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The piano room por TokyoStrange

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Notas del capitulo:

Hola, mucho gusto,! soy Tokyo, = D   por fin me anime a subir este fic cortito, probablemente de solo dos capítulos.

Espero sea de su agrado.  

Capítulo I

 

 

 

-          ¡Ciel, ciel!

Una voz familiar lo llamaba, parecía que estaba cerca, pero se oía tan lejana, como un eco. La luz era intensa y todo estaba nebuloso, como si ese lugar estuviera hecho de una macilla inestable.

 

-          ¡Ciel, ciel!

 

De nuevo lo llamaban, podía escuchar el sonido de su respiración, y el calor de la intensa luz quemando su rostro.   

 

-          Ciel, ¡Oh! Aquí estas, ciel.

Unos pasos detrás de él resonaban, sintió un ligero apretoncito en su hombro y giro dando vuelta sobre sus talones. Podía enfocar bien, la luz segadora  desapareció como por arte de magia, y los sonidos eran claros.    

Sonrió, al instante en que vio ese rostro masculino iluminado por la luz que entraba por el ventanal del pasillo.  

-          ¡Quiero enseñarte algo muy especial!-. dijo animadamente aquel hombre, apretando de nuevo su pequeño hombro con suavidad y con una sonrisa cálida en el rostro, sus ojos brillaban como si fuera un chiquillo.  

Él ensancho su sonrisa, viendo aquel hombre con complicidad, de un movimiento rápido e infantil lo abrazo por la cintura, levantándose de puntillas y apretándolo fuertemente. Adoraba cuando le mostraba cosas nuevas, cuando le enseñaba un mundo lejano a través de  ilustraciones, fotografías y libros, Cuando le contaba historias fantásticas reales y otras no tanto. Atesoraba esos momentos, cuando solo eran ellos dos y reían y jugaban, eran escasos, pero cuando sucedían no cabía en felicidad.

 

-          Entonces -. Dijo el mayor hincándose hasta quedar a su altura, para después comenzar a acomodar la pañoleta de su traje de marinerito con amor -. ¿Qué dices, Ciel?

 

Tomo las manos de aquel hombre que aun estaban entretenidas en su pañoleta con sus pequeñas manitas, presa de la emoción, sonriendo de tal forma que iluminaria cualquier lugar donde estuviese.

 

-          ¡Si, vamos! -. Exclamo animadamente, avanzo unos pasos jalando al mayor, entre risas -. ¡vamos, vamos, padre!  

 

 

 

 

…..

Abrió los ojos abruptamente, la sensación de malestar embargo su cuerpo casi al instante en el que despertó. No movió ni un musculo, por uno segundos dejo de respirar, para volver hacerlo de manera normal pero profunda, su pecho dolía.  Acostado boca arriba, lo primero que vio fue la oscuridad de su habitación, cuando se hubo acostumbrado a la poca iluminación logro divisar la tela azul del dosel de su cama, pareciese que miraba algún punto fijo en la tela, pero en realidad lo que miraba eran sus propios pensamientos. Había tenido un sueño que le revolvió el estomago.  

-          Qué asco -. Dijo casi en un susurro, aun con la mirada hacia arriba, sin apártala ni un segundo, sin pestañear.      

Dolía.

La puerta de su cuarto fue abierta con parsimonia, adentrándose lentamente su mayordomo en la oscuridad, se escuchaban pequeños sonidos metálicos que de seguro era los del carrito donde estaba acomodado el juego de té, escogido especialmente por Sebastián entre la vasta colección, para esa mañana.

Los suaves pasos del mayordomo hacían susurrar el alfombrado, con lentitud abrió las cortinas de lino azul  de la  ventana más grande de la habitación con gracia, con esa sonrisa marcada casi siempre en su rostro. 

-          Bocchan -. Dijo de repente Sebastián con una voz cantarina y elegante -. Ya es hora…

Detuvo sus palabras, al girar y distinguir al pequeño conde, vio que este ya estaba despierto viendo fijamente el techo de su cama, perdido en sus pensamientos, con las manos entrelazadas en su abdomen sobre las telas de cama y los ojos vidriosos. Su semblante era indescifrable,  parecía una muñeca perfecta, más que un humano. Esa imagen lo descoloco un poco, su sonrisa desapareció por unos segundos.

 

-          Bocchan -. Le llamo volviendo a sonreír. Mas el pequeño conde no le prestó atención alguna.

-          Bocchan -. Repitió un poco más fuerte el mayordomo.

 

Ciel giro lentamente el rostro sobre la almohada, mas su demás cuerpo no dio muestra alguna de movimiento, su mirada se cruzo con la de Sebastián, la mirada del conde era insondable, pareciese que solo lo miraba por inercia, que aun seguía sin notarlo en realidad, perdido en algún lugar de su mente. Ese gesto volvió a descolocar al mayordomo.

Ciel vio como Sebastián se acerco a él,  con un gesto que podría ser de preocupación, posiblemente fingido para parecer más humano.

-          ¿Se encuentra usted bien, bocchan? -. Le pregunto Sebastián, al acercarse más.

Ciel volvió su vista al techo, cerró los ojos y soltó un suspiro, levantándose y estirando los brazos,  tratando de actuar como todas las mañanas.

-          Si -. Contesto secamente.

El mayordomo no creyó esa respuesta, ni por un segundo.

-          ¿Enserio? - Se atrevió a preguntar de nuevo -. Es que hace un momento usted…

-          Estoy bien, Sebastián - Le corto el conde.

Sebastián no pregunto mas, se apresuro a vestir al conde, los pantalones, después la camisa blanca, el chaleco azul cerúleo, vio su reloj de bolsillo, era el tiempo justo para el reposo de las hojas. Ciel volvió a sentarse a la orilla de la cama.  

Sonriendo Sebastián sirvió el té de la mañana con su característica distinción, el aroma de las hojas al ser filtradas inundo la habitación a bergamota, después vertió un poco de leche.

 

-          El té de esta mañana es, Earl Grey, su favorito -. Dijo el mayordomo entregándole con delicadeza la taza de porcelana blanca, con adornos verdes y dorados en un platillo – y  Sticky Toffee con natilla, encontrara agradable el contraste de los sabores.

El conde solo respondió con un pequeño bufido, contemplo el líquido color caramelo y  dio el primer sorbo de té. El mayordomo prosiguió a ponerle los calcetines.

Mirando a un punto al vacio, ensimismado, repaso las escenas de ese sueño que aun estaban vividas en su mente, algo en su interior se removía, una sensación de vacío y  profunda decepción, esa que se experimenta cuando el sueño es tan lúcido que parece real, y al despertar te das cuenta que en realidad todo era mentira y no existe.  La tibieza de la mano de su padre, aun creía sentirla en sus palmas.

 Hubo un momento en el que creyó que el sueño en realidad era todo lo que era su vida  ahora, demonios, parcas, crímenes sobrenaturales, venganza solo eran fantasías de malos sueños, pero no, esa era su realidad. Al momento de despertar, sintió un nudo en la garganta y un vuelco salvaje en el corazón, ¡ah! Justo como lo estaba volviendo a sentir ahora.

Lo que más le lastimaba era que más que un sueño producto de alguna invención o pedazos del subconsciente que se unían para ingeniar algo, ese sueño era un recuerdo real, le daba miedo la exactitud con la que le mostraba la misma escena que años atrás había vivido.    

Por un momento creyó, que podría volver a correr por los pasillos de la mansión de esa tarde veraniega, que cada luz que se filtraba por la ventana lo tocaría al pasar, iluminando su figura por unos segundos, que podría volver a correr con la mano entrelazada a la de su padre, mientras las risas de ambos se mezclaban. Pero no.

Lo que más temía estaba, sucediendo, se estaba auto compadeciendo, añorando felicidad, añorando el pasado. Se aborreció.

 

-          ¿Los demonios pueden soñar? – pregunto si pensar, casi en un susurro, despegando los labios suavemente de la orilla de la taza.

Sebastián se encontraba arrodillado colocando su zapato derecho, se detuvo por unos segundos, sin dejar de ver el calzado, para después comenzar a atar los cordones, sin despegar la atención de su tarea.

-          Bueno - Dijo el mayordomo -. le recuerdo al joven amo que los demonios no duermen, así que no, no podemos soñar.    

-          Es una suerte -. Dijo cortante el conde.    

-          ¿Acaso el joven amo, tuvo un mal sueño? -. Pregunto Sebastián al tiempo que terminaba ahora de abrochar el zapato izquierdo, se ponía en pie y sonreía con eficiencia.  

 

Ciel sabía perfectamente que Sebastián no era un tonto, de hecho era aterradoramente brillante, producto quizás de sus probables siglos de vida, sabía que el mayordomo se había dado perfectamente cuenta de su estado, incluso antes de que hiciera esa pregunta, y se enfureció.

-          No seas impertinente -. Contesto fríamente Ciel.

-          Mis disculpas -. Expreso Sebastián mientras acercaba su mano enguantada a su pecho y hacia una reverencia.

Sebastián retiro la taza de sus manos y anudo el listón de su cuello, después coloco su característico parche negro en el ojo derecho ocultando el símbolo de un contrato. El pequeño conde se paró de la cama y se dirigió hacia la salida de su habitación.   

 

-          Joven amo-.  Expresó el mayordomo-. ¿No comerá su  Sticky Toffee?

-          No, no me apetece - Contesto Ciel con voz monocorde en el umbral de la puerta, iba a salir cuando se detuvo y volvió su atención al mayordomo -. En el almacén subterráneo de la mansión, hay un piano, ponlo en el cuarto que está enfrente del salón  de música.

Sebastián lo observo interrogante. Posiblemente por la repentina y extraña petición.

-          Es una orden -. Dijo tajante el conde

 No espero la contestación del demonio, se fue sin decir más, perdiéndose por los pasillos bajo el eco de sus pasos.  

 

Notas finales:

¡Muchas gracias por leer! : D 


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