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La sangre de la bestia por -Raiden-

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Capitulo 2 La llegada…

La meta final, el lugar a donde esta uno destinado a llegar por voluntad propia o no…

 

La cuidad se asomaba por fin, y las ligeras luces de las antorchas lo confirmaban.

 

Había dejado de llover, solo la ligera brisilla con el rocío del agua se dejaba caer.

 

Era hora de la cena.

 

Cauteloso, oculto en las sombras por el amparo de la noche, se movía entre las casas, evitando ser visto por los guardias que cuidaban al poblado en su pacifico sueño.

 

Con sus afiladas garras abrió quedamente la puerta de la primera casa que profanaría esa noche.

 

Se adentro sin hacer un solo sonido, y su vista nocturna le permitía ver con claridad el calor que emanaban los cálidos cuerpos de sus desgraciadas victimas.

 

Sentía su sangre hervir de tan solo imaginarse clavar sus filos en aquella blanda carne, su saliva escurrirse por sus mandíbulas al probar la sangre humana y la ferocidad de desgarrarla haciendo la hermosa lluvia de sangre.

 

Subió por las pequeñas escaleras que daba a un cuarto donde dormían una pareja de jóvenes.

 

Sonrío malvadamente esa bestia y el lobo en su interior gruñía desesperado.

 

Empezó la masacre.

 

Desgarraba sus gargantas con sus garras animales para impedirles gritar, mordía sus cuellos arrancando la carne, haciendo que esos maravillosos chorros de sangre salieran de sus cuerpos, desmembraba sus brazos y piernas arrancándolas ferozmente desde el hueso desgarrando sus músculos y ligamentos.

 

Un verdadero festín.

 

Su pelaje se bañaba con esa tibia sangre y le encantaba.

 

Comía a grandes trozos esa jugosa carne cruda, carne humana, carne para la bestia.

 

Pero no era suficiente para saciar su apetito, las miradas de terror era lo que más le gustaba de sus víctimas, les daba un mejor sabor, el miedo era el condimento perfecto para sus ensangrentadas cenas.

 

Salió sin ser visto, y fue por sus siguientes victimas.

 

Era una posada donde ahora todos dormían y muchos huéspedes eran mujeres, las presas perfectas porque ni siquiera oponían resistencia, una cena fácil, pero también le gustaban los hombres que se la ponían dificíl, intentando defenderse y fallando estrepitosamente.

 

Nuevamente, rebanaba gargantas sin piedad, veía el miedo en sus ojos para apagarse como la vida que les robaba injustamente, usaba sus garras para abrirles en canal y ver sus entrañas explotar por la presión que ejercía en ellas.

 

Pero lo que más le gustaba era devorar a su victimas frente a otras, esperando su turno sin moverse, paralizadas por el miedo, y luego les arrancaba la cabeza de un tajo.

 

Sin duda era lo mejor.

 

Estaba tan concentrado comiendo la tierna carne de una brazo de una joven que solo escucho los gritos de los guardias afuera de la posada.

 

Lo habían descubierto…

 

Tal vez, por la necedad de la bestia por querer comer le habían hecho olvidar matar por completo a un imbécil o dos.

 

Las flechas impregnadas de aceite de ballena y fuego entraron por las ventanas rompiendo los cristales.

 

La cena había terminado y empezaba la diversión.

 

El lobo en su interior empezó aullar por las ansias de la batalla, a aquel lobo le gustaba jugar con sus presas.

 

De un salto salió de la ventana para atacar a los patéticos guardias que no sabían cómo atacar a un hombre lobo.

 

Aulló con fuerza espantando a más de uno, que salieron corriendo alzando plegarias a los dioses que los protegieran.

 

Se abalanzo contra un joven escudero que estaba paralizado del miedo, desgarro su cuello de un certero mordisco.

 

Otros más le lanzaban flechas de hierro o acero pero estas no penetraban su dura piel ni pelaje. En verdad que no sabían nada de los hombres lobo.

 

Corrió como la bestia que era para clavar sus garras en el pecho de otro guarda, atravesando la gruesa cota de hierro y piel que llevaba puesta.

 

Parecía de sus garras atravesaban su cuerpo como mantequilla fina. Una sensación agradable entre sus filos.

 

Esa noche no podía ser más grandiosa y la luna llena lo bañaba con su grácil luz.

 

Enviciado con la sangre humana  cazaba a todo ser viviente que se cruzara en su camino, hombres, mujeres, niños, animales domésticos, lo que fuera todo ser vivo en ese poblado.

 

-       Delicioso… - murmuro con las mandíbulas ensangrentadas, el éxtasis dominaba sus sentidos como una potente droga.

 

La noche revelo su ser, una bestia, un hombre lobo.

 

Mientras más mataba, más fuerte era su sed de sangre, adictivo y…

 

-       ¡Monstruo! - escucho como lo llamaban despectivamente.

 

Odiaba sobre todas las cosas que lo llamaran así, era su palabra detonante, y su ira se elevo gruñendo mostrando sus afilados colmillos y dientes.

 

Su vista nocturna percibió a un joven, quizás un poco mayor que él en edad pero no en estatura ni fuerza. Un imbécil que quería hacerse el valiente.

 

El insolente muchacho vestía con una larga gabardina negra y ocultando su cuerpo.

 

Esto iba a ser interesante.

 

Notas finales:

Gracias por leer.


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