Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Where is my mind? por lawakkid

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

¡Buenassssssss! Es mi primera vez publicando en Amor Yaoi, así que sólo Dios sabe cómo me va a ir. (?)

Esto es un pequeño regalo para mi nee-chan, un regalo de esos que se hacen porque sí, lol.

Espero que les guste, pienso hacerlo un threeshot, y a medida que vaya escribiendo, lo voy a publicar.

Muchas gracias. ;U;

Notas del capitulo:

2.375 palabras para vuestro deleite. (?)

Una suave y pesada llovizna cae en la ciudad de Seúl. El asfalto se humedece y el aroma a suelo mojado todavía perdura en algunas cuadras. JongIn toma una gran bocanada de aire, dejando que llene sus pulmones hasta la última ramificación. No le presta atención al bullicio de autos. No le importa la gente que camina a su alrededor. Del bolsillo de su trench, saca una caja de Black Stones y un encendedor metálico. Distraído, se prende un cigarrillo, y vagamente piensa que el verano se acabó, por suerte. JongIn lleva parado en el mismo lugar por más de cinco minutos. Se pregunta qué hace allí y comienza a caminar.

JongIn siempre tuvo la sensación de ser superior y completamente racional, aunque toda su vida fue bueno ocultándolo. La persona promedio le parecía patética, sin gracia. Según él, todo el mundo se desenvuelve con movimientos torpes y embrutecidos,  bruscos, orientados sólo al cumplimiento de ciertas tareas. Al pensar eso, JongIn arruga su nariz del asco, pero rápidamente niega con su cabeza para deshacerse de aquellos pensamientos. Por tales concepciones, JongIn solía intentar no observar a los demás en la calle. Dejaba que su vista vagara hacia otras locaciones, por lo general, hacia arriba, porque mirar al suelo le resultaba una actitud demasiado sumisa, y eso le molestaba también.

Hay carteles por todos lados, luminosos, otros más discretos pero igual de llamativos. Anuncios de ventas, prostitución disfrazada de salón de masajes, comida, ropa, espectáculos. Y allí, destacando entre la multitud de publicidad, lo ve, quizás por enésima vez, pero por primera vez de forma más… ¿cercana?

Era un enorme anuncio en una esquina neurálgica de Seúl. Tenía una imagen en movimiento por demás artística, donde el protagonista giraba lentamente su cabeza para observar con ojos penetrantes a la cámara. Llevaba el torso desnudo, y el fondo completamente oscuro contrastaba con su piel dorada y su cabello decolorado a blanco, enmarañado como el de un loco. JongIn se detuvo por un momento a observar ese cartel. TaeMin. El bailarín contemporáneo mejor pago de toda Asia. El orgullo de Corea del Sur. El niño prodigio. Era imposible no conocer a TaeMin. Todos habían visto alguna vez alguna de sus presentaciones, y aunque no supieras ni un poco de baile, cualquiera podía asegurar que ese chico tenía algo aterradoramente especial sobre él. Y este otoño, JongIn lo vería con sus propios ojos, en vivo y en directo, seis veces a la semana por ocho horas diarias, mínimo.

JongIn era el bailarín principal de la mejor compañía de ballet de Corea. Años de esfuerzo y de trabajo lo habían llevado a aquella cima a una edad relativamente temprana. Con veinte años, tenía al ambiente del ballet en su bolsillo. Esta temporada de invierno la compañía tenía un proyecto revolucionario en cuanto a producción e inversión. Era un emprendimiento ambicioso. La idea era crear un espectáculo donde el ballet y la danza contemporánea se fusionaran, cosa nunca antes vista en la agenda Coreana, siempre reservada a los más altos estratos de la danza europea.  Por eso, JongIn pasaría el otoño ensayando con su compañía, y la compañía de TaeMin.
Pero las dudas invadían. Se corrían rumores por todos lados, y JongIn no le daba mayor importancia, pero todos comentaban sobre la actitud de TaeMin, que trabajar con él era extenuante, y que jamás se lo dejaba satisfecho; que al ser el diamante del baile, tenía cualidades de director y coreógrafo, a pesar de que en todos sus trabajos había personas con esos cargos designados. Otro rumor que se corría, es que sólo aceptaba órdenes de un coreógrafo en particular, y que “la diva”, llevaba a aquél tipo a todas sus producciones, e imponía como condición de trabajo, que le dieran el puesto de coreógrafo sólo a él. Es por eso que un aire de misticismo rodeaba al personaje de TaeMin. ¿Hasta qué punto era cierto todo aquello? ¿Cómo era realmente TaeMin? ¿Sus demonios eran tan grandes como su talento?

JongIn se da cuenta de que estuvo parado en el mismo lugar, otra vez, por más de cinco minutos; chasquea su lengua contra el paladar, se enciende otro cigarrillo, y continúa su marcha.

 

 

Cinco y media de la mañana. Hoy llueve a cántaros, y la vista de una Seúl oscura y tormentosa se cierne frente al gran ventanal del pulcro apartamento de JongIn. Las gotas de lluvia azotan el vidrio, y cuando JongIn se acerca a él, su aliento se condensa, empañando la superficie transparente. Hoy es el gran día. Comienzan los ensayos, y JongIn bebe café, todavía en su pijama, que consta de un pantalón holgado y nada más.  Una toalla en sus hombros da la nota de que recién salió de la ducha. Todavía tiene sueño, pero su voluntad es más grande que cualquier deseo del Ello. O eso es lo que él cree aún. Se escucha a lo lejos que en la cocina, las tostadas ya saltaron, lo cual indica que están listas. JongIn arrastra los pies hasta donde el deber lo llama, y rápidamente unta una de las tostadas con mermelada. Deja la taza de café vacía en el fregadero, y va hasta el refrigerador para sacar una botella de jugo de naranja, que se la vacía en unos cuantos tragos. Así mismo, se termina su tostada, y procede a lavarse los dientes, yendo ahora un poco más despierto hasta el baño.

Seis menos diez, JongIn ya está sacando su automóvil del garaje, y se dirige a una velocidad prudente hasta el teatro donde estarán ensayando. JongIn se siente confiado. Confía en su habilidad en el baile, confía en su puntualidad (ya que el encuentro está pactado para las siete de la mañana), y confía en su temple. Cuando llega, saluda a la gente del estacionamiento interno del teatro, a la gente de la recepción, y a otras personas que están en el pasillo. A estas últimas, JongIn los saluda un poco extrañado. No parecen empleados, sino bailarines, ¿y qué hacen tan temprano? ¿Qué hacen en el pasillo que no están ensayando si ya llegaron? JongIn va hasta los vestuarios, y allí se encuentra más gente. Ninguno es de su compañía. Algunos desayunan, otros se están cambiando, pero ninguno hace ademán de ingresar al sitio donde el ensayo se va a desarrollar. Parece que van a estar ahí durante un buen rato. Se oyen cuchicheos mientras JongIn pasa, le lanzan miradas inquisitivas, o de curiosidad, como si algo se avecinara con respecto a él. Como quien va directo a su condena en la plaza pública. JongIn hace caso omiso, e ingresa a su camerino.
En menos de cinco minutos, ya está cambiado y va hasta la sala que será su escenario de aquí a unos meses. JongIn ya la conoce, es como su hogar; su compañía en realidad es la compañía del teatro. Ni bien pisa el lugar, en su visión entra una delgada silueta que realiza movimientos fluidos, rítmicos, apasionados; todo aquello a pesar de que ninguna música suena. Es como si creara su propia música con su cuerpo. La silueta levanta sus brazos hacia el cielo, y su mirada también, las manos como garras, como si realizara alguna plegaria desesperada; flexiona las piernas y realiza un poderoso salto, rodeándose la cintura con ambos brazos y girando en el aire, con la técnica del patinador artístico. Con una perfecta ejecución de varios grand cabriole allegro, fue desde el medio del escenario, hasta el extremo izquierdo desde donde JongIn lo observaba, y derecho desde la posición de un supuesto público. La angustia e incertidumbre de un desencuentro en el rostro de TaeMin. Luego, un giro con aires de jazz, y una perfecta sucesión de grand jeté combinados con un jeté pas de cuando en cuando, para trasladarse hacia el otro extremo del escenario. Antes de llegar, un último salto, y un aterrizaje sobre una de las rodillas y uno de los pies, como quien se arrodilla para pedir matrimonio; con los brazos extendidos hacia los costados. La súplica. Antes de que se frenara por completo el movimiento, en una liaison inmejorable, una vuelta carnero para ponerse de pie. Un final triunfal. Era la revolución hecha danza; los elementos clásicos empleados de una forma rebelde y única. Arte en su estado más visceral. JongIn se queda pasmado. TaeMin respira pesadamente. Una camiseta sin mangas le abraza la cintura y el torso, y permite que se vea cada uno de sus movimientos al inhalar y exhalar. JongIn está convencido de que no se percató de que estaba allí, hasta que TaeMin gira su cabeza, justo como en el anuncio, y lo observa con esa mirada penetrante, que JongIn se da cuenta que es más fuerte en persona. Por unos segundos que transcurren en cámara lenta, ambos jóvenes se miran a los ojos como dos animales salvajes que se miden el uno al otro. Finalmente el contacto visual se rompe cuando TaeMin camina decidido hasta donde está JongIn, con un aire felino en su andar; pero en vez de saludar al otro bailarín, le pasa por el costado, chocándole con su hombro.

JongIn está a punto de quejarse cuando el silencio se rompe. La voz de TaeMin le llega a los oídos, en un tono afilado.

-Llegas tarde. –Le dice, sin mirarlo, abriendo la puerta que estaba detrás de JongIn. El aludido se da media vuelta, incrédulo.

-¡Pero si llegué casi una hora más temprano!

TaeMin se ríe con sarcasmo ante la exclamación del otro. Luego, la seriedad vuelve; el tono severo.

-De ahora en adelante el ensayo empieza a las seis menos cuarto. Eres el líder de tu compañía, ¿verdad?

JongIn no contesta, está comenzando a indignarse de que TaeMin le de órdenes y encima de todo, le dé la espalda.

-¿Verdad? –Insiste TaeMin.

-Sí, así es.

-Bueno, pues a partir de ahora te empiezas a comportar como uno.

TaeMin cierra la puerta de un golpe, y deja a JongIn solo en el escenario, desconcertado. El joven suelta una risa de incredulidad, un “¡Jah!”, con el ceño fruncido, y una cierta carga de interrogación y duda. ¿Quién carajos se cree ese tipo? Y ante esa pregunta, a la mente de JongIn la azotan imágenes de TaeMin expresando con su cuerpo cosas que las palabras no podrían describir. Un escalofrío le eriza la piel, y JongIn maldice a TaeMin entre dientes.

Así concluye el primer encuentro.



La segunda vez que JongIn ve a TaeMin, es en el pasillo, a las siete de la mañana, cuando todos los miembros de la compañía de ballet, y el director llegan al teatro. TaeMin está leyendo el libro sobre el cual está basada la obra que realizarán. Hamlet. TaeMin levanta su vista cuando JongIn pasa por en frente suyo, pero enseguida vuelve su atención al libro. JongIn rola sus ojos, y agita un poco su cabeza de lado a lado, en completa frustración. Una vez más, ¿todas las leyendas son ciertas? ¿Por qué la gente con el arte en las venas parece ser casi demoníaca? JongIn se pregunta si él es así de insoportable, si el ser insoportable es inherente a los prodigios, y si el no ser insoportable es signo de que no es ningún prodigio. No. JongIn se niega a pensar que él no es talentoso.  TaeMin simplemente es un maleducado, y JongIn además de ser más que bueno en lo que hace, es una persona más accesible y fácil de tratar.
Pero hay algo que hace que JongIn se trague sus pensamientos. TaeMin sí es accesible. TaeMin sí es fácil de tratar… con quien quiere.

Mientras JongIn está sirviéndose un vaso con agua en un dispenser cercano a la locación de TaeMin, un hombre joven, alto y de hombros anchos se acerca al bailarín contemporáneo. El joven es occidental, y muy bien parecido; TaeMin le sonríe. JongIn jamás había visto una sonrisa como aquella. Era perfecta en todas sus imperfecciones, cliché, pero fue lo primero que se le vino a la mente cuando lo vio. Los labios carnosos tensándose y curvándose para dejar al descubierto una hilera de blancos dientes; los ojos cerrándose en pequeñas  lunas crecientes. ¿Realmente el aterrador tirano podía verse así de brillante? JongIn parpadea, una vez más, pasmado. Frunce el entrecejo, y le da un sorbo al agua cuando se acerca el vaso plástico a los labios. Ni TaeMin ni el tipo que lo hace sonreír se dan cuenta de que él está a unos cuantos pasos. Están en su propio mundo, y no por decisión del occidental, sino por decisión de TaeMin. JongIn puede sentir cómo TaeMin atrae al otro a su propio mundo, y lo envuelve con su retorcida presencia. Como una araña que teje sus redes, piensa JongIn. Y sin embargo, ¿a él qué le importa? Oh sí, sí que importa, se dice. Porque tendrá que verle la cara todos los días a partir de ahora. Será como vivir con él. Lo mejor es conocer bien a quien interpretará a tu otra parte. Pero JongIn sabe que hay algo extraño revolviéndose en su interior cuando nota que no puede despegar la vista del hipnótico TaeMin, y cuando traga el líquido con cierta dureza al ver lo dócil y simpático que se comporta con ese tipo que le toma de los hombros y le habla cerca del oído.

-¿Ejercitando tu visión de rayos equis? –Un susurro en su oído, alguien que le habla desde atrás, sobre su hombro, como el típico paradigma de la voz de la conciencia dividida entre el pequeño ángel, y el pequeño demonio.

JongIn recibe un codazo en las costillas y sabe a la perfección quién es.

-Púdrete un rato, SeHun.

-Oh, oh, oh, ¿te ha contagiado el mal genio la princesa de Corea?

JongIn lo mira, queriendo fingir seriedad, pero no puede y se echa a reír. Esa risa tonta que le sale naturalmente cuando está con su mejor amigo desde la secundaria, que es uno de los solistas recurrentes en la compañía de baile de JongIn. SeHun se ríe también, y es como si volviesen a ser unos adolescentes idiotas. Quizás nunca dejaron de serlo. Una vez que se tranquilizan, SeHun esboza una media sonrisa y con aire pícaro le comenta en un murmullo cómplice.

-Ya se oyen rumores por ahí. Entraste al folklore, Innie.

JongIn hace una mueca de incredulidad con un ligero toque de soberbia.

-¿Qué podrían llegar a decir? No tiene ningún sentido.

SeHun bufa, y golpea  a JongIn en el hombro. SeHun sigue siendo inquieto y hasta un poco violento. JongIn se aleja un poco, reprochándolo con la mirada.

-¿Que qué podrían llegar a decir?  Dicen que has firmado tu pacto con el diablo. A partir de ahora tu alma le pertenece.

-Deja de hablar estupideces.

-Sólo la gente estúpida habla estupideces.

-Es que eres estúpido.

-No tanto como tú.

-No, tú lo eres más.

-No, tú más.

El volumen de sus voces iba en aumento, pero ambos comenzaban a sonreír mientras competían. En cualquier momento volverían a reírse a carcajadas.

-Que no, ¡tú más!

-Está bien, lo admito, soy el más hermoso.

-¡SeHun, ese no era el-…!

-Shhhh. Silencio.

Y allí JongIn se revuelve con gran inquietud, porque el infantil de su mejor amigo le puso la mano en la cara, asfixiándolo. Cuando se lo saca de encima, la risa de SeHun lo contagia, y JongIn amaga a arrojarle el agua que queda en el vaso de plástico descartable. Pelean un poco más, y después se tranquilizan. SeHun le dice que lo acompañe a ver un no-sé-qué, y JongIn accede, pasándole un brazo por el hombro al chico que terminó siendo más alto que él. Antes de irse, JongIn da media vuelta para arrojar el vaso vacío al cesto de basura, y cuando lo hace se encuentra con la mirada de TaeMin. La mirada del otro protagonista de la obra parecía haber estado fija en JongIn desde hacía un buen rato, y con la actitud de quien es atrapado con las manos en la masa, TaeMin desvía rápidamente su vista hacia el rostro del hombre joven que le hablaba con entusiasmo, pero con un acento horrible. JongIn se queda pensativo durante toda la expedición con SeHun, y por alguna razón, siente que es mejor si no le pasa el brazo por sobre los hombros, por lo cual mientras se aleja del dispenser de agua y de TaeMin, se guarda las manos en los bolsillos.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).