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Reflejo imperfecto por Yami Kagamine

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Notas del capitulo:

Hola!! bien, me escapo un rato de la cena de fin de año, para traerles el cap. 2

Y agradecerles muchisimo sus comentarios, no saben que feliz me hace, saber que les gusta esta historia.

Y por ultimo les deseo un muy feliz año nuevo y la mejor de las suertes para este año.

Volvió a reír con ganas, cuando a una bola de nieve le falto unos centímetros para darle de lleno en la cara, y al parar de reír, miro como la pequeña castaña enfrente de él, hacia un puchero infantil, maldiciendo entre dientes su puntería.

-¡oh vamos!, ¿eso es todo lo que tienes?- soltó con burla, provocando aún más a la niña

Y al notar como la niña sonreía, supo que estaba determinada a derribarlo. Tomo su cayado y deslizándose por todo el cuarto, comenzó a escarchar el lugar mientras la nieve caía hermosa y lenta, cautivando a la menor, quien con una risilla pura e inocente empezó a dar vueltas bailando entre la pequeña nevada formada en su propio cuarto.

Jack se detuvo y recargo sobre su cayado para poder admirar su trabajo y al hacerlo no pudo evitar sonreír. Y pensar que creyó que aquella fiesta seria aburrida: pues él ya conocía esas celebraciones, si, había baile, música, alegría, en resumen, esa clase de fiestas eran cálidas, pero ese tipo de cosas no lo mantenían entretenido por mucho tiempo.

Y cuando creyó que debería jugar una que otra broma a los invitados, para pasarlo bien, se acercó a él, aquella niña de no más de tres años, preguntando su nombre e invitándolo a jugar con ella, y eso cambió radicalmente todos sus planes. Él adoraba pasar su tiempo con niños, pues estos desbordaban energía y alegría, y aún más amaba saberse el causante de sus risas.

-Jack, ¡hagamos un muñeco!- grito entusiasmada, sacando al muchacho de sus pensamientos

-muy bien- y con una gran sonrisa golpeo el piso con el cayado, haciendo que la nieve fluyera mucho más rápido, comenzando a crear pequeños montículos de nieve, haciendo la tarea más fácil de hacer un muñeco de nieve.

Y entonces el joven albino noto cierta cosilla inusual en la niña: no llevaba más que su vestuario de fiesta cubriéndole del frio, y sinceramente eso no parecía ser suficientemente abrigador, pero aun así la pequeña no parecía sentir el frio… ¿acaso podría ser…?

-Por cierto, ¿Cuál es tu nombre?- pregunto recordando que ella, jamás le dio su nombre

-Liv Abadejo Overland I - dijo con orgullo, inflando su pecho y poniendo sus manos en su cintura, cosa que le causo gracia a Jack

-así que eres una princesa- dedujo de inmediato, al reconocer su propio apellido, aunque tal vez debió darse cuenta antes, pues la habitación, en la que se encontraban, no era precisamente humilde y tampoco era, como si a las fiestas de ese tipo asistieran niños, si ahora se sentía un completo tonto.

-sip- volvió a asentir con orgullo la pequeña

-¿así?, pues yo soy un príncipe-dijo imitando la pose de la niña, causándole una pequeña risilla

-ya lo sé- menciono, volviendo a su trabajo de armar un muñeco

-¿lo sabes?- pregunto un poco confundido, mirando como la pequeña hacia un intento por concentrar la nieve

-sip, hay muchos cuadros con tu imagen, en todo el castillo- ¡oh! Los cuadros, se había olvidado de ellos

-tu madre… ¿era Elsa?- pregunto un poco desanimado, el solo hecho de recordar a su hermana le ponía triste

-si…- contesto sin gran interés, pues Elsa era su madre, pero jamás la conoció, no sentía esa ausencia, a ella le bastaba y sobraba el cariño que su familia y amigos le daban.

El muchacho, prefirió no seguir con esa platica, además, la niña no parecía interesada en el tema, por ello solo se dedicó a ayudarle a colocar la segunda gran bola de nieve, para así formar el cuerpo del muñeco, y entonces noto algo mucho más raro, en la niña…

-oye, Liv…tus manos- dijo preocupado, mirando como las manos de la más pequeña, se escarchaban de poco a poco

Liv, miro sus manos algo asustada, para luego fruncir el ceño levemente y correr a su armario, donde con rapidez saco miles de prendas buscando unos guantes blancos, que al encontrarlos se puso sin meditarlo y luego, como si no hubiese pasado nada, volvió con su tarea.

Entonces Jack noto, que no solo la niña tenía las mismas facciones que Elsa, sino que también había miedo en ella. Él conoció a Elsa muy bien, sabía que solía tener terror de ella misma, miedo a lastimar a los demás, miedo a jamás controlar sus poderes, miedo a no ser aceptada tal y como era, y ahora ese mismo miedo se reflejaba en los ojos esmeraldas de la jovencita frente a él.

-tú… ¿tienes poderes?-

---

Su mirada viajaba de un lado a otro, tratando de ser lo más discreto posible, ¿Dónde demonios se metió su hija?. El joven rey, comenzó a regañarse mentalmente, apenas había volteado para saludar a unas cuantas personas y cuando se dio cuanta, ni el muchacho albino que apenas hace unos minutos había conocido y su hija, habían desaparecido, claro que no noto de inmediato la ausencia del muchacho, su prioridad era la pequeña.

-psss…Hipo- escucho el leve susurro de Anna y pidiendo disculpas a la pareja que estaba hablando con él, se volteo

-¿la encontraron?- pregunto asustado y a la vez esperanzado

-¡no!, ¡y tampoco está Jack!- dijo la muchacha alterada, pero manteniendo su voz baja

-¿Jack? ¿Y eso que tiene que ver?- pregunto confundido

-¿no lo entiendes?, Jack + Liv =  ¡caos total!-

Hipo no entendía muy bien, sabía que su hija, si podía ser un dolor de cabeza cuando quería, pero ¿Jack?, no lo conocía, pero no parecía el tipo de persona que causara problemas, de hecho, hasta cierto punto se veía inocente…aunque pensándolo bien, su hija se veía completamente inocente…¡oh, demonios!.

Bien, regla número uno, para ser un buen padre y rey: jamás descuides a tu hija…y mucho menos, si esta es increíblemente hiperactiva y gusta de causar problemas, cuando se aburre. ¡Oh! Y tampoco descuides al príncipe que al parecer también es un causa problemas.

-está bien, está bien, sigue buscando, pero que no se alarme nadie, ¿entendido?

-sí, señor- dijo la muchacha a manera de soldadito y volvió a abrirse paso entre la multitud

-gran fiesta, majestad- ¡oh!, esa voz, esa maldita voz

-gracias…Hans- dijo tratando de sonar lo más amable posible, mientras viraba, para posar su mirada en aquel caballero

-me alegra ver, que no existe rencor alguno a mi persona-

-lo que menos quiero, es una guerra y supongo que en tu caso es igual…por ello, te rogare que seas prudente-

-majestad, he reconocido mi error, por eso vengo a ofrecerle mis más sinceras disculpas- y por alguna razón a Hipo, le pareció que aquellas palabras venían acompañadas de miles de mentiras- y como prueba de ello, deseo que acepte este obsequio de mi parte, para la joven princesa- dijo extendiendo su mano para mostrarle a Hipo, una pequeña caja, aterciopelada de color negro-quería dársela en persona, pero al parecer, esta noche no ha podido asistir a la velada.

Soltó con sorna el más alto, causando en el castaño una mueca de disgusto, sabía que en el lenguaje de Hans, eso significaba: “¿acaso, ya se te ha salido de control?”.

-gracias, yo me encargare de que lo reciba- y extendiendo su mano, permitió que el otro, le diera la cajita- y ahora, ¿porque no, disfrutas de la fiesta?-

Y Hans entendió el lenguaje del rey, eso era un obvio: “desaparece de mi vista”, así que se limitó a sonreír, con cierta burla, y luego hacer una pequeña reverencia para así retirarse.

---

-¿Lista?- dijo en un murmuro, mientras que su sonrisa se ensanchaba a cada segundo

Y como respuesta, solo recibió una enorme sonrisa, por parte de la castaña

-bien, a mi señal, uno…dos… ¡tres! – y entonces, ambos salieron debajo de la mesa del bufet, donde se habían escondido, durante unos minutos. Y con una increíble puntería, habían comenzado a lanzar bolas de nieve a diestra y siniestra, a todos aquellos invitados

-¡Liv, Jack!- escucharon la inconfundible voz de Anna, pero poco caso le hicieron y continuaron en su trabajo, logrando que más de una persona corriera y gritara, buscando refugio de los proyectiles nevados, incluso algunos ya estaban en el suelo, debido al piso congelado, que emanaba del muchacho albino.

-bien, hagámoslo, más divertido- dijo con cierta malicia, y soplando sobre una pequeña bola de nieve, que se escarcho de inmediato, lanzándola hacia una mujer.

Aquella mujer, se sintió descolocada por unos momentos, al sentir el frio sobre su cara, pero de inmediato una alegría desbordante la inundo, se sintió como una niña de nuevo, comenzó a reír, disfrutando del paisaje nevado frente a sus ojos. Y sin importarle, lo que pudieran decir de ella después, se unió al juego de aquellos dos, tomo una bola de nieve y la lanzo hacia su marido, quien confundido y alegre también le siguió la corriente.

Y así, de apoco, las personas comenzaron a lanzarse entre ellos bolas de nieve, dejando de lado las pacificas platicas y los bailes coreografiados. Ahora todos reían y jugaban en la nieve, igual que lo haría un niño, tal vez excepto por cierto grupo de personas, que desaprobaba ese comportamiento…o más bien, solo buscaban una razón más, para acusar a la princesa.

-¿Qué está pasando?- dijo para sí mismo Hipo, quien tras el ataque, se había quedado de pie, frente al trono, aprovechando los pequeños escalones, que impedían que el hilo llegara hasta él. ¿y que tenia de malo la nieve?, nada, pero era un poco difícil andar sobre hielo, con su pierna.

-ni idea, pero es increíble- escucho la voz de Astrid y se volteó para comprobar que la muchacha estaba a su lado, riendo, contemplando el escenario, mas especifico, mirando como Eret y Bocón luchaban contra otro grupo de hombres y como Valka reía apoyándoles.

-ehem…majestad- llamo un hombre, ya anciano, de baja estatura y con el ceño fruncido- si me permite, esto no es una celebración apropiada-

-Las personas se divierten, ¿Qué hay de malo en eso?- esta vez fue turno de Astrid de hablar, cosa que a Hipo tenso, él quería a su amiga, pero había que reconocer que a veces era bastante testaruda e imprudente.

-Entenderá que es peligroso, además, se ha dejado de lado el protocolo y los modales- contesto el hombre, con molestia, pues no le hablaba a ella, no debió meterse en la plática.

El muchacho, miro a Astrid, quien parecía enfadada por aquel hombre tan arisco, y luego miro al pequeño grupo de personas que estaban detrás del susodicho, y entre ellas, pudo distinguir a Hans, quien le sonreía con burla y prepotencia.

Y solo pudo suspirar con pesadez

---

-¡no es justo!- grita la niña

-no me hables así, señorita- dijo sin alzar la voz, pero aun así, con un toque severo.

Y sin ganas de hablar, la pequeña comenzó a llorar a mares, un berrinche muy común entre los niños de su edad y dramatizando corrió hasta su habitación, donde de un golpe cerró la puerta, dejando a su padre con una mueca triste y furiosa a la vez.

Hipo odiaba reñir a Liv, odiaba negarle algo, pero debía hacerlo. Un acto muy común en los padres novatos, era el hecho de que a sus hijos le concedían cada capricho que solicitaban y ante sus errores preferían no regañarlos ni corregirlos, y si llegaban a hacerlo, se sentían la peor basura del mundo. Ellos creían en esa frase de: “es solo un niño, ya crecerá”

Y claro que le joven jinete pensaba igual, él creía que Liv tenía derecho a equivocarse, a ser traviesa como todo niño de su edad, a ser descortés una que otra vez, a que su curiosidad la metiera en problemas y que su ingenio la sacara de ellos, a ser inquieta. Porque él mismo había sido de esa manera: desobediente, terco, a veces impulsivo, curioso, imparable. Pero él, era un vikingo y Liv, era una princesa, una que desde antes de su nacimiento, ya era juzgada y temida.

“Es un monstruo”

Se recargo sobre la puerta de caoba y volvió a suspirar, ya no escuchaba a las personas pelear entre ellas, sobre aquel inesperado cambio de planes, unas apoyando la travesura y otras en contra. Haciendo un escándalo increíble

Pero al fin, parecía que cada persona había ido a la habitación que se les había designado, en el palacio.

-creo que eso, no salió como querías- y con un pequeño salto, debido al susto, miro a todos lados, buscando al dueño de aquella voz.-por aquí-

Y al alzar la vista, nota al mismo joven albino, sentado sobre el marco de una gran ventana, ¿Cómo llego ahí?, es lo primero que se pasa por la mente del joven rey y luego nota, que ya no lleva puesto las mismas ropas elegantes, que traía durante la fiesta, apenas con una blusa de color celeste y unos pantalones desgastados de color café y lo más extraño y sobresaliente, es cayado, al que se aferra.

-¿quién eres?- pregunta, sin saber que preguntar en realidad, pues le ha descolocado verlo ahí y además no puede evitar perderse tras esos ojos azules tan familiares.

-Jack- contesta con simpleza y algo molesto ¿Cómo es que no lo conoce?, la misma niña lo dijo, su retrato esta por todas partes.

-Hipo-

-¿Qué?-

-mi nombre, es Hipo- y tras eso, el más joven sonríe, se pone de pie y de un salto baja hasta el suelo dejando atónito al otro

-un placer…majestad- dijo el más joven, haciendo una pequeña reverencia, que más que respetuosa, parecía burlona y con un toque divertido, uno que solo él podía darle.

Y entonces Hipo solo pudo reír sutilmente, no supo porque, pero de repente sintió que la angustia de dirigir un reino, el rencor hacia todo aquel que acusaba a su hija, el estrés de la fiesta, el remordimiento por hacer llorar a su pequeña, todo, absolutamente todo, fue remplazado por una alegría inexplicable…tal vez, el copo de nieve que cayó sobre su nariz había sido el causante.

Notas finales:

ok, lamento si es un poco, demaciado, corto, pero prometo, que en el siguiente episodio veremos mas quimica entre nuestros protagonistas.

y de nuevo agradezco su apoyo, para asi retirarme.

y una vez mas...

¡Feliz año nuevo!


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