Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Una ráfaga palpitante por Tsundere Chisamu-chan

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Buenas de nuevo preciosidades! feliz año nuevo a todas y todos!

aquí les dejo la segunda parte, sé que cuando lo terminen van a querer matarme, descuiden que también recibo amenazas de muerte jeje. 

debo decir que este capitulo está muy drámatico y como hace demasiado tiempo no escribía drama pus no sé como habrá quedado, espero sus opiniones. 

 

Este capitulo es narrado por Uruha, y la forma de escritura esta ligeramente distinta. 

Todo era perfecto, Reita, el mismo Reita que yo había amado por años era ahora mi novio, vivíamos juntos, comíamos juntos, hacíamos el amor cada noche, nos amábamos infinitamente, era el paraíso, un sueño hecho realidad, excepto por un pequeño detalle, éramos una farsa.

 

Las personas nos admiraban con regocijo y alivio al ver que Reita había logrado recuperarse de la perdida de Ruki y yo tenía por fin lo que siempre había querido.

 

Frente a todos éramos una pareja resplandeciente y enteramente enamorada, y por supuesto que me encantaría creerme todas esas patrañas, pero la realidad era muy diferente a eso. Pues bien era cierto que vivíamos juntos, comíamos juntos y follábamos como bestias en celo, pero la indiferencia que Reita tenía conmigo me estaba consumiendo en vida. Las palabras que él me dirigida durante el día eran mínimas y su actitud fría como el mismo hielo.

 

Habían pasado cerca de 6 meses desde el día en que iniciamos nuestra relación, y yo fielmente acepté ser aquel instrumento de su recuperación, no necesitaba su amor ya que con el mío era suficiente para vivir eternamente. Cocinaba para él todo el tiempo, pues temía que su frecuente mala alimentación tuviese repercusión sobre su organismo de modo que por eso me mude con él ynnunca, en todo el tiempo que llevamos juntos había tenido la dicha de conocer lo que era una sola palabra de afecto pronunciada por sus labios.

 

Me dolía, todo el tiempo, era como una herida abierta en mi pecho que no sanaba pero tampoco me dejaba morir.

 

Y no era su culpa, por supuesto que no, el también estaba sufriendo, él también poseía su corazón roto y se suponía que yo debía sanarlo, cuidarlo, mimarlo todo lo que necesitara para curar su herida.

 

Me sentía un fracasado porque, me esforzaba, en serio que lo hacía, y a pesar de eso, todo mi amor, toda mi voluntad y toda mi disposición no bastaba, lo estaba dando todo, absolutamente todo de mí y no lograba ni siquiera un mínimo progreso.

 

Pasaron los meses y me empecé a sentir exhausto y decepcionado de mi mismo, pues según yo un amor sincero e incondicional como el mío lo podría todo, sin embargo no era así. Tal vez era demasiado débil, tal vez el amor que había en mi no era suficiente, tal vez lo estaba haciendo de la forma incorrecta o él no dejaría entrar nunca más a otra persona dentro de su corazón.

 

Fuera lo que fuese me estaba destrozando. Por no poder ayudar al amor de mi vida a seguir adelante, por mirarlo cada día maldecir al abrir los ojos en la mañana, porque su herida era la mía y su dolor también, porque su odio hacia todo ardía como el fuego, en especial cuando su mirada cargada de rabia me atravesaba como una lanza venenosa.

 

Mas sin embargo no podía dar mi brazo a torcer, no podía demostrarle a él mi miedo y mi tristeza, era mi obligación, ya que si no podía mejorar su vida no tenía nada que hacer en ella. Me esforzaba por ocultar aquellos sentimientos en lo más profundo de mi y forzar siempre una sonrisa enorme para intentarlo cada día. Existían mañanas que yo mismo me engañaba e intentaba con todas mis fuerzas convencerme de que éramos aquella pareja perfecta y que mi empeño realmente estaba sirviendo de algo.

 

¿Sería capaz algún día de ver su preciada sonrisa de nuevo?,  ¿o era acaso que su mi presencia empeoraba su estado de ánimo? Siempre supe que su amor hacia mí era una ilusión, no existía, él me apreciaba como se aprecian los compañeros de banda, como agradeces a aquellos que te hacen un favor, ese era yo, el perro fiel más patético y desafortunado del mundo, porque aunque sabía que esta era la única situación probable, nunca predije que mi corazón se quebraría ante su desdén.

 

De esta manera llegó junio, y con esto, mi cumpleaños, justo cuando creí que ya no podría más apareció frente a mí el chico que me haría rabiar de la culpa.

 

Fue justo el día de mi cumpleaños, los chicos me organizaron una pequeña fiesta que en realidad éramos los treinta añeros más ebrios que conocían bebiendo y hablando estupideces. No me dijeron nada pero con lo idiotas e indiscretos que eran ya yo estaba más al tanto que ellos. Me llamaron de una manera sospechosamente urgente al celular para decirme que había ocurrido una emergencia en la compañía y yo fingí no saber nada, había que reconocerles la intención. Entré y todos me recibieron con una sonrisa y un grito al unísono: " sorpresa", yo solo me carcajeaba mientras todos se me iban encima a abrazarme y felicitarme. Reita estaba ahí, se acercó a mi cuando la multitud empezaba a disolverse, yo lo miré embobado mientras caminaba hacia mí, pues tenía sobre sus labios aquel indicio de sonrisa, que, aunque se notaba forzada, era lo mejor que podía ofrecer. Cuando llegó a mi me abrazó y yo quedé inmóvil, su aroma aún me hipnotizaba, el calor de su cuerpo me aturdía y me dejaba indefenso.

 

-felicidades- susurró con su voz grave y extraordinariamente sexy, yo suspiré sobre su cuello, y correspondí su abrazo, sin pensarlo, lo bese, aguante mis lágrimas, el siempre se dejaba besar por mí, nunca de los nuncas se negaba pero por Dios, ¿porque sus besos seguían siendo tan vacíos?.

 

Lo bese un par de minutos derritiendome ante aquel roce. Cuando nos separamos me sonrió con una expresión indescriptible, era lástima y culpabilidad, pero también dolor, ¿acaso era tan doloroso tener que recibir mi amor?, el corazón se me paralizo con su expresión, sentí un horrible desconsuelo mientras lo miraba alejarse de mí. Seguí disimuladamente saludando a los chicos de ahí aún con el corazón en la mano, había licor como para embriagarnos durante toda la semana así que fui a servirme un poco, mientras lo hacía, busque con mis ojos una vez más la figura de Reita entre ese lugar tan lleno de atuendos escandalosos y tintes sobresalientes, lo encontré recostado a la ventana, solo, como siempre y sentí una punzada en mi pecho, no me atrevía a acercarme, no después de ver aquella expresión atravesándome, me congelé de pies a cabeza hasta que escuché una voz cercana, 

 

-no sueñes despierto galán, te perderás de la fiesta-  me volví casi molesto por interrumpir mis pensamientos pero no pude evitar sonreírle. Era aquel tipo de sobrenombre: Tora. Uno de mis mejores amigos de borracheras y un gran confidente, gran amante también. Así es, Tora y yo habíamos sido amantes por un tiempo demasiado corto como para tener resentimiento o incomodidad con su presencia, fue solo por una ocurrencia suya que acabamos enredándonos y aunque resultó ser bastante divertido y pasional, nos dimos cuenta que no existía ningún vínculo sentimental que nos hiciera continuar de esa forma.

 

 Me acerqué a él para que me recibiera con un gran abrazo, ya tenía su típico vaso con licor en la mano al igual que yo,

 

- ¿qué haces aquí?- pregunté sonriendo, su rostro familiar me hizo sentir instantáneamente mejor,

 

-¿cómo que qué hago? Me dijeron que había alcohol así que no pude negarme- respondió con una sonrisa cínica,

 

-debí suponerlo, no es como que recuerdes el cumpleaños de alguien-

 

-por supuesto, yo no me junto con mortales que cumplen años-

 

-sí, claro, claro, suenas increíblemente maduro- le respondí con fastidio fingido y él se carcajeó, después nuestras miradas se conectaron y me desconcertó el dejo de dulzura que me transmitía,

 

- tengo que enseñarte algo- agregó sin quitarme los ojos de encima, de pronto me sentí nervioso, justo cuando dél tomó mi mano y empezó a caminar, yo lo seguí por inercia, caminamos hasta uno de las salas de espera que estaban cercanas al salón de la actividad, entramos,

 

-¿Qué hacemos aquí?- pregunté demasiado tranquilo para el pánico que me recorría en ese momento, él me miró de nuevo y con sigilo se acercó a mí, su actitud audaz me escalofrió, cuando estuvo peligrosamente cerca yo puse mi mano libre en su pecho para detenerlo, sentí mis labios temblando y justo después él dirigió sus ojos felinos allí,

 

-es solo tu regalo de cumpleaños- susurró, y mientras entrelazaba sus dedos con los míos me besó, aquella sensación retumbó en mi cabeza, no por él, ni por sus labios, simplemente porque era un beso real, uno que iba más allá de un simple beso de consuelo, o un beso provocativo, era un beso cargado de dulzura y afecto, me paralicé,  él se separó de mí e inmediatamente bajé la mirada,

 

-¿Qué estás haciendo?, sabes que estoy con Reita- dije en un hilo de voz, mis propios sentidos me estaban jugado sucio, ni siquiera pude sentir enojo, estaba atónito y avergonzado por experimentar esa sensación de placer y satisfacción con un beso tan prohibido,

 

-lo sé- susurró, sentí la caricia de su pulgar en mi mejilla, -lo siento Uru, es que… estás hermoso- temblé ante su alago, hacía demasiado tiempo no escuchaba nada parecido, y bufé, juraría que estaba siendo sarcástico, o solamente lo dijo en broma, él era así, pero cuando levanté mi mirada llorosa, la sinceridad de sus ojos me abofeteó, su seriedad nunca antes vista se hizo presente mientras se acercaba a mí de nuevo, -no he dejado de extrañarte, perdóname- susurró sobre mis labios,

 

Justo en ese momento me quebré en mil pedazos, estallé en un llanto silencioso y me aferré a la tela de su camisa, él me volvió a besar esta vez de forma demandante y ardiente, yo no pude hacer otra cosa que corresponderle, un beso con sabor a dolor, a necesidad, a desconsuelo y culpabilidad, con violencia me estampó de espaldas contra una pared mientras seguía besándome, yo sin dejar de llorar llevé mis manos hasta su nuca y lo abracé, dejó mis labios húmedos para dirigirse a mi cuello, lo besó, lamió, yo estaba llegando a un punto delirante de excitación, tanto que ni siquiera noté cuando él abrió los botones de mi camisa a una velocidad sorprendente, mantuve los ojos cerrados perdiéndome en las sensaciones que Tora me estaba otorgando en ese momento, con morbo llevó una de sus manos a mi muslo izquierdo y deslizándolo lo elevó sobre su cadera para hacerme sentir su excitación, me sobresalté y abrí los ojos, grave error, Reita estaba en la puerta, en completo silencio, con su típica mirada de indiferencia y dolor, pero esta vez fue diferente, una expresión de desprecio que nunca había visto en su rostro era tenuemente iluminada por los  fluorescentes de la sala, sentí mi corazón mutilado como nunca, me quedé quieto, con los ojos abiertos a más no poder, el aire se me fue, y una sensación de malestar de inundó, creí que me desmayaría, detuve a Tora de un empujón, ya que este no se había percatado de la presencia de mi hombre en la estancia, me miró con recelo y luego dirigió su vista hacia donde estaba la mía,

-Reita… déjame explicarte- habló él, pero antes de que pudiese decir algo más, mi novio cerró la puerta de un aventón que hizo vibrar todo el lugar, se escucharon las pisadas furiosas de sus botas alejándose y el silencio las personas en el exterior que se alertaban por su violenta actitud, escuché cuchicheos preguntándose qué había sucedido,

 

No me podía mover, mi cuerpo no me respondía, mi cabeza me gritaba que corriera tras él, el corazón me palpitaba como el galope de un animal salvaje pero mis piernas estaban completamente entumecidas, me quedé allí temblando hasta que la voz de Tora me alertó,

 

-¿qué estás haciendo galán?- lo miré, su ceño fruncido y las arrugas de su frente contrastaban con la amabilidad de su voz, -debes ir tras él-, y se acercó a mí para acomodarme la ropa justo como la traía antes de nuestro desenfrenado acto, despeinó mi cabello y me miró con gentileza extrema, -vuelve cuando quieras, estaré esperando-, le regalé mi última y mejor sonrisa y con un arrebato de energía salí corriendo sin dar ninguna explicación, aún cuando varios de los chicos se atravesaron en mi camino preguntándome por la situación, ¡menudo momento para ponerse a conversar!.

 

Salí del lugar y miré en todas direcciones, por poco olvido la existencia de mi automóvil, subí y arranqué, estaba tan acelerado que mi cerebro no procesaba la velocidad con la que realizaba las cosas, confié en mis reflejos para no morir en la carretera, llegué a nuestro departamento y salí del auto sin siquiera apagarlo, entré y miré la escalofriante escena de un lugar que había sufrido la manifestación de la ira de mi novio. Papeles por todas partes, el sofá se encontraba volcado, el espejo que había tras este, se encontraba roto al igual que todos los adornos de cristal que había en los estantes.

 

-¡Reita!- grité desde el marco de la puerta con temor a poner un pie dentro de ese lugar, después de varios segundos entré corriendo y fui a nuestra habitación, vacía y también destrozada, el baño, nada, recorrí el departamento entero cerca de tres veces, la desesperación me inundaba, la angustia no me dejaba pensar, salí de nuevo y subí al auto, si Reita no se encontraba en casa ¿dónde estaba?, conduje por las calles cercanas sin hallar ni un rastro de mi hombre, fui a la cafetería, a la lavandería, al parque central, empezaba a anochecer y se me acababan las ideas, la preocupación estaba acabando con mis nervios, estacioné mi auto por un momento a la orilla de la carretera, estaba decidido a encontrarlo, pero me sentía exhausto y desconsolado, de pronto una idea llegó a mi cabeza y arranqué de nuevo a toda velocidad en dirección a aquel lugar, conduje como animal por la carretera cerca de 15 minutos y llegué a mi destino, bajé con cautela, y me detuve en la entrada antes de cruzarla, no visitaba aquel lugar desde la muerte de Ruki, ese enano que aún después de morir seguía siendo mi más grande rival, se ganó el corazón de Reita y de todas las personas a las que conocía, era inevitable, era una gran persona, demasiado agradable, demasiado amable, inteligente, divertido, creativo, talentoso, incluso sus defectos eran adorables. Por supuesto que nunca estaría a su altura, nunca podría tomar el lugar que él dejó, jamás.

 

Caminé protegiéndome del viento que arremetía en aquel lugar, y me dirigí a su tumba, de lejos lo pude ver, allí estaba, sentado en el césped de frente a su lápida, tenía puesto únicamente sus pantalones, su espalda desnuda estaba enrojecida por el viento, lo admiré de la forma en la que lo había admirado toda mi vida, hermoso, sublime, imponente y completamente ajeno. Me acerqué con sigilo, mis lágrimas amenazaban con salir, pero no esta vez, debía ser fuerte por él,

 

-Reita…- hablé y él dio un respingo ladeando su cabeza pero sin mirarme,

 

-Kouyou…- su voz estaba quebrada y temblorosa, -¿Cómo se sigue viviendo cuando tus sueños son arrebatados?- quise correr y abrazarlo hasta que su corazón sanara de aquella herida tan profunda e irremediable pero en cambio me quedé ahí escuchándolo, -dime… ¿Cómo se hace para vivir dentro de una pesadilla,… cuando no tienes adonde ir sin sentir pánico?, ¿cómo puedes curar un corazón roto?-

 

Cerré los ojos con dolor, su dolor, realmente no tenía ninguna de las respuestas a sus preguntas, siempre creí que un amor tan fuerte como el mío lo podría todo, pero no fue así y por el contrario, terminé por lastimarlo más de lo que ya estaba, ahora yo tenía las mismas dudas que él y no podía hacer más que dejar salir las lágrimas de mis ojos, reprimiendo un gemido,

 

-Lo lamento Kouyou, nunca debí meterte en esto, debes buscar a alguien más que te ame como mereces, por favor, no seas tan idiota como lo fui yo-

 

dijo lo último con suma seguridad en la voz lo que provocó que me quedara sin aliento, no era una sorpresa, no estaba funcionando para ninguno de los dos, estábamos peor de cómo habíamos empezado, pero, ¿alejarme de él?. Estaba seguro de no poder soportarlo,

 

-Reita…- empecé a protestar, fue por impulso, estaba dispuesto a pelear por su amor hasta el final, -no me hagas esto, yo… sé que no soy bueno, soy torpe y cometo muchas idioteces, pero…- apreté los ojos exasperado, -de verdad haré mi mejor esfuerzo- agregué en un lamento, lloré y corrí hasta él abrazándolo por la espalda, - por favor Reita, dame otra oportunidad- rogué en un grito entrecortado, pegué mi rostro a su piel, estaba fría, lloré abatido e intenté con mi mano alcanzar la suya, tantee a ciegas su brazo pero la calidez húmeda que abarcaba su muñeca me hizo percatar de aquella situación, inmediatamente silencié mis lamentos y quité mi mano de aquel lugar, sentí terror de mirar, fue con una lentitud casi desesperante que me apoyé en su hombro y me elevé para mirar su brazo, mi mayor temor había sido confirmado, palidecí al ver aquella imagen, su muñeca poseía varios cortes  en distintas direcciones , la sangre brotaba a borbotones de las largas y profundas heridas y se esparcía por el césped, ¿desde cuándo estaba así?,

 

-¡mierda!-, di la vuelta y tomé su brazo entre mis dedos, no me importó empaparme de sangre, por primera vez vi su rostro, estaba pálido, sus ojos estaban hinchados y sin brillo, tenía también un golpe de color rojo verduzco en la frente, volví una vez más mis ojos a la herida sangrante,

 

-¡por Dios Reita!, ¿Qué has hecho?, debo pedir ayuda- susurré para ponerme de pie pero su agarre en mi mano me detuvo, me miró con una sonrisa tenue que me derritió a pesar de su condición en esos momentos,

 

-quédate- susurró con un hilo de voz, lloré de nuevo y velozmente saqué el celular de mi bolsillo, llamé a emergencias sin soltar su mano ni dejar de mirarlo, su mirada parecía extraviada, y cada vez podía ver como perdía su equilibrio y el peso de su cuerpo lo hacía balancearse, sostuve su mano con fuerza mientras destrozado hablaba con la mujer que me atendió, me dijo que debía hacerle un torniquete y esperar a la ambulancia que llegaría en 10 minutos, aventé el teléfono y apresuradamente rasgué mi camiseta arrancando un franja de tela para hacerle el torniquete pero cuando me dirigí a su herida esta había dejado de sangrar casi por completo, su fluido era mínimo y en cambio la sangre inundaba la tierra y el césped en el que estábamos sentados, de igual forma lo hice y volví a tomar su mano, su rostro estaba cada vez más pálido, sus labios estaban totalmente blancos y sus ojos se entrecerraban perdidos sobre la nada, no podía dejar de llorar, rezar era lo único que podía hacer para evitar morir junto a él, llevé mis labios hasta los suyos y los besé con todo el amor que había dentro de mí todavía, aquel amor que nunca fue correspondido, aquel por el que aposté todo,

 

-lo siento mi amor, lo siento, por favor no me dejes- rogué aferrándome a su pecho, de pronto sentí que su peso se fué sobre mí y yo lo sostuve, su torso se desvaneció hasta el suelo, así que apoyé su cabeza en mi regazo mientras le acariciaba el cabello, abrió sus ojos una vez más, puso su mirada fija sobre la nada, y con dificultad pronunció las palabras que me harán estremecer por siempre,

 

-Ruki, viniste por mí- volvió a cerrar sus ojos, esta vez no los abrió de nuevo.

 

 

Notas finales:

buaaaa lo siento no me asesinen! creo que un día de estos haré un capitulo extra continuando la historia y esta vez sobre la relacion de Uruha con Tora, porque sí ellos se relacionarán más adelante. y no se preocupen no habrá suicidio esta vez, hasta podría hacerle un final feliz jeje saludos!!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).