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El color del mar por OlivierCash

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Notas del capitulo:

Pues entre pitos y flautas, ya hace un año desde que comencé con este fic :D Por ello quiero agradecer a todos los que han estado siguiéndolo y comentándolo y darles las gracias a esas personas ^^ Como ya hace un año desde el primer capítulo, este es un poco más largo de lo normal :)

 

Antes que nada recordar que la obra original fue escrita y dibujada por Masami Kurumada y el Lost Canvas por Shiori Teshirogi

Lo primero que Defteros había sentido hacía Shion, fueron unas sanas ganas homicidas hacía su persona. Para su fortuna, probablemente para la fortuna de Defteros, esas ganas no se tardaron en disipar. Porque a decir verdad le parecía una buena idea que lamentaba no haber llevado a cabo por si mismo y haber necesitado una ayuda externa tan repentina.

 

Aunque visto desde el lado bueno, iba a quedar con Asmita y no podía negar que tenía bastantes ganas de conocerlo. Mas en verdad, no tenía ni la más remota idea que le atraía de Asmita. A lo mejor la atracción física que había sentido hacía él en el momento que lo había conocido seguía vigente, sin embargo, tenía muy claro que solo iba a buscar ser su amigo y nada más. Asmita parecía ser una buena persona y tenía ganas de llevarse bien con el prometido de su hermano.

 

Se imaginaba que a su hermano se alegraría saber que él y Asmita tenían una buena relación, por ello se esforzaba.

 

Y con todo eso, seguía sin entender porqué alguien ya adulto como él, se ponía nervioso cuando quería hablar con Asmita por el móvil. Sobre todo no lo comprendían porque ya habían hablado de quedar y aun así se seguía inquietando. Preguntándose idioteces como si estaría ocupado en ese momento, si lo pillaba trabajando o mil banalidades parecidas.

 

Pero ya era hora de sacarse todo eso de la cabeza, en esos momentos, ya había quedado con Asmita y punto, solo tenía que preocuparse de disfrutar del momento en cuanto estuvieran juntos y punto.

 

Miró el calendario que había sobre su nevera, estaba a lunes, le quedaba poco más de un día para estar con Asmita, de momento tenía otros asuntos de los que ocuparse. Eran las tantas de la mañana y comenzaba su turno, tenía muchos paquetes que llevar.

 

Por su parte, ese lunes fue totalmente normal para Asmita y no pasó nada fuera de lo común. Mas él también tenía ganas de encontrarse con Defteros, prefería estar con él que aguantar a Aspros y eso que no lo conocía mucho. Pero no parecía ser tan...como Aspros. Quien por su puesto, le había llamado a la mañana y para su desgracia, le había insistido en ir a visitarlo. Le había logrado dar un poco de largas, pero no se había librado del todo y le iba a ir a visitar el miércoles.

 

Esa fue la razón por la que esa mañana en la panadería no estuvo del mejor humor posible, hasta Hasgard se dio cuenta. Pero cuando le respondió por tercera o cuarta vez que estaba bien y que no le pasaba nada, dejo de insistir y se supuso que se había levantado con el pie izquierdo.

 

Lo único destacable que le pasó fue que comió con Manigoldo. No mencionaron el tema de Shion hasta después de haber comido, mientras estaban tumbados cada uno en el sofá.

 

—¿Cómo va lo de Shion?—preguntó Asmita, más serio de lo habitual.

 

Manigoldo había notado que Asmita estaba de malas, pero al igual que Hasgard. Tras preguntárselo varias veces había llegado a la conclusión de que se habría levantado con el pie izquierdo o no había tenido un buen día. O eso pensó Asmita cuando Manigoldo dejó de preguntarle, porque Manigoldo era alguien mucho más avispado de lo que parecía a primera vista.

 

—Cuando llegué ayer estaba dormido sobre la cama—respondió Manigoldo, mirando el techo del salón de Asmita como si fuera lo más interesante del mundo—Así que decidí no molestarlo y como temía que se despertara de malas como me viera a su lado e intentara matarme, me fui a dormir al sofá—narró— Por lo menos el sofá es cómodo y no tengo dolor de espalda—añadió aliviado.

 

—¿Y al levantarte?—cuestionó Asmita.

 

—Se había ido, pero me ha dejado la comida preparada—contestó un poco alegre—Y no estaba envenenado.

 

El rubio levantó un poco la ceja, le inquietaba eso de que Manigoldo no paraba de comentar que Shion sería capaz de matarlo, se imaginaba que sería en broma. Porque en verdad dudaba que Shion pudiera acabar si quiera con una mosca, pero Manigoldo lo decía demasiado en serio. Por lo que a lo mejor aunque moralmente Shion nunca lo haría, si que tendría las habilidades como para hacerlo. De todas maneras, prefirió no darle vueltas a eso o solo conseguiría un dolor de cabeza.

 

—Le quiero comprar algo—comentó Manigoldo—No es que quiera que me perdone una cagada por comprarle algo y se que no lo hará, pero quiero darle una sorpresa agradable.

 

—¿Tienes algo pensado? —preguntó Asmita.

 

No sabía que les pasaba ese día, pero más que una conversación, parecía que estaba interrogando a Manigoldo.

 

—Ya improvisaré—respondió Manigoldo encogiéndose de hombros.

 

—¿Qué es lo más romántico que has hecho por Shion?

 

Asmita no se dio cuenta de lo que había preguntado, hasta que lo había hecho y a decir verdad, ni siquiera sabía porqué lo había hecho. Siendo Manigoldo, se le haría raro que le confesara si quiera que había sido romántico alguna vez en su vida. Es más, Manigoldo se sentó de golpe en el sofá, mirándole anonadado.

 

—¿Perdón?—cuestionó pensando que había escuchado mal.

 

— Nada, déjalo—rectificó Asmita en seguida.

 

Se quedaron en un incomodo momento durante lo que les pareció eterno. Cuando volvieron a hablar, lo hicieron de temas totalmente distintos, para que finalmente, Manigoldo se marchara antes de las cinco.

 

Asmita hizo que el reloj le dijera la hora y se preguntó en que podía gastar su tiempo el resto de la tarde, por ello decidió ver una película. Para ponerle la guinda al pastel, tuvo que verse la película más extrañamente romántica que tenía por casa.

 

Y sin que se diera cuenta, ya era martes por la mañana y estaba yendo al trabajo. Ese día había salido muy soleado y un tanto caluroso, mas eso no era nada comparado con el calor que haría en menos de un mes.


A lo mejor era por el día o porque Aspros no le había llamado ese día, pero se sentía mucho más animado que el día anterior. Hasta Hasgard se lo dijo. Asmita no le dio mucha importancia a eso. Aunque como Hasgard había dicho, ese día estaba más animado y mucho más dispuesto a dar conversación.

 

Mientras hablaban, fueron interrumpidos por la inesperada aparición de Sísifo. Hasgard exclamó de alegría al verlo y salio de la barra para darle un grandísimo abrazo. Por lo ruidos que hizo Sísifo, casi parecía que Hasgard lo iba a asfixiar. Tras separarse, intercambiaron unos saludos.

 

—¿Cómo es que apareces por aquí?—preguntó Hasgard muy contento por ello.


Por su lado Asmita estaba detrás de la barra, no tenía nada que hacer en esos momentos y no era sordo, así que sin pretenderlo los escuchó hablar, por lo menos intentó que su presencia estuviera de fondo.

 

—¿No puedo venir a ver a mi grandisimo amigo que casi no veo?

 

—Tú siempre eres bienvenido aquí—aseguró Hasgard, en verdad estaba agradecido de verlo—Tienes que contarme tantas cosas ¡Si hace menos que veo a tu novio que a ti!

 

—Realmente todo lo que tenga que contarte, preferiría hacerlo en la barra de un bar y con una cerveza en la mano.

 

Ambos se rieron, en verdad tenían ganas de eso y lo necesitaban. Continuaron hablando un poco del tema y se dijeron que quedarían en cuanto los tres pudieran quedar. Ese tercero en cuestión era Aspros. En verdad tenían ganas de pasar un rato juntos, pero tenían unos horarios que les costaba casar.

 

—Buenas—saludó Sísifo a Asmita con educación, al notar su presencia.

 

—Buenos días—devolvió el saludo Asmita.

 

A decir verdad Sísifo se pasaba muy de vez en cuando por la panadería y más o menos se reconocían. Aunque solo cruzaban palabras cordiales y tampoco se decían demasiado. Eran simples conocidos de vista.

 

—Felicidades por lo del compromiso—felicitó Sísifo con toda su buena intención.

 

—Gracias.

 

—La verdad es que me ha sorprendido mucho, pero me alegro por vosotros dos—comenzó a hablar Sísifo y Asmita agradeció ser una persona calmada y tranquila, porque como hubiera sido un poco más como Manigoldo, ya le habría dado un puñetazo en la cara. No era culpa de Sísifo, pero siempre que le deseaban buenas cosas con Aspros, se enfadaba— Me pilló por sorpresa, pero Aspros me contó un poco como estaban las cosas y verdad me alegro por vosotros.

 

Asmita sintió que lo que mas le enfurecía, era que Sísifo lo decía todo en serio y con las mejores de sus intenciones. Para su fortuna, intercambiaron unas cuantas palabras más y Sísifo dejó de insistirle, para volver a hablar con Hasgard de sus cosas.

 

—Estoy muy contento porque este año El Cid y yo hemos conseguido pillarnos vacaciones para las fiestas y podremos disfrutarlas juntos—le contó muy ilusionado—Creo que desde que ambos trabajamos, nunca había podido hacer algo así.

 

—Eso esta muy bien—aseguró Hasgard—Yo las vacaciones me las cogeré más para finales de Julio, me quiero ir con los chavales a algún lado—comentó Hasgard—¿Vosotros tendréis más vacaciones a parte de las de las fiestas?

 

—Si, nos iremos después de las fiestas unos cuatro días, aun estamos mirando a donde.

 

Continuaron así un rato más. Por suerte, llegaron varios clientes y Asmita pudo distraerse. No le gustaba escuchar conversaciones ajenas, aunque estas ocurrieran delante de sus narices y no le quede otra más que escucharla.

 

El resto de la mañana pasó sin ninguna novedad. A decir verdad, no pasó nada destacable hasta el momento mismo en el que estaba cerrando la puerta de la pastelería. Justó en el momento en la que la cerró,notó un olor habitual cerca.

 

—Hola.

 

Era Manigoldo, eso era extraño, muy extraño. En verdad se preguntó que hacía ahí a esas horas y Manigoldo se lo tuvo que notar.

 

—Cosas miás, mañana te lo cuento—le dijo rápidamente y sin más, entró en la tienda, dando un portazo que provocó un fuerte grito de Hasgard, medio enfadado y medio en broma y que las campanillas con forma de toros sonaran bastante. Asmita estuvo dispuesto a irse, pero de repente, Manigoldo salió, asomando la cabeza por la puerta— Por cierto, que vaya bien en tu cita.

 

Vale, eso le pareció ya más propio de Manigoldo y la pequeña preocupación que sintió por él se esfumo.

 

—Si, ya te contaré yo también.

 

Manigoldo asintió y levantó en dedo pulgar en señal de aprovación, para después volver al interior de la tienda a hacer Dios sabe qué. El rubio no le dio más vueltas y se fue a su casa, total, al día siguiente se lo contarían todo.

 

A Asmita se le hizo raro comer solo, si echaba la vista atrás, hacía tiempo que no lo hacía. Para su sorpresa lo extrañaba, extrañaba el comer con alguien. Los humanos eran curiosos, había estado tanto tiempo comiendo solo y en menos de lo que canta un gallo, se había acostumbrado a lo contrario y de repente, todas esas comidas que pasó solo, se veían como un recuerdo muy lejano y difuso.

 

Y de nuevo, sin que se diera cuenta, ya eran las seis y se encontraba sentado sobre un banco entre unos pequeños jardines con arboles que se encontraban justo al lado de la entrada del puerto. Spica estaba a sus pies mordisqueando sus deportivas como si fueran lo más maravilloso del mundo.

 

Defteros llegó justo en el momento en el que el reloj marcó las seis. Asmita solía ser demasiado puntual y llegaba antes a los sitios. Por su parte, Defteros llegaba a la hora precisa a la que le habían dicho.

 

—Buenas tardes—saludó Defteros, algo apurado.

 

El rubio le respondió el saludo y se levantó para que pudieran darse a modo de un segundo saludo cortes. Intercambiaron las típicas preguntas de “¿qué tal estas?”. Mientras, Meb y Spica estaban jugueteando ajenos a lo que hablaban sus dueños.

 

—¿Por donde sueles pasearla?—preguntó Asmita— Yo suelo pasear por el Paseo Marítimo, pero no me importaría cambiar de rumbo.

 

Defteros se quedó pensando. A decir verdad solía cambiar bastante los lugares por donde paseaba a Meb y tendían a depender de como se encontraban ambos ese día. Pero estaba con Asmita, así que lo veía como una ocasión especial. Por ello estaba buscando un lugar un tanto particular.

 

—Si no te importa andar, conozco un paseo bastante agradable—propuso.

 

—Por mi vale.

 

Así, comenzaron a caminar por el Paseo Marítimo, pero tomaron el camino contrario al que Asmita estaba acostumbrado. Por esa dirección se salía de la ciudad. Defteros y Asmita estuvieron intercambiando palabras sobre asuntos triviales, como en que trabajaban o asuntos similares. Defteros se percató de que con todas las ganas que había tenido de quedar con él, no tenía ni la mas remota idea sobre qué hablarle.

 

Pronto estuvieron caminando por un camino repleto de hierba en dirección a unas pequeñas montañas que daban al mar en modo de barrancos y por las que se subían a través de carreteras que dejaban bastante que desear y con una cantidad criminal de curvas.

 

—Me imagino que conocerás bastantes lugares de la Isla por lo de tu trabajo—comentó Asmita, cuando aun les quedaba un rato para llegar hasta el inicio de las montañas.

 

—Pues si, esta Isla tiene lugares mucho más mágicos de lo que la gente piensa—informó Defteros muy ilusionado— A veces los caminos son un poco malos y como te pille mal tiempo esta bastante jodido, pero en serio, hay lugares realmente bonitos—continuó—Y por algunos lugares, las cosas cunden más de lo que parecen.

 

Asmita asintió ante eso. A decir verdad, no había viajado mucho por la isla. Cuando era pequeño, fue una vez a un parque de atracciones que había en al Isla de al lado, no fue la mejor experiencia de su vida.

 

—Con eso de lugares mágicos, no he podido evitar pensar en las muchas leyendas que hay—dijo Asmita—Lo que no comprendo es la ridícula cantidad de historias sobre fantasmas que circulan.

 

Defteros miró hacía otro lugar como intentando disimular cuando dijo eso. Sin duda los poderes extraños de Shion cundían más de lo que él se había imaginado. Aunque desconocía hasta cuanto sabía Asmita sobre ese tema, por ello no dijo nada sobre eso.

 

—Si, a decir verdad son bastantes—comentó como quien no quería la cosa— Ya la propia historia de la aparición de estas islas es bastante fantasiosa.

 

—Y que lo digas—aseguró Asmita, a decir verdad, siempre había ignorado cuanto había de realidad y ficción en esa historia— También hay historias sobre seres oscuros que controlan el tiempo, otras tantas de seres marinos…

 

—No olvides la de la chica de ropas blancas y pelo lila—apuntó Defteros.

 

Asmita le dio la razón, había escuchado a tanta gente decir que había visto a una misteriosa joven de pelo lila con ropas blancas en la playa, que ya había perdido la cuenta.

 

—Algun día me gustaría tener el honor de conocerla, ya lo ha hecho tanta gente que siento curiosidad—comentó Asmita.

 

Defteros solo asintió a eso sin saber bien que comentar al respecto. Poco después de eso llegaron hasta la montaña en cuestión a la que Defteros quería ir. A decir verdad, hacía rato que Asmita había notado que habían comenzado a andar cuesta arriba, pero en ese momento, si que se notaba muy claramente. Andaron por el borde de la carretera, era el único camino que había y así se evitaban que un coche los atropellara, no solían pasar muchos y los que pasaban tendían a ir despacio. Mas nunca estaba de más ser precavidos.

 

—Me agrada el olor de este lugar—dijo Asmita, aspirando profundamente el agradable aroma del lugar.

 

Defteros le quiso imitar y aspiró bien fuerte, sin embargo, su olfato no era ni la mitad de fino que el de Asmita, por lo que no notó ningún aroma en particular.

 

—¿Qué hueles?—preguntó Defteros con curiosidad.

 

—Bosque—Defteros se sintió algo decepcionado con esa respuesta, se le hizo demasiado obvia. Asmita lo notó y le miró sonriente—Huele a hierba, esta mezclado con varias flores aromáticas que se encuentran algo apartadas. Los arboles también tienen su propio aroma, a mi me resulta agradable. Un poco de fondo noto el olor de la tierra, pero la huelo mejor cuando esta más húmeda, ahora se ha quedado un poco seca—hizo una pequeña pausa para tomar algo de aire—Y como siempre, de fondo, huelo el mar.

 

Defteros escuchó cada palabra como si fuera lo más interesante del mundo y desde el momento en el que comenzó a hablar hasta cuando acabó, para Defteros lo fue. Jamás se podría haber imaginado que Asmita tuviera semejante sentido del olfato.

 

—Me has dejado sin palabras—confesó.

 

El rubio solo se rio un poco.

 

—Conforme vamos subiendo, voy oliendo mejor el mar.

 

El de pelo azul seguía sorprendido por el olfato de Asmita y tenía ganas de preguntarle a cada momento que olía. Mas sentía que todavía no tenían la suficiente confianza y se abstuvo de hacerlo.

 

Continuaron caminando sin pausa pero sin prisa. No se encontraron ningún coche. Defteros le comentó a Asmita que por ese lugar no solía pasar nadie y que a decir verdad, por ese camino se podía llegar a un pequeño pueblo que se encontraba cerca. Pero Defteros nunca lo había tenido que usar, para llegar a ese pueblo había otro camino que era mil veces mejor. Si alguien usaba esa carretera, era o para ir al pueblo o por ver el paisaje. Y en su mayoría era por lo segundo.

 

Por fin llegaron a la cima de la montaña, había una parte plana y un pequeño merendero con mesas y bancos de piedra. No era un lugar muy amplio, pero se estaba bastante bien. El olor a mar era muy claro ahí.

 

—Suelo soltar por aquí a Meb para que correteé un poco por aquí.

 

—Suena bien—Ambos soltaron a sus respectivos perros y estos comenzaron a corretear por el lugar—¿No se perderán ni nada?

 

—No te preocupes, Meb se conoce bastante bien esto y estará pendiente de Spica—le tranquilizó Defteros.

 

El rubio asintió. Ese lugar le agradaba, olía muy bien y le encantaba esa presencia del olor del mar que lo invadía todo, opacando al resto de los olores. Comenzó a caminar por el lugar para poder hacerse a la idea de como era.

 

—¿Puedes describírmelo?—pidió Asmita.

 

—Por supuesto—afirmó Defteros, acercándose un poco a él— Estas mirando en dirección al acantilado, pero no te podría caer, hay una vieja valla que a decir verdad, no tendrías problemas para saltar. A nuestros laterales hay varias mesas con sus bancos de piedra para poder comer y tras estas, comienzan los arboles. Por último, a nuestra espalda esta la carretera.

 

Sintió que su descripción había sido un poco vaga y que seguramente le tendría que haber concretado más algunas cosas como las distancias. Aunque a decir verdad, no había caído en esos detalles hasta que acabó de hablar.

 

—Hay algo que no me has mencionado ¿dónde hay flores?

 

Eso le pilló a Defteros por sorpresa. Si bien no lo había mencionado, a lo mejor porque estaba acostumbrado a eso y ya no le llamaba la atención, pero si, en ese lugar siempre había flores.

 

—Si, hay un ramo de flores anudado a la valla, siempre esta ahí—contestó Defteros, mirando al susodicho ramo—Lo cambian antes de que las flores se marchiten—explicó.

 

Ambos se acercaron a la vaya y acabaron apoyados en ella, con el ramo de flores en medio. Desde el mar llegaba una brisa muy agradable que mecía con cariño los cabellos de ambos.

 

—¿Cómo es el ramo?

 

—Siempre son flores blancas, esta vez son Jacintos blancos, sin más, no tiene nada en especial a simple vista—comentó Defteros sin quitar la mirada del cielo.

 

—Algo de especial debe haber si alguien se toma las molestias de venir hasta aquí para cambiarlas—aseguró Asmita.

 

—Es de los típicos ramos que se suelen poner en el lugar donde ha muerto alguien.

 

—En ese caso la persona que murió aquí, debía tener alguien a quien le importaba mucho.

 

Defteros se encogió de hombros, desconocía en su totalidad esa historia. Al principio ese ramo le llamó la atención, sin embargo, al final se acostumbró a él y acabó por medio ignorarlo. Se le hacía muy habitual.

 

—Tenías razón, es un lugar bastante agradable—dijo Asmita, bastante relajado.

 

—Algún día podríamos venir aquí a comer, o merendar, o algo así—propuso Defteros, lanzándole una discreta mirada a Asmita.

 

—Si, pero para la próxima, o estemos en plan de a ver si vamos a quedar y simplemente quedemos.

 

—Estoy totalmente de acuerdo contigo en ese punto.


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