A MinSeok realmente le desagradaban las despedidas.
Observaba por la ventanilla, dejando atrás, literalmente, toda su vida hasta el momento. Y era terrible, porque el tren parecía ir particularmente lento aquella mañana.
Pero, ¿qué estaba pasando? Déjenme aclarar las aguas un poco.
El chico de mejillas regordetas, Kim MinSeok, hijo mayor de la familia Kim, debía irse de intercambio, ¿y qué tiene eso de malo? A primera vista, nada, pero la esfera del mundo se le fue un poco de las manos… Mucho.
Ahí estaba MinSeok, sentado en el tren, que lo llevaría a la ciudad, donde debía tomar un autobús y así finalizar la travesía en el aeropuerto. Pequeñas complicaciones de vivir en un pueblito que con suerte se ve desde el cielo. Pero él era feliz, tal vez eso hacía la situación mucho más difícil. Su hermanita, la pequeña JinSeok, le había regalado exactamente cincuenta segundos antes de partir su brazalete favorito, lo cual lo hizo derramar cristalinas lágrimas durante el trayecto. Su reciente adquisición era de color verde, ni muy chillón, ni muy obscuro. Siempre estuvo orgulloso de compartir color favorito con la menor.
A los cinco años, el muchacho comenzó a alardear sobre lo interesante que la universidad sonaba, que a la mañana siguiente quería despertar y tener diecinueve años para comenzar los estudios, tenía toda su fe puesta en ser el primer ingeniero de la familia. Pasaba y pasaba el tiempo, hasta un día determinado en que MinSeok caminaba por Seúl gracias a una salida de su instituto. Iban a ver un musical de “El lago de los cisnes”, y vaya, se sentía bastante homosexual. Aunque su orientación sexual no estaba definida, puesto que aún no experimentaba ese primer amor del que todos hablan, las famosas mariposas en el estómago y tonterías de las que él reía. Bien, se ha desviado el tema. Siguiendo, mientras el musical transcurría, MinSeok estaba embobado. ¿De dónde se aprendía a cantar tan lindo?, ¿era un don con el que se nacía? Oh, santa vaca. Estaba realmente embobado.
Recuerda llegar a casa corriendo, desbordando emoción por los poros de todos lados. “¡Madre, madre!, ya lo sé, lo he descubierto, ¡quiero estudiar música!” Y síp, así fue. El MinSeok de hoy cursaba su tercer año de música e interpretación. ¿Por qué, si tenía 24 años? Bien, su padre lo hizo intentar con ingeniería en mecatrónica un tiempo, más exacto, tres años. Oh, ayuda. Nunca más, nunca, nunca, nunca le volvía a hacer caso a su padre. Podía jurar que nadaba y nadaba en números. Soñaba con ecuaciones, desayunaba álgebra y cenaba física. Rebasó el vaso con robótica. Apretó su botón de pánico interno y más rápido que inmediatamente cambió de carrera.
¿En qué momento llegó al aeropuerto? Bien, debía estar enloqueciendo. Eso de recordar su vida entera lo sacó de la línea correcta de pensamientos y terminó haciendo todo en modo automático.
Nuevo destino: París, Francia.
Sí, París.
Tramitó lo necesario, depositó su maleta en la cuerda que la llevaría hasta el avión y se encaminó al baño, un largo trayecto traía consecuencias ahí abajo. Oh, no. No piensen mal, él necesitaba desocupar su vejiga.
Entró a un cubículo y desabrochó rápidamente su pantalón, encargándose de aquella necesidad vital. Al terminar, reacomodó su ropa y salió del pequeño espacio, dirigiéndose a los lavamanos disponibles. A decir verdad, se encontraba solo, la escena se tornó sombría al notarlo… Al menos, lo fue unos minutos, ya que la puerta de otro cubículo se abrió ruidosamente, sorprendiendo a un MinSeok que cumplía la labor de lavar sus manos cual princesa del medio oriente. Sus ojos se abrieron en demasía, su boca formó una suave circunferencia mostrando sus paletas, adquiriendo un aire de ardilla, sin olvidar el salto algo exagerado de su cuerpo. Giró éste lentamente, topándose con un chico guapo que le pedía disculpas como si su vida dependiera de ello. ¿Uso la palabra “guapo” y “chico” en una misma frase? Eso era nuevo.
- Disculpa, en serio lo siento mucho, no quise asutart… Hey, si sigues así terminarás con el brazo entero empapado.
- ¿C-cómo?
Whops. Volvió a su posición original, mirando su brazo, expectante. Llevaba desde la mano hasta un poco más abajo del codo completamente mojado, genial. Cerró la llave del agua antes de entrar en pánico.
- Oh, Dios, hace un frío atroz y has mojado mucho tu sweater, ¡soy idiota, es mi culpa!, ¡te he asustado!
El chico se acercó a paso veloz donde MinSeok seguía. Sin preguntar, elevó ambos brazos ajenos, bajando hasta la cintura del actualmente perplejo estudiante de música, sin querer rozando su piel.
Oh, oh, oh, oh. Alerta roja. Juró el poder sentir una corriente eléctrica recorrer su espina dorsal, y un calor desconocido apoderándose de sus mejillas.
Mordió la parte interna de su labio inferior, siendo despojado de su sweater.
- ¿Qué es lo que haces?
Pronunció con dificultad, encontrándose a sí mismo únicamente con su camisa de mangas cortas, exhibiendo la nívea piel que poseía.
- Te pondré el mío, no te preocupes, fui muy tonto al hacer que te exaltaras y olvidaras lo que hacías.
Y dicho esto, el extraño quitó la prenda de la discordia que tenía puesta, coincidentemente con la misma camisa de MinSeok, pero en otro color. Ambos rieron al notarlo.
- Ten, abrígate, puedes enfermar.
- Muchas gracias, mh…
- JongDae, Kim JongDae.