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THILBO. por Eli97

[Reviews - 73]   LISTA DE CAPITULOS
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Notas del capitulo:

Este es el onceavo capitulo, nuevamente me discupo por tardar en subirlo.

Para compensarlo intenté escribirlo lo mas largo que pude.

:D

He leido su reviews y creanme que me da mucha alegria que les guste, porfa, dejenme reviews largos, me fascina saber lo que opinan de lo que escribo.

11

ESFERAS EXPLOSIVAS

 

Cuando Bilbo soltó un gritito al aire y se cubrió con las manos la boca, Danief se exaltó y rápidamente se volvió hacia donde el hobbit estaba mirando. Lo primero que pensó al ver que aquel grupo de cinco enanos armados hasta los dientes, fue en que eran ladrones, pero distinguió entre la mata de melenas la de Thorin, y su rostro impasible entre las expresiones sonrientes de quienes lo acompañaban.

Supo entonces quienes eran.

   (- Éramos trece en total, contando a Bilbo y yo, doce enanos y un nervioso hobbit. La compañía de Thorin escudo de roble.

Había recitado el rey enano mirando hacia la luna cuando Thorin le había contado la historia de su aventura con el dragón Smaug afueras de la cueva, hacia algunas noches.)

Pero Danief solo pudo contar cuatro enanos,  cinco con Thorin.

La impresión consumió la expresión de Bilbo, pero el hecho de que no apareciera toda la compañía le desconcertó en gran medida. Supo que no debía preocuparse, los rostros de sus viejos amigos solo expresaban felicidad.

Caminó lento, con una sonrisa dentada de oreja a oreja, para encontrarse con ellos. Aquellos con lo que había luchado. La compañía de Thorin Escudo  de Roble. El primero que lo estrechó entre sus brazos con una fuerza propia de un enano fue Bofur, a quien le tenía un especial cariño, le siguió Fili, luego Kili, y por ultimo a Ori, que casi pudo rodearlo entero con sus brazos, pues su delgadez le superaba. Cruzó una mirada a manera de saludo con Thorin, que hasta ese momento esbozaba una sonrisa pero al ver que Bilbo lo miraba, aquella sonrisa se torció en una mueca.  Lo cual a Bilbo le preocupó. Pero aquello no era la prioridad en ese momento.

Dispuesto a averiguar la razón por la que no había llegado la compañía completa.

      -¿Por qué no han venido todos?- Preguntó Bilbo, recorriéndolos a todos con la mirada sin poder aguantar la sonrisa.

    -Tienen muchas obligaciones en Erebor – Respondió Kili dando un paso al frente – Insistieron realmente en venir, pero no podían abandonar el reino.

Bilbo asintió; entendía perfectamente, sabía que los enanos se tomaban muy enserio sus obligaciones. Se convenció a si mismo de que seguramente, habrían deseado mucho llegar a verlo y reencontrarse. Se imaginó un escena en la que Thorin, con su corona en la cabeza y vistiendo una elegante capa de piel, les ordenaba quedarse en el reino y cumplir con su deber. Algo parecidos eran los hobbits a los enanos, cuando se trataba de compromisos, eran las criaturas más confiables sobre la tierra media.

Se acordó de pronto de Danief, que había estado contemplando la escena desde lejos, tratando de no hacerse notar mucho, completamente aislado.

El hobbit le sonrió, el cargador le correspondió el gesto.

<<Mierda>>

Pensó el cargador cuando vio a Bilbo ir en su busca.

     -Vamos – Le dijo – Querrán conocerte.

El cargador se dejó llevar del brazo.

   -Escúchenme todos – Exclamó Bilbo acercándose a donde se asentaba la compañía, todos voltearon hacia Bilbo y vieron como éste arrastraba a un desconocido. Danief se puso colorado, no solía gustarle que mucha gente se le quedara mirando al mismo tiempo. Pero lo soportó.

      -Él es Danief Vilnicua, amigo mío y de Thorin – Le lanzó una mirada fugaz al rey, que mostraba una expresión de seriedad que a Bilbo le alarmó, pero ocultó- Es un nuevo miembro de la compañía.

Todos lo miraron con detenimiento, curiosos.

   -Danief –Ahora le habló al hobbit – Ellos son, Bofur, Fili, Kili, y Ori,

    Hubo un momento de silencio, mientras todos esperaban la reacción de todos.

   -Eh… Hola – Saludo Danief, sin saber que más decir. E inesperadamente, los enanos se abalanzaron sobre él para estrecharlo todos entre sus brazos soltando gritos de alegría.

Las reacciones que tenían los enanos a veces desconcertaban a Bilbo, realmente nunca podías saber cómo iban a tomar lo que uno les dijera.

    -Dos saqueadores – Decia Kili – Eso sí que es suerte.

Bilbo se apartó de la masa que se había hecho entre el farfullo de cuerpos para no ser accidentalmente tirado. Y entonces se encontró con Thorin, que, con una sombra cubriéndole el rostro, miraba a Bilbo profundamente, como si hubiera hecho algo malo o lo hubiera traicionado de alguna manera.

  -Hola – Saludo el mediano, esbozando una sonrisa – ¿Sabías que venían?

Pero Thorin no contestó, se miró los zapatos antes de volver a dirigir la mirada hacia Bilbo.

-          Tenemos que hablar-Espetó.

Fue el tono de su voz lo que le hizo sentir temor. No por lo que Thorin pudiera hacer, sabía que jamás lo lastimaría, (la última vez que Bilbo se había lastimado, Thorin casi quería castigarse así mismo, y ni siquiera había sido su culpa) más bien por lo que podía decir.

    -Ven conmigo – Le dijo Thorin sin sonreír o mostrar alguna expresión aparente, y sin esperar a que Bilbo le contestara, lo tomó dela muñeca y lo arrastró al interior del bosque.

Danief vió sobre las cabezas de los enanos a Thorin y Bilbo adentrarse en el bosque y alejarse. Lo cual lo alarmó, pero ni siquiera le dio tiempo de ir tras ellos y rogarles que no lo dejaran solo, pues los cuatro guerreros ya habían empezado a bombardearlo con preguntas.

Bilbo no se atrevió a decir nada, ni a quejarse del dolor que le proporcionaba la fuerza con que Thorin lo aferraba. De repente se sintió invadido por el miedo. Ya no estaba tan seguro de lo que Thorin podía llegar a ser capaz de hacer. Poco a poco, el sonido alegre de la compañía se fue perdiendo entre la lejanía mientras más se adentraban en el bosque.

Durante unos minutos, esquivando arbustos y rocas enromes, parecía que Thorin ni siquiera sabía a donde ir.

Frente a un gran y frondoso árbol, cuyas gruesas y vertiginosas raíces eran iluminadas por los finos rayos de sol que se filtraban entre las aberturas de las copas de los árboles, Thorin por fin se detuvo.

No se volvió para mirar a Bilbo, que se había quedado parado tras él, guardando distancia. Thorin miraba el pasto bajo sus pies, como este cedía al peso de sus suelas.

-Tuve un sueño, Bilbo – Comenzó a decir Thorin por fin  con un tono misterioso, sin voltear a ver a Bilbo. Oculto de la vista de Bilbo, el enano ahora jugaba con uno de los botones de su capa – Solo que no estoy seguro de que fuera un sueño realmente.

    -¿Qué era entonces?

Preguntó Bilbo perplejo. Se acercó lentamente hacia Thorin, y bajo sus pies desnudos crujieron algunas hojas secas. Thorin se encogió.

    -Tengo que preguntarte algo, pero necesito que seas totalmente honesto… que me respondas con la verdad.

Bilbo frunció el ceño.

       -¿Acaso he hecho algo malo? – Rió, pero Thorin se limitó a gruñir débilmente aun de espaldas hacia Bilbo <<Tonto, no es momento de bromear >> Pensó Bilbo. Se aclaró la garganta para darse seriedad al mismo tiempo que se erguía un poco – Adelante, pregunta.

Thorin tardó unos segundos antes de dejar el botón de su capa y volverse completamente hacia Bilbo, decidido a enfrentarlo, a sacarle toda la verdad y poner las cosas en claro. Pero en cuanto se encontró con el rostro del mediano, iluminado por los finos rayos del sol, todo su valor se fue en picada. << Maldita sea >> Era una maldita debilidad estar aferrado al corazón de alguien.

Hinchió el pecho de aire e intentó envolverse de valentía nuevamente.

<<1…2…3…>>

 -¿Sucedió algo entre tú y yo en Erebor? – Preguntó posando una profunda mirada sobre Bilbo.

Pero éste no lo entendió. Tardó unos segundos a que la escena que con tanto celo había mantenido oculta le llegase nuevamente a la mente, y de repente pudo recordarla con una claridad sorprendente. Los ojos de Bilbo se abrieron como dos naranjas, y Thorin supo que lo había recordado. Era verdad, había sucedió, sus labios ya se habían tocado antes, esos finos pliegues rosados ya habían tocado los labios de Thorin, y él ni siquiera lo recordaba.

-¿Te refieres a….?

Bilbo no quiso terminar la frase. Pero para Thorin, Bilbo ya no necesitaba decir nada. Miró con una gran profundidad al mediano.

      -Entonces es cierto – Dijo Thorin más para sí mismo que para Bilbo.

Hubo unos segundos de silencio, solo reinado por el trillar de las aves y el crujir de un bosque antiguo. <<Los árboles siempre están escuchando >>

Entonces, en un repentino ataque de ira, todo pensamiento en la cabeza de Thorin llevó a indicar una sola cosa.

   -¿Por qué me lo ocultaste? ¿Por qué no me dijiste?

Ni siquiera pensó lo que había dicho, simplemente se le había resbalado de la lengua de una manera tan agresiva que Bilbo nunca se hubiera imaginado.

Bilbo quedó petrificado, con los ojos entornados, abiertos como dos enormes naranjas de la impresión.

-Thorin yo….

 Trató de explicar el hobbit, pero Thorin había explotado. ¿Por qué se lo habría de ocultar? ¿Era acaso que a Bilbo le daba vergüenza admitir que entre ellos dos había algo? ¿Qué era?

       -Entiendo    que sea difícil para ti– Espetó Thorin, acentuando la palabra “difícil” de manera sarcástica– Debe ser muy duro tener que demostrar tan siquiera un poco de afecto, ¿No?

Bilbo no supo que decir, las palabras se le hicieron nudos en la boca.

    -Debe ser taaaan difícil para ti ser un completo indiferente que incluso decidiste ocultarme que ya nos habíamos besado antes, ¿No?

<< Mierda >> Pensó Bilbo, y se llevó la mano a la boca. Quedó completamente noqueado mentalmente. No sabía que decir.

     -¡Dime algo, maldita sea! – Le gritó Thorin con los puños contraídos - ¿Realmente te interesa estar conmigo? Dímelo, dime que te disgusta, ¡DIME LA MALDITA VERDAD!

Pero Bilbo solo podía negar ligeramente con la cabeza

      -¡Vamos! ¿Por qué me lo ocultaste? ¡Háblame, hijo de…!

Tomó al desubicado hobbit de los hombros y lo zarandeó salvajemente. Tan herido se sintió el mediano que se había bloqueado completamente. Thorin jamás le había hablado de esa manera.

   -¡Vasta! – Lo detuvo Bilbo alejándose de él – Tienes que tranquilizarte, por favor, no es lo que tú crees.

-¿Qué? – Thorin se había puesto rojo, Bilbo sabía que se estaba conteniendo las ganas de llorar - ¿Lo vas a negar?

  -¡No! – Se apresuró a decir Bilbo, y se aceró nuevamente – Pensé que lo habías olvidado, pensé que ese recuerdo se había ido junto con el mal del dragón, y no vi necesario decírtelo.

Explicó, pero Thorin no comprendía.

     -Pero ¿porque? ¿Por qué me ocultaste algo tan importante como eso? ¿Es que acaso no quieres nada conmigo? ¿Acaso te desagrado tanto que ni siquiera quieres tocarme?

Bilbo se sintió indignado

   -¿De qué hablas? ¡Por supuesto que no!

-¿Entonces? Dime la verdad, por favor.  

   -¿Por qué es tan importante para ti? - Dijo Bilbo - ¿Por qué te enojas tanto si es solo un recuerdo?

-Porque…. - Respiró profundo - Yo trato de que sea fácil para ti – Miró al suelo- Pero solo puedo sentir que te alejas, y me lastima, porque me hace pensar que no te importa…

Thorin ya no quiso continuar, solo se estaba exponiendo. Miró a Bilbo y vio como sus ojos se inundaban, como una tormenta en mar abierto; incontenible y feroz.

  -No llores por favor.

Ordenó Thorin, apartando la mirada del hobbit. No podía soportar verlo así. Pero Bilbo no podía evitarlo, petrificado sobre el lugar en que estaba parado, miraba al enano, dolido.

    -Thorin – Dijo débilmente enjugándose las lágrimas – Lo siento….

El rey bajo la montaña, perplejo se volvió hacia Bilbo.

-Lo siento – Continuó – Perdóname, debí saber que sería para ti tan importante lo que sucedió en Erebor, pero…solo no quise contarlo porque quería que la primera vez…fuera especial.

    -¿No fue especial para ti lo que paso en Erebor?- Dijo Thorin suavemente, se incorporó, repentinamente tranquilo. Las palabras de Bilbo habían hecho que su ira se desvaneciera. Dio un paso más cerca de Bilbo.

-No… porque cuando pasó, tu estabas hipnotizado por ese tesoro –Hizo una pausa y miró directo a los ojos de Thorin – No creí que fueras capaz de amar tan arduamente algo más en ese momento. Estaba inseguro…. Simplemente no quería que todo aquello que hacías por mi fuera otro efecto más del mal del dragón.

Se limpió la última lágrima con el brazo.

   -Bilbo – Dijo Thorin y se acercó más al hobbit, que estaba encogido en su mismo lugar.  

-Perdóname – Siguió diciendo el mediano – Nunca quise causarte tanto dolor con mi indiferencia, fui un idiota…

Thorin seguía acercándose. Con la cabeza baja, cuando estuvo lo suficientemente cerca, tímidamente tomó la mano de Bilbo, primero rosó suavemente sus dedos con los de él, como si hubiera perdido el derecho de hacerlo al tener aquel ataque de ira y estuviera pidiéndolo de nuevo, Bilbo cedió sus manos enteras y permitió al enano acercarse aún más, hasta que sus frentes se encontraron unas otras y ambos pudieron alzar sus miradas y encontrase la del otro al mismo tiempo. Ninguno de los dos habría podido describir ese momento, pero ambos sabían también lo que iba a pasar a continuación. Thorin humedeció sus labios, y el anhelo de ese sabor perdido entre sus recuerdos se le volvió una necesidad.

Algo en el cielo retumbó de repente, un relámpago, que hizo que del susto los dos personajes se separan de un brinco. Los rayos del sol ya no iluminaban más a Bilbo ni a Thorin. El cielo estaba completamente ennegrecido por nubladas nubes. Bilbo instintivamente se llevó la mano hacia la funda de su espada y al sacarla vio con espanto como ésta resplandecía con su luz azul parpadeante.

Thorin y Bilbo se miraron aterrorizados.

   - Targos – Se dijeron al unísono.

Como flechas, se echaron a correr hacia donde se había quedado la compañía. Bilbo pudo escuchar el sonido de mil aleteos que se aproximaban hacia ellos. Abriéndose paso éntrelos arbustos, corrían tan rápido como sus piernas les permitían, y en la desesperación, Thorin no se fijó en una rama que sobresalía de la tierra, su pie quedó atorado en ella y éste calló de boca produciendo un golpe seco.

    -No te detengas – Le dijo  a Bilbo que se había regresado en cuanto vio a Thorin ceder al suelo, éste inmediatamente comenzó a levantarse.

-¿Estás loco? – Contestó Bilbo tendiéndole la mano y ayudándolo a ponerse de pie nuevamente – Anda vamos.

Se echaron a correr, escucharon el desvainar de múltiples espadas a lo lejos, y eso solo podía significar una cosa

    -Mierda – Dijo el enano entre dientes y apresuró el paso aún más, el pánico lo había invadido.

 

 

El olor no podía ser más claro, aleteando con una fuerza incrementada por las ansias de venganza, la enorme parvada de targos, cubriendo la luz del cielo como un eclipse, vio por fin aquel grupo de enanos asquerosos que habían estado siguiendo.

El jefe de la parvada, saboreo con avidez el aroma que desprendía el pánico de sus pieles.

   -¡Ah!- Graznó malvadamente arrugando la nariz - ¡Ahí están!

-¡Si! – Gritaron algunos. Excitados por la proximidad de la muerte. Lo único de que deseaban era descuartizar aquellas criaturas horribles y arrastradas.

     -¡No los maten! –Advirtió de repente el jefe –Yo igual quiero descuartizarlos por lo que nos hicieron

Explicó, ansiando saborear la sangre de aquel enano azabache. Se pasó la lengua por los dientes blancos y afilados, furioso de no poder hacerlo.

   -El amo los necesita vivos.

-Pero su señor solo dijo que necesitaba dos – Razonó uno a lo lejos – Podemos matar a todos menos a dos.

El jefe de la parvada curveo aquella aleación de trompa y pico que tenía como boca.

    -Cierto- Dijo - ¡Mátenlos a todos… menos a dos!

Los gritos de alegría inundaron el grupo.

Pronto, graznando y gruñendo al mismo tiempo, se situaron sobre las cabezas del grupo de enanos que ya había desenvainado sus espadas, listos para enfrentarlos. Con sus ojos blancos, el jefe de los targos pasó la mirada por el jugoso festín que tenía servido, un enano bien rechoncho, jugoso y sabroso, otro de cabeza muy grande. Uno que acababa de llegar, era muy viejo, pero…no era un enano, era, era un…

El targo entornó los ojos,  sorprendido, y entonces lo comprendió todo. Era un mago, el mismo mago que había ayudado al enano azabache para hechizar su espada. Frunció el ceño con furia.

 

 

Jamás habrían esperado que Gandalf el gris apareciera tan de repente. Aún estaban preguntándose, desesperados, por el paradero de Thorin y Bilbo.

     -¡Gandalf! – Exclamaron los cuatro enanos al unisono – ¡Llegas a tiempo!

 -No bajen la guardia – Ordenó el mago con su cetro en lo alto – No serán difíciles de eliminar, pero sí que son rápidos.

Danief, que sabía quién era por la historia que le había contador Thorin, un poco opacado por el pánico que sentía en ese momento, se sorprendió al ver a Gandalf, un alto e imponente mago.

Gandalf, que no mostraba ni un ápice de miedo, vio, rodeado por los enanos, dispuestos a protegerlo, al hobbit del que Lady Galadriel le había mostrado una visión, mirándolo con un par de ojos abiertos como dos platos. Sostenia con esfuerzo, una espada que uno de los enanos le había dado. Era obvio que el hobbit jamás había usado una.

   -Eres Danief, ¿no es cierto?

Le preguntó al hobbit, a quien le recorrió un escalofríos al escuchar su nombre. Con esfuerzo para no desmayarse, asintió al mago.

   -Ponte detrás de mí – Le ordenó – Pero debes aprender a usarlas – Bajó su mirada hasta el arma que empuñaba con torpeza – No siempre te podrán proteger.

El hobbit, que estaba muerto de miedo, con las piernas temblorosas y sin parar de mirar hacia arriba, esperando a que en cualquier momento aquella masa negra se abalanzara sobre ellos, apenas y pudo renegar.

No podía dejar de pensar en Thorin y Bilbo, que se habían ido juntos al interior de aquel bosque. En su mente se imaginaba mil y un escenarios en que ellos eran ya descuartizados por aquellas temibles criaturas y sus cuerpos, con las tripas desparramadas por el pasto del bosque, yacían juntos y sin vida fulminados en el suelo.

Pero esas alucinaciones macabras se desvanecieron cuando el hobbit, aliviado, vio a la pareja salir corriendo de entre la espesura del bosque e ir corriendo hacia ellos con nada más que pánico invadiéndoles las expresiones.

 

 

-¡El mago! – Gritó el trasgo jefe, desgañitándose. Todos los demás se volvieron hacia donde estaba el anciano.  Hubo un momento de silencio.

   -¡¡¡MATENLOS!!!

Y ante esta orden, la parvada de targos se fue en picada, dispuestos a asesinar sin piedad a los enanos.

 

En cuanto Danief vio como la masa negra se abalanzaba sobre ellos desde las alturas, toda su humanidad cedió ante la desesperación. Se tiró al suelo y se cubrió la cabeza cerrando los ojos con fuerza, apenas sosteniendo la espada que el enano Fili le había dado.

   <<Voy a morir. Voy a morir >> Se repetía una y otra vez, esperando sentir sobre su cuerpo las garras de los targos abrir su piel como un cuchillo a la mantequilla.

Gandalf, que no había reparado en Danief, al ver que los targos se disponían ya a atacar,  tomó con fuerza su cetro y poniéndolo frente a él sin que tocara el suelo, cerró los ojos, y comenzó a invocar un hechizo.

Danief jamás había escuchado una lengua como esa, el tono de voz del mago le hizo estremecerse, asomó los ojos por entre los brazos y miró Gandalf, totalmente erguido, emanando una resplandor blanco de su cuerpo, como la dama blanca.

El mago esperó a que Bilbo y Thorin llegaran-

    -¡Wewejul!- Gritó Gandalf al mismo tiempo que con fuerza, golpeo el suelo con su bastón.

Como una explosión, una enorme esfera blanca que se expandía envolvió a la compañía, hasta golpear la parvada de targos, arrasándolos al paso con que incrementaba el tamaño de la enorme esfera.

      -¡FUERA! ¡CRIATURAS ARRASTRADAS! ¡MUERAN!

Los ojos de Gandalf comenzaron a brillar, separó el bastón del suelo, y como si de repente se hubiera sentido debilitado, se tiró de rodillas al suelo.

   -¡Euquebam! – Volvió a gritar, y una vez más golpeo el cetro contra el suelo, lo que produjo otra enorme esfera. Su cabellera comenzó a flotar como si estuviera sumergido en el agua.

Danief, un poco segado por la blancura, vio como los targos se disolvían en el aire uno a uno como si de montículos de cenizas se tratase.

 

   -¡AGHHHH! – Gritó por última vez el targo jefe, antes de aflojar los músculos de sus alas y ceder al hechizo del mago.

Un enorme dolor le recorrió las extremidades, y sintió como la piel se le desprendía de los huesos, y estos de la carne que rodeaba su anatomía.

¡Puf!

Lo último que escuchó, y aunque sabía que físicamente estaba muy lejos, fue el grito de ira de aquella presencia que le gobernaba la conciencia. Seria libre por fin de la oscuridad, ya no le importaron las consecuencias que provocarían sus errores. Ya no era nada ahora.

El señor oscuro podía arreglar sus asuntos el solo.

 

 


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