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THILBO. por Eli97

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Notas del capitulo:

Los dialogos de los targos estan en cursiva para dar a entender que estan hablando en otra lengua.

9

LA ROCA PUNZANTE

 

Se hoyó un crujido entre los arbustos. El cielo de repente se oscureció y comenzó a crujir estentóreamente, iluminándose de rayos fugaces las grises nubes. Los targos habían estado tratando de rastrear a las criaturas que su amo quería. Pero estaban desubicados, aquella explosión de ondas blancas los había hecho perder la conciencia varias horas, y no sabían por dónde se habían ido. Se habían convertido en grandes perros negros, de ojos blancos y enormes patas pensando que así podrían seguir el olor de los malditos enanos antes de que Terot se enterara de que los habían perdido. Pero eso era imposible, había demasiada humedad en el aire y lo único que habían conseguido al volverse caninos había sido tener la nariz inundada con el olor a lodo y hierba mojada.

    —El amo lo sabe todo— Gruñó furioso uno de ellos, hablando en su tosca lengua — ¿Cuánto tiempo creen que tardara en saber que los hemos perdido?

— ¡Malditos hobbits asquerosos!— Gritó otro de ellos enseñando los afilados dientes. Luego de inútiles intentos por encontrar de nuevo el rastro, dejaron de buscar y se reunieron en un claro. El aliento fétido que despedían salía de sus hocicos como locomotoras y se evaporaba en el aire. 

     — ¿Cómo supieron esos malditos que arma usar?— Preguntó un gran perro que acababa de llegar —, ¿Cómo es posible que poseyeran esa clase de hechicería?

Ninguno supo contestar. No sabían la respuesta, así que permanecieron mirándose unos a otros, lanzando bocanadas de vapor al aire, tratando de encontrar una respuesta.

 —No era hechicería— Reflexionó uno de ellos con extrema severidad.

     — ¿Qué era entonces? —Inquirió otro, todos se volvieron hacia quien debía dar la respuesta a esa pregunta.  El líder lanzó un gruñido al aire y paseó la mirada por todos los targos que lo rodeaban.

    —Era magiaUn coro de gemidos de sorpresa y enojo inundó el claro.  Los targos aborrecían la magia, al igual que aquellos que la practicaban.

     — ¿De mago?

—Claro tonto – Soltó –, solo los magos tienen el poder para usar la magia.

Pero…— Comenzó a hablar otro targo incorporándose –…el de la espada no era un mago… era un asqueroso enano.

  — ¡Sí!— Gritaron todos al unísono— ¡Es cierto!

     — ¡Inútiles!— Bufó el líder exasperado, dando vueltas en su sitio, pensando mientras los demás lo miraban expectantes — ¿No se dan cuenta?.... quiere decir que un mago los está ayudando.

Nuevamente el claro se inundó de furiosos alaridos, pero antes de que alguien hubiera podido decir algo más, a lo lejos se oyó el estruendoso aleteo de un ave oscura que se acerba hacia donde estaban, era el targo que habían enviado para que inspeccionara el bosque. Todos se volvieron hacia él. Justo en el momento antes de aterrizar, dio un giro en el aire convirtiéndose en hombre y calló ágilmente sobre sus pies en el pasto. Ninguno de los espectadores se sorprendió en lo más mínimo.

    —Habla ya, ¿Qué encontraste?— Le exigió el líder.

Encontré el rastro – Anunció el recién llegado hinchiendo el pecho orgulloso.

Los demás targos sonrieron, contentos. Su amo ya no los castigaría.

     — ¡Vamos!

Gritó y al instante todos saltaron en el aire convirtiéndose en enormes aves negras de ojos lechosos y se pusieron en vuelo. El recién llegado los imitó dando una vuelta y alcanzándolos en forma de ave. Como una enorme parvada de aves que migran cubrieron por unos instantes el grisáceo cielo que se iluminaba fugazmente de blanco por los relámpagos.

Llegaron a un camino de hierba cubierto por las copas de los árboles, y al aterrizar se convirtieron en grandes perros nuevamente.  El targo que había hecho el hallazgo señaló  hacia una afilada roca en el suelo a unos cuantos pasos, cubierta de sangre fresca que brillaba y un pequeño rastro de esa misma sangre. El líder sonrió malvadamente de oreja a oreja enseñando su blanca y amenazante dentadura. Se acercó a la roca punzante y le dio un lengüetazo para degustarla.

Se volvió hacia el grupo.

               —Son ellos – Anunció. Comenzaron a olfatear minuciosamente y en menos de dos segundos uno de ellos gritó.

      — ¡Por allá!— Señaló con la nariz  hacia el este, y todos, sin dudarlo se pusieron en marcha gruñendo y bufando bajo los relámpagos de un cielo atormentado.

No podían convertirse en aves e ir volando, pues, aunque sería más rápido y ganarían más terreno, el rastro estaba en el suelo y era escaso;  si iban por cielo lo perderían nuevamente.

Cuando Bilbo Bolsón despertó se había sentido diferente, aquel vacío se había llenado, pero a la vez estaba esa sensación de extrañeza que se manifestaba como un ligero zumbido que no paraba de retumbarle en la cabeza; aquella vocecita fastidiosa repitiendo la misma frase una y otra vez << No es normal, no es normal >> Era una guerra constante consigo mismo, ¿Por qué no podía dejar de pensar en eso? ¿Porque el único impedimento de poder estar junto a Thorin plenamente era esa idea misma?

En eso pensaba mientras junto a Danief y Thorin, caminaban tan rápido como podían por el bosque que los rodeaba. Había un brillante sol en el cielo y eso los mantenía tranquilos. La herida del pie ya no le dolía tanto, había comenzado a sanar.

Danief había propuesto que sería más sensato no ir por los caminos pero sí estar cerca de ellos pues así no se perderían. Lo que Danief no sabía era que Thorin era experto en los mapas y prácticamente perderse no era una acción que realizara a menudo, pero éste había aceptado su propuesta y se habían puesto en marcha, permaneció a un lado de Bilbo en todo el camino desde que habían bajado por la levadura del bosque hacia el bosque, mirándolo a veces de soslayo y sonriéndole cuando éste lo miraba también. A veces observaba su mano, siendo engullido por la ansiedad de estrecharla y caminar así hasta Erebor  << Tal vez Bilbo piense que es muy pronto >> Pensaba. Pero al mismo tiempo pensaba que tomarse de la mano era algo muy de parejas de hombre y mujer, y que a lo mejor era eso en lo que Bilbo pensaba cuando alejaba ligeramente la mano cuando Thorin la rozaba contra la suya, como tratando de hacerle una invitación a estrecharse a la que él siempre se negaba.

Mientras, Danief caminaba atrás de ellos, de repente se sentía extraño, pues sabía que a Thorin le habría encantado haber hecho ese viaje a solas con Bilbo.  Veía como Thorin moría por andar de la mano con Bilbo, y éste se negaba muy gentilmente;  todo sin decir una sola palabra, solo el sonido de las ramas y hojas que crujían bajo sus pies era lo que se escuchaba. No se habían besado. A pesar de que se habían confesado mutuamente que se gustaban, no había sucedido ninguna otra clase de contacto. A Danief le habría encantado que aquello sucediera, jamás lo había visto y sería algo muy excitante de ver. Thorin se sentía insatisfecho en ese aspecto, deseaba con ansias acercar sus labios a los de Bilbo y probar el sabor de su boca, pero Bilbo por otro lado tenía miedo de que aquello llegase a pasar, ¿Y si no le gustaba? ¿Y si lo hacía mal?

Bilbo jamás había besado a nadie. A decir verdad, nunca se había sentido atraído por alguien más de ninguna forma, Thorin era la primera persona por la que podía llegar a sentir que su corazón bombeaba sangre más rápido y se le aceleraba la respiración.  Y desde que se habían dicho que se gustaban en aquella cueva esa sensación se había hecho más fuerte.

Los tres se detuvieron en seco al escuchar unos murmullos, como una multitud pululando no muy lejos de donde estaban. A Danief los nervios se le pusieron de punta, ese mismo tipo de sonido lo había escuchado en Bolsón Cerrado antes de que los targos los atacaran desde fuera de la casa. Thorin y Bilbo desenfundaron sus espadas al unísono al tiempo que recorrían el bosque con las miradas alertas.

    —No son ellos— Afirmó Bilbo bajando la espada. Thorin se volvió hacia él.

— ¿Cómo lo sabes? –Bilbo alzó ante la mirada del enano a Ardor, su espada, a modo de respuesta.

 —No está parpadeando — Explicó al ver que Thorin no había comprendido –, cuando los targos nos atacaron en mi casa comenzó a parpadear. Las espadas élficas brillan cuando hay orcos cerca – Hizo una pausa para reflexionar—, supongo que también sirve con los targos.

Thorin miró hacia el cielo para comprobarlo, seguía igual de claro y azul que cuando despertaron. Asintió satisfecho y bajó la espada también. Volvieron a escucharse la multitud de voces esta vez acompañadas del relinche de más de un poni y el repiqueteo de sus espuelas. Eran personas, Danief razonó un poco y trazó en un mapa imaginario la línea de lo que habían recorrido hasta ese momento y supo de qué se trataba.

     —Son mercaderes… esta es una de las rutas que… — Se detuvo, Bilbo y Thorin lo miraron extrañados. Un pensamiento se cruzó por su cabeza y reaccionó.

Era una de las rutas por las cuales muchos mercaderes de La Comarca pasaban para ir a los pueblos más alejados.  La había tomado con su padre un par de veces. Había una posibilidad de que él estuviera allí.

Sin pensarlo dos veces se echó a correr hacia donde estaba el camino. Ni siquiera escuchó los gritos de Bilbo y Thorin llamándolo alarmados sin saber por qué había salido disparado de repente. Corrieron tras el para alcanzarlo, Bilbo necesito de la ayuda de Thorin pues la herida que aún no terminaba de sanar no le permitía correr tan rápido. Thorin estuvo tentado en cargarlo, pero sabía que Bilbo no se lo permitiría.  Mientras Danief no podía pensar en nada más que poder abrazar a su padre. No consideró que si lo hacia su olor con el de él podrían mezclarse y poner en peligro la vida de su padre también. Ni siquiera se dio cuenta del momento en que apareció frente a él un carruaje de madera, hasta que chocó contra ella y cayó fulminado en el suelo terroso del camino alzando una nube de polvo café.

     —Wow— Se escuchó, y el carruaje se detuvo — ¿Qué setas ha sido eso?

Tras ella un sonoro coro de quejas se escuchó.

   — ¿Qué pasa? ¿Por qué se detienen?

  — ¡Avanza!  ¡Vamos!

Danief recobró la conciencia y se sentó en el duro suelo, se llevó la mano a la cabeza para sobarse en donde más fuerte le había impactado. Desde el sillón de mando se asomó una rojiza y fofa cabeza.

    — ¿Estás loco muchacho? – Le espetó el cochero, enojado – Te pude haber atropellado.

Los conductores de los otros carruajes seguían gritándole al hombre que se moviera y a Danief que era un imprudente.

      —Lo siento – Dijo el Hobbit aun sobándose la cabeza.

—Tranquilos, tranquilos – Les dijo el conductor a quienes iban dentro de su carruaje –Es solo un muchacho loco que se chocó contra nuestra carrosa.

 — ¡Danief! – Le gritó Bilbo al llegar. Thorin apareció tras él  — ¿Estas bien?

— ¿Lo conoce? – Preguntó el hombre del carruaje.

    —Si — Contestó Bilbo –, eh… Se ha asustado  con una ardilla y ha salido corriendo — Mintió forzando una sonrisa.

El Hobbit fofo lo miró de pies a cabeza negando con la cabeza desaprobatoriamente.

  — ¿Quién es él? —Preguntó súbitamente, percatándose de la presencia del enano y cayendo en la cuenta de que no era un Hobbit — Un forastero — Se alarmó entornando los ojos.

    —No, no — Se apresuró a decir Bilbo.

—Un ladrón – Seguía diciendo el conductor.

    —Le digo que no – Replicó el mediano – Es un viajero… vino a conocer Hobbiton y se ha perdido.

El mercader desde su asiento soltó una alarida risa burlona.

     —Que tonto— El rostro de Thorin se oscureció y miró al mercader con enojo – Anda ya… vuelvan a su carrosa, que se nos hace tarde.

Dijo y ondeó la fusta para que el poni que jalaba la carrosa avanzara, el cual, dando un agudo relinchido se puso en marcha. Los demás carruajes de la formación pudieron avanzar.  Bilbo y Thorin ayudaron a Danief a levantarse, que seguía sobándose la cara, roja como un tomate mientras escudriñaba cada uno de los carruajes que pasaban para ver si no pasaba el de su padre, pero no estaba ahí. Eso lo hizo sentir decepcionado y triste.

Los tres personajes ya se disponían a alejarse del camino cuando escucharon que les llamaban.

    —Oigan ustedes – Eran dos muchachos  de cabello más claro y no tan rizado. Su carrosa era la última de la caravana y se habían detenido, eran una chica y un chico, este ondeaba la mano en el aire y los miraba sonriente,  la chica que llevaba la cuerda del poni también los miraba. Hicieron a su carrosa retroceder para quedar frente al trio. Thorin soltó un bufido de exasperación.

    —Valla golpe el que te diste – Dijo la chica deteniendo el carruaje ante ellos — ¿Estas bien?

—Sí, estoy bien— Contestó Danief – Gracias.

— ¿A dónde van? – Quiso saber el chico – No son mercaderes, ¿Verdad?, no se subieron a ninguna de las carrosas. ¿Son viajeros?

   —Eso no te incumbe — Espetó Thorin tomando a Bilbo del brazo, para que se alejaran, pero Bilbo se soltó y le lanzó una mirada severa. Había sido muy grosero.

      — ¿Por qué preguntas?— Dijo. La chica y el chico se miraron y sonrieron.

 —Ya nos hemos encontrado con Hobbits viajeros antes – Contestó la chica – Podemos llevarlos a donde vamos nosotros.

A Thorin no le pintaba bien aquello. Tanta gentileza no podía ser posible. Pero Danief y Bilbo eran Hobbits, sabían que los Hobbits se tenían confianza unos a otros sobre todo porque no solían hacer cosas indebidas.

   — ¿En serio?

—De verdad – Sonrió el chico— Nos gusta darles aventón a los viajeros, siempre tienen buenas historias que contar.

Bilbo miró inquisitivo a Danief y luego a Thorin, a quien le sostuvo la mirada, sabía lo que el enano pensaba, no tenía la suficiente confianza. Pero Bilbo si confiaba, y se lo hizo saber dedicándole una sonrisa.

  — ¿No creen que si nos unimos a ellos los targos los van a olfatear como conmigo?— Susurró Danief a Bilbo y Thorin – Pondríamos en peligro a toda esta gente —  Thorin pensó en esa posibilidad, pero negó con la cabeza.

    —Si pero ellos son muchos – Contestó, y Bilbo sonrió – Nuestro olor se combinará con el de ellos, el de los ponis y también con el de su mercancía. Es probable que se confundan.

Ambos asintieron y Bilbo se volvió hacia los chicos.

    —De acuerdo— Muchas gracias.

Contestó, y sin más, se subieron por la parte trasera del carruaje. En el cual, había apiladas unas sobre otras montones de cajas de madera que tenían escrito con tinta negra Cubiertos de Variedad.

Los chicos se volvieron hacia ellos cuando terminaron de acomodarse.

—Yo soy Andon Salumba – Se presentó  extendiendo la mano – Y ella es Nindi.

La chica extendió la mano. Y uno por uno se fueron estrechando. – Somos hermanos.

—Bilbo Bolsón –Se presentó – Y ellos son Danief Vilnicua y Thorin.

Thorin no los miró. Ambos hermanos sonrieron y asintieron.

     — ¿Estas bien?— Preguntó Andon señalando la herida de Bilbo con los ojos.

—Sí, esta sanando – Respondió Bilbo.

Andon sonrió satisfecho, se volvió hacia el camino, y Nindi ondeó la fusta y el poni se puso en marcha.

  —Y bien, ¿Cuál es su historia? —Preguntó ella sin volverse. Thorin, Bilbo y Danief se miraron unos a otros, no supieron que contestar.

 

 

Notas finales:

1: Recuerden que Bilbo (en la pelicula) nombro Ardor a la espada que había encontrada en el tesoro troll en la entrada de Rivendell.

 Capitulo corregido.


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