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Aqui estoy yo. por ChizuruTakachan

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Notas del fanfic:

 

¡Me costó mucho concentrarme! TToTT Tenía pensado publicar el 6 de Septiembre, pero el cerebro me hizo "puff". 

Es un fic sin mucho embrollo, lo justo para entrenerse un rato y segur haciendo sus tareas, algún proyecto de trabajo, etc, etc... 

Aquí les dejo el link de la canción. 

https://www.youtube.com/watch?v=EsfSuL-VFBw&list=FLspUxWgvQxEhSdHq61pt-bA&index=13 

AQUÍ ESTOY YO.

 

Dicen que la vida activa de un homosexual pasivo es máximo diez años, obviamente no teniendo sexo diario, ni mucho menos  tres veces por noche o más. La primer vez que tuve un desgarre, el proctólogo fue lo primero que me hizo saber.

—No es bueno abusar de un área que no fue creada para eso. Por favor tome en cuenta que de hacerlo, tendrá problemas de control de esfínteres toda su vida.

¡Claro que me daba miedo tener el culo flojo para toda la vida! ¡¿Y si tenía que usar pañales por ganarme la vida hoy?!

Cada que iniciaba la noche era lo que pensaba apenas posicionarme en mi lugar de trabajo. Solté el humo del cigarrillo que al tiempo pisé con mi desgastada suela, esta noche hacía bastante frío.

—¡Hey! Sube…

No tuve siquiera que ofrecerme y el primer cliente de la noche había llegado. No pude evitar mi cara de asombro, era un hombre joven de manos grandes, cabello castaño y mirada profunda. Sólo atiné asentir y me subí torpemente, mi faldón se había atorado con el tacón de mis botines, dicen que quién no enseña no vende, pero en mi caso, bastaba con dejar a la vista mi arete en el ombligo y mis brazos delgados. Mi look era extravagante más no vulgar.

—¿En qué te puedo servir guapo? —Me senté de lado para poder mirarle y hacerme el coqueto.

—Ponte el cinturón.

¡Lástima de galán! Seguro era precoz. Ese mal carácter no se podía deber a otra cosa. Me coloqué el cinturón de seguridad y apenas se oyó el “clic”, el auto arrancó a gran velocidad. Honestamente me extravié a mitad del camino, nunca había estado en esta zona de la Ciudad, comenzaba a preocuparme el regreso, era obvio que a este residencial no se llegaba en transporte público. Tendría que cobrarle extra.

—Baja.

No me di cuenta que habíamos aparcado frente a una casa bastante grande. Sí, era una zona de lo más exclusiva. Bajé del auto y le seguí adentrándonos a la residencia. Me sentí de lo más incómodo, esa casa tenía un aire muy extraño;  cada cosa estaba perfectamente colocada, no había nada que desentonara con la decoración pulcra y color beige. Perfecta y deprimente diría yo.

—¿Te gusta? —Di por entendido que se refería a la casa. Sólo asentí. —Es extraño que alguien de tu clase tenga buen gusto.

—¿Debería querer ponerle animal print a la decoración, sólo por ser sexoservidor?

—Supongo que es algo característico de los de tu clase. Desnúdate.

Sólo me reí. ¿Qué otra cosa me quedaba más que eso? Acaté su orden mientras él se servía un trago. De una pequeña patada alejé mi ropa enredada a mis pies, no pude evitar abrazarme al sentir una corriente de aire, proveniente de las puertas abiertas de ese enorme despacho, que dejaban ver el recibidor con su lustroso piso.

—Chúpamela.

Sin dudar me arrodillé entre sus piernas, desabrochando su costoso pantalón y dejando libre su miembro. Sólo me miró una vez para luego agotar la bebida en su vaso y servir un poco más. Era una polla rica. Suavecita, con un olor muy agradable y de un sabor grato. ¡La mejor que me había llevado a la boca! Comencé a escuchar sus jadeos y sentir sus dedos jugando con mis hebras obscuras, eso era bueno. De pronto se escuchó ruido proveniente de la puerta principal, me asusté y por inercia traté de separarme, pero agarró con fuerza mis cabellos al grado de atragantarme con su pene.

—¡Qué significa esto Yutaka!

¡Juro que quería detenerme! Giré mi cuerpo a modo de esconder mi trasero entre una de las piernas, me empujé con ambas manos para separarme de su cuerpo, pero jaló mi pelo hasta que dolió mi cuero cabelludo. Me sentí bastante humillado.

—¿No se nota? Follándome una boca.

—No estoy para tus tonterías. Saca esa basura de aquí, que mis padres vienen a cenar. Haz el favor de ir a asearte y desinfectarte, porque seguro hasta piojos tiene. ¡Y ya suéltalo que hasta morado se está poniendo! ¡Qué asco!

La rubia se fue haciendo sonar sus carísimos zapatillas, no sin antes mirarme de un modo despectivo, y girar su abundante cabellera como muestra de desprecio hacia mí. El tal Yutaka apretó todavía un poco más mi pelo entre sus dedos, haciéndome quejar en voz alta para luego arrojarme contra el piso. Mi codo derecho soportó el golpe contra el piso, haciéndome quejar aún más.

—Toma y lárgate.

Arrojó un rollo de billetes contra mi cara y tras acomodarse la ropa, salió del despacho. Tembloroso, me vestí lo más rápido y salí del lugar. Pude oír que discutían escaleras arriba.

Esa no fue la única vez que vi al mentado Yutaka. Era un hombre tan atractivo, que pese a sus extrañezas, era gratificante que me buscara de manera regular, gracias a eso, ya no tenía que prostituirme todos los días, de lo bien que pagaba. ¡Era como haberme sacado la lotería! En una ocasión, me hizo usar un vestido rojo de su esposa. Fue divertido intentar caminar sin morir en el intento con unos tacones tan altos como caros. Mirarme travestido y perfectamente maquillado, era morbosamente excitante.

“Luce mejor en ti, que en ella, tienes unos muslos gorditos y suaves. ¿No has pensado en mostrarlos más seguido?”

Luego de dejarme asombrado por su comentario, me estampo contra el espejo del guardarropa de su mujer, y me folló como si no hubiera un mañana…

Habían pasado varias semanas de no verle. Por lo regular no pasaba más de una sin que solicitara mi servicio, así que era el mismo tiempo en que tuve que buscar diferentes clientes para solventar mis gastos. Me encontraba cansado y adolorido por un mal cliente de la noche anterior, con esfuerzo me senté en la banca del parque, meditando si trabajaría o no.

—Hola Aoi…

 Encontrarme con su sonrisa era un bálsamo para mi alma en este momento. Aproveché que al sonreírle, entrecerraba mis ojos y aspiraba profundamente su olor de hombre de negocios, mientras él se sentaba a mi lado.

—¡Hola Kai! ¿Cómo has estado?

—Mucho mejor que tú por lo que veo. — Me sonrojé y miré a otro lado. —¿Qué te sucedió?

—Un cliente… Se negó a pagar por adelantado, se enfureció cuando intenté irme y luego del servicio, de todas formas no pago.

—¡¿Te violó?! —Kai bajó el volumen de su voz, aunque seguía escuchándose azorado.

—Eso no existe en mi mundo. —Sonreí por compromiso. —Aquí, sólo los clientes pagan o no.

—Pero dijiste que te ibas, eso es negarte y quiere decir que te obligó…

—No. No existe la negación de las putas. Al menos no para los clientes.

 

 

Aquí estoy yo 
para hacerte reír una vez mas 
confía en mí, deja tus miedos atrás y ya verás. .

—Te invito a cenar. —Kai se levantó dándome su mano para ayudarme a levantar.

—No me veo en condiciones como para asistir a lugares públicos... ¿Quieres ir a mi casa? —Le sonreí fingiendo que el labio cicatrizando no era molesto. —Podemos pedir pizza y tomar un par de cervezas. ¡Hacer cosas de hombres!

—Claro… y de paso podemos hablar de pechos grandes, mientras vemos el box.

Kai es de esas personas que te intimidan cuando están en silencio, pero una vez que cruza palabras, es la persona más cálida y te enamora al instante. Debe ser el cliché de “mujer bonita”, pero cliente a fin de cuentas y aunque por consideración no pudiera cogerme como siempre, no se iría sin ser atendido.

 

Aquí estoy yo con un beso quemándome los labios 
es para ti, puede tu vida cambiar déjame entrar.


Kai era como un oasis en mi desierto. Sus fuertes manos, me llevaban al delirio mientras sus labios recorrían cada centímetro de piel a su alcance. ¡Mil veces intente besarle! Todas fui tristemente rechazado.

“Tienes unos labios preciosos Aoi, son el paraíso en la tierra. Chúpala… Quiero que sólo recuerdes mi polla en ellos.”

No entendía por qué lo decía de ese modo, era obvio que lo haría, pero quería conocer el sabor de sus besos, moría por sentir la textura de sus labios, de fundirme en su saliva y renacer en sus penetraciones. Kai ignoraba que esas lágrimas al momento en que mi nariz chocaba cruelmente con su bello púbico, eran la decepción de no ser merecedor de sus besos.

 

Le pido al sol que una estrella azul 
viaje hasta a ti y te enamore su luz 

Hace mucho tiempo que nadie me regalaba algo. A mis 21 años era como un niño en una juguetería, había pasado bastante tiempo desde la última vez que fui de compras a un centro comercial, sólo por el placer de comprar algo que te guste. En mi pubertad solía ir mucho con mis amigos y sus novias. ¿Qué será de ellos en estos momentos?

Con mis mejores ropas y la cartera llena, gracias a que Kai, me dio dinero adelantado por mi cumpleaños, ya había entrado a varias tiendas para comprarme lo que mi intuición me decía, era lo ideal para darle servicio a él. Kai era sumamente refinado, en más de una ocasión había mencionado que le gustaría saliéramos a lugares bonitos. Así que adentrándome a una exclusiva zapatería daría por terminado mi recorrido. Mientras la dependienta empaquetaba lo que me llevaría, un pequeño susurro me erizó la piel:

“Tienes unos labios preciosos Aiko, son el paraíso en la tierra. Bésame…”

Giré lentamente para verlo ahí, con una morena estilizada, de largas piernas y trasero respingón. Trepada en unas zapatillas de punta y con un par de zapatillas plateadas en la mano derecha. La boca rojiza era acariciada por esos labios que me eran negados, la dependienta que les atendía, sonrojada me miró sin entender mi reacción y pasando su vista de mi, hacía la pareja.

Recibí mi compra y al salir nervioso y presuroso, choqué con ellos. Kai me miró furioso al haber topado específicamente con su compañera, ella sólo hacía un escándalo porque la tienda permitía la entrada a pobretones como yo. Él sólo besó a la chica y le dijo que también se llevara las botas.

La víspera navideña llegó, los clientes habían disminuido y Kai llevaba todo el mes sin aparecer. Devolví algunas de mis compras para poder pagar la renta, era obvio que Enero también estaría difícil. La calle estuvo completamente vacía toda la noche, estaba por irme a casa cuando una camioneta se estacionó, un grupo de tres hombres jóvenes entre risas, leperadas y con billetes en mano negociaban un encuentro con los tres. Estaba titiritando de frío, tenía hambre, me dolían las piernas y los pies de estar toda la noche parado, y dentro de lo que cabe me pagarían muy bien. ¡No había mucho que pensar!

—No subas. —Kai sujetó fuertemente mi brazo, pudo sentir el temblor en mi cuerpo y sólo abrió los ojos y mantuvo su mirada firme en mí.

—Viejo… ¡La puta es nuestra! Llegamos primero.

Me zafé de su agarre y me subí a la camioneta. Aún con la puerta abierta y con Kai de pie en la acera, me quité la chamarra corta que apenas y cubría la mitad de mi tórax, el chico que venía en el asiento trasero, de inmediato se abalanzó sobre mi besando mi cuello y apretando grotescamente mi trasero. El copiloto fue quién cerró la puerta dejando a Kai fuera y opacando mi quejido de dolor, al recibir una mordida en un pezón.

 


Aquí estoy yo 
abriéndote mi corazón 
llenando tu falta de amor 
cerrándole el paso al dolor 
no temas yo te cuidare 
solo acéptame 

—¡Reita no te comas la puta tú sólo! —El conductor que era un chico alto y castaño, giraba a vernos intermitentemente, para no perder la vista del camino tampoco.

—Estaciónate o te jodes. Tiene unas nalgas muy ricas.

Para ese momento ya estaba de rodillas sobre el asiento, con el pantalón atorado en éstas y el culo levantado y expuesto. Mi hombro izquierdo sobre el borde del asiento, mi cabeza colgando detrás del copiloto y mi mano derecha enterrando las uñas en el mismo asiento.

El tal Reita lamia, mordisqueaba, y chupaba mi entrada con desesperación. Entró sin preparación, haciéndome gritar, pero no duró mucho para que el copiloto hiciera malabares y sea acomodara entre los asientos delanteros para que le hiciera sexo oral.

—Prepáralo Reita, aquí en la vuelta podemos estacionarnos.

El rubio salió de mí, y separó al que parecía menor de los tres. Jale aire y me limpié la saliva que escurría por mi barbilla y cuello, para luego ser levantado y colocado sobre el miembro del tal Reita, de frente a él. Ya no sentía dolor como tal, de inmediato comenzó con sus penetraciones, el menor se puso detrás de mí, lamiendo entre mis nalgas sin perturbar las penetraciones. De pronto un dedo intruso me hizo voltear y ver como seguía lamiendo y moviendo el dedo para hacerse espacio.

Una nalgada…

Dos dedos en el interior…

Una lengua, tres dedos y un pene…

Y un dolor tan intenso me recorrió el cuerpo.

Lloré como un niño asustado, al sentir como otro miembro se adentraba en mí. El frío entraba por la puerta abierta donde el tercer chico se masturbaba y tomaba mi mano para que lo hiciera yo.

—Uru… Esta lindura merece un bono extra… Su culo lo merece.

El castaño sonrió, sin perder su cara de excitación al seguir siendo masturbado por mí. De su pantalón sacó dos fajos de billetes y los colocó en la bolsa del mío.

—Reita, deja que Ruki y yo lo follemos. Tú ya tuviste mucho.

El rubio salió haciendo que también el otro lo hiciera. Hicieron más espacio al mover los asientos delanteros, y Uruha se acomodó sentándome sobre él y penetrándome de un tirón. Nos miramos atentamente, puso atención a mis gestos con sus primeros movimientos, hasta que me vi perdido en su boca regordeta y de un sabor a licor y menta. Aferré mis manos a su pelo para impedir que se distanciara, su mano se estampó en mi nalga y arremetió contra mi cuerpo.

Ya no podía más, un rato después, volvía a tener dos miembros dentro y uno más en la boca, era demasiado agotador. Fue inevitable que me corriera como cuando estaba con Kai, su imagen inundó mi pensamiento y en un alarido solté su nombre.

Uruha me aventó contra el asiento y los tres se masturbaron hasta correrse en mí. Podía sentir su semen en mi cara, cuello, pecho, ombligo, piernas y brazos, nunca creí que los tres pudieran correrse tanto.

Una vez que notaron el frío en sus cuerpos, comenzaron a vestirse. Yo apenas y podía respirar, seguía desnudo y sucio. Tomaron algunas fotografías con sus celulares y me manipularon para tomar las imágenes de forma vulgar. Reita incluso tomó una chupando el enorme boquete que me había quedado, y Uruha tomó un pequeño video besándonos como desesperados.

 


Aquí estoy yo para darte mi fuerza y mi aliento… 
y ayudarte a pintar mariposas en la oscuridad 
serán de verdad 

 

No podía ni ponerme de pie, me habían dejado cerca de Shibuya y yo vivía mucho más lejos. Ya era Navidad… Seguía teniendo frío y ahora el dolor comenzaba a hacerse presente en cada músculo de mi cuerpo. Ahora además del hambre tenía sed. Recordé que en Navidad, madre hacía chocolate caliente y comíamos galletas de avena. Otra vez lloraba como desesperado, pero esta vez se anexaba el dolor en el pecho, ese dolor que creí ya no sentía, hasta que Kai apareció en mi vida.

—Podrías haberles dicho que te llevaran a tu casa.

Levanté la vista y le vi de pie frente a mí, con su impecable abrigo negro, los zapatos perfectamente lustrados, el pantalón de planchado perfecto, unos guantes calientitos en sus manos, un sombrero y bufanda protegiéndole de la inclemencia. Sentí vergüenza al verme tan descubierto y temblando de frío y angustia. Limpié mi rostro y sorbí el flujo en mi nariz. Cruce mi chamarra de peluche de animal print en mi pecho, aunque el frío atacaba mi abdomen descubierto y mis piernas enfundadas en ese pantalón de tela de mala calidad.

—¿No dijiste que no usabas animal print?

—Es calientita…

—Sí, se nota que lo es, por tus labios azulados.

—¿Qué quieres…?

—Estás loco si piensas que vas a conseguir otro cliente a estas horas y con este clima.

—Eso es problema mío. No es cosa que te importe.

—Lo será, si mañana apareces muerto de hipotermia en las noticias de las seis. ¿No pudiste comprar un abrigo decente con todo lo que te di?

—Si quieres que te lo devuelva, sólo dilo. Puedo hacer devolución hasta el día 31. Guardé los tickets y todo está en su empaque original. Sabía que lo pedirías.

—¡¿Por quién me tomas?! ¿Crees que soy un adolescente muerto de hambre, que da algo y luego lo pide de regreso?

—No lo sé. No hay modo de que yo pueda saber quién es cada uno de mis clientes…

—Lo olvidaba… Eres una puta y no puedes darte el tiempo de conocer a la gente. Han sido tantos a los que te les has ofrecido y otros más los que se meten en tu cama por sí mismos. —Sólo guardé silencio. Tal vez sólo estaba dejando pasar el tiempo y después se iría. —Sabes que… Tengo la duda de saber dónde están tus padres. Deberías estar en la Universidad en lugar de vender el culo.

—Yo también tengo una duda. ¿Qué haces aquí, si tienes esposa y amante con quienes pasar esta noche?

—Levántate. Te llevaré a casa. —Se quitó el abrigo poniéndomelo a la fuerza y agachándose para que subiera a su espalda. —Estás lastimado.

—¿Cómo lo sabes?

Los seguí, si  un cliente te dejó golpeado como la vez pasada, no quería ni imaginarme como te dejarían entre tres…

Lo abracé fuerte y hundí mi rostro avergonzado en su cuello. ¿Y si me escuchó que lo nombre al correrme?

 


Quiero ser yo el que despierte en ti un nuevo sentimiento 
y te enseñe a querer a entregarte otra vez sin medir 
los abrazos que de.... 

 

Tener a Kai durante una semana completa, ha sido una fantasía hecha realidad. Yo preparaba el desayuno, y él, la comida o la cena. Para el alimento faltante salíamos a algún lugar. Dormíamos juntos y hacíamos el amor por todas las paredes de mi pequeño departamento. Al menos yo hacía el amor, él sólo me follaba contra el muro a la primera oportunidad. Bueno, en realidad yo esperaba a que llegara a media madrugada y compartiera mi cama. Era yo quién se abrazaba a él para conciliar el sueño por fin, y así me daba cuenta que olía a perfume de mujer. ¿Entonces que hacía metido en mí casa? Esa fue la más grande incógnita toda la semana.

Era año nuevo y todos pasaban la cena con sus familias. Yo sólo fui a un McDonald´s antes de que lo cerraran, y compre dos combos. Aunque sabía que estaría sólo, no perdía la esperanza de que Kai llegara.

—¡Hola! ¡Qué sorpresa encontrarte aquí!

—U… Uruha… —Me puse totalmente rojo. Miré alrededor como si me cuidara de alguien.

—Tranquilo… vengo sólo. No te estamos acosando ni nada por el estilo, sólo ha sido una coincidencia. Una muy agradable coincidencia por cierto.

El chico era agradable. No sé como termino acompañándome a casa y de ahí terminamos comiendo nuestros combos, haciéndonos compañía y viendo el dorama de moda.

—Entonces no tienes tanto tiempo trabajando de eso… Eso explica porque eras bastante estrecho. —Puso una cara de tonto y se rió sonrojado. —¡No me mal entiendas! Pero cuando se nos ocurrió ir a buscarte, pensamos: “Ojalá no esté muy usado y resulte que no apriete.” Pero ya te habíamos visto ahí, y a los tres nos gustaste. Eres muy atractivo.

Sentí su respiración tan cerca que abrí la boca. Sujetó con delicadeza mi cara para poder besarme, pero justo en ese momento se oyó la chapa de la puerta abrirse.

—¡Kai! — Me levanté lo más rápido posible. —Pensé que no vendrías…

—Me doy cuenta… —fulminó con la vista a Uruha —sólo vine a dejarte tu paga por tu servicio toda la semana. Creo que es más que suficiente, pero si consideras que no lo es, sin problema te hago un cheque entonces.

—Ahh… Yo creí que… —Agaché la cabeza sin querer recibir su sobre. —Pensé que estabas porque…

—¿Por qué quería? —Se rió sarcástico y soltó el sobre en la mesa. —Mis suegros estaban en casa, de visita. No los soporto. Y la puta que se dice mi amante, es una buena para nada que espera la saque de casa de sus padres. Podría haberme ido a un hotel de clase, pero… ¡Aquí podía follarte a mi antojo! Me retiro. Supongo que lo correcto es desearles Feliz año.

Los oídos me zumbaron, esa fue la señal para dejarme caer de rodillas totalmente agotado. Yo era Cenicienta y ya era la media noche. Mire mis manos y vi en ellas manchas de suciedad, seguramente los demás no podrían verlas, pero mis manos habían tocado partes de cuerpos asquerosos, creía realmente habían sido hechas para tocar a Kai. ¡Qué tontería!

—Yo… Creo que lo mejor es que me vaya. ¿Estarás bien? —Levante la cara para mirar a Uruha de pie frente a mí. Asentí y limpie un par de lágrimas que habían humedecido mi cara. —Bien… Me retiro.

—Uruha… —Se detuvo antes de abrir la puerta, atento a lo que le dijera. —Si tú o tus amigos, quieren contratarme, ya sabes dónde encontrarme. Estaría muy honrado de que ustedes eligieran mis servicios.

Y así fue, inició el año con tres clientes frecuentes. Cada semana aparecía cada uno por su cuenta. Era agradable dejarse coger salvajemente por tres hombres guapos y buenos amantes, siempre el placer era protagonista que se desbordaba en nuestros encuentros. Dejé de salir a la calle y dejarme coger por viejos feos y violentos. Era la ventaja de hacerlo por mi cuenta.

“¡Feliz cumpleaños Aoi-chan!”

Ahora yo era su amante. Los tres pagaban con creces mis servicios.

El departamentito estaba vacío, sólo un colchón en el piso sería el testigo de la despedida. Ya que yo me prostituía para vivir, entre los tres compraron un departamento más accesible a ellos, donde pudieran ir sin problemas y a la hora que fuera. Nuestra última noche en este lugar seria como cuando los conocí.

Entre botellas de champagne, colillas de cigarro, condones usados regados por el piso, y nuestros cuerpos exhaustos y desnudos sobre ese colchón, fue que Kai nos encontró.

 


Le pido a Dios 
un toque de inspiración 
para decir 
lo que tú esperas oír de mí 

—¿Qué buscas aquí? —Preguntó Uruha molesto, cubriéndonos pobremente con una manta que había a la mano, sin dejar de mantenerme en su regazo.

—Algo parecido a lo que ustedes buscan en él. Aunque yo prefiero no compartirlo. —Arrojó un paquete al piso. Era un regalo perfectamente envuelto. —Feliz cumpleaños Aoi… Pensé que estarías sólo, de haber sabido me hubiera ahorrado el viaje hasta acá. —Miró el lugar vació y rió. —¿Qué sucedió con tus muebles? Tuviste que venderlos para pagar a renta? ¿Es que entre los tres no puedan mantenerte?

Reita y Ruki despertaron desorientados. Yo no podía ver a Kai a la cara, le escuchaba hablar, pero tenía el rostro hacía mis compañeros, no le daría el gusto de verme llorar por su desprecio.

—Ya no atiendo Kai. Lo siento… —Me abracé más fuerte a Uru. Sentí cómo el semen de los 4 escurría por mi cuerpo y ensuciaba a mi amigo castaño. —Lamento que siempre pierdas el tiempo por mi culpa. Hoy cumplo 22 años y ellos me han dado una nueva oportunidad de vida. Si aquella noche les hubiera rechazado y me hubiera ido contigo, yo seguiría siendo una simple puta más.

—Te lo pintaran más bonito, pero por lo que yo veo, sigues siéndolo, sólo que ahora de tres.

—¡Hijo de…!

—¡Reita! Me abracé a su cuerpo cuando se abalanzó contra Kai. —Déjalo…

—Pero…

—No importa.

Kai se fue dando un portazo. Una hora aproximadamente después, nos fuimos nosotros. Sólo pasaron a dejarme a mi nuevo hogar, y se fueron a sus hogares. Una hora después de haber llegado, el timbre sonó.

—Quiero que hablemos…

 


Aquí estoy yo 
abriéndote mi corazón 
llenando tu falta de amor 
cerrándole el paso al dolor 
no temas yo te cuidare 
solo acéptame 

—Cuando me casé, creí que gozaba de una gran suerte. Tenía una esposa hermosa, éramos jóvenes, ricos, y al poco tiempo de unirnos, esperábamos a nuestro primer hijo. Juliette, fue la mujer elegida para mí de entre todas las herederas ideales. Creí que ella era la mujer perfecta. Un día llegué a casa temprano, la encontré con su amante, tenía apenas 3 meses de embarazo. De inmediato supe que ese niño no era mío. Al amenazarla con deshacerme del sujeto, ella rogó por el padre de su hijo. Fue la noche que te busqué por primera vez.

Me temblaba todo el cuerpo. Kai sentado a mi lado, se veía tan pequeño e indefenso. Llevaba una gran tristeza en el cuerpo y yo sólo le escuchaba atento.

—No puedo divorciarme de ella, pero entonces he pasado los días ignorándola hasta que sea lla misma quien finalice nuestro acuerdo. Abortó al niño y ha seguido viendo a su amante, fue por eso que me lie con Aiko. Pero ella no eres tú. —Acarició mi rostro con ternura, rosando sus labios en mis mejillas hasta apenas tocar los míos. —Sé lo que sientes por mí. Yo no puedo ofrecerte nada, no quiero darte falsas esperanzas… Tengo mucho miedo de que no seas quién deseo.

—No tengo nada que perder. Vine a esta Ciudad creyendo en las promesas de mi novio y repudiado por mis amorosos padres… Estoy sólo. Lo poco que tú me puedas ofrecer, será más de lo que pueda desear.

Hacía horas que mi cumpleaños había terminado, era dichoso con mi regalo.

 


Dame tus alas las voy a curar 
y de mi mano te invito a volar….. 

—Despierta cumpleañero… Tenía frío y esa cama era realmente cómoda. Entre las sábanas me hice bolita con una pequeña sonrisa al sentir sus labios besando mi espalda hasta llegas a mi trasero. —Sabes que con lo de anoche no es suficiente para mi, así que si no despiertas y desayunas conmigo, no me quedará más remedio que ultrajar tu cuerpo hasta desfallecer.

—Eso suena perfecto…

Me giré para quedar boca arriba y pasar mis brazos sobre sus hombros, sus labios unidos a los míos en su beso salvaje ahogaron mi gemido al ser penetrado de improviso, sólo pude cerrar mis puños en su cabello obscuro.

—Kai… Ka… i…

—Ámame Yuu… Ama a este hombre imperfecto con tus perfectos sentimientos.

—Yuta… Ka…

Me aferré a su cuerpo con pequeñas lágrimas escapándose de mis ojos. Sus caderas enterrándoseme, y nuestros gemidos enloquecidos, eran la prueba de que todo era como debía ser. Kai a sus 31 años era una persona perfecta. Y yo, sólo era el chico que se sentía Cenicienta.

 


Aquí estoy yo
abriéndote mi corazón
llenando tu falta de amor  
cerrándole el paso al dolor  
no temas yo te cuidaré
siempre te amare.

—¡Me niego rotundamente!

—Takanori, no te estamos pidiendo tu opinión, estamos informándote de los hechos.

—¡A mí no me hables así viejo rabo verde y pervertido! Podrás haber embaucado a nuestro pequeño Yuu, para que creyera en tus patrañas, pero a mí no me vas a venir a engañar. ¡¿Quién me asegura que no piensas hacer trata de blancas con él?! ¡No señor! Yuu no sale de esta casa, porque para eso la compramos. Para nuestro pequeñito. ¡Shima dile algo! Taka se dejó caer en el sofá con los brazos cruzados, mientras todos estábamos disimulando la risa ante sus ataques histéricos.

—¿Podremos seguir visitándolo?

Shima era el único que se veía realmente triste. Él mejor que nadie sabía de mi amor desmedido por Kai. Nunca fue mi intención herirlo, pero cuando recién nos conocimos le había contado mi historia y como es que Kai, era la única persona que me había hecho sentir en las nubes.

“Olvídalo. Yo estoy enamorado de ti y daré todo por hacerte feliz. Yo quiero verte feliz, Yuu.”

—Por supuesto. No es algo sencillo para mi, saber que siguen y seguirán frecuentándose después de lo que han intimado… Pero amo a Yuu y él merece le respete, al grado de confiar ciegamente. Sé que cuando yo tenga que hacer algún viaje de trabajo, ustedes verán por él en mi ausencia. Ya han demostrado quererle desinteresadamente.

Kai, sujetó mi mano entre las suyas y sonrió, empequeñeciendo esos ojos que tan diferente brillaban desde que nos besamos por primera vez. Llevábamos casi un año de haber hecho el amor un día después de que yo cumpliera 22 años. Kai cumpliría 32 años pasado mañana, y luego de exactos nueves meses, viviríamos juntos en su propia casa.

Sin importarnos el qué dirán, sin pensar que su esposa estaría en la habitación al finalizar el pasillo. Porque si ella se negaba a dejar a Kai en libertad, no era nadie para siquiera pensar en alguna amenaza. No después de haber sido abandonada por su amante y sufrir ahora de una depresión severa.

Luego de haber estrenado el departamento con Kai entre mis piernas aquella mañana… tarde y noche, los chicos sólo se preocupaban por mi felicidad. Creyeron en los sentimientos de Kai, al ver que su única exigencia, era que yo hiciera una carrera, ahora estaba por terminar mi escolaridad básica y preparándome para cumplir los requisitos de una buena universidad. Kai pagaría los gastos de la mejor, pero yo quería ser merecedor de ese lugar. Quería que Kai se sintiera orgulloso de mí, el día de mañana.

—Pues si Yutaka va a cuidarte bien, no hay gran cosa que decir, sólo que seas feliz Yuu-chan.

Uru, Reita y Ruki, nos abrazaron cálidamente, deseándonos lo mejor. Entre ese abrazo, Kai se fundió en mis brazos dejando una promesa en mi oído:

 

“No temas yo te cuidaré
siempre te amare.”

Y sabía que así seria… Kai lo cumpliría. 

 

 


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