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THILBO. por Eli97

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Notas del capitulo:

Escribi con especial inspiracion este capitulo, espero les guste, advertencia: Thorin y Bilbo no hacen aparicion, es un extra de la historia.

12

 

FURIA ESMERALDA

 

 

 

En una fría e inhóspita cueva, que hacía mucho había sido habitada por una sola criatura, se escuchó de repente el susurro ansiado de una presencia aterradora.  No había abertura alguna, ni una sola filtración que dejara a la luz pasar, completamente oscuro, aquella bestia, de la cual nadie tenía ni idea, por primera vez en miles de años, abrió los ojos. Aquella voz, aquella lengua, le estaba hablando a él.

     -Artoc

Dijo la voz, susurrando. La bestia, inconsciente de su propio cuerpo, estiró los prominentes brazos y se incorporó entre la enormidad de la cueva y su profunda oscuridad, bajo sus garras y cuerpo se escuchó un leve crujido, como si el suelo estuviese cubierto de piedritas.  

     -¿Quién? ¿Quién eres? - Dijo soltando su voz, gruesa y rasposa a la vez -¿Quién soy?

Nadie contestó. No había nada, salvo un techo invadido por estalactitas. La gran bestia flexionó su cuerpo en busca del poseedor de aquella voz.

     -Artoc…

Se volvió velozmente, pero el susurro parecía viajar a través de las paredes de la cueva. 

  -¿Es mi nombre? – Preguntó, pero de alguna manera ya sabía la respuesta. Artoc era su nombre y solo eso sabía.

Se sentía extraño…estar despierto, sentir el pesar de su cuerpo, y el movimiento de sus músculos al respirar. Olvidándose repentinamente de la voz que había pronunciado su nombre, y sin poderse ver absolutamente nada, comenzó a mover los dedos de sus cuatro patas delanteras, luego la larga cola, forzó la cabeza hacia los lados haciéndose tronar unos huesos. Sintió bajo sus pies como miles de fragmentos duros. Respiró profundo, anhelando poder, pronto, sentir el aire fresco del exterior golpear gentilmente su rostro,  y al exhalar, se maravilló; De sus fosas nasales brotaron miles y miles de brillos, pequeñas lucecitas azules que alumbraron la penumbra de la cueva. Pudo verse una mano, cubierta de afiladas escamas y cinco picudos dedos, antes de que el resplandor se apagara nuevamente.

      -¿Cuánto tiempo has esperado?

Se escuchó nuevamente, aquella voz haciéndose eco a su alrededor, como un fantasma.

  -No lo sé – Contestó Artoc, recorriendo con sus ojos la cueva – Creo que…he dormido desde que nací.

       -¿No te sientes….enojado?

La voz soltó una leve risotada que fue disminuyendo de volumen gradualmente.

   -No….

En un momento de razonamiento, Artoc recordó el centenar de luces que habían emanado de su nariz al exhalar, así que, inhaló tanto aire como sus pulmones le permitieron, lo contuvo unos segundos, y lo soltó con un tenue gemido. La oscuridad se desvaneció bajo una oscilante luz azul. Escudriñó cada rincón del lugar tan velozmente como le fue posible, en busca de aquel que estaba hablando con él, y por primera vez, pudo verse a si mimo, entero. Era hermoso.

 Las comisuras de su hocico se curvearon para mostrar una sonrisa.

    -¿Debería sentirme enojado?

Preguntó la bestia, mirando hacia todos lados.

      -Te hicieron hacer algo espantoso – Volvió a hablar la voz.

Artoc frunció la prominencia que tenía por entrecejo.

 -¿A qué te refieres?

La risita volvió a escucharse y apenas audible, la voz concluyó:

   -La respuesta está bajo tus pies.

El animal, bajó la mirada pero el resplandor azul ya se había desvanecido, sintió bajo las escamas de sus pies, como miles de trocitos crujían y tronaban. Inhaló nuevamente, lo contuvo y al exhalarlo, encontró bajo él, miles y miles de astillitas amarillentas que cubrían la totalidad del suelo de la cueva. Aún no sabía que eran… parecían…pedazos de algo triturado, de…

Se le entornaron  los enormes  y rasgados ojos, y en un momento desesperado intentó apartarse del gran mar de huesos.

   -¿Qué es esto? – Dijo, asustado mirando el suelo a su alrededor, todo, absolutamente todo estaba cubierto.

-Te hicieron hacerlo…

Susurró la voz con tono siniestro, como si aquello fuera un secreto que debía mantenerse guardado.

   -¿De qué hablas? ¿Qué me hicieron hacer?

Silencio, solo el crujir incesante de los huesos triturados bajo los pies inquietos de Artoc.  La luz azul de su aliento ya se había desvanecido, y reinaba sobre él la oscuridad. Inquieto comenzó a correr por lo largo de la cueva.

Cruck, cruik, crashk.

Los sonidos se repetían, una y otra vez.  Durante todo ese tiempo, en que había dormido plácidamente, lo había hecho sobre todos aquellos restos. Seguía corriendo. Crash,cruik, cruck.

Una y otra vez, incesantemente.

-¡Basta! – Gritó en un punto culminante en que no pudo contener el pavor, y sin siquiera quererlo, de su espalda se desplegaron dos enormes alas, los músculos se le contrajeron y las enormes plumas se extendieron.

Ni siquiera sabía que tenía alas, o más bien, no podía recordarlo.

Las enormes estructuras comenzaron a aletear en el aire produciendo un sonido ensordecedor, cortando el aire, para elevar el cuerpo del pobre dragón.  Quien, se sintió aliviado gradualmente conforme se alejaba más del suelo.

Se dio un golpe contra la cabeza que apenas le dolió, había llegado al techo de la cueva.

   -¡Contestame! – Gritó la bestia, y su plañido hizo un eco por todo el lugar, haciendo temblar las paredes rocosas.

       -¡Ahhhhhhhhh! – Oyó Artoc, casi en el oído, era una exclamación de placer.

-No lo recuerdas entonces – Rió la voz.

 -No – Contestó Artoc, enojado y cortante.

Otros segundos de silencio, pero el imponente dragón ya estaba más tranquilo. Así que esperó tranquilo, consolado por el aleteo de sus alas.

    -Si me dejas entrar…– Dijo la voz por fin – Te mostraré

Artoc no tuvo que preguntar, sabía que la presencia se refería a su cabeza, su mente…su corazón. Quería entrar en él, quería mostrarle una visión o un recuerdo de lo que había hecho quien sabe hace cuánto tiempo, para que terminara profundamente dormido sobre un mar de huesos triturados. Pero, en realidad, no confiaba tanto.

    -¿Cómo te llamas?

Dijo el dragón al aire mirando hacia todos lados, dubitativo.  Silencio.

Dio una enorme bocanada de aire, hinchió de él sus pulmones y recorriendo su alrededor, exhaló la lluvia de luces azules, que lo iluminó todo nuevamente. El aire que producían sus aleteos hizo que las partículas fosforescentes viajaran más lejos y dejaran ver más cosas que antes no había visto.

Entonces, frente a él, como si se hubiera teletransportado, una clase de nube flotante completamente oscurecida apareció frente al dragón, aún volando. Inquieta y oscilante, la nube parecía producir un sonido titilante, como el chiflido del viento cuando choca contra algo.

 -Yo no tengo nombre – Susurró la voz, emanando de la nube – Ni tampoco soy alguien… pero siempre estoy en todos…

El enorme animal no acabó por entenderlo.

   - ¿Cómo te dicen entonces?

-Me han llamado…. – Hizo una pausa, la nube se contrajo – Terot… – Al decirlo, se extendió como una tormenta en el cielo lo cual hizo retroceder a Artoc.  Y sin siquiera su consentimiento, las partículas de la nube negra se abalanzaron sobre el enorme dragón, invadieron sus fosas nasales y se adentraron a todo su interior.

La gran bestia apenas pudo luchar, lanzaba zarpazos al aire con sus cuatro patas pero no podía hacerle nada.

    -¡AGHHHHH!! – Gruñó, volaba descontrolado, chocando contra las paredes de la cueva una y otra vez. La nube seguía entrando por todos lados, la boca, los oídos, su nariz, y más dolorosamente por sus ojos, que habían comenzado a arderle, como si sus globos oculares fueran a saltar de sus cuencas.

Dejó de aletear, sus músculos de contrajeron, sus alas cedieron, deteniéndose en seco. Artoc comenzó a caer en picada, su mirada se había petrificado.

Seguía cayendo y cayendo, y mientras lo hacía, como si estuviera soñando, podía ver lo que Terot le había prometido.  Los recuerdos se le ponían de frente como si los estuviera viviendo.

A unos metros del suelo del mar de huesos, sus alas volvieron a flexionarse y detuvieron su cuerpo antes de que este hubiese caído fulminado, sutilmente, posó sus cuatro patas delanteras y sus dos traseras sobre el suelo, con los ojos cerrados.

   -¿No te sientes…enojado?

Preguntó la voz por última vez, ahora dentro de su cabeza. El dragón, respirando profundamente, abrió los ojos amarillentos.

    -Si.

Dijo, con la expresión invadida por el odio, la furia.  Sobre su cabeza, las luces azules se desvanecieron, y la penumbra reinó nuevamente a su alrededor.

Notas finales:

Porfavor, dejenme  reviews, externenme sus opiniones, me gusta leer lo que piensan, no me ignoren u_u


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