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La sangre de la bestia por -Raiden-

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Capítulo 3 Duelo…

Cuando el calor de la batalla se acerca, se siembra en el corazón una semilla de dolor… efímero pero con más significado que nunca…

 

Aquel joven misterioso se acerco con una sonrisa en su rostro.

 

Portando una espada tan larga como él, esa gabardina oscura camuflajeándolo con la noche pero con dos dorados pendientes en cada lóbulo de sus orejas…

 

Ese hombre destacaba en la ahora devastada aldea.

 

El fuego había empezado a prender las casas detrás de ellos, los guardias habían acorralado a la bestia.

 

Su caminar ceso a no más de tres metros de ese hambriento animal, su sonrisa era arrogante.

 

Eso era inevitable…

 

El lobo…

No podía sentirse más irritado, el ahora irracional animal en su interior, gruñía molesto por querer subestimarlo.

 

Le borraría esa sonrisa.

 

Con el calor del fuego a su alrededor, su pelaje oscuro bañado en la sangre humana y sus ambarinos ojos destellando locura, se lanzo confiado contra el ahora expuesto cuello de su nuevo contrincante.

 

Veía la sangre correr por sus venas y arterias, era su vista nocturna que poseía lo que le permitía ver ese espectáculo.

 

Ya podía saborear su exquisita carne pero…

 

    -  No eres tan resistente ahora… ¿Verdad? -la suave pero masculina voz que uso reprochaba esa superioridad bien justificada.

 

La larga espada que ahora estaba desenfundada, atravesando el hombro izquierdo de ese hombre lobo… La garra que iba directo a su cuello ahora perdía su fuerza, y su sangre se empezó a deslizar sobre el metal.

 

Esa espada quemaba su carne con tan solo tocarlo.

 

Era una espada de plata pura.

 

La debilidad de los hombres lobo…

 

Y el aullido no se hizo esperar, ensordeciendo al joven que cerró los ojos por instinto pero momentáneamente.

 

Sostenía su espada con las dos manos ese misterioso hombre, pues tenía que retenerlo para poder matar a esa bestia.

 

Un aullido mas pero ahora convirtiéndose en un gruñido.

 

Su parte humana se sincronizaba con el lobo que habitaba en su interior.

 

Le había dado de lleno con ese mortal metal ahora lleno de su sangre animal, pero ahora lo tenía más cerca y aprovecharía su error para matarlo con sadismo.

 

La otra garra atrapo por fin su cuello, sus garras retractiles, ahora se clavaban en su carne.

 

Mierda…

 

Todo se había ido a la mierda…

 

Se descuido por completo al contemplar a su bestial rival y le había agarrado desprevenido.

 

    -   Acabare con tu vida… Te enviare al mismo infierno… - siseo con el poco aire que le quedaba, las garras cerraban su garganta lentamente.

 

Ese joven a pesar de estar en clara desventaja ahora con sus manos sobre el agarre de su verdugo, quería matarlo con sus propias manos.

 

Odiaba a esas criaturas, hijos de los daedras… hijos de la misma maldad.

 

    -   Nadie puede matarme…Y tu no conoces nada acerca del inferno - ahora esa misma criatura le hablaba con voz profunda pero distorsionada, la bestia aún tenía el control.

 

Los ojos del joven se habrían con sorpresa y miedo, eso no lo esperaba.

 

Era el primer hombre lobo que le hablaba… Conocía la maldición de esos pobres diablos pero solo unos cuantos podían gesticular palabra cuando estaban en ese estado.

 

Sentía como el aire ya no le llegaba a los pulmones y se ahogaba por la fuerza sobre su garganta.

 

Esa brutal bestia se relamía los colmillos, estaba aplicando toda la fuerza posible para romperle el cuello o asfixiarlo lo que pasara primero.

 

Veía ese rostro reflejando miedo y sus manos ahora desesperadas por apártalo, su cuerpo le acompaño con ligeras patadas que quería propinarle pero no tenía la suficiente fuerza.

 

Le embriagaba esas expresiones, de miedo, de ira y de terror.

 

Consumía su sed de sangre.

 

Estaba a punto de matarlo… tan cerca…

 

Cuando una flecha de ébano le dio certeramente en el brazo derecho.

 

El brazo que sostenía a su víctima.

 

Se enterró en su carne, y soltó al ahora desmayado joven, cayendo al lodo debajo de sus patas.

 

Ahora él fue el que se distrajo.

 

Aulló con más fuerza, paralizando al soldado que ahora estaba en el tejado de una casa que aun no se quemaba por las rojizas flamas.

 

Tomo al joven que casi mataba con sus afiladas fauces de la gabardina y empezó a correr.

 

Salto las llamaradas y huyo de aquel poblado…

 

Notas finales:

Gracias por leer...


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