Prólogo
Hola, mi nombre es Harry Potter, alumno recién graduado de medicina. Tengo veinticinco años y desde hace casi cuatro que tengo de novio al chico más sexy, rubio, hermoso, egocéntrico y problemático que alguien podría conocer.
Nos conocimos cuando él entró a estudiar la carrera de Química y Farmacia en mi misma universidad y lo asignaron como mi compañero de piso. En ese momento yo estaba en segundo año y me costaba bastante seguir el ritmo, por lo que cuando entró a la habitación, yo estaba estudiando y no le presté mucha atención. Mala decisión, su ego no permitía que alguien lo ignorara. Todo empezó mal. Pero después de un año y medio de convivencia, entre discusiones, peleas y miradas asesinas, nos besamos y volteó mi mundo de cabeza.
Ya llevamos cuatro años juntos. Luego de que yo me gradué decidimos irnos a nuestro propio departamento y dejar la habitación de la universidad.
En ese momento empezaron mis problemas. Antes, en un lugar tan pequeño como el cuarto de universidad, no me había importado mucho su pequeña obsesión por mantener todo limpio y en un estricto orden, o tal vez yo en mi inocencia no me había fijado que siempre llevaba una botellita de jabón antiséptico y que gastaba por lo menos diez latas de aerosol desinfectante en un mes. O que si pensabas en mover unos centímetros algo, podría comenzar una discusión de horas. Pero ahora vivimos en un departamento real, con más espacio y muchas más habitaciones… Y sinceramente es un caos.
Yo no soy que digamos muy ordenado, y él podría estar todo el día detrás de mí criticando mi orden, limpieza e higiene. Realmente no sé cómo no me di cuenta antes. Digo, lo amo con locura pero me está, literalmente, volviendo loco. Y a todo esto se le suma el hecho de que estoy desempleado aún, cosa que él odia profundamente porque me quedo en casa a desordenar y no aporto en nada.
Oh, y aunque no lo crean, este último tiempo ha estado aun peor. Sí, como lo oyeron, ¡PEOR! Bueno, hace unas semanas, nos dieron la ¿buena nueva? Está embrazado.
Oh, créanme cuando les digo que jamás lo vi tan molesto. No es que le molestara que tuviéramos un hijo, sino que simplemente le molestaba TODO, estaba furioso conmigo por no preocuparme de los anticonceptivos, estaba furioso porque aún le quedan dos años para terminar su carrera y va a tener que dejarla por un tiempo, estaba furioso porque no había alcanzado a ordenar la cama esa mañana y había dejado mis trastos del desayuno en el fregadero… En resumen, ese día, mi hermoso rubio podría haber matado al mundo sin sentir culpa, y hubiera sido feliz si el primer muerto hubiera sido yo.
Después de días de ley del hielo, de horas limpiando suciedad inexistente y de ruegos, volvió a hablarme. Aunque más que hablarme, fue un monólogo de críticas, insultos, gritos y al final, un llanto descontrolado, que me hizo olvidar toda la desesperación que sentía hacia su obsesiva personalidad. Por cierto, ya les dije que lo amo, ¿no es así?.
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