Ya estaba otra vez. Mirándolo, con esos ojos color amatista, con cara de no estar entendiendo. Paró de explicar la lección para devolverle la mirada y preguntar:
-¿Entendieron todo?
La mayoría de los alumnos asintieron con la cabeza o dijeron “sí”, pero él no. De nuevo, sabía perfectamente que el chico no entendía la lección. Pero era su problema si no lo decía. Continuó con la clase sin prestar atención al niño, el cual pese a sus 16 años era tan delgado y parecía tan frágil que si le preguntaran su edad, podría decir 12 y le creerían. Y además, con ese cabello castaño algo largo, su poca altura y su tono de voz tímido y más agudo de lo que se espera por su edad, a veces podía parecer una chica.
El profesor volvió a centrarse en los alumnos de su clase, la cual era formada por aproximadamente unos 30 alumnos. El único destacable era ese niño, porque el resto parecían ser bastante normales... e idiotas.
-¡Yuma! ¡Guarde su teléfono ahora mismo a no ser que quiera que se lo confisque!
-¡Pe-perdón, profesor Sakagami! -dijo el alumno, mientras guardaba el teléfono lo más rápido que podía en su mochila y susurraba algo por lo bajo, que obviamente, por la lejanía, no pudo escuchar.
Delante de la pizarra estaba un hombre alto, delgado y atractivo. Debía tener unos treinta años, cabello negro azabache y ojos de un lila azulado oscuro. Explicaba de forma bastante clara, pero el niño no entendía del todo la lección. ¿La razón? Sólo con oír su voz se distraía. Lo escuchaba, pero su cerebro no procesaba las palabras, sino el tono de voz. No entendía mucho por qué lo llaman “Perro Gruñón”, pero tal vez sería por lo estricto que era. O tal vez por esa mirada que infundía respeto y que intimidaba a todos. Sariel Greene siguió mirando al profesor estando embobado, hasta que por fin sonó el timbre de fin de clase. Estando en las nubes, recogió sus cosas mientras sus compañeros pasaban a su lado sin decirle nada, como era habitual.
-¿Ocurre algo, Greene?
-¿Eh...? -alzó la cabeza, sin darse cuenta se había quedado parado delante del profesor. Nervioso, intentó decir algo que tuviera sentido- S-si... no...
<<Ponte de acuerdo, ¿sí o no?>> Pensó el profesor Sakagami con algo de impaciencia, para luego suspirar y decir:
-El ejercicio de antes. No lo entendiste, ¿verdad?
Sakagami vió fácilmente que la timidez del niño lo superaba. Sariel asintió con la cabeza tímidamente, y luego lo miró a los ojos, encontrándose seguramente con una mirada que intentaba no ser ni amenazante ni seria. Sakagami siempre tenía mucha presencia, y por alguna razón los alumnos le tienen miedo. En cambio, Sariel era de los que miran cuando creen que no se dan cuenta.
-S-si... no lo entendí demasiado... -respondió por fin, mientras Sakagami se sentaba sobre uno de los escritorios, mirándolo.
-Greene, ¿ha pensado en buscarse un tutor particular que le dé clases de refuerzo?
-¿Eh?
-Estoy seguro de que te podría ser de ayuda, alguien que te ayude a organizarte y repasar todo lo que haces en clase.
-Pero... -baja la cabeza algo avergonzado- ...en mi casa no tenemos mucho dinero para pagar ese tipo de cosas...
-Entonces... ¿y si fuera yo? Sería gratis, ya que yo no estoy necesitado de dinero y tengo los fines de semana libres.
-Lo... ¿lo dice enserio?
Sariel levanta la cabeza mirándolo como si estuviera viendo un milagro, con los ojos brillantes y una gran sonrisa, ilusionado.
-Si, no tengo razón alguna para mentir.
-¡Mu-muchas gracias, Profesor Sakagami!
Sakagami vio como el niño salía emocionado del aula. Oyó a Sariel hablar animadamente con ese chico un chico un curso superior que siempre estaba cerca de él, Kato. Era algo alto, unos 10cm más alto que Sariel, tenía el cabello negro y corto y sus ojos eran de un curioso color gris. Vio como el pelinegro le daba palmadas en la cabeza al niño, con afecto. Si no fuera porque ya lo sabía, habría pensado que esos dos eran hermanos. Pero no lo eran, al parecer vivían en el mismo vecindario, esa era la razón de tanta familiaridad. Kato pareció darse cuenta de que Sakagami los miraba y agarró la mano de Sariel y se lo llevó por el pasadizo, seguramente en dirección a la biblioteca.
Por alguna razón, Kato parecía tenerle manía a Sakagami, y tanto Sariel como el profesor lo sabían, pese a desconocer la razón.
El profesor guardó los papeles en una carpeta donde ponía “Yoru Sakagami”, su nombre y apellido, la metió en su bolsa y se dirigió hacia la salida mientras pensaba en que al día siguiente tendría que llamar a casa de Greene para acordar a qué hora iba a darle clases, ya que era viernes y mañana sería sábado.
-Will, u-una araña... -susurró Sariel, agarrando el brazo de su amigo, temblando.
-Sariel, si es más pequeña que las que viste en el museo el otro día. -dijo William restándole importancia, negando con la cabeza.
-¡Pero esas no movían las patas! ¡Seguro que me está mirando! ¡Soy su objetivo...! -Sariel comenzó a lloriquear.
-Esa fobia tuya me tiene harto, ¿sabes? -suspiró- Una araña no puede hacerte nada.
-Pero Will... ¡detrás de una hay un ejército de mil!
Yoru no pudo evitar reírse ante la ocurrencia del niño. En ese momento tanto Kato como Greene se dieron cuenta de que eran observados por el profesor, el cual los miraba entretenido, a un par de metros de ellos. William se puso a la defensiva delante de Sariel, y Sakagami era capaz de imaginarlo como un cachorro intentando proteger su juguete, gruñendo con la cola entre las patas.
-Greene, ¿te dan miedo las arañas? -preguntó el profesor ignorando al chico, aunque era una pregunta obvia no quería darlo por hecho, no fuera que se sintiera ofendido.
-Sí, señor... es que cuando era pequeño caí en un nido de arañas muy grande que había en un pasadizo de un sótano de una casa antigua... -sus ojos se llenaron de lágrimas.
-La próxima vez que veas una araña, si no es más grande que tu mano, ignórala. Si es más grande que tu mano, huye. -dijo el profesor, sonriéndole, pensando que era imposible que el niño encontrara una araña más grande que su mano- Por cierto, esto -le da una tarjeta- es para que me llames y digas a qué hora voy a tu casa para las clases de refuerzo. Pensé que tendría que llamar directamente a tus padres para preguntar, pero me alegra no haberlo hecho todavía... -y ahora por fin Sakagami dejó de ignorar a William y los miró a ambos- ¿Y qué hacéis tan tarde por aquí? Todos ya se han ido a casa...
-Wi... -comenzó Sariel, pero Kato se adelantó, mandándole una mirada de advertencia. Delante de otras personas, para que no supieran que era medio extranjero, le pedía que lo llamara por su apellido, Kato, en vez de por su nombre, William. A Sariel no le importaba que lo llamara Sariel o Greene, porque tanto su nombre como su apellido eran extranjeros, y sus ojos ligeramente rasgados no pasaban desapercibidos a casi nadie. Will no los tenía tan rasgados como su amigo, por lo que si nadie decía su nombre, no se podría saber que es de padres extranjeros.
-Quise quedarme un rato en la biblioteca para leer y él me hizo compañía, aunque le dije que no hacía falta. Ahora ya nos íbamos. -dijo Will mirándolo de reojo, se notaba a la legua que el “Perro Gruñón” Sakagami no le caía nada bien.
-Está bien. Id con cuidado de vuelta a casa. -respondió Yoru, había notado fácilmente que Kato no lo quería ver por mucho rato más, por lo que salió del lugar sin perder más tiempo.