-Taemin dijo que yo era un niño usando una armadura. Creo que es correcto.- rió nervioso, bajando la mirada.
-Yo no creo que seas un niño usando una armadura.- negué efusivamente. –No tienes que hacer tuyos los sentimientos de los demás.-
-El problema es que sí me siento como un niño.- rió secando sus ojos, pero tomé sus manos para que me mirara.
-Yo no siento que seas un niño.- miré sus ojos. –Yo siento, creo, veo y escucho a una persona que es asombrosa. Una persona que ha podido sobreponerse a todos los golpes que la vida le ha dado. Una persona que siempre cuida a los demás y que las personas que realmente lo aman, cuidan de él. Una persona que, si yo arderé en las fosas de Hades, tú estarás en el Monte Olimpo. No eres malo, ni violento, creo que ese día estabas tan asustado que no supiste qué hacer con ese sentimiento. Eras como un gato.- susurré, me sentí embriagado. –Cuando se asustan, suelen ser agresivos.-
-¿Eso piensas de mí?- su voz. Todo comienza a dar vueltas.
-No.- susurré, sentía pesados mis labios. –Eso eres.-
Todo se volvió oscuro, todo olía diferente. El sonido de la lluvia era más fuerte, en bip de la mamá de Minho se detuvo y escuché un golpeteo insistente que parecía desesperado.
Ese golpeteo era mi corazón.
Y esa pesadez en mis labios eran los suyos.
El sonido de la lluvia era los chasquidos húmedos, productos del movimiento de nuestros labios.
El bip sólo dejó de importarme.
Tenía mis ojos cerrados.
Sus labios temblaban, no sé si por miedo o frio. Pero su mano fue hacia mi mejilla, me sostenía como su fuese algo delicado, algo nuevo y no tan usado como estoy.
Luego, todo regresó a la normalidad.
Abrí mis ojos y noté la sonrisa extraña que estaba en los labios de Minho, sus pupilas me miraban y podía ver mi reflejo en ellas.
Separé mis labios para decir algo, un comentario sobre el clima o la humedad pero mi voz no salía. Así que cerré mi boca y mordí mis labios.
¿Qué he hecho? Corrección, ¿qué hemos hecho?
End Pov’s Key & End Flash Back
En casa de Minho…
Pov’s Minho
Suspiré mientras cerraba la llave de la ducha, dejé que mi cabello escurriera agua incluso pegué mi frente contra los azulejos de la pared. Pero sonreí, pese a todo, porque al llegar a mi casa después del hospital creí que todo estaría empolvado porque no había limpiado desde el viernes en la tarde, pero no, parece que Taemin vino a hacer el aseo.
Al entrar había un avión de papel en mi pasillo principal, era suyo.
“Jugué a ser cenicienta pero tu casa ya está limpia.”
Eso me hace sentir bien, je, je, pero de todos modos, no lo sé. Taemin, es decir, no quiero que esté molesto. Y ni quiera sé por qué estaría molesto, quizá porque no fui a dar clases, pero de todos modos ya le había dicho que no irá más.
Terminé de vestirme y salí de mi habitación, sé que siempre o la mayor parte del tiempo mi casa está sola, pero hoy se siente más fría.
Bajé las escaleras, tomé las llaves del auto y caminé hacia la puerta, me aseguré de tener mi billetera y al sentirla asentí para salir de mi casa. Esta vez también la cerré con seguro, luego caminé hacia mi cochera para sacar el auto.
Suspiré, me siento triste o tengo mucho sueño.
No estoy seguro qué es lo que me pasa.
Abrí la puerta del auto y entré. Me recargué en el respaldo y cerré mis ojos, fruncí el entrecejo y sentí como caían lágrimas por mis mejillas. Mi respiración se entrecortó y negué. No quiero que se muera, no quiero estar solo, no estoy listo y aunque sí lo estuviera no quiero, me niego.
Intenté calmarme, suspiré e hiperventilé para tranquilizarme, tallé mis ojos con fuerza, tengo que dejar de llorar, si lo sigo haciendo no seré útil, y no, no puedo dejar que me vean así.
Eres fuerte.
Acomodé mi cabello y asentí, miré mi reflejo en el espejo central y suspiré.
-Eres fuerte.- susurré mirándome. –Eres fuerte Choi Minho.-
-Repítelo las veces que quieras hasta que lo creas.- ¿ChangMin? –Hola.- negué efusivamente, terminé recargando mis manos sobre el volante. –Oh vamos, nunca había sido malo verme.- escuché que la puerta del copiloto se abrió y luego su fragancia llenó el auto.
-No es eso.- susurré secándome los ojos.
-Está bien que tengas miedo.- susurró. –Yo no lo tengo.-
-Oh perdón Sr. Madurez.- contesté sarcástico.