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Herida por maxi anime

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Notas del capitulo:

Hola a todos, perdonen la demora, unos pequeños problemas, discutí mucho con este fic, borre mil veces cada cosa y al final no me decidí publicar y que quede este lemon, más adelante abra más, no se preocupen. Tanto me lo pidieron, que están acostumbrados a esto a lo otro, bueno aquí el Lemon que querían, espero les guste.

Muchas gracias por todos los reviews recibidos, la verdad me han animado tanto que por eso me peleo con el fic.

Despertó aturdido, la mitad de su cuerpo entumecido por dormir sentado, su brazo derecho estaba acalambrado, puesto que lo uso como almohada, se rasco la cabeza para luego organizar sus cabellos, que le impedían ver y sonrió al ver a quien dormía en la cama, con una terrible venda en su cabeza que cubría toda su frente y parte de su cabello. Se levantó lentamente de la cama y fue hasta el baño de la habitación a higienizarse un poco, lavarse la cara, tirarse agua en el cabello, lo que era regular. Al regresar al cuarto vio a algunas enfermeras alrededor del de cabellos turquesa, examinando, tomando sus signos vitales, espero a que se fueran pacientemente y luego regreso a su sitio, sentado en aquella incomoda silla plegable, de metal, y no soltar aquella mano que tanto deseaba ver que se moviera.


-Milo, deberías irte a descansar-le susurro el rubio acercándose  a él, puso su mano en su hombro derecho y le sonrió- estará bien, yo no me moveré de aquí.


-No Hyoga, mi lugar es a su lado y así me quedare.


-No lo estuviste todo un año- recalco mirándolo con severidad.


-No me lo recuerdes, cometí un error, soy humano y lo siento, no quería ni quise lastimarlo.


-Milo, ve a descansar- replico la diosa acercándose- estará bien, los mejores médicos lo están atendiendo, ve a casa y descansa un poco, tampoco está bien lo que estás haciendo, Camus necesita de que tú también estés bien.


-Pero diosa Athena- interrumpió arrodillándose ante la mandataria- mi lugar es aquí.


-Él no se moverá del hospital, es una orden, Tatsumi te espera en la entrada.


Miro con descontento, una orden dela diosa era una orden a obedecer, no podía negarse, no podía decir que no, debía obedecer, su deber de santo era seguir a su diosa hasta las últimas consecuencias. Salió de aquel cuarto, no sin antes dedicarle una larga mirada de melancolía a aquel que tanto amaba, luego comenzó el largo recorrido entre pasillos y escaleras para salir de aquel hospital, de aquel que no había salido en una semana, después del traslado que tuvieron desde Grecia hasta allí. Subió a la limosina que afuera esperara y espero, vio pasar el paisaje mientras avanzaban por la gran ciudad de Tokio, hasta llegar a la residencia de grandes paredes blancas, entro lentamente y vio a todos aglomerarse a su alrededor, no les tomo importancia, los santos de bronce no debían serlo, y camino hasta su habitación, la que le habían asignado en un segundo piso, donde callo pesadamente contra la cama y cerro sus ojos para descansar un momento.


De la afamada misión nada se sabía, Saga, quien había sido el menos damnificado de todo no había dicho una sola palabra, argumentando que Shion lo tenía prohibido, Shura y Camus aún continuaban en el hospital, uno consiente y recuperándose de manera satisfactoria en el hospital de la fundación Graude,   y el otro sumido en un sueño profundo, según algunos dijeron, un sueño producido por los fármacos debido al intenso dolor que sentiría al despertar.


Se dio media vuelta en la cama, miro el ventilador de techo, girando lentamente y por le ventana de la habitación el sol apenas entraba y alumbraba hasta llegar a la cama. Se levantó de repente y fue a darse una corta ducha, donde callo contra el frio suelo de la tina de mármol a comenzar  a llorar, se sentía impotente inútil, a pesar de ser un santo dorado de fuerza descomunal, de gran poder, respetado por sus habilidades, un tanto sádicas en el ataque pero compasivo siempre, jamás asesino sino era por una causa justa   o si aquel enemigo no fuera una real amenaza para su diosa. Como santo dorado su deber era por sobre toda prioridad, cuidar de la diosa Athena, proteger la octava casa, si lo enviaban a una misión no podía fallar, porque el bien mayor era mantener la justicia y  el amor, todos preceptos por la diosa Athena. Pero el había fallado en lo último, no había protegido a quien tanto amaba, no había podido hacer más nada que esperar su regreso triunfante, y al verlo de regreso no pudo actuar, el daño ya estaba hecho, no podía ayudarlo, no podía auxiliarlo, fallo como santo, fallo a uno de los preceptos de la diosa de la sabiduría, no pudo hacer nada para proteger a quien tanto amaba.


Regreso a la habitación y apenas se puso la ropa interior, dejo que el sueño lo vencieran ¿Cuántas noches había pasado sin dormir desde aquello? Ya ni las contaba, los únicos que cruzaba su mente era ese hecho, de no haber estado cuando Camus más lo necesito, de no haberlo protegido, a pesar de saber de sus capacidades, de no haber estado a su lado en aquella misión, aunque no fuera mandando a ella, sabía que su deber era estar al lado de Camus y en ello fallo, era su culpa que Camus se encontrara como estaba, por no haber estado a su lado en aquel combate, con valla a saber que enemigo era.


Una sonrisa se bifurco en su rostro antes de partir en lágrimas de nuevo, y fue cuando vio aquel marco sobre la mesa de luz, un marco hecho a mano, con una fotografía algo vieja y gastada, se sentó sobre la cama y tomo aquel objeto añorado por años entre sus manos, sonrió de ver aquella fotografía, impresa en un papel amarillo que a pesar del tiempo no mantenía su forma, no así su color,  se abrazó a aquel marco y partió en llanto nuevamente de recordad aquello. Los colores de la foto se habían opacado por el paso de los años, pero claramente, dos niños sentados en una escalinata, uno de largos cabellos turquesa y otros de un azul profundo, Camus y el, Camus tenía ambas manos juntas formando una pequeña esfera de nieve, y el, con sus ojos abiertos por la sorpresa miro, miro como si viera algo extraordinario e irreal, miraba maravillado la esfera de nieve. Abrió el marco con sumo cuidado para dejar salir esa foto y dejar ver la que ocultaba, una foto de ambos ya con sus armaduras doradas, ambos sonrieran abiertamente, como si acabaran de darles la mejor noticia del mundo. Volvió a colocar el marco tal y como estaba.


-Las primeras veces siempre son únicas- susurro dejando el marco en la mesa de luz- solo sonreíste pocas veces- de pronto se paró en seco y se abrazó a sus rodillas- y te hice llorar muchas otras


Se recostó sobre la cama, pesando en aquel pasado que en su corazón como un puñal se clavaba, tomo aire y decidido descansar, necesitaba hacerlo, sentirse fuerte y trasmitirle eso a Camus con su cosmos y así pronto despertase. Entonces sus ojos se cerraron, estaba dispuesto a descansar, a dejarse llevar por Morfeo al mundo de los sueños, donde quizás vería a Camus, estaría junto a él y no afrontando la cruel realidad.


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Las olas del mar chocaban violentamente contra las rocas de la costa, levantado espuma a su paso, espuma que llegaba a mojar sus pues desnudos. Miro al horizonte, vio el sol del atardecer ocultándose lentamente, sonrió tranquilo y aspiro profundo, sintió un leve suspiro sobre su hombro, no se inmuto, solo sonrió, aspiro el dulce aroma en los cabellos del otro y lo beso su frente con ternura y no dejo de mirar el sol que caía por el horizonte, enredo sus manos entre los finos cabellos turquesa, disfrutando de la tranquilidad del momento.  Sintió que estaba por comenzar a enfriar, el ambiente estaba cambiando, sonrió, conocía muy bien cuando eso pasaba y no era porque el cambio de temperatura entre el anochecer y la salida de la luna, sino más bien por un capricho del mago del agua y el hielo.


-Hace frio- exclamo abrazándolo con dulzura, aspiro aire profundo, sintiendo el perfume que emanaba aquella piel-te confortare con un abrazo.


-No necesito eso- exclamo sereno, a pesar de todo, pero no se alejó, le gustaba sentir aquel calor.


-Si lo necesitas, yo sé que si- exclamo sonriendo y luego volvió a besarlo.


-No lo necesito.


-Si lo necesitas, el cuerpo humano necesita mantenerse a una temperatura de treinta y siente centígrados- replico abrazándolo- si la temperatura del cuerpo baja de manera estrepitosa comienzan los escalofríos, y si continua comienzan los síntomas de la hipotermia.


-Resisto al frio.


-No, no lo resistes, puedes resistir un determinado tiempo- exclamo serio- pero no eternamente.


-Si puedo.


-No puedes y no discutiremos eso- exclamo serio- aunque tienes una gran resistencia al dolor.


-Milo- lo reto molesto.


-Nadie aguanta catorce ajugas, bueno, solo un hombre puedo hacerlo y debes estar muy orgulloso de él.


-Me lo repito todos los días.


-¿Ves que si tienes frio?- sonrió en burla- mírate, tan orgulloso de ser el señor de los hielos y ahora no puedes soltarme.


-Cállate alacrán, no arruines el momento- exclamo son seriedad.


-Pero si digo la verdad- sonrió mirando con picardía- no estoy arruinando el momento, arruinaría el momento si te dijera que quiero sexo oral.


-ERES UN PERVERTIDO- grito separándose de él y luego se alejó.


-¿Qué? Ahora me vas a decir que no te gusta ¿No te acuerdas cuando hicimos el amor la primera vez? Como te  gusto metértelo a la boca, lo saboreaste…


-Yo solo quería…quería que también…tú estabas disfrutando de mi cuerpo, quería hacerlo también…yo- exclamo sonrojado, bajando la mirada- eres un pervertido.


-¿Sabes lo que más me gusto?- exclamo sonriendo acercándose para volver a abrazarlo y no dudo en besarlo en la nariz, para tranquilizarlo- cuando nos fundimos en uno.


-Milo, ya detente ¿quieres?- expreso molesto su indignación y le tomo la mano- ya no quiero escuchar más de lo mismo.


Unas voces los interrumpieron de pronto, los estaban buscando, habían pasado varias horas allí, en el fondo de aquel acantilado, mirando el cielo, olvidándose de todo y sus camaradas no tardaron en preocuparse por su repentina desaparición. No dudaron en separarse, quedando por varias rocas de distancia, y siguieron mirando al cielo hasta que de pronto un peli morado se trasporto delante de ellos y los miro con cierto fastidio, ambos comprendieron, era hora de volver a su rutina del día a día, volver a ser los simples Milo de Escorpio y Camus de Acuario, compañeros de armas, dos de los doce caballeros dorados, guardianes de los templos del escorpión celeste y la bendita vasija, volver a lo cotidiano, como debía pasar.


A pesar del trascurso de los meses la situación de los dos santos era un misterio para todos, menos para ambos, mantenían una relación de amigos muy cercanos,  como la que tuvieron antes de la revuelta de las doce casas, eran amigos inseparables que ya no dudarían uno en el otro. Ambos santos seguían sus vidas normales, Camus encerrado en el onceavo templo la mayor parte del tiempo, siempre leyendo, aprendiendo, a veces bajaba a charlar con Mu o Shaka en sus templos, incluso con Shura y Saga también,  pero siempre manteniéndose serio, frívolo y recto. Milo en cambio mantenía la apariencia del amigo de todos en el santuario, sus salidas diarias a algún pueblo solo para armar barullo con Aioria, Death Mask o Kanon eran algo de toda jornada, la comida callejera su pan de cada día, las amazonas aseguraban que Milo les coqueteaba descaradamente, pero al acercarse a él siempre les saludaba para después  volver a su rumbo, ni una palabra más articulaba, las noches en el bar no eran frecuentes,  y la rutina que nunca faltaba, las visitas nocturnas al mismo bar de mala muerte una vez a la semana, eso Milo no se olvidaba.


Llevar una relación secreta no era del todo fácil para ningún ser humano, era llevar dos vidas bajos sus hombros y a pesar de las proezas del pasado Milo y Camus mantenían las aparecieras ante la orden, ante los santos que los llamarían traidores. Milo seguía siendo el llamado bicho, sus rutinas eran imposibles de no pasar por alto, sus idas al pueblo por alguna cosa de mercadería que se había olvidado junto a Death Mask, Kanon y Aioria, y así les coqueteaba  las mujeres a su paso, aunque todas coincidían en algo, Milo solo las saludaba o guiñaba el ojo para luego irse, las noches de fines de semana su paso por el bar de turno era imposible de no notar, ya que siempre solía hacer algo para llamar la atención,  los propios santos que lo acompañaban daban de hecho que Milo después de que el bar cerraba salía con alguna mujer y se perdían en la noche, y a la mañana siguiente aparecía en el santuario entrenando como todos los días, a pesar de la resaca que llevaba, pero con una grata sonrisa. En cambio Camus permanecía en su templo, leyendo algún libro de su basta biblioteca, a veces bajaba a los otros templos solo para charlar con sus guardianes, con Mu, Shaka e incluso Saga,  pero siempre manteniéndose en esa rutina tan particular y juzgada por muchos como monótona y aburrida, aunque a escondidas de todo el santuario, las noches de los fines de semana, cuando Milo salía a beber, Camus lo esperaba en el templo de escorpio,  sin importar como regresara Milo o si llegaba al amanecer, el allí lo esperaba.


Para Camus no era gracioso saber de las andanzas de Milo cuando ya eran pareja, no declarada en el santuario pero si entre ellos dos, siempre esperaba en la habitación de escorpio que Milo llegara para reclamarle de su mala actitud, pero este siempre se acercaba y lo besaba, le demostraba que no estaba lo suficiente ebrio como para engañarlo, que a pesar de tener un gran olor etílico en su boca podía llegar a distinguir que con quien debía estar y la persona con la que quería era Camus.  Era cierto que Milo volvía borracho, pero no por eso  olvidaba que tenía carne fresca en casa esperándolo como para buscar más fuera,  si era cierto que se desaparecía en determinado momento de la noche con una mujer,  el solamente para cumplir un deber como caballero acompañaba a las jóvenes que conocía  hasta sus casas, y después emprender el camino de nuevo hasta su hogar, al llegar a su templo encontraba  a Camus dormido en la cama, no dudaba en abrazarlo tomándolo de las manos, para confortarlo y dormir a su lado.


A la mañana siguiente Milo no soltaba a Camus, no permitía que se levantara hasta que él lo hiciera y eso solo ocurría cuando se le pasaba la resaca, en ocasiones le pedía que lo refrescara con un calmo viento helado, que Camus no se negaba a darle, otras veces, muy pocas, solo dormía abrazándole hasta el mediodía y horas más tarde también.  Camus obedecía a Milo solo para sacarle la verdad a la mentira o la mentira a la verdad, era fácil de entender, Camus conocía a Milo desde niño y sabía que el dormido solo diría la verdad,   como también conoce una verdad absoluta, todo borracho solo habla con la sinceridad, por lo que siempre le hacía preguntas a Milo dormido o en un estado donde pudiera responder con sí o no.


Siempre le preguntaba en la mañana que había hecho la noche anterior, cuando intentaba levantarse y Milo lo quería a su lado para seguir durmiendo por la cruda de una noche de copas,  las respuestas siempre eran las mismas, Milo jamás lo engaño y jamás lo haría, solo era un caballero que nunca permitiría que algo malo le pasara a alguien que en la noche se vería indefensa sola caminando por las calles del pueblo con quien sabe cuántos degenerados saliendo de los bares a esas horas de la madrugada. Eso lo tranquilizaba en parte y en parte lo alteraba, de Milo estar más ebrio era evidente que se propasaría con cualquier mujer o hombre que se le cruzara, la fama de casanova era algo que siempre lo asechaba y solo por un pasado ahora borroso para los dos santos.


Camus también tomaba sus recaudos, no por nada era uno de los santos más inteligentes en todo el santuario, en su mente tenía una idea de él porque Milo querría ir a los bares, que era lo que buscaba y el no dudaba en dárselo, si, conocía muy bien a Milo como para no tener una idea de porque ir a esos lugares que el mismo detestaba por frívolos recuerdos del pasado que él se había obligado a olvidar, solo para ser un santo dorado más. Como todo hombre Milo buscaría en los bares lo que en su casa no tuviera,  o no encontraba en ese momento, Camus siempre buscaba complacer a Milo en ese propósito.


Esa tarde la habían pasado juntos en casa de escorpio, era sábado y como todos los sábados, como escusa ante los demás, veían películas hasta la noche, normalmente películas de misterio o terror, algo de suspenso y drama, las cosas que a Camus le gustaban. Milo era el típico hombre cuyo gusto por las películas era que tenían que ser de acción, donde hubiera explosiones, choques, suspenso entre escenas de peligro, pero al ver películas de terror o misterio, y más durante la noche,  solía asustarse y gritar, ser santo de oro no era excusa, era valiente como todo santo pero a la hora de ver ese tipo de películas cada efecto especial era peor que el otro, haciéndolas más realistas de lo que parecían.


Acababa de terminar una película de misterio, Milo estiro los brazos a los costados y estaba por levantarse cuando Camus lo detuvo. El de acuario se levantó solo para sacar la película del reproductor de video, y luego se acercó a Milo, para sentarse a su lado.


-Bueno, es hora de irse a acostar, no me esperes- exclamo Milo acercándose a besarlo en los labios-


-Milo…espera- exclamo deteniéndolo, luego se agacho.


-¿Qué haces Camus?- pregunto al verlo extrañado cuando lo vio bajarse.


Camus abrió la cremallera del pantalón de Milo y dedico a hacer aquello que estaba seguro Milo buscaría en un bar a esas horas de la noche, cuando apenas comenzaba a abrir. El de escorpio no se inmuto, hecho la cabeza hacia atrás mientras comenzó a disfrutar como la lengua del de acuario comenzaba a darle intenciones a su entrepierna, que si bien le tomó por sorpresa que hiciera eso no se negó, le gustaba cuando pasaba eso, coloco su mano enredándose en los cabellos turquesa, empujándola hacia abajo.


-Oh, Camus- exclamo extasiado- ese es el punto…hazlo más despacio…me voy a venir.


El de acuario continuo, esbozando una sonrisa de satisfacción, pronto se encerrarían en la habitación y Milo se olvidaría que esa misma noche iría a un bar a buscar placer. Pronto Milo comenzó a gemir de placer hasta que ya no pudo aguantar mas a sus deseos, aquellos demonios que siempre lo dominaban cuando se dejaba llevar por aquel instinto primitivo del ser humano, relamió sus labios de placer mientras Camus se ocupaba de la felación, su mano derecha abandono la caballera larga y sedosa para desprender el pantalón color café y luego bajarlo lentamente.  Introdujo luego su mano lentamente entre las telas de algodón de los boxes blancos del de acuario, el cual aun seguía devorando el miembro latente del de escorpio, primero masajeo las nalgas antes de introducir el primero dedo, explorando la entrada,  tocando cada parte, ansiando pronto introducirse por completo, gimiendo fuertemente. Lamio sus dedos antes de introducir el primero, saboreándose con los labios de sentir el interior del de acuario, preparándolo lentamente.


-¿Te gusta Camus?- pregunto arqueando su espalda e introdujo el segundo dedo, lo que causo un espasmo en Camus pausando el deseo- no te detengas, te gusta metértelo a la boca.


-Si- susurro volviendo a su tare, mientras Milo introducía el tercer dedo, olvido el dolor y las molestias, en ese momento solo tenía una cosa en mente y no se detendría hasta obtenerla.


Milo se relamió los labios por última vez, ya no podía seguir disfrutando tanto, introdujo su mano derecha más adentro de la fina tela de algodón, explorando más, buscaba algo mientras la introducía y allí lo sintió, sonrió morboso mientras tomo en su mano el erecto miembro del de acuario, y lo apretó con fuerza, sin querer clavar sus uñas en él, Camus dio un grito, la mano izquierda de Milo levanto su rostro y lentamente se acercó a besarlo en los labios.  Camus se sonrojo, si conocía bien al escorpión sabía que lo quería y como su pareja debía hacerlo, se levantó lentamente, dejando su pantalón caer  su ropa, Milo sonrió viéndolo parado, sonrojado y excitado a la vez.


-Estas hermoso- exclamo sonriendo morboso, mientras se levantaba, lo beso el cuello mientras sus manos con desesperación rompían en tiras la ropa interior del guardián del onceavo templo, llevándolo entre besos y gemidos contra un muro, despojándose de sus ropas hasta quedar como dios los trajo al mundo- Pídemelo.


-Milo…por favor- exclamo sonrojado- no con eso contra vez.


-Solo porque dijiste por favor- sonrió, con su mano derecha tomo la pierna izquierda de Camus y la levanto lentamente, acariciando el muslo, pellizcándolo, mientras el de Acuario daba espasmo de placer, hizo lo mismo con la otra pierna, mientras aprisionaba al de Acuario contra la pared, besándolo y mordisqueándolo, hasta que logro introducirse lentamente.


-Milo…- grito al sentir el palpitante pedazo del escorpión adentrándose- se recostó sobre su hombro, comenzando a sentir el violento vaivén- Milo…más…lento…por favor.


-Perdona, te deseaba tanto…haces un buen trabajo- sonrió burlonamente siendo más suave- ¿Así está bien?


-Si…muy bien- sonrió satisfecho, sintiendo como las lentas estocadas comenzaban a ser más placenteras.


El tiempo parecía haberse detenido para ellos a pesar que la noche acababa de caer en el santuario, Milo se perdió en los obres de acuario desde un principio, haciendo y desasiendo todo lo que su cuerpo le mandaba a ser. Camus pronto llego se sintió lleno cuando termino por derramarse entre su vientre y el de Milo, mezclando su semilla con el sudor de ambos cuerpo. Milo en cambio aún tenía energía de sobra para seguir, aun no había culminado y quería seguir reclamando el cuerpo del de Acuario como propio, lo soltó lentamente, dejando que se apoyara en el frio suelo, solo para darlo vuelta y seguir penetrándolo con gran velocidad, con ambas manos agarro la entrepierna del francés para masturbarlo y permitirle que tuviera otra erección. Los ojos de Milo se nublaron por un momento, no tardó en llegar a ese momento que tanto ansiaba, cuando se sintiera completo, derramo su esencia dentro de Camus pero aun así no estaba satisfecho, quería más y tomaría más.  Sin demora alguna, entre besos y lamidas los dos llegaron a la habitación del peliazul, para continuar con lo que en la sala habían comenzado, una y otra vez, hasta caer rendidos sobre las sabanas por el cansancio.


La mañana siguiente de aquel día Camus ya no pudo levantarse por el intenso dolor que sintió en sus cadera tras una noche de sexo desenfrenado, como el podía definirlo, Milo no paro hasta que sus fuerzas se terminaron, hasta que su respiración agitada pareciera ser su último aliento, tapaba su desnudes con toda la sabana, no dándole importancia a quien dormía a su lado.  Milo dormía a pierna suelta, ni siquiera una sábana lo cubría, dejando que la luz del sol alumbraba todo su cuerpo, lo que causo un sonrojo en el de Acuario quien lo abrazo.


-Mmm ¿quieres más?- pregunto sonriendo abrazándolo- Te voy a hacer gritar de nuevo.


-Mientras te quedes aquí- sonrió abrazándolo.


-Siempre estaré contigo, eso no lo dudes- acoto Milo mirándolo dulcemente.


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Sentado sobre la cama comenzó a llorar al recordar aquellos días, aquel día en especial donde Camus evito que fuera al bar y noche tras noche, siempre que quiso ir Camus lo detuviera siempre con lo mismo, comprendía su desconfianza,  su fama de años se la gano a pulso, todo el santuario conocía su pasado pero no así su presente. Milo amaba a Camus y se juró solemnemente no lastimarlo, ya había sufrido mucho en el año pasado, el año donde todo el santuario le dio la espalda y él también fue quien propicio parte del daño.


Se levantó rápidamente y se cambió casi a la velocidad de la luz, poniéndose una camisa color rojo, un rojo muy fuerte, parecido al de su cosmos cuando hacia la ajuga escarlata, un pantalón azul oscuro y un par de zapatillas blancas. Bajo a toda prisa para correr hacia el hospital, siendo detenido por sus camaradas en la mansión, quienes lo obligaron a comer algo antes de irse.  Después de comer algo que pudo picotear se fue a toda prisa hasta el hospital  de la fundación Graude.


Continuara 

Notas finales:

Gracias por leer,  la verdad sus reviews me animaron a escribir y a escribir tanto que no pude parar, y la verdad estoy adelantando capítulos para ustedes. Si ven algún error gramático o de ortografía por favor avisarme, pase varias veces por Word pero la verdad no sé si algo se salto.

La votación ha quedado reñida, bueno solo hubo dos votos gracias Auorora y J Aioria, su voto es válido. Para sacar del empate, voten por cualquiera de los dos fics

1-Amnesias:

En un día cualquiera y sin ninguna razón aparente Aioros le regala a su hermano una flamante bicicleta, al principio Aioria no quería andar en ella pero en su curiosidad (ya que nunca probo andar en una) decide darle una oportunidad, Aioros solo lo deja andar en la quita casa, ya que no quiere que nada le pase lejos del Santuario con la situación económica actual, pero en un descuido Aioria cae por las escaleras y se golpeó la cabeza, solo recuerda que Aioros es su hermano y no sabe quién son los demás, algunos querrán aprovecharse de la situación y que Aioria cree todo lo que le dicen.

2-Cuidando de un bebe:

Regulus es un bebe de ocho meses, hijo de Aioria y Marin, sus padres se van a una misión donde tardaran buen tiempo y lo dejan a cuidado de los caballeros dorados y el pequeño, igual al padre, les dar problemas.

Manden  junto a su  Review + el número del fic que les gustaría leer cuando termine este fic que le queda poco, no podre cuantos capítulos pero cumplo con avisar que son pocos, menos de diez XD.

Un abrazo y nos leemos pronto.


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