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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen. Son propiedad de Masami Kurumada.

Notas del capitulo:

Bueno una idea que me andaba rondando por la cabeza. Tengo varios capitulos adelantados, y esperando que la inspiracion reaparezca para "Doce Veces Despues de Hades", actualizare rapido. Si no tengo algun inconveniente. 

Espero le den una oportunidad :)

 

El cosmos del Dios del Inframundo fue sellado en su espada después de que la Diosa de la Guerra asestara el preciso golpe. Athena venció, y regresó a la Tierra seguida de los Santos de Bronce. Seiya se recuperó de la herida hecha por la espada de Hades, gracias a la sangre de la Diosa, en el Santuario aguardaban los pocos Caballeros que aun seguían con vida, felices de ver a su Diosa sana y salva.

Saori observó desde las ruinas en el Coliseo al Santuario que se elevaba ante sus ojos; destruido y desolado. Una lágrima recorrió su rostro, apretó con fuerza su báculo y regresó su vista a sus Santos sobrevivientes.

Demasiadas vidas se perdieron, demasiadas… Todos jóvenes, todos fuertes y valientes.

 

- Ellos regresaran… – Murmuró.

 

Athena subió al Olimpo a reclamar lo que le habían arrebatado; la vida de sus Santos de Oro y Plata.

 

Los de segundo rango en jerarquía regresaron cerca del mes cumplido, del periodo posguerra. Argol, y compañía juraron lealtad y fidelidad, encaminándose a la tarea de reconstrucción de todo el territorio que comprendía los alrededores del Santuario, donde ellos vivían.

Hyoga, Seiya y los demás Bronceados, estaban ansiosos por saber si los héroes en la pasada batalla – así lo pensaban – revivirían.

 

El deseo de todos se cumplió. Pasado poco más de cuatro meses Athena volvió a descender a su Santuario, y catorce luces volvieron a brillar. Una por cada Templo, salvo en Géminis que brillaron dos, y la última en la cámara del Patriarca.

 

Casi cuatro años habían transcurrido de aquel día, y después de volver a pasar por algunas etapas de adaptación y remordimientos, la vida en el Santuario pasó a ser tal cual lo era antes de toda Guerra.

Salvo por algunas diferencias, esas que no tienen que ver con batallas y Armaduras, sino más bien, con sentimientos y deseos.

La única pareja que se había formado antes de las Guerras, la de Afrodita y DeathMask, seguían juntos, casados y con un hijo. El niño, rubio de ojos negros, había sido abandonado en una canasta cerca del Santuario, Afrodita que estaba de guardia aquel día, lo encontró, primero buscaron a sus padres, pero en vista que el niño había sido abandonado apropósito, el pisciano junto a DM no dudaron en adoptarlo, habiéndose encariñado con el infante. El pequeño Filippo (Nombre del difunto padre de Death) era la adoración de toda la Orden, Diosa incluida.

 

Shura no tardó en hacerle saber a Marín sus sentimientos, la Amazona gustosa correspondió, formando una de las parejas más estables, de las recientes.

 

Quien la tuvo un tanto difícil fue Aioros, el amor que guardaba desde siempre a su mejor amigo y verdugo, no había desaparecido ni disminuido, pero el geminiano le esquivaba todavía avergonzado por sus acciones, y más porque él ya contaba con casi veintinueve años, y el joven arquero había muerto a los catorce… Saga lo amaba, pero tenía esa gran confusión. Duda que se aclarara, cuando se supo que a Aioros se le había adelantado su reloj biológico para contar con la edad correspondiente, o sea, veintiocho años. Lamentablemente se había perdido un gran periodo de su vida, pero al de Sagitario no le importaba y Saga suspiró aliviado cuando lo besó.

 

Y entre todos, hubo alguien que se adelantó a lo que todos daban por hecho.  Sorprendiendo a los demás, por ser él, quien se declarase.

 

Camus de Acuario volvió a su vida de Santo, por algún tiempo, teniendo las amistades de siempre y el respeto de todos. Pero él quería ser más que Camus de Acuario, el mago de los hielos y maestro de Hyoga e Isaak. Camus quería ser mucho más… o quería dejar de ser…

 

Su mejor amigo, compañero de armas, hermano y por quien albergaba sentimientos más allá de todos esos. Fue Camus quien tragándose orgullo y frialdad, se plantó frente al imponente Escorpión y le declaró su amor. Milo no tuvo más que mostrarle su enorme sonrisa y un arrebatado beso, él lo amaba desde que lo había visto por primera vez.

 

Y todo aquello sucedió durante los primeros años de paz…

 

**********

 

No es que les faltara comodidades, ni tampoco les sobraba, parecía que el Santuario y sus aldeas alrededor, tenían ese misticismo de la época antigua, conservando estrictamente esa fachada arcaica. Tenían electricidad, hace algunos años habían incorporado aquello de la televisión por cable y recientemente la muy afamada internet. El Santuario poco a poco se modernizaba, y se adaptaba a la época de paz. Era una ventaja para los niños, bueno Kiki ya era todo un pre adolescente, los muchachos de Bronce ya pisaban los veinte, y estaba el regalón del lugar, el pequeño Filippo de dos años.

 

Camus no era muy interesado por esas cosas, si miraba esporádicamente la televisión, cuando daban algún documental que le interesaba, o las películas que gustaban de mirar con Milo. Tampoco usaba mucho el internet, tenía su cuenta de correo y demás pero lo utilizaba más para la investigación.

Por lo que el día que Milo le entregó el aparato rectangular de color negro, se lo devolvió.

¿Para que necesitaba él un celular?

Milo insistió, debido a que su querido amigo, Aioria, se había conseguido un celular a un precio de dos por uno, uno se lo había entregado a su hermano y el otro, obviamente, se lo quedó el León. Milo pensó que era una excelente oportunidad de tener uno propio y de paso regalarle el otro a su novio, así se mantenían comunicados, cuando alguno se iba de misión sin el otro. Insistió por una semana, convenciendo más por cansancio al acuariano, de aceptar el aparato. Realmente fue muy útil, podía comunicarse con sus alumnos – Cabe aclarar que los Generales Marina también habían sido revividos por pedido del Emperador Poseidón – Y sus compañeros.

 

Todo venía perfecto…

 

**********

 

Milo se había despertado con una cruda que no daba crédito, la noche anterior había salido de parranda con Kanon, últimamente esas salidas se hacían muy frecuentes, molestando al francés, no sospechaba, pero le molestaba. Por lo que para evitar la pelea, el rubio se dio una ducha fría, se vistió, y se dirigió al Templo de su novio, para sorprenderlo con el desayuno. Sabiendo que en su estado Camus lo echaría de su casa, prefirió dormir en su Templo solo…

Ingresó a la cocina de Camus y se dispuso a preparar el desayuno para los dos, sabía que Camus no tardaría en despertar, a pesar de ser domingo, el pelirrojo no era de dormir hasta tarde.

 

Camus estaba sentado en el borde de su cama, hacía unos minutos que había despertado, debido al sonido de su celular, que avisaba la entrada de un mensaje. Pensando que era, o su novio o alguno de sus alumnos, tomó el aparato y leyó.

Y ahí se quedó tratando de procesar lo que en la pantalla se revelaba. Tratando de tomar aire, que a esas alturas le era difícil conseguir, y tratando de tomar las cosas con calma, podría tratarse de un error ¿No? Debía serlo…

 

Estaba la palabra anoche… La palabra, encanto… La palabra, repetir… Disfrutar… llámame… el nombre de su novio… El de una mujer…

 

El orden, no lo recordaba, tenía miedo de volver a leerlo…  pero lo hizo.

 

“Milo, disfruté mucho lo de anoche ¡eres un encanto! espero se vuelva a repetir. Llámame, volveremos a pasarla bien ;) Un beso Selena”

 

¿Por qué ese mensaje había llegado a su celular?

 

La explicación era un poco simple. Los teléfonos eran gemelos, salvo el último dígito, los restantes eran los mismos. Milo era el 7, Camus el 8.

 

Había algo absurdamente irónico en el hecho de que Milo haya “pensado” en él, al momento de engañarlo. Camus tuvo que reír por lo patético de la situación ¿Cómo enfrentarlo ahora?

Sabía que estaba en la cocina, lo había escuchado entrar, y en esos momentos se escuchaba el silbido de la tetera.

Al incorporarse tuvo un mareo, y las nauseas amenazaban con llevarlo al baño, fue directo a la cocina, si era lo que pensaba, debía saberlo de inmediato.

 

Milo se encontraba de espaldas a su pareja, ignorando que era observado, Camus casi se desvanecía al entrar y verlo, ya no sabía si tendría fuerzas para enfrentar un posible engaño, no tenía fuerzas para escuchar de la persona que amaba, algo tan devastador.

 

- ¿Te divertiste anoche? – El rubio dio un respingo al escucharlo, luego volteó y le sonrió. Camus se sintió más descompuesto todavía.

 

- ¡Claro! Es una pena que no hayas querido venir con nosotros – Se acercó a saludarlo. Al momento de rodear la cintura gala con sus brazos lo notó tensarse, pero no le dio mucha importancia – ¿Cómo despertaste? Yo me sentía solo y vine a darte una sorpresita, te preparé el desayuno – Dijo ensanchando más su sonrisa.

 

Camus frunció el ceño y no correspondió al beso en los labios que Milo le dio, es más, sintió una arcada nauseabunda en la boca del estomago. Se apartó bruscamente, asombrando al heleno que lo observó confundido.

 

- ¿Dónde fuiste anoche? – Interrogó, con el rostro pálido y descompuesto. Milo lo notó.

 

- Al bar de siempre ¿Sucede algo? Estas más pálido de lo normal, tienes el semblante enfermo.

 

- Me siento enfermo… – Las fuerzas lo abandonaron al perder el equilibrio. La situación se ponía cada vez peor.

 

- ¿Amor que tienes? – Dijo aterrado – Llamaré al medico.

 

- No… El medico no curara lo que tengo…

 

- No me asustes Camus ¿Qué tienes? – Habló cada vez más preocupado.

 

- ¿Quién es Selena? – Preguntó al fin, con lo poco de voluntad que le quedaba.

 

- …

 

Silencio.

 

- Milo…

 

- No lo sé, Camus ¿Por qué preguntas? – Milo había perdido el color también.

 

- Te haré una sola pregunta Milo, y da por seguro que de tu respuesta depende nuestro futuro. Tú no puedes mentirme.

 

- Camus…

 

- ¿Me engañas con otra persona?

 

Ya no hubo más palabras, el Templo de Acuario se sumió en penumbras, dudas y certezas mudas, ya que el silencio es lo más sensato cuando las palabras solo buscan devastar.

 

- Camus, yo…

 

No supo que decir. Observó los ojos de Camus, ese azul profundo, tan oscuros y serenos como la más limpia de las noches. El francés, permanecía de pie a unos pasos de distancia, sus brazos caían pesados a sus costados, el flequillo le daba un aspecto por primera vez, sombrío, pero aquel rostro se mantenía imperturbable, tal vez, sus cejas, sus bellas y bífidas cejas un tanto encorvadas.

 

- Sabes donde queda la salida… – Dijo Camus e iba a girar para irse de ahí, pero su cuerpo permanecía inerte donde estaba, negándose a moverse, amenazando con desplomarse a cada segundo.

 

- Camus, yo…

 

- Además de infiel, ahora eres retardado – Milo sintió que aquellas palabras le atravesaban el pecho – Lárgate Milo, pensé que podía llegar a ser un malentendido. No fuiste capaz siquiera de mentirme. Con todo te hubiera creído, negando que la persona que amo, se revolcara con otra… ¿Extrañabas estar con una mujer? ¿Será acaso que no sirvo para complacerte? Ya no quiero martirizarme con tantas preguntas, que no vale la pena responder… Tu silencio habló por ti… ¡LARGATE!

 

No quería mostrárselas, no quería humillarse ante él y llorar de dolor, por lo que sucedía, y es que se sentía morir a cada instante en que Milo callaba. Pero no pudo hacer nada, absolutamente nada con las lágrimas, que cayeron, y el llanto que se atoraba en su garganta, ahogándolo. Lloró como nunca, le dolía el pecho, el aire le faltaba y el torrente salía con furia de su garganta. Camus se sujetaba con ambas manos del respaldar de la silla que tenía enfrente.

Milo perdió todo conocimiento de lo que lo rodeaba y el piso se perdió a sus pies, todo giró y el llanto de Camus lo golpeaba como si miles de cuchillos le atravesaran el cuerpo, las lágrimas caían de sus ojos y temblaba de cuerpo entero.

 

¿Qué había hecho?...

 

Al mismo tiempo, los demás Santos comenzaban a despertar, era domingo, día de descanso, descanso que se vio perturbado por el fuerte y turbado cosmos de Camus.

Aioria se encontraba en su Templo con su hermano y Saga. La pareja había ido a desayunar con el León, cuando sintieron el estallido.

 

- ¡Camus! – Aioria se incorporó de su asiento alarmado – ¿Qué habrá sucedido?

 

- Conociéndolo, seguramente estará congelando a Milo, regresó muy ebrio, por lo que me dijo Kanon – Dijo Saga serio, Aioros lo observó y luego a su hermano.

 

- No, algo sucedió, su cosmos se siente raro, como perturbado, como…

 

- Triste – Terminó de decir Aioros.

 

- Debemos ir a ver si se encuentra bien – Aioria ya estaba de camino a la salida de su Templo pero fue detenido por el gemelo.

 

- ¡Espera Aioria! Si es algún tipo de problema entre la pareja, no podemos intervenir.

 

- Saga, conozco a Camus y algo malo le ha sucedido, no voy a esperar a que algo grave le pase – No dijo nada más y salió disparado hacia la onceava casa.

 

- La verdad que me preocupa Camus, es muy raro sentirlo así de desestabilizado – Dijo el arquero.

 

- A mí me preocupa más tu hermano… Ese amor terminará por enfermarlo a él también – Aioros ensombreció su rostro algo triste, su novio tenía razón.

 

**********

 

Aioria estaba corriendo en las escaleras entre Capricornio y Acuario, cuando vio descender al de Escorpio.

 

- ¡Milo! – Le llamó – Milo que bueno que te encuentro, sentí el cosmos de Camus elevarse, ¿él se encuentra bien? ¿Qué sucedió? – Aioria recién ahí pudo ver el rostro desfigurado por el llanto de su compañero, la preocupación aumentó en su interior – ¿Qué sucedió?

 

- Muchas noches habrás soñado con esto…

 

Milo no dijo más, caminó y esquivando las mil y una preguntas del castaño, siguió su camino. Aioria desesperado, no esperó a que respondiera y corrió hacia el Templo de Acuario. Algo le decía, que lo que había imaginado, estaba en lo cierto.

 

- Kanon, eres un hijo de puta… – Exclamó rabiando de cólera. Aunque sabía que el verdadero culpable era Milo.

 

Llegó a las puertas del onceavo Templo, el aura que emanaba era tétrica, y helaba de forma letal, respiró hondo antes de adentrarse, debía verlo. Caminó hasta la cocina y no lo halló, fue hasta la habitación, tampoco esta allí. Solo había un lugar más donde podía estar; la biblioteca.

Golpeó la puerta, silencio. Tocó unas cuantas veces más pero siempre recibía silencio, ya al borde de la desesperación, abrió la puerta de un movimiento brusco, tuvo que acostumbrar su vista a la poca luz que allí había, y su corazón se estrujó al reconocer la figura de su amigo, recostado en el sillón.

Aioria avanzó con cautela, no sabía si dormía o estaba consciente, pero a medida que avanzaba, la preocupación era mayor.

 

- Camus… ¿Te encuentras bien? – No recibió respuesta – Me preocupé cuando sentí tu cosmos, quería asegurarme que te encontraras bien ¿Qué sucedió? Encontré a Milo de camino, no quiso decirme.

 

- Sabes Aioria – La voz le pareció tan extraña que por un momento pensó que era otra persona y no Camus – Soy el ser más patético del planeta. Debería reírme ¿Alguna vez te habrías imaginado que yo lloraría por un engaño? – El ateniense quedó de piedra y sus esmeraldas se fueron oscureciendo por la furia que sentía – Quiero pensar que me levantaré y que fue un sueño… No creo haberme merecido tal trato…

 

- ¡Claro que no! Milo es una basura ¡Y Kanon también por arrastrarlo a esa vida de mierda que lleva! – Gritó con todo el veneno encima, y también el dolor.

 

- Kanon no tiene nada que ver, Milo es adulto y completamente responsable de sus actos… Me siento sucio… Una puta más en su libreta – Aioria no daba crédito a lo que oía y su rabia se incrementaba.

 

- ¡No digas eso! Milo nunca te mereció, ese ingrato, nunca valoró lo maravilloso que eres Camus, no deberías llorar por él.

 

- Lloro por mí Aioria, por lo ingenuo y estúpido que fui… o descuidado, no sé ¿En que fallé? – La voz se le quebró.

 

El corazón de Aioria también se quebró, y lo abrazó con todo lo que su interior sentía. Camus se dejó abrazar, y también enredó sus brazos en el castaño. Se sentía destruido y muy cansado para aparentar sobriedad.

 

**********

 

- ¿Estas seguro de esto Milo? Esa misión te alejará por lo menos dos años del Santuario.

 

- Si Patriarca, creo que es lo que necesito, nadie aquí me extrañará, y yo necesito alejarme.

 

- Pensaba mandar a varios Santos de Plata para que les tome menos tiempo, pero si es tu voluntad…

 

- Así es, y creo más… Dos años es muy poco…

 

**********

 

Aioria se encontraba sentado en las escalinatas de su Templo, había pasado la noche al lado de Camus, el francés no se había movido de la biblioteca, y aunque no lloró más, tampoco dio señales de querer incorporarse. Aioria le había preparado algo de comer, pero Camus no quiso ni beber agua. Cuando los primeros rayos de sol comenzaron a salir, y el castaño comprobó que su amigo por fin dormía, lo cargo hasta su habitación, lo arropó, y le dejó un beso en la frente, antes de volver a su Templo, y descansar un poco también.

Era pasado el mediodía, y quería ir donde Camus para comprobar como se encontraba, pero prefirió dejarle un rato más descansando, no había dormido en toda la noche.

Apretaba los puños con rabia al imaginar la supuesta traición de Milo. ¿En que momento el Escorpión se volvió tan desinteresado por los sentimientos de su pareja? Para el ateniense solo había una explicación, solo un nombre; Kanon.

El gemelo menor llevaba una viva desenfrenada, no respetaba a nada ni a nadie, no le importaban los sentimientos de los demás, mucho menos de aquellas a quienes enamoró y engañó, destrozándoles el corazón. Kanon solo buscaba pasar el rato, divertirse y tener sexo con una extraña cada día. Y aunque ese comportamiento le molestaba al castaño, no podía decir nada, si quería arruinar su vida allá él pero, ¿por qué arrastrar a Milo? El rubio había tenido sus encuentros y salidas de adolescente, se había pasado por varias camas, pero Aioria pensaba que después de obtener el amor de Camus, por quien había estado enamorado desde siempre, esas actitudes quedarían atrás…

 

Camus… El único hombre que se había mantenido puro de entre todos. Todo por el amor que guardaba al Escorpión, todo por respetar sus propios sentimientos, sin imaginarse que él, Aioria, se desvivía por obtener ese amor, que le profesaba en secreto, que lo amaba como no amaría a nadie, y que si le diera la oportunidad, jamás le faltaría el respeto.

 

Si, Aioria de Leo estaba enamorado, sumamente enamorado de Camus, pocos lo sabían abiertamente, todos lo sospechaban. Incluso Milo, que no era para nada tonto, se daba cuenta de la mirada enamorada del castaño, de la forma en que se refería a Camus, de la manera en que siempre estaba atento a que necesitara algo, de las cosas más insignificantes, como llevarle algún presente del lugar en donde había hecho alguna misión. Todos esos detalles que saltaban a la vista y se caían de evidentes, pero que Camus ignoraba completamente.

 

- ¿Te encuentras bien? – La voz de Saga lo sacó de sus cavilaciones.

 

- Quiero ir a ver a Camus, pero creo que lo mejor es dejarlo solo, ya bastante humillado se siente…

 

- Vengo de su Templo, no quiso que lo viera… Aioria ¿Qué sucedió?

 

- No creo que sea yo, quien deba hablar de sus problemas, no me corresponde…

 

Saga se sentó a su lado y permanecieron en silencio por un rato.

 

- Milo se va de misión esta tarde…

 

- Ah…

 

- Una misión que lo alejará por dos años del Santuario – Aioria giró su rostro observándolo boquiabierto – ¿Es ese el motivo?

 

- ¡Cobarde! – Aioria apretó sus puños con rabia ante la mirada confundida de Saga – ¡Eres un cobarde Milo! Huyes para no enfrentar la mierda que provocaste, eres peor de lo que alguna vez pude pensar… Te desconozco completamente – Dijo al aire y salió disparado escalera arriba.

 

Saga se quedó estupefacto ante todo lo que oyó, y siendo perspicaz como era, comenzó a entender la raíz del problema… Internamente compartía las palabras de su cuñado.

 

**********

 

Llegó hecho una furia al Octavo Templo.

 

- ¡Milo! – Gritó. Momentos después el rubio apareció molesto por la forma de gritar.

 

- ¿Qué quieres? ¿Por qué gritas? – Le dijo de mala manera. Aioria entrecerró sus ojos e hizo un esfuerzo sobrehumano para no golpearlo.

 

- Así que es verdad, te marchas…

 

- Y eso a ti que te importa, lárgate Aioria, no estoy de ánimos para discutir contigo.

 

- Eres una rata cobarde.

 

- ¿Qué dijiste? – Milo estaba colérico.

 

- Lo que oíste, destruiste la confianza de Camus, lo humillaste y ahora te vas sin que te importe más nada…

 

- Vuelvo a repetírtelo ¡No es asunto tuyo!

 

- No vales la pena… no vales nada.

 

Aioria salió del Templo dejando a un destruido Milo en medio del salón. Corrió hasta la casa de Camus, necesitaba verlo. Pero cuando llegó a Sagitario su hermano lo detuvo.

 

- ¡Déjame Aioros! Debo ir con Camus.

 

- ¡Basta hermano! Te estas tomando muy personal un asunto en el que nada tienes que ver – Le dijo preocupado.

 

- Camus es mi amigo…

 

- Si, pero tú haces esto por el amor que le tienes, y lo sabes – Aioria inclinó su cabeza – Camus necesita de ti como amigo en estos momentos, no dejes que tu amor te nuble.

 

- Lo sé… Solo quiero estar con él…

 

- Apóyalo – Y lo dejo ir.

 

**********

 

Sobre la mesita de noche se encontraba una foto enmarcada, que Saga les había sacado de pequeños, tenían seis años, estaban felices y abrazados, aquella había sido la primera foto que tenían juntos, y la guardaba con especial cariño. Luego hubo miles más, de cada etapa, pero siempre juntos. Algunas en Siberia, la mayoría en el Santuario, otras en parques y lugares visitados.

¿Cuándo fue que su camino dejo de ser el mismo?

Había aventado el teléfono sobre la pared cuando volvió a releer el mensaje. El aparato se estrelló, haciéndose añicos por la fuerza del impacto. Añicos, así estaba su corazón. Respiró hondo y limpió la lágrima que escapó. No lloraría más, no por algo tan burdo, no por alguien quien no lo respetó.

Pero era tan solo una farsa de su orgullo herido, porque quería llorar como desquiciado y recriminarle todo, señalarlo con el dedo y dejar que se pudriera en la vergüenza. Vergüenza que sentía en carne propia, supurando por cada poro ¿Cómo saldría y miraría a los demás? No quería ver la lástima, la burla en sus ojos.

Milo le había arruinado la existencia. Así como alguna vez la hizo brillar con intensidad…

 

- ¿Camus? – Oyó a alguien llamarlo desde el salón. Era Aioria.

 

Elevó apenas su cosmos para indicarle que se encontraba en su habitación. El griego llegó titubeando, y caminó lento hasta sentarse justo a su lado. Observó los restos de lo que pensó era su celular, pero no dijo nada. También observó la foto que sostenía en sus manos, la cual temblaba en resonancia con sus las mismas.

Quedaron en esa posición y sin decir nada por mucho tiempo, hasta que lo escuchó suspirar.

 

- Va a ser difícil dejar ir todas estas cosas… son muchos recuerdos.

 

- No te quedes con lo peor de los recuerdos Camus, esa foto no tiene nada que ver con lo que ocurrió, ahí eran niños, eran amigos… debes guardar los mejores recuerdos de lo que vivieron juntos, así podrás seguir adelante.

 

- Gracias – Le dijo mirándolo a los ojos. Aioria se removió apenado por esa mirada.

 

- ¿Por qué me agradeces?

 

- Por estar aquí conmigo, y no observarme con lástima, eres un buen amigo Aioria – Este le sonrió.

 

- Para eso estamos los amigos Camus – Y le pasó un brazo por sus hombros, para animarlo, pero el animado fue él, cuando Camus recargó su cabeza sobre su hombro – Vamos déjame prepararte algo de comer, no quiero verte más delgado.

 

Camus soltó una risita queda, la cual encantó al corazón del León. Aioria quería estar con él para ayudarlo y que vuelva a ser esa persona altruista que era.

 

**********

 

Milo observaba su bolso, había metido prácticamente todas sus prendas, y pertenencias, estar afuera por más de dos años no sería fácil, pero bien merecido se lo tenía, y bien merecido era el desprecio que se ganó y ganaría de todos sus compañeros. Observó la foto en su mesa, la misma que poseía Camus, las lágrimas no tardaron en aparecer.

Se sentó en su cama incapaz de permanecer en pie, el dolor en su pecho era insoportable, sentía la necesidad de desgarrárselo para aliviar el sufrimiento, pero solo conseguiría avivarlo. Comenzó a golpear sus muslos mientras gritaba, quería sacarse esa sensación de culpa, se sentía fétido. Se dejó caer en la cama y casi se desmaya cuando sintió el aroma de Camus en su almohada, la abrazó contra su pecho y lloró por lo miserable que se sentía.

 

Volvió a repetirse una y mil veces ¿Qué había hecho?

 

Si, si lo había engañado, se había acostado con otra mujer, a quien vagamente recordaba... Había bebido demasiado y la conciencia le jugaba malas pasadas…

Conciencia, eso era lo que no tenía.

Camus lo odiaba. Camus que le entregó todo lo que era, la pureza de su cuerpo, lo sincero de su amor, las sonrisas que solo a él le pertenecían.

Lo había perdido todo, y no encontraría consuelo en las lágrimas.

Sabía que Camus jamás lo perdonaría, por lo que había tomado la drástica decisión de abandonar todo. Dos años tal vez servirían para cerrar la herida, no la suya. La mancha la llevaría marcada de por vida.

 

- Perdóname Camus… Te amaré siempre – Dijo al aire.

 

Se puso su caja de Pandora al hombro, y tomó el bolso. Se escabulló para que nadie lo vea, sintiendo en su cabeza el resonar de las palabras de Aioria – Eres una rata cobarde – Cuanta razón tenía, pensó. Se alejó del Santuario sin mirar atrás, y partió hacia los confines del mundo.

 

La misión era exterminar a todos los renegados que aun se dispersaban por el mundo, guerreros que no pudieron obtener la Armadura y que peleaban como bandidos, causando terror. Para él, un Santo de Oro, no generaban mucho inconveniente, pero como éstos sujetos sabían sentir el cosmos, debía viajar en avión, trenes, barcos. De ahí es que le llevaría tanto tiempo… descargar su frustración con esos infelices le haría bien. Tal vez y con ayuda de los Dioses volvería sintiéndose mejor, para tratar de recuperar el amor de Camus.

 

**********

 

La taza se estrelló contra el suelo, esparciendo el té que antes bebía, su mirada se tornó brumosa y su cuerpo templaba.

 

- ¿Se machó?

 

- Discúlpame Camus, pensé que lo sabías – Dijo apenado Aioria.

 

Camus no dijo más nada, impactado por la cobardía de quien alguna vez lo amó sin barreras. Milo se había ido, se había marchado de su lado para siempre. No le importaron sus sentimientos, no le importó saber como se encontraba.

Camus con todo y dolor, aun lo amaba y hubiera dado cualquier cosa con tal de verlo parado frente a su casa y pedirle perdón. Hubiera dado cualquier cosa con tal de escucharlo decirle que aun lo amaba ¡Lo habría perdonado! Es que su corazón se habría quebrado ante el heleno y arrojado a sus brazos ¡Lo amaba! Lo quería a su lado para hablar y solucionar algo que tal vez era una nimiedad.

Pero no, se marchó sin siquiera despedirse, sin hablarle, sin mirarlo… sin amarlo

 

Camus de Acuario juró sobre su nombre que borraría a Milo de su corazón.

Notas finales:

Si bien no soy muy fanatica de esos fic que ponen a Milo como un mujeriego y sin respeto por el amor, en este fic trate de mostrarlo arrepentido de sus actos, sabiendo que tuvo una falla imperdonable, y que Camus no lo perdonaria.

Espero les haya gustado.

Nos leemos en el proximo capitulo.


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