*~… Guerra…~*
“Me muero por suplicarte, que no te vayas, mi vida.”
“Me callo y te marchas, mantengo la esperanza de ser capaz algún día, de no esconder las heridas, que me duelen al pensar, que te voy queriendo cada día un poco más. ¿Cuánto tiempo vamos a esperar?”
Se abría paso por el helado pasillo de aquel castillo, asesinando sin piedad alguna a cualquier ser viviente que se le cruzase, fuese hombre, mujer o infante, seres aterrados que intentaban de manera descontrolada y fallida, salir del castillo o esconderse, manchando las cristalizadas paredes de aquel palacio en un intenso y perturbante color azul oscuro* gracias a las finas hojas de las espadas Asgardianas al tener contacto con la fría carne de los Jötuns que servían al palacio. Ajeno también a la masacre que se llevaba a cabo en las afueras de aquel recinto, respirando con naturalidad y conformidad el olor a sangre inocente adherida a las hermosas paredes adornadas de piedras preciosas que emitían brillos cuando la luz los alcanzaba.
Se detuvo en medio de la enorme y exquisitamente adornada sala principal, decorada con hermosos detalles de oro, finos y muy bien creados, adornos de hielo, estatuas de animales y diferentes formas abstractas que eran difuminadas con escarcha esquimal dándole un brillé hermoso, retratos de exquisitos y brillantes colores, mostrando de manera majestuosa a la pareja real, otros mostraban divinos y majestuosos paisajes, tantos como de aquel y otros mundos, cortinas de ceda de colores plateado, azul rey y blanco que se fundían muy bien con el color cielo de las paredes, las finas telas se encontraban cerradas, dejando que una gloriosa iluminación que provenía desde los enormes ventanales abiertos que dejaban entrar el aire frío de afuera acariciando y provocando un suave movimiento en la tela, muebles que a simple vista parecían cómodos y acogedores. A cada pared de la sala se encontraban enormes puertas, con exquisitos marcos de oro enjoyados de piedras preciosas, predominando el zafiro y la esmeralda para ser exactos.
Observó las tres rupturas partidas en largos pasillos por igual que daban a diferentes destinos, reconoció el camino correcto que llevaría a su destino anhelado gracias a las malditas lenguas traicioneras de prisioneros incautos que antes había trabajado en aquel castillo, pidiendo clemencia soltaron cual pajaritos todo lo que les preguntaban, consiguiendo la información mediante torturas y humillaciones hacia estos. Hizo una señal a los hombres guerreros aliados de su tropa que venían atrás de él. Aquellos seis hombres se emparejaron, dos de ellos se adentraron por el pasillo que se encontraba al frente, esperando encontrar allí las escaleras que daban el segundo piso que daban a las habitaciones para invitados, los otros dos se adentraron en el Ala Este, esperando allí encontrar la lujosa sala del trono, y los últimos se quedaron allí guardando guardia. Cada grupo con el mismo objetivo:
“Matar a cualquier clase de vida perteneciente a esa raza.”
Nuestro personaje quien por ahora es el principal. Un hombre joven, pero con sus años de experiencia, actual Rey de Asgard, Odín Odínson; Padre de todo y todos, tomó el camino del Ala Oeste. Dirigiéndose a los aposentos de la pareja real, el pasillo largo, enorme y bien adornado, lleno de adornos majestuosos, terminaba en dos rupturas, enormes marcos que apenas eran cubiertos por cortinas al estilo árabe color verde con hilos de oro, las cuales estaban cerradas, según aquellos prisioneros raptados por la guerra, la del lado derecho era una sala de estar que llevaba al jardín personal del consorte de aquel reino, y la enorme puerta de la izquierda llevaba a una escalera la cual se dirigía a las habitaciones reales.
Aquel hombre sonrió con malicia y subió las escaleras, impávido, con espada en mano, atento a cualquier movimiento en aquellos intensos e interminables escalones, las paredes esta vez eran de colores cálidos, pero aun así el frío abrazador calando en lo más profundo de sus huesos solo hacía que sintiese el deseo de acabar con todo aquello, y si había que hacerlo por las malas… Lo haría por las malas.
El padre de todos se había enterado hace unos días atrás, el nacimiento del tercer vástago del Rey que gobernaba aquel helado reino, Laufey Laufeyson. En sí, la noticia del nacimiento del príncipe de Jotunnheim fue una bomba en los nueve mundos, pues según los monarcas que habían tenido el privilegio de ver al pequeño en su presentación ante los nueve mundos, el infante era sumamente y en toda la extensión de la palabra, adorable. Pero no solo eso, ser el menor de dos Gigantes de Hielo de la misma sexualidad, no era algo que se veía muy seguido, se sabía que los Jotuns eran asexuales, pero aun así, no era muy seguido en aquel mundo el que dos hombres estuvieran juntos, pues las mujeres de aquella misteriosa raza eran de las más hermosas diosas * y preferían seguir viéndose heterosexuales, claro que de vez en cuando había una excepción.
Pero viéndolo bien, él cónyuge de Laufey, Farbauti*, era un joven altamente encantador, sensual, delgado, delicado, elegante y pequeño comparado con los demás Gigantes, con un cuerpo que casi daba la ilusión del de una mujer, de ojos grandes cuales rubíes y rostro fino, labios carnosos y de un tentador color rosado. Era la exacta tentación de todo aquel que le pusiera los ojos encima, y gracias a esto nadie se sorprende el porqué Laufey hubiera caído a sus pies y al mismo tiempo nadie se sorprende por la fina belleza de pequeño recién nacido, Loki Laufeyson.
Sí bien, la noticia del nacimiento del pequeño infante había sido tan sorprendente que se había llevado la atención de los monarcas que visitaban semanal a su primogénito, Thor Odínson, el cual ya poseía la edad de cuatro años era un completo encanto. Y eso era algo que no se podía dar el lujo de ignorar.
Simplemente no podía.
Al llegar a final de las extensa escaleras y caminar unos cuantos metros por el largo y enorme pasillo, al fin pudo encontrar la habitación real. Abrió la puerta golpeando la cerradura con su espada, haciendo que esta se rompiera y pudiera entrar, al ingresar pudo divisar a un joven de piel azul oceánica que rápidamente se había levantado de golpe de la cama, sorprendido.
— ¿Lauf…? — Fue un susurro desesperado que murió en sus labios. El joven jadeo sorprendido y temeroso al reconocer que aquel hombre no era su esposo… todo lo contrario.
Y Odín pudo deleitarse con la suave voz de aquel joven, aunque se encontraba distorsionada por la preocupación, seguía siendo una voz tan encantadora.
Sus grandes y atrayentes orbes rubíes cuales gotas de la más tibia y perturbadora sangre que le miraban con frío temor, el largo y a simple vista sedoso cabello azabache, rosando su trasero, amarrado en una coleta tejida baja, piedrillas doradas brillaban encaramadas de los lacios cabellos , dejando que el fleco callera irregularmente de lado, rosando su hombros en el proceso, su cuerpo cubierto de adornos de oro, un taparrabo de tela dorada, joyas esmeraldas y zafiros, era lo único que poseía junto a una capa de piel de oso polar residentes allá en Jotunnheim que cubrían su intimidad, preciosas pulseras y brazaletes que adornaban brazos y muñecas, sandalias de estilo tejido amarrada en sus pantorrillas de colores dorados y grabados divinos que brillaban con la luz artificial del candelabro de cristal arriba de ellos, que observaba como un testigo cada movimiento de nuestros personajes.
Observo con curiosidad la delgada figura, lo que más le llamó la atención era el pequeño bulto que protegía con sus delgados brazos, apegándolo con recelo en su pecho, cubierto por una abrigadora manta blanca con detalles de hilos dorado y esmeraldas.
“Me muero por abrazarte y que me abraces tan fuerte…”
*~…El ultimo arrullo …~*
El joven dio tres pasos hacia atrás, temeroso, mientras atraía aun más a hacía su pecho al pequeño bulto el cual, removiéndose un poco, se acurruco aun más en el pecho de su progenitor, balbuceando cosillas de manera tierna, volviendo a dormitar. Sonrió con malicia al encontrar el objetivo de aquella invasión en Jotunnheim y se acerco al joven, quien temblando, solo daba pasos hacia atrás.
— ¿P-porqué? ¿Por qué lo hace? N-no les hemos hecho nada, ¿Por qué profanas nuestro reino de esa manera tan cruel? ¡Obedecimos tal cual su alianza de paz! ¿Por qué derrama tanta sangre inocente? ¿¡Qué clase de monstruo eres!? ¿Cuál es tu propósito con esta guerra santa, Odín? —cada oración fue susurrada con pavor, de una manera dolorosa. Odín solo frunció el seño y empuño su espada, aun marchando hacía el joven quien se detuvo sobresaltado cuando sintió a sus espaldas la frialdad de la pared.
— Silenció insolente —Habló el mayor con rudeza—Ustedes bestiasinmundas, criaturas asquerosas, monstruos impuros que merecen perecer, y vivir en agonía, no deberían levantar la voz frente a un superior, vine desde Asgard solo con un propósito y si quieren salvarse y salvar a su reino es mejor que cooperes y me entregues a ese engendro que proteges con tanto fervor en tú pecho.
El joven monarca abrió sus de par en par cuando escucho esas maliciosas palabras salir lentamente de los labios del hombre en frente de él. ¿Eso era lo que quería lograr Odín con tantos destrozos? ¿Robarle a su pequeño? ¡¿Arrancarle de sus brazos a su adorado hijo menor?! ¡¿Con que fines?! ¿Es que ese hombre había perdido la cabeza?
Y Farbauti reconoció que estaba perdido, no poseía su daga para poder defenderse, el pánico hacía que no pudiese concentrarse y lograr planificar en su mente un hechizo coherente que le diese tiempo de escapar. Pero tenía que vivir, tenía que salvar a su bebé, sea como sea, alejarse de aquel hombre poseído por el mal. Abrió los ojos de golpe cuando sintió un suave temblor bajo sus pies proveniente de las que serían las escaleras, un rayo de esperanza creció en su pecho.
Odín se mantuvo en silencio, sin darse cuenta aún de la sutil manifestación debajo de ellos, se acerco en un movimiento rápido al joven el cual cerró los ojos fuertemente, apretando al pequeño contra su pecho, gimoteando el nombre de su esposo en un intento por invocar la presencia de su cónyuge.
Cuando sintió que Odín acabaría con él, en un movimiento rápido y elegante levanto su temblorosa mano derecha y la dejo extendida en el aire, murmurando unas palabras en su idioma natal, de su palma azulina emergió un brille cegador en un intenso color esmeralda, él monarca de Asgard fue expulsado hacía la pared contraría, atravesándola y haciéndole caer en la fría nieve.
— Maldita perra…— Murmuro Odín mirando a Farbauti con odio a través del agujero que ahora estaba adornando la pared, el joven viendo la posibilidad de escapar tomó un par me mantas de la cama a su lado y con una rapidez producida por el pánico huyó de la habitación—, ¡Regresa aquí! —Se levanto rápidamente y se encamino a la ruptura.
Las bombas y los gritos agonizantes, el fétido olor de la sangre derramada proveniente del exterior le calaban las orejas y el olfato, los cadáveres a adornando el suelo y la ahora impura nieve gracias a los tonos carmesí y azules de las sangres de ambas razas no hacían un escenario nada bonito, sino uno perturbante y horrible. Corrió hacía la ruptura de aquella estructura, chocando contra un cristal invisible, gruño enojado, era un maldito hechizo. Saco su báculo de la funda en su espalda y golpeo la invisible barrera, rompiéndola, ingreso en la fortaleza y recorrió los pasillos, atravesando el umbral de la puerta.
Al llegar al pasillo pudo visualizar como tres gigantes de hielo rodeaban a Farbauti, uno de ellos, que se notaba que era el mayor, le abrazaba. Uno de los que estaban a los lados de la pareja lo diviso, y avisó a los otros dos de su presencia, Odín los reconoció a todos, eran Laufey y sus hijos mayores, Býleistr el primogénito y Helblindi el del medio.
— Helbli —Llamó el mayor de la familia con dulzura a su segundo heredero, este lo miro esperando su misión—, lleva a tu madre al refugió, yo me encargaré de Odín —Susurró Laufey de una manera sombría las últimas cinco palabras. El joven solo asintió mirando al pequeño bulto que sostenía su progenitor en el pecho.
Y como todos los hermanos mayores, para Helblindi y Býleistr, la llegada de un nuevo inquilino a la familia los había emocionado de sobre manera, y no solo a ellos, Laufey estaba igual o más ilusionado que ellos, lo más gracioso, claro para Helbli, fue que cuando Farbauti hizo oficial su embarazo, Býle y Laufey cayeron a suelo con un golpe seco, desmayados y viendo angelitos por todos lados.
“Me muero por conocerte…”
“Ver en tus ojos mi mirada, cantar contigo al alba”.
“Crear, soñar, dejar todo surgir, aparcando el miedo a sufrir…”
Lo que les partió el corazón es que apenas y pudieron disfrutar de acariciar las pequeñas, regordetas y celestes manitas de su ahora hermanito, observar los grandes y preciosos ojos rubíes cubiertos de espesas y largas pestañas azabaches observar todo, bien abiertos, reflejando inocente sorpresa con cada cosa nueva que lograba descubrir visualmente, admirar las hermosas sonrisas inconscientes del pequeño recién nacido al ver objetos brillantes, escuchar los tiernos y de imposible entendimiento balbuceos que salían de los pequeños y delgados labios al despertar, disfrutar cada vez que Farbauti le cantaba tiernas canciones para que parara de llorar, sentado en el balcón de la habitación real, logrando con excito su objetivo.
Todo por culpa de los malditos Aesir, los dioses provenientes de Asgard, liderados por Odín, padre de todo, que los invadieron de la noche a la mañana sin razón aparente, pues ellos no habían cometido ninguna falta al trato de paz que había proclamado cuando Býle poseía la edad de 10 ciclos Jötnars -Y nótese que eso es mucho tiempo-.
— Madre…—Llamó Helbli tomando con delicadeza el hombro del joven que paseaba la vista en todos, examinándolos con miedo, miedo que se debía a la horrible idea de llegar a perderlos.
Farbauti estaba tan asustado que no podía emitir palabras, aun en su estado de shock a causa de todo este problema, no sabía con certeza que estaba pasando. Solo recuerda que estaba dando el biberón a Loki, mientras hablaba armoniosamente con su esposo quien le observaba con admiración la destreza maternal de cargar al infante y alimentarle sin errores. Después una bomba al costado del palacio, un temblor, y ahora una guerra desquiciada, con el objetivo de llevarse a su bebé.
— Býle — El sublime joven de largo cabello azabache amarrado por una coleta baja, levanto su fogosa mirada mirando a su padre con autoridad— Quiero que vayas al campo, distráelos lo más que pueda, aleja su atención de tu madre y tus hermanos. Como dije antes, yo iré contra Odín.
— Sí, padre —Se acerco a Farbauti y le deposito un beso en la mejilla, el joven acarició el oscuro cabello de su hijo mayor suavemente—, Dios vaya con ustedes madre—. Y acaricio la cabecita de su hermanito, tocó el hombro de su hermano y ambos se miraron fijamente a los ojos— Cuídate hermano, y cuídalos a ellos. —Susurró suavemente, el Helblindi solo asintió, Býle miro a su padre y se fue corriendo bajo la mirada triste de su familia.
“Me voy perdiendo en tus labios que se acercan susurrando, palabras que llegan a este pobre corazón… Voy sintiendo el fuego en mi interior.”
— Laufey…—Farbauti, mascullo de manera desesperada, no quería que les pasara nada. Tenía miedo, sabía que algo malo iba a pasar, y el mal presentimiento creció cuando sintió sobre él la inocente mirada de los ojos carmesí de su ahora despierto hijo menor, un dolor fuerte en el pecho, una mancha oscura que crecía a cada segundo sin pretender detenerse. El monarca de Jötunnheim capto su angustia y acercándose al joven murmuró:
— Obedece, Býle y yo nos reuniremos con ustedes cuando todo esto termine. Lo prometo. —Pronunció suavemente regalándole una sonrisa tranquilizadora antes de besarle con suavidad y acariciar la frente del pequeño infante que aun permanecía cómodo en los brazos del joven. — toma. — Y Laufey le entrego su preciada daga— Por si les llegan a separar. —Dirigió su mirada a el segundo de sus hijos— Helbli, ser fuerte hijo mío.
— Lo seré padre. — Y sin más Laufey dirigió su fogosa mirada hacía su consorte, y deposito en los encarnados y finos labios un beso, corto, pero con tantos sentimientos en el, a Farbauti se le aguaron los ojos, se separaron y dirigieron una última mirada, él monarca se dio la vuelta comenzando a correr hacía una de las ventanas, saltando por está, para encontrarse con el mal nacido que había provocado todo esto.
— Vamos papá—Helbli murmuro tomando de los hombros a Farbauti, quien con un suave murmullo hizo un hechizo que protegía a sus queridos hijos y amado esposo, prontamente en el brazo derecho de los tres predichos, justo en el hombro, apareció un símbolo, un lirio, su flor favorita, quedando él debilitado.
Helbli y Farbauti desaparecieron atrás de una puerta oculta que abrió el menor, esta conducía a un pasillo oscuro, del tamaño justo para que un gigante entrara si bajara la cabeza, cosa que tuvo que hacer el joven Jötun, Farbauti caminaba sin problemas, su estatura casi de Aesir le ayudaba mucho en alunas ocasiones.
Se encaminaron sin problemas por el interminable y angosto pasillo, él mayor conocía cada uno de los remotos rincones de aquel castillo, sabía de cada trampa en aquel pasadizo secreto, oculto en las misteriosas y engañosas paredes de la casa real, pasillo que siempre permanecía inundado de penumbra, hecho de bloques de hielo y piedra, Helbli quien iba adelante rosando con sus dedos en las paredes llenas de engañosas e indescifrables runas, se detuvo al sentir bajo sus descalzos pies el cambio de textura volviéndose ahora rustica y coloco su mano izquierda en la pared, murmuro palabras en su lenguaje original, presionando un poco, el bloque respondió al conjuro y las runas gravadas en el comenzaron a brillar, el objeto se hundió ante la presión ejercida y frente de ellos se abrió una puerta de roca dando paso a la claridad del exterior.
“Y ahora vuelvo a mirar, el mundo a mi favor… vuelvo a ver brillar la luz del sol…”