Su vida era monótona. No ocurría nada nuevo en la vida de JongDae; trabajo, familia, amigos, siempre lo mismo.
El fastidio se apoderaba de él cada mañana cuando abría los ojos, no encontraba algún motivo para zafarse de las sabanas.
Sus padres se encontraban orgullosos de tener a un abogado en la familia, y más cuando esté era el más reconocido en todo Seúl por los innumerables casos ganados, otorgándole fama y prestigio. Él jamás quiso estudiar derecho, lo suyo era el canto, tenía una voz que pareciese que se la robo a un ángel, pero su padre nunca apoyaría a un cantante, decía que no tienen un futuro asegurado y lo mejor era que estudiase algo de provecho. Con el sueño roto, decidió darle a su padre el gusto de presumir que su hijo estudiaba leyes, una carrera importante.
Con sus amigos era lo mismo. Ellos eran felices con sus respectivas parejas y le molestaba salir con ellos, porque al verlos le recuerdan que en su vida le hace falta algo: compañía. Se encuentra solo porque (según él), aún no ha encontrado a la persona indicada, tanto mujeres como hombres le parecen demasiado simples, no ve en ellos aquello que busca, porque ni siquiera JongDae sabe lo que busca.
Un día, el cielo despejado y el clima fresco, para muchos el día perfecto, para JongDae era otro más, sin nada nuevo.
Fastidiado, se encontraba en el lugar menos concurrido del parque donde estaba. Era su día libre y por lo menos quería disfrutar un poco de la música que le proporcionaban sus auriculares sin tener que estar encerrado entre las cuatro paredes de su oficina o delante de un juez en algún tribunal.
De repente, algo capto su total atención. Creyó que sería el reflejo de los rayos solares en algún cristal, pero no, alguien tenía la mirada fija el él.
Un extraño sentado en el verde pasto.
Complexión grácil, piel blanca, cabello castaño revuelto, mejillas ligeramente abultadas, labios rosas y sus ojos...
Podría estar alucinando por tanto estrés o su mente le jugaba una mala pasada, porque simplemente nadie en todo Seúl podría tener esos ojos... nadie en todo el mundo podría tener esos ojos.
¿Algún variante genético?
¿Lentes de contacto?
¿Las amapolas de su amigo Chanyeol ya le están afectando? Porque aunque diga que son excelentes como relajante muscular, no confía mucho en ellas.
Las hinoptizante iris seguían en dirección fija a él. Alguien se había encargado de robarle un rayo al Sol y lo encapsulo en las orbes del extraño que tenía en frente.
¿Cómo podría definir el color? ¿Miel? ¿Ámbar? ¿Dorado? ¿Oro? No, simplemente no es un color que antes se haya visto y ahora se encontraba delante de él.
Su corazón comenzó a latir ruidosamente, ¿será que después de 28 años encontró lo que buscaba?
Se levantó de su lugar y en paso decidido, fue hasta el extraño de mirada tan peculiar.
– Perdón, no pude evitar venir y preguntar tu nombre. – JongDae sonrió para el extraño, nunca lo hacía y ahora la daba gratis.
– Xiumin. – los ojos redondos se posaron en los del contrario y sus labios le devolvieron la sonrisa.
– JongDae. Mucho gusto. –
Aquellos ojos grandes y brillantes cambiaron algo dentro de JongDae.
Ese rayo de luz en las pupilas del extraño iluminó algo dentro de JongDae.
Después de todo si era lo que siempre estuvo buscando.
Todo el tiempo estuvo esperando por aquellos Ojos color Sol.
<< La luna sale a caminar siguiendo tus pupilas...
La noche brilla original después que tú la miras...
Ya nadie sabe ser feliz a costa del despojo...
Gracias a ti y a tus ojos. >>