A Loue ye! - Te amo
Con el pasar de los años, poco a poco fue viendo como su hermanito menor el pequeño Inglaterra se convertía en una súper potencia, vio como el poder del reino se extendía a lo largo del mundo. El niño tímido que alguna vez fue, ahora se asomaba un muchacho sarcástico y algo retorcido. De alguna manera esto encandilaba al pelirrojo.
La reina de Inglaterra hizo un llamado a los hombres más avezados de los diferentes reinos, en esta época nombres como Christopher Newport, Francis Drake o Walter Raleigh se hicieron más conocidos. Irlanda respondió con Grace O'Malley, al igual que Gales con Bartholomew Roberts. Todos ellos proclamados piratas en su tiempo fueron en realidad Corsarios contratados por la mismísima reina. Atacaban barcos Españoles a diestra y siniestra, rindiendo un tributo a la reina con los tesoros obtenidos y lo demás para su propio beneficio. Pero hay un nombre que la historia ha olvidado, de un pirata bastante temido, quien navegaba en un barco de la armada Inglesa robado según especulan, el Capitán Arthur Kirkland.
Escocia recuerda muy bien cuando sus superiores lo llevaron a Inglaterra, porque ese era el lugar de una Nación o sea por debajo de los humanos gobernantes de tu tierra. Había cambiado mucho, ya no eran ciertos castillos y espesos bosques, las construcciones de casas y refugios había aumentado considerablemente, bueno, habían pasado algunos siglos.
El asunto entre sus superiores y la reina de Inglaterra era estrictamente privado dejando de lado a Scott que en esa época aparentaba la edad de un chico de 18 años. Había crecido bastante y su hermanito también. Inglaterra esa época tenía la apariencia de alguien de 17, había crecido barbaridades a diferencia de sus otros hermanos quienes se habían estancado en los 15 años aproximadamente.
Scott e Inglaterra no se habían vuelto a ver después de la última guerra, habían pasado años, pero para los países esas rencillas es como si hubiese pasado ayer. El pelirrojo fue al puerto, aprovecharía para ver a los pescadores y comprar algo que comer. Probablemente su hermanito estaría en la reunión junto a los otros estirados de su casa, pero estaba muy equivocado, en el puerto más alejado se acercaba a velocidad un barco de la armada inglesa, él con su gran visión logró darse cuenta de que retiraban una bandera negra mientras que izaban una nueva, la bandera de Inglaterra. La curiosidad pudo con él como siempre y fue directo a la boca del lobo, tenía la vaga idea de que podrían ser piratas y eso lo emocionaba más. Escocia después de ser un bravo guerrero tuvo que encargarse de la política de su tierra, junto a los humanos, su amplio historial de batalla lo hicieron una persona propenso a la violencia y su carácter huraño lo hicieron difícil de tratar. Ahora compartía palabras solo con el viejo hechicero de sus reyes con quien podía hablar de criaturas mágicas y pociones. Sus hermanos igual de ariscos que él con las justas se hablaban entre sí, las rencillas de las personas que vivían en su casa hacían mella en la personalidad de cada uno, a veces él mismo sentía ser manipulado sin poder evitarlo. Las personas en su tierra, todas y cada una de ellas eran parte de él. Estando limitado en los confines de su propia tierra para evitar posibles invasiones y peleas, había deseado salir a ver el mundo por su propia cuenta y mientras más se acercaba al barco pirata se sentía como un niño cuando está a punto de presenciar algo grande y vaya que así fue.
Hombres recios y que inspiraban miedo bajaban del barco, en el puerto esperaban otros tantos que les entregaban ropas de cambio. “Corsarios” se dijo a sí mismo, aquellos hombres se cambiaban las ropas usadas en combate y se lavaban los rostros, para parecer simples personas de pueblo. Fue cuando escuchó “Capitán” cuando él volteó entusiasmado. La visión que tuvo no pudo quitársele nunca de la mente.
Su hermano bajaba de aquel navío, ataviado con anillos en los dedos y algunos aretes. Una camisa suelta, pantalones y botas complementaban su aspecto y aquel saco rojo que solo hacían brillar más su cabello rubio y ojos esmeraldas. El corazón del pelirrojo pareció detenerse por algunos minutos, pero solo fueron algunos segundos, para cuando su hermano reparó en su presencia y empezó a acercarse a él.
“oye mocoso, que diablos haces aquí”
“Se quedó boquiabierto, ¿nunca habías visto un pirata?” – hablaban los hombres detrás de él, tratando de intimidarlo, pero a él poco o nada le importaba.
“¡oye mocoso insolente! – uno de ellos trató de golpearlo al sentirse ignorado por aquel chiquillo. Inglaterra apareció detrás de aquel hombre y de una patada lo mandó volar lejos.
“¡¿Capitán?!” – preguntaron confusos sus tripulantes.
“Más respeto a mi hermano, basuras”
Aquellos hombres quedaron alucinados, muchos de ellos recordaron que el capitán alguna vez habló de sus hermanos, hombres fieros de gran fuerza que peleaban barbáricamente en combates cuerpo a cuerpo y pensaron que tal vez, solo tal vez el capitán les habría salvado la vida. No estaban muy lejos de la realidad. Escocia había nacido con fuerza que gracias a las constantes batallas que había librado, sus habilidades se habían pulido, sus reflejos eran rápidos y ahora con el cuerpo de un muchacho de 18 fácilmente podría haber quebrado los huesos de esos hombres con sus manos.
“Vaya, vaya, hermanito te ves bastante… lindo” – dijo el mayor socarronamente.
“¿También quieres que te patee?”
“Vamos no seas agresivo, te has vuelto bastante fuerte”
“Probablemente”
“Pensé que nunca atacarías humanos, ¿Has matado en altamar?” – Inglaterra miró colérico a su hermano.
“Y qué si lo he hecho”
“No te estoy juzgando, yo mismo podría apilar una torre de cadáveres con los humanos que he asesinado, pero no me esperé que tú lo hicieras” – los tripulantes de la nave al escuchar semejante conversación decidieron alejarse, podían enfrentarse fieramente a cualquiera que los menospreciara pero después de ver la fuerza de su capitán y por así decirlo “su inmortalidad”, decidieron que la representación de países no era algo con lo que simples humanos podían lidiar.
“No voy a ser toda la vida un niño”
“Si… ya no eres un niño, entonces te pregunto ¿me odias?”
“¿A qué viene esa pregunta de mierda en este momento?”
“Aparte de haber crecido te has vuelto un mal hablado, ¿estás en la época que los humanos llaman rebeldía?”
“Vete a la mierda” – Inglaterra trató de tomar un camino diferente, pero fue jalado del brazo por su hermano. Habían pasado años, sus cuerpos habían cambiado e Inglaterra se volvía cada vez más poderoso, pero no pudo zafarse. El rubio se preguntaba si era que su hermano siempre tuvo y tendría más fuerza que él o simplemente no puede zafarse porque él no puede golpearlo con todas sus fuerzas.
Inglaterra soltó un leve quejido al ser estampado contra la pared de un callejón, pasaba poca gente y aunque gritaran nadie se acercaría.
“¿Me odias?” – Scott volvió a preguntar
“¿Por qué esa maldita pre…?
“Ya no eres un niño ¿no? Entonces respóndeme con madurez joder ¿Me odias?”
“Eres mi herma…”
“No como Inglaterra, como seudo ser humano que somos, ¿me odias?” – el rubio no entendía porque su hermano necesitaba que respondiese esa pregunta que según él estaba muy clara.
“Nunca te odié, ni puedo hacerlo ahora ni nunca”
Scott era un hombre violento, huraño y mal hablado por lo tanto nunca pensó necesitar más contacto que los amables golpecitos de espalda del hechicero de su casa, pero ahora era invadido por la necesidad de abrazar a Inglaterra y así lo hizo, este último le devolvió el abrazo.
Mientras más fuerte lo abrazaba, más podía sentir su nariz ser invadida por el aroma de su rubio hermano. Olía al sol y también a sal, pero también desprendía un olor nuevo, uno que se asemejaba al de un manjar y él quería probarlo.
Alejó a Inglaterra de su cuerpo, se sentía confuso y avergonzado por sus propios pensamientos. Su hermano revelaba un suave sonrojo en su rostro, probablemente avergonzado de estar abrazándolo en un callejón. La visión para Escocia fue exquisita pudiendo llegar a una conclusión, lo amaba pero sabía bien que nunca podría decírselo a él ni a nadie si no quería ser decapitado.
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Escocia llegó a una conclusión, él había nacido para ser un hombre de mar. La brisa moviendo sus rojizos cabellos y el aroma salino del mar chocando contra su nariz. Él no era capitán, sino Kidd un corsario de su casa. Pero a veces se emborrachaba con su hermano a morir y se robaban algún barco, en ese estado que rayaba en la inconciencia etílica y la euforia, se iban a ser piratas por un día, haciendo lo que querían, robando barcos de la armada Española, no rindiendo cuentas a nadie.
Uno de esos días en los que no habían encontrado nada más que el horizonte en altamar, se pusieron a conversar del pasado y de alguna manera se habló de mujeres. Los subordinados de Inglaterra tenían 4 palabras preferidas: Ron, oro, comida y mujeres. Aunque un país tenga muchos años de vida sigue comportándose como la edad que tiene biológicamente hablando por lo tanto, tanto el pelirrojo como su hermano aprovecharon la nula supervisión paterna, porque para eso no servían los reyes ni los nobles de su casa y abusaron de todo cuanto pudieron. Los pecados capitales antes de ser catalogados como tales fueron descubiertos por ellos, pero había algo que el rubio con aún su inexperimentado cuerpo y corazón desconocía, el placer de la carne.
Ahora ya eran mayores y sus relaciones internacionales se habían extendido por muchos lados del mundo, así mismo Inglaterra había conocido a distintos países, pero todos ellos eran hombres. Al estar siempre rodeado de hombres no tenía la seguridad suficiente como para siquiera hablarles, sobretodo de los “sabios consejos” de su reina acerca de la clase de mujeres que podía encontrar en bares y tabernas. La misma reina era una mujer imponente que simulaba el papel de una madre, por este y otros factores el rubio nunca había intentado acercarse más de lo debido a una dama, aunque ganas no le faltaban, estar varios meses en altamar tampoco ayudaba.
Para el pelirrojo no era desconocido, pero solo era una necesidad biológica que podía fácilmente ser descargada con cualquier damisela que estuviera dispuesta, sin amor y sin delicadeza se disponía a penetrarlas hasta estar satisfecho.
“¿Has besado a alguien?” - esa fue la primera pregunta que desató todo lo que se avecinaría.