Segundo encuentro
Veinte años, había ido a festejar su cumpleaños a un bar con una ID falsa, su padre no estaba, como de costumbre y Sammy había ido a casa de sus compañeros de clase a terminar un proyecto, otra escuela diferente, el sinceramente había dejado de ir, no que su padre fuera a notarlo siquiera, apenas se daba cuenta de que sus hijos estaban creciendo.
Le había amanecido en las calles vacías y mojadas de algún lugar en Kansas, estaba demasiado ebrio para recordar donde se encontraban, Sammy lo mataría al regresar al motel de turno, pero no importaba, en tiempos mejores su madre habría hecho tarta de manzana, le habría despertado con un beso y una canción de cumpleaños en la cama, lo habría excusado de ir al colegio y habrían estado en cama hasta después de las diez, entonces bajarían a la cocina por tarta y leche, jugarían en el jardín trasero e irían a comer hamburguesas y helado, el no esperaría regalos pero los tendría, seguro que papá habría comprado algún juguete gracioso, nada de moda ni estrafalariamente caro, solo algo curioso y bonito para su cuarto de camino a casa después del trabajo, verían una película de vaqueros y se iría tarde a la cama, ambos lo arroparían y besarían su frente antes de apagar la luz.
En tiempos mejores… aquellos en los que tenia padres, un hogar, en los que esperaba a su hermano con ansias, cuando planeaba enseñarle a jugar futbol y beisbol… ahora celebraba solo su cumpleaños, ebrio en algún bar o con licor robado de alguna bonetería, si tenia suerte Sammy le pediría que lo llevara a comer, ajeno por completo a la fecha. Sammy era la única cosa buena que aun le quedaba.
Iba perdido en sus pensamientos cuando sintió un golpe – fíjate por donde andas – escucho que le decía el otro sujeto, se sintió iracundo de pronto, no estaba para ser amable ni para fingir que no le importaba lo que pasara – ¿y por que no te fijas tu, eh? – respondió a la defensiva, se giro y vislumbro un revuelto cabello negro, una estrecha figura masculina delgada y desgarbada, se le hacia vagamente familiar, pero no sabia de donde. –lo haría si pudiera imbécil – respondió la figura en un tono amargo, entonces giro suavemente y dejo ver unos lentes negros sobre sus ojos y un bastón de invidentes en la mano derecha – pero como tu probablemente si puedas ver, no puedo fijarme por donde ando sin mas – el rubio lo miro asombrado, aún entre los efectos del alcohol sintió pena, pobre ser que estaba en la oscuridad, solo, justo como él – lo siento, soy yo quien no tuvo cuidado, ya sabes, noche de fiesta – trato de suavizar la tensión, al parecer con éxito pues el joven, que debía estar muy cerca de su edad, el pobre desgraciado, sonrió levemente y agrego – lo siento, nunca he ido de fiesta, ¿qué celebrabas? – Dean suspiro y le dijo – mi cumpleaños, solo… yo, no tenia nadie con quien celebrarlo y por eso termine así – el joven torció el gesto, él mismo se daba cuanta de que se estaba desahogando con un desconocido en plena calle, lo atribuyo al alcohol y sus efectos se rio para sus adentros, decidió que era mejor llegar al motel con algo de comer para que Sammy no se enfadase tanto y dio por zanjada la conversación – adiós amigo, y disculpa mi torpeza – salió de ahí, no volvió la vista y continuo con su camino hacia el motel de turno.
Lejos estaba de saber que ese era Jimmy Novack, el chico al que había salvado de los matones en aquella escuela hacia cuatro años, que era la segunda vez que lo veía. Y que lo había vuelto a salvar, estaban cerca de la esquina cuando choco con él, este retraso de segundos en su caminar, mas la charla que sostuvo con él durante unos minutos, evito que Jimmy fuera arrollado por un camión del transporte publico que se pasaría el alto de esa esquina… es caprichoso el destino. Sin embargo ya se las había cobrado por la pasada intervención, dejando ciego al joven tres meses después de que los Winchester se fueran del lugar en aquel entonces.
Sammy golpeo al rubio en el brazo y lo amonesto varias veces antes de comerse el desayuno que Dean había llevado para él y después lo ayudo a bañarse y entrar en la cama, nunca le dijeron a John lo que había sucedido, ni porque Dean padeció un fuerte “resfriado” que lo martirizo tres días. Continuaron su camino.