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De todo, menos aburrido. por Mycroft

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Notas del capitulo:

Pues esto ¡es la introducción!, dependiendo de los comentarios y eso, veré si sigo, o si lo dejo así, como un one-shote autoconcluyente. ¡Vosotrxs diréis!

-El asesino es el marido -dicho esto, Sherlock se sube el cuello de su abrigo (“fanfarrón”) y sale de la escena del crimen, seguido de cerca por John Watson.


John va un par de metros por detrás suyo, así que cuando Donovan le para y le habla, lo hace sin intención de que Sherlock la oiga. Pero Sherlock lo oye todo, claro.


-¿Para cuándo la boda? -dice ella, burlona.


Sherlock oye a John suspirar, irritado.


-No somos pareja. Yo no... -vuelve a suspirar, tratando de calmarse-. Yo no soy gay.


John sigue andando y ambos suben a un taxi, camino del 221B de Baker Street. No hablan durante el trayecto, cada uno meditando sobre su propia interpretación de aquella frase: “no somos pareja”. A John le agota e irrita a partes iguales, y aunque nunca lo reconocerá en voz alta y realmente no tiene nada en contra de la homosexualidad, no le gusta que la gente crea que él lo es. Él es un hombre, con todas las de la ley. ¿A cuántas mujeres más debe llevarse a la cama para demostrarlo? Por Dios.


Sherlock, en cambio, se siente más que cómodo con la etiqueta de “gay”; sus problemas giran por otros ejes. Es incapaz de entender que alguien pueda creer que él, el genio Sherlock Holmes, siente algún tipo de interés romántico por alguien como John neurotípico Watson. Y no que no le quiera: John es su mejor amigo y le debe la vida, entre otras muchas cosas. Seguramente es la persona que más quiere (siempre después de Mycroft); lo daría todo por él, pero nunca -reitero: nunca- podría sentir esa clase de cosas por él. Ni mucho menos deseo. Sherlock hacía años que había asumido que su sexualidad, cuando se despertaba, estaba radicalmente enfocada al sexo masculino. Pero para despertarla necesitaba ciertos estímulos intelectuales. Y era justo en este punto de la reflexión, donde Sherlock empezaba a sentirse incómodo. Veamos: ¿qué entendemos por estímulos intelectuales? El reto, el tener que esforzarse para entender alguna cosa: no aburrirse. ¿Y quién podía lograr eso? La respuesta era sencilla, con Moriarty ya muerto, el único hombre vivo capaz de estimular la mente de Sherlock Holmes era...


-Mycroft.


Sherlock baja corriendo del taxi, vuelve a torcer el pomo de la puerta y sube las escaleras corriendo, con John detrás chillando algo de pagar el taxi a medias, gorrón de mierda. Efectivamente, Mycroft Holmes está sentado en el sillón de Sherlock, con su inseparable paraguas negro y un kg de cocaína empaquetada encima de la mesa. Sherlock se queda de pie en mitad del salón, y John, que llega sofocado, suelta una pequeña exclamación de sorpresa, y mira a su compañero de piso con rencor.


-Eso es droga -dice.


Mycroft rueda los ojos y mira a Sherlock.


-¿Siempre tiene esa irritante necesidad de resaltar lo obvio? -Sherlock sonríe, y Mycroft le devuelve una sonrisa muy leve, esa que reserva exclusivamente para su hermano. Vuelve a mirar a John-. Preferiría quedarme a solas con Sherlock, si no te importa.


John coje la chaqueta que había dejado en el sofá y se va sin decir nada más. Sherlock sabe que esta molesto (seguramente: muy molesto), y que luego deberá compensarlo de alguna manera (quizás lea su blog y alabe alguna de sus historias), pero ahora sólo tiene ojos y mente para Mycroft, ese cretino irreverente y...


-Perfecto -Sherlock se sienta delante de Mycroft, en el sillón que usualmente ocupa John-, ¿y qué quieres? No, no, espera, déjame pensar. Obviamente es por un caso, nunca vienes a verme porque sí. Y el caso está relacionado con drogas, algo grande a juzgar por la cantidad de cocaína. ¿Atrapar a un traficante? Lo dudo, estoy seguro de que no me necesitas para eso. ¿Y por qué recurrirías a mi, entonces? Está claro que estás completamente desesperado, o no me pondrías un quilo de cocaína delante, ¿verdad, Mycroft? -hace una pequeña pausa, hay algo que se le está escapando-. Si no es para que la consuma... Quieres que la venda. ¿Qué ganas con eso?: contactos, clientes, dinero. Sólo puede interesarte el dinero, pero ¿por qué? Oh, oh. ¿Eso que veo es humedad en tu paraguas, Mycroft? En las últimas dos horas sólo ha llovido en el este de Londres, así que vienes de ahí, has hecho un trabajo de campo, ¿me equivoco? Esto es importante, importante de verdad. Entonces: ¿sigues con la red de Moriarty, hermano? Dinero, Moriarty... ¡Oh, lo tengo! Dinero marcado, por supuesto, por supuesto. Quieres ver hasta donde llega el dinero de esta droga. Pero ¿por qué no mandar a tus hombres?, sería más sencillo si sólo se trata de vender algo, a alguien concreto. Oh, no quieres llamar la atención, luego sospechas de alguien cercano a ti con un cargo político muy importante. Pero yo no llamaría la atención, ¿verdad? Al fin y al cabo, fui un yonqui, y todo el mundo sabe eso -Sherlock hace otra pausa y sonríe triunfal-. Perfecto, acepto el caso. ¿Algo más?


-Impresionante, hermanito. Es un descanso hablar contigo después de toda la estupidez a la que me tengo que someter el resto del día -se levanta, y Sherlock también-. Mañana volveré para darte todos los detalles.


Sherlock ha caminado hasta la mesa y cogido algo; se lo lanza a Mycroft. Es una cartera.


-No me apetece jugar ahora, Sherlock.


Pero Sherlock hace como que no lo oye. Camina hasta él, le quita la cartera de las manos y la tira al sofá. Entonces abre los brazos y mira a Mycroft, sonriendo.


-Entonces dedúceme a mi.


-Eso no va a pasar, no ahora.


-Oh venga, sabes que me encanta.


Mycroft suspira y repasa el cuerpo de Sherlock con la mirada, antes de empezar a deducirlo todo. No sólo que acaba de llegar de una escena de un crimen, sino que sólo ha tardado menos de cuatro minutos en resolverlo; que han venido en taxi y, gracias a Dios, no han encontrado caravana; no ha comido nada en todo el día, aunque John ha insistido en ello (¿Cómo sabes que ha insistido?, Oh, Sherlock, ¿cuándo no insiste John en algo?). Y así siguió un par de minutos más, sacando muchas más conclusiones certeras de las que el mismo Sherlock hubiese sido capaz.


Pero toda acción tiene sus consecuencias, así que la polla de Sherlock empieza a responder a ese despliegue, a ese alarde de inteligencia, y cuando Mycroft se calla, Sherlock está completamente duro, y sonriente.


-¿No puedes deducir nada más? -ríe.


Mycroft posa su mirada sobre la polla de Sherlock, indiferente. Pero a Sherlock no le pasa desapercibido que sus mejillas han cojido más color rojizo que antes, ni que su respiración, de golpe, ya no está acompensada. Mycroft levanta la mirada, directo a los ojos.


-Soy tu hermano.


Esa frase, ¡esa frase! Sherlock sabe que ha ganado la partida.


-¿Quieres que te deduzca yo a ti ahora, Mycroft? -sin esperar respuesta se acerca a él lentamente, hasta quedarse a menos de un palmo de sus labios, pero sin tocarle en ningún momento. Cada vez que habla, su aliento chocando contra la cara de Mycoft, que cada vez parece más nervioso y sonrojado-. Antes te has burlado de John por resaltar lo obvio, dado que te parece un resultado normal de la gente con un bajo intelecto. Tú, querido hermano, acabas de resaltar lo obvio recordándome, en voz alta, nuestro parentesco. Bien, ¿qué podemos deducir de eso, Mycroft? Esta claro que, en estos momentos, tu capacidad analítica está siendo opacada por otras sensaciones más físicas, diría yo. ¿Y esa frase? -Sherlock hace una pausa, todavía se acerca más, aún sin tocarle-. ¿Te la repites muy a menudo, Mycroft? ¿Qué te dices exactamente?


Hubo una pausa de algunos segundos en la que Mycroft se aclaró la garganta.


-¿Algo más? -dijo, y se alejó todo lo que pudo de Sherlock-. Bien. Entonces mañana mandaré a alguien con los detalles del caso -empieza a bajar las escaleras, pero se detiene a la mitad, y sin girarse añade:- Oh, y Sherlock, si pruebas aunque sea una mota de esa cocaína, lo sabré.


Mycroft acaba de bajar las escaleras, abre la puerta y desaparece tras ella.


Sherlock suspira, expulsando toda la tensión de sus pulmones. Esas situaciones con Mycroft cada vez llegaban más lejos. Al principio Mycroft se negaba, le regañaba, y una vez incluso le chilló, pero desde hacía unos meses (desde la llegada de John, para ser exactos), Mycroft se dejaba hacer, y sus límites eran cada vez más amplios.


De todas maneras, a Sherlock no le había pasado por alto que ese “mañana volveré para darte los detalles”, era ahora un “mandaré a alguien”. Sonrió. De verdad Mycroft sentía algo parecido por él. Volvió a sonreír, todavía con más ganas.

Notas finales:

Comentarios: ¿sigo o no? :)


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