando a Allan, pero de él no había ningún rastro. Recordé que había dejado olvidado su almuerzo así que volví al salón, pero ni el almuerzo estaba así que seguí mi recorrido hasta que recordé un lugar en el que era más que probable que esté allí. Ese lugar lo usábamos para estar a solas, sin tanto ruido de por medio, para así poder hablar más tranquilamente. Caminé a paso seguro hasta un roble gigante que había en el patio, de frente a las canchas exteriores de fútbol. Sonreí al verlo sentado y con la espalda afirmada en el tronco del árbol.

 

— ¿Hay un lugar disponible?—Pregunté y lo vi dar un respingo mientras calmaba su expresión al ver que era yo.

—Sí, adelante—se hizo a un lado y me senté a la par que él. Vi su almuerzo sobre sus piernas, llevaba ya la mitad— ¿Quieres?—me tendió su lonchera y yo saqué un sándwich.

—Gracias—murmuré mientras mordía el pan que de seguro le había preparado su madre— ¿Estás bien?

—Sí… algo sorprendido—confesó dejando de comer y mirándome fijamente— ¿De dónde lo conoces?—preguntó sin rodeos.

—Él… bueno, él es un viejo compañero. ¿Recuerdas que te conté que yo me había cambiado de casa hace unos dos años?—asintió con la cabeza—él era de ese entonces.

—Se ven muy unidos—estuve seguro de haber oído reproche en ese tono de voz.

—No es lo que crees—dije mirándolo también.

—No sé—susurró desconfiado.

—Mira, él no es nadie importante. Es mi pasado y ya no tengo contacto con él, no quiero tener contacto con él—no sabía cómo explicarme. No me sentía preparado para contarle toda la verdad.

— ¿Salías con él?—me cortó cualquier excusa preguntando aquello con un tono algo severo, completamente impropio de él.

—Sí—acabé por asentir al darme cuenta de que no podría negárselo por siempre.

—Me voy—vi con miedo cómo se ponía de pie después de guardar los restos de su almuerzo de vuelta a la lonchera.

— ¡No te vayas!—Exclamé y él me dedicó una última mirada.

—Después hablamos—se fue rápido antes de que pudiera decirle algo más, como escapando.

— ¡Maxi!—Ahora todo calzaba. Tenía a John a un lado pero no me había fijado al estar tan absorto viendo a Allan— ¿Qué estabas hablando con él?—se sentó donde anteriormente había estado mi pelinegro y me atrapó el brazo con los suyos en ese gesto que se estaba frecuentando más de lo que quisiera— Parecía molesto.

—Sí, estaba molesto. Ahora agradecería que fueras a molestar a otro lado—traté de zafarme de su agarre pero esta vez estaba mejor preparado y no pude.

—Vine a arreglar las cosas contigo—insistió medio agitado ya que yo seguía queriendo recuperar mi brazo.

—Yo no quiero arreglar nada. Lo nuestro terminó—le espeté molesto y con el ceño fruncido. Ese chico que yo alguna vez tanto quise me estaba sacando de quicios—vete a molestar a Leandro.

—No, yo quiero arreglar las cosas. Leandro no tiene nada que ver con nosotros.

—Ya no hay nosotros, se acabó—logré escapar de su enganche y me puse de pie retrocediendo enseguida para evitar que se me vuelva a pegar—Quiero, no… exijo que no me vuelvas a dirigir la palabra en tu vida—sentía mi corazón agitado. Él tenía una mirada desolada y desesperada, justo como la que me había mostrado cuando me fui de aquel lugar, lejos de él.

—Max… por favor. No eches a perder todo lo que vivimos, todo lo que fuimos nosotros—gateó hasta mí y me abrazó de la pierna— ¿Acaso no te queda algún sentimiento por mí?— me lo sacudí una vez más y me fui sin responderle. Sentía una pequeña opresión en el pecho. Claro que sentía algo por él, había sido mi primer amor y me había metido bajo la tormenta todo el tiempo que vino después de nuestra ruptura. Pero cuando a mi vida llegó Allan, fu él el que me sacó de la tormenta y me hizo sentir vivo. Díganme dramático, pero es que así me sentía cada vez que estaba con él, así lo he sentido desde que lo conozco.

 

Volví al salón cuando faltaban solo cinco minutos para que comiencen las clases de la tarde y Allan no estaba. Me senté en mi puesto y vi entrar a Leandro que, al verme, sonrió malévolo. Me puse inquieto y cuando me disponía a salir del salón en busca de mi pelinegro entró el maestro Stiff para impartirnos su clase de historia. Me preocupé ya que su mochila tampoco estaba en su silla.

 

Las clases terminaron y yo salí lo más rápido que pude del colegio. Necesitaba hablar con Allan para que no se piense las cosas que no son. Pero como el destino siempre ha estado en mi contra, escuché a John gritarme. Maldecí mi suerte, no podría ir a ver a Allan con mi ex a un lado pegado como una lapa.

 

—Vamos juntos—me dijo muy sonriente. Enserio, ese chico no se rendía con nada.

—No, no me quiero ir contigo—lo intenté aunque sabía que aquello no resultaría.

—Oh, vamos. Si quieres te dejo ir a mi casa, o si quieres nos vamos a la tuya—Alcé una ceja. No sé cómo Alex me había dicho que era un compañero tímido, hasta a mí me costaba asimilar que la persona que tenía a mi lado era el niño tierno del que me había enamorado alguna vez.

—No, vete a tu casa.

—No quiero, quiero estar contigo—se puso frente a mí de puntillas y me rodeó el cuello con los brazos, tomándome de sorpresa y robándome un beso que me dejó estático, sin siquiera recordar que estábamos pasando justo al frente de la casa de Allan.

Notas finales:

¿Y? ¿Qué dicen?
¿Qué les pareció John? ¿Es tan odioso como pienso o solo es mi cabeza?
¿Estuvo entretenido? ¿Aburrido? ¿Como para golpearme en la cabeza hasta hacerme recapacitar?

Dejen sus comentarios para saber qué opinan al respecto, sugerencias, garabatos-no se corten, los insultos están permitidos-, lo que sea:3

¡Besos y abrazotes! Nos leemos~

 


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