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El dulce sabor. por Alabama Now

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Notas del capitulo:

Saludos a todas !!!

Como han estado despues de tanto tanto tiempo? Espero que muy bien. 

Me he propuesto la meta de continuar con mis fics abandonados, pues me hacia muy feliz escribirlos y recibir sus comentarios. Este fic en particular merece ser terminado, porque es emocionante y poco comun. 

Espero les guste y disfruten este pequeño capitulo.

Gracias por leer 

Perdido

 

Sentía los distintos pares de manos pasearse sobre su cabello y su rostro con maestría. Estaba en el set de grabación de un drama, en el estudio de la productora principal de la ciudad. Habían terminado de filmar una de las escenas y ahora le estaban retocando el peinado y el maquillaje para continuar con el rodaje de ese día. Solo dos escenas más y se daría por finalizada la tarea de esa tarde, estaba bastante cansado y todo lo que quería era poder relajarse sin pensar en nada mas que no fuera lo que iba a comer esa noche. Lanzó una mirada de reojo a su coprotagonista que estaba a su lado, y la descubrió mirándole. Las pálidas mejillas de la chica se encendieron y rápidamente volvió la vista. Itachi rio internamente.

 

La timidez era algo que detestaba en las chicas y en los donceles. Que se hicieran pasar como que no habían roto un plato, que tuvieran ese aire de inocencia ridícula, que no fuesen capaces de tomar las riendas de la situación y exigir lo que querían. Esa gente le fastidiaba, la gente débil y sumisa. Una sonrisa de medio lado afloró a sus labios recordando a cierto doncel que conocía que era todo lo contrario a lo que odiaba. Un rubio personaje de enorme sonrisa y traviesos ojos azules que había hecho con él lo que había querido. Un joven que no tenía reparo en arrinconarle en cualquier esquina y besarle, que jugaba a las escondidas descaradamente, que le ponía en aprietos con sus desvergonzadas manos. Un doncel que no era nada de inocente ni tímido.

 

Un doncel rubio que llevaba un año siendo el novio de su hermano menor.

 

El suave tacto de la brocha de maquillaje que se pasó por su nariz fue una distracción muy pobre para el sentimiento de culpa que reculaba bajo su pecho. Naruto Namikaze era su vivo objeto de deseo, tan endiabladamente hermoso, tan jodidamente descarado, tan malditamente perfecto. Nunca podría evitar la irracional locura que se apoderaba de él cada vez que veía a ese muchacho de dieciocho años rondando a su alrededor, con aquellos pantalones cortos de ese desquiciante uniforme. Casi siempre en la mansión Uchiha, junto a su hermano, jugando videojuegos. O devorándole la boca a Itachi en cualquier rincón donde Sasuke no pudiera descubrirlos.

 

La puerta del estudio se abrió dejando entrar a Hatake Kakashi, el asistente del presidente de la productora. Venía con su rostro oculto bajo una máscara curiosa y acompañado con un muchacho. Cual fue la sorpresa del Uchiha al ver a un lado del adulto la delgada figura de Naruto. Venía con esa sonrisa maravillosa, mirando con sus ojos imposiblemente azules todo con la atención y la curiosidad digna de un niño. Todo el equipo de grabación saludo cálidamente al adolescente, haciendo las debidas reverencias al hijo del dueño de la productora. Itachi sintió la boca repentinamente seca. No veía al menor desde hace un mes, cuando al finalizar la graduación de él y su hermano, había sido arrastrado por el rubio a un baño del salón de banquetes y había sucumbido al insaciable placer de su cuerpo. Venía con un sweater color turquesa, que le venía ligeramente grande y le caía coquetamente por un hombro. Y allí estaban de nuevo unos endemoniados pantalones cortos de tela vaquera, que dejaban todas las hermosas piernas a la vista, con unas botas de montar altas hasta las rodillas y llenas de cordones para amarrarlas.

 

Cuando los ojos de Naruto se toparon con los negros de Uchiha, le dedicó una sonrisa de lo más insinuante y fue caminando con seguridad hasta donde estaba su cuñado.

 

-¡Itachi! - le dijo con alegría. - Me alegra ver que no me perdí tu filmación. - como única respuesta recibió un asentimiento de cabeza del más alto.

 

-Joven Naruto, no podemos entretenernos mucho tiempo. - dijo Kakashi.

 

-Eres un aguafiestas. - exclamó el mencionado haciendo un puchero de lo más adorable al tiempo que se cruzaba de brazos. - He venido a ver a mi adorado Itachi y ya quieres sacarme de aquí. -

 

-Tenemos que ver un par de cosas más. - Le dijo con tono serio el mayor, sin conmoverse en lo más mínimo por la expresión enfurruñada del rubio.

 

-Está bien, está bien. - se rindió el menor.

 

Se acercó en dos pasos hasta Itachi bajo la atenta mirada de todos los presentes, y le hizo una seña para que este se acercara a su rostro, puesto que tenían una diferencia de estaturas de poco más de una cabeza. El pelinegro no tuvo que pensarlo siquiera. Siempre había cedido con una facilidad increíble ante cualquier capricho que le exigiera el joven doncel. Siempre, desde que aquel ridículo juego entre ellos había comenzado. Naruto se puso ligeramente de puntillas y le estampó un sonoro beso en la mejilla. Para luego susurrarle con voz insinuante al oído:

 

-Es una lástima no tener unos segundos a solas. -

 

Veloz y orgulloso se separó de un serio Uchiha que recobró la postura, y camino hacia Kakashi quien lo acompañó hasta la puerta de salida del estudio de filmación. Vaya frase. Siempre tan descarado, sin siquiera importarle que todo el grupo de filmación estuviera viéndolos, moviendo insinuante las piernas al caminar, despertándole los deseos hambrientos en el bajo vientre por aquel suave susurro. El moreno lo siguió con la mirada, con la tonta esperanza de verlo voltearse, de poder apreciar su cara con aquel gesto travieso, aquella sonrisilla triunfante. Y se sintió estúpido al decepcionarse cuando el rubio desapareció por el pasillo.

 

Sin importarle que el resto del equipo, incluyendo su coprotagonista, le estuvieran observando con ojos curiosos, dejó que las chicas de maquillaje arreglaran unos últimos toques antes de continuar con la filmación de la siguiente toma.

 

Cerró la puerta de su camerino con el ceño fruncido por el cansancio. La última escena se había alargado más de una hora porque las luces parecían no estar satisfaciendo al director con su intensidad. Se quitó la chaqueta de etiqueta de la vestimenta del drama y la tiró sobre el pequeño sillón del cuarto. El diminuto recinto debería tener apenas un par de metros cuadrados, con un tocador lleno de luces y utensilios para los estilistas, colgadores con ruedas a rebosar de ropa para el drama, un baño, un sillón para dos personas y una mesita de café con la cafetera encendida y un par de tazas. Agradecidamente todo estaba impecable. La productora Namikaze le encantaba el orden y el control, a pesar de que su propio dueño era bastante descuidado.

 

La blanca mano de Itachi se enredó en sus negros cabellos y se rascó la cabeza. Estaba agotado de pensar, más que por el trabajo. La inesperada visita de su tortura personal de ojos azules, le había desconcentrado. Incluso se le habían olvidado un par de líneas de su dialogo, sorprendiendo a sus compañeros que estaban acostumbrados a la perfección de su trabajo. Se miró al espejo del tocador desde esa distancia, la habitación olía extrañamente dulce, como a caramelo. Dirigió una mano al nudo de su corbata con la intención de desatarlo, pero apenas si le dio un par de tirones que sintió la puerta a su espalda abrirse sin haber llamado antes. Se volvió en redondo viendo a la menuda persona que se apoyaba en la blanca puerta que había vuelto a cerrar, sus ojos negros mostraron un leve destello de desconcierto.

 

-Siento la interrupción. – dijo una voz vetada por la vergüenza. El flequillo castaño le ocultaba el rostro a la pálida chica que se había metido a su camarín sin permiso. Sin embargo, el aun pudo notar las pequeñas orejas que sobresalían del cabello, rojas.

 

-¿Se te ofrece algo, Mizuki? – pregunó el pelinegro dando por interrumpida la tarea de quitarse la corbata.

 

La chica levantó el rostro y lo miró directamente a los ojos. Uchiha la observó sin expresión alguna. Su coprotagonista en el actual drama era bastante bonita si podía calificarla de algún modo. Los programas de farándula y las revistas la habían ensalzado mucho diciendo que era una gran belleza, pero para el pelinegro no era muy diferente de tantas mujeres del espectáculos. Cabello brillante como una cortina de seda lisa, larga y castaña; hombros pequeños, piernas largas, tan alta como para llegarle a la nariz sin tacones, delgada y pálida. Nada impresionante, nada diferente. Los ojos negros vieron como la mujer, presa de un temblor nervioso, se le acercó hasta que estuvo frente a él.

 

-Yo…- comenzó a decir con un hilo de voz. – hay…hay algo de lo que quería hablar contigo, Itachi. – el mencionado no dijo nada, no enseñó la menor expresión en su rostro. Pero sus ojos negros fijos en ella y el hecho de que no se había apartado a pesar de su cercanía, la animó a continuar. – Desde hace un tiempo… bueno… - volvió a sonrojarse con violencia y bajó la mirada con timidez. – Perdón, esto es difícil. – se sujetaba las manos, retorciéndolas con nerviosismo. – Yo… quería decirte… quería decirte que…me gustaría que salieras conmigo. – dijo rápidamente.

 

Se hizo un denso silencio. Itachi solo alcanzó a parpadear perplejo, completamente descolocado con la ridícula confesión. La mayoría de palabras que había intercambiado con esa chica eran las líneas de sus guiones. Quizás dos o tres veces le había ofrecido llevarla a casa, ya que vivían cerca, pero habían sido viajes fugaces en silencio. No, no había ninguna posibilidad. Se le vino a la cabeza la imagen de Naruto, tan diferente a esa alta mujer que estaba frente a él. Y recordó la imagen de los coquetos ojos que le había dicho sin el menor sonrojo o pudor que le gustaba, hace tres años atrás, con esa seguridad que hasta le había parecido cómica. Lo sentía por la chica pero nada de ella le atraía en lo más mínimo, nada. La muchacha solo estaba allí, con la mirada baja escondiendo medio rostro tras el flequillo, esperando.

 

-Lo siento, Mizuki. – le dijo. – No estoy interesado. – no es como que quisiera ser dulce, pero hasta a él le sonó desagradable su voz.  Los ojos castaños de la chica lo enfrentaron.

 

-Pero… -

 

-No eres de mi tipo, lo siento. – le aclaró moviendo el adolorido cuello hacia un lado. – Ahora, si me disculpas, estoy muy cansado. –

 

-¿Yo no soy tu tipo? – le dijo sorprendida, con el ceño fruncido. - ¿Me estas tomando el pelo? –

 

La reacción le llamó la atención, la chica aun tenia las mejillas sonrojadas, pero parecía ofendida con sus palaras, como si le pareciera inconcebible que alguien no la tomara en cuenta.

 

-Dame una oportunidad, Itachi. – le dijo ella y se atrevió a ponerle una mano sobre el pecho. El calor del tacto le hizo fruncir el ceño al más alto. – Tú y yo somos los actores más famosos en este momento, nos va a ir bien. Solo una oportunidad. Sé que puedo lograr que te guste. –

 

En serio trato de evitarlo, quiso evitarlo, pero el aire se le escapó traicionero de los labios al emitir su sonrisa de medio lado, ahogando la risa. ¿Gustarle? ¿Esa escuálida y larguirucha chica gustarle? Era ridículo, casi cómico.

 

-Estás perdiendo tu tiempo. – dijo el pelinegro. – Ahora vete, estoy cansado. –

 

-¿Hablas en serio? – le dijo ella, con la mirada ahora enojada, ofendida. - ¿Me estas rechazando? – la idea le parecía tan irreal que al pelinegro lo sentía hasta divertido. - ¿Te estás viendo con alguien más? ¿Es eso? –

 

-Mira, piensa lo que quieras. Tú no eres mi tipo, no hay absolutamente nada en ti que me atraiga. – tomó de mala gana la mano que aún seguía en su pecho y la apartó con poca delicadeza. – Deja de humillarte y vete. –

 

Ni siquiera verla derrotada, con los ojos brillantes guardando lágrimas, y los finos hombros encogidos le hizo conmoverse. Le había agotado la poca paciencia. No entendía aquel egocentrismo infundado. Mizuki se creía hermosa y perfecta, pero solo porque los demás se lo decían, no porque ella estuviese segura de ello. Era tímida, delicada, sumisa. No podía ver más en ella que una buena actriz, quizás lo suficientemente buena para sobresalir en algún futuro. Cuando la puerta del camarín volvió a cerrarse tras la chica castaña, soltó un suspiro cansado y se acarició la nuca, en un intento de aliviar la presión. Se dirigió hacia el tocador y se miró el rostro con atención, al tiempo de volver a tratar de deshacerse de la corbata.

 

Y una traviesa risita llenó el ambiente.

 

Se irguió como si una corriente eléctrica le golpeara la espalda, y se volvió de inmediato al tiempo que la musical risita se volvía una carcajada burlona y divertida. Miró a su alrededor y no vio nada, hasta que las prendas colocadas en el colgador de pie se movieron y corrieron hacia el lado por una mano. De entre las ropas que en su mayoría eran trajes elegantes y camisas, salió la espigada figura de Namikaze Naruto. Bajo la mirada sorprendida del pelinegro el rubio se le acercó, sujetándose el vientre con una mano, intentando detener las carcajadas que le adornaban el rostro.

 

-¡Oh Dios! – exclamó sin poder parar de reírse. – Eso ha sido taaaaan triste. –

 

-¿Naurto? – preguntó el mayor desconcertado. - ¿Qué haces aquí? – pero luego se le ocurrió otra idea más preocupante. - ¿Hace cuánto…? –

 

-¿Hace cuánto estoy aquí? – preguntó, dejando salir los últimos retazos de risa. – Hace varios minutos. Me alegra no haber salido antes. Ha sido en extremo divertido. –

 

Allí estaba, con esa sonrisa increíble y los ojos brillantes por la risa. La comparación con Mizuki era casi hilarante. Naruto era bajito, incluso para un doncel, si se acercaba como mucho le llegaría hasta el pecho. Tenía la piel del color de la miel clara, el cabello rubio corto y los ojos escandalosamente brillantes. Sus movimientos eran fluidos, serpenteantes, con esa seguridad de quien sabía que era dueño del mundo, que el resto se postraría a sus pies con una sola mirada, no necesitaba que nadie se lo dijese.

 

-Me alegra que te parezca divertido. – fue todo lo que comentó el moreno y se volvió para mirarse al espejo.

 

-Muy, muy divertido. – aquella voz ronca de diversión le llamó la atención, apenas si notó lo cerca que estaba Naruto de él cuando la corbata que aun llevaba al cuello dio un tirón y lo hizo volverse violentamente. El rubio tenía aquella sonrisita triunfante y coqueta, el rostro levantado apenas a unos centímetros del otro. – Y dime, mi querido Itachi. – le susurró. - ¿Esa chica no es tu tipo? – soltó una risilla. - ¿Y quién es tu tipo? -

 

La única respuesta que recibió fue la boca de Uchiha que se apoderó de la suya en un fiero movimiento y como rodeó su cintura con los brazos pegando el cuerpo más pequeño al suyo, con tantas ansias que el rubio tuvo que ponerse de puntillas. El aroma dulce golpeo a Itachi, y el sabor a caramelo le exploto en la boca al enredar su lengua con la de Namikaze. De allí provenía aquel aroma azucarado que había sentido al entrar al camerino. Los suaves labios del muchacho se movían con agilidad sobre los propios y la lengua con sabor a dulce jugueteaba con el empujándola con tal fiereza que sentía que se iba a quedar sin aire antes de lo previsto. Las blancas manos del pelinegro se movieron ansiosas acariciando la espada del otro, presionando con fuerza, queriendo retener al rubio entre sus brazos todo lo que pudiera.

 

Un mes eterno. Un largo y tedioso mes había pasado desde la última vez que había besado aquella boca con la que soñaba en las noches, que le quebraba de culpa el pecho porque sabía que no era suya, que los labios que adoraba no eran solo para él. Sino que eran de su hermano.

 

La mano de Namikaze que sujetaba la corbata tiro un poco más de la prenda, para evitar que su dueño se separara. La otra mano del menor había subido rauda a la nuca del más alto y se había enredado en ese precioso pelo negro. Con el cuerpo firmemente pegado al más alto comenzó a avanzar metiendo una pierna entre las otras, rozándose con descaro. Sonrió cuando Itachi dio un paso hacia atrás. Volvió a repetir el movimiento dos, tres veces más, hasta que el cuerpo de Uchiha chocó contra el tocador. El rubio sintió como las traviesas manos de su cuñado habían bajado sin vergüenza hasta moldear su trasero con deseo mal reprimido. Se separaron en un intento de recuperar el aire perdido, y aun así el menor no dejo que el actor alejara su rostro del todo, obligándole a respirar su mismo aire.

 

-¿Crees que yo pueda ser tu tipo? – dijo el rubio en un susurro para luego lamer con descaro la barbilla del mayor. - Solo venía a jugar contigo un rato, me he aburrido de forma increíble en la oficina de mi padre. – movió las caderas rozando las del otro, provocando que los ojos negros se entrecerraran con deseo. – Pero he presenciado algo fascinante. Itachi Uchiha haciendo de malo de la película con una pobre chica. –

 

-¿Hubieses preferido que saliera con ella? – le dijo con malicia el moreno, sonriendo de medio lado.

 

-Me ahorrarías tantos problemas si salieras con esa chica, Itachi. – posó los labios contra el cuello del mayor, rozándolos con cada palabra. El pelinegro frunció el ceño borrando todo rastro de diversión de su rostro. Le habían dolido aquellas palabras. ¿Prefería Naruto que estuviese con alguien más? ¿Tan poco le importaba que le daba igual si se acostaba con otras personas? Pero las siguientes palabras fueron un bálsamo para el enojo que estaba creciendo en su interior. – Pero no me gusta compartir lo mío. Y hasta donde yo sé, tú eres solo mío. –

 

-¿Solo tuyo? – repitió divertido el mayor al tiempo que apretaba con más fuerza esas nalgas redondas y firmes entre sus dedos.

 

-Solo venía a jugar… - su voz sonó reprimida, débil. – Me ha encendido como un loco verte rechazar a esa mujer, Itachi. – la voz ronca, rota por el deseo.

 

El pelinegro sintió la explosión de la excitación de golpe por esas palabras. Naruto gimió bajito al sentir de pronto la erección de su compañero crecer y presionarle el vientre. Salió de su escondite en el blanco cuello y miro a los ojos a Itachi. Y se derritió ante aquella mirada, tan velada de hambre, de deseo, que las pupilas habían desaparecido por completo de lo dilatadas que se encontraban, fundiéndose con las oscuras irises. Por un segundo su mirada se desvió, azorado por lo que provocaba en el mayor. Se sentía tan adorado por aquellos ojos negros, tan anhelado que podía sentirlo en cada una de sus terminaciones nerviosas. Y era esa admiración hacia él lo que le alimentaba el ego y el alma, alimentaba sus caprichos y el hecho de que supiera que podía obtener todo lo que quisiera. Si. Le había vuelto loco ver a Itachi rechazando a una mujer que se consideraba una belleza increíble. Le había pateado el orgullo al pensar en la posibilidad de que el pelinegro le dijese que sí. Y le había reventado el pecho de satisfacción al ver la poca delicadeza que había usado para evitarla. Pensar en que esa hermosa actriz había sido despachada sin cuidado y que ahora él provocaba un deseo devorador en el pelinegro, no hacía más que alimentarle el ego y hacerlo increíblemente feliz.

 

-¿En qué estás pensando, pequeño diablillo? – preguntó el mayor esbozando una coqueta sonrisa de medio lado. Había notado la expresión azorada del rubio, y como esta cambiaba al chocar con sus ojos y como el menor se mantenía absorto mirándolo.

 

Naruto dio un brusco tirón a la corbata que tenía en sus manos y estrelló la boca del mayor con la propia. ¿Diablillo? Pensó divertido. Era un apodo muy acertado para él. Abrió los labios, invitando a la lengua contraria a entrar en su boca y disfruto cada segundo de las húmedas caricias. Los labios de Itachi eran increíbles, suaves, se abrían lo suficiente, no se fruncían, húmedos. Con esa condenada colonia que le volvía loco. Las blancas manos del más alto soltaron su trasero y fueron subiendo con cuidado, llegando hasta el borde del sweater que llevaba, sintió la punta de los dedos acariciando la piel que encontraba a su paso. Movió las caderas con fuerza, emitiendo un jadeo ahogado cuando se rozó contra el muslo del Uchiha. Esa lengua que lo saboreaba con deleite le estaba quitando el aire, le impedía pensar con claridad, estaba haciendo que le hirviera la sangre.

 

Soltó la corbata con delicadeza y puso ambas manos sobre el pecho del actor, fue bajando con cuidado, sintiendo bajo las palmas aquel pectoral firme, los definidos músculos del abdomen, hasta encontrar finalmente el cinturón que sujetaba los pantalones del pelinegro. Sonrió un segundo y entonces su boca se reveló. Atacó sin compasión a la otra y su lengua se introdujo con violencia en la boca del pelinegro, saqueándola con ferocidad, sorprendiendo al mayor. Con la agilidad de sus delgadas manos, Namikaze abrió el cinturón en dos simple tirones y sujetó con firmeza el botón del pantalón. Se deshizo de él y bajó el cierre con la lentitud que sabia provocaba al mayor. Se separó de aquella boca adictiva y lamió los labios del pelinegro una ultima vez antes de alejarse.

 

-Has hecho muy bien tu papel hiriente con esa mujer. – le dijo en un sensual ronroneo. – Creo que te mereces un pequeño regalo. –

 

Levantó las manos y empujó al moreno hasta que este apoyo ambas manos sobre el tocador. Luego le besó fugazmente los labios y le sonrió de forma coqueta, antes de dejarse caer hacia el suelo y agacharse frente al otro. Con aire juguetón acarició el borde del pantalón, hasta sujetarlo y darle un par de tirones para que la prenda se dejara caer sola hacia el suelo. Bajo la mirada atenta de los ojos negros, Naruto puso toda su atención en ese bulto escondido por la ropa interior, que parecía crecer más a cada segundo. Posó mimosamente la mejilla sobre aquella parte que desprendía un impresionante calor y cerró los ojos al tiempo que soltaba un suspiro.

 

El aroma masculino de Itachi era grandioso, embriagante. Se apartó y con decisión tomó los boxers y los bajó con brusquedad. Ya no podía aguantar su propia excitación por más tiempo, solo tenía deseos de hacer añicos la cordura del pelinegro. El miembro blanco y sedoso como el marfil quedo frente a sus ojos azules, se le hizo agua la boca. Una de sus manos abarcó la longitud del moreno y comenzó con una ascendente caricia, era tan caliente y firme. Levantó la mirada y vio como Uchiha tenía los ojos negros brillantes entrecerrados de placer mientras el subía y bajaba su mano, puso algo de presión en la punta y sonrió divertido al escuchar el jadeo que escapó de su boca. Volvió su atención al pene tibio entre sus manos y con mimo le dio una larga lametada en aquella punta ligeramente húmeda.

 

Ver aquella cabeza rubia perdida entre sus piernas era lo más increíble que había en el mundo, pero la convulsión de placer que sintió bajo aquella lengua cálida casi  lo desarmó. Namikaze pasó a lamer toda la longitud de su cuñado, desde la punta a la base y viceversa. Embriagado por aquel sabor lo engullo por completo, metiéndolo en su boca con deleite. Todos los nervios de Itachi parecieron enviar una fuerte descarga hasta su entrepierna en el momento en que se vio envuelto en la calidez de la boca de Naruto. Nada en el mundo podría compararse con eso, con tener a ese descarado jovencito arrodillado frente a él, con sus hermosos labios alrededor de su miembro.

 

El vaivén fue lento en un principio, con la lengua juguetona acariciando la longitud que saboreaba. Namikaze alzó los brillantes ojos azules y miró divertido al pelinegro. Una mano juguetona acarició sus muslos, arañándolos levemente, llegando a la ingle y comenzando a acariciar los testículos del mayor, mientras el rubio aceleraba sus movimientos. Los jadeos de Itachi escapaban de entre sus labios, incapaz de contener los espasmos que esa boca y esa mano le estaban provocando. Sentía el pulso desbocado y comenzaba a tener muchísimo calor. Sus manos blancas se aferraban con violencia al tocador, en un desesperado intento de mantener el equilibrio. Y no pudo ocultar el gemido que se le escapó cuando el rubio tomó todo su miembro hasta su garganta, pegando el rostro completamente en su vientre.

 

Naruto repitió el movimiento, una, dos, tres veces, hasta sentir como la mano del moreno viajaba a su cabeza y le aferraba los rubios cabellos, buscando una manera de detenerle, sintiendo el final cerca. Excitado como estaba por saberse deseado por Uchiha aceleró sus movimientos, quería desesperar al mayor y desarmarlo por completo. Destruirle la cordura por como el pelinegro destruyó la suya hacia tanto tiempo ya. Succionó con fuerza hasta escuchar gemir al más alto y lo sintió, aquel tibio liquido explotar en su boca y llenarla. Se quedó quieto, sintiendo los espasmos del otro en su boca hasta que este le soltó el cabello, separando uno a uno los dedos enredados en los mechones rubios. Se separó del mayor, tragando toda la esencia, limpiándose los labios con la punta de los dedos.

 

De un brusco tirón en su brazo Uchiha levantó al menor y cambio posiciones con él, empotrándolo contra el tocador y besándolo con tanta hambre que el menor se sintió desfallecer. Namikaze enredó sus manos en los largos  cabellos negros, sintiendo como los dedos del mayor se colaban bajo su sweater y acariciaban sus pezones. Soltando un jadeo echó la cabeza hacia atrás dejando al pelinegro libre acceso a su cuello. Estremeciéndose cuando sus dientes rozaron su clavícula. Una mano se dirigió a sus pantalones cortos a desabrocharlos y colarse bajo su ropa interior, arrancándole un gemido que no fue capaz de contener. Uchiha miró a los ojos a su pecado personal. Y se maldijo porque no encontraba en él nada que no deseara. Desde su cabello revuelto, los labios húmedos y las mejillas sonrojadas. Ese descarado jovencito lo estaba volviendo loco.

 

“Me estas destruyendo” fue lo que pensó Itachi, mientras volvía a tomar esa boca con fiereza.

 

Estaba en su apartamento con la música llenando el ambiente, preparado para dirigirse a la cocina y preparar algo rápido para cenar. La filmación de esa tarde no se había extendido tanto, puesto que ya estaban llegando a las escenas finales del drama, solo filmaban los cuadros precisos. Vivía lo suficientemente cerca del lugar de grabación que había podido irse caminando, así que apenas el director dio por finalizada la sesión huyo lo más rápido que pudo. Últimamente Mizuki, su coprotagonista, intentaba invitarlo a salir después de cada filmación y ya estaba harto. Pensaba que con su primer rechazo se marcharía, pero no hallaba como quitársela de encima. Solo quería que el bendito drama terminara.

 

El timbre detuvo su camino hacia la cocina. Eran casi las once de la noche, una hora muy poco adecuada para recibir visitas, pero por los golpes insistentes que se escucharon debía ser algo importante. Nada más abrir la puerta un borrón rubio se le echó encima, abrazándose a Uchiha como si fuese una lapa pegada al pecho. Su tortura personal y traviesa había llegado y se había tirado sobre su presa con toda  la confianza de quien se sabe bien recibido.

 

-¡Hola, Itachi! – exclamó el menor, levantando el rostro y plantándole un casto beso en los labios al pelinegro.

 

-¿Naruto? – fue todo lo que pudo decir por la sorpresa.

 

-Asi es. ¿Esperabas a alguien? –

 

-No, no esperaba ninguna visita tan tarde. – reconoció el mayor. El rubio soltó una risita y liberó a su presa para adentrarse en el apartamento con toda confianza.

 

-He venido a celebrar contigo. – Naruto levantó su mano derecha en la cual tenía una botella de una carísima champaña adornada en el cuello con un moño. - ¡Vamos a celebrar por tu primera película internacional! – exclamó emocionado.

 

-¿Quién te lo ha dicho? – preguntó el mayor con una sonrisa de medio lado por la alegría de su invitado.

 

-Mi padre, por supuesto. – Namikaze dejó la botella en la mesita de centro. – Ha dicho que no esperaba menos de ti y que está feliz pues subirás sus producciones por los cielos. –

 

El pelinegro no pudo más que asentir. Lo cierto que apenas se lo habían anunciado esa mañana. Un director internacional le había pedido que participara en un nuevo filme, un proyecto ambicioso que requeriría una temporada fuera del país, por lo que también había que hablarlo con su actual jefe, Namikaze Minato, quien al recibir la noticia no había hecho más que felicitarlo y abrazarlo con un cariño fraternal al que Uchiha estaba muy poco acostumbrado. Aun no había tenido tiempo de decírselo ni siquiera a sus padres, pero la única opinión que realmente había estado esperando, estaba parado en su sala, mirándolo con esos ojos azules divertidos.

 

-También me ha comentado que deberás irte una temporada, así que he decidido venir a saludarte cuanto antes. – se acercó al moreno con pasos insinuantes. – Debo aprovechar cada segundo que me queda. –

 

-¿Y a ti nadie te dirá nada porque hayas salido tan tarde? – cuando estuvo el menor cerca, Itachi le rodeó la estrecha cintura con los brazos.

 

-Claro que no. – Naruto inflo sus mejillas algo molesto. – Puedo salir de mi casa cuando quiera, ya no soy un niño. –

 

-Déjame dudarlo. – se burló el mayor al tiempo que se inclinaba y besaba los labios del rubio, en una caricia suave y superficial.

 

-Ve, trae las copas. – le dijo el menor apartándose de él. – Aprovechemos que la champaña esta fría. – Obediente, como solo podía serlo con Namikaze, el pelinegro se retiró a la cocina.

 

-¿Has terminado tus trámites para la universidad? – preguntó despreocupadamente Uchiha.

 

-Claro que sí. – escuchó desde la cocina. – Ahora que el cruel de tu padre ha alejado a Sasuke de mí por todo un mes, el tiempo me sobra. – dijo con un deje nostálgico en la voz.

 

Itachi detuvo por unos segundos sus movimientos al abrir una gaveta. Hacia dos semanas que no sabía nada del rubio, después de su ardiente encuentro en su camerino. Supo días después, en una cena familiar que Fugaku se llevaría a Sasuke por todo un mes a Inglaterra con la esperanza de que este viera una extensión de la empresa allá para poder tomar el mando en algún minuto cuando terminara los estudios. Sin saber cómo le sentaría a Namikaze la noticia, ahora percibía con claridad que no estaba feliz. Itachi había guardado la ridícula esperanza de que una vez libre de su hermano el rubio pasaría más tiempo con él, pero no había sido así. Ni siquiera se había paseado por la productora en las casi dos semanas que su hermano no estaba.

 

El sonido de una musiquita lo trajo de nuevo a la realidad, para luego escuchar como el rubio respondía con una exclamación feliz al llamado. No tenía ni que preguntar de quien se trataba, sabía que era su hermano.  Con las copas en la mano, igual que un mocoso, se quedó en la puerta de la cocina escuchando a escondidas.

 

-¿Por qué no me has llamado en todo el día? – le recriminó el rubio a su novio. -¿Estas muy ocupado? ¿Muy ocupado para mí? – se acercó al enorme ventanal de la sala de su cuñado y apoyó un hombro en el vidrio, perdiéndose en la imagen de la inmensidad de la ciudad con sus luces. – Te extraño, Sasuke. – le dijo bajito. – No, no lo entiendo. Ha sido una crueldad de tu padre llevarte tan lejos. Esperaba que me acompañaras a realizar los trámites de la universidad. – luego de una pausa, en la que el mayor supuso que su hermano le daba las debidas explicaciones a su novio, este salió de la cocina, anunciando su llegada. – No es divertido. No… - dudó un minuto, sin ser consciente de la presencia de Itachi a su espalda. – No sabes lo que es estar sin ti. – con un suspiro resignado respondió: - y yo a ti. Solo vuelve pronto. – y cortó la llamada.

 

Hizo chocar las copas con intención en su mano para llamar la atención de Naruto, quien parecía momentáneamente triste. No lo entendía. Nunca podría entenderlo por completo. Esos irracionales celos que tenía a la altura del pecho, cada vez que era testigo del profundo cariño que el rubio profesaba a su hermano menor. ¿Por qué entonces le perseguía a él? ¿Por qué jugaban a las escondidas de esa manera si existía Sasuke? ¿Si ninguno de los dos quería lastimar al menor de los Uchihas? No lo sabía, como tampoco sabía porque cedía con esa facilidad a cualquier orden o deseo del rubio.

 

-¿Mi hermano? – preguntó Itachi tratando de romper el hielo.

 

-Si, el muy idiota no me ha llamado en todo el dia. – dijo cruzándose de brazos y caminando hasta el sofá para dejarse caer con la elegancia de un príncipe.

 

-Están en el extranjero, quizás las horas no coinciden. – el mayor dejó las copas en la mesa y procedió a abrir la champaña, que hizo un fuerte POP.

 

-No me importa. – exclamó encaprichado Namikaze. – Y ya no quiero hablar de esto. –

 

Con una risita Uchiha sirvió ambas copas y se sentó a un lado de Naruto. Hicieron un salud por la celebración y conversaron unos minutos sobre lo que el mayor sabia de la nueva película y luego sobre los planes del rubio para sus estudios universitarios. En un momento el menor recibió un mensaje en su teléfono, lo leyó en silencio y luego dejó el aparato en la mesa. Se bebió de golpe la copa que había sido rellenada hace poco y también la dejo junto al teléfono. Con un rápido y elegante movimiento se sentó a horcajadas sobre su cuñado y le hecho los brazos al cuello al tiempo que le asaltaba en un beso impúdico y visceral.

 

Era eso lo que más le gustaba a Itachi. Naruto tomaba lo que quería, hacia lo que le venía en gana, sin preguntar a nadie, sin necesitar el permiso de nadie. Abrazando con un brazo la delgada cintura dejo la copa a un lado y se dispuso a acariciar ese delgado cuerpo que había extrañado. Su boca jugó con la Namikaze perdiéndose en el dulce sabor de su boca mezclado con la champaña, sintiendo las manos de este bajar por su pecho en una caricia anhelante hasta el borde de su camiseta y colarse para entrar en contacto con su piel. Sus blancas manos no pudieron resistirse a agarrar con fuerza el trasero del rubio y masajearlo con deseo, perdidos en esa apasionada lucha que parecía haber aparecido de la nada, junto con el misterioso mensaje.

 

Nunca reconocería que el olor de los cigarrillos le gustaba. Porque solo le gustaba pues le traía los recuerdos de esos momentos de pasión en su cama junto al malcriado remolino rubio que le hacía desesperar. Estaban ambos desnudos, sentados en su cama mirando la televisión. Itachi con la espalda apoyada en el cabecero mientras entre sus piernas el rubio estaba sentado, apoyado en su pecho siendo rodeado por los brazos del pelinegro celosamente por la cintura. Habían ido a parar a la cama con tanta prisa que esta estaba hecha un desastre y juraría que la ropa estaba regada desde la entrada del apartamento hasta el cuarto.

 

Itachi apoyo la barbilla de forma cariñosa sobre los rubios cabellos al tiempo que aspiraba su aroma aun no mezclado con el del cigarrillo que en ese momento el menor fumaba relajadamente. No sabía a ciencia cierta cuando el menor había comenzado con aquel vicio, pero cada vez que estaba especialmente nervioso o realmente relajado encendía uno de esos delgados y mal olientes tubitos de papel.

 

-¿No te dicen nada en casa por llegar con el olor de los cigarrillos? -  le dijo el mayor.

 

-Siempre puedo culpar a algún amigo. – le respondió travieso.

 

-Eres incorregible. – tomó la mano de Namikaze y se acercó el cigarro a los labios para darle una profunda calada. –Mocoso. – dijo exhalando el humo.

 

-Idiota. – botó las cenizas en un cenicero que había puesto sobre la mesita de noche.

 

-¿No fumas frente a Sasuke? –

 

-No, nunca lo haría. – dijo el rubio llevándose una vez más el cigarro a los labios. – A él no le gusta. –

 

-Lo complaces bastante. – aunque lo dijo sin rencor, solo consiguió que el menor volteara a verlo con curiosidad.

 

-Sasuke es … - dudó unos segundo. – Sasuke. – dijo Naruto dando por zanjado el asunto. Volvió la mirada a la televisión y apuntó divertido. - ¡Mira, otra noticia del famoso actor Uchiha Itachi! –

 

Era una estupidez. Según el programa de farándula estaba saliendo con Mizuki la maldita chica que no le dejaba en paz. Como habían salido un par de veces por las reuniones del drama, les habían tomado fotografías a escondidas asumiendo que estaban teniendo citas. Una risita de Naruto le llamó la atención, mientras este apagaba el cigarrillo en el cenicero.

 

-Si supiesen que esa mujer no tiene oportunidad. – dijo triunfante el rubio.

 

-Claro que no. – ronroneo el moreno en su oído, al tiempo que una de sus manos bajaba hasta rozar el miembro dormido del menor. – Prefiero a los mocosos insolentes. –

 

Pasó descaradamente su lengua por la oreja del menor y luego la tironeó con un mordisco suave, siendo recompensado con un jadeo. El rubio echó la cabeza a un lado permitiéndole al mayor lamer y morder toda la extensión de su cuello, mientras su mano acariciaba su erección que poco a poco comenzaba a despertar. Naruto sentía que había algo, algo terriblemente tentador en estar en la cama con Itachi. Era el triunfo de saberse dueño de lo que había deseado desde niño, de tener aquello que en algún momento el propio moreno le había negado. Él había iniciado ese juego interminable y peligroso, aun cuando estaba con Sasuke, a quien quería de una manera tan profunda que no llegaba a comprender. No había resquicios de culpa en su mente, pero se sentía tan posesivo con Itachi, tan deseado cuando este lo miraba que era imposible que parara.

 

Sintió dos dedos del pelinegro acariciarle los labios, así que abrió la boca y los sintió entrar en su cavidad. Ahora la mano acariciando su miembro había cobrado energía y le estaba haciendo entrar en calor de una manera abrasadora. Lamió con dedicación los dedos y soltó un fuerte gemido cuando el pelinegro apretó su glande sin ninguna compasión al tiempo que le regalaba un mordisco justo donde su cuello se unía con su hombro.

 

De un rápido movimiento empujó al menor hasta que este se encontró con el rostro contra el colchón y las caderas alzadas, enseñando todo a un Itachi que no podía creer su suerte de tener a semejante jovencito excitado y rendido ante él. Se posicionó sobre el menor al tiempo que sus dedos penetraban aquella entrada apretada y húmeda de su amante. Sentía como sus dígitos eran apretados de forma convulsa, y cuando comenzó a moverlos el rubio ya no pudo ahogar más sus gemidos. Apretó las sabanas con ambas manos y cerró los ojos concentrándose de lleno en el vaivén de los dedos de Uchiha. El mundo dejo de existir, solo estaba él siendo preso de la ahora boca de Itachi la cual se movía por su espalda lamiendo y mordiendo lo que encontraba a su paso.

 

Cuando el mayor retiró sus dedos Naruto contuvo la respiración. Sentía el vacío en el vientre, esa desesperante necesidad de llenarse con algo. Sintió como el pelinegro se acomodó entre sus piernas y sujeto sus caderas. La punta del miembro de Itachi en su entrada le hizo temblar. De una fuerte embestida todo se encontró dentro del pequeño cuerpo de Naruto y Uchiha soltó un gemido extasiado. No había nada en el mundo, nada, como estar dentro de ese pequeño, quien había gemido tan fuerte como él al verse colmado hasta el fondo. No esperó nada para comenzar a moverse, con fuertes y lentos movimientos que buscaban enloquecer al más joven. Chocaba sus caderas contra las morenas, deleitándose en el sonido de sus pieles al contactar.

 

-I-Itachi…- le llamó la voz jadeante del rubio.

 

Que sugerente, que excitante era escuchar su nombre de esos labios. Salió casi por completo y lo volvió a embestir con tanta fuerza como pudo.

 

-¡Itachi! – gimió el más bajo.

 

Aumentó la velocidad, deseando alargar el sufrimiento del rubio, deseando hacerle perder aún más el sentido. Supo que había alcanzado un lugar maravilloso cuando el rubio soltó otro gemido lastimero y sorprendido. Con el tiempo que llevaban haciendo aquello, el Uchiha sabía perfectamente que punto alcanzar en su interior para hacerlo desfallecer de placer. Volvió a la carga sin tregua alguna, entrando y saliendo de ese cuerpo perfecto. Sentía el calor como un ola en su cuerpo, viajando hacia la zona donde se unía sin cuidado al menor. Sentía el final cerca. Tener a Naruto en sus brazos siempre era tan excitante que se dejaba llevar con pasmosa facilidad. Se inclinó sobre ese cuerpo que hervía igual que él y con una mano acarició el miembro de Naruto.

 

-¡Ya…Ya no puedo! – gimió el rubio. – Itachi… -

 

-Dámelo, Naruto. – le ordenó el mayor.

 

Y solo así, con esas palabras y un gemido agonizante el menor llegó al orgasmo, contrayendo su entrada con tanta fuerza que el pelinegro apenas si pudo moverse antes de verter todo su semen en el interior del otro.

 

Aun presas de los ligeros espasmos post-orgásmicos, el pelinegro se dejó caer sin cuidado sobre Namikaze quien estiró sus piernas quedando completamente tendido sobre la cama, jadeando por recuperar el aliento.

 

-Eres mi perdición, Itahci Uchiha. – dijo un sonriente y agotado Naruto.

 

“Y tú la mía” pensó el pelinegro aferrándose a la cintura del menor, en un acto posesivo nada propio en él. 

 

-XxX-

Notas finales:

Emocionante !!!!!

Esperemos que esta vez pueda continuar sin problemas, el final esta muy muy cerca. 

Las amo con el corazon y no olviden dejar sus reviews 

Alabama <3


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