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Había llegado puntual a la iglesia, estaba sumamente nervioso por aquél suceso, pero también estaba feliz al saber que uniría su vida a la de la persona que más ama. Suspiró tratando de mitigar el nerviosismo que desde el día anterior no lo había dejado descansar. Permaneció en una banca que se encontraba enfrente del altar, jugaba con sus dedos, en señal de nerviosismo, mientras escuchaba cómo su futuro suegro le decía algunas palabras para calmarlo, sin éxito finalmente.
-Aomine-kun, te pediré por favor que no hagas eso… me estás poniendo nervioso a mí también- Decía Kuroko, quien había llegado a la par del peliazul y se había sentado junto a él, haciéndole compañía y tratando de que no se sintiera tan nervioso, y no pudo evitar llamarle la atención a su amigo al ver cómo jugaba con sus dedos.
-Tetsu… no puedo evitarlo…- Fue su única respuesta, pues todos sus sentimientos en ese momento no lo dejaron decir más.
No podía evitar mirar hacia la puerta de la iglesia, notaba cómo varios invitados estaban llegando, y todos tomaban asiento. Habían llegado los chicos del antiguo equipo de Shutoku, los chicos de Seirin, algunos de Kaijou e incluso algunos de Kirisaki Daichi. Pero Kagami no atravesaba esa puerta.
Miró su reloj, ya era hora, pero… ¿Dónde estaba su esposo? Se sintió aún peor al hacerse esa pregunta, y allí sentado, comenzó a mover las piernas sin poder evitarlo, causando que Kuroko le llamara nuevamente la atención. Ahora un temblor en todo el cuerpo lo estaba inundando; así que trató de calmarse, pensó positivamente, diciéndose a sí mismo que su futuro esposo llegaría, tal vez sólo se le había hecho tarde.
El sacerdote apareció frente al altar, intentando encontrar al otro novio que celebraría su unión. Aomine se levantó al ver al sacerdote vestido de blanco y se postró junto a él.
-¿Dónde está el novio?- Pronunció el sacerdote finalmente, fijando su vista en el padre de Kagami.
-No debe tardar, esperemos un poco más, por favor- El padre de Kagami miraba fugazmente a Aomine, como preguntando si él sabía algo, pero al ver lo mal que el peliazul se veía, fue obvia su respuesta.
Aomine notó cómo Momoi se acercaba a Kuroko, y desde su lugar intentó escuchar la conversación de éstos dos.
-Tetsu-kun… ¿qué hacemos? Ya han pasado 15 minutos…- Momoi le susurraba al peliceleste, intentando no llamar la atención de todos.
-Deberíamos llamarlos… tal vez Kise-kun o Kagami-kun tengan el teléfono celular consigo.- Kuroko sacaba su celular y empezaba a marcar el número de Kagami, sin embargo, el buzón de voz fue quien recibió su llamada. Ésta vez se dedicó a marcar a Kise, y espero a que su llamada fuera contestada, sin embargo no tuvo éxito. Suspiró derrotado, de alguna forma, él también se estaba poniendo nervioso ante toda la situación. –Lo siento Momoi-san- Decía finalmente al saber que no fue de gran ayuda en esa situación.
Momoi lo miró sorprendido, y con pasos firmes se dirigió a la salida de la iglesia, a esperar a Kagami en la entrada.
Aomine miró las acciones de sus dos amigos ¿Cómo demonios se iba a calmar con ellos dos cuchicheando y portándose extraños?
-Han pasado 20 minutos- El sacerdote se acercaba al padre de Kagami y le comentaba con voz baja.
-Por favor… sólo un poco más.- Decía el futuro suegro de Aomine, mirando su reloj, frunciendo el ceño al saber que el sacerdote se cansaría de esperar más tiempo.
“¿Y… si me dejó aquí… botado en el altar? ¿Y si en verdad no quería casarse conmigo?” Aomine comenzó a temblar ante sus propios pensamientos, cuando sintió que una mano se posaba sobre su hombro.
-No te preocupes, Aomine… no tardará en llegar-
El padre de Kagami lo miraba fijamente, con una sonrisa en su boca y de algún modo, sus innecesarios pensamientos se disiparon un poco, confiando en las palabras de su ‘casi suegro’.
La puerta de la iglesia se abrió nuevamente, después de un buen rato, y por fin se pudo observar la figura de Kagami, quien se veía totalmente nervioso. Aomine sonrió a la visión de su amado, suspiró totalmente aliviado, por fin aquél nerviosismo se había ido. Le regaló a su esposo su más sincera sonrisa, mientras lo miraba acercarse al altar, le extendió la mano y el pelirrojo correspondió el gesto.
-Llegas tarde-
Fue lo que pudo pronunciar un Aomine completamente confiado de sí mismo, mirando la sonrisa de su esposo, esa sonrisa que lo había cautivado.
La ceremonia pasaba lentamente, ambos prestaban total atención a las palabras del sacerdote.
-Acepto-
Mencionaban los dos, para confirmar su unión ante todas las personas que se habían reunido en ese lugar. Aomine tomaba el anillo y lo ponía en el dedo de su ahora esposo, y Kagami hacía lo mismo. El sacerdote estaba listo para escuchar a ambos decir sus votos.
-Repitan después de mí- Decía el sacerdote, mirando a Kagami y luego a Aomine.
-He preparado mis propios votos- Aomine miraba al sacerdote, quien mostraba una pequeña sonrisa y asentía a las palabras del peliazul, dándole pie a que dijera los votos que él mismo había preparado.
-Kagami Taiga… -Decía Aomine mirando fijamente los ojos rojos del otro -… Eres un idiota…-
-¿Qué?-
-Pero… ahora serás mi idiota… y ya que tendré la fortuna de levantarme junto a ti todos los días, comer tu comida… nunca lavar ropa…. En este preciso momento, y en este lugar, diré mis votos, Taiga.-
Kagami enarcó una ceja ante las palabras de Aomine ¿En qué estaba pensando ese tonto? Esperaba que no dijera nada que los pusiera en ridículo a ambos.
-Prometo darte un beso cada mañana, aunque… bueno, probablemente podría ser algo más que un beso, pero no puedo dejar que Tetsu me eche el mal de ojo, así que no entraré en detalles… Bueno lo entenderás ésta noche cuando estés en la cama gritando ‘Oh Sí’-
Kagami mostró un rostro de horror, Kise, que se encontraba detrás de Kagami no podía aguantar la risa. El padre de Kagami sentía pena ajena y el sacerdote se persignaba ante las palabras de Aomine.
-Aomine-kun, ésta es una ceremonia de casamiento, por favor, cuida tu lenguaje- Kuroko fue el más sensato al hablar, y todos lo miraron fugazmente.
-Ok... ok, Bueno yo… demonios… Quiero decir… ¡rayos! Sólo seguiré con mis votos…- Algunas risas se escuchaban por parte de los presentes –Juro que siempre apreciaré las cosas que cocines, incluso cuando cocines como si fueras a alimentar a todo un jodido ejército-
La mirada de Kagami cambiaba con cada palabra del otro.
-Juro que estaré a tu lado cuando te enfermes, incluso si tengo que ser totalmente susceptible ante cualquier virus raro con el que puedas infectarme. – Ponía su mano sobre su cabeza mientras seguía hablando – Y entonces si te enfermas prometo cocinarte avena e incluso darte de comer en la boca, si quieres –
-Pero… tu comida es una completa mier-
-Kagamicchi… tu lenguaje- El pelirrojo era callado por Kise, quien ya no veía el momento en que Aomine se callara y dejara de decir tonterías.
-Lo siento... tienes razón- Kagami bajaba la cabeza en señal de disculpa.
-Juro comprarte helado cuando estés triste, y rentaré esos churros de películas que sé que te gustan, e incluso fingiré que no me pongo celoso cuando gritas muy gay al ver a Leonardo DiCappuccino, o lo que sea.-
-DiCaprio, idiota! ¡Y no grito ‘muy gay’!-
-Kagami-kun- Kuroko nuevamente pronunciaba suspirando. Todos empezaban a reír abiertamente ante la situación, incluso el sacerdote, que simplemente se había rendido y había dejado que Aomine dijera todas las idioteces que salían de su boca. El peliazul nuevamente tomó las manos del pelirrojo y lo miró tiernamente.
-Juro amarte siempre, aunque me saques de mis casillas, incluso si me vences en un 1 a 1, incluso si tu…. No correspondes a veces a mis sentimientos, y aún con todo eso… te amo, Taiga… con todas mis fuerzas, eres lo mejor que me ha pasado en la vida…. Y…¡Espera, Taiga, no llores!-
Kagami había escuchado cada estúpida palabra del peliazul, pero aquellas últimas palabras lo habían hecho sonreír totalmente e incluso derramar un par de lágrimas al sentir las palabras tan sinceras de Aomine.
-Eres un idiota-
Ésta vez Kagami no recibió ningún regaño por parte de Kuroko o Kise, pues ellos también estaban sonriendo ante las melosas palabras del peliazul.
-Juro que siempre cuidaré de ti, y tendré en cuenta siempre mis votos, pues estoy jodidamente bendecido al tenerte en mi vida.-
Aquellas lindas palabras eran música para los oídos de Kagami, él sabía que muy pocas veces su esposo diría cosas como esas, así que simplemente trató de grabar cada una de las cosas que había escuchado, sin importar si la mitad de esas cosas eran sólo estupideces.
-Los declaro esposo y esposo, puede besar al esposo-
El sacerdote autorizó el primer beso ahora como esposos y Kagami y Aomine no dudaron, y allí, frente a todos los presentes, demostraron su amor en un pequeño beso que sería el principio de una vida juntos. Escucharon las felicitaciones de varios, y los aplausos de todos, Kise no evitó dejar escapar una que otra lágrima al saber que su mejor amigo era feliz, y lo sería por mucho tiempo.
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