El pulso de James se tornaba acelerado mientras corría entre los callejones sumidos en una tétrica penumbra. Miró por un segundo hacia el oscuro cielo; la noche parecía tener un aire espectral. Y esto, junto con el aroma a muerte que flotaba en el aire, hacía que un gélido escalofrío ascendiera por su columna vertebral.
Le pareció escuchar algo acercándose, a pesar de su acelerada marcha, y un aleteo de pánico empezó a recorrerle con más fuerza en cada fibra de su ser ante la inminente posibilidad de ser finalmente atrapado por aquélla criatura. No quería ser atrapado de nuevo por ese monstruo que cargaba con aquel inmenso cuchillo. No quería la cercanía de esa criatura que lograba que el miedo calara a profundidad dentro de él. No quería esas manos sobre sí que le llenaban de horror, pero las cuales después, siempre de alguna forma terminaban transformándose en una fuente de ardiente y bizarro placer... ¡No! No podía querer nada de eso, ¿cierto?
Sin darse cuenta, James terminó en un callejón sin salida. Sus ojos observaron la sucia pared que ahora frenaba su camino, con desesperación. Estaba atrapado...
Escuchó algo tras de él, y la acritud se instaló en su centro al saber de alguna manera, que esa criatura estaba allí.
Tragó el nudo que se formaba en su garganta, girándose mientras inconscientemente pegaba su espalda de la pared, sintiendo la cruda tensión en cada músculo de su cuerpo, y al hacerlo, le vio allí frente a él: Pyramid Head. Ese maldito ser de pie ante él, con aquel inmenso cuchillo erguido amenazadoramente.
Sus verdes pupilas vagaron frenéticamente por el lugar en busca de así fuera la más ínfima escapatoria, pero no la había. Un jadeo de terror escapó de su garganta, y sus ojos se abrieron desmesurablemente cuando aquel gran cuchillo fue clavado justo al lado de su rostro, casi rozándole, incrustándose en la sólida superficie.
Aquel ser ahora se encontraba presionando su cuerpo contra él, aprisionándole entre esa monstruosa cosa y la pared. El ser ladeó su cabeza-casco, dejando escapar un gruñido, presionándose fuertemente contra él, tomando con fuerte brusquedad con una de sus manos el rubio cabello de James.
James permaneció petrificado, una fría gota de sudor resbaló por su sien. Sentía su corazón retumbar aceleradamente, y también, en esos instantes, podía sentir otra cosa: la dura erección del contrario que se rozaba contra él. Ante esto debería estar absolutamente horrorizado, pero, más que eso, en esos instantes, un voraz e insano anhelo fue extendiéndose a través de él, haciéndole sentir el impulso de mirar hacia la parte inferior de la criatura, topándose con la vista de la inmensa erección ahora totalmente descubierta de ésta, y aquella vista le hizo gemir involuntariamente al recordar encuentros pasados.
Un gruñido casi animal caló en sus oídos, y levantó su vista rápidamente hacia esa cosa, sólo para sin miramientos ser despojado de sus pantalones y ropa interior, los cuales fueron prácticamente desgarrados. Un dedo se introdujo con brusquedad en su ano, haciendo que el pánico y el dolor le inundaran, mezclándose con eso que no debería sentir ante esto: incipiente lujuria.
No debería tener de nuevo esa sensación al tener aquel grueso dígito explorando su interior causándole un ápice de dolor, al tener otra mano estrujando con fuerza su trasero, separando sus nalgas, al tener aquélla criatura gruñendo y restregándose contra sí. Mas la tenía, sin importar cuánto intentara evitarlo.
Ese ser sacó su dedo del interior de James, alzándole e introduciendo su pene dentro de James, haciéndole gritar ante el doloroso empalamiento. La criatura mantuvo a James alzado de manera que pudiera embestir contra él sin problemas, sosteniéndole fuertemente por sus muslos, haciendo chocar su cuerpo contra la pared con cada arremetida.
James sentía aquella hombría abriéndose paso una y otra vez dentro de él, sometiéndole como una especie de castigo por sus pecados, sintiendo su propia sangre brotar de su entrada, envolviéndole en una bruma agónica que parecía no terminar. Pero cuando aquéllas estocadas comenzaron a chocar contra su próstata una y otra vez, todo fue convirtiéndose en una deliciosa agonía que no quería que terminara. Pero cuando el ritmo de las embestidas aumento, y ese punto en su interior fue tocado cada vez, y finalmente sintió la abundante explosión de cálido semen llenando su interior, esto llegó a su fin. Un voraz orgasmo le recorrió, haciéndole eyacular con fuerza, hasta que los espasmos de placer fueron abandonándole, dejándole lánguido y sin fuerzas para cualquier cosa.
Sintió ese ser salir de él, y cómo la sangre y el semen empezaban a escurrir por sus muslos al ser depositado sobre el suelo. Alzó su mirada hacia esa criatura, la cual ahora enredaba sus dedos sin delicadeza en sus rubias hebras, para después soltarle y tomar su cuchillo, el cual todo este tiempo permaneció incrustado en la pared.
James se quedó mirando a ese ser, que permanecía absolutamente quieto ante él, siendo incapaz de saber qué podría estar pensando esa cosa en esos instantes. Mas cuando la criatura se dio la vuelta, alejándose de allí, perdiéndose en la oscuridad de los callejones, había algo que James sí sabía con absoluta certeza: en algún momento ese ser regresaría por lo mismo. Y en ese instante, él quizá volvería a sentir ese deseo de correr; de intentar huir, pero a la final, siempre terminaba sintiendo aquello que latía en los más oscuros rincones de su ser ante aquella criatura y que intentaba negarse a sí mismo que lo sentía: el deseo de a la final ser atrapado, y así sufrir de aquel insano y doloroso placer...