-Ryuga, tienes novia ¿verdad?
La pregunta llegó rápida y contundente, cual látigo chasqueando en el aire. Le pilló desprevenido y Ryu se quedó clavado en su sitio, dejando a medias lo que estaba haciendo y girándose. Miró a su hermana con asombro.
-No, no tengo.-contestó sin duda. No tenía novia, de eso estaba 100% seguro.- ¿Por qué lo dices?
-No sé.- la chica se encogió de hombros.-Llámalo intuición femenina. Te conozco y te noto algo raro.-afiló los ojos con sospecha.- Confiesa. Sé que tienes novia.
-Te digo que no, Megumi.-contestó resolutivo y siguió a lo suyo.
- Bueno pues un rollete o algo así. ¿Cómo le llamáis ahora? La cuestión es que sé que te ves con alguien.
Su hermana había acabado las clases y había vuelto a casa a pasar los primeros meses de las vacaciones. Llevaba menos de una semana en casa y ya se había dado cuenta de que se escapaba cuando podía para ver a alguien. ¿Qué debía contestarle? Shino era un chico, y era su amigo, pero era algo más, eso era indudable. Se acostaban con bastante frecuencia. ¿Se podía llamar eso “rollete”?
Por un momento Ryu estuvo tentado de contárselo a su hermana, pero enseguida rechazó el pensamiento. Pensaría que era gay y todo sería complicado de explicar. Era más fácil pretender que no tenía nadie o que era chica. Ryu sonrió ante el pensamiento de imaginarse a Shino vestido de mujer.
-¡Ah! ¿De qué te ríes? ¡Te he pillado! Estás con alguien.-Megumi le zarandeó.
-Vale, sí. Algo así.-Ryu se rindió, si lo aceptaba seguramente le dejaría de molestar.
Megumi puso cara de que el alma se le escapaba por la boca.
-Oh dios mío. ¡Lo sabía! Mi hermanito se hace mayor. ¡Enséñamela! ¡Tiene que pasar mi test!-estaba sobrexcitada. Quizás había sido un error decirle nada.
-¡¿Pero qué dices, loca!? No es nada serio, así que déjalo.
Ryu siguió con la conversación, manteniendo (o no negando) que Shino era mujer. Megumi se puso seria.
-Soy tu hermana y no nos vemos nunca. Enséñamela, Ryuga. ¿Cómo se llama, al menos?
Ryu tragó saliva y se armó de valor. No valoró todas las consecuencias que podía tener su confesión, pero confió en Megumi y habló. En parte quizás necesitaba soltar todo lo que llevaba dentro.
-Shinosuke.-le mantuvo la mirada, esperando por las reacciones.
-¿Shinosuke?-hizo una pausa mientras le miraba sin pestañear.- ¿Ryuga, eres gay?
La esperada pregunta llegó antes de que Ryu se preparara mentalmente y le golpeó en el estómago. ¿Era gay? Shino era un chico, y eso ya de por si implicaba alguna anomalía, pero… ¿realmente era una norma general o solo era Shino?
-No lo sé.-clavó la mirada en el suelo, pensativo.-Pero él me gusta.
-¿Te refieres a en el sentido físico, o de persona?-Ryu se sorprendió de la lucidez de la pregunta.
-En todos los sentidos.-suspiró vencido.- Más de lo que nadie me ha gustado nunca.
Megumi sonrió y Ryu se volvió a sorprender de que aceptara el tema con tanta templanza.
-Quiero foto.-su sonrisa afable se convirtió en una divertida.
-Prométeme que no se lo dirás a los papas.-dijo Ryu mientras sacaba el teléfono del bolsillo y empezaba a rebuscar en la galería.
-¿Qué cojones les voy a decir?, por favor.-dijo, casi ofendida por la duda.
Ryu giró la pantalla hacia Megumi, mostrándole una foto de Shino en un bar, apoyado en la barra y con un vaso en la mano. No es que saliera muy favorecido pero era la única que tenía. Salía con los ojos rasgados, como inquiriendo el porqué de la foto, dando por resultado un rostro arisco y amenazante.
-¿Estás con este tío?-dijo casi gritando.
-Shhh, baja el tono. Sí, tenemos algo raro. Bueno, somos amigos. Eso también.-añadió.
Su hermana le miró con el ceño fruncido y Ryu se preparó para la charla sobre las malas influencias.
-Más te vale que tenga un amigo tan guapo como él.-siguió con su rabieta.-El niñato este… Se cambia de acera y arrasa con la mercancía.
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-Ey Shino. Hacía tiempo que no te veía por aquí.- Miho se apoyó sobre el mostrador en señal de saludo.
-Hola. Sí…he estado ocupado o algo así.-Shino saludó en tono neutro mientras pasaba los ojos deprisa por los estantes rebosantes.
-¿Todo bien?-preguntó retóricamente la redskin de pelo rosa.- ¿Te puedo ayudar en algo?
Shino llevaba meses sin visitar una de sus tiendas favoritas. Era de segunda mano o comercio justo o alguna mierda así, tampoco le interesaba. No es que comprara muchas cosas, pero le gustaba cotillear de vez en cuando.
-Estaba buscando unos tirantes.-dijo Shino apoyándose en el mostrador también.
-Umm…tirantes. Espera aquí.- la chica se metió en el almacén para salir al rato. Shino aprovechó para curiosear. Se fijó en una pared pintada. El símbolo Sharp destacaba en blanco sobre el fondo negro.- Mola, ¿verdad? Lo pintó Hanamichi, no sé si lo conoces.-sacó tres tipos de tirantes sobre el mostrador.-Este tipo lo tengo en varios colores.
-No, no le conozco.-contestó escueto.- Quiero este.-dijo señalando el más sencillo.- Y ponme de las tachuelas esas redondas que me llevé una vez.
-Invita la casa con la condición de que me vuelvas a visitar.-la chica sonrió y a Shino no le costó interpretar sus palabras. Sacó unos cuantos yens y los dejó sobre el mueble.
-Nos vemos, Miho.- dijo mientras salía por la puerta sin volver la mirada atrás.
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Entró al bar y rápidamente la música ahogó cualquier sonido que antes escuchara. Una rápida mirada le sirvió para comprobar que solo conocía a un par de personas. Mejor. No estaba para ir saludando a gente que con toda seguridad le caía mal. Tenía suficiente con la mitad de su grupo, que no eran todos exactamente de su simpatía.
Entre el numeroso grupo estaba Yuri, que durante esos meses había empezado a salir con uno de los presentes. Shino sabía, por cómo le miraba a él resentida y a Ryu con picardía que tampoco iba muy en serio con el pobre chaval.
La chica le saludó con forma desdeñosa y se tomó demasiadas simpatías con el moreno. Shino no pudo evitar arrugar la nariz ante su voz chillona. La cercanía de la muchacha a Ryu le hacía crujir los dedos nerviosamente y apretar los labios. Maldita puta, pensó en repetidas ocasiones.
Escuchó como le preguntaba por lo de la pastilla mientras reía cursimente. Ryu habló de forma simpática, aunque cordial. Cuando Yuri se fue, Shino se esforzó en recordarle a Ryu su cara asqueada cuando vomitó y como había sido él él que le había salvado la vida. Ryu rió desenfadadamente y al pelirrojo le molestó que no le tomara con la seriedad que el asunto merecía.
No se separó de él en toda la noche. En gran parte porque le gustaba la compañía pero también para mantener a la castaña chillona alejada. Comentaba con él todo aquello gracioso que veía y podía asegurar que puso verde al 90% del bar. Charlar con Ryu era como hablar consigo mismo, ni le juzgaba ni le ponía malas caras. Al contrario, se reía con sus bromas y Shino sentía que era su monito aplaudidor personal. Le hacía sentir bien.
Sus miradas escondían secretos y eso divertía a Shino en sobre manera. Sentía qué desafiaba al mundo solo con mirarle. Era una travesura que solo ellos conocían, como insultar a alguien entre susurros.
¿Qué pensarían sus amigos si supieran que le gustaba que un tío de más de metro ochenta se la chupara? ¿Qué cara pondría Yuri si supiera que Ryu era ese tío y que lo hacía con asiduidad? Por un momento tuvo la tentación de susurrárselo al oído, solo por el placer de verla horrorizar.
Ryu disfrutaba enormemente de la compañía de Shino. Con él al lado se sentía seguro, en el sentido de que podía estar en cualquier lado, con cualquier persona, que con Shino cerca estaba tranquilo. Bueno, tranquilo hasta que le pillaba mirándole fijamente o tenía que frenar los impulsos de agarrarle la mano y acariciarle el pelo.
Tenían una relación de extrema complicidad, como si fueran un solo individuo que compartía emociones y secretos. Y en parte era una realidad, compartían un gran secreto.
Entre broma y broma, también se lanzaban miradas provocadoras e incluso Shino tocaba más de lo que debería cuando sabía que nadie miraba. Era morboso y excitante y con todo ello Shino fue haciendo la noche: jugando a reírse de todos y a probar la paciencia del moreno.
Eso fue las primeras horas, a medida que el alcohol en sangre aumentaba, también lo hacia la periodicidad de las miradas, así como las ganas de que acabaran en algo más. Llegó al punto de que Shino estaba tan cachondo que se escapó una vez que Ryu fue al lavabo. Le siguió por el bar y entro al baño con gran estrepito, sorprendiéndole en su meada.
Shino sentía la erección oprimida contra la cremallera y no pudo evitar sonreír al ver a Ryu intentando mantener el chorro dentro del orinal mientras él le embestía por la espalda.
-¿Shino quieres parar? Me voy a mear los pantalones. Y puede entrar alguien. Para ya.-dijo molesto.
Pese a sus negaciones Ryu sentía como su pene empezaba a crecer, y como en pocos segundos sería incapaz de mear derecho. Shino esperó a que acabara. Cuando lo hizo no le dejo ni subirse la bragueta que le arrastró hacía el cubilete más cercano.
La luz en el baño era oscura y tenue y el color negro de las paredes no lo hacía mejorar. Shino pensó que se podían quedar en todo el medio y si alguien entraba le costaría vislumbrar que eran y que hacían. Pese a eso prefirió encerrarse en el cubículo y mantener un poco la decencia que no tenía.
Una vez dentro, Ryu le empezó a besar con ansia. Podía intentar hacerse mucho el duro, pero era obvio que el también llevaba deseándolo toda la noche. Era duro ahogarse las ganas de asaltarle cada vez que torcía demasiado la sonrisa. Se siguieron devorando durante minutos que podrían ser horas.
Ansiaba tanto su tacto que por un momento deseó desaparecer, desaparecer a un mundo donde solo estuvieran ellos dos. Ni casas, ni amigos, ni universidades que valieran. Solo sus cuerpos desnudos acariciándose en la claridad de una mañana de verano. El sol calentándoles la piel para inspirar su aroma intensificado por la luz. Verle los cabellos brillar y revolverle el pelo corto con los dedos.
Shino colaba los dedos bajo su ropa y Ryu se sentía el pecho retumbar ante el roce. Shino se sentía las yemas y los labios arder, no encontrando el contacto suficiente que le pedían. Ryu le agitaba. El corazón se le encabrito como nunca antes cuando este le desabrochó el pantalón. Se tensó ante el hecho y los músculos se le agarrotaron. De repente sintió sus propios besos y caricias torpes, como los de un adolescente inexperto que no sabe bien donde tocar.
Se miraron a los ojos y los dos reconocieron en la mirada contraria que estaban solos. Que nada más importaba. Que era todo lo que necesitaban en ese momento. Shino le acarició la mejilla a Ryu y sintió la barba afeitada y rasposa contra la piel. Le surgió como un impulso al ver en sus ojos como le pedía que se quedara a su lado.
Sólo eso (y una mamada) le hicieron falta a Shino para decidir, definitivamente, que acataría las suplicas de esos ojos negros. Se quedaría con Ryu, porque le necesitaba, porque Ryu le necesitaba a él. Y sobre todo, porque una sensación de caída libre le absorbía las entrañas ante sus caricias o ante su marcha. Era una sensación desagradable, pero de igual forma le gustaba. Le hacía sentir vivo. Como nunca antes. Como montones de drogas habían sido incapaces de hacerle sentir.
Estaba seguro de lo que quería, le quería a él. Y después de tanto tiempo de nihilismo destructivo, lo agradecía. Vaya si lo hacía. Aunque la manos le temblaran espasmosas, asustadas del bombeó ensordecedor y del estómago revuelto.