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Tentativa a lo prohibido. por Vannar

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Notas del capitulo:

Y lo mismo pasa con las cosas que recuerdas. Por ejemplo: si te peleas con otro niño, nunca trates de guardar el recuerdo de eso en la memoria, porque si te acuerdas vuelves a sufrir. Y al revés: si te pasa algo bonito, entonces sí es mejor que lo recuerdes a cada rato, porque cada vez vuelves a sentir que estás contento. Y la felicidad es cuando estás contento. O sea que lo mejor es guardar en la memoria solamente los recuerdos de las cosas buenas.

 

- Roberto Gómez Bolaños.

 

 

 

No soy muy fan de publicar frases de ídolos fallecidos, pero él es la excepción, porque desde siempre estuvo conmigo, he hizo que al verlo fuera feliz. 

 

 

 

Sin mas, a leer.

 

 

TENTATIVA A LO PROHIBIDO

 

°°°°°°

 

RECONTRACHANFLE

 

 

- Vamos Naru, tienes que ir a la universidad- escuchó a lo lejos la voz afable de su padre.
 
Abrió los ojos pero, al parecer, sus párpados no cooperarían, así que procedió a bailar. Las rubias y largas pestañas danzaron de arriba a abajo, pero, y aun con eso, sus párpados se negaron a ascender completamente, así que, si su cuerpo no reaccionaba, no iba a llevarle la contraria. Y así lo hizo. Levantó su cabeza con pereza y la volvió a dejar caer, cerrando los ojos, ignorando el llamado de su padre y los gritos desde lejos de su... ¿madre? 
 
- ¡Naruto Uzumaki Namikaze!- quedó sentado en la cama de golpe, con los ojos tan abiertos por el susto que parecían querer salirse de sus orbitas. 
 
Minato rió.
 
- Deja de ser tan holgazán- y ahí venía el sermón matutino, con los ojos en blanco y su camiseta blanca en mano, andando en bóxer, procedió a hacer lo que le resultaba más efectivo: ignorarla. Algo grosero, sí, pero se aseguraba la mesada y salvaba su cara de un manotazo o su cabeza de una guantada.-. ¿Cuánto crees que nos cuesta tu universidad? 
 
No era tan estúpido, y sabía perfectamente el costo, así que, sin temor, le contestó:
 
- Nada, es una jodida beca. Me la gané yo mismo y estoy orgulloso de eso.- abrió la puerta del baño y con una pelirroja patidifusa por lo tan perspicaz de la respuesta de su hijo detrás suyo, cerró la puerta ante la cara de su madre-. Te amo, no te alteres, ya estoy grande y sé lo que hago. 
 
Kushina suspiró y se dejó abrazar por su entrajeado y perfumado esposo rubio, quien acarició su hombro con cariño mirando hacia la puerta donde de seguro su hijo se miraba al espejo y admiraba con rabia sus ojeras, resultado de la combinación de un amigo pelirrojo que nunca duerme, películas y, quizá, novias de las que hablar. 
 
Besó la frente de la Uzumaki y, sonriente, la llevó cargando a la sala, riendo por los constantes gritos y órdenes que no acataba. 


 
 
 
 
Abrió la mampara corrediza de la ducha y entró al amplio espacio. Su mirada paseó de la bañera a la ducha una y otra vez. ¿Requería de un baño caliente con el agua hasta el cuello o, en cambio, su cuerpo necesitaba de un estiramiento bajo las constantes gotas de la misma temperatura de agua? La primera, de seguro. Caminó desnudo hasta el estante con decenas de diferentes tipos de jabones de baño líquidos, champú, cremas, más jabones ahora en barra y demás productos que no usaba (exceptuando los necesarios). 
 
Tuvo que mover varios de los “ignorados” para encontrar un bote nuevo de su champú preferido y el único que no oscurecía su cabello rubio, y que no poseía un olor empalagoso a frutas. Agarró el producto de cabello envasado en un bote color plata y, a la vez, su jabón liquido personal con olor a... Naruto. 
 
Buscó con la mirada el aparatejo que controlaba la ducha, la diosa que se compadecía de sus cambios de humor. Deslizando su dedo índice hacía arriba, leyendo las diferentes opciones, encontró la perfecta y seleccionó aquella. Escuchó con alegría casi palpable el rápido caer del agua caliente de la enorme ducha en el techo llenando la tina —muy costosa— a mitad de su baño, y suspiró con alegría al saberse librado de su dolor de cuello. 
 
En algún momento, no supo cuándo, miró las esquinas del amplio baño y el alrededor y sonrió ante la infantil idea de cámaras, admirando su desnudez, nada perturbados con ella. Quizá sí, quizás alguien le estuviese grabando, creando un vídeo porno suyo o dándose amor propio, un chico o chica acosador, alguien quien le odiase y subiera el vídeo a Youtube para deleite o burla de otros, lo vendieran a la mafia China, o lo secuestraran o violaran al sabersen descubiertos. Sí, era algo muy muy lógico, y probable. Pero eso nadie lo pueden saber, no en el momento, con una cámara pequeña en cualquier lado del baño...
 
¿En qué carajos estaba pensando
 
Vio la cuadrada bañera de baldosas negras y cómoda y mullida posadera para el libre arrellanado ya llena y sacudió su psique, claro, si fuese posible con eso no perturbarse mucho más. Estaba paranoico, y el agua caliente que le cubría todo el cuerpo no ayudaba mucho a su tensada mente, sus turbios pensamientos y lo agobiante de la situación. Pero ayudaba a su cuerpo. Al menos. 
 
Casi podía sentir como el agua, a medida que pasaban los segundos, iba calentando sus pies helados por tanto tiempo descalzos en el frío suelo; como sus fuertes brazos, fríos igual, iban adaptándose a las nuevas temperaturas. Y dejándose hacer por el agua, recostó su cabeza en el almohadón especial de la tina, que, por su tersura, parecía darle un masaje a su cuello. 
 
Cerró los ojos, sintiendo el vapor cubrirle deliciosamente la cara. 
 
- “No te acerques a él, no permitas que te toque, nunca, no de nuevo”
 
Casi podía visualizar el rostro de Gaara dándole aquel consejo/orden/petición/aviso. Agradecía enormemente estar rodeado de pelirrojos sobreprotectores, multipolares y de brazos de acero. Porque, sin duda, Kushina, Gaara y la mismísima Karin parecían tener el metal por debajo de la piel, y también parecía que les gustaba probar su fuerza con él. Bueno, el pago era ser un saco de boxeo, pero la recompensa era mucho mejor, muchísimo. 
 
- “No te dejes arrastrar a ningún lado, no le mires, ignoralo, haz como si no existiera, porque así es, él no existe.”
 
Y Sasuke no era pelirrojo, ni sobreprotector. Y, sobre todo, no le tenía en concepto de amigo, siquiera de conocido. Le odiaba. Mucho. Su mente le transportó a la velada no muy agradable del día anterior, y parte de la madrugada, con Gaara en la sala de su casa.

 


[•••••]

  
 
Había dejado de llorar. Los constantes e intermitentes ribetes de Gaara le habían devuelto la compostura perdedida. Erguido en el asiento contiguo al del pelirrojo, quien tenía la cara deformada en una mueca de impotencia y ansiedad, claro ejemplo de una ya casi palpable exigencia, escondida tras palabras suaves y cautas; se quedó viendo la enorme pantalla ahora apagada como lo más interesante del mundo, demostrando así lo tan atenazado que se encontraba. 
 
- No te acerques a él- le escuchó decir, sacándolo de su ensimismamiento-. No permitas que te toque, nunca, no de nuevo. 
 
Se removió sobre el sillón, algo incómodo por la situación. Nunca en su vida había tenido que lidiar con situaciones similares, nunca había sermoneado a alguien, claro, a excepción de Naruto. Su hermano de diferente madre, y que aún con eso parecía serlo. Naruto era alguien tan importante para él; sin embargo, él no podía contra Sasuke. Era capaz, fuerte, audaz, inteligente, y, cuando la situación lo requería, vengativo; pero, y muy a su pesar, no sabía, después de tantos años, cómo enfrentarse al Uchiha y ganar. No sabía las verdaderas razones de Sasuke para perseguir a Naruto, ahora y antes, y al parecer eran mucho más oscuras de lo que en un principio imaginaba. Tan obsesivo se mostraba, tan posesivo, que el simple “acostón” o “polvo rápido" del que hablaba no le entraba en la cabeza, porque si fuese eso, un simple “mete y hasta nunca”, le hubiese dejado en paz a las dos primeras veces de rechazo. Pero no, no lo había hecho, y eso, además de inquietarle, le hacía dudar aún más de si podría proteger a Naruto de lo que sea que el Uchiha planeara con él. Sasuke era guapo, fuerte, inteligente y buen partido, pero era exactamente eso lo que le martirizaba. ¿Por qué, un tipo como Sasuke, quien tenía en un chasquido a la mujer u hombre que deseara, se empeñaba en su rubio amigo? Naruto era guapo, mucho a decir verdad, pero un hombre orgulloso como el Uchiha le hubiese dejado hace mucho; entonces, ¿Por qué? ¿Qué era lo que veía, además de la belleza, en Naruto que no podía rendirse de una vez frente a tantos golpes y desplantes? 
 
Asintió. 
 
- No te dejes arrastrar a ningún lado, no le mires, ignoralo, haz como si no existiera, porque así es, él no existe- recalcó con expresión dura, imperturbable. Le inquietaba de verdad todo aquello, Sasuke era obstinado, mucho, pero ¿qué tanto?
 
- Sí, papá- se burló, recuperándose completamente. Gaara era un gruñón, exagerado, un tanto idiota y preocupón. ¡Vamos! Él era Naruto Uzumaki, nadie le iba a hacer sentir pequeño y débil ¡Nadie! No era su estilo, y como tal, como era Naruto Uzumaki, iba a arreglar eso de una buena vez. Aquel bastardo de la putísima madre no le iba a pasar por encima, no señor. 
 
- No es broma. Sabes muy bien que el puto ese es bastante flexible si hablamos de los “horarios para joder a Naruto”- hizo énfasis en la última frase, haciendo comas invisibles con los dedos-. Siempre sabe a qué hora, el cómo y cuándo, y eso me inquieta, siendo sinceros, mucho más de lo que estoy dispuesto a permitirme. 
 
Miró a su amigo, encontrándose con la fuerte mirada turquesa sobre sí, exigiéndole una respuesta afirmativa y sumisa a sus peticiones. 
 
- ¡No soy un bebé, puedo cuidarme solo!- soltó, logrando un bufido irónico del de piel pálida. 
 
- ¿Ah, sí? ¿Cómo hace cuatro años?- espero que respondiera, mas lo único que le vio hacer fue titubear algo incomprensible y callar, resignado, así que prosiguió- ¿Cómo hoy en la clase? ¿Cómo en los baños? ¡No voy a permitir, por nada en el mundo, que ese tipo te toque, ni tú tampoco! ¿Me oyes? ¡Nunca! 
 
Naruto se encogió en su asiento, casi haciendo un puchero ante el grito sórdido que le había pegado su amigo pelirrojo. 
 
Resopló, sabiendo lo que aquella fugaz mueca infantil traería. 
 
- Tienes que prometerme que usarás toda esa mierda de fuerza que tienes contra él. Yo solo no puedo, Naruto, si te ve débil terminara violando...- se calló al ver la mirada de advertencia que le lanzó el blondo.
 
- Lo sé, Gaara- atinó a sobar sus cienes, tratando de mitigar el dolor de cabeza que se avecinaba-. Fue la impresión. Ver a un bastardo acosador después de cuatro años no fue, ni es, ni va a ser bonito. Soy hombre, soy fuerte, y no sabes cuanto espero el verlo y partirle la cara a golpes por marica, pero ni aquel término le da para insulto, porque eso sería ofender a los maricas, y yo apoyo al LGBTI.*
 
- Eres totalmente marica, sólo lo escondes tras la fachada de “no tengo nada contra los homosexuales".
 
- ¡Vamos! Tú ves porno lésbico- bromeó, haciendo reír a Gaara.
 
- No es lo mismo. 
 
- ¡Apuesto a que ves porno gay!- soltó una carcajada, que, contagiosa, hizo reír a su amigo, olvidándose ambos del tema central. 
 
- Soy bisexual- le recordó, logrando en el rubio una expresión dubitativa, masajeando su mentón- ¿Qué puedo hacer? 
 
Escuchó de nuevo la risa contagiosa del Uzumaki y algo parecido a “y luego me dices marica a mí", haciéndole reír por el comportamiento infantil aún a sus diecinueve años. Habían cosas que no cambiaban, y Naruto era una de ellas. 
 
- Estoy jodido- declaró, levantándose para ir a buscar un analgésico para el dolor de cabeza.

 


[•••••]

 
 
 
Al final Gaara no le había soltado ni un detalle del “breve” encuentro, pero eso sí, el muy hijo de su madre le había hecho prometer cosas que tendría que cumplir sí o sí, aprovechándose de su regla personal de “yo jamás rompo una promesa” de Naruto Uzumaki. 
 
- Jodido lío- se dijo, sacando de muy mala gana un brazo para alcanzar el champú que al parecer le odiaba. Estiró un poco más el brazo para alcanzarlo, sintiendo el erizar de los vellos del brazo que tuvo que sacrificar para tal acción. La piel se le puso de gallina, muy a su pesar, por el frío que nada combinaba con el cálido ambiente donde estaba sumergido.-. Puto. 
 
Y casi le pareció ver sonreír a aquel hombre en el bote de su, ahora cabreado, champú. 
 
Sus dedos rozaron el envasado y, cuando su mano se cerró alrededor del madreado objeto para cabello, soltó un grito mudo de victoria, agradeciendo al público invisible que le piropeaba en su cabeza. En eso, escuchó el golpear de la puerta, asustándolo.
 
- Naru, son las once- suspiró, agradeciendo al cielo por que no fuera su madre-, llegarás tarde. 
 
Dio un respingo, quedado sentado en la bañera. Al parecer ese era su segundo y no último respingo del día. Agradeció a su padre y echando en su mano el plateado liquido, se frotó el cuero cabelludo y toda la mata de cabellos dorados de manera circular y un tanto brusca por el afán. Hizo lo mismo con el jabón para el cuerpo y vació la bañera para darle paso, nuevamente, a la regadera de agua caliente, y tan fácil como presionar un botón, ya estaba duchado. 
 
Salió del baño con una toalla enrollada en su estrecha cintura y fue directo a su habitación. 
 
La idea de ver al peliónix no le entusiasmaba, y con eso en mente se lamentó del que su madre tuviera ese día libre. 

 


°°°°°°°  


 
 
 
El Audi r8 paró ante el semáforo en rojo. 
 
Sus dedos bailaron sobre el volante. Amaba su auto, su hermoso Ángel. La carrocería de aluminio blanca, por supuesto, mantenía el motor refrigerado y ayudaba a la aerodinámica del coche deportivo. Poseía el sistema LED en las ópticas delanteras, teniendo variadas formas de iluminación en el morro del vehículo. El interior mantenía toques modernos y retro, y los asientos de cuero mullidos le daban aquel aire elegante y juvenil que le encantaba. Su regalo de cumpleaños número dieciséis, feroz, aterciopelado, y tan fácil de manejar que las ganas de vivir en él fueron difíciles de disolver. 
 
Dentro de Ángel se reproducía «Dust N' Bones - Guns N' Roses», creando un constante movimiento de cabeza. En sus ojos añil brilló el semáforo en verde y el suave rugir del motor se hizo presente. 
 
En minutos —que pasaron muy rápido para su disgusto—, se encontraba en el estacionamiento de la enorme universidad privada que llevaba por nombre  Konoha. El establecimiento educativo estaba construido aplomo al estilo barroco, nada acorde con demás universidades del país. Las piezas de mármol talladas, los figurines en base a la facultad de arte y diseño y el pastizal que le rodeaba hacia del lugar un sitio ameno, admirable y de acertado prestigio. La arboleda en determinadas zonas hacia de aquellas un espacio tanto sombrío como pasivo, perfecto para sus discusiones mentales. En los arbustos se apreciaba los escaramujos y eneldos en flor, recientes ante el frío invierno ya pasado. 
 
Bajó del auto, presionando el botón del cerrado de las puertas. 
 
Caminó por sobre la amplia gama de verdes, saludando a sus conocidos y parando para hablar con algunos amigos. Había perdido las primeras (dos) horas de clase, y viéndole el lado positivo, en aquella materia no tomaban asistencia y podía faltar si así le placía, pero era responsable, y ese sólo se lo permitiría una vez. Bueno, tal vez dos o tres por si le daba flojera o por cuestiones de la vida su cuerpo no le dejase levantar. 
 
- ¿Naruto? ¡Naruto!- la pelirosa de ojos jade le besó la mejilla, algo lenta en el movimiento labial, haciendo del saludo algo coqueto y dejando en claro que no quería, al menos en su “lenguaje de macho”, algo amistoso-. No me llamaste.
 
Con fingida tristeza en sus ojos y un batido de pestañas en plan de chulería miró al rubio, quien conociendo aquel comportamiento tan típico de las mujeres sonrió, recíproco. 
 
- Me encantan tus ojos- se acercó a la chica, dándose razón a lo antes dicho.
 
- Me encantan los tuyos- correspondió-, son hermosos.
 
Tan cerca estaban que ambos alientos se mezclaban, creando un olor dulce y atrayente para la pareja de ojos claros. Sakura, con el corazón en la garganta por tal aledaño espacio, le fue imposible no sonrojarse, y con ello dejar en evidencia tanto interés que sentía por el ojiazul. Aprovechando tal acercamiento admiró el trigueño rostro del alto chico de cabellos dorados; no mentía, sus ojos azules eran en verdad hermosos, y, viéndose reflejada en ellos, le fue imposible, de nuevo, el evitar el paso de la sangre a sus pómulos. 
 
Sintió el pulgar travieso y confiado de la guapura rubia frente suyo, tan cerca, lo bastante como para rosar su boca, un dulce contacto; sobre sus labios, que ahora, sin darse cuenta, estaban entreabiertos. El pulgar se deslizó por todo el labio inferior, de comisura a otra, una y otra vez, atontándola por el constante movimiento. 
 
Delineaba su fino labio con tanta delicadeza y, a su vez, firmeza que le parecía ser acariciada por algodón. Tan frío estaba su dedo y aun con eso sentía que le quemaba el contacto, admirando aquel brillo socarrón en los ojos contrarios, que admiraban a la vez sus labios, dándole la importancia que hasta ese momento desconocía. 
 
Después, cuando pestañear se convirtió en algo de menor relevancia, el pulgar, digno de un premio Óscar por mejor roce de labios, delineó su labio superior, igual de fino, una y otra vez, resaltando la curvatura en medio de ellos, ambas pequeñas y rosáceas montañas que les hacían lucir femeninos y atrayentes. Quería más, una caricia directa, sin óbices ni limites, pero tomar la iniciativa la haría quedar como desesperada, y en el arte del cotilleo esa era la regla de oro: No parecer desesperado, nunca. 
 
- Y tus labios- le susurró, tan cerca como para sentir aquel olor almizcleño que la había enloquecido desde el primer encuentro, el primer acercamiento, la primera charla, el primer contacto-, mucho. 
 
Y al parecer había resultado. 
 
Rosó levemente los labios rosas, viéndole a los muy abiertos ojos jade, guardando una sonrisa prepotente para sí. Porque Uzumaki también podía enloquecer a una chica, tan fácil como guiñar un ojo, como susurrar un “Hola” o sonreír levemente. Y así, se libraba de preguntas o demandas de sus ligues, atontando o fascinando, algo simple y nada complicado, a su estilo, a lo Naruto. Después, mientras guiñaba un ojo ya como un gesto consueto, le mandó una sonrisita traviesa y coqueta que remató. 
 
- Te llamo luego- parecía su voz terciopelo, acariciándole su aliento-. Nos vemos después-un beso en su pómulo derecho, tan ardiente, tan húmedo y contradictoriamente seco-, preciosa. 
 
Sakura, alucinando, llevó su dedo índice a sus labios sin percatarse del cincundar del rubio en sí misma, abstraída de la realidad. Realizó el mismo movimiento sobre sus labios, mismo que hizo Naruto, fascinada, no viendo la sonrisa satisfecha de cierto “Brad Pitt Junior", claro, porque este caminaba a sus espaldas para ir, ahora sí, a su segunda clase en el día. 
 
 
 


 
Caminaba por los pasillos de Konoha con una sonrisa pegada al rostro que correspondía a todos quien le saludaban, mas no era esa la razón por la que la lucia. No podía creer, aún, que aquella chica de cabellos rosa ni se percatara de que, además de su falaz intensión de llamarla, y no porque no quisiera sino porque el papelito se le había arrebujado en algún lugar; el olvido de su nombre lo pasó enterito, pero ¿Cómo no? Si es que aquel “preciosa” la había dejado tan estupefacta como absorta de todo a su alrededor. 
 
Abrió la puerta, sintiendo el palpitar de su impulsador de sangre en su estómago, si es que eso era posible. 
 
Parecía que el corazón se le quisiera salir por la boca y sus intestinos quisiesen amarrarse entre sí al ver aquel rostro hermético. Sentado, como ya era costumbre, al final del salón, Sasuke miraba atentamente a una chica de largo cabello cobrizo, a simple vista menuda, con sus ojos peltre tan afilados y poderosos como espadas. La chica agitaba su cabello incontables veces, lo enroscaba en su dedo o jugueteaba con él de otras maneras, lo que parecía ser un tic nervioso. Viendo que, de nuevo, todos los puestos delanteros estaban ocupados y no teniendo más opción, se dirigió de mala gana a la antepenúltima mesa del aula junto con un chico (al parecer nuevo) de cabello rubio platinado y lentes, y una chica de cabellos negros sujetados en una coleta alta. 
 
- ¡Shizuka!- saludó alegremente, logrando que ésta despegara sus iris verdes del portátil.
 
- Rubio...- hizo una mueca de fingido vahído- ¿cómo era tu nombre? 
 
Besó la mejilla pálida de la chica y sonrió divertido, la verdad es que en sus vacaciones sus padres le habían “obligado” a ir a Miami para pasar un rato agradable con la familia, y una que otra chica bronceada y estrecha.
 
- Naruto, un placer- le siguió la broma, logrando una pequeña risita-. ¿Ves como te olvidas de mí? 
 
Haciendo un puchero, así era como aturdía a su pelinegra amiga, a veces. 
 
- Cada vez te pones más guapo- le pellizcó ambas mejillas y le zarandeó la cara de lado a lado, como si de un bebé se tratase-, y más idiota, también.
 
- Me odias- otro puchero y un cruce de brazos.
 
- Idiota.
 
Alzó las cejas con fingida indignación, haciendo como que el insulto si le había pegado de verdad, cosa que la astuta chica no pasó desapercibida.
 
- Mojigato- profirió. Su ceja perfectamente depilada se alzó ante el titubeó de los rojizos labios, gesto por demás tierno.
 
La charla continuó con infinidad de insultos, cariños y mofas que culminaban en risas y carcajadas. Se conocían desde hace dos años. Comenzando la universidad juntos, dos meses después eran pareja, así que la amistad de ahora fue difícil de formar después de un rompimiento algo absurdo y bastante fuerte. Naruto creía estar enamorado de aquella azabache, porque cuando veía sus verdes ojos se le paraba el corazón, al menos eso creía. Pero, cuando Shizuka le propuso presentarse ante sus padres y formalizar la relación fue cuando cayó de sopetón en la realidad; no quería formalizar nada, y lo que sentía no era más que cariño, además de que con sólo cuatro meses de relación no le parecía adecuado, no era el momento, y fingir que amaba a alguien y comerse sus propios sentimientos no le era justo ni para él ni para ella. Todo eso logró que, dos días antes de la cena familiar, le dijese lo que pensaba y, con la mejilla roja y un pie dolorido, aclarara todo aquel rollo y quedará, al menos él, resuelto. 
 
- ¿Haz visto a una pelirroja con lentes?- hizo círculos con sus dedos y los puso frente a sus ojos.
 
- Se fue hace un rato- contestó frunciendo los labios en un gesto pensativo-, de seguro al baño. 
 
- Oh. 
 
Después, cuando las aguas mermaron y podía saludarla sin que esta le soltara algún improperio o bufido, fue cuando decidió que debía de arreglar las cosas. Compró una caja con sus chocolates favoritos y un globo enorme con un “Lo siento, amiga” en letras más brillantes que el dorado de la envoltura de los dulces. Con eso y una gran explicación al respecto, utilizando su habilidad con las palabras para convencerla, logró entablar, de nuevo, su relación amistosa con la joven. 
 
- Buenas tardes- saludó Midori, la bella y algo destemplada profesora de ciencias políticas. 
 
- Muy buenas- se escuchó entre el inocente saludo de los demás.
 
Algunos piropos volaron en el aire hasta llegar a la linda profesora con un entrecejo palpitante por el disgusto. 
 
- Idiotas- soltó Karin a su lado, haciéndole dar un respingo por el susto. La pelirroja rió- ¿Qué? 
 
Sonrisa Uzumaki Namikaze aparece.
 
- Hola- le dio un pico en la mejilla- ¿dónde estabas? 
 
- Yo...- fue interrumpida por un carraspeo de garganta.
 
- El rubio de atrás- le reprochó una Midori con la ceja alzada y los brazos cruzados, resaltando su pronunciado busto- ¿Puedo continuar o necesita más tiempo para hablar? 
 
- Uf- soltaron algunas chicas al girar a verlo.
 
Naruto sonrió galante robándose aun más la atención de las jóvenes allí. La profesora se limitó a suavizar su expresión.
 
- Por favor...- contestó.
 
La docente continuó con la explicación, algo más calmada por cierta galanura entre sus estudiantes.
 
Ambas chicas giraron a verse al tiempo. Se escanearon de arriba a abajo, evaluándose una a la otra, terminando el escrutinio en los ojos contrarios. Verde contra marrón se taladraron entre sí, tratando de ver bajo la piel de la otra, sus pensamientos, sus intensiones, todo sin ser visto por el rubio en medio de ambas, quien más tenso no podía estar. 
 
Sentía la afilada y profunda mirada sobre su nuca, penetrándole el alma y absorbiendo su fortaleza mental. Inmediatamente se puso alerta, sabía que eso no predicaba nada bueno. 
 
El añil pasó del tablero al escritorio de roble, luego se halló mirando una cabellera púrpura con tonalidades azules, no le sorprendió el quedarse mirándola por tanto tiempo. Paseaba de un lado al otro su mirar, sus dedos juguetearon con el lápiz y su lengua mojaba ambos labios muy seguido como para parecer normal. 
 
«No te está mirando, son alucinaciones tuyas» se dijo.
 
Estaba acostumbrado a las miradas sobre sí. El hecho de ser rubio de ojos azules, costilludo y con cuerpo de infarto le hacia merecedor de cada una todos los días, pero es que aquella estaba por sobre todas las demás. Los ojos gris oscuro del bastardo atrás suyo eran rigurosos como su propietario. Pero es que Sasuke era tan... jodido, y le ponía nervioso, muy nervioso, y no le gustaba para nada. Le hacía sentir débil, una princesita a la cual podían toquetear cuando quisiesen, al menos él, y esa personalidad dominante no ayudaba. ¿Cómo? Y es que, después de tanto, tantísimo tiempo, no lo entendía. Él era tan fuerte como Sasuke, tan suficiente como él, podía detenerlo en el acto, golpearle y molerlo a puñetazos, como lo haría normalmente con cualquier imbécil que lo creyera manso, aunque su contextura no lo dejara ver de esa manera, mucho menos su personalidad. Lo era, lo es y seguramente lo sería, pero al parecer el muy cabrón no lo veía así, y su desconcierto crecía a medida que pasaba el tiempo. ¿Por qué él? ¿No podía ser otro hombre, mucho menos fuerte y algo más tarado? Al parecer no, y lo obstinado que podía ser Sasuke le sorprendía cada vez más. 
 
«Vaya relajo», anunció a todos los presentes en su jurisdicción mental. 
 
Sintió que algo nada pesado golpeó su cabeza. No tuvo que analizar mucho para saber quién era, porque desde que se sentó en aquel lugar no le había quitado la mirada de encima. 
 
Levantó la discreta bola de papel blanco, igual de discreto al hacerlo, sabiendo que ya no estaban en el instituto y que podía ignorar la jodida bolita que ahora abría bajo la mesa procurando que sus amigas no le viesen. 


 
  “No te imaginas el culazo que se te ve con esos jeans.

¿Me estás provocando?
                     


 
Y aquí, anunciando que estaba presente de nuevo, Sasuke “erecciones locas" Uchiha se hacia notar, y vaya de que manera. 
 
Lo mejor era ignorarlo, por supuesto que sí, así que, sin miramientos, depositó el sutil papelito ahora arrugado, en su mochila sin saber el porqué lo guardaba allí. Lo botaría más tarde, en alguna basura por ahí cerca. Y, como si su cuerpo lo estuviese odiando aquel día, miró, con el rostro ladeado, hacia atrás, viendo por el rabillo del ojo a la causa de sus constantes náuceas, dolor de cabeza y traumas que no podía superar ni aunque pasaran mil años. Los ojos oscuros le miraban con intensidad, provocando el erizar de los vellos de su nuca, mucho más que al sacar el brazo de la bañera. Aquel rostro antes hermético ahora mostraba una expresión desafiante y, casi de inmediato, giró su rostro antes de presenciar aquella sonrisa condenadamente molesta y tremebunda que a los ojos de muchas parecía ser la del mismísimo Ares. 
 
Sasuke sabía que, por más que Naruto se negara a sí mismo a mirarle, terminaría haciéndolo tarde que temprano. La chica de cabello cobrizo a su lado, cuyo nombre respondía a Nora, de grandes ojos miel y piel trigueña, le había puesto su pequeña mano sobre el muslo, instándole. La miró un momento y algunas nada puritanas imágenes pasaron por su cabeza al momento que cierto rubiecito se volteó a verlo, tan indiscreto, aún tratando de no serlo, como siempre. Le fue inevitable no corresponder a aquella mirada celestial que, con algo de furia y un brillo que no supo definir, se posó sobre él fugazmente, retirándola cuando su sonrisa pícara y satisfecha se aparecía por su cara. 
 
- Sasu- escuchó la aguda voz de la fémina a su lado-. ¿Quién es ese chico? 
 
La pregunta no hizo más que hacerle sonreír y cabrearle un poco, aquella linda chica sabía que interrogantes como aquel no los tenía permitidos, no con él.
 
- Deberías saber- su voz sonó seductora a pesar de su enojo que con viveza se reflejaba en sus ojos, parte de su atractivo rostro que la joven no era capaz de ver-, Nora, que esas preguntas no te corresponden.
 
La chica sintió la fuerte y pálida mano sobre la suya, haciéndole sonrojar.
 
- Yo...- maldijo el tartamudear al hablar dentro de sí, más nerviosa que un pavo en navidad-, sólo preguntaba, nada más.
 
Sintió el encoger de su corazón por un segundo, no le gustaba el como se intimidaban las chicas cuando las tocaba, pero sabía que eso también era su culpa 
 
- No hay problema- acarició la suave mano femenina, dándole confianza-. Sólo no me gusta, eso es todo.
 
Vale, no era un monstruo horrible de historias medievales, mucho menos el villano en las de fantasía, pero ese aire frívolo y poco amigable no le hacía merecedor de ser protagonista de novela romántica. Ella sabía que Sasuke era gélido y meticuloso porque lo conocía. A simple vista el guapo joven era un coqueto empedernido, pero, cuando dio con aquella intimidad inasequible con él, entendió el porqué de la escasa (casi nula) lista de parejas “estables”. Él era controlador, posesivo y algo impulsivo. No era nada con lo que no pudiese convivir pero a veces le intimidaba bastante, y eso lo hacía aún más atractivo. Podía ser dulce, Sasuke Uchiha era dulce cuando quería, muy poco, pero lo era. 
 
Asintió.
 
Una oleada de celos le invadió. Celos por tanto interés que en los ojos peltre se reflejaba. ¿Quién era ese rubio sexy frente suyo? ¿Por qué tanta atención y cortejo? Bueno, no es como si fuera de su incumbencia, pero siendo “algo” del Uchiha, tenía algo de razón al estar celosa. 
 
- Te quiero- sabiendo que no era correspondida se permitió arriesgarse, recibiendo una sonrisa con un “Lo siento” escrito por todo sus lados. 
 
 


 
Karin se levantó del puesto como si un resorte le hubiese golpeado el culo. Agarró a su rubio amigo del antebrazo y se lo llevó a rastras del lugar donde, hasta el sonar de la campana, había estado sentado. 
 
- ¡Joder!- exclamó confundido en medio de las escaleras del aula, deteniendo a Karin al frenar.
 
- ¡Vamos!- trató de moverlo, pero la diferencia entre fuerzas no ayudaba. 
 
- ¿Por qué?- vio que su amiga miraba hacia algún lado detrás suyo, volteó a ver y rió al saber quién era- ¡Adiós Shizuka! ¡Nos vemos luego! 
 
Karin le pellizcó el brazo y se dio la vuelta, yéndose sola a la cafetería. Naruto sólo volvió a reír por el comportamiento infantil de ambas chicas. 
 
Bajó las escaleras y se fijó de nuevo en la entrada del salón, viendo a la cobriza salir sin Sasuke, y entendiéndolo cuando sintió el aliento acanelado sobre su cuello, haciéndole cerrar los ojos fuertemente, aspirando por unos segundos aquel aroma tan conocido  para él. ¿Dónde había quedado eso de “cuando lo vea lo moleré a puñetazos"? Al parecer, en su hipocrás personal.
 
Lo tenía tan cerca suyo, a sus espaldas. Sentía los vellos de su nuca erizados y su estómago contraído por los nervios, por lo tan jodidamente truculento de la situación. Nadie dentro, presenciando nada, solo con su maldito acosador bastardo que olía deliciosamente. 
 
- Uchiha- saludó en un susurro, tratando de sonar lo más amenazante posible. 
 
- Zorrito- le respondió una voz ronca y juguetona, soplando ligeremente su oído, logrando un cosquilleo en su estómago. 
 
Odiaba ese apodo, más que eso, lo aborrecía, pero esa boca tan sucia parecía disfrutar decirlo. Se giró para encararle de una vez por todas, viendo esos ojos brillosos ahora por el goce, como si él fuese una deidad en carne y hueso. En algún momento, no supo cuando, al analizar aquel rostro lívido de rasgos finos y marcados, tan contradictorios como su dueño, se vio terminando la evaluación mental en esos rojos labios que le alteraban cuando soltaban cosas obscenas, cuando lanzaban suspiros profundos por el contacto, cualquiera que tuvieran ambos. Le odiaba tanto, tanto asco le daba y aún con eso su mente sólo sabía definirlo con adjetivos cualitativos nada acordes con sus sentimientos por el bastardo.  
 
Si pudiera describir los perfectos labios que tenía enfrente, que lastimosamente pertenecían al idiota Uchiha, y por ello lo de “perfectos” se desvanecía, diría que, en base a tantos labios que había visto, tocado, y besado, aquellos eran mucho más inevitables de admirar que ningunos otros, anhelantes, músculos rojizos en un rostro que refulgia sobre cualquier otro. 
 
Y al parecer Sasuke se había dado cuenta de su barahúnda especulativa.
 
- ¿Puedo pasar o me vas a seguir mirando la cara como idiota todo lo que queda de clases?- una bofetada en todo el orgullo, eso había sido. Sasuke era un jodido bastardo impredecible.- Dobe.
 
Naruto le sostuvo la mirada por largo tiempo, siendo la primera vez en mantenerla fija en aquellos ojos en muchos años, presenciando en el reflejo de aquellos témpanos helados el cambio abrupto, de tremenda vesania a pesadumbre nada común en él, descubriéndose a sí mismo en los ojos contrarios, viéndose en el gris infinito de ese par de ojos que le mantenían rígido cuando lo deseaban, que le hacían perder y lo extraviaban, que le pedían a gritos algo fuera de sentimentalismos.
 
Sintió el escozor en su pecho, de nuevo, haciéndole morder el labio inferior con fuerza por la ira.
 
Dobe.
 
- ¿Conoces de educación, Uchiha?- entrecerró los ojos con fingida reciedumbre, mordiéndose la lengua para no soltar alguna estupidez fuera de lugar- Ya sabes, lo de darle la silla a los ancianos y pedir permiso.
 
Sasuke se encogió de hombros, restándole importancia al asunto. 
 
- Tu culo me distrae- se limitó a decir, tratando de suavizar el ambiente, bueno, al menos devolverlo a la normalidad. No podía ser tan idiota y soltar cosas que hicieran al otro regresar al pasado y arrastrarlo consigo. 


- Idiota- le sacó la lengua y giró su rostro, gesto pueril que se arrepintió haber hecho al escuchar esa risa maliciosa. Se suponía era ya un hombre, hombre de diecinueve años próximo a ser abogado, y debía de actuar como tal.
 
Naruto le miró avergonzado y acto seguido agachó la cabeza, como si se lamentara haberle mirado. 
 
Rió, haciendo que el otro frunciera el ceño.
 
Le encantaba verlo enojado, era un deleite personal que al parecer Naruto desconocía. 
 
En cuanto el blondo se distrajo, le agarró del trasero y lo atrajo a su cuerpo. Apretujó ambas nalgas entre sus manos, deleitándose con lo que para él era suyo. Miró los ojos azules muy abiertos por el ágil movimiento y supo entonces que un puñetazo se avecinaba si no actuaba rápido. Besó la mejilla apretándole más hacia sí y, con tono sugerente susurró en su oído:
 
- Me encanta cuando estás enojado- le dio una nalgada rápida y, dejándole sin aire, se separó de él y bajó las escaleras con un rubio rojo de la ira a sus espaldas, choqueado- Bonito trasero- le dijo antes de abrir la puerta e irse. 
 
Estrujó sus puños con fuerza, ocasionando que las venas de sus manos salieran de su apasible descanso. ¿Qué carajos le estaba pasando? Pudo irse, no, pudo golpearle y aún con eso no lo había hecho. 
 
- ¡Hijo de perra!- y al parecer la pobre mesa inocente entre todo aquel lío pagaría las consecuencias.
 
 
 


°°°°°°°

 
 
 
 
Guardó el cuaderno en su mochila y, después de besar a ambas chicas en la mejilla, se encaminó hacia Ángel, quien lo esperaba pacientemente, como siempre. 
 
Sacó de su bolsillo delantero las llaves del auto, lo abrió y se sintió en paz, de nuevo, al estar dentro de su tesoro. Encendió el motor y giró dirigiéndose a su casa. En eso, comenzó a sopesar todo lo ocurrido al iniciar el quinto semestre. 
 
Sasuke había ingresado a su misma universidad, lo que parecería una coincidencia si no hubiera escogido la misma carrera que escogió él. Luego, se sentó a su lado, y no satisfecho con lo que le hizo antes le volvió a llamar por el mismo jodido apodo procaz que tanto odiaba, le trató como meretriz, se le insinuó y escupió todo lo que quería de él, sin ya sorprenderlo, como antes, desde el principio. Lo había seguido hasta el baño, se metió a su mismo cubículo, se le acercó lo suficiente como para intimidarlo, más que con sólo haber entrado al mismo servicio, y le olisqueo con elegancia, haciéndolo sentir en peligro. Sabía que Sasuke era de temer, pero no a tal punto; ¿Por qué? Necesitaba respuestas. 
 
Lo de hoy lo había dejado cabreado, porque además de tocarle lo de el “Dobe”, le había vuelto a idiotizar muy a su manera y no sólo eso, le había besado la mejilla, lo que causó, al menos en el momento, que una corriente conocida para él viajara por todo su cuerpo hasta su estómago, revolviéndolo, batiendo algo en su interior que dedujo sin ningún esfuerzo había de ser su desayuno. Le sorprendía bastante que el Uchiha pudiese ser tan testarudo, y sin saberlo, desde el momento en que lo vio de nuevo, algo en él había cambiado. 


 
 
 
 
Treinta minutos después visualizó su hogar. Le tomaba bastante tiempo llegar a la universidad por la ubicación de éste, casi al otro lado de la ciudad. Debía de admitir que era de familia acomodada, tenían varias propiedades en variados países. El pero de tener tanto dinero asegurado al ser hijo único era el poco reconocimiento en cuanto a las cosas que hacía por sí mismo, a ojos de todo mundo era gracias a sus padres, por lo que la imagen de niño rico y playboy era lo único que la gente veía en él.
 
La vivienda estaba rodeada de bosque, más el alrededor estaba despejado. Poseían una cabaña justo al lado donde se encontraban todos los diferentes lujos a los que estaban acostumbrados, además de ser el lugar de relajación de la familia. Por mero capricho del blondo habían construido dos piscinas y atrás de ambas propiedades había un sauna, por lo que se podría decir que era la casa (o casas) de ensueño de muchos.
 
Habían dos formas de acceder a ella. La primera era la más utilizada por todos, la principal. Podían acceder a ella por auto, ya que conectaba con la vía de tránsito. La segunda y favorita de todos era el puente del lago en la parte trasera, que poseía una vista hermosa del “Edén” (el bosque junto al lago) , nombre impuesto por la mujer de la familia.
 
Poseía una red de seguridad máxima, por lo que el que quisiera robar algo o lastimar a alguien estaría enviándose a la cárcel autónomamente, no sin antes recibir una bienvenida calurosa por parte del personal de seguridad.
 
Aparcó en el garaje, viendo con frustración el auto de su madre, recordando que hoy era su día de descanso. Amaba a su mamá, mucho, como se debe de amar a una madre, o más, pero ella podía ser un poco controladora, y eso junto con los problemas  asediadores no era muy de su agrado.
 
- ¡Ya llegué!- anunció dejando la maleta en el sillón para quien sea que estuviera, muy seguro que sólo su pelirroja progenitora y la ama de llaves, y tal vez el chofer, y como Shizune, amigo de años de la familia, Iruka. 
 
- Estoy aquí- escuchó a su madre desde el citófono del cine privado, en la cabaña contigua, causándole otro respingo.
 
- ¿Cuál estás viendo?- preguntó, queriendo dejar cierto tema de lado por una vez en el día.
 
- Ninguna- escuchó las risas dentro del programa y un “chanfle” que conocía bastante bien.
 
- El chavo*- dijeron los dos al tiempo. 
 
- ¿Quieres ver?- le invitaron, no contestó. Saludó a Shizune, quien veía una de sus novelas en el televisor de la cocina y salió de la casa directo a la cabaña, dispuesto a reírse todo lo que quedará del día.   
 

Notas finales:

 

* LGBTI: Son las siglas que designan colectivamente a lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intrasexuales. 

 

* El chavo: Es una serie de televisión cómica mexicana creada y protagonizada por Roberto Gómez Bolaños. 

 

Espero les haya gustado.

Alguna duda, ya saben.

 

Vannar  ♥


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