Viernes por la noche, momentos de fiesta y relajación para empleados, perfecto para olvidarse del estrés semanal y pasar un buen rato con colegas del trabajo, familiares, parejas ¿y por qué no?, amantes.
En un misterioso salón ubicado en las orillas de Seúl, la gente acudía a viajar en el tiempo, rememorar su pasado al ritmo del blues y su ambiente apacible de aquellas épocas. Los jóvenes siquiera volteaban a mirarlo, impulsados por la vanguardia solían ir sin chistar a los bares u antros de moda populares de la región, había fines de semana que ni siquiera alcanzaba cupo para todos y sólo los interesantes y famosos tenían el privilegio de entrar. Pero no era el caso de dos enamorados, dos chicos que preferían la compañía pacifica y solidaría de la gente mayor, personas que los recibían sin prejuicios por su relación, sin correr el temor de ser juzgados o mal vistos al ir de las manos, conmemorar un abrazo o profesar un beso. A pesar de residir en un país abierto a esas ideas, siempre existían aquellos que los apedrearían tan sólo con la mirada, además nada tenía comparación a ese entorno cargado de pasión por la música en vivo, voces clásicas que en estos tiempos los productores tenían en el olvido, una pena claro, si bien que invitaban a destilar amor con sólo un vals y, al centro de la pista danzando al ritmo de “Running in and out of my life”, era lo que precisamente dos amantes hacían.
—Seung…— La armoniosa voz de Ri se unía a los coros de la atractiva dama ataviada de un galante vestido rojo, interpretando para todos los invitados un himno de amor en crecimiento. El aludido sonrió, apretando con vigor la cintura de su amado bailarín, aun cuando sus cuerpos ya desconocían la distancia.
—Dime Ri…— Susurró con ese timbre tan varonil, sabiendo bien que estremecía a su amado con expresarlo muy cerca de su oído. Ri se alzó y le brindó el privilegio de contemplar un rubor que apenas si relucía en el discreto ambiente, alumbrado únicamente de luces moteadas balanceándose a la parsimonia del son.
—Te amo ¿lo sabes? — Sus labios se rozaron en el cuchicheo y sus manos buscaron enredarse más al cuello del rapero, claramente intencionado a agacharlo y le diera una mejor postura para besarlo; pero, Top era travieso en esos momentos, podía tortúralo minutos sólo para recibir unos labios hambrientos al haberse negado semejante manjar, eran sus mañas, mismas que podían volver loco a SeungRi. Notó el berrinche en los labios de su menor, fruncidos cómo los de un niño a punto de llorar y ese ceño que se encogía expresando la insatisfacción.
—Lo sé, pero no te pongas así y ni me vayas a pisar…—
—Fue solo una vez y no lo hice con intención— Rezongó el maknae y consiguió hacer reír a su pareja, claro que muy bajo para no estropear la dulce melodía.
—Has mejorado mucho desde entonces, la primera vez que te traje aquí tenías miedo de lo que pensaran— Un beso fugaz dejó caer en sus labios, esfumando la mueca de su Ri, quien lo bendijo con la magnificencia de una sonrisa, declarándose dueño de ella. Ri recordó aquel día cómo si hubiera sido ayer, la primera cita después de haberse declarado, pero mientras lo hacía no fue consciente del instante en que apoyó la cabeza en el fornido pecho del rapero, ya era una costumbre hacerlo, depender de la protección que le envolvía, en cambio Top deleitaba su visión con la figura del joven, valsando al ritmo de la canción en la sincronía que solo dos amantes de su talla conocen, un amor puro que ni los más frívolos demonios podían destrozar.
Los clientes del lugar les dieron un titulo que por supuesto no negaron, el JinJan de las 12 pm, y es que SeungRi vestido en su traje blanco bien podía pasar por la belleza de un ser celestial, capaz de cautivar a más de uno y conseguir hasta los más insignificantes caprichos, pero que solamente Top podía conceder, en cambio este galante en su traje negro daba un toque de misticismo a su apariencia, de cuidado, aquel chico que solamente sonríe por inspiración de su acompañante, hasta muchos habían llegado a creer que tenía bajo amenaza a SeungRi el chico tan alegre y alocado, sin embargo todos esos rumores cobraban nada al verlos cómo uno sólo, ese complemento que existe cada cien años, la pareja perfecta que no sirve si uno está ausente. ¿Pero, por qué esa hora? Cabe destacar que todos los viernes a la misma hora la reservada pareja hacía su acto de presencia, a cautivar a más de uno que con interés los observaba.
—Ri… — Con la suavidad de un toque en su mentón lo orilló a levantar la cabeza, conectando sus miradas expresivas con ese brillo especial que solo ambos conocen. — Te amo —
Y bajo el sello del casto ósculo, profesaron su amor al final de la canción.