Era el único hijo que sus padres habían decidido procrear. Era querido por todos, era un hermoso niño con cabellos rubios, piel de porcelana, ojos rojizos, sonrisa que resplandecía e iluminaba toda la casa. Era tratado con todos los cuidados, sus padres y familiares lo amaban más que nada y eso él lo sabía. Desde que era un infante hasta ahora absolutamente nada le había faltado sus caprichos habían sido totalmente satisfechos, había ocasiones en las que se detenía a pensar si era factible pedir a sus padres por un hermano porque en esa enorme casa hacía falta alguien más, una compañía más. Mientras pensaba en eso de la nada con las crayolas dibujada sobre su cuaderno un cuarto miembro. No había dibujado su rostro ni sus cabellos, cuando su profesora le pregunto por el dibujo, se quedó callado mientras jugaba con las crayolas pintando las palmas de sus manos.
Mientras se deslizaba por el tobogán observaba a cada de uno de las familias cargar en brazos o en hombros niños más pequeños, su nana le sonreía mientras llegaba por el para regresar a casa.
A la edad de 5 años mientras su madre tomaba el té junto a su abuela frente al enorme ventanal que separaba el jardín de la sala se atrevió a decirle a su progenitora que deseaba un hermanito. Su madre dejo la taza de porcelana sobre la mesa, con los ojos como platos quedo observándole sin creer lo que había escuchado en cambio su abuela se tapaba la boca con ambas manos mientras reía elegantemente limpiándose una que otra lagrima. Su inocente petición. Recibió un fuerte abrazo de su madre a la vez que le despeinaba los radiantes rizos, su madre le sonreía balanceándolo de un lado a otro.
En la navidad de sus 5 años había escrito una carta a Santa Claus pidiéndole junto a una carita feliz que deseaba un hermanito o hermanito si es que fuera posible, no se veía jugando muñecas como sus primas lo hacían en la sala, doblo la carta y la apretó a su pecho cerrando los ojos sintiendo su corazón palpitar más rápido.
Al año siguiente todos los sirvientes corrían de un lado a otro, apenas había llegado de la primaria cuando se encontró con todo el barullo. Subió las escaleras hacia su habitación cuando la voz de su padre detuvo sus pequeños pasos. Llego hasta donde se hallaba su padre, lo saludo.
Una pequeña mano se aferraba al pantalón de su padre, movió la cabeza logrando ver una peliazul cabellera, dio unos pasos quedando a lado de ese niño que tímidamente alzaba su vista hacia el rubio. Había escrito a Santa Claus la navidad pasada que quería un hermanito, según lo que sabía los niños nacían pequeños como sapitos y ese niño peliazul era de su tamaño. Observo con una incógnita en su rostro a su padre quien le sonreía.
-Quién es?
-Sera tu hermano, se llama Haruka… Hazuki Haruka.
Nagisa volvió a observar al niño esta vez estaba de pie tendiéndole una mano.
-Santa Claus si existe. Él te trajo a mí. –el rubio sonrió mientras abrazaba al peliazul quien solo se quedó quieto.
El señor Hazuki tomaba de la mano a su bella esposa que había llegado recientemente observando alegres el hecho que el rubio había aceptado a su hermano adoptivo.
Todo siguió perfectamente hasta que cambio… Eran más adolescentes, ambos muy apuestos, talentosos pero era normal que uno destacara más que otro. Uno que llevara más medallas y diplomas a casa que el otro. Uno que saque más notas y ocupe los primeros puestos que el otro. Así es la vida después de todo, no se puede tener todo en esta vida.
Nagisa se sentía inferior a Haruka quien cada vez acumulaba más trofeos en la enorme sala. Era dejado de lado por alguien que no era en verdad su hermano de sangre pero si de corazón. Cada vez más su corazón se reducía cuando escuchaba lo orgulloso que su padre se sentía acerca de los logros que Haruka daba a la familia. Sorbió un poco de champagne mientras bajaba la mirada apretando la copa sobre sus manos. Esa noche había bebido un par de copas y termino encerrándose en su habitación a llorar. Sentia que odiaba cada vez más a su hermano.
Escucho a Haruka llamarle y tocar su puerta pero él no respondió. Cuando escucho los pasos alejarse fue hacia el lavado donde observo su rostro, sus orbes rojizas , hinchadas por el llanto. Se sostuvo del lavado mientras se deslizaba y terminaba sobre sus rodillas comenzando a sollozar. Lo odiaba.
Lo odiaba.
Haruka giro la cabeza observando con preocupación la puerta de su hermano. Algo malo le estaba pasando a Nagisa y deseaba saberlo. Llego hasta el inicio de las escaleras observando la pequeña fiesta que su padre había hecho, estaba feliz porque su padre lo estaba así como su madre. Pero en el fondo le disgustaba ese tipo de eventos, no gustaba mucho de ser felicitado por todos solo eran premios, cosas sin valor. Todo lo hacía como un “Gracias” por su adopción. Por haber sido sacado de ese orfanato donde se sentía realmente solo y abandonado, llego el señor Hazuki junto a su esposa y habían abiertos sus brazos protegiéndole haciéndole crecer en una pequeña familia llena de amor, cariño. Nagisa lo había abrazado apretándole fuertemente mientras daba las gracias a Santa Claus. Era feliz no tenía más que pedir. Volvio su vista por el oscuro pasillo que llevaba a la habitación de su hermano con un angustioso gesto de saber lo que le pasaba a Nagisa últimamente, necesitaba saberlo si es que en algo sería capaz de prestarle ayuda.
-HARUKA!
La voz de su padre hizo girar la vista hacia abajo donde se hallaba el señor Hazuki haciendo un gesto para que bajase, sus tíos habían llegado. Dio un último vistazo hacia el pasillo. Bajo los escalones sonriéndoles a todos.
Continuara…