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THILBO. por Eli97

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Notas del capitulo:

En este capitulo aparece pro primera vez Danief Vilnicua, como ya habia mencionado, este es uno de los personajes originales que he decidido agregar a la trama.

Como nota importante: No, Danief no se enamora de ninguno de los dos y ninguno de los dos de Danief. :)

4

EL HIJO DEL MERCADER

 

Bilbo Miraba a través de la ventana de la cocina, a su nariz llegaba el aroma de los huevos en la sartén y el sonido chisporroteante del aceite caliente. Sostenía en la mano una espátula y mientras esperaba a que estuvieran listos, contemplaba el azul de cielo y las formaciones de las nubes flotando lentamente, en una ocasión le pareció haber visto la boca de un dragón con muchas patas pero  luego se convirtió en una masa blanca sin forma, todo indicaba que el clima ya se había normalizado, no se veía rastro alguno de gris en el cielo, ni tampoco había brisas de aire que anunciaran la llegada de alguna lluvia,  eso había hecho sentirlo contento. No había podido dejar de recordar lo que había dicho Thorin la noche pasada, acerca de que debían ir a Erebor, aquella historia que le había contado sobre el mago negro al parecer tenía que ver algo con el clima, pero ese día había amanecido de lo más normal, así que pensó, que ya no habría que hacer ningún viaje, tal vez Bilbo no se daba cuenta que estaba siendo demasiado ingenuo, pero realmente tenía muchas ganas de que Thorin se quedara.  El aceite de los huevos chilló y Bilbo se volvió para sacarlos del sartén para vaciarlos en un plato. Se llevó un gran susto al descubrir que Thorin estaba asomado por el marco de la puerta, olfateando el desayuno.

  —Por los dioses Thorin – Le reprendió llevándose la mano al pecho– Tienes que dejar de hacer eso.

—Disculpa – Thorin se sonrojó y decidió que no tenía sentido seguir oculto, así que entró a la cocina – Me ha despertado el olor… huele delicioso.

Llevaba el cabello azabache hecho una gran maraña enredada, llevaba un camisón blanco y vestía los mismos pantalones del día anterior. Bilbo recordó lo que había visto y se ruborizó.

     —Oh, si…gracias – Tomó con un trapo el mango de la sartén y con la espátula empujó los huevos revueltos con jamón y chorizo de cerdo a un plato de cerámica blanca que había en la mesa de madera – Pensé que como habías hecho un viaje muy largo y cansado, tendrías mucha hambre.

    —No sabes, no he comido tan bien como me gustaría – Reconoció el enano dejándose caer en la silla y esbozando una amplia sonrisa. Miraba el plato de huevos con ojos centelleantes. En la mesa había además una pieza de panqué de naranja en rebanadas, una hoya con café caliente y casero, puré de papa y verduras cocidas.

       —Esto para mí es como un tesoro – Dijo ansioso sin apartar la mirada de la comida. Bilbo tomó un plato y cubiertos de la alacena y se los dio a Thorin, quien sin pensarlo dos veces comenzó a servirse.

  — ¿No vas a desayunar?— Le preguntó. Cuando Bilbo lo miró, vio que le habían quedado restos de huevo en la barba.

  —Tienes… — Rio señalándole su barbilla al enano, quien rápidamente se sacudió apenado.

—Lo siento.

Bilbo se sentó al otro lado de la mesa y se sirvió una porción de huevo en su plato. Vació de la hoya el café en su taza hasta llenarla y estiró la mano hasta el panque de naranja para tomar una rebanada y darle un mordisco. Miró a Thorin y lo vio devorar como un animal los huevos, el pan, el puré y el café todo al mismo tiempo.

  —Tienes suerte – Le dijo Bilbo riendo– Estos eran los últimos huevos que quedaban en mi almacén, de hecho todo esto era lo último que quedaba.

Se detuvo para analizar sus propias palabras, recordó que se le haría tarde para ir al mercado, los mercaderes cerraban temprano pues no era del diario comprar comida que ya debías tener en tu almacén. Súbitamente se levantó de la mesa sin preocuparse por hacer ruido y Thorin desconcertado  corrió tras él.

   — ¡Espera Bilbo, espera! – Le grito – Tenemos que hablar de…

Pero el Hobbit había comenzado a hablar, desesperado mientras se dirigía a su habitación.

  —Cuando lleguemos Thorin, es muy tarde ya, había olvidado por completo que era hoy el día de abastecerme…rayos.

Abrió su ropero y comenzó a rebuscar entre los ganchos, sacó un saco color vino y se lo puso tan rápido como pudo mientras se maldecía a sí mismo en voz alta, Thorin intentaba detenerlo pero Bilbo estaba desesperado.

 —Me vas a acompañar, ¿cierto?—Le pregunto mientras metía las manos en las mangas del saco.

  — ¿A dónde? Espera yo…

—Pues al mercado tonto, me gustaría enseñarte…

—No puedo Bilbo— Espetó, Bilbo se quedó quieto, mirando al enano, como decepcionado.

  —Emmm, bueno, pero ¿Por qué? Te gustará mucho ver…

—Bilbo no pueden saber que estoy aquí…tenem…

  — ¿Quiénes? – Bilbo soltó una risita << Pues la gente, tonto, ¿Qué van a pensar si los ven juntos? ¿Por qué querría un rey enano andar con un Hobbit tonto y ordinario? >> Se contestó en sus adentros.

  —Es lo que trato de decirte…

Afuera retumbó el sonido de un cuerno. Bilbo soltó un agudo gritito al mismo tiempo que salía corriendo y tomaba fugazmente monedas del cajón de un mueblecito y se precipitaba hacia la puerta para salir.

  —Demonios —Le oyó decir.

Cuando los mercaderes estaban a punto de cerrar hacían sonar un cuerno para avisar que ya no venderían más, luego procedían a empacar y marcharse,   los mercaderes solo llegaban una vez a la semana a la Comarca, tenían sus hogares junto a  los sembradíos a las afueras de los límites de los últimos distritos, donde esperaban a cosechar para luego recorrer los pueblitos a vender.

  —Bilbo, ¡espera!

Fue en vano, pues el Hobbit ya se encaminaba rápidamente por el caminito de rocas para luego brincar la cerca blanca y perderse entre la altura de Bolsón cerrado, maldiciendo sin parar. Lo último que vio Thorin fue la cabecita rizada del mediano perderse entre la hierba y las flores.

 

A lo lejos podía verse a los mercaderes que ya comenzaban a guardar la mercancía. Pero Bilbo no dejaría que se fueran hasta haber comprado lo que necesitaba.

  — ¡Hey! ¡Esperen!

Les gritó desde lejos ondeando la mano en el aire. Se volvieron todos hacia donde había provenido la llamada y vieron a un desaliñado Hobbit corriendo a toda prisa. Bilbo los vio poner expresiones desaprobatorias pero no le importaba, necesitaba conseguir comida pues no sabía cuánto tiempo iba a estar Thorin en su casa y no quería que se fuera por la falta de alimento. Así que ignoró las malas caras de los vendedores quienes a regañadientes aceptaron atenderlo.

  —Puedo ayudarle a llevar sus compras señor – Le ofreció alegremente el ultimo vendedor al que Bilbo había recurrido, era un anciano Hobbit macilento, con el cabello completamente blanco y una nariz rosada y con forma de papa. Bilbo intentó no reírse pues le parecería de muy mal gusto, pero intentó expresar su opinión lo más educadamente posible.

  —Mi señor no creo que usted pueda cargar con todo éste peso… Deme dos bolsas de patata – Le dijo – Estas que están aquí, por favor—El señor asintió esbozando una sonrisa simpática.

  —Buena elección señor – Le reconoció el anciano tomando las papas y llenado con ellas una bolsa a la vez al tiempo que seguía hablando – Pero no soy yo quien las cargaría, mi hijo lo hará por usted. Le cuesta apenas dos monedas. 

El anciano al ver la expresión desconcertada del joven Hobbit le explicó – Últimamente a la gente no se le apetecen tanto las patatas y no tengo muchos clientes, usted es uno de los pocos—Hizo una pausa para sacar un gran tosido famélico y cubrirse la boca con su chaleco – Lo siento. Tenemos que hacer negocio ¿sabe? Y mi hijo ya está acostumbrado a cargar cosas pesadas así que no será ningún problema para él.

Le señaló los sacos en los que llevaba lo que había comprado con los ojos casi cubiertos por sus largas cejas blanquecinas, mientras terminaba de llenar la última bolsa. Bilbo estuvo a punto de decirle que no y darle las gracias pero la mirada del anciano no se lo permitió.

Le pareció comprensible, el día de la semana en que los grupos de mercaderes llegaban provocaban un gran abarrotamiento en el pueblo, pues la gente debía abastecer sus bodegas, y muchos no podían cagar con todo.  Tener a alguien que te ayudara a llevar tus compras era buena idea y seguro que dejaba un buen dinero, Bilbo realmente no compraba en cantidades muy grandes pues solo tenía que ver por uno, pero se le hacía un buen gesto que los mercaderes se preocuparan por sus clientes. << A demás conoces gente nueva >> Pensó Bilbo, pero le pareció extraño que el anciano dijera que las papas no se vendían tan bien últimamente, si era un tubérculo que iba en casi todas las comidas.

—De acuerdo – Aceptó tomando las bolsas de patatas que le había extendido el anciano – Admito que necesitaré ayuda.

El anciano esbozó una sonrisa de oreja a oreja haciéndosele arrugas en los ojos, asintió alegremente y se volvió hacia atrás para henchir el pecho de aire y hacer con las manos alrededor de su boca un tubo.

  — ¡Danief!— Gritó — ¡Danief!

   — ¿Qué sucede padre? – Se escuchó detrás de la carpa de la tienda. Era una voz suave, como la de Bilbo. De una abertura de la carpa surgió un Hobbit casi de la misma edad que Bilbo, de rostro redondo pero mentón picudo, entrecejo pronunciado y cejas pobladas. Tez de un bronceado que revelaba que trabajaba bajo el sol mucho tiempo, labios pequeños y rodeados por una barba de candado muy lejos de ser tupida.  Vestía una camisa blanca  y unos pantalones azul oscuro. Alrededor de su cintura llevaba amarrado un listón café cuyo motivo era un misterio. Los primeros botones de su camisa estaban desabrochados dejando ver unos cuantos bellos castaños que le sobresalían del pecho.

    —Hijo – Comenzó el anciano —El caballero necesita ayuda con sus compras.

Señaló a Bilbo, el cargador dirigió su atención hacia él y le dirigió una sonrisa amistosa y un asentimiento de cabeza a modo de saludo. Bilbo se lo correspondió.

 —Son dos monedas por llevarle las cosas hasta su casa, y tres por ayudarle a acomodarlas en su bodega —Le informó el joven hobbit con gesto serio pero agradable al mismo tiempo.

  —Bien, pagaré tres y las papas—Sonrió Bilbo. Danief esbozó una gran sonrisa mostrando su blanca dentadura, y pensó que ya le caía bien Bilbo Bolsón.

  —Bien, por las papas son tres monedas – Dijo el anciano.

Bilbo asintió, dejó las compras en el suelo para poder tomar dinero del bolsillo derecho de su saco donde había guardado las monedas, sintió con los dedos algo más ahí dentro, un pequeño aro, suave al tacto, del tamaño perfecto para pudiera entrar en su dedo índice. Era un anillo, era el anillo.

Bilbo recordó que lo había dejado en ese saco la última vez, pero ya se había olvidado de él. Hacía algún tiempo desde que lo había pasado por las yemas de sus dedos por última vez, acariciándolo e intentando descifrar por qué cuando lo poseía tenía en su corazón una extraña sensación.

Al ver que el anciano seguía con la palma de la mano extendida, sacó rápidamente las tres monedas y se las dio.  El cargador sonrió y salió del puesto para reunirse con Bilbo, y antes de que tomara sus compras le extendió la mano para presentarse.

  —Soy Danief Vilnicua – Dijo inclinándose levemente a modo de reverencia – Y él es mi padre Otor Vilnicua.

El anciano asintió humildemente  y le sonrió.

   —Bilbo Bolsón – Bilbo estrechó su mano y este la apretó para hacerle saber que estaban en confianza.

—A sus servicios. ¿Hacia dónde?

Bilbo se sintió extraño contratando a alguien para que llevara sus compras, no todos se daban tal lujo, pero le aliviaba no tener que hacer forzar sus músculos. De ahora en adelante lo contrataría para que lo ayudara a la misma tarea, tal vez y hasta se hacían muy buenos amigos. Algo que no le vendría mal a la solitaria vida del Bolsón. 

Juntos se encaminaron hasta Bolsón cerrado, donde estaría Thorin. La parte malvada de la mente de Bilbo se imaginaba un escenario en el que disfrutaba ver como Danief que no era nada feo le ayudaba a acomodar su bodega mientras Thorin los veía. Quería saber cuál sería la reacción del enano y que le diría después.

Llegaron a la entrada de la casa, Bilbo empujó la puerta circular hacia adentro para que Danief pudiera pasar, quien pasó junto a él hacia adentro, Bilbo no se había dado cuenta de la fuerza del hombre hasta que vio que realmente llevaba bastante peso en las manos.  Bilbo cerró la puerta tras él pero antes de comenzar a guiar a Danief hacia la bodega, Thorin apareció de repente.

  — ¡Bilbo!

Gritó el enano, empuñaba su gran espada y vestía su armadura plateada.  Los Hobbits  dieron un tremendo salto del susto y Danief dejó caer una bolsa al suelo – ¡Por las barbas!— Exclamó.

  —Thorin – Le reprendió Bilbo — ¿Estás loco?

  — ¿Quién es él?—Preguntó Thorin haciendo caso omiso de Bilbo, miraba a Danief con extrañeza y con cara de loco alzó la espada y apunto con ella hacia la garganta de Danief. Bilbo pudo escuchar a Danief tragar.

— ¡Basta! No le apuntes, maldito loco – Puso la palma en la parte plana de la espada y la bajó — Me ayuda a cargar las cosas que compré…

   —Por favor no me haga daño– Rogó Danief al mismo tiempo que se ponía de rodillas, a punto de llorar, pero Thorin le chitó.

 —Cállate… Bilbo… ¿escuchas?

Los tres guardaron silenció un largo rato, y justo cuando Bilbo iba a decir que no escuchaba nada, en todos los alrededores por fuera de la casa se comenzaron a escuchar crujidos y gruñidos agudos, pequeñas pisadas nerviosas, pero se escuchaban un sinnúmero de ellos, como si hubiera una plaga de ratas afuera.  La luz del sol que antes entraba por las ventanas se desvaneció y la sustituyó una grisácea luz de un cielo nublado.

    — ¿Qué es eso?

Los crujidos se seguían escuchando y luego el cielo comenzó a retumbar,  provocando que las cosas a su alrededor vibraran. Eran truenos.

  —Thorin, ¿Qué está pasando?—Exigió saber  Bilbo que comenzaba a asustarse. 

—Es de lo que te trataba de advertir, son targos, por eso no quería que salieras. Esas malditas criaturas han llegado antes de lo que pensé —Thorin seguía susurraba, con la esperanza subyacente de que si no los escuchaban, las criaturas se irían.

  — ¿Los que? – Preguntó Danief totalmente desubicado y confundido.

Thorin no le contestó, en vez de eso, le ordenó a Bilbo que empacara lo más que pudiera y que sacara su espada, al principio Bilbo no entendió y se negó pero Bilbo le espetó que estaban en grave peligro y que debían irse. Comenzaban a escucharse junto a los crujidos, extraños murmullos inteligibles, eran tantos que pareciera que hubiera una enorme multitud rodeando toda la casa.

  — ¿Cómo que en grave peligro? Por las barbas, ¿Qué carajos está pasando?

Danief estaba muy asustado. Ni siquiera sabía lo que era aquel hombre de cabello azabache parado frente a él, empuñando una filosa espada con la que hacía unos momentos lo había amenazado, solo sabía que definitivamente no era un Hobbit, de ninguna clase. Su cuerpo era muy ancho y su rostro demasiado simétrico.

Thorin puso su oscura mirada sobre él y Danief se sobresaltó.

   —No debiste venir aquí—Le dijo con gran severidad, como si hubiera sido alguna clase de acto imperdonable lo que había hecho.

 Cuando Bilbo volvió, con una gran maleta en la espalda y en la mano una espada plateada, Danief no lo pensó más.  Los crujidos se hacían más violentos, comenzaban a convertirse en golpes bruscos que azotaban las paredes y el cielo no parecía mejorar; seguían retumbando en el suelo los estridentes relámpagos.

   —Señor Bilbo, lo siento pero ya debo irme de aquí, solo págueme dos monedas y listo.

— ¿Estás loco, Hobbit? – Le dijo Thorin sin dejar a Bilbo pronunciar palabra– Si pones un pie fuera de ésta casa ahora,  esas cosas te asesinaran,  en lo que sea que se hayan convertido.

  —No, no, no sé de los que usted está hablando – Tartamudeo Danief, Bilbo estaba petrificado – ¿Cómo que me asesinaran? ¿Qué, que, que son esas cosas?

Thorin soltó un profundo suspiro.

   —Son cambia pieles, pero no del tipo que conocemos, Bilbo– Explicó dirigiéndose hacia el Hobbit, que empuñaba fuertemente su pequeña espada, que había empezado a parpadear una brillante luz azul, lo cual lo desconcertó a aún más – No son como Beorn. Éstas cosas no se convierten en humanos, no son nada, se dedican a  transformarse en cualquier cosa que les ordene su señor – Hizo una pausa – Son los sirvientes de Jacower.

Los murmullos de afuera se volvieron terribles aullidos ahogados en una aparente lejanía, Bilbo paró en seco, recordó aquel sueño, esa horrible figura, la máscara de madera y esa voz pronunciando su nombre, <>.

   — ¿Qué mierda es un cambia pieles? ¿Quién es Beorn?

Thorin comenzaba a desesperarse con la presencia de ése Hobbit. ¿Por qué lo había traído a la casa? El pobre no sabía en lo que se había metido, ni lo que le esperaba. Pero ya era demasiado tarde, los targos ya habrían sentido su olor y no lo dejarían en paz jamás hasta asesinarlo. No podían dejarlo ahí y dejarlo morir en manos de esas criaturas. Tendría que ir con ellos si quería sobrevivir y eso significaba que ya no estarían solos Bilbo y Thorin.

 

 

Notas finales:

Bien, las criaturas Targos tambien son invención mía. Me gustaria, que cuando lean éste capitulo, se imaginen al personaje de Danief siendo interpretado por el actor James McAvoy. Suena un poco raro pero esque no me lo imagino de otra manera, siento que así es como debería ser.

 


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