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Ódiame por Necoco_love2

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Notas del fanfic:

Hace casi dos años, más o menos, un post en Tumblr me hizo escribir los primeros dos párrafos de esta pequeña historia. Básicamente se trataba de escribir una micro historia en tres enunciados (que, cabe recalcar, yo los separé con puntos, pese a que creo que se rompe la regla considerando los punto y coma, pero al final de cuentas no vamos a fijarnos en eso).


Mi queridísima amiga Dianis (Neko_Chan_XD_2) me sugirió un NaruSasu, a sabiendas de que yo, por voluntad propia, preferiría escribir SasuNaru (o ItaGaa, para ser más honesta), pero lo hice por experimentar.


Si bien sólo escribí los primeros dos párrafos, pensé  que había algo de potencial en lo que escribía. Claro que no vine a tratar de exprimirlo un poco hasta ahora, únicamente porque hoy es su cumpleaños.


He escrito PikaChar, el año pasado fue Thorki. Y éste, decidí que quería que fuera algo inesperado. Yo sé que no es lo mejor que he escrito, y que pudo haber sido muy diferente, pero si consideramos que llevo meses sin escribir, yo me siento orgullosa.


Feliz cumpleaños, y que lo disfrutes.


Ojalá les guste. 

Notas del capitulo:

 

Disclaimer: los personajes de Naruto no me pertenecen, son obra del señor Masashi Kishimoto.

 

Él estaba a cargo, lo sabía porque no había manera de que pasara desapercibido: tenía una placa reluciente, portaba siempre un arma, sonreía espléndida y encantadoramente, y ocultaba siempre sus ojos, que decían más de lo que hablaba, con unas gafas oscuras de aviador. Él, en cambio, era siempre mantenido a raya, porque no era tan encantador como el acompañante que le miraba ahora sin las gafas puestas, ni tenía esa sonrisa coqueta, ni mucho menos era el policía bueno del barrio, y eso porque ni por asomo era un policía. Quizá, desde mucho antes de que se diese cuenta, el destino lo había escrito en algún pedazo de servilleta sucia: que Naruto sería el policía que desafiaría a todas las leyes establecidas encontrándose por las noches con el criminal más buscado de su área a patrullar para castigar de formas poco ortodoxas a aquél que quería matarlo con todo su corazón por no ser capaz de tenerlo entre sus brazos después de cada madrugada.


 


No ocurría cada noche aunque él habría deseado que lo fuera para hacerle saber de alguna manera que dolía profundamente revolcarse con él todas las noches a sabiendas que, tan pronto como el sol saliera y se colara en su habitación, así como si se tratara de un hombre lobo cuyo encanto se desvanece, él se esfumaría blasfemando, recriminándose su error, llenándose de falso honor, y prometiéndole que aquella sería la última vez, aunque siempre terminaba volviendo por más. A Sasuke le habría gustado joder a Naruto (y no en el sentido sexual en el que su entrepierna a veces se lo pedía), pero sí de la única manera sin connotación sexual que conocía; le gustaba pensar que asesinar personas era algo más que un berrinche caprichoso de alguien que siempre lo ha tenido todo y de pronto se ve menospreciado por lo único que en realidad quiere, cuyas ansias de verter su odio en personas inocentes era un arma de doble filo que lo satisfacía a él y atraía su atención, pero no siempre resultaba suficiente. A lo mejor, puede que sólo lo hiciera porque era lo suficientemente inteligente para saber que matar a Naruto además de satisfacción sólo llenaría su vida de más desdicha, o porque de esa manera él siempre tenía unas ganas más desesperadas de castigarlo con todas las torturas posibles; fuera lo que fuera, a Sasuke poco le importaba.


 


No siempre había sido así, y si alguien se lo hubiera preguntando, habría atinado únicamente a torcer sus labios en una sonrisa perturbadora y, seguramente, habría sido suficiente para que nadie se atreviese a preguntarle de nueva cuenta qué, de todo lo que se rumoreaba por la ciudad a hurtadillas, era cierto. Saber la verdad no lo era algo por lo cual podía vanagloriarse, pero le confería cierto poder, y el poder acarreaba consigo cierta tristeza que le resultaba desagradable, pero ciertamente no indiferente; no lo quería, pero secretamente lo procuraba. Y únicamente porque le profesaba lealtad a alguien más importante vigilaba una relación destinada al fracaso.


 


Un día despertó y se preguntó, cuando se miraba en el espejo, qué era lo que realmente estaba haciendo con su vidar13;si es que, en algún sentido, trataba de llegar a alguna parter13;. Salió del baño y se encontró con un vacío que ni siquiera lo alarmó n absoluto; de alguna manera Naruto sabía que Sasuke lo quería tan obsesivamente que eventualmente terminaría por matarlo, de la misma manera en la que, casi por necesidad fisiológica, mataba para  atraer su atención. Hazlo, le dijo, y Sasuke no apretó el gatillo porque sin Naruto, ¿quién iba a recordarle los años en prisión que pasaría por todos sus crímenes?


 


Cuando dobló en aquella calle una noche oscura de invierno supo que había cruzado la línear13;quizá mucho tiempo atrás, pero ciertamente no lo admitíar13; y que, por mucho que lo intentara, no había vuelta atrás; nunca la había habido. Sentía el metal frio justo en su frente, mas no se movió un ápice consiente de que no había sido entrenado para dichas situaciones en las que su vida corría peligro en vano. Él le dijo que lo dejara de una buena vezr13;había dicho maldita, pero Naruto quería, aún, pensar bien de alguien a quién no podía acusar legalmente de criminalr13;, pero su respuesta fue el silencio y, al igual que Sasuke, aunque por diferentes motivos, Gaara no disparó.


 


Le dijo que tenía que terminar por el bien de todos, y cuando decía “todos”, hacía énfasis en todo; no se trataba ya únicamente de Naruto y Sasuke y, algunas veces, incluso se cansaba de repetírselo: los estaban arrastrando a ambos. El olor a cigarrillo se apoderó de la oscura habitación, y en medio de sus cavilaciones, sólo pudo esbozar una sonrisa triste procurando que sus ojos no se encontraran en ningún momento, como si estuviera avergonzado de que no tuviera un mejor motivo para no parar toda esa locura que el simple deseo de un hermano mayor de que los sueños de su hermano se cumplieran. Sus ojos verdes se clavaron en él con intensidad, pero de sus labios no volvió a salir ni una réplica más sobre el tema; Gaara lo quería tanto que prefería vivir con la amenaza constante de la prisión cercana a fallarle a Itachi en una misión tan importante.


 


Un día dijo “ya no más” y pensó, después de decirlo, en que había sido una pésima idea, aunque no podía decirse que había esperado mucha comprensión de su parte. Claro que tampoco había esperado que a mitad del pasillo se lanzara sobre él a golpes; ciertamente, pensó mientras salía de una cafetería en dirección a su auto con un café en la mano, ni siquiera había esperado durar tanto con sus encuentros furtivos. Abrió la portezuela, dejó su café en el portavasos, se sentó y tras cerrar la puerta dio un puñetazo al claxon cuando descubrió que le habían robado el estéreo de su auto.


 


Otro día, mientras dormía a su lado, la rabia lo invadió al recordar que, tan pronto se quedara dormido, él se marcharía asfixiándose en culpa, con el orgullo herido. “Te odio”, le dijo, y no supo si lo odiaba porque lo amaba, o lo amaba porque lo odiaba, pero al final de cuentas lo odiaba y se lo dijo. Pese a estar despierto, Naruto no respondió, y al cabo de varios minutos, sólo el azote de la puerta principal se escuchó; Sasuke se había marchado de su propio departamento.


Cuando su celular sonó en medio de la noche ni siquiera tuvo que mirar la pantalla para saber que se trataba de alguna faena por la cual ya ni valía la pena molestarse. No habría querido salir de la cama, pero a veces las circunstancias eran mucho más fuertes que un deseo absurdo de poder descansar un rato más. En la oscuridad, sus ojos claros se abrieron cansados y con la esperanza, casi fútil, de que todo se tratara de un sueño que en cuestión de segundos se desvanecería.


 


Contempló, casi con fría despreocupación, el cabello rubio desperdigado por toda la calle que habían tenido que cerrar al público que curioso se congregaba y murmuraba al ver los rastros de sangre. Unos ojos azules, ya sin vida, le devolvían la mirada llena de terror, y cuando Naruto comprendió el significado de semejante escena tuvo que desviar la mirada hacia la gente alrededor sólo para descubrir entre ellas, a Gaara clavando sus ojos rodeados de ojeras en él. Aquella noche, cuando volvió a su auto para marchar a casa, encontró el estéreo de su auto en el asiento del conductor junto con una nota pulcramente escrita.


 


r13;Deja de jugarr13;le dijor13;si quisieras dejarlo lo habrías hecho tiempo atrás, pero no eres capaz, y lo sabesr13;prosiguió, y Naruto supo que sencillamente tenía que ser demasiado estúpido si se creía capaz de engañar a Gaara. No quería ir a la cárcel, pensó, aunque sabía que eso era una pobre excusa para evitar cualquier pensamiento demasiado personal; si por Gaara fuera, probablemente habría convencido al hermano de Sasuke de desaparecerlo del mapa, pero llegó a la conclusión de que, así como el cretino que le había robado su estéreo había cedido a las órdenes del pelirrojo, éste respondía a los deseos de Itachi. Le dedicó una mirada despectiva antes de irse, recordándole que ya era demasiado tarde para pretender ser el policía bueno de aquella historia.


 


Quizá siempre lo había sabido y estúpidamente se había tomado la libertad de ignorarlo, o sencillamente su afán por ser un buen policía lo había llevado a pretender que no, que no había nada de malo en revolcarse cada noche con el asesino que, eventualmente, no dudaría en matarlo algún día. Quizá era una mezcla de ambas y del hecho de que le gustaba sentir que vivía su vida al límite, desafiando sus propias creencias. Quizá era todo y nada a la vez, porque Naruto no podía descifrar si lo invadía el miedo a aceptarlo o el miedo de saber en lo que se había convertido, pero un día, entre las sábanas cálidas de la habitación de Sasuke, se lo dijo entre besos apasionados; que Naruto también lo odiaba. 

Notas finales:

El párrafo nueve está escrito de forma que cuando lo leas por primera vez, no sepas a quién se refiere, pero está escrito de forma que cuando leas el párrafo diez, sepas exactamente a quién se refiere el párrafo nueve.

Probablemente el final deja mucho que desear, pero de momento es lo único que se me pudo ocurrir.

Muchas gracias por leer hasta aquí. Espero que les haya gustado, y prometo nunca más volver a escribir una historia en este formato. Pero todo puede pasar. De cualquier manera estaría muy agradecida si deciden dejarme un review para compartir sus quejas, dudas, o comentarios.

Besos y abrazos, Necoco.


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