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Speechless por Agonyxinxthexdarkness

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Notas del fanfic:

HEY. ACÁ KONA TRAYENDO UN FIC PA' LA VAGANCIA.

Bueno... tengo mucho para decir con respecto al fic, pero mejor léanlo.

Los trozos de oraciones entre medio son parte de la canción de Lady Gaga, obvio.

Disfrutenlo♥

Las relaciones perfectas no existen.

Quizás comenzar a relatar una historia utilizando aquella frase da un toque bastante pesimista teniendo en cuenta que se centra en una relación amorosa. Uno siempre piensa que las cosas van perfectas, que nada puede salir mal si se tiene confianza y amor ciego hacia el otro. Sin embargo, cuando menos te lo esperas  ¡BLAM! ocurren sucesos que terminan arruinando un amor que se pintaba perfecto, una confianza de años y un estado psicológico óptimo que se compra un pasaje hacia “La puta madre” para abandonarnos hasta nuevo aviso. Sí, nada es perfecto. O al menos, no lo es completamente.

Si catalogamos a alguna situación como perfecta, debería serlo el inicio. Aquella etapa donde en base a comentarios dulces, miradas pícaras, sonrisas cautivadoras y detalles sobrevalorados uno piensa que tiene la vida hecha, que la persona que tiene al lado permanecerá ahí eternamente para ser el motivo de la sonrisa de cada día. El único problema en esta historia es cuando ese periodo se extiende demasiado, pues ahí es cuando duele ser golpeado por los problemas, las inseguridades… por la realidad.

 

 

Ellos llevaban una relación sólida, confiable, repleta de recuerdos desde hacía ya tres largos años. Se habían conocido por casualidad en un café, luego de que nuestro pequeño protagonista de cabello claro había caído en cuenta de que había olvidado su billetera en casa. La otra persona, sentada en la mesa de al lado, tras oír su desesperante historia decidió pagar por él sin aceptar reclamo alguno. Era extraño para Mao que una persona de buenas a primeras llegara y accediera a dar la cara por un desconocido, más tampoco estaba en su naturaleza el juzgar a una persona si esta le salvaba. Tras agradecerle unas cuantas veces, tomó lugar frente a este solitario personaje.

Palabra va, palabra viene, logró entablar una conversación con su salvador luego de casi media hora. Al principio se había mostrado desconfiado, arisco, respondiendo a sus preguntas únicamente con monosílabos. Sin embargo, ese mismo día supo que su nombre era Akira, que se dedicaba a tocar el piano, que tenían prácticamente la misma edad y gustaba del mismo estilo de música que él. Era una persona calmada, que se tomaba su tiempo para hablar y transmitía un aura algo pensativa y melancólica. Su aspecto era realmente extraño, casi de adolescente rockero gracias a su corte de cabello algo desprolijo y la considerable cantidad de aretes que traía en las orejas, contando la cadenilla que unía una perforación en su lóbulo con la argolla que pendía de su labio.

Llevó dos meses de encuentros entre semana en ese café para que lentamente las cosas se volvieran amenas, para saber más del otro, para que los sentimientos los inundaran. Sin embargo, les tomó un mes más confesarse en un repentino arranque de sinceridad de parte propia, lo que les llevó a tener un primer beso que resultó agradablemente meloso.

 

Ya habían pasado tres años desde que se había llevado a cabo ese momento donde sentaron cabeza y formalizaron una relación que no sería difícil de sostener, que no se había desgastado para nada incluso con el pasar del tiempo. Nunca, en ese tiempo, habían tenido discusión alguna. Nunca los problemas los habían golpeado, ni mucho menos habían cometido errores que arriesgaran ese vínculo que compartían.

 

Era cuestión de tiempo para que las cosas se arruinaran.

 

Recordaba ese último invierno que había pasado con él, uno realmente frío tanto por la sensación térmica como por los problemas que debieron afrontar por primera vez desde que habían comenzado a estar juntos. Mao trabajaba de fotógrafo para una revista japonesa dedicada a la jardinería, a paisajes, exteriores. Era por esto que en determinada época del año abandonaba su hogar y salía a fotografiar escenarios en otra prefectura o incluso en otro país. Sin duda era su época más complicada, ya que no podía pasar demasiado tiempo lejos de Akira, o Aki como solía llamarle con cariño. Ciertamente la pasaba mal cada vez que no le tenía cerca.

Tiempo antes de haber llevado a cabo toda la transacción necesaria para comprar el pasaje a su próximo destino, una sorpresa inoportuna arruinó lo que fue su trigésimo octavo mes juntos. La hermosa cena y los arreglos florales que había escogido hacía ya una semana tuvieron que ser dejados de lado por un momento, gracias a un repentino ataque que Aki estaba sufriendo.  De repente, la respiración del pelinegro se había tornado más dura, más pesada, hasta que simplemente cayó desmayado en cuanto quiso dirigirse a la cocina en busca de agua.

Un viaje en ambulancia y tres horas de tortuosa espera revelaron el real problema de Akira: Insuficiencia aórtica. En palabras simples, su corazón no recibía la cantidad de sangre necesaria para vivir y esto provocaba a su vez que se forzara a recibir la cantidad óptima, dejando débil al órgano vital y a los demás. Decir que Mao se había deshecho en llanto era poco, pues no solo habían revelado que su pareja tenía altas posibilidades de fallecer si no se hacía el tratamiento adecuado. Había descubierto que su pareja, la persona en la que confiaba ciegamente, le había ocultado algo de vital importancia.

Fue apenas le permitieron entrar a la sala de internación en que pudo verle. Tenía un respirador conectado, junto a un monitor que marcaba las débiles pulsaciones del amor de su vida. Al menos ahora se encontraba estable, pues había despertado y tenía hasta capacidad para hablar correctamente. Quitaron el respirador en cuanto vieron que no era necesario, permitiéndole a Mao unos segundos para poder hablar con él.

No puedo creer lo que me dijiste
Anoche cuando estábamos solos

 

-          ¿Por qué nunca hablaste de esto? – Preguntó él encontrándose nuevamente al borde del llanto, acariciando los oscuros cabellos del mayor. Aki se había incorporado en la camilla, tomando su mano con fuerza.

-          Nunca lo consideré necesario, Mao. En realidad, nunca pensé que llegaría a este punto. –Confesó, al tiempo que llevaba su mano libre a acariciar su mejilla. Permitió ese tacto, estaba enfadado y dolido con él pero no podía alejarse.

-          Akira, podrías morir… ¿Por qué nunca quisiste seguir el tratamiento? El médico me informó que ya te habían diagnosticado esto hace más de cuatro años.

 

 

Levantaste tus manos 
Nene, renunciaste, renunciaste.

 

 

El silencio reinó en la sala, junto con la incomodidad de su pareja. Si no recibía una respuesta pronto, se desesperaría. Tras un suspiro, su pareja comenzó a relatar. Antes de conocerle, había tenido exactamente el mismo ataque en medio de la calle. Nuevamente había terminado en el hospital, quedando internado hasta que pudo despertar y el médico se encargó de informarle exactamente que era aquello que padecía. La noticia le había sentado mal, como a cualquiera, más al momento de haberle ofrecido la posibilidad de iniciar aquel tratamiento que aseguraba salvarle.

No puedo creer como me miraste
Con tus ojos brillantes de James Dean
En tus jeans ajustados, con tu cabello largo
Y tu cigarro teñido de mentiras.

-          Me negué porque no tenía a nadie por quien vivir, había aceptado correr el riesgo que conllevaba el no buscar un método de recuperación y al rechazar la operación. Viví así, solo, pasando mis días en ese bar donde nos conocimos. ¿Recuerdas? No quería apegarme a ti, pues sabía que mi futuro era incierto. Sin embargo… apareciste en mi vida.

-          Entonces ¿Conocerme te dio ganas de seguir la operación? –Preguntó ilusionado, aunque por dentro sabía que la respuesta era obvia. No estaría ahí si realmente hubiera sucedido de ese modo.

-          No, viví durante estos tres años en base a medicamentos para la hipertensión y previne muchos de los ataques que posiblemente me hubieran dado. Mao, debes entender lo que significaba para mí una operación de tal modo. Teniendo cuenta que no me gusta preocuparte…

-          Idiota. –Interrumpió, sintiendo como las lágrimas ahora volvían a recorrer sus enrojecidas mejillas.- ¿Y cuándo tenías planeado decirme todo esto? ¿Es que acaso no pensaste en que me sentaría mal enterarme ahora que prácticamente no hay demasiado tiempo como para buscar otra alternativa? –Elevó su tono de voz, furioso y herido. Aki solo bajó la cabeza.

¿Podemos repararte si estuvieras roto?
¿Y si es tu golpe solo una broma?

En seguida, la enfermera le ordenó a Mao que abandonara la sala. El horario de visita había terminado y no podía quedarse allí con él estando tan delicado. Le dedicó una última mirada, una bastante triste a decir verdad, acercándose a besar con cierta dulzura su mejilla a pesar de estar enojado. Obviamente, su pareja no permitió que esa fuera su despedida, así que se encargó de abrazarle y besar sus labios con esa calma que ya era casi común en él.

Dos días después, Akira había salido del hospital.

 

No volveré a hablar otra vez
Cariño, me dejaste sin palabras
Me dejaste sin palabras…

 

Para su desgracia y a pesar del episodio que había tenido, el pelinegro aún se veía negado a iniciar su tratamiento. Por más que había intentado convencerle de lo contrario, por más que le rogó, seguía reacio a aceptar la ayuda de los especialistas. Se justificaba diciendo que su recaída sólo había sucedido porque esa noche no había tomado las pastillas para la hipertensión, porfiándole a su pareja que en realidad estaba bien como se encontraba.

-          Basta de insistir con esto, Mao. Ya te he dicho miles de veces que no necesito el maldito tratamiento. ¿Es que no confías en mí? –Vociferó con un tono serio, de bastante enfado. –Si estoy resistiendo, es por ti.

No puedo creer la forma en que me hablaste
Con tu cable a medio romper

Al haberse cansado de insistir y no poder escapar de su trabajo, se despidió de su terco novio por dos semanas mientras se dedicaba a llevar a cabo su labor en Kyoto.

Quizás ese había sido su peor error.


Tú rompes las costuras de mi corazón
En mi burbuja de sueños, burbuja de sueños

Uno de los tantos días de inagotable trabajo, tras varias memorias de cámara siendo ocupadas en una infinidad de imágenes artísticas, le llegó un mensaje. Lo ignoró, por su bienestar emocional, hasta que llegara al hotel donde se estaba alojando. En cuanto se vio protegido del frío tras las blancas paredes de su habitación provisoria, tomó su teléfono y lo encendió. Allí sólo reposaba el mensaje que su pareja había enviado.

“Ya no puedo con esto”

Esas simples palabras helaron su sangre, llenando su cabeza de interrogativas e imágenes varias. ¿Por qué mierda había decidido ignorar aquel mensaje? ¿Y si Akira había cometido alguna locura durante su ausencia? Enseguida marcó aquel número que ya sabía de memoria, sintiendo sus ansias aumentar a cada repiqueteo que la línea realizaba en cuanto buscaba conectar la llamada. Finalmente su pareja respondió, más el silencio que se perpetraba en su oído le desquició.

 

-          ¿Aki? –Preguntó ciertamente asustado, temiendo por lo que el mayor había escrito aún.

-          Mao… –Su voz ronca, aquella que no había vuelto a oír desde su última pelea, resonaba ahora bastante pausada. Un hipeo, seguido del sonido de un cristal siendo apoyado le llamó la atención.

-          ¿¡Estás bebiendo!? ¿¡En verdad!? –Preguntó alterado, enojado, entristecido.

-          ¿Es que no puedo intentar olvidarme de mi sufrimiento bebiendo? Mao, no me quites mi derecho a embriagarme. Tú no estás aquí como para que me sienta bien… –Aquello había salido en un tono frío y con las palabras algo arrastradas, siseantes. Pudo escuchar claramente el sonido del licor pasando por su garganta, percibiendo unos sollozos del otro lado. Aki estaba llorando.

Y después de todos los tragos y bares donde hemos estado
¿Lo dejarías todo?

-          Akira…–Musitó herido, tapándose la boca para no gritar. No salían otras palabras de sus labios más que suaves jadeos a causa de las ganas de llorar que estaba conteniendo.

-          No puedo con esto, Mao… ya no puedo. No quiero seguir viviendo. –Confesó finalmente el pelinegro entre murmullos interrumpidos por las lágrimas y los suspiros cargados de dolor.

-          Por favor Aki ¿Qué haría yo si no estás aquí conmigo? ¿Qué haría sin ti? –Repetía aquellas palabras de manera insistente, aferrándose al móvil mientras escuchaba la alterada respiración ajena.

-          Basta, Mao…–Y entonces, colgó. Sólo se oyó silencio, un destrozador silencio.

¿Yo podría renunciar a todo por ti?

Había abandonado el hotel esa misma noche rumbo a Osaka, lugar donde vivía con su pareja, llegando apenas la mañana siguiente. Había tenido que disculparse con sus jefes, quienes terminaron despidiéndole sin darle importancia a la situación en la que se encontraba. No creían que aquella razón fuera válida como para abandonar el trabajo a pocos días de comenzar. Ignorando todo aquello, volvió a su ciudad y con ayuda de un taxi se aseguró de llegar lo más rápido posible a su departamento. Allí se encontró a su pareja con sus brazos encima del gran piano que había tenido desde toda su vida, junto con una botella de whisky vacía a su lado. Pensó lo peor, acercándose a comprobar que su pareja no hubiera aprovechado la combinación de sus medicamentos con el alcohol para “ahorrar malestar”. Respiró al sentir su pulso y oír su respiración, sólo estaba dormido.

Allí, al lado de su novio, lloró como hacía bastante no lo había hecho. La presión que estaba soportando era demasiada como para resistirla, era demasiado débil como para resistir a tal malestar. Él también estaba cansado de insistirle a su pareja que tomara las indicaciones del especialista, estaba cansado de su actitud tosca. Ya de verdad no podría seguir así. A pesar de sus esfuerzos para mantener algo de silencio, no pudo controlar que sus sollozos e hipeos desesperados despertaran a su pareja.

Akira abrió los ojos con pesadez y confusión, notando las lágrimas de su pareja. No lo comprendió por unos segundos, hasta que recordó en un pequeño flash lo sucedido la noche anterior. Se mordió el labio, evitando hablar, sólo rodeándole con los brazos. Con cuidado, fue acariciando su espalda para consolarlo, notando como el menor correspondía al agarre con firmeza. Era algo que ambos habían necesitado. Sin duda, en ese momento se había sentido como un idiota por provocar ese llanto en su pareja. Era irónico haber tomado una decisión para no preocuparle y terminar haciéndolo de todos modos.

 

-          Mao… –Habló en un susurro que fue audible para ambos, provocando que el susodicho moviera la cabeza en su dirección. – Decidí que realizaré la operación, sólo por ti.

Silencio. Las palabras en primera instancia no salieron por la impresión. ¿Había sido una broma? No, Mao lo comprobó al fijar su mirada en él. Esa sinceridad que transmitía sus orbes oscuros fue la necesaria para refutar sus dudas. La emoción en el de cabellos castaños no pudo ser mayor, vociferando la felicidad que le provocó la decisión que su pareja había tomado por el bien de ambos. Acabaron aquella velada con besos, caricias, con una verdadera demostración de amor como la que no habían tenido en mucho tiempo.

 

-x-

 

 

Organizar el papeleo para la internación y la operación sin duda había sido problema menor, aunque tomó bastante tiempo. Sin embargo, todo ese tiempo que debían esperar valdría la pena. La mirada iluminada de esperanza de Mao sin duda provocaba en Aki mayor deseos en llevar a cabo dicho procedimiento al que se había negado tanto tiempo. Todo lo hacía por él, por devolverle la felicidad a ese hermoso muchacho que había robado su corazón con una maestría innegable. Obviamente habían sabido aprovechar el tiempo juntos, habían vivido cada día como el último para recuperar en tiempo feliz los momentos amargos que habían pasado.

El 17 de Marzo, Akira había ingresado a la sala de internación para prepararse antes de la operación. A diferencia de la primera vez, había tomado el permiso de las enfermeras para quedarse con él en la sala. Entonces se aseguraba así de no dejarle solo, de entretenerle. Después de todo, había perdido su empleo y prefería mil veces quedarse a su lado antes de estar solo en su hogar. Cada noche, mientras su novio dormía en la camilla, se preguntaba cuanto tiempo tardaría la recuperación de su pareja para retomar el ritmo de vida que habían tenido antes. Se divirtió imaginando un viaje que se habían prometido justo antes de su aniversario, el cual aún no habían podido llevar a cabo. Aún tenían unas vacaciones pendientes a la costa, aún Akira debía darle clases de piano como muchas veces le prometió, aún debían probar tantas cosas y experimentar un millón de situaciones además de las ya vividas. “Aki va a salir de esta, lo sé.”

 

Tres días después, Mao se vio en la sala de espera. Antes de que su pareja ingresara a la sala de operaciones, se aseguró de tomar su mano con fuerza para darle el más dulce de los besos y, tras un sincero “Te amo”, fue llevado por los enfermeros hasta el lugar de la verdad, donde ocurriría la magia.

Aproximadamente, habían pasado ya dos horas desde que su pareja había ingresado. Aún no recibía noticias, no escuchaba ningún ruido, no se percibía nada. Estaba solo, únicamente rodeado de las pulcras paredes del establecimiento y un televisor bastante antiguo que permanecía elevado con un enorme cartel que rezaba “Fuera de servicio”. Era difícil para él, a medida que las horas pasaban sentía temblar cada extremidad. Los nervios lo dominaban, aunque no cabía en su cabeza que las cosas salieran mal. No, era poco probable que la operación no resultara. Sabía que cuando el médico saliera por esa puerta le sonreiría y le diría que las cosas salieron bien, que no habían tenido complicación alguna…

 

Sus imaginaciones, planes y sueños futuros junto a su pareja se eliminaron al notar la expresión del cirujano, una vez que las puertas se abrieron. Enseguida, la voz del hombre formó las palabras que menos había planeado oír desde que entró a ese lugar.

“La operación falló”

Nuevamente, las lágrimas habían surcado sus mejillas con rapidez. Negado a oír el parte médico, negado a esa horrorosa realidad a la que debía afrontar en total soledad.  Debía ser una broma, una mala pasada por parte de ese hombre, quizás Akira estaba detrás de aquellas puertas, en la camilla, solamente inconsciente pero en un estado de salud óptimo, riéndose de su posible expresión ante una broma de tan mal gusto. Hubiera deseado en realidad que las cosas hubieran resultado así.

¿Volverás a hablar otra vez?

Le permitieron pasar a la sala de operaciones de todos modos. En ese momento, sintió como la vida, en pocas palabras, le daba un puñetazo en la cara por haber cometido el gravísimo error de confiado. Allí, frente a sus ojos, yacía inerte el amor de su vida con los ojos cerrados, con la paz pintada en su expresión. Ese 20 de Marzo, la única persona que le importaba, aquella por la que lo había dado todo, la única persona que realmente había amado en su tiempo de vida, había escapado de sus manos para siempre.

 


Oh chico, ¿Por qué estás tan callado?

 

Tardó demasiado tiempo en salir del estado de shock. Solo lloraba, no podía hacer más. No tenía ánimos de moverse, no quería salir de ese lugar; mas sabía que debía dejar aquel establecimiento. Se levantó de la silla que le habían cedido, se despidió momentáneamente del cuerpo sin vida de su pareja y decidió encaminarse hacia la salida más próxima con un caminar lento. Fue detenido antes de cruzar el umbral que separaba la sala de operaciones con la sala de espera por una de las enfermeras, la cual le tendió un sobre. Lo tomó sin mirar que era, casi corriendo por los pasillos del hospital hasta abandonar el edificio.

 

Ya se encontraba en su auto, siendo invadido nuevamente por la tristeza. Se dispuso a encender el automóvil para irse, habiéndose percatado del sobre cuando mecánicamente iba a dejarlo en la guantera. Lo giró despreocupado, notando la hermosa caligrafía de su pareja sintiendo sus ojos cristalizarse nuevamente. Dentro de este sobre de papel, había un pequeño usb y una carta. El primer instrumento lo conectó en el tablero del automóvil, notando que sólo contenía una canción de casi cinco minutos. Dejó que iniciara, mientras tanto sacó del sobre aquella carta.

 

Querido Mao: Primero que nada, quiero decirte que la canción que está dentro de la memoria que está junto con la carta la hice pensando en ti aquella noche en que te llamé y tú no estabas. Seguramente, si estás leyendo esto, es porque las palabras del médico entonces no fueron suposiciones. Amor, sabía que la operación no daría resultado incluso antes de haberla decidido. ¿Te enojarías si dijera que hubiera dado resultado años atrás? Sí, soy un idiota, Mao. Si decidí hacerla aún después de saber esto, fue para ver tu expresión feliz antes de que ocurriera lo inevitable. Suena egoísta, lo sé, pero hubiera sido terrible para mí partir de este lugar viendo tu rostro lleno de lágrimas. Haciéndolo de este modo, me iría con el recuerdo de ver por última vez aquella sonrisa que logró enamorarme hace tiempo. Quiero que sepas que te amo demasiado, que siempre voy a cuidarte desde donde quiera que esté, siempre estaré a tu lado. Por favor, sigue adelante. Enamórate, vive, has todo lo que no pudiste hacer conmigo y nos quedó pendiente, pequeño. Te cuidaré desde lo alto, esperándote para poder reunirnos en otra vida y allí quizás podría enseñarte a tocar el piano (No lo olvidé, no estoy tan viejo).

Te amo, se fuerte ¿Sí? Hasta siempre…

Aki.”

La triste melodía que sonaba en el estéreo sólo hizo que su llanto se intensificara. Aquellas últimas palabras habían dolido, pero dejaban una inexplicable calma en su interior. Lentamente, las notas que su pareja había efectuado hacía tanto tiempo se fueron escuchando más bajas, concluyendo la hermosa melodía. Respiró hondo, tomando en sus manos aquella carta para apretarla contra su pecho, como si fuera la esencia de su amado. Secó sus lágrimas y guardó aquel trozo de papel que resultaría valioso para él de ahora en adelante, dándole inicio nuevamente a esa melodía.

No volveré a enamorarme…

 

Me dejaste sin palabras.

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Bueno. ¿Qué les pareció?

Había preparado un super testamento para esto pero LA PÁGINA LO BORRÓ Y :@@@@@ -Así se expresa ella, dejenla.-

Aclaro que la canción que deja Aki, en mi imaginación, era Phrase of life.

Si no conocen Speechless, deberían escucharla. Es una canción hermosa. 

Bien, si gustan pueden escribir algún review para opinar que tan caca salió esto(?) e incluso, si tienen twitter, pueden utilizar el hashtag #DesafíoUndead para comentar que tal les pareció... o leer el desmadre que era este evento desde que lo organizamos(?).

 

Si hay algún error de tipeo, de escritura, de ortografía o lo que sea, sepan disculparme. No soy muy buena escribiendo... con suerte y roleo. (?)

Ya, besos de colores para todos.

Kona♥


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