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Muérdago por Ayumi y Natsumi

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Notas del fanfic:

KHR no pertenece (obvio) xD Que lo disfruten

Notas del capitulo:

Un pequeño especial que estaba preparando. ♥ Ojala les guste...

Era una mañana fría en Italia, la nieve inundaba las calles y las azoteas de los edificios eran pulcramente blancos. La gente lucía grandes y coloridos abrigos por la calle, mientras las tiendas estaban a tope con personas que dejaron su compra de navidad para último minuto, entre ellos está nuestro querido Dino Cavallone.

-¡Es inútil Romario! ¡Nunca encontraré el regalo perfecto para Kyoya! Y menos ahora...- se lamentaba el rubio con lágrimas de cocodrilo en sus ojos avellana.

-No se preocupe Jefe, estoy seguro que lo encontrará, ¡no se rinda!- le decía el hombre de traje y bigote negro.

-Lo sé, pero esta es la primera navidad que Tsuna y los demás pasarán en Italia luego de que él asumiera el cargo de Vongola y quiero que sea perfecto, en especial ahora que Kyoya accedió a quedarse conmigo.- Dino tenía un brillo especial en los ojos cada que hablaba del azabache. Su voz sonaba feliz y sus ojos mostraban la felicidad de un niño en noche buena esperando por sus regalos...si, Hibari Kyoya tenía así de encantado al Décimo Cavallone.

-¡Jefe cuidado!- tan distraído estaba el mafioso en sus pensamientos que comenzó a caminar a una calle transitada sin que Romario se diera cuenta y estaba a punto de ser atropellado por un auto a toda velocidad. Ninguno de sus guardaespaldas llegaría a auxiliarlo a tiempo y lejos de ellos Dino era un inútil (aunque él no tuviera idea de eso).

Pero de repente sintió que alguien lo halaba hacia atrás.

-¿Vas a matarte de una manera tan ridícula?- el inconfundible tono amenazador de Hibari hizo que el rubio volviera en sus cinco sentidos.

-Kyo...¡Kyoya!- exclamó saltando a los brazos del más bajo mientras formulaba oraciones casi incomprensibles. La nube sintió que ahora la gente los miraba fijamente y no lo soportó. De un puñetazo alejó al Cavallone de su cuerpo.

-No hagas estupideces en público.- se limitó a decir.

-Lo siento, es que estoy feliz de verte...aunque no esperaba encontrarte por aquí entre tanta gente.- mencionó con cierta sorpresa. Hibari le rehuyó la mirada mientras casqueaba la lengua.

-El ambiente que había en la casa del herbívoro era insoportable.- Dino sonrió más ampliamente al oír esas palabras salir de sus labios. Unos años atrás se hubiera limitado a decir algo como "No te debo explicaciones" o "Soy dueño de hacer lo que me plazca" pero conforme su relación había avanzado el guardián comenzaba a ser más comunicativo con él.

-Ya veo.- respondió sonriendo, pero entonces recordó la razón por la cual todavía estaba atrapado en aquel mundo de gente volvió a su mente: Aún no conseguía un regalo para su querida nube. -Ne, Kyoya, ¿no deberías ayudar a Tsuna y los demás en la casa? E-es decir...- tartamudeaba nervioso. Normalmente no se comportaría de esa manera, pero la ocasión lo ameritaba.

-Silencio, ya lo sé.- respondió cortante, pero el rubio lo notó más inquieto que de costumbre al estar entre la multitud y sus ojos se movían de un lugar a otro como si buscara algo. -Me voy.-

-¿¡Eh!? ¿Tan pronto? ¡Kyoya!- antes de que Dino pudiera hacer algo el moreno desapareció entre el tumulto. -Ahh, bueno eso no ha cambiado.- suspiró.

-Jefe, recuerde por qué estamos aquí.- dijo Romario a sus espaldas.

-¡Claro, el regalo!- exclamó con renovadas energías. Y continuó buscando casi el resto del día.

Pero esa era solo una parte de la verdad. Si bien Kyoya se fue de la Mansión Vongola por la cantidad de herbívoros que habían invadido el lugar (para preparar una fiesta de Navidad que Tsuna había organizado), él también trataba de encontrar un regalo para el bronco. Pero eso no lo admitiría jamás, JAMÁS.

Caminó un buen rato perdido en sus pensamientos escuchando los villancicos navideños cantados en inglés e Italiano y a personas tarareando las conocidas melodías por las calles y se detuvo frente a una plaza donde un grupo de coristas entonaban la dulce melodía de "Noche de Paz" mientras los niños y las parejas se detenían a escucharlos. De alguna manera el frío se desvanecía al escuchar aquella melodía.

-Adoro estas épocas, ¿y usted joven?- se sobresaltó al notar a la anciana que había aparecido de la nada a su lado. -¿Buscas un regalo para alguien especial?- inquirió con una sonrisa de aquellas que solo las abuelas son capaces de hacer, con dulzura y picardía por igual.

-¿Qué la hace decir eso?- dijo frunciendo el seño mientras la analizaba.

-Te vi dando vueltas por las tiendas varias veces...pero creo que no has notado la mía.- respondió mientras señalaba un local de paredes color pastel y decoración navideña.

-¿Su tienda?- preguntó curioso. Ya se había resignado al no encontrar nada bueno para el caballo desbocado, pero mirar no haría daño, quizás y encontraba algo bueno.

-Ven conmigo jovencito.- dijo la anciana mientras se adentraba a la tienda.

El lugar bastante grande, las repisas decoradas con guirnaldas doradas y rojas, las luces navideñas resplandecían en cada esquina de la habitación, un árbol de navidad en el centro del cuarto y la misma melodía que cantaban afuera se reproducía con sorprendente armonía. El lugar brillaba de una manera acogedora. En cada estante se veían cajas musicales antiguas o regalos más excéntricos aún.

-Dime, ¿el regalo es para alguien importante?- preguntó a señora mientras le daba espalda para buscar algo en el mostrador.

-Eso es irrelevant...- se lo pensó un momento, la anciana quería ayudarlo, por lo menos debería decirle la verdad. -Sí, lo es.- una suave risa hizo que frunciera el seño.

-Ya me lo esperaba...bien, bien, creo que tengo el regalo indicado para ti.- dijo la mujer con una sonrisa mientras sacaba una caja de madera blanca y molduras doradas que brillaba de manera hermosa a la luz tenue del lugar.

-¿Hm? ¿Qué se supone que-?- la mujer golpeó su mano haciendo una señal de negación y ganando una mirada asesina de Kyoya pero ni se inmutó.

-Es una caja musical, joven. La envolveré para ti, pero recuerda: "Los regalos no se abren antes de Navidad"

 

Esa noche, en la fiesta de los Vongola, celebraron hasta la madrugada. Todos habían asistido, desde familia y amigos, hasta viejos enemigos. La música sonaba, las personas bailaban, bebían, y reían por doquier.

Cuando fue hora de irse Kyoya a regañadientes ayudo al borracho de Dino a subir al auto sin morderlo hasta la muerte. En el viaje solo escuchó puro parloteo por parte de Dino y Romario que estaban hasta las manos.

Cuando llegaron a la Mansión Cavallone se encerró en el cuarto de Dino sin siquiera esperarlo, pero al llegar sintió el olor a alcohol en su propio cuerpo y no lo soportó, se adentró en la ducha luego de tirar su ropa.

-Kyo...hip...ya~. ¡Kyoya~!- decía el cavallone mientras entraba en su cuarto, pero obtuvo su respuesta al ver las prendas de su amado en suelo y el sonido de la ducha de fondo. -Ya veo...-dijo sonriente.

Estaba a punto de arrojarse completamente a la cama arriesgándose a ser echado de la habitación hasta que le llamaron la atención los regalos al pie de su árbol de navidad, cercanos a la alfombra frente a la chimenea. Sonrió recordando como abría sus regalos de niño. Una caja de color morado con plateado le dio particular curiosidad.

Con su niño interior dominando sus sentidos tomó la caja y se sentó frente a la chimenea. Grande fue su sorpresa cuando leyó el nombre del remitente. Su corazón brincó de la emoción y sus manos temblaban mientras quitaba el moño y la envoltura: Una preciosa caja blanca y dorada que brillaba a la luz del fuego fue lo que encontró.

La tomó con delicadeza bordeando cada detalle de la madera con sus dedos, comenzó a abrirla lentamente encontrando un acolchonado interior de terciopelo rojo y dos relicarios dorados en su interior. Pero eso no fue lo mejor, sino la melodía…era...

-¿Qué estás haciendo?- la voz de Hibari lo sobresaltó y al girar a verlo solo atinó a sonreír mientras soltaba una lágrima.

El guardián se espantó, ¿tan malo había sido el regalo? -Si no te gusta puede cambiarse...- comenzó, pero fue interrumpido.

-¡Nada de eso! Este es...el mejor regalo que me han hecho.- dijo sonriendo con nostalgia. -Esa canción, es la que mi madre siempre me cantaba para dormir, amo esa canción.- dijo cerrando los ojos mientras sonreía. El azabache -aún con bata de baño- se sentó a su lado y secó la lágrima con el dorso de su mano.
-Atesoraré este recuerdo por siempre, y claro que usaré el relicario.- dijo riendo con una amplia sonrisa. -Y por cierto.- se levantó y caminó hasta uno de los closet y al abrir la puerta salió con un canasto de rosas rojas y las colocó al lado del guardián entes de volver a tumbarse a su lado.

-Lo sabía, ni siquiera un millón de rosas se comparan contigo.- suspiró mirando con amor al azabache, y antes de que lo golpeara continuó. -Y también...esto.-colocó un anillo plateado en su dedo. -Quiero que seas mío por siempre, ¿Sí, Kyoya?-

-Tsk, sabes que sí, estúpido bronco.- masculló para luego rodear al cuello del rubio con sus brazos y darle un profundo beso terminando encima suyo. Dino no se negó y abrazó al menor por la cintura.

-Jaja, mira ésto Kyoya.- dijo para volver a alcanzar la caja musical y tomar otra cosa de ella. -Muérdago... ¿sabes lo que significa?- ambos sonrieron y volvieron a besarse.

 

Fin.

Notas finales:

Espero que les haya gustado mucho ^w^


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