Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ink me por AvengerWalker

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Disclaimer: Saint Seiya es obra y creación de Masami Kurumada, por lo que los personajes NO me pertenecen.

Advertencia: es un fanfic AU; es decir, el contexto no está situado en la historia de Saint Seiya. Puede que haya un poco de OoC en algunos personajes.

Notas del capitulo:

Hace tiempo que no escribo, y aunque no me sentía muy segura para hacerlo, me han animado un poquito. He perdido la costumbre, así que me disculpo si el fic resulta muy estructurado, tenso y aburrido, prometo que me esforzaré para mejorar<3.

Es sabido que cuando las personas verdaderamente tienen un sueño, suelen dar lo mejor de sí para tratar de alcanzarlo; algunos se quedan en el camino, otros se desvían a la mitad del recorrido, notando que quizás hay cosas de mayor interés aguardándoles en otro lado. Hay quienes están realmente seguros de lo que quieren en la vida, y caminan siempre hacia adelante, retrocediendo de vez en cuando, tomándose sus pausas y quizás hasta tropezando, pero buscan llegar de una u otra manera. Hay quienes, una vez llegan allí, se dan cuenta de que no es lo que realmente querían, y entran en un estado de decepción dominante. Otros, cuando alcanzan su objetivo, se sienten orgullosos y felices de ver que era verdaderamente lo que les gustaba.

Pero hay quienes, no obstante, no están conformes con lo que obtienen.

Mu Stassei pertenece a estos últimos. Sus sueños siempre fueron cambiando de acuerdo con la edad: primero, tuvo esos típicos deseos infantiles de ser policía, cantante, bailarín. Conforme fue creciendo, se dio cuenta de la gran atracción que sentía por la astronomía y los planetas, por lo que aseguró seguiría aquel camino de la ciencia. Parecía que todo iba bien, y siempre que los adultos curioseaban acerca de sus futuros estudios, respondía lo mismo: que sería astrónomo. Pero bien se sabe que la adolescencia es una época de crisis, de cambio; se está en la búsqueda constante de una identidad, pensando en cómo conformarla, intentando cientas de cosas diferentes. Pero Mu siempre tenía en claro lo que le buscaba; iba cambiando, pero siempre se mantenía en la misma línea: leía mucho, escribía, dibujaba. Parecía estar desviándose hacia lo artístico, y así resultó. De un día para el otro, notó que la astronomía no era para él. Nunca había sido diestro para las matemáticas, no conseguía entenderlas; se le hacían demasiado estructuradas y él más que nadie tendía a complicar las cosas y darle la vuelta al asunto. La filosofía y las humanidades eran lo suyo, por lo que, por más que amase los planetas, las estrellas, por más que quisiera observarlos más de cerca y aprender, sabía que no lo conseguiría. Y tampoco es como si tuviese muchas ganas de intentarlo: en el fondo, siempre había sido consciente de que no era hábil. 

Pero sí era bueno escribiendo, o eso le decían todos. Las pocas personas que habían alcanzado a leer algunos de sus escritos le felicitaban, incluyendo a varios profesores. Aún así, siempre fue excesivamente autocrítico: nunca estaba conforme. Siempre había algo que mejorar, y aunque le enorgullecía obtener reconocimiento, esa emoción no duraba mucho. No le gustaba caer en el pecado de la elación, estaba mal, sobre todo cuando no era mucho mérito que digamos. Su amor hacia las letras le hizo seguir ese recorrido. Poco tiempo después, supo a qué quería dedicarse en la vida: quería ser editor. Ya que no se animaba a publicar sus trabajos, pues no se creía lo suficientemente talentoso -y según él, no quería ensuciar el ámbito literario-, entonces quería ayudar a otras personas a cumplir sus sueños. Quería ser una especie de guía, alguien que brindase una esperanza y ayudase a quienes se creían incapaces, a quienes tenían una buena idea pero les costaba ponerla por escrito, o quienes sólo requerían de un empujón para obtener un resultado increíble.

Sin embargo, el mundo de la literatura no es sencillo, y lo supo ni bien ingresó a la universidad. Elitismo por aquí, elitismo por allá. Pronto fue superado por una catarata de compañeros e ideales algo discutibles desde su perspectiva. Pero Mu nunca decía nada. Era esa típica persona que prefería quedarse en silencio y escucharlo todo; su mente formulaba cientas de ideas, varias de ellas realmente inteligentes, pero era demasiado introvertido como para hacerse oír... o más bien como para quererlo. Incluso si su personalidad no destacaba mucho, pues siempre iba callado, su físico si lo hacía: poseía una cabellera larga lilácea, brillante y tan atractiva que incluso por el sentido de la vista, daba la sensación de poseer la suavidad más pura de todas; sus ojos eran grandes y expresivos, de un bello y pacífico color esmeralda; finalmente, y una de las cosas más llamativas de su persona, era que carecía de cejas: en su lugar, había dos puntitos rojizos. Siempre había sido interrogado por lo mismo, y la respuesta no variaba: herencia. Desde luego, era un lindo muchacho, alto, delgado y de musculatura promedio; utilizaba gafas, algo normal dentro del ámbito, debido al contacto constante y casi excesivo con los libros y textos.

Pese a lo competitivo e incluso agresivo de la carrera, consiguió graduarse con buenas notas a la edad de 24 años, lo que ya dejaba las bases sentadas: poseía estudios universitarios, algo de experiencia obtenida en la carrera... ahora, necesitaba hacerse de algún contacto para poder alcanzar su sueño.

Y lo logró.

Por supuesto, requirió de meses de esfuerzo y dedicación para poder encontrar un espacio. Fue todo gracias a su primo, Shion Stassei, quien, casualmente, había escrito una obra hacía unos cuántos años atrás. La editorial, por supuesto, seguía funcionando, y se mostró interesada en contratar a Mu para el puesto que pretendía.

El poder de los contactos.

Más de una vez había oído comentarios de que, para poder reservarte un lugar, por más mínimo que fuese, en el ámbito de la literatura, debías tener mínimamente uno o dos contactos. No pensó que fuese a ser realmente cierto, y no se sentía avergonzado por haber aprovechado la ocasión.

Había alcanzado sus sueños... estaba adentro.


~ x ~




—¿Mu?


Parpadeó. 

Había estado perdido en sus propios pensamientos durante unos cuántos minutos, pensando en cuánto le había costado llegar hasta donde estaba. Recordaba las horas de estudio, el esfuerzo, las malas calificaciones y su expresión de extrema palidez al contemplarlas; recordaba el nerviosismo clásico previo a exámenes importantes y, finalmente, recordaba el final de esa época tan bella y esforzada. Este era un nuevo ciclo.


—¿Sí? Disculpe, señor Scorpius —Se apresuró a titubear, agachando la cabeza en señal de disculpas.


Ubicado en el centro de Tokio, Japón, Editorial SC era una de las más atractivas opciones para aquellos escritores que buscaban dar a conocer sus trabajos. Pese a ser algo selectivos, eran también bastante abiertos y amables, y eran capaces de extraer una gran obra de arte de un simple y sucio boceto. Si bien era cierto que, como toda editorial, buscaban generar dinero a partir de sus trabajos, tendían a desviarse un tanto de la norma empresarial: les importaba más el contenido que lo que podían obtener de ello. No pocas personas podían permitírselo, y no era de extrañar que el jefe, Scorpius, lo hiciera: pertenecía a una de las familias más ricas del país. Además, gracias a la popularidad que poco a poco iba ganando la editorial, las ganancias iban concentrándose y su riqueza crecía sin parar. 


—Te noto algo distraído, Mu —Comentó el hombre. Debía de tener unos sesenta y tantos años. Era una persona de carácter, pero amable y simpática a fin de cuentas. Y algo informal, también, detalle un tanto extraño para alguien de su edad—. En fin, no tengo problemas en repetirlo, ¿sabes? Debes estar algo extenuado. He observado cómo trabajas con los autores que se te han asignado. Al parecer, aunque han sido proyectos aislados y pequeños, han quedado fascinados con tu habilidad. Aparentemente, no han recibido un trato similar en otros lugares... —Musitó, aguardando a la reacción del pelilila.


Mu parpadeó. ¿De verdad tenía tan buenas críticas? 

—Sabes que es un trabajo difícil... tener que elaborar correcciones, tener que estar encima de los escritores a la vez que intentas no estresarles. Es complicado, pero de alguna manera lo conseguiste. Recuerdo haber leído sus trabajos antes de que pasasen por el proceso... y debo decir que eres bastante capaz —Finalizó, sonriente. Le devolvió el gesto, sintiendo que su corazón se aceleraba. ¿Significaba que tenía talento para guiar a las personas y llevarlas a un buen resultado? Se sabía que un libro no era sólo producto del escritor, sino del editor también. Era un trabajo en conjunto, un dúo.


Pero al parecer, no terminaba ahí la cuestión. Lo supo porque el hombre se mantuvo frente a su cubículo en el lugar, con las manos detrás de la espalda, ocultas por su figura trajeada. Al igual que él, llevaba gafas, detalle poco llamativo. Parecía ser, incluso, la marca de quienes trabajaban ahí. 


— Agradezco verdaderamente sus palabras. Me siento... conforme de saber que hice un buen trabajo, aunque sé que debo seguir esforzándome —Apoyó las manos sobre su escritorio, sonriente. Sus dedos eran largos y pálidos, casi delicados; entrelazó ambas manos en un sutil gesto de nerviosismo. El jefe Scorpius seguía allí, como si hubiese más que decir... Y por supuesto que lo había.


Luego de tomar oxígeno, comenzó por soltar la bomba, muy lentamente:


— Mu... Como sabrás... —Suspiró. Parecía que se venía una noticia difícil, o esa impresión daba. ¿Le despidiría?... No, no era posible... No, ¿verdad? —Como sabrás, nuestra empresa cuenta con uno de los autores más... más redituables actualmente —No era propio de su persona tardar en decir las cosas, o dar vueltas y vueltas. Mientras aguardaba a que continuase, su mente ya estaba desplegando un amplio glosario de probabilidades y opciones, dentro de las cuales “un trabajo complicado” parecía resaltar. —Me refiero a Saga Kharisteas.


Enmudeció, o más correcto sería decir que toda su mente enmudeció. Su mente entró en un caos instantáneo, mientras trataba de rescatar alguna frase coherente. Por supuesto que le conocía, era el escritor estrella de la empresa y del momento... era el hombre modelo, cliché de la literatura que escribían la mayoría de las adolescentes. Un joven moreno, atractivo, carismático, de personalidad algo arrogante, serio, responsable y lo peor de todo... complicado. Poseía un carácter verdaderamente difícil de tratar, y era sabido que los editores difícilmente podían con él. Más de una vez había tenido que escuchar, sin quererlo, quejas de los trabajadores respecto de su comportamiento: era terco, y era difícil convencerle de cambiar hasta el más mínimo signo de puntuación de su escrito. No quería imaginarse cuánto estrés y trabajo conllevaba el trabajar con él para una novela.

En pocas palabras, Saga Kharisteas era peligro, y algo de descontrol. Parecía imposible de domar.


— Creo que ese silencio lo dice todo —Manifestó su jefe con una entristecida sonrisa. Ambos allí sabían lo complicado que era trabajar con Saga, incluso si lo habían vivido en primera persona o sólo habían escuchado al personal. Sabía lo que le estaba ofreciendo, pero necesitaba oírlo para asegurarse de que no se trataba de un sueño. —Está escribiendo una novela; ha tenido una idea bastante... cómo decirlo, renovadora, fresca y original, y necesita un editor para ello. Sé que estás aquí desde hace poco tiempo, pero cierto es también que constantemente has reflejado poseer capacidad para esto. Saga es... complejo de tratar, es responsable en demasía, pero tarda muchísimo para terminar sus trabajos, más que nada porque no simpatiza casi nunca con los editores. Estaba pensando que, dada la respuesta de otros autores a tu trabajo... podías intentarlo con él.


Ahí estaba. Se lo estaba ofreciendo, ¡estaba claro! Desde un principio lo estuvo. Quería que trabajase con Saga. Por un momento, pensó en negarse de inmediato y traer de argumento su poca experiencia, pero tampoco quería limitarse a sí mismo. Trabajar con alguien como Saga era un paso más, significaría esforzarse, superarse a sí mismo, una experiencia verdaderamente rica e interesante. Sus anteriores trabajos habían sido pequeños en comparación. Pero... ¿estaba listo para algo así? No estaba seguro si se le ofrecía por mera desesperación, porque verdaderamente tuviese el talento o por una combinación de ambas.


— Dejaré que lo pienses. Sé que no es algo sencillo de responder —Oyó casi de inmediato, y se sintió más aliviado. Necesitaba pensarlo, claro que sí. Antes de que pudiera responder siquiera, observó su figura alejarse con tranquilidad por el pasillo, probablemente hacia la zona de fumadores.


Silencio.

El más profundo y relajante silencio. Echó un vistazo al horario, sólo para notar que aún faltaban un par de horas para anochecer y, por ende, finalizar allí. Suspiró y golpeó suavemente la yema de sus dedos contra algunas teclas, sin saber exactamente qué intentaba redactar en el ordenador. 


— Aceptar... o no. Deberías estudiar las desventajas —Susurró, dando rienda suelta a una de sus malas costumbres: hablar en voz “alta”. —Si aceptas, las ventajas que obtendrás son grandes, si es que todo termina bien. Obtendrás experiencia, reconocimiento, podrás ir escalando... Pero... —Suspiró y, apoyando los brazos por completo sobre el escritorio, optó por hundir el rostro allí, protegiéndose del mundo entero. Cualquiera diría que no; se negarían, alegando la complicada personalidad de Kharisteas. No se atreverían por miedo e inseguridad. Miedo al fracaso, a no poder con tan arrolladora personalidad. Nunca le había visto en persona, mas sí en fotos. Era atractivo, por supuesto, y lo admitía incluso siendo que los hombres no entraban dentro de sus gustos. Era heterosexual, siempre lo había sido. Pero tenía una extraña sensación... algo que le preocupaba. Sentía que si se negaba, se perdería de algo importante; estaba seguro, además, de que todos esperarían que dijese que no. Es lo que él mismo esperaría de alguien a quien hubiesen ofrecido semejante cosa.


Antes de siquiera darse cuenta, ya se había incorporado y se encontraba siguiendo el camino que su jefe había caminado hacía unos minutos antes. Un par de aleteos de pestañas y vio la puerta de la oficina frente a su rostro. Era ahora o nunca. Su mano derecha se transformó en un puño y la dirigió a la puerta de madera, aguardando la respuesta del otro lado... que llegó de inmediato. Ingresó. El señor Scorpius estaba sentado frente a su escritorio de siempre, tan lleno de papeles como nunca. Cuando le vio entrar, sus ojos reflejaron preocupación. Debía de estar ansioso y preocupado por su respuesta. Estuvo a punto de hablar, pero Mu fue más veloz:


— Respecto del trabajo con Saga Kharisteas... acepto.

Notas finales:

Espero que les haya gustado<3.

Trataré de no tardarme en la continuación /o/.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).