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Querido Santa por MyFirstKissFanFic

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"Querido Santa :

este año he sido bastante bueno (tacha) muy bueno (tacha) bueno"

 

Miro el sobre cerrado que contiene las notas del primer trimestre. Las matemáticas por los pelos, un sobresaliente en dibujo y todo lo demás, mediocre, como siempre.

 

"Querido Santa :

he aprobado todo y he sido bueno con mis padres (tacha) he hecho todo lo que me han dicho mis padres (tacha) he tratado de hacer caso a (tacha) casi no me he peleado con mis padres (tacha tacha)"

 

Arrugo la hoja y la lanzo a la papelera.

 

  • ¡Ash! - Me despeino con las manos y pateo el aire, frustrado-. ¿Por qué tengo que escribir esta estúpida carta? ¡Ni siquiera existe!

  • Taemin, ¿estás listo? - Mamá entra en la habitación, ya con el abrigo puesto-. ¿Aún estás así?

  • Seh…

  • ¿Has terminado la carta?

  • La escribiré en el coche.

  • Ok, pues vístete y vámonos.

 

Es un hecho que odio la Navidad prácticamente desde que descubrí toda la verdad sobre Santa. Y el que todos mis amigos salgan a celebrarla con sus parejas mientras yo me quedo en casa con mis padres no me hace sino más infeliz.

 

  • Maldito idiota.- Reviso una vez más la pantalla de su teléfono móvil, pero sigue sin notificaciones-. Cuando vuelvas, te vas a enterar.

  • Podemos comprarle un jersey lleno de renos a Jonghyun, ¿le gustaría?

  • Le encantaría.- Sonrío, irónico, mientras chirrío los dientes. ¿Quién quiere comprarle un regalo a Jonghyun? Yo no, por supuesto. Si se ha ido a Daegu con su familia para celebrar la Navidad, que acarree con las consecuencias. Espero a que mamá salga de la habitación para gruñir-. Yo no pienso regalarle nada.

 

Tras media hora desesperándose encontrando un sitio para aparcar, papá encuentra un hueco a lo que parecen horas de distancia del centro comercial y nos vemos obligardos a caminar un buen rato hasta el interior.

  • Te dije que teníamos que haber salido una hora antes.- Protesta mamá, como siempre, echándome la culpa por existir.

  • Si el niño no estaba listo, no estaba listo.

Suspiro.. Si hasta este momento no tenía un concepto claro del infierno, acaba de aparecer ante mis ojos. Cientos de personas, quizá miles, caminando de un lado a otro del centro comercial, con los brazos a tope de regalos, con esas expresiones aturdidas y devastadas. En realidad a nadie puede gustarle esa estampa. A nadie real.

 

  • Tú ve a comprar el regalo de tu novio, nosotros vamos a por los de la familia.

  • Pero…

  • Nos vemos en 2 horas bajo el árbol.

  • Vaya mierda.

  • ¡Taemin!, ¿me escuchas? ¡En 2 horas!

  • Valeeeeeeee.

 

En realidad es el plan perfecto. Me alejaré de ellos lo suficiente como merodear por la planta baja, reirme de los niños perdidos y tomar un helado para finalmente fingir con cara de tristeza que no he encontrado nada decente que regalarle a ese impresentable.

 

Tardo más de lo necesario en elegir un sabor para la bola de mi helado, y finalmente me siento en un taburete con forma de seta a observar a los niños pequeños que hacen cola para entregar sus cartas a Santa y bufo :

 

  • ¡Pobres ingenuos!

  • Disculpa, pero ahí no te puedes sentar.- Me giro al escuchar la advertencia y no puedo evitar dejar escapar una suave risotada al comprobar que ha salido de la boca de un chico no mucho mayor que yo, que va vestido de… elfo, o algo así.

  • ¿Por qué no? - Apoyo el codo en una especie de flor gigantesca llena de papeles y lápices que se usaba como mesa en ese decorado esquizofrénico.

  • Porque es para los niños.

  • ¿Y yo qué soy?

El elfo me mira de arriba a abajo, dubitativo.

  • Eres mayor.

  • No tanto. Justo ahora…- Agarro un papel en blanco (pero con el mismo marco hortera que los que tengo en casa) que encuentro en medio del caos de la flor gigante-... estaba escribiendo mi carta para Santa.

  • Sí claro…

  • Quiero que me traiga muuuuuchas cosas.- Hago un puchero y me doy la vuelta, ignorándole-. Y ahora vete, que me desconcentras.- Me siento, dándole la espalda, y empiezo a escribir-. Menudo imbécil.

     

    "Querido Santa :

    mis padres son los padres más aburridos del universo. Mi novio es el capullo del universo. Yo quería pasar la Navidad con él pero se ha ido. Y yo no quiero quedarme en casa y aguantar las mismas chorradas de cada año. ¡Todos mis amigos van a salir con sus parejas! Lo odio tanto... ¡Sólo quiero una cita romántica de Navidad!

    Lee Taemin".

     

    Doblo la carta, que he conseguido arrugar con la rabia y escribiendo marcando mucho las pinturas sobre el papel. Ya completamente enfadado,  la introduzco en un sobre que cojo de la pila que hay en la mesa, anoto mis datos  y me levanto, mientras un par de niños me miran atemorizados..

     

    • Yo se la daré a Santa.- El elfo de antes me quita el sobre y lo mete en su gran bolsa de correos.

    • Yo quería dársela personalmente.

    • Si quieres dársela en la mano, tienes que hacer la cola.

     

    Miro a donde el elfo me ha señalado y veo una enorme cola de unos 50 niños, acompañados de sus padres. Algunos riendo, otros llorando, otros más peleando… pero todos ellos desesperadamente ruidosos.

     

    Pero sin ningún plan a la vista...

     

    • No tengo prisa.

     

    El elfo rebusca en su bolsa y me devuelve mi carta, así que me coloco justo detrás del último niño y me pongo los auriculares mientras me dispongo a esperar mi turno.

     

    Sólo 15 minutos después ya creo que es el mayor error de mi vida o una especie de trailer del fin del mundo. Los niños gritan, se empujan entre ellos, corretean lejos del alcance de sus padres (lo cual en cierta manera me conviene porque pierden su lugar en la cola) y otros lloran porque tienen hambre, calor, o se aburren de estar tanto rato quietos esperando quién sabe qué.

     

    Yo permanezo inmóvil, sonriendo mientras escucho mi álbum favorito, hasta que noto a alguien observándome. Una niña de unos 4 años me mira con los ojos muy abiertos  y pestañea un par de veces, incrédula.

     

    • ¿Dónde está tu hijo?

    • ¿Cómo dices? - Me agacho un poco para escucharla mejor, y me quito los auriculares de las orejas.

    • ¿Vas a entregarle la carta de tu hijo a Santa?

     

    No puedo evitar que se me escape una carcajada.

     

    • No, yo no tengo hijos, ¿no ves que soy muy joven?

    • ¿Cuántos años tienes?

    • 17.

    • Uhhh… eres super viejo…- Agita sus manos escandalizada.

    • No soy viejo, soy un adolescente.

    • ¿Un qué?

    • Olvídalo.

    Me pongo de pie y trato de ignorarla, pero la niña tira de mi chaqueta con bastante fuerza.

    • Señor.

    • No soy un señor, soy un chico.

    • Señor, ¿los mayores también le escriben cartas a Santa?

    • Pues claro, si no lo hicieran, no tendrían regalos de Navidad.

    • Pero los mayores pueden comprarlos, no necesitan pedirlos.

    • Pero…

    • Los niños escribimos una carta porque no tenemos dinero para los juguetes. Los mayores sí.

     

    “Maldita niña comeollas”.

     

    • Algunas cosas no se pueden comprar con dinero.

    • ¿Como un hermanito?

    • Exacto.- Me cruzo de brazos, suspirando. “Al menos no es tonta del todo”.

    • Por eso le escribo una carta. Yo quiero un hermanito pero no se lo puedo pedir a mis padres porque no creo que lo puedan comprar.

    • Bueno, a lo mejor si te esfuerzas, ahorran lo suficiente para comprarte uno.

    • ¿Tú crees?

    • Seguro.

    • Sulli…- La que parece la madre de la niña la agarra de la mano y la hace caminar-. No molestes al señor.

    • Tranquila, no me está molestando.- En realidad sí, pero tampoco es que tenga nada mejor que hacer en este momento.

    • Señor… igual si tú le pides un hermanito de mi parte, siendo dos, nos hace más caso.

    • ¿Entonces tú me ayudarás con mi deseo?

    • ¡Vale! ¿Cuál es?

     

    “Un polvo épico de Navidad”.

     

    La madre de la niña parece haberme leído la mente porque la aparta de un tirón. Vaya, puedo hasta imaginarme mi cara de depravado por esa reacción. “Bah, me la suda”. “Y no se preocupe, la niña no me interesa”.

     

    Vuelvo a colocarme los auriculares y subo el volumen de la música para evitar las preguntas de la niña, que pega saltitos delante de mi para que la escuche, pero finjo estar muy ocupado revisando mis mensajes INEXISTENTES.

     

    “Ese cabrón de Jonghyun no me escribe”. Se lo envío a Tao, uno de mis amigos del instituto.

     

    “Se estará follando a otro”.

     

    Ten amigos para esto.

     

    “Gracias por los ánimos, cabrón”.

     

    Un empujón me hace avanzar unos cuantos pasos y tropiezo con el escalón del escenario. “¿Ya he llegado?”

     

    Justo antes de subir el escalón y llegar hasta el trono me fijo en el aspecto de este Santa : es bastante joven, muy risueño y resulta casi increíble que lleve horas con ese traje puesto manteniendo esa expresión. Debajo de la barba y la barriga falsa se vislumbran unos enormes ojos castaños y una tierna sonrisa infantil.  Me hace un gesto divertido al verme caminar hacia él.

     

    • ¿Estás acompañando a tu hermanito?

    • No, vengo solo.

     

    Me sitúo ante él y le entrego la carta, con desgana.

     

    • ¿Esto es lo que has pedido?

     

    Asiento, cansado y algo avergonzado.

     

    • No es demasiado complicado.

     

    Santa abre el sobre y lee rápidamente. Tanto, que nadie puede creer que realmente lo haya hecho.

     

    • Todo el mundo está pidiendo ese muñeco hoy, debe de ser muy famoso.

    • ¿Eh? ¿Qué muñeco?

    • El Comando Guerrero del Planeta MT. Dicen que de todas sus funciones, la mejor es que graba vídeos con su cinturón.

    • ¡Yo no he pedido esa mierda! - Le arrebato la carta y leo lo que parece ser la letra de un crío con un evidente problema de ortografía y una caligrafía propia de alguien que está empezando a escribir-. ¡Esta no es mi carta!

    • Menos mal, empezaba a pensar que eras retrasado o algo así.

    • ¿CÓMO DICES?

    • Digo que… se nota que esto lo ha escrito un niño pequeño.

    • ¡Maldito elfo! Como lo pille…

    • Está bien, ven aquí.

     

    Santa me agarra de la mano y me obliga a sentarme en sus rodillas.

     

    • ¿Qué estás haciendo? ¡Degenerado!

    • Deja de chillar, estás asustando a los niños.

    • Eso no asusta más que un adulto haciendo cosas con adolescentes.

    • No estoy haciendo cosas. Sonríe para la foto.

    • ¿Qué foto?

    Me gira la cara mientras sonríe forzadamente y un flash me ciega durante varios segundos.

    • Ok, cuéntame lo que quieres de verdad, ya que tu carta se ha extraviado.

    • ¡No se ha extraviado! Ese maldito bufón…

    • Es un elfo.

    • ¡Lo que sea! La guardó en su bolsa y ahora…. ahora…- Miro a mi alrededor-. Ahora no sé dónde estará mi carta, pero todo está escrito ahí.

    • Entonces explícame lo que habías pedido, para ver qué puedo hacer para cumplirlo.

    • Pff….

    • Después de la cola que has hecho, pensé que querrías contármelo, la verdad.

    • ¿Me has estado vigilando?

    • ¿Crees que un chico de 1.80 puede pasar inadvertido entre tantos niños pequeños?

    Le miro con desconfianza.

     

    • Eres un Santa muy raro.

    • Va, venga, cuéntamelo, se acaba el tiempo.

    • Vale.- Respiro hondo y lo suelto, sin más-. Quiero que mis padres me dejen en paz y pasar la Navidad fuera de mi casa. Eso quiero.

    • Oh… ¿una cita romántica?

    • Pse…

    • Uhhhh…

    • Sólo que no tengo a nadie con quien ir.

    • No puedo creerte.

    • ¡Está todo escrito en la carta!

    • Ok, no grites…

    • Es que… pfff.- Sólo recordar que Jonghyun no volverá hasta después de Año Nuevo me pone cada vez más y más enfermo-. Olvídalo, es una tontería.

    • Bueno, todos queremos pasar la Navidad con alguien especial.

    • Claro… Pero en mi caso…- No voy a contarle a este pervertido nada de mi relación con Jonghyun, me fío muy poco de sus intenciones-. Bah, qué más da.

    • Toma.- Noto algo entre las manos y me fijo en que es un bastón de caramelo.

    • No soy un niño.

    • Ya lo sé, pero seguro que te pone de buen humor.- Me acaricia el pelo con ternura y me obliga a levantarme-. Porque vamos, de peor humor es imposible que estés-. Se ríe, guiñándome un ojo-. Santa tendrá en cuenta tu deseo para Navidad y hará todo lo posible por cumplirlo.

    • Seguro…

    • ¡Feliz Navidad!

     

    Se despide agitando exageradamente su mano mientras desenvuelvo el caramelo y me lo empiezo a comer. “Ya pueden pagarle bien por decir todas esas estupideces”. Un elfo más amigable que el que extravió mi carta me da la foto que me acaban de sacar (a traición) y me río de mi cara de pánico sobre las rodillas de ese chico sonriente y absurdamente disfrazado.

     

    • ¿Qué hacías sentado en las rodillas de Santa? - Pregunta mamá, que aparece ahí cargada de regalos.

    • Negociábamos.- Me encojo de hombros y me dirijo al aparcamiento, arrastrando los pies.

    • ¿Y el regalo de Jonghyun?

    • No encontré nada.

    • Ash… nunca entenderé qué hace ese chico tan maravilloso con alguien como tú, no le mereces.

    • Bla bla bla...

    Me siento en la parte trasera del coche y cierro los ojos con la esperanza de quedarme dormido mientras saboreo el bastón de caramelo, que sorprendentemente está más rico de lo que imaginaba. No me apetece nada de nada escuchar el sermón de “tienes un novio perfecto y no le haces ni caso” de siempre porque mamá no tiene ni idea de lo capullo que puede llegar a ser cuando no está conmigo.

     

    25 de diciembre.

     

    Me levanto tarde, a pesar de que mis padres me habían advertido que tenía que ayudarles a preparar la comida, la mesa y la decoración para recibir a la familia en este día tan especial. La idea de estar rodeado de niños pequeños el día de Navidad (mientras mis primos mayores han conseguido escaquearse de esta abominación) es sobrecogedora.

     

    “Feliz Navidad, cariño, te quiero”.

     

    Casi destrozo el teléfono cuando leí el mensaje. El primero en 4 días.  Lo apago y lo guardo en la mesita de noche, sin responder nada para evitar una nueva pelea. Se supone que me iba a llamar, que iba a estar pendiente de mi todo el rato porque no soportaba tener que pasar aquellos días con su extravagante primo, pero me está ignorando completamente. No sólo no me ha llamado sino que apenas ha respondido a mis mensajes, y siempre horas después.

     

    • ¿En qué demonios estás tan ocupado, maldito cabrón? - Gruño. No me molesto en peinarme y bajo al salón, con el pelo todavía mojado por la ducha.

    • Ya era hora, ¿se puede saber qué hacías? - Mamá va y viene con bandejas llenas de comida-. Tus tíos van a llegar en 15 minutos y mira cómo estás.

    • ¿No se supone que ibas a ayudar? - Recrimina papá, también con las manos llenas de comida.

    • Me quedé dormido.

    • Sí, claro.

    • Tengo hambre.

    • Pues ni pienses que vas a comer algo antes de que llegue la gente.

     

    Antes de ni siquiera poder respirar, la casa está atestada de familiares que hace exactamente un año que no veía y tampoco se puede decir que echara de menos. Los niños disparan una especie de pistola de dardos con ventosas que aterrizan en la bandeja del pan, en la fuente de la ensalada, y en mi ojo izquierdo.

     

    • Hijos de puta....

     

    Me escondo en la cocina, fingiendo hacer algo aunque finalmente me siento en el mármol a descansar un poco del ruido que hay en el comedor. Encuentro un bote de pepinillos y empiezo a mordisquear uno con desánimo. Vaya mierda de día.

     

    • Ve a abrir la puerta, al menos, ¿no?

    • ¿Qué? - Mamá, en una demostración de fuerza sobrehumana, lleva el enorme pavo para 20 personas hacia la mesa, no sin antes girarse a repetirlo.

    • ¡Que abras la puerta, te digo!

    • Voyyyyyyyyyyy.- Me bajo del mármol y hago recuento mental-. ¿Pero quién falta? - Todos los pequeños diablillos están ya sentados alrededor de la mesa y mis tíos intentan escoger el lugar más alejado de la cocina para no tener que ejercer de camareros-. Diría que estamos todos.

     

    Abro la puerta, todavía con medio pepinillo en la mano, y me encuentro con un chico alto, moreno, extrañamente sonriente.

     

    • Hola.

    • ¿Qué vendes?

    • ¿Eh? Nada.

    • Pues aquí estamos teniendo una reunión familiar, o sea que…

    • Taemin, espera.- Sujeta la puerta antes de que se la cierre en la cara.

    • ¿Cómo me has llamado?

    • Lee Taemin.- Abro la puerta de nuevo y le observo un rato.

    • No te conozco.

    • Sí me conoces, del otro día en el centro comercial.

    • ¿Cuándo?

    • La carta.

    • ¿Qué carta?

     

    Busca algo en su bolsillo y me lo muestra.

     

    • Fue fácil encontrarte porque pusiste tu dirección.

     

    Y entonces caigo en que es la carta que escribí y entregué personalmente a Santa la semana pasada.

     

    • ¿Qué mierda…?

    • Dijiste que querías tener una cita en Navidad.

    • Aha.- Le miro, con la boca abierta.

    • Y aquí dentro leí que tu novio no se hace responsable.

    • Es un gilipollas.

    • Entonces no me queda otro remedio que cumplir tu deseo.

     

    Alarga su brazo hacia mi.

     

    • ¿Qué intentas?

    • Llevarte a una cita de Navidad.

    • ¿Estás loco? ¡No te conozco de nada!

    • ¿No era lo que pediste?

     

    Pestañeo, algo confuso. Pero al girar la cabeza y ver la algarabía del salón de mi casa, platos y vasos chocando y tintineando haciendo un ruido infernal, todo acompañado por un montón de agudas e insoportables voces de niños entonando canciones odiosas y repetitivas… me ayuda a tomar la decisión.

     

    Cojo mi abrigo y mi gorro y le empujo afuera.

     

    • Vamos.

     

    Escucho a lo lejos el grito de mi madre llamándome a comer, pero lo ignoro y cierro la puerta sin ni siquiera asegurarme de que llevo llaves.

     

    • ¿No vas a avisarles de que te vas?

    • No.- Me pongo el gorro y camino delante de él-. ¿Siempre haces esto de cumplir los deseos de la gente personalmente? Deben de pagarte muy bien.

    • No me pagan. Lo hago de forma voluntaria.

    • ¿Qué? - Paro de caminar y me río, mirándole como si acabara de decir una locura-. ¿Por qué?

    • Porque me gusta hacer feliz a los niños.

    • Pfff… no, si ya decía yo que eras un pederasta.

    • ¡No soy ningún pederasta!

    • Pues lo pareces.

    • Oye, ¿qué te pasa? ¿por qué estás tan cabreado con el mundo?

    • No te importa.

     

    Cruzo la calle, obligándole a seguirme.

     

    • Creía que yo te estaba llevando a ti.

    • Pues ya ves que no.

    • ¿A dónde vamos?

    • Lejos de aquí.

    Camino con decisión un par de calles, hasta que me giro a comprobar si el chico me sigue o se ha dado por vencido porque hace un rato que no me dice nada. Pero sorprendentemente sigue ahí, con una expresión bastante amigable a pesar de lo borde que he sido.

     

    • ¿Quieres que vayamos a comer algo?

    • Me muero de hambre.- Miro mi mano y veo que aún tengo el pepinillo a medio comer-. Anda.- El chico me lo quita de la mano y se lo come.- ¡Eh! ¡Era mío!

    • Ya no.

     

    Me agarra de la muñeca y me hace entrar en una hamburguesería.

     

    • ¿Vamos a comer una hamburguesa en Navidad? Eso es tan cutre…

    • ¿Prefieres otra cosa?

     

    El local está repleto de parejitas compartiendo batidos de fresa y dándose regalitos. Miro al chico y suspiro.

     

    • Tranquilo, está bien.

     

    El camarero nos conduce a una mesa junto a la ventana, decorada con una bonita planta de Navidad roja. Me siento y miro a través del cristal, la calle también está llena de parejas paseando.

     

    • Al menos ya no estás arrugando la frente.- El chico extraño me toca con el dedo índice y acaricia un poco la piel entre mis cejas.

    • Lo siento, es que odio la Navidad.

    • Nadie lo diría.- Sonríe.

    • ¿Cómo te llamas?

    • Choi Minho, un placer.- Extiende su mano y dudo un poco, pero termino aceptándola.

    • Encantado de conocerte, Minho. ¿Por qué no tienes a nadie con quien celebrar la Navidad?

    • Bueno… mi novio está muy lejos y no tengo posibilidades de verle en los próximos días. O sea que se me ocurrió que celebrarlo con alguien en mi misma situación sería… interesante.

    • Algo así como solidaridad navideña.

    • Algo así.

    • Pues me parece bien.

     

    Sonrío, por primera vez, y observo que Minho parece complacido.

     

    • Por fin veo algo que merece la pena.- Me sonríe de vuelta y se coloca la servilleta sobre las piernas, en un gesto elegante.

    • ¿Me estás tirando los trastos?

    • Eso sería incorrecto, ambos tenemos pareja.

    • Pues sí.

     

    Da un sorbo a su refresco y me guiña un ojo.

     

    ¿POR QUÉ ME ESTÁ GUIÑANDO UN OJO?

     

    • Después de comer podemos ir a ver el árbol del centro. Está precioso.

    • Anda, este año aún no he ido a verlo.

    • Entonces perfecto.

     

    Me fijo en que come con bastante apetito, pero con unos modales bastante pulcros, al contrario que yo, que me chupo continuamente los dedos porque mi hamburguesa no deja de chorrear todas las salsas que le he metido dentro y mi cara acaba pringosa y brillante por el aceite. Pero aún así Minho no me mira con cara de asco, sólo coge su servilleta y la pasa suavemente alrededor de mis labios.

     

    • Gracias.- Susurro, evitando mirarle, porque el contacto de la tela en mis labios, y sus dedos intuyéndose a través de ella, ha sido demasiado dulce.

    • Eres como un bebé.- Sonríe, y me hundo en mi silla sintiéndome un completo imbécil por no saber comportarme delante de alguien así-. Lo encuentro tierno.

    • No soy ningún bebé.- Protesto, arrugando el ceño de nuevo.

    • Ya lo estás haciendo otra vez.- Se ríe, tocando una vez más mi frente con su dedo-. Es ya una costumbre, ¿no?

    • Soy un gruñón.

    • Lo eres.

     

    Terminamos de comer y después de una lucha por pagar que parecía interminable (y acabó ganando Minho) decidimos que yo pagaré el helado más tarde, y así lo hago. Cuando llegamos al centro de la ciudad paramos frente al carrito decorado con muñecos de nieve y compramos un par de helados de chocolate.

     

    • No sé por qué me gusta tanto comer helados en invierno. La gente dice que es raro.

    • A mi también me gusta. Los helados están bien en cualquier época.

    • Estoy de acuerdo.

    Saboreo con cuidado el chocolate mientras me detengo en observar todos los detalles dorados del arbolito de Navidad que se yergue delante de nosotros.

     

    • Estás realmente impresionado.- Dice Minho, bajito, junto a mi oreja-. Tu cara brilla de emoción.

    • Me gustan las cosas doradas.- Me quedo hipnotizado con las luces-. Jonghyun dice que soy como una urraca.- De repente mi cara ha dejado de brillar.

    • Espero que tu novio se acuerde de ti la mitad que tú de él.- Aprieta mi hombro, reconfortándome.

    • A veces no sé ni a dónde vamos con esto.

     

    Doy la espalda al árbol y camino despacio fuera de la plaza, mientras Minho camina a mi lado en silencio durante un buen rato.

     

    • Yo nunca he visto a Kibum, ¿sabes?

    • ¿A tu novio?

    • Sí. Nos conocimos por internet. Él vive en Daegu y estaba ahorrando para ir a verle estas Navidades, pero toda su familia fue a visitarle y no pude ir.

    • Ohh… qué pena… ¿Sabes que mi novio también está en Daegu ahora mismo?

    • ¿En serio? Qué casualidad.

    • Había planeado un montón de cosas para hacerlas con él hoy.

    • No sabes cómo te entiendo.

    • Pero… ya que él no está y yo realmente tenía ganas de hacer todas esas cosas… ¿qué te parece si las hacemos juntos?

     

    Minho para de caminar y sonríe de un modo bastante sincero (o al menos así me lo parece).

     

    • Será un poco raro pero… creo que podría estar bien.

    • Seguro que sí.

    • ¿Haremos todo exactamente igual que si fuéramos una pareja de verdad?

    • Mmmmm… sí.

     

    Su sonrisa crece un poco más y pone sus manos sobre mis mejillas.

     

    • Perfecto.

     

    Y sin que me dé tiempo a analizar mis propias palabras, sus labios acarician los míos con suavidad, pero sin ningún tipo de timidez, lenta y cálidamente, y profundizando el beso cuando se lo permito.

     

    Algunos cuchicheos a nuestro alrededor hacen que nos separemos y miremos al suelo, algo avergonzados.

     

    • No me refería a eso.- Murmuro.

    • No te quejaste.- Me imita.

    • No me diste tiempo.

     

    Suelta una pequeña carcajada y apresa mi muñeca entre sus dedos. Empieza a caminar a paso rápido, obligándome a seguirle hasta lo que parece un pequeño laberinto hecho con arbustos pequeños que parece sacado de la película de “El resplandor” y que también forma parte de la decoración de la plaza.

     

    • Entremos.

    • Pero está cerrado.

     

    Lleva su dedo índice a su boca para que permanezca callado y abre una pequeña puerta, tan pequeña que nos tenemos que agachar para pasar a través de ella (pues está pensada para que sean los niños los que la usen)

    • Auch.- No es difícil adivinar que se ha dado con el marco en la cabeza, pero como la oscuridad es prácticamente total, no he podido verlo.

    • ¿Qué hacemos aquí?

    • ¡Chtsss! - Me tapa la boca con las manos-. No puedes hacer ruido.

    • Pues vaya plan.

    • Hemos venido a por tu regalo.

    • ¿Mi regalo? ¿Qué es?

     

    Una sensación fría y cálida a la vez se posa en mi cuello desnudo, y no tardo en descubrir que se trata de sus labios. Los desliza suavemente hasta mis hombros, bajando con sus manos un poco el cuello de mi jersey y lame con delicadeza mi clavícula. Un escalofrío me recorre y no puedo descifrar si es debido a la frialdad del clima exterior o a la calidez de Minho.

     

    • ¿Tienes frío?

     

    “Mierda, lo ha notado”.

     

    • No...- Jadeo, no queriendo romper el momento.

    • Ven aquí.

     

    Me encierra en un abrazo fuerte y puedo notar cómo todo mi cuerpo se calienta con el contacto. Mentiría si dijera que no me siento bien así.

     

    • Minho, esto no…

    • ¿No está bien?

     

    Me susurra al oído mientras una de sus manos ya se ha colado dentro de mi pantalón. Inconscientemente doy un paso hacia atrás, pegando mi espalda a los arbustos del laberinto, pero él no se separa.

     

    • Jonghyun…

    • Esta noche no existe nadie más. Ni Jonghyun ni Kibum.

     

    Introduce su otra mano para agarrar mis nalgas con decisión, mientras mis manos dudan acerca de si imitarle. Pero cuando noto el roce de sus dedos sobre la punta de mi pene, aún sin poder explicar en qué momento ha llegado ahí, me convenzo.

     

    Desabrocho la cremallera de su pantalón y rebusco en su ropa interior , algo húmeda, hasta dar con su miembro

    y hacerlo asomar fuera de los jeans. Intento ver algo en la oscuridad pero es prácticamente imposible, sólo los ojos brillantes de Minho me acompañan en la penumbra.

     

    Nos acariciamos sin prisa, notando nuestra piel caliente y con ganas, mientras nos fundimos en más besos, haciendo que la saliva resbale por la boca, el cuello, la nuca… Minho baja mis pantalones junto con mis boxers y rozamos nuestras erecciones, compartiendo algo de nuestros fluidos al hacerlo. Una de sus manos viaja despacio entre mis nalgas y tímidamente puedo sentir como un dedo se introduce, con el mismo cuidado, y se mueve dentro de mi.

     

    Voluntariamente me doy la vuelta y noto el pecho de Minho pegado en mi espalda, mientras suspira con un poco de desesperación al darse cuenta de que ya no le estoy tocando.

     

    • Hazlo.- Beso su mandíbula rígida y él separa mis piernas para obedecer.

     

    Y pese a que la postura y las circunstancias no favorecen a que sea completamente indoloro, me muevo en seguida para marcar el ritmo, que al momento nos descontrola y me agarro a las duras y frías ramas de los arbustos para mantener el equilibrio, no sin esfuerzo.

     

    Puedo escuchar la campana de la iglesia de la plaza mientras Minho y yo nos corremos escondidos en el laberinto infantil de la plaza central de la ciudad. Un abrazo cariñoso, un dedo acariciando mis pezones, ya adoloridos, y el sonido húmedo de su pene saliendo es todo lo que puedo registrar en mi cerebro, totalmente superado por el momento.

     

    • Feliz Navidad, Taemin.

     

    Me río, mientras recibo su beso en la mejilla, y me subo los pantalones.

     

    • Esto no es lo que yo quería.

     

    Se contagia con mi risa, mientras imagino que él también está recomponiendo su ropa.

     

    • No mientas, leí tu carta.

    • En mi carta no decía que quería un polvo en un lugar público el día de Navidad.

    • ¿No es mejor esto que “quiero que toda mi familia viaje a Marte en un vuelo de sólo ida”.

    • Jajajaja, tienes razón.

     

    Escucho la puerta abrirse y la luz me ciega durante unos segundos, mientras Minho tira de mi mano hacia el exterior del laberinto.

     

    • Vamos.

     

    Ya no hace frío en la calle. Casi no queda gente y es de noche. Los villancicos han cesado y las luces están casi completamente apagadas.

     

    Mientras tanto, nosotros caminamos en silencio rumbo a mi casa, imaginando qué tipo de explicaciones daré a mi familia por haber desaparecido en un día como este.

     

    • ¿Nos volveremos a ver? - Pregunto, sin más.

    • Depende.

     

    Odio que se haga el remolón pero reconozco que su sonrisa traviesa me gusta muchísimo.

     

    • ¿De qué?

    • De lo que pidas la Navidad que viene.- Me guiña un ojo y me besa una vez más, despidiéndose con la mano y descolgando su teléfono móvil, que lleva ya un buen rato sonando.- Hola amor.

     

    Veo cómo desaparece calle abajo y la tristeza me embarga, a la vez que un sentimiento de soledad repentino. “Ojalá no se hubiera ido”.

     

    Entro a mi casa sin ganas, soltando el abrigo sobre el perchero y extrañándome al desenrollar de mi cuello una bufanda que no recuerdo haberme puesto. “Es de Minho”. No puedo evitar olerla y poner una de esas caras ñoñas de protagonista de dorama al reconocer el perfume de Minho en ella.

     

    • ¿Dónde diablos estabas? ¡Nos tenías preocupadísimos!

    Mi madre me zarandea y me examina cuidadosamente para comprobar que estoy en perfectas condiciones.

     

    • Salí un rato.

    • ¡Maldita sea! - Papá viene gritando desde el salón-. ¿Se puede saber qué era tan importante para dejar a tu familia el día de Navidad?

    • Quería tener una cita romántica de Navidad.

    • ¡Pero si Jjong está en Daegu! - Insiste mamá.

    • Lo sé.- Aprieto la bufanda entre mis manos y me la vuelvo a colocar alrededor del cuello.

    • ¿Y eso de quién es?

     

    No contesto al interrogatorio y subo a mi cuarto, ignorando a toda mi familia, público mudo de la discusión que acabo de tener con mis padres. Ni los niños alborotan, ni mis tías cuchichean, ni las abuelas niegan con desaprobación a su desastroso nieto que, una vez más, no es lo que ellos hubieran querido que fuera.

     

    Me siento en la cama y suspiro, abochornado por los recuerdos recientes. Abro el cajón de la mesita de noche y recupero mi teléfono, lo enciendo e inmediatamente empieza a sonar, devolviéndome al mundo real.

     

    • Hola Jjong.

    • Hola, precioso. ¿estabas muy aburrido?

    • No tanto.

     

    Me tumbo sobre la cama. No soy capaz de sentir ni un ápice de remordimientos porque lo que ha pasado ha sido sencillamente increíble, de modo que escucho las explicaciones de Jonghyun sobre lo curioso que es su primo pequeño y me río imaginando cómo de mal se lo está pasando él en Daegu mientras yo recibo el mejor de los regalos de Navidad.

     

    Dos horas de conversación más tarde, me siento de nuevo, una semana después, en mi escritorio.

     

    Empiezo una vez más.

     

    "Querido Santa :

    este año me voy a portar muy muy muy bien porque ya he pensado en lo que quiero para el año que viene. Y va a ser difícil de conseguir.

    Taemin".

     

 

 

 

Notas finales:

Con dibujitos y mucho amor en... http://myfirstkissfanfic.wordpress.com/


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