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La lluvia entre la Luna por -oOYUKI-NII-Oo

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Notas del fanfic:

∞ N/A Haikyuu no me pertenece. Todo es de su gran autor, Haruichi Furadate

∞ Titulo: "La lluvia entre la luna"

∞ Autor:YUKI-NII.

∞ Género: Friendship

Ranting NC17

∞ N/A Haikyuu no me pertenece. Todo es de su gran autor, Haruichi Furadate

∞ Resumen: Y hubo un momento donde los truenos fueron demasiados intensos, donde descubrió el miedo de Hinata y quiso, pese a sus propias barreras, cubrirlos con música de jazz a todo volumen y sus ojos fijos. Para que Hinata dejara de temblar, para que su corazón dejara de traicionarlo pero más importante aún, para no terminar enamorado.

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Set 1

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I.Nubes grises

………

Hay algo mágico a la hora de escuchar las gotas de agua caer contra el ventanal, son un sonido constante, suave, como millones de aplausos tras una actuación. El clímax mismo de una conclusión de nubes grises y apagados rayos de sol.

Es más de media tarde y se puede escuchar tras el edifico 2 que conecta al gimnasio, el golpeteo del balón, la fricción de los tenis contra la madera pulida, los gritos, los alientos, el sudor, las risas, más golpes. Muchos balones, estrategias e indicaciones.

La práctica de Karasuno lleva una armonía. Es la melodía conjunta de los rematadores, el armador y libero. Con el ace, secundando los pases y la pequeña carnada, engañado a sus oponentes. Es un vínculo de victoria planificada, muchas caídas y disculpas antes de alcanzar el punto cumbre, donde las rodillas se flexionan por los músculos cansados y las manos tiemblan ante la fuerza cinética del balón contra las manos de las palmas abiertas.

Daichi da el movimiento final, con un recibimiento a penas controlado, que le inflama la piel de las muñecas y le hace cerrar un ojo, ante el escozor del impacto. El balón se eleva, tan alto, como una bola de fuego que estallara tal cohete de festival, con chispas de colores, y el cual  Tsukishima alcanza con apenas un pequeño salto que le separan de la tierra unos centímetros. Los suficientes para golpear el balón y que la deidad guardiana se vea en serios aprietos.

El bote contra el suelo, marca la conclusión de la práctica. Tsukishima ha marcado la diferencia de ese duce, a favor del lado de su cancha. Hinata, risueño y gritón, brinca alrededor de Sugawara, quien ríe, tratado de calmar al hiperactivo de Shoyo.

Y eso es una rutina, llena de la voz estridente de la carnada haciendo eco en las paredes del gimnasio, con el amor por el balón escurriéndole de los ojos chocolate y con su enfática alegría, todo llena de energía que se contagia, se derrama a través de sus dedos y se transmite con toques a sus compañeros de equipo.

Kageyama estira su brazo para tomarlo del final de la camiseta y mantenerle quieto al ras del suelo. Hinata gira, le mira ceñudo antes de sonreír ante la mano del armador entre sus cabellos castaños. En un silencioso halago ante todos los puntos marcados.

Los ojos oscuros de Tobio se encuentran con el brillo reflejado de las gafas de Tsukishima y su cara de evidente burla.

—Parece que nuestro rey también puede ser humilde con su reina.

Tsukishima lo ha dicho alto, llenando cada rincón del lugar, haciendo que Yamaguchi ría y Tanaka retribuya que de vez en cuando el jugador más alto del equipo tiene humor, y no es un simple amargado y solitario tipo. Y Kageyama quiere responder pero los ojos brillantes de Hinata, que se ponen en blanco y giran, le detienen.

— ¿Acaso, eso son celos? Kageyama también puede darte palmaditas para que te sientas mejor titán.

Y el silencio se hace. Kei esta mirando de manera curiosa, casi complacida ese despliegue de sarcasmos del mas pequeño. Da un chasquido con la lengua y se da la media vuelta, Yamaguchi ya le esta tendiendo una toalla y una botella de agua.

—No necesito que me digan que hice un buen trabajo, eso ya lo se. No soy un perro.

Hinata, aprieta sus puños y da un paso, firme que resuena en el suelo. Tiene un leve tic sobre la ceja y una replica picándole la punta de la lengua. Porque esta cansado de ser la válvula de escapee que el rubio siempre utiliza, porque Shoyo esta seguro que nadie mas recibe palabras hoscas y burlas mal disfrazadas que él y en su defecto Kageyama. Y no entiende cual es el problema de Tsukishima, y tampoco pretende hacerlo. Pero es injusto ser tratado todos los días de esa forma, como si sus esfuerzos no valiesen nada y su amor por el volibol fuera una obsesión del momento, un capricho pasajero que se ira con el pasar del tiempo.

Porque eso no es verdad, el ama la cancha como ninguna otra cosa. Pero eso, es algo que Kei, por supuesto no pretende empatizar, y lo aleja, a él, a todos, porque ese no es más que el club en el que Yamaguchi quiso entrar y en donde se vio inscrito mas por costumbre de amistad que por verdadera aspiración.

Suga se pone en el medio, con una sonrisa algo tensa y murmurando cosas entre ellas que le acompañe a la maquina expendedora por algunos dulces. Hinata mira alternadamente al armador de tercer año y la ancha espalda de Kei, que ha abandonado ese intercambio de palabras antes de que se convirtiera en una discusión, lo ha hecho por seguridad personal y no por deseo propio. Daichi no es alguien con el que se pueda lidiar cuando se le molesta.

El capitán es un ser bipolar que muta de una amabilidad casi sofocante a un demonio dispuesto a matar al idiota que ha cometido el infortunio de provocar su ira.

Shoyo da un suspiro largo y obedece, Nishinoya y Tanaka se les unen en la puerta principal. El enojo pronto se desliza de las facciones del pequeño castaño y vuelve a las risas inspiradas de sus sempais que hablan sobre el próximo festival.

Y Tsukishima lo ve desaparecer tras los de segundo año. Con ese humor alegre que le caracteriza, abrazando un balón contra su pecho, con las mejillas sonrojadas y el sudor empapándole la base del cuello, pegándole mechones de cabello. Toma un trago de agua. Odia a las personas como Hinata. Esas, que brillan como rayos del sol y vuelven todo más cálido.

Casi, siente sus neuronas morir, ante la irrazonable pasión de Shoyo y el voleibol.

El ruido de la cadena de la bicicleta suele alterar un poco los nervios de Kageyama, eso aunado a la voz aguda de Hinata le hacen tener un dolor de cabeza, que le revienta las sienes a cada vuelta de revolución de los pedales sin pies y la campañilla del manubrio. El castaño vive lejos, casi a media hora de la escuela, así que tiene que despertar una hora más temprano que el resto, comer lo poco que ya haya hecho de desayuno y pedalear con todas sus fuerzas, para no tener retrasos que se convertirán en faltas, para que nadie le impida ir a entrenar, estar dentro de la cancha, con su racha de adrenalina, golpes y felicidad de demasiada azúcar para un niño antes de ir a la cama.

Es así como Kageyama ha optado a acostumbrarse a ese ruido, a esa voz un poco sofocada. Ha habituado su cuerpo al del más pequeño, para darse calma, para no perder los estribos y mantener esa armonía casi absurda que surge entre ellos cada noche al ir camino a casa.

Es por eso que no puede evitar detener el paso cuando la bicicleta no se escucha mas, gira el rostro sobre su hombro para ver a Hinata, con las manos apretadas contra el metal de las agarraderas y el mohín de su boca. Su mirada esta puesta en el cielo oscuro. Kageyama sigue la dirección en que la mirada chocolate se ha clavado.

Sus labios se vuelven una línea tensa. Justo a unos metros, por la intersección del camino se encuentra Tsukishima, uniforme negro, audífonos sobre los hombros y recargado en una barda de una bonita casa azul. Hay un pequeño perro que esta ladrando por las barandillas de enseguida.

El rubio rematador mete las manos en sus bolsillos, cuando unos brazos se adhieren a su torso. Es una chica. Cabello corto, de boquita rosa y flequillo cubriéndole los ojos. Sus mejillas son granadas que resaltan entre las estrellas y la luz de las lámparas públicas.

Hinata puede distinguir el rastro de lágrimas que le ha corrido el delineador, dibujándole un surco de color marrón en los costados del rostro. Tsukishima le toma de los antebrazos, parece fastidiado. La aleja y da una pequeña reverencia. Ella lo ve caminar a pasos largos, marcados, alejándose, él vuelve a ponerse los audífonos, como si nada hubiese ocurrida. Abandonándole bajo los cables de electricidad de los postes y el gimoteo del perro que ha dejado de ladrar.

Se cubre el rostro con ambas manos, avergonzada, humillada. Un sollozo le rompe la garganta mientras comienza a correr en dirección contraria.

Y Kageyama lo ve todo, casi en cámara lenta, a Hinata pasando su pierna izquierda por encima de la bicicleta para montarla. Le da una rápida mirada, casi disculpándose por no acompañarlo hasta el final del camino donde se separan. Y ahora es el armador de primer año, quien gira su cuerpo de manera brusca, con los dedos enterrándosele en la mochila de Nike-  dentro esta su uniforme sucio y la pelota que usa para darle pases a su carnada estrella-. Sintiendo que ha sido él quien ha sido desechado.

Hinata ha ido tras Tsukishima.

 


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