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THILBO. por Eli97

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Notas del capitulo:

Hola lectores. Porfin me decido a subir este capitulo y me sorprendo de mi mismo al descubrir que cada capitulo nuevo es más largo que el anterior. 

Espero que sigan la linea argumental de este fanfiction y ojalá disfruten de leer este capitulo tanto como yo he disfrutado escibirlo. Pasan varias cosas interesantes aquí. Asegurate de leer las notas finales cuando termines de leerlo porque hay alguna que otra aclaración que debo hacer. 

CAPITULO 24

UN DEMONIO EN LA CORONA

 

Cuando Bilbo quiso ponerse de pie, sintió que las piernas no le respondían. En vano fue su intento por equilibrarse con las manos, moviéndolas en el aire cual paloma que intenta volar, pues los músculos de sus piernas cedieron ante el peso de su cuerpo y se desvaneció. Adenien, que seguía de cuclillas frente a él, vio venir su caída y lo detuvo con sus fuertes brazos. Bilbo tenía el tamaño de un niño humano de diez años, comparado con el tamaño del elfo herrero. Tanto Gandalf, como todos los demás enanos, habían reaccionado al ver a Bilbo desplomarse, pero fue Thorin quien no dudó en adelantarse primero.

—¡Bilbo! — Exclamó el enano, corriendo hacia él. El elfo herrero lo depositó suavemente en el suelo para que Thorin pudiera verlo — ¿Qué le ha hecho esa baratija? — Gritó furioso el enano, cuando llegó al mediano. Bilbo, en realidad no se había desmayado, tenía los ojos entrecerrados y sus labios se dibujaban en una sonrisa serena.

—Mi rey —Susurró el mediano cuando Thorin lo sostuvo en sus brazos. Extendió delicadamente su mano hacia el rostro del enano y acarició su mejilla, como si fuera la primera vez que lo veía.

—Bilbo ¿Estas bien? — Le preguntó Thorin, confundido — ¿Qué te pasa?

—Nunca me había sentido tan bien, Thorin, nunca te había visto con tanta claridad como te veo ahora — Susurró Bilbo, el rey enano rosó su mano y la estrechó con ternura. Miró hacia Adenien primero, y después a Galadriel.

—¿Qué le sucede? ¿Qué fue lo que le hizo la joya? — Inquirió, preocupado.

—Le quitó todos los pesares que llevaba consigo — La elfa se volvió hacia él— Le curó las heridas de su cuerpo y de su alma, le dio claridad en su mente.

Adenien se puso de cuclillas ante Bilbo y tocó con su mano la mejilla del hobbit. Se quedó un instante analizándolo como un curandero examinando a un enfermo. Thorin se dio cuenta cuando el elfo frunció el ceño ligeramente y arrugó la alargada y puntiaguda nariz, extrañado, como si hubiera percibido algo anómalo en Bilbo. El gesto desapareció de inmediato, Adenien miró a Thorin y le ofreció una sonrisa.

—Está asimilando el poder — Le diagnosticó — Tardará un rato en regresar a su estado normal. Pero estará bien — Dio un par de palmaditas sobre el hombro de Thorin y se puso de pie. A Thorin aquel gesto le había dado igual, le había dicho lo que quería saber. Bilbo estaría bien, no había pasado nada malo.

El elfo, dándose importancia con su altura, recorrió a los presentes con la mirada y anunció.

— Bilbo Bosón, de la Comarca, es oficialmente el portador de la joya de trinitas.

Los enanos hablaron entre sí, murmurando. Gandalf cruzó miradas con Radagast y después analizó a los tres elfos del concilio. Elrond, Círdan y Galadriel. Todos habían arriesgado más que sus vidas para proteger aquellos anillos. El legado de su pueblo, de su raza, la fuente de gran parte de su poder. No entendía, porqué, habían prestado sus anillos así de fácil, tan voluntariamente como lo habían hecho. Le perturbaba pensar, que, si él hubiera aceptado portar Narya cuando Cíndar se lo ofreció, no lo habría prestado jamás para aquel fin. Sin embargo, había decidido que la responsabilidad siguiera siendo de Cíndar porque tenía la certeza de que él haría con el anillo lo correcto. Ofrecerlo para crear esta joya ¿Era lo correcto?

<<Mientras realmente funcione…>> Pensó el mago <<Mientras ayude a Bilbo a sobrevivir a esto, entonces estoy de acuerdo >> Miró a Bilbo acostado en el centro de la sala, tan pequeño, tan inocente… tan hobbit. No sabría cómo reaccionar si algo malo le pasaba. Miró a Thorin también, que aferraba al mediano entre sus brazos ¿Cuánto sufriría el pobre enano, ante otra perdida como aquella?

Thorin, mientras tanto, se sentía extremadamente contrariado. Había pedido con todas sus fuerzas que la joya no funcionara, que Bilbo no fuera lo suficientemente fuerte, que no pudiera soportar el poder de la joya. Había deseado con todo su corazón demostrar que Bilbo era débil para luchar contra Artoc. Pero fue Bilbo quien le había demostrado, que era mucho más fuerte que él mismo.  Sintió un dejo de rabia, apretó el puño con que sostenía el hombro del hobbit y lo abrazó con fuerza. Si, sentía rabia, pero también sabía, que el hecho de que hubiera aceptado el poder de la joya, aumentaba sus probabilidades para sobrevivir. 

Ayudó a Bilbo a incorporarse y a sentarse en uno de los cilindros que servían de asientos para la mesa de la sala, se quitó la capa que llevaba puesta y la colocó sobre los hombros del mediano, quien, sin borrar la sonrisa de su rostro y sin apartar los ojos del enano, le susurró —Te amo.

—Te amo — Le contestó amorosamente el rey, antes de volverse hacia donde estaban los demás.

—¿Y qué pasará ahora? — Había Preguntado Kili —Ya tienen su joya y ya tiene su portador ¿Cuándo lucharemos contra la bestia?

—Si, ¿Cuál es el plan? — Se adelantó Bofur en apoyo de su amigo.

Ori preguntó también, hinchiendo el pecho, mientras que Danief solo se limitaba a contemplar lo que pasaba, seguía sorprendido por cómo había brillado la tiara cuando esta había tocado la cabeza de Bilbo. Realmente todo aquello estaba fuera de su entendimiento. Le daba la impresión de que, en ese momento, todos sabían más que él. Había algo con respecto a aquellos anillos, un contexto, un significado o un valor que él no alcanzaba a divisar, así que decidió guardar silencio, y escuchar.

—No debemos precipitarnos a utilizar todo el potencial de la joya — Decidió hablar Círdan — Puesto que aún no conocemos el límite de sus capacidades.

Elrond asintió hacia su amigo.

—Se deberán hacer dos cosas. Aprender a manejar la joya y al mismo tiempo aprender sobre la bestia. Bilbo tendrá que descubrir como entrar a la mente de la criatura de la misma manera que ella entra a la nuestra. Tenemos que conocer todo sobre este enemigo— Completó el medio elfo.

—Pero tiene que ser lentamente — Intervino Gandalf, dando un paso hacia adelante— Algo como la joya de trinitas jamás se había creado. Bilbo podría no resistir su poder por mucho tiempo o podría ir consumiéndolo poco a poco. Las reglas que rigen esta corona son completamente desconocidas para nosotros.

—Estoy completamente de acuerdo, Mithrandir — Asintió Lady Galadriel — Es por eso, que hemos asignado a un guardián de la joya, que acompañara a Bilbo y su compañía en su viaje. Para resguard…

—¿Cuál viaje? —Interrumpió Thorin, consternado.

La elfa guardó silencio un instante, dirigiendo su mirada clara hacia Thorin, y luego hacia Gandalf.

—Oh, Mithrandir no les has informado — Se lamentó Galadriel mirando al mago.

Gandalf pareció reconocer su error, lo había olvidado por completo.

—Me temó que lo he olvidado mi lady — Se disculpó Gandalf.

—¿Sobre qué nos tenías que informar? — Insistió el rey enano.

—Para cumplir su misión… — Comenzó a explicar Elrond— Bilbo Bolsón no puede seguir permaneciendo bajo la protección de Rivendel. Debe abandonar mi territorio para poder estar expuesto al poder de Artoc.

Danief y los enanos se miraron sorprendidos unos a otros y cuestionaron al elfo al unísono.

—¿Qué?

—¿Están locos?

—¡Moriremos todos allá afuera!

—Por favor, por favor, mis señores enanos. Dejen que les expliquemos. — Trató de tranquilizarlos Círdan — Estando en Rivendel, todos estamos relativamente protegidos del poder de la bestia, esa protección no la otorga solamente el anillo de lord Elrond, es mucho más profunda.

—Estando aquí es prácticamente imposible que el señor Bolsón sea inducido en trance. Y entrar en trance es lo que necesitamos que pase para poder aprender tanto de la bestia como de la joya — Explicó Elrond — Es la única manera.

—Por supuesto que no los vamos a echar. Los provisionaremos con bastos víveres, ropajes, ponis y armas. No los enviaremos al bosque, donde estarían completamente expuestos sin ninguna defensa — Continuó Círdan — Irán a otro castillo no muy lejos del valle. Esta abandonado, no hay nadie que lo vigile, pero tiene muros altos y gruesos, que les proporcionaran suficiente protección.

—Y no estarán solos — Agregó Gandalf, amigablemente — Por supuesto que yo estaré con ustedes.

Los enanos seguían con las bocas abiertas. Dudosos. Thorin analizaba a todos los elfos con desconfianza, había algo que no le gustaba, como todo buen enano, sentía que algo se tramaba a sus espaldas, pero no podía probar absolutamente nada. << El elfo ya no quiere tenernos aquí >> Pensó, pero en realidad, era una conclusión tonta. Pues les estaban dejando a la joya de trinitas en sus manos, que definitivamente, para los elfos, era invaluable << Pero no iban a dejarlos solos con la joya, le había parecido escuchar a un supuesto… guardián…>>

—Creí haber escuchado algo sobre un…guardián — Intervino Thorin volviéndose hacia los elfos.

—Oh si — Dijo Elrond recordándolo de pronto — Sabemos que la joya de trinitas está en manos confiables — Dirigió una mirada sardónica hacia Thorin — Ya antes vinieron aquí y no me dieron motivos para creer que los enanos rompen sus promesas. Sin embargo — Alzó un dedo — No podemos dejar algo tan valioso para los elfos, como lo son los fragmentos de nuestros tres anillos, en manos del pueblo de los enanos.

Thorin esbozó una sonrisa <<Definitivamente no confían en nosotros >> Pensó Thorin << Es inteligente. Yo tampoco lo haría>>

—Estamos obligados a nombrar a un guardián oficial de la joya, que, por la misma naturaleza de la pieza, exige que sea un miembro de la raza de los elfos.

La sala quedó por un segundo en silenció. Thorin sabía a quién habían elegido, al igual que Kili, Bofur, Ori y Danief. Era más claro que el agua del rio Bruinen.  La voz calma de Lady Galadriel se escuchó.

—El protector de la joya de trinitas no puede ser otro que el heredero de los conocimientos de los Mírdain. Lord Adenien. Quien forjó la joya y quien al final, cuando esta haya alcanzado su propósito, se encargará de fundirla, y regresar los fragmentos a sus respectivos anillos.

Todas las cabezas giraron hacia donde estaba Adenien, éste, se irguió y alzó la barbilla, recibiendo las miradas sin un rastro de incomodidad.

—Me aseguraré de que la joya cumpla con su propósito — Juró el elfo herrero — y también de que ésta regrese a salvo a sus respectivos anillos.

Galadriel, Elrond y Cíndar asintieron satisfechos ante las palabras del elfo. Danief y la compañía se miraban sorprendidos unos a otros, Gandalf contemplaba la escena recargado en su bastón con Radagast a su lado, mientras que Thorin, de pie en medio de la sala, sabía que no había marcha atrás.

Un aullido de dolor atravesó el pasillo en forma de eco, viajó a través de las paredes hasta filtrarse por entre las hendiduras de la enorme puerta del fondo, hasta llegar al interior de la habitación. El sonido no fue suficiente para hacer despertar al hombre que dormitaba boca abajo sobre una pila de trastos de oro y monedas doradas. Estaba cubierto con una gruesa y larga capa de piel de oso estropeada con múltiples manchas de sangre seca que despedían un olor a putrefacción. La habitación estaba débilmente alumbrada por un fuego en la chimenea a punto de extinguirse. Crepitaba tímido, como arrullando al monstruo en que se había convertido aquel enano.

 Las paredes, altas como eran las de cualquier habitación real, estaban cubiertas por gruesas líneas de oro fundido que parecía que se había derramado sobre ellas a propósito. Caían desde el techo, en donde se encontraban construido un puente de madera que recorría la circunferencia del cuarto. Los gruesos chorros de oro ya solidificados bajaban hasta llegar al suelo terminando en figuras humanas retorcidas como esculturas sin terminar. No eran esculturas de oro, habían sido enanos, antes de que vertieran sobre ellos chorros de oro hirviente y derretido. Habían terminado con los dedos petrificados hacia el cielo, las bocas abiertas en un último aullido de dolor o con las manos cubriéndose los rostros, encogidos ante el sufrimiento.

A un lado de donde se encontraba la pila de oro, se hallaba un tocador largo de madera con múltiples tajos de espada por todos lados, sobre este, puesta sobre un pequeño cojín rojo sangre, reposaba una corona cuya forma era irregular. Había sido sumergida en oro fundido y las puntas que antes eran cuadradas, ahora eran puntiagudas y alargadas por el oro que había escurrido hasta secarse. Habían tomado la forma de filosas estalactitas doradas.

Otro bramido de agonía entró a la recamara del rey, el enano se estremeció sobre la pila haciendo resbalar algunas monedas e interrumpiendo su estruendoso ronquido.

—¡Basta porfavaaghhhh! — Llegó a sus oídos. Dáin abrió los ojos de repente, el grito se prolongó hasta que un chasquido repentino lo interrumpió, parecido al de un pilar de madera quebrándose, acompañado de un último quejido de ahogamiento. El enano se incorporó como un resorte. Un par de ojeras oscuras colgaban de sus ojos, su piel se había tornado grisácea y la barba que antes era de un vivo color cobre, ahora parecía una maraña de paja seca. Se quedó largo rato de pie, inmóvil, con los ojos fijos en el crepitar de la chimenea. Algunas monedas se le habían quedado pegadas en la mejilla, pero éste no hizo nada por quitárselas de encima, siguió contemplando como las lenguas de fuego devoraban lo último que quedaba de un tronco de madera completamente ennegrecido.

Un grito llegó nuevamente desde el pasillo. Dáin pareció despertar de un sueño, dio un brinquito y se volvió hacia la enorme puerta de madera maciza. El alarido se prolongó en un sollozo espeluznante que paulatinamente fue convirtiéndose en una briza de aire. El fuego en la chimenea se estremeció súbitamente, la briza se transformó en una voz y la habitación pareció oscurecerse.

—Daaaaaaaaaaaaaain—Siseó. Los ojos del enano se abrieron como platos. La voz pareció viajar por toda la habitación en una espiral acechante.

—M-m-mi…m-m-mi — Tartamudeó Dáin mirando hacia todos lados. Se detuvo en el tocador de madera, la corona seguía allí, reluciente y deforme, sobre el cojín escarlata. Corrió hacia ella y la tomó con ambas manos, contemplándola, fascinado. En ella se reflejaba su rostro, desfigurado horriblemente como un demonio por la irregularidad de la superficie de la corona, un ojo le caía sobre la cara como derretido mientras el otro se alzaba en una curva, la boca se le veía torcida y los dientes amarillentos adquirían forma de colmillos filosos. —Mi…precioso —Susurró.

Una corriente de aire fluyó nuevamente dentro de la habitación, Dáin no habría sabido decir de dónde, pero tampoco le interesaba. Su cabello reseco se alborotó al igual que las cortinas rotas de los ventanales hasta llegar al fuego de la chimenea, que titubeó hasta casi extinguirse. El cuarto se sumió en una profunda penumbra. En el rostro reflejado en la corona, los ojos de Dáin se habían iluminado de un naranja vivo y las pupilas se habían rasgado como las de un gato. El demonio movió la boca.

—¿Hiciste lo que te pedí? — Siseó. Dáin se tiró de rodillas al suelo.

—Si, mi precioso — Respondió, sonriente — Eliminé a todos los fieles. Míralos… míralos — Dáin señalo hacia las figuras bañadas en oro a sus espaldas — Debiste escuchar sus alaridos, fue majestuoso.

El rostro en la corona no pareció contento, la frente se arrugó en señal de desagrado y produjo un gruñido de enfado. En la chimenea, el fuego dio un ultimo suspiro, y se extinguió en un hilo de humo oscuro que serpenteó en el aire. La habitación pasó a ser débilmente iluminada por franjas plateadas de la luz de la luna que dibujaban líneas claras en el suelo y las paredes. Una franja iluminaba la mitad del rostro de Dáin, revelando el claro de su ojo izquierdo, mientras que los ojos del demonio en el reflejo aún parecían albergar los fuegos del infierno.

—      No has eliminado a todos — Gruñó el demonio — Solo tenías que hacer una cosa… y fallaste.

—No, no — Masculló Dáin confundido —Mi precioso… los he eliminado a todos. He enviado a tortura a algunos, pero si mi precioso desea que también los elimine, yo…

—¡Torpe enano malnacido! — Vociferó el demonio de la corona entornando los ojos, la luz de sus ojos se intensificó por un momento. Dáin dio un brinco del susto y bajó la cabeza, temeroso.

—Dígame en qué he fallado — Tartamudeó — Mi precioso… ¿En qué he fallado? — Las manos del enano temblaban de temor, haciendo temblar también la corona.

—No muy lejos de aquí — Comenzó a decir el demonio — hay un reino gobernado por pretenciosos y arrastrados elfos… dime Dáin pie de hierro — escupió su nombre — si es que has hecho bien la tarea que te encomendé, y nadie ha logrado salir del maldito reino… ¿Cómo se han enterado hasta allá de lo que ha sucedido en Erebor? —Los ojos del rostro volvieron a encenderse —¿¡Y como es entonces…— Gritó furioso — …que la noticia se ha esparcido ya por todos lados!?

—D-d-discúlpeme mi precioso, perdóneme — Rogó Dáin, lloriqueando encogido — Lo puedo arreglar, haré que los guardias…

—¡Ya no hay manera de arreglarlo! — El rostro en el reflejo se había deformado aún más. Toda la cara parecía haberse alargado, y la nariz se había ensanchado prominentemente, los orificios se habían vuelto casi rendijas respiratorias de serpiente y los ojos se agrandaron notablemente — Oh Dáin — Se lamentó de repente el demonio.

Dáin levantó la cabeza y miró la corona con los ojos llorosos.

—Mi precioso — Susurró el enano con tono suplicante.

—No eres un verdadero rey — Espetó la voz —No te mereces el oro.

Dáin negó con la cabeza, desesperado. Sus ojeras parecieron volverse más notables y un gesto de terror inundó su rostro.

—Soy el rey, soy el rey bajo la montaña mi precioso — Dáin volvió a encogerse en el suelo como alguien que le reza a un dios — El oro es mío, el oro es mío.

Repetía desesperado. El demonio sonrió con satisfacción.

—Demuéstralo entonces, Dáin pie de hierro — Dijo — Demuestra que el oro es tuyo, que el reino es tuyo.

Dáin alzó la mirada rápidamente y asintió a las palabras del demonio.

—Lo haré mi precioso. Lo haré.

Una ultima sonrisa alargada fue la que esbozo el demonio, antes de que sus ojos perdieran el brillo, y su rostro retomara la forma original del reflejo. Ahora solo era Dáin, viendo a Dáin en la corona.

El enano se quedó un rato mirándose en el oro de la joya, aún la sostenía entre sus manos cuando la llevó por encima de su cabeza y se la colocó. No sintió el peso, solo podía pensar en una cosa << ¿Quién ha escapado del reino? >> Caminó hacia el ventanal junto al tocador de madera y miró hacia afuera. Abajo, podía ver a los guardias que custodiaban la entrada del reino, el bosque del lado este de la montaña, el lago brillando a lo lejos, la antigua ciudad ennegrecida. Arriba, la luna redonda y misteriosa iluminando la noche y pintando lo negro de plata. Bajó la mirada, pensativo. Recordó algo de repente y miró hacia la puerta

¿Hacia cuánto que la había encerrado?

Se acomodó la corona y la capa de piel de oso, caminó hacia la puerta y salió. Llegó, luego de un camino de puentes y escaleras, a su destino. Las mazmorras del reino. Un guardia, cubierto enteramente con su armadura, dormitaba en el arco de la entrada. Dáin lo miró sin que este se percatara de su presencia. No lo despertó, siguió su camino y se detuvo en la ultima mazmorra que había al final de un pasillo. Rebuscó entre sus ropas y sacó una llave alargada de un bolsillo, la introdujo en el cerrojo y cuando abrió la pesada puerta de madera, quedó petrificado.  Estaba vacía, las cadenas habían sido forzadas desde hacía mucho tiempo. Las charolas con comida que se habían ido dejando, estabas podridas y llenas de gusanos. Dáin apretó los puños, lleno de furia.

—¿¡En donde está!? — Bramó colérico. El guardia de la entrada se levantó de un brinco, a lo lejos se escuchó a otros soldados desconcertados —¿¡En dónde está la enana!?

Volvió a gritar el rey con los ojos entornados hechos una furia.

Las chispas saltaron como pequeños fuegos artificiales cuando Fili rozó fuertemente la piedra que llevaba en la mano contra la hoja plateada de su espada. Aquello le hizo recordar la forma en que se habían iluminado los ojos de Danief aquella vez que vio a Gandalf encender la fogata con su bastón. Le había parecido tan enternecedor. Danief Vilnicua parecía un niño pequeño con lo fácil que le fascinaban las cosas. Fili se limpió el sudor de la frente con el dorso de la mano y prosiguió en su tarea.

Se encontraba sentado sobre un tocón viejo, en el pequeño jardín de cerezos que había a un lado de las habitaciones. Afilar su espada había sido la única actividad posible para dejar de pensar en todo lo que le había estado pasando en los últimos días, y ni siquiera así consiguió alejar al hobbit de su mente. No dejaba de pensar en lo horrible que se había comportado en el desayuno, Danief solo había tratado de ser amable con él, y seguramente ahora debía odiarlo. No había sido su intención hacerlo sentir mal, pero cuando mencionó lo de los baños…

Nuevamente unas cuantas chispas saltaron en el roce de piedra contra espada, unas gotas de sudor escurrieron por su cuello hasta su pecho y Fili recordó la noche del baño. La forma en que el agua iba cayendo sobre el pecho de Danief, pasando por sus pezones y su abdomen hasta su pelvis, por su espalda adornada con cicatrices hasta sus glúteos y terminar en sus piernas. Las mejillas del enano se sonrojaron, tragó una vez y se movió incómodo en el tocón. Reacomodó el pomo de su espada sobre su pierna y volvió a rozar con la roca. Recordó lo que él había hecho mientras espiaba al hobbit, recordó lo bien que se había sentido hacerlo después de tanto tiempo. Pero ahora se sentía tan avergonzado de eso, de haber violado la intimidad de Danief de aquella manera, sobre todo, porque ni siquiera hacía mucho que lo conocía.

Se detuvo, dejó la piedra a un lado y la espada en el suelo, recargó un codo sobre su pierna mientras que con la mano sostenía su frente, con gesto de arrepentimiento <<Apenas lo conozco >> Pensó <<…y no entiendo porqué provoca esto en mi… >> No podía alejar la imagen del rostro de Danief sorprendido por el truco de Gandalf, ni cuando le contó una broma en el camino del bosque y éste se soltó a carcajadas incontrolablemente, su mirada cuando lo fue a ver a su habitación luego de despertar del trance, ni su rostro inconsciente cuando lo capturó en el aire entre sus brazos.

Al principio, cuando recién lo conoció, lo primero que había pensado era que Danief era casi igual a Bilbo. Mismo tono de piel, mismo cabello, mismos pies peludos. Sin embargo, ahora Danief le parecía completamente diferente al mediano. Danief tenía una piel más colorida, tostada por el trabajo bajo el sol, sus pómulos estaban adornados por leves salpicaduras de pecas marrón claro, sus ojos eran azulados y ante el sol parecían un par de manantiales inmaculados. Sus cejas, más pobladas y gruesas, su cabello, más abundante, con menos rizos y de un castaño más rojizo. Fili sacudió la cabeza, se incorporó en el tocón y tomó la espada del suelo. En la hoja miró el reflejo de sus ojos y se contempló un momento.

—¿Qué es lo que te pasa tonto? — Se reprendió así mismo en voz baja — No puede gustarte Danief, en lo absoluto.

Sus palabras quedaron flotando en el aire. Se acomodó un mecho de cabello rubio detrás de la oreja, acomodó la espada de nuevo sobre su pierna para proseguir con la tarea, pero antes de que pudiera tomar la piedra, la voz de su hermano lo detuvo.

—¡Fili! — Kili apareció por el arco de la entrada a las habitaciones caminando hacia él — Maldito seas tonto, te has perdido de todo.

Su hermano menor le dio un golpecito en el hombro a modo de reprimenda. Fili no entendía nada.

—¿De qué me pude haber perd…? — Se interrumpió así mismo, cuando vio cruzar a Ori, Bofur, Danief, Thorin y Bilbo por el arco. Thorin sostenía a Bilbo por un hombro como si éste necesitara ayuda para caminar, el mediano llevaba una expresión como de somnolencia, mientras que el resto emanaban un aire extraño de incertidumbre.

—¿Qué paso? — Fili miró confundido a su hermano. A lo lejos vio a Danief caminar con los hombros caídos hacia su habitación.

—¿En donde estabas tarado? ¡Debiste estar ahí para presenciarlo! — Seguía refunfuñando su hermano.

—Dime ya que pasó.

—¡Demonios! por donde empiezo.

Kili le contó todo, desde cómo los elfos les habían presentado la dichosa joya de trinitas y de como ésta había resultado ser una tiara plateada con unas gemas incrustadas en el frente, le contó cómo Bilbo fue nombrado portador de la joya y de la luz que había emanado de él cuando el elfo herrero la puso sobre su cabeza — Por eso se ve todo atontado — Había añadido el enano menor. Le contó sobre la discusión que habían tenido sobre lo que debían hacer ahora y de la decisión que los elfos habían tomado. Fue ahí donde Fili lo detuvo.

—Espera, espera... ¿Cómo que debemos abandonar Rivendel? — Kili se encogió de hombros e hizo expresión de no saber — ¿A dónde se supone que iremos entonces?

—      La elfa nos explicó que debemos dejar que la cosa pueda ejercer todo su poder sobre Bilbo, para que así el pueda entrar en trance y aprender a matarlo en los sueños. Nos dijo que mientras permanezcamos en Rivendel, eso no pasará, porque al parecer todo el maldito castillo esta protegido con una brujería tonta que le impide a la cosa llegar a nosotros.

—      Es una locura — Pensó Fili en voz alta mirando al suelo pensativo — Nos están echando.

—      La elfa también dijo que debemos ir a otro castillo abandonado no muy lejos de aquí donde estaremos protegidos de otras amenazas. Dijo que nos dará armas, alimentos y monturas… ah, y además nombraron a un guardián oficial de la joya. 

—      ¿Cómo que un guardián?

—      Si, los elfitos tienen miedo de que algo malo le pase a su joyita, así que decidieron otorgarle al elfo ese grandote que forjó la tiara el título de guardián. El va a acompañarnos de ahora en adelante. 

—      Rayos, esto no debió de gustarle para nada a Thorin — Razonó el enano mayor.

—      Nada, nada — Asintió Kili — Pero por más que protestó, no hay otra salida. Debemos abandonar Rivendel mañana al amanecer.

—      Por Aule — Exclamó Fili llevándose la mano a la cabeza — Tengo que hablar con Thorin.

Kili asintió, y dejó que su hermano se marchara hacia la habitación de Bilbo, donde lo había visto entrar. Fili tocó un par de veces a la puerta y escuchó la voz de Thorin al otro lado, permitiéndole pasar. Cuando abrió, encontró a su tío sentado al borde de la cama, mirando a Bilbo con preocupación. El mediano estaba recostado en la cama, y miraba a Thorin con una sonrisa tierna. Thorin se volvió hacia la puerta y cuando vio de quien se trataba su expresión se tornó severa.

—Fili por mil demonios— Fue lo primero que dijo —¿En donde rayos estabas?

 —Discúlpame tío, necesitaba meditar algunas cosas y olvidé por completo que iban a llamarnos… Kili me ha contado todo lo que pasó. Nos han echado de Rivendel justo a las garras de la bestia.

Thorin negó con la cabeza solemnemente.

—No necesitamos de la hospitalidad de los elfos para estar a salvo. Hemos pasado por cosas peores Fili, lo sabes — Fili asintió. Se quedó parado en el marco de la puerta y miró a Bilbo.

—Kili también me dijo lo de la joya… —Thorin bajó la mirada y buscó la mano de Bilbo entre las sabanas — ¿Lo hará entonces? ¿Enfrentará a la bestia dentro de los trances?

Thorin no respondió. Apretó los dedos del mediano en su palma mientras miraba el suelo, pensativo. Ya había visto esa expresión antes. La noche en que reunió a la compañía en sus habitaciones para contarles de la visión de Gandalf, también había mirado hacia el suelo y también había dedicado sus pensamientos a Bilbo Bolsón. En esos momentos, el mediano, recostado en la cama, comenzó a quedarse dormido como un bebé que ha tenido un largo día.

—No dejaré que algo malo le pase — Respondió Thorin luego de que Bilbo cerrara los ojos en un sueño definitivo.  

Fili asintió.

—Lo sé — Enlazó las manos y se quedó en silencio.  

—Aun así, tengo mucho miedo Fili — El rey enano miró a su sobrino con una honestidad repentina — Tengo demasiado miedo de fallar… de perderlo.

—No vas a perderlo — Caminó hacia su tío y colocó gentilmente una mano sobre su hombro — Tienes que darle fuerza. Cree en él. Si no tienes fe en que puede lograrlo ¿Qué seguridad vas a poder darle cuando el más la necesite?

Thorin asintió reflexivo, agradecido por las palabras de su sobrino.

—Partiremos mañana al amanecer — Dijo, tajando el tema anterior— Tenemos que empacar todo. Nos darán provisiones, armas y supuestamente apoyo de escuadrones a nuestro paso.

 —¿Qué hay del elfo que irá con nosotros?

 Thorin dio un profundo suspiro y negó con la cabeza.

—No puedo hacer nada en contra de eso — Se encogió de hombros — Los elfos, por alguna razón que no alcanzo a comprender, nos están otorgando un poder invaluable para su pueblo. La manera en que ellos decidan proteger ese poder, les corresponde a ellos decidirlo.

Fili se quedó pensando en eso. Tenía una extraña sensación de arrebato; La misión de ir en busca de Bilbo a La Comarca, y descubrir lo que estaba pasando, la habían iniciado ellos, pero ahora, los elfos habían metido sus narices y tenían que seguir sus condiciones.

 —¿No sientes que se han adueñado de la misión tío? — Preguntó. Thorin lo miró, como si hubiera dicho justo lo que estaba pensando — Han involucrado a uno de los suyos sin nuestro consentimiento con el pretexto de querer ayudarnos y ahora ellos deciden a donde tenemos que ir y qué es lo que debemos hacer… yo diría que hay algo detrás de todo esto.

Thorin volvió a quedar en silencio, meditando.

—No debemos fiarnos de ese elfo Adenien — Determinó — Comparto tu sentir, Fili, pero por ahora, debemos seguir adelante con lo que tenemos.

Apretó el hombro de su sobrino otorgándole una sonrisa. Fili la correspondió e inclinó la cabeza.

—Debemos tener todo listo para el amanecer. Elrond dijo que nos tendría preparados algunos juegos de ropa para el viaje, ve a buscarlos.

El enano menor asintió y salió de la habitación para cumplir las órdenes. Thorin, esperó a que la habitación quedara en silencio de nuevo, cerró la puerta y regresó a la orilla de la cama, junto a Bilbo. El mediano dormitaba plácidamente emitiendo un ligero ronquido. Apartó un rizo rebelde de su frente pálida y lo acomodó con el resto de su cabellera desordenada. Cerró los ojos y por un momento, una mirada de un verde intenso y una cabellera roja como la sangre, regresaron a sus recuerdos.

—Jesterin — Suspiró Thorin agobiado, reteniendo la imagen en su cabeza. Era la primera vez, en mucho tiempo, que sus labios volvían a pronunciar ese nombre.

El sonido del golpe retumbó por todas las paredes en forma de eco.

—¡Ouch! — Se quejó el chico entre la oscuridad total. Múltiples ouch le contestaron de regreso.

—Camina con cuidado — Le sugirió la voz de la enana — El suelo está repleto de maderas, trozos de pared y baratijas anticuadas.

—Ya me di cuenta — Redis se levantó refunfuñando con el cuerpo cubierto de un polvo que no podía ver. No sabía cuánto tiempo había pasado, solo sabía que había sido demasiado y sus ojos aún no lograban acostumbrarse a aquella oscuridad total. Era normal que después de un rato, pudieras distinguir al menos algunas cosas alrededor, pero aquella oscuridad era absoluta. No entraba luz por ningún lado y le inquietaba no poder ver los rostros de la tal Dis y del anciano Balin. Hasta ahora solo se había acostumbrado a sus voces. Era como estar ciego.

Los primeros días (él contaba cómo días a sus ciclos de dormir y despertar) no había parado de sollozar por Arin, la imagen de su pierna ennegrecida y de su cuerpo inmóvil en el bosque, lo atormentaban día y noche. Al dormir, tenía visiones sobre su cadáver putrefacto, que se levantaba de entre las hojas y lo perseguía estirando hacia él una mano llena de gusanos. Otras veces soñaba con ellos dos, tomados de la mano y caminando juntos por los pasillos del reino. Pero siempre había una figura detrás de él, un rostro alargado con ojos brillantes y rasgados, con cuernos sobre la cabeza que se extendían hacia arriba y se ramificaban como árboles. No importaba qué soñara, siempre despertaba gritando.

—      No te preocupes — Le había dicho la enana en una ocasión — Yo también tengo las pesadillas siempre que duermo.

—¿Por eso nunca duermes? — Había inquirido el chico — Siempre que despierto, te escucho caminar, cantar, recitar algún poema o atender a Balin. Jamás te escuchó dormir.

No había podido ver el rostro de ella, pero pudo sentir su tristeza.

—Estar en esta oscuridad, es como ya estar durmiendo — Fue lo que contestó.

Aquella conversación ya había pasado hacia muchísimas siestas, y Redis seguía soñando con Arin. Intentó hacer lo mismo que la enana, pero no logró convencer a sus parpados de que aquella oscuridad ya era un sueño, y las pesadillas siguieron atormentándolo.

Redis se sacudió el polvo que le había quedado de la caída, pero fue una mala idea. Éste se metió por su nariz y le provocó un estridente estornudo. Escuchó a alguien brincar en la oscuridad.

—¿Dis? — Preguntó trémulamente el anciano. La enana se movió rápido y fue en su búsqueda.

—Disculpe señor — Redis no supo hacia donde mirar así que lo dijo a cualquier lado — Lo he despertado.

—No te preocupes hijo, ya he dormido demasiado — El anciano tosió débilmente —Dis ¿Cuánto ha pasado?

—Bastante, Balin, no sabría decirlo con certeza ¿Crees que ya es tiempo de ir a inspeccionar de nuevo?

—Si — Asintió Balin rápidamente — Debemos saber si algo ha cambiado ahí afuera.

El anciano comenzó a ponerse de pie entre quejidos de esfuerzo y resoplidos. Dis lo ayudó a levantarse y se pusieron en marcha.

Ver de nuevo la luz fue para Redis una enorme felicidad. Había pensado por un momento que se había quedado ciego, pero al darse cuenta de que podía seguir viendo con toda claridad, se sintió feliz. Claro que a los tres les llevó tiempo poder acostumbrarse a la luz y poder distinguir algo en el bosque, cuando esto pasó, Redis fue el primero en notar un cambio.

—      ¡No puede ser! — Exclamó — ¡El cuerpo de Arin! ¡Ya no está!

—Shhht — Le reprendió la enana — Baja la voz, puede haber alguien allá afuera.

Fue la primera vez que pudo darle un rostro a la voz de la enana que había estado escuchando todo ese tiempo. Era delgada, su cara ovalada y su nariz perfilada, en algún momento seguramente su cabello fue una bellísima cabellera castaña, al igual que su barba, pero ahora era solo una melena marrón oscura, desordenada y esponjada, y su barba estaba en el mismo estado.

—Seguramente los guardias de Dáin recogieron el cuerpo y se lo llevaron para cremarlo — Dijo Balin, como para tranquilizar al chico. El viejo enano no tenía nada de especial, se parecía a todos los enanos viejos que Redis había visto, nariz ancha, cabello blanco como la leche y un rostro invadido por las arrugas.

 —Perfecto — Dijo Redis con pesar — Seguramente lanzaron su cuerpo a una pila de cadáveres y le encendieron fuego.

Dis apretó tiernamente la mano del chico, Redis agradeció aquel gesto, pero no sirvió de nada. Arin no iba a regresar de la muerte por un gesto de consuelo.

—¿Notas algún otro cambio? — El anciano entrecerró los ojos hacia el bosque. Dis imitó la acción y se acercó a la ventanita con forma rectangular que le permitía la vista al bosque. Tardó un rato escudriñando entre los árboles. Al fondo podía verse la falda de la montaña, los arcos de piedra tallada que daban salida al bosque estaban bloqueados por rocas enormes y cientos de troncos con las puntas afiladas incrustados en ellas. Las torres que sobresalían de la montaña estaban desiertas, pero había algo que a Dis le llamó la atención.

—La entrada y salida al palacio desde este lado esta bloqueado — Observó, Balin asintió — Se supone que nadie ha transitado por ahí en semanas… pero el camino se ve despejado de hojas. Observa.

Balin inclinó la cabeza hacia adelante. El camino de piedras que salía del acceso bloqueado del reino estaba cubierto por hojas, pero estas parecían haber sido desplazadas hacia los lados como si hubieran caminado por él un gran numero de personas.

—Tienes razón Dis — Balin se movió inquiero — Dáin ha movilizado a algunas tropas. Seguramente tuvieron que saltar la muralla de rocas para poder salir de este lado…pero… ¿para qué tomarse tantas molestias?

Dis se quedó pensativa.

—Dáin debe de estar sospechando algo — Razonó.

—O le ha llegado alguna noticia — Balin se rascó la barbilla.

—Balin esperemos que Weindis lo haya logrado — Comentó Dis, esperanzada.

—No te preocupes querida, Weindis…. — El sonido de un crujido lo interrumpió abruptamente. Los pies de un guardia aparecieron de repente a las afueras de la rendija. Dis saltó de un susto y dio unos pasos torpes hacia atrás. Su tobillo se encontró con una raíz en el suelo y tropezó sobre Redis. Ambos cayeron al suelo terroso del escondite entre gemidos y el polvo de la ropa de Redis se esparció en el aire. El chico no pudo evitarlo, las partículas entraron de inmediato en su nariz provocándole escozor y por instinto, un estornudo inútilmente contenido salió de sus fosas nasales.

Dis y Balin lo miraron con los ojos abiertos como platos. Redis los miró sorprendido, tapándose la nariz. El guardia afuera se movió rápidamente buscando hacia todas direcciones. Se escuchó cómo llamó a otros y en menos de medio segundo un sinnúmero de pisadas se escucharon en todas direcciones del bosque.

—Corran— Masculló Dis poniéndose de pie tan velozmente como había podido. Redis hizo lo mismo y entre los dos ayudaron a Balin a caminar de prisa.

—Sellaremos el acceso al salón principal — Resopló el anciano sin detenerse — Tardaran en encontrar la rendija del escondite.

Los otros dos no dijeron nada. Llegaron hasta el acceso del refugió principal y lo cruzaron. La luz que entraba desde la rendija a lo lejos dejaba ver apenas algunos retazos del enorme salón que era el refugio. Dis corrió rápido hacia donde se distinguía un enrome rectángulo de roca pegada a la pared del acceso.

—Ayúdame — Le dijo la enana entre forcejeos a Redis. Éste obedeció y entre los dos empujaron la pared de piedra para cubrir el acceso. Cuando terminaron, lo único que pudieron escuchar fueron sus respiraciones agitadas y el sonido de la tierra que se había desprendido de la pared, reacomodándose en el suelo.

—Lo siento, lo siento — Se lamentó Redis — No pude evitarlo, lo siento.

—      Tranquilo, Redis — Logró decir Dis entre bocanadas de aire — No ha sido culpa tuya.

De nuevo la oscuridad fue absoluta, sus respiraciones fueron controlándose paulatinamente hasta que se normalizaron.

—Al menos, —Susurró Balin después de un rato — sabemos que el mensaje ya llegó.  

Cuando Bilbo despertó, se sintió diferente, lleno de energía en todo su cuerpo y en su mente. La luz que entraba en la habitación era tenue, apenas estaba amaneciendo. Miró hacia la ventana y se encontró con Thorin, dándole la espalda, con los codos recargados en el alfeizar, contemplando el valle de Bruinen. Afuera el paisaje era diferente a lo que Bilbo se había acostumbrado a ver, los rayos del sol matizados con diferentes tonalidades no iluminaban el mundo en esos momentos. El cielo se veía gris y las nubes arriba se retorcían y estiraban rápidamente, mientras que el aire que entraba estaba cargado de humedad y revolvía la melena azabache del enano.

Bilbo se permitió contemplar a Thorin un rato, a pesar del estado en que la joya de trinitas lo había dejado, el mediano podía recordar absolutamente todo lo que se había dicho y había ocurrido. Recordaba también lo que Thorin le dijo a Fili, cuando éste fue a verlo a la habitación. Bilbo suspiró enternecido, toda su vida había creído que jamás entendería lo que era el amor y ahora todo había cambiado.  Estaba completamente seguro, de que amaba a Thorin, y de que Thorin lo amaba a él.

Thorin se movió inquieto en la ventana, se llevó las manos a la cara y se talló los ojos <<No ha podido dormir >> Se percató el hobbit << No ha podido dejar de pensar en los peligros que vamos a enfrentar allá >> Bilbo se incorporó en la cama y estiró los brazos en el aire. Thorin lo escuchó y se volvió. Le dedicó una sonrisa tierna y caminó hacia él. Se veía cansado, un par de ligeras ojeras se le habían formado debajo de los ojos y su cabello se encontraba hecho un desastre.

—¿Cómo te…?

Un alargado bramido llegó a sus oídos e interrumpió al enano. Ambos miraron hacia la puerta de la habitación. Era el llamado de un cuerno, pero no había provenido del muelle, ni tampoco se parecía al que se había tocado cuando el elfo herrero llegó. Bilbo y Thorin se miraron perplejos. El lamento del cuerno se escuchó de nuevo con más intensidad.

 —¿Qué está pasando? — Inquirió Bilbo. Thorin negó con la cabeza.

—No lo sé, pero no me gusta para nada— Un tercer llamado llegó a sus oídos y ambos se pusieron de pie rápidamente. Salieron de la habitación y aguzaron el oído. El cuerno fue tocado dos veces seguidas. Thorin intentaba descifrar el sonido del cuerno ¿Un llamado? ¿un aviso? Las puertas de las demás habitaciones se abrieron y el resto de la compañía salió para investigar lo que pasaba. El bramido se volvió a escuchar ¿una alerta?

  —Tío que está sucediendo — Fili caminó hacia él abrochándose la camisa. Thorin no tenía ni idea, pero sentía que algo no marchaba bien. Algo había sucedido. Bilbo se lo tomó del brazo, confundido.

—¿Será alguna alerta de ataque? — Sugirió Bofur nervioso. Nadie respondió.

—Lo averiguaremos — Respondió Thorin con decisión. Tomó a Bilbo de la mano y se pusieron en marcha para buscar respuestas. El resto de la compañía, adormilada todavía, los siguió.

Realmente el enano no estaba seguro de a donde ir, pero caminó en dirección a la sala de juntas. Cruzaban por un pasillo cubierto de plantas cuando vieron que hacia ellos caminaba presuroso un elfo de servicio.

—Mis señores enanos — Dijo el elfo cuando estuvo lo suficientemente cera.

  —¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué tocaron ese cuerno?

—Ha llegado un mensaje — Explicó — Lo ha traído un cuervo mensajero, parece ser que es para usted — Los enanos se miraron mutuamente confundidos. ¿Para le iban a mandar un mensaje a él?  a menos que viniera de… Thorin reaccionó al instante.

    —Llévanos de inmediato a donde está el mensaje — Exigió.

El elfo asintió y les pidió que lo siguieran. Thorin ni siquiera se fijó en el camino que recorrieron, pero lo sintió eterno. Las palmas le sudaban nerviosamente y tuvo que soltar la mano de Bilbo. Llegaron a unas escaleras que subían a una torre alta.

 —Arriba se encuentra el aviario, lord Elrond los está…

Thorin no esperó a que el elfo terminara y corrió por las escaleras. Algo no le pintaba bien, había pasado algo, estaba seguro. Lo sentía en el corazón. Todos los enanos estaban exactamente en el mismo estado que él, y se echaron a correr por las escaleras también. Bilbo y Danief se quedaron atrás, confundidos.

   —¿Tienes alguna idea de qué se trata? — Le preguntó Danief a Bilbo mientras subían las escaleras. Bilbo negó.

—No pero no puede ser nada bueno.

Cuando llegaron a la cima se encontraron con una habitación con forma esférica, cuyas paredes estaban cubiertas por repisas de jaulas vacías. Una gran ventana rectangular cortaba la mitad el cuarto a manera de entrada para las aves. En el centro, había un escritorio de madera repleto de pergaminos en blanco, sobre el cual había una gran jaula de plata en la que descansaba un gran cuervo. Lord Elrond estaba parado junto al ventanal, con un pergamino enrollado en la mano.

—Lord Thorin — Dijo cuando vio a los enanos entrar al aviario. Extendió el pergamino hacia él y Thorin casi se lo arrebató — Ha sido reenviado del reino de los elfos silvanos en el Bosque Negro — Informó el señor elfo haciendo caso omiso del gesto —  llegó desde Erebor.

Al escuchar aquello, Thorin pudo confirmar sus temores. Con manos temblorosas desenrolló el pergamino, el sello estaba roto, pero eso no le importaba. Fili, Kili, Ori y Bofur se colocaron detrás de él para poder leer también lo que decía el mensaje. La letra era descuidada y la tinta no había alcanzado para remarcar bien algunas palabras, pero Thorin supo de inmediato quién la había escrito.

       Thorin.

Dáin ha tomado Erebor. La locura por el oro dominó su mente y se declaró el legitimo rey del reino. Cazó y asesinó a todos tus fieles y envió a las mazmorras a miles de ciudadanos. El reino agoniza. Una fuerza se cernió sobre nosotros y comenzó a infligir pesadillas y visiones horribles en nuestros sueños que nos atormentan estando dormidos o no. Miles de soldados se volvieron locos y juraron lealtad a Dáin.

Dáin bloqueó con derrumbes todas las entradas principales, mandó a matar y quemar a todos los cuervos mensajeros del reino y todo aquel que atrapara intentando escapar lo asesinó. Fundió toneladas del tesoro para verterlos sobre los que intentaron asesinarlo y aún sigue torturando a cientos de inocentes.

Fui prisionera durante días y estuvo a punto de obligarme a casarme con él, pero Balin me rescató y me llevó a un escondite secreto. No se lo que ha pasado con el resto de tu compañía, pero me temo lo peor.

Hermano, sé que en cuanto termines de leer esto pondrás marcha hacía acá sin dudar, pero necesito que pienses primero. No podrás derrotar a Dáin tu solo. Tiene el perímetro de la montaña vigilado a todas horas. Necesitas pedir refuerzos, necesitas llegar con aliados. Y qué mejores aliados que nuestros hermanos en los otros reinos.

No sé cuánto tiempo podré seguir sobreviviendo. No he comido en días y no puedo dormir. Algo oscuro se oculta detrás de todo esto, creo que tiene que ver con las visiones de Gandalf. Apresúrate hermano, tu reino te necesita.   

Dis.

 —Por los señores del hierro, es mamá — Exclamó Fili a Kili.

Thorin no se movió, sintió como una gran furia le invadía la razón. Su respiración se aceleró, su mandíbula se tensó y apretó los puños para tratar de mitigar el sentimiento que lo estaba consumiendo, pero no pudo contenerse.

    —¡Mierda! — Gruñó colérico lanzando un fuertísimo golpe a la pared más cercana que encontró. Bilbo y Danief brincaron asustados por el arranque de ira del enano — ¡Mierda! — Volvió a gritar, tomó una hilera de jaulas y las tiró al suelo haciendo un gran escándalo de fierros rompiéndose y cristales rotos.  Por Illuvatar, le escucharon decir a Elrond.Bilbo corrió hacia Thorin para tratar de tranquilizarlo.

  —No — Lo detuvo Danief del brazo — Te va a lastimar.

Tenía razón, en esos arranques Thorin era incontrolable y no había manera de mitigar su furia. Miró a Fili y Kili, que estaban atónitos y leían una y otra vez el pergamino.

—¿Qué ocurre? — Inquirió. Kili alzó la vista, pálido como la leche y tartamudeo para hablar.

—E-e-erebor — Logró decir. Extendió el pergamino para que el mediano lo pudiera leer — Ha sido tomado por Dáin, el primo de Thorin — Explicó mientras Bilbo tomaba el mensaje y lo leía junto a Danief — Nuestra madre ha sido quien lo ha enviado. Dice que no sabe lo que ha pasado con los demás…

—¿Qué es lo que vamos a hacer? — Dijo Bofur, que había tenido de sentarse en el suelo para respirar profundo.

    —Tenemos que ir a Erebor — Ori se adelantó, había permanecido callado, atónito igual que el resto — El maldito de Dáin ha traicionado a Thorin, quién sabe lo que les hizo a mis hermanos allá.

Ori se quedó estupefacto y se llevó las manos a la cabeza.

   —¿Habrá matado a mis hermanos? —Temió, se volvió hacia Bofur que permanecía en el suelo — ¿O a Bombur?

—Cállate tonto, n-n-no puede estar muerto — Bofur se puso de pie furioso con los puños apretados — No puede estar muerto… nadie puede estarlo.

—No nos adelantemos a lo que no sabemos todavía — Intervino Fili con severidad — Puede que Dáin los mantenga prisioneros todavía.

 —¿Qué no leíste lo que ha escrito tu propia madre? — Ori parecía fuera de si — ¡Ha asesinado a todos los fieles de Thorin! ¿Quiénes más fieles a Thorin que los de la compañía?

Fili guardó silencio ante aquello. Fue Kili quien habló.

    —Nuestra madre ha dicho que no sabe nada de ellos — Se veía bastante tranquilo, en comparación con el resto — Si Dáin hubiera querido asesinar a los verdaderamente fieles, ellos habrían sido los primeros y claramente ella se habría enterado.

    —Nada es claro — Dijo Fili — Tanto no podemos asegurar que Dáin los asesinó, como no podemos asegurar que están sanos y salvos.

Bilbo permanecía en silencio tratando de asimilar el contenido del mensaje. Recordó a Balin, al menos sabían que él estaba bien, a Dis, la hermana de Thorin no la conocía en persona, pero igual se alegraba de que estuviera viva. Sin embargo, de Dwalin, Dori, Nori, Óin, Glóin, Bifur, y Bombur, de ellos no sabía ni que pensar. Si todos ellos habían muerto…. A Bilbo ni siquiera le gustaba pensar en eso, sacudió la cabeza para alejar aquella idea. No podían estar muertos, Dwalin era el enano más fuerte que había conocido jamás, y todos los demás eran igual de buenos guerreros, excepto tal vez por Bombur, que era extremadamente gordo. Pero si Balin había conseguido escapar, y rescatar a Dis de pasó, ¿Por qué los demás no?

 —Thorin — Le oyó decir a Fili — ¿Qué es lo que vamos a hacer?

Todos se volvieron hacia el rey bajo la montaña. Este, se había tirado de rodillas al suelo y observaba absorto el desastre que había ocasionado con las jaulas. Tal como estaba de espaldas, se puso de pie y se giró lentamente hacia ellos.

 —Iremos a Erebor — Gruñó entre dientes — Recuperaremos nuestro hogar y le haremos pagar a Dáin por todas las atrocidades que haya cometido.

  —No podemos hacerlo solos, tío — Reflexionó Fili — Ya lo ha escrito nuestra madre… debemos pedir el apoyo de nuestros hermanos. Entre nosotros no podremos enfrentar a Dáin, él se ha apoderado de la Guardia de Erebor.

Thorin asintió, dubitativo. Bilbo aún no lograba comprender quiénes eran los aliados de Thorin, y estaba muy seguro de que Danief tampoco. Llegó a pensar por un momento en Thranduil, pues él había luchado en persona del lado de Thorin durante la batalla de los Cinco Ejércitos y el rey de los elfos silvanos había acordado amistad con Erebor cuando lograron derrotar a los orcos. Aquello si le había tocado verlo. De cierta forma, los elfos silvanos también eran aliados.

 —No sabemos si Colinas de Hierro nos ha traicionado también —  Intervino Kili, sacando a Bilbo de sus pensamientos.

—Y Montañas Azules está demasiado lejos — Completó Bofur — Para cuando lleguen será demasiado tarde.

Thorin quedó pensativo.

—Cuando le pedí a Dáin que cuidara Erebor temporalmente mientras yo cumplía esta misión, se veía perfectamente sano — Recordó el rey enano — Pensó en encargar a su hijo Colinas de Hierro, pero Náin es demasiado joven para el cargo. Nombró guardián de las Colinas al Primer Comandante de su Guardia, Drorin El Sabio.

  —Drorin juró lealtad a la amistad entre Erebor y Colinas de Hierro después de la batalla — Dijo Fili. Bilbo ya no entendía absolutamente nada. ¿Náin era el hijo de Dáin? ¿En done estaban las Montañas Azules? ¿Quién era el tal Drorin?

—Lo recuerdo — Asintió Kili. Bofur y Ori asintieron también.

  —Dis ha escrito que Dáin ha bloqueado todos los accesos de Erebor, que vigila los accesos día y noche. Se ha encerrado con todo el oro, como si tuviera miedo — Thorin se rascó la barbilla — Algo me dice que en Colinas de Hierro aún no se han enterado de lo que ha pasado en la montaña. Es por eso por lo que el malnacido quemó todos los cuervos mensajeros, no quiere que nadie se entere de su traición.

    —Si es así, en Colinas no deben tardar mucho en darse cuenta de que hace tiempo no saben nada de su legitimo rey — Opinó Kili.

—Además Colinas envía toneladas de alimentos al mes — Dijo Fili — Tienen que darse cuenta.

—Aún así debemos advertirles. Les enviaremos un cuervo notificándoles de la traición de Dáin — Thorin caminó hacia ellos — Estoy muy seguro de que Drorin y el joven Náin no tienen ni idea de esto.

   —Pero tío, no podemos enviar directamente un cuervo a Colinas de Hierro. Tendría que atravesar por la Montaña Solitaria y Dáin la interceptaría.

Thorin asintió hacia si sobrino menor.

   —Ya lo había pensado Kili — Puso una mano sobre su hombro — Enviaremos el cuervo con dos mensajes al bosque negro. En uno le pediremos a Thranduil que reenvié el segundo mensaje a Colinas sin que tenga que pasar por Erebor. Él se las ingeniará. Le ofreceremos una recompensa jugosa.

    —Ajam — Se escuchó de repente detrás de ellos. Todos se volvieron hacia Elrond, habían olvidado por completo que el medio elfo se encontraba en el aviario. Su postura seguía exactamente igual a como estaba cuando recién habían llegado.

—Lamento tener que interrumpir sus planes mis señores enanos, — Dijo con toda cordialidad —sé lo perturbados que deben estar en estos momentos por la noticia que acaban de recibir. Debo admitir que yo me encuentro bastante consternado también, sin embargo — Volvió a carraspear ligeramente — debo preguntar ¿Qué pasará con la misión de la joya de trinitas?

 

 

 

 

  

Notas finales:

La aclaración que quiero hacer es acerca del hijo de Dáin. Para los que conocen bien los árboles genealógicos de los enanos, o los que se tomen el tiempo de investigarlos, podrán darse cuenta que el unico hijo de Dáin II en realidad de llama Thorin III, claro, eso en la historia orginal. Estoy muy seguro de que en la historia original, Dáin nombra así a su hijo en honor a Thorin II, que en la batalla de los Cinco Ejercitos muere. Adaptandonos al caso de mi fanfiction, Thorin nunca muere, por lo que Dáin no tendría porque nombrar a su hijo en honor al alguien que no ha muerto, así que en mi historia, el hijo de Dáin ha sido nombrado en honor a su abuelo, Náin. 

Otra aclaración, es que cuando Thorin muere en la historia original, Dáin es nombrado rey legitimo de Erebor, y una de sus primeras acciones es unificar el reino de la montaña solitaria con el reino de las Colinas de Hierro. En mi historia, esto jamás sucede. Las Colinas del Hierro y Erebor permanecen como reinos independientes unos de otros, sin emabargo, si hacen acuerdos comerciales más fuertes, luego de la victoria en la guerra. 


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