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Entre flores de cerezo por The Duchess of desire

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Notas del fanfic:

Este fic estaba planeado para terminarse en abril de este año y ser entregado como regalo para una de mis mejores amigas, sin embargo, mi falta de inspiración hizo imposible que pudiera terminarlo. Ahora que he podido finalizarlo es que por fin lo he publicado.

Espero que les guste, en especial a ti, Cele, perdona el retraso :c

Te amo <3.

I

 

 

Si tuvieras una historia que contar, ¿sabrías por dónde comenzar? ¿Serías capaz de saber con exactitud dónde se encuentra el inicio de todo? ¿Y si las cosas empezaron mucho antes de lo que crees? ¿O si quizá no tuvieron un principio hasta después de lo que tú piensas? Debido a todas esas preguntas no puedo decir que contaré esta pequeña historia desde su origen, pero puedo afirmar que les platicaré justo desde el momento en el que las cosas comenzaron para mí.

Acababa de entrar a la secundaria superior, durante dos semanas tuve la misma rutina. Salía de casa por la mañana, caminaba tres calles hasta la parada del autobús y esperaba la llegada de este último que me dejaría a unas cuantas cuadras de la escuela. Hacía entre veinticinco o treinta minutos de recorrido, eso sin contar la caminata de mi hogar a la parada y de la bajada a la escuela. Las primeras dos semanas todo se trataba de hacer amigos y acostumbrarte al nuevo ambiente, te adaptabas a los nuevos rostros, a la forma de enseñar de los profesores e incluso al instituto mismo, aprendías a conocerlo para no “perderte”. Yo no me preocupé por hacer muchos amigos, en realidad, no puse atención en los compañeros de clase, traté de poner un muro entre ellos y yo, estaba dispuesto a convivir pacíficamente pero no a ofrecerles una amistad. Cualquiera diría que a mi edad no se pueden tener tantas malas experiencias como para no querer más amigos, sin embargo, no eran las malas experiencias lo que me hacían aislarme sino lo mucho que detestaba los cambios. Me rehusaba a hacer amistades que después tendría que dejar atrás, me encontraba en la etapa en la que deseaba estar solo y a salvo de las dolorosas despedidas.

De ese modo no me fijé en nadie, dos semanas después del inicio de las clases yo seguía sin reconocer más de dos rostros y eso era debido a que un par de muchachos insistían en acercarse a mí. Uno se llamaba Teruaki y el otro Soan. Yo era educado con ellos porque así me habían enseñado, pero eso solo les dio un buen motivo para seguirme buscando e incluirme en su pequeño círculo, de esa forma, en dos semanas ya éramos  buenos compañeros, al menos aceptaba almorzar con ellos. Creo que esos primeros días fueron perfectos, tenía una pequeña rutina, los días pasaban con tranquilidad y parecía que mi vida escolar era de las pocas cosas que podía controlar. Supongo que ustedes pensaran que para ser un inicio es muy aburrido ¿no? Y quizá se están preguntando: ¿qué podría haber de interesante en esta historia con un protagonista así?

Pues verán… la tercera semana, justo el primer día de la misma, salí de casa y tomé el autobús como había estado haciendo, empero, aquella vez apareció una alta figura de cabellos castaños que en primera instancia no noté. Me adelanto un poco para mencionarles que hubo algo diferente aquel día, mas al subir al autobús para mí todo era igual, incluso cuando me senté hasta atrás del autobús en el extremo derecho de la última hilera todo seguía siendo igual. Como cada día recargué mi frente sobre el cristal de la ventana y me quedé mirando a través de la misma, observando las calles y las personas, los arboles y los pájaros. Me percaté del momento en el que alguien ocupó el lugar a mi lado, no obstante, ¿para qué iba a voltear a verle? ¿Qué caso tiene mirar a un extraño al que probablemente nunca más vuelvas a ver? No, yo prefería seguir con la vista en los sitios que ya conocía, las cosas que me parecían familiares. Apenas unos cinco minutos después sentí el peso de algo recargado en uno de mis hombros, arrugué el entrecejo en un gesto de extrañeza y giré el rostro para poder identificar aquello que se apoyaba en mí. Abrí los ojos sorprendido y entreabrí los labios al ver que la persona junto a mí se encontraba durmiendo, siendo dicho joven quien usaba mi hombro como su almohada personal. 

Experimenté cierta incomodidad porque algo así nunca me había pasado, no sabía cómo reaccionar. ¿Debía despertarlo solo porque estaba recargado sobre una parte de mí? ¿Acaso me molestaba?... Esa pregunta se quedó rondando mi cabeza, en realidad él no me estaba haciendo nada malo, quizá invadía mi espacio personal pero solo tomaba una breve siesta, ¿a mí qué me quitaba dejarle allí? Después de todo, no era como si estuviese sufriendo alguna clase de acoso. Pues sí era incómodo y sobre todo extraño, pero no lograba sentir esa necesidad de quitármelo de encima, al contrario, más nervioso me ponía el hecho de que tal contacto no me molestaba, llegué a pensar que era hasta agradable. El recorrido de cada mañana se tornó distinto, mi mirada ignoró lo conocido y no pudo evitar explorar la faz que jamás había visto. Sin duda alguna era un chico atractivo, poseía facciones bellas aunque bastante masculinas, sin embargo, lo que más resaltaba de aquel apacible rostro eran los delgados y sonrosados labios. Pocas fueron las veces en las que miré a alguien de esa manera antes de aquel día, ocasionalmente deseaba abrazar a alguien, acariciar un rostro o besar unos labios.

La situación se volvía más inquietante dado que se trataba de un hombre, fijarse de esa forma en una persona de tu mismo sexo es algo que no calificaba como bueno o  normal, y hasta ese día todas las personas en las que me llegué a interesar fueron mujeres pero era como si él fuese diferente. En algún punto pude despegar la vista de su rostro y así pasarla por lo que se podía apreciar de su cuerpo, así me percaté de que tenía unas manos muy bonitas. Llevaba el mismo uniforme escolar que yo así que supuse que se dirigía al mismo instituto, sus manos se apoyaban sobre la mochila que se hallaba en su regazo y de ahí en fuera no había mucho más que admirar.

Lo siguiente no sé cómo describirlo… me pregunto si ustedes sabrían. Pasé todos esos minutos con su cabeza en mi hombro, y a cada segundo la calidez transmitida de su cuerpo al mío aumentaba, no, no sobre mi costado izquierdo sino dentro de mi pecho. Podría decirse que yo estaba siendo una taza de agua hirviendo y se preguntaran ustedes: «¿A qué se debe la comparación?». Pues aquel muchacho era como una bolsita de té, al entrar en contacto conmigo su «contenido» se mezclaba con el mío y poco a poco nos convertíamos en una especie de infusión. Nosotros no nos conocíamos pero desde el primer instante logró que mi corazón empezara a latir como un loco, quizá había encontrado su razón para latir. Yo no supe en el momento qué significaba eso, ¿me ven ustedes hablando de amor a los quince años? Lo único que yo sabía era que estaba experimentando una sensación nueva, también me encontraba confundido, algo incómodo, sorprendido y a la vez peleaba contra el impulso de abrazar a un total desconocido, ¿no era eso una locura?

Les diré que, a lo largo de los años, las personas han justificado estos repentinos sentires con el concepto «amor a primera vista», ¿pero qué es eso? ¿Es real? ¿Podrían decirme que era amor a pesar de que yo no conocía ni su nombre? Entonces al quedar todas estas dudas originadas por nuestra parte racional, el lado sentimental salta para decirnos que existe algo llamado destino, nadie lo controla y es como un ser intangible e invisible que sabe por qué hace las cosas, sabiendo esto nos atrevemos a pensar que el amor a primera vista no es otra cosa que obra del destino, que hay una razón válida para sentirnos así al momento de ver por primera vez a alguien, que está bien sentir que tu cuerpo ansía aferrarse al de un extraño, nos justificamos todavía más con ideas de que las cosas son lo que deben ser y agregamos historias mágicas y fantasiosas, amores de vidas pasadas que vuelven a reunirse, corazones hechos el uno para el otro que se sienten al momento de encontrarse, almas gemelas u otras mitades, ¿pero es cierto? Ni después de todo lo vivido yo me atrevería a asegurar o negar tal o cual cosa, lo que significa que no puedo explicar de manera «lógica» lo que ocurrió aquel día.

Aunque suele pasar que el tiempo se nos va rápido cuando disfrutamos de cierta ocasión, para mí no fue así. Los minutos transcurrieron con suma lentitud, como si el pasar de los segundos se hubiese detenido para mí, había algo en el ambiente, una cosa especial que nos separaba de los demás, por casi veinticinco minutos fuimos ese chico y yo. Era como estar en un sueño, en una burbuja, en un mundo distinto, como si la vida estuviese a blanco y negro y nosotros nos pintáramos de diferentes colores. Confieso que de primera instancia resulta un poco abrumador tener tantas emociones que no sabes cómo describir, ni siquiera estás seguro de a qué se deben, pero después resulta hasta maravilloso poder sentir tantas cosas en un solo instante, es simplemente extraordinario.

Al final, por mucho que recé para que ese recorrido no terminara, este encontró su fin recordándome que nada duraba para siempre. Una parada antes de la mía, tuve que despertar al joven moviendo apenas mi hombro mientras una de mis manos tocaba una de las suyas. En ese momento me vi obligado a pasar por alto ese vuelco que le dio a mi corazón con ese simple contacto entre nuestras pieles.

—Oye, la siguiente es mi parada… —Por alguna razón me dio cosa decir «nuestra». El muchacho se enderezó con lentitud, llevó sus manos a tallar sus ojos para terminar de espabilarse y, una vez que lo consiguió, me miró extrañado. Alcancé a ver un ligero sonrojo en su rostro, supongo que se dio cuenta de lo ocurrido y si yo hubiera sido él, también habría estado avergonzado.

—Ah… perdón, yo… lo siento mucho —pronunció mientras hacía una leve reverencia con la cabeza.

—Eh no, no te preocupes, está bien. —No tenía ni idea de qué decirle, algo como: «Oye, tranquilo, igual disfruté estar así contigo», no hubiese sido correcto pronunciar y tampoco me había importunado de forma significativa, viéndolo así no tenía muchas opciones de respuesta, además mi cerebro no parecía querer cooperar conmigo y así nada se me ocurría—. Ahm bueno, en serio tengo que irme, ¿me das permiso? —pregunté señalando sus piernas con mi mirada, lo crean o no, de cierto modo yo estaba ansioso por salir huyendo, como si pudiese dejar mis sentimientos olvidados en ese asiento y marcharme como si nada se hubiese agitado dentro de mí.

—Sí, uhm… en realidad yo también bajo en la siguiente parada —mencionó mientras se levantaba. Me puse de pie después que él lo hiciera y avanzamos juntos hasta la puerta trasera del autobús, justo a tiempo para anunciar nuestra bajada. Una vez que abandonamos aquel medio de transporte nos dirigimos hacia la escuela con paso presuroso, apenas nos miramos un par de veces y siempre de reojo, un silencio iba y venía entre nosotros hasta que él tomó la decisión de romperlo.

—En verdad lo lamento, sé que debió ser algo… incómodo para ti. —Se notaba el nerviosismo en su voz, se lo atribuí a los rastros de vergüenza.

—Deja ya de disculparte, seguro a todo mundo le pasa alguna vez —respondí sonando un poco irritado aunque no lo estaba, eran solo los nervios haciéndome una mala jugada.

—Entiendo, pues gracias —dijo justo cuando llegábamos a la entrada del instituto, ambos fuimos directo a cambiar nuestro calzado en el casillero correspondiente, sin embargo, cuando yo me dirigía hacia mi aula le vi encaminarse hacia la oficina del director—. Oye, ¡no me dijiste tu nombre! —Le escuché gritarme.

—Hitomi. —Ni siquiera me giré para responderle, tan solo se lo grité mientras me alejaba. Y así fue como aquel encuentro «fortuito» terminó, hice lo que todos los días, fui directo hacia mi salón y de ahí derechito a mi lugar, pero como se imaginarán aquel día ya nada sería igual, aunque tratara de recuperar mi rutina ese chico había representado un enorme cambio al menos en ese día, ahora sé que fue de por vida.

Unos minutos más tarde el profesor encargado entró en el aula dando así inicio a la clase, después del acostumbrado saludo, nos dijo que tenía un anuncio que darnos. Fue en ese preciso instante en el que mi vida dio un giro de 180 grados, por supuesto que yo no me di cuenta, pero hoy sé que lo que verdaderamente marcó mi vida empezó con ese anuncio.

—Aunque ya han empezado a acostumbrarse a los nuevos rostros, aún no es demasiado tarde para familiarizarse con uno más. Quiero presentarles a un nuevo alumno que nos acompañará por el resto del año. —Sus manos se estiraron hacia la entrada invitando a dicha persona a pasar—. Vamos, entra.

El chico nuevo se adentró tranquilamente en el aula, se plantó justo al centro del pizarrón y pronunció:

—Mi nombre es Kamijo Yuuji, es un placer conocerlos. —Hizo una reverencia, recorrió con la mirada el salón y sus ojos se detuvieron justo sobre mí, le vi formar una sonrisa de costado y dedicarme un guiño, a mí me pareció mucho más confiado que hacía un rato. El profesor le invitó a ocupar uno de los asientos libres y él no dudó en elegir el que se encontraba detrás de mí. En cuestión de segundos escuché su voz en un tono bajo diciéndome—: Qué agradable coincidencia, ¿no te parece, Hitomi?

 

 

II

 

 

No tengo que decirles que desde aquella vez comenzamos a frecuentarnos o ¿sí? Yo pienso que ya se lo han de imaginar. Él hizo muchos amigos, se convirtió en un alumno muy popular, era guapo, muy inteligente y tenía sus ratos de rebeldía, pero tampoco era como que escapara de sus responsabilidades, digamos que solo algunas veces. A pesar de todas las amistades que hizo jamás se olvidó de mí, nos convertimos en algo parecido a mejores amigos, compartíamos secretos, salíamos juntos, a veces en grupo y otras solo él y yo. Llegó para interrumpir mis deseos e interponerse en mi modo de ver las cosas, cuando yo no quería más relaciones que fuesen a terminar demasiado rápido, ahí estaba él convenciéndome de crear un lazo entre nosotros, ahí estaba él con su amabilidad, con su confianza, con su amistad.

Ese lunes comenzó todo para mí, él se pegó a mí, a mi cuerpo, a mi corazón de una manera en la que me fue prácticamente imposible arrancármelo del alma, el tiempo le dio algo muy importante, le entregó todo lo que yo era…

Maldito tiempo.

 

 

III

 

 

Si alguien me preguntara: «¿Cuál es el momento más especial que viviste a su lado, el más memorable?», yo no podría responder adecuadamente. Verán, les he contado el primer recuerdo que compartimos porque toda historia necesita de un comienzo, hablé de una memoria en especial porque era necesario hacerlo, sin embargo, cada segundo que viví con él fue único. Si contara otra ocasión especial entonces seguiría una tras otra sin parar, no sabría dónde detenerme.

Mi intención nunca ha sido la de extenderme más de la cuenta, por lo que optaré por resumir la historia contándoles solo el inicio y el… final, o algo así. Creo que está bien decirles que fueron los tres mejores años de mi vida, estuvimos en la misma clase tan solo dos de esos tres años; el primero y el tercero. Sin importar eso continuamos siendo buenos amigos, llegué a pensar que en cualquier momento se acabarían esos extraños sentimientos que tenía hacia él pero al final tan solo fueron fortaleciéndose lentamente. Todos esos paseos, excursiones, vacaciones, actividades del club y demás me mantuvieron cerca de él, conocía muchos de sus defectos y virtudes y con todo y eso le quise. Cada mañana despertaba con la esperanza de dejar atrás esa atracción y cada  noche regresaba a casa derrotado, su sonrisa siempre lograba recordarme lo mucho que me gustaba.

Tuve que soportar verle con algunas novias, eran épocas difíciles para mí porque prácticamente me la vivía celoso todo el tiempo, agradecía que él fuera incapaz de mantener relaciones serias pues al final sus noviazgos no duraban mucho, empero, el hecho de que no estuviera con nadie tampoco mejoraba mi situación, después de todo él no podría estar conmigo.

Yo estuve mucho tiempo sin admitir que lo amaba, bueno ¿qué sabía yo del amor? Nada, a esa edad no sabemos nada. Empecé a aceptar que lo amaba luego de dos años y medio de tener aquellos sentimientos hacia él, todavía me rehusaba a creerlo pero cuando el corazón se agita del modo en el que el mío lo hacía… No puedes seguirte mintiendo.

Saber que estaba enamorado de otro chico me quitó el sueño por meses, aunque ya dormía mal con ser consciente del simple «gusto». A veces pensaba que estaba confundido, que quizá solo lo quería mucho como amigo, luego las continuas erecciones que se presentaban mientras pensaba en él mandaban al diablo tales suposiciones, en definitiva me encantaba.

No podía sacar de mi cabeza todas esas fantasías perversas que él provocaba en mí, el inconsciente anhelo de sus manos, de sus labios, de sus brazos apretando mi cuerpo, de su calor invadiendo cada parte de mi ser. Tuve que contenerme más de una vez ante esa necesidad de echarme a sus brazos y gritarle lo mucho que me gustaba. Un segundo la fantasía pasaba por mi mente y al siguiente el arrepentimiento, la vergüenza entre otras emociones «negativas» se apoderaban de mí, tenía miedo.

Supongo que ese no era un amor imposible en su totalidad, al menos no de los trágicos que todos hemos leído o visto alguna vez, parecía un problema fácil de resolver pero es como muchas cosas en esta vida, a veces lo más sencillo se vuelve complicado para algunos. Pude haberle dicho lo que sentía por él, no obstante, ni por un momento dejé de tener miedo a que mi tiempo a su lado se acortara más de la cuenta. Las personas dicen que el que no arriesga no gana, pero aparentemente yo prefería lo poco que poseía. Cuando pude haber perdido mucho o haber ganado en la misma cantidad, preferí quedarme con lo que Kamijo me daba; su amistad, hubo mucha cobardía de mi parte, sí, pero pienso que puedo darme un poco de crédito al valorar de esa forma su amistad, esa que él tan amablemente me ofreció.

Claro que también meditaba mucho sobre lo que mis amigos dirían si se enteraban de mis gustos, o lo que mis padres pensarían si la noticia llegaba a sus oídos, como dije; no podía evitar sentir miedo a ciertas cosas, antes me sentía como un miedoso pero después fui capaz de ver que eso son las decisiones, ya saben, uno contempla todo lo que puede y al final escoge lo que es mejor, en ese momento aquello parecía ser lo «correcto». Luego uno se da cuenta de que también hay que aprender a vivir con los resultados de nuestras decisiones, así sean buenos o malos.

Disculpen, parece que me he desviado un poco… ¿En qué estaba? Ah sí, en lo mucho que mi amigo me atraía. Estuve el último trimestre deseando que el año escolar no terminara, cada quien tomaría caminos separados y esos momentos valiosos no podrían volver, se convertirían en un buen recuerdo pero no podríamos volver a ellos, no los viviríamos de nuevo. Quizá sería un poco hipócrita decir que vivía cada día como si fuera el último, ustedes pensaran que si así fuera me le habría declarado… Pero no me refiero a eso. Traté de disfrutar cada momento a su lado, aproveché cada salida o cada reunión para estudiar, cada almuerzo o cada recorrido de camino a nuestros respectivos hogares, fueron días llenos de felicidad pues la tristeza no llegó hasta mucho después. No me di oportunidad para pensar mucho en nuestra próxima “separación”, mas eso no quiere decir que no haya tenido momentos de desesperación al sentir que nuestro tiempo juntos se acababa. Había noches en que no podía parar de pensar en ello, y dolía, en verdad que dolía.


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