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El Castigo por Yakumo

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Notas del capitulo: Por Fin... u.u

El Castigo
Serie: Yu Gi Oh!
Yakumo Kaiba Eiri


Nota: Bueno, los personajes de Yu Gi Oh! No me pertenecen... solo los utilizo como forma de entretención para mi y para las personas que leerán esto (alguien lo leerá, cierto? ,o_o,), solo me pertenece la trama y los personajes originales, exceptuando algunos que son sacados de fics de otras autoras (no se preocupen, chicas, se los devolveré sanos, salvos y vírgenes... aunque no aseguro lo de vírgenes XD)... Yaku-chan se une a la Campaña liderada por Katrinna Le Fay: No permitamos que el PLAGIO se lleve nuestro trabajo, así que si conoces una historia Robada, por favor denúnciala a sus respectivos dueños. No es justo que nuestras horas de dedicación se vayan a la basura y se vean inmiscuidas en una total falta de respeto para el Autor y los lectores. Entre más luchemos, más saldremos adelante. Muchas gracias Katrinna por prestar tus palabras y seamos muchos los que las gritemos. Ahora, sin más preámbulo, el fic...

Bueno, los personajes de Yu Gi Oh! No me pertenecen... solo los utilizo como forma de entretención para mi y para las personas que leerán esto (alguien lo leerá, cierto? ,o_o,), solo me pertenece la trama y los personajes originales, exceptuando algunos que son sacados de fics de otras autoras (no se preocupen, chicas, se los devolveré sanos, salvos y vírgenes... aunque no aseguro lo de vírgenes XD)... Yaku-chan se une a la Campaña liderada por Katrinna Le Fay: No permitamos que el se lleve nuestro trabajo, así que si conoces una historia por favor denúnciala a sus respectivos dueños. No es justo que nuestras horas de dedicación se vayan a la basura y se vean inmiscuidas en una total falta de respeto para el Autor y los lectores. Entre más luchemos, más saldremos adelante. Muchas gracias Katrinna por prestar tus palabras y seamos muchos los que las gritemos. Ahora, sin más preámbulo, el fic...

 


El Castigo
Yakumo Kaiba Eiri


One-Shot, Segunda y Última Parte


Seth cargaba al rubio mientras que Otogi le seguía con los tres animales en los brazos.

Seth cargaba al rubio mientras que Otogi le seguía con los tres animales en los brazos.


El sacerdote abrió la puerta de una de las habitaciones y depositó a su preciada carga sobre la cama.

 


- Ya libera a los muchachos que se están desquitando conmigo...- se quejó el pelinegro pues los tres estaban ya desesperados.

 


Seth volteó a mirarlos y sonrió con sorna.

 


- Siempre he pensado que se ven mejor así... un día no los destransformaré... jajaja...- rió malignamente haciendo que los tres animales comenzasen a hacer alboroto.- Está bien, quédense quietos...

 


Levantó sus manos hacia la mesa donde el ojiverde había deposita tanto al conejo como al mono y al pollito y de esta manera aparecieron sentados los tres ladrones que no tardaron en quejarse.

 


- ¡Seth! Se supone que la transformación debe acabar al atardecer! Siempre consigues hacer más tiempo para molestarnos!!- le reclamó Touzoku Ou.

 


El castaño sonrió levemente.

 


- Es que es taaaan divertido...- se burló.


- ¡Yo no le encuentro la menor gracia!!- reclamó Honda.

 


Otogi abrazó a Honda por la cintura para tranquilizarlo mientras el sumo sacerdote hacía una leve mueca de burla.

 


Mientras tanto, en otra parte del palacio imperial, se encontraba un peligrís caminando algo contrariado rumbo a una de las salas.


¿Qué hacer? ¿Revelarle o no al Faraón lo que el sacerdote de Ra y Anubis hacía? Más que más, era su trabajo… si no lo hacía probablemente se ganara unos cuantos azotes… pero si lo hacía…

 


- ¡Kae! ¿Qué sucede?- preguntó otro de los sacerdotes del sur que tenía los cabellos negros con plumas enredadas y los ojos azules.

 


El peligrís de ojos verdes le volteó a mirar sorprendido para luego rascarse detrás de la oreja en un claro signo de incomodidad.

 


- ¿Qué sucede?- repitió el pelinegro cuando llegó a su lado y puso su mano izquierda en el hombro del otro.


- Ay, Antul… un día de estos no sabré que hacer con todo esto…- pasó sus manos por su rostro mientras que el otro enarcaba una ceja para luego abrir sus ojos grandemente al comprender.

 


Su rostro se puso algo triste para luego sonreír.

 


- Ya verás… poco falta…- Kae levantó su vista.


- Si todo sucederá como lo predecimos, ¿para que vinimos si no lo podemos cambiar?- preguntó angustiado.


- Por que es nuestro trabajo…- le empujó levemente- vamos a ver a Lucio…


- Debe estar con Alistar… ¿Habrá llegado Anecuze?- preguntó Kae mientras ambos seguían su camino- Salió sin permiso, Alistar le va a regañar…- rió.


- ¡Ni me lo recuerdes!- Antul rodó los ojos- toda la tarde quejándose “¿Y ahora a donde fue? ¿Por qué no me dijo? ¿Por qué fue solo? ¿Se fue a encontrar con alguien?” y miles de preguntas así…


- Alistar es algo posesivo… igual que Lucio…- comentario mal intencionado de Kae que logró que el pelinegro se sonrojara.


- Oh, Cállate…

 

 


Seth estaba leyendo un libro, pero su concentración no estaba para nada en aquella lectura si no que en aquella bella figura que dormía tranquilamente sobre su cama. Un poco más allá los otros cuatro ladrones se entretenían jugando con unos dados.

 


- ¿Tú no tienes que trabajar, sacerdote de pacotilla?- preguntó concentrado en el juego Touzoku. El castaño gruñó un poco.


- Por lo que sé aún no es el fin del mundo ni nada de eso… además de que el “Faraón” aún me tiene en la banca, por lo que se podría decir que estoy de vacaciones…- volvió a posar su mirada en su “lectura”.

 


En ese momento se escuchó un leve toque en la puerta. El Sumo Sacerdote se levantó y miró a sus sirvientes.

 


- ¡Ocúltense en el baño!- les empujó cuando después vio a Jounoichi.- Oh, demonios…- que hacer??

 


Tapó el cuerpo del rubio con unas sábanas, pero se notaba demasiado… bueno, no haría pasar a nadie a su habitación.


Abrió la puerta con su respectiva seriedad para luego toparse con un sonriente muchacho de cabellos castaños hasta el hombro y grandes ojos verdes el cual iba vestido como uno de los sacerdotes del sur por lo que Seth le reconoció al instante a pesar de su distinto cabello.

 


- Aeló… ¿Qué le pasó a tu cabello?- preguntó indiferente. El muchacho se lo tomó y puso un puchero.


- Es gracioso… iba por la calle cuando un tragafuegos se equivocó y lo tiró a mi cabello… se me quemó, por eso me lo tuve que cortar u.u…


- si, muy gracioso…- se burló el Sumo Sacerdote de Ra y Anubis-… ahora, ¿qué quieres?


- El Faraón Atemu exige tu presencia en el instante…- dijo ya serio.


- ¿Y eso por qué?


- ¿Qué voy a saber yo?

 


En ese instante se escuchó un bostezo y, para el horror de Seth, Jounoichi se levantó botando las sábanas y mostrándose con un adorable rostro de recién despertado.

 


- ¿Seth?- preguntó bostezando.

 


Una leve risita se escuchó a las espaldas de Seth y cuando se dio vuelta vio como Anecuze se estaba riendo.

 


- Cabellos de Ra…- sonrió-… bueno, Seth, si no nos vamos ahora, Atemu armará un escándalo.


- Faraón Atemu…- corrigió Seth.


- Si, lo que sea…- le quitó importancia el castaño mientras comenzaba a caminar.

 


Seth se volteó a mirar seriamente a Jounoichi.

 


- Los demás están en el baño… volveré en un rato… y…- sonrió burlonamente-… lávate la cara…


- ¡¡Seeethh!!!- le reclamó molesto mientras el Sumo sacerdote salía y hacía un leve conjuro para que esa puerta no se pudiera abrir hasta que él regresara.

 


El ojiazul siguió a Anecuze el cual iba extrañamente serio.

 


- ¿Y a ti que te pasa?- preguntó ya molesto por el silencio nada habitual en sus caminatas junto al castaño.


- Tienes que tener cuidado…- susurró.


- ¿Cómo?


- El Faraón tiene más espías que nosotros… sabes que jamás te jugaríamos chueco, pero muchos no te tienen lealtad… cuidado, Seth, las paredes tienen oídos, y con respecto a Atemu, también bocas…

 


Se detuvo pues ya habían llegado al salón principal y le abrió la puerta al Sumo Sacerdote dejándole confundido por sus palabras.

 


- No dejes que entre en tu mente…- fue el último susurro del menor de los Sacerdotes del Sur para el castaño cuando éste avanzó rumbo al trono del Faraón.

 


Seth caminó por aquel enorme salón tapizado en oro y joyas, gente arrogante en busca el favor del faraón, bailarinas semidesnudas para el placer de los que las veían y deliciosa comida para degustar a placer. La música se tocaba de manera suave tratando de tocar el alma de los oyentes, pero apenas alcanzando a tocar sus oídos…


Solo cosas banales… nada de eso era importante para el Sacerdote.


Al final se encontraba el alto trono del Faraón, rodeado de gente hermosa, de joyas, oro y cualquier metal noble que se pudiera trabajar y fabricar cosas más hermosas aún.
El ojiazul se sentó a los pies del Faraón en un acto de sumisión mientras que este le miraba atentamente.


Sus cabellos de tres colores, rubio, negro y pelirrojo, ocasionaba una leve confusión en aquellos que le miraban… sus ojos prohibidos, sus ojos rubís, tan hermosos como ésta joya… en ese momento ambos se encontraban embelezados en la belleza de su sacerdote…


Ni aunque pasaran mil años dejaría de amar aquellos ojos… aquel cuerpo… aquella arrogancia… aquellos cabellos…


Era un designo de los dioses… Seth debía ser suyo… su primo solo podía ser suyo, nadie más merecía ese privilegio… de esa manera, al estar unidos el Sumo Sacerdote y el Faraón se crearía una dinastía irrompible, más fuerte que ninguna otra… juntos podrían descubrir el secreto de la inmortalidad y aquella enorme pirámide creada para él sería inservible… Si, Seth debía ser suyo…

 


- Mi querido Seth… hace días que no te veía, ¿qué es aquello que te mantiene tan alejado de tu lugar, a mi lado?- preguntó con voz dulce mientras indicaba a todos sus acompañantes que se marcharan.

 


El Castaño apretó los dientes.

 


- La razón es que su Excelencia nunca me llamó a su presencia…- dijo sin mirarle a la cara.


- Oh, Seth, mírame a los ojos…- el ojiazul levantó su mirada chocándola con la rubí de su gobernante.- ¿Desde cuando es necesario que te llame a mi presencia para que permanezcas a mi lado cada día, a cada hora? Antes permanecías a mi lado siempre…- puso un leve puchero-… te extraño…- Seth volvió sus ojos dos afiladas dagas.


- No me necesita, mi faraón… y si no es mucha molestia, tengo cosas que hacer en el Templo…- le levantó haciendo una reverencia-… ¿me da su permiso para retirarme?

 


Atemu también volvió sus rubís dos dagas mientras que apretaba fuertemente sus puños. Por él retendría para siempre a Seth a su lado… le obligaría a amarle por la eternidad… pero… si sus fuentes eran las indicadas entonces Seth tenía un amante… es por eso que pasaba tanto tiempo encerrado en su habitación al nivel de ni siquiera dejar que los sirvientes se acercaran a limpiar… no… nunca lo aceptaría… su primo era solo suyo… pobre de aquel que posara sus ojos demasiado alto en algo que le pertenecía al Faraón, pues no vería el sol salir una vez más…


Si… le dejaría ir… al fin y al cabo… mañana ya sería solo suyo… su Seth… su Sacerdote…

 


- Si… retírate a tus obligaciones, querido primo…- sonrió falsamente haciendo que la mirada de Seth se volviera analítica-… mañana quiero que estés conmigo toda la noche, ¿está bien?

 


El Sumo Sacerdote simplemente asintió haciendo la última reverencia y saliendo del salón con el entrecejo fruncido.


Conocía lo suficiente a su primo como para saber que planeaba algo… tal como dijo Anecuze, el Faraón había tratado de meterse en su alma, en su corazón… si no hubiera estado advertido nunca se habría dado cuenta y no hubiera podido cerrarse.


Se pronto se topó con una figura que estaba apoyada en una esquina de su camino con los brazos cruzados y los ojos cerrados. Su cabello castaño largo y sus ropas dieron indicio de quien era.


¿Por qué justo ese día tenía que tocarle ver a todos los Sacerdotes del Sur?

 


- Lucio…- gruñó.


- Hola, Seth…- dijo el muchacho abriendo sus ojos mostrando el verde de ellos.


- ¿Qué pasa? ¿Me vienes a advertir también?- si, le había servido la advertencia de Anecuze, ¿y qué?


- Pues… se podría decir…- se encogió de hombros-… ¿por qué crees que abandonamos nuestro templo al sur de Egipto para venir aquí hace una semana?- preguntó de pronto sorprendiendo al Sumo Sacerdote.


- ¿Qué voy a saber yo?- bufó-… además de que tampoco me interesa…- iba a seguir su camino cuando la mano de Lucio en su hombro le detuvo.


- Hoy es el día…- dijo mientras Seth le miraba confundido-… hoy el Faraón armará una guerra… una guerra que durara apenas ésta noche pero que tendrá más víctimas que si hubiera durado un siglo… una guerra de la cual sus vestigios quedaran para incluso 5000 años más…- los ojos azules mostraron incertidumbre-… el Faraón asesinará a aquellos que cree son tus amantes… si los amas, protégelos…


- ¡Yo nos los amo a todos!!- reclamó molesto comprendiendo a quienes se refería. Lucio sonrió suavemente.


- Pero amas a uno… a los demás los quieres…- sonrió-… tu corazoncito aún late, mi querido Seth, no lo niegues… Ahora, lo importante que es que los protejas, no te puedo decir más…- se dio la vuelta y comenzó a caminar perdiéndose en una vuelta.


- ¡Lucio, espera!- el Sumo Sacerdote corrió pero al dar la vuelta se dio cuenta de que no había nadie en los pasillos.

 


El ojiazul retomó su camino demasiado pensativo y con un dolor profundo en el pecho… ¡Cómo le gustaría haber podido negar las palabras de aquel maldito Lucio! Pero no podía… simplemente no podía…


Desde hace un mes que les conocía y les había tomado mucho cariño… ¡Por Dios, eran un grupo de ladrones!! Pero había aprendido a apreciarlos y a divertirse a costa suya… en cuanto al rubio…


Había entrado en su corazón… a apretujones y dolores de cabeza… pero había entrado y lo sabía… y también sabía que no saldría de allí fácilmente.


Tocó la puerta de sus aposentos y esta se abrió mágicamente permitiéndole entrar ocasionando que los que estaban adentro se sobresaltaran.


- Ah, eres tú… ¡Nos asustaste!- le reclamó Marik.


- Bah, problema suyo…- se encogió de hombros el Sumo Sacerdote sentándose en su cama.

 


El rubio le miró analizándolo por un segundo para luego volver su vista a aquel juego que estaban jugando con dados.


El Sumo Sacerdote se les quedó mirando en silencio. Le gustaba… si que le gustaba verlos jugando así… riéndose, divirtiéndose… eran como… como unos niños…


Sin lugar a dudas ellos disfrutaban ahora la infancia que él nunca tuvo… siempre preocupado de los pergaminos, de que su padre estuviera orgulloso de él… abandonando incluso a su pequeño hermano que al final murió por una pulmonía y él se vino a enterar muy tarde…


Su hermano… le quería tanto, siempre le seguía a todas partes, pero él era tan frío que apenas le ponía atención… hasta que le perdió, en ese momento se dio cuenta de lo mucho que le faltaba.


Seth despertó de sus recuerdos y se topó con las miradas analizantes de los cinco.

 


- ¿Qué?- preguntó molesto.

 


Jouno se levantó sentándose a su lado y acercó su mano al rostro del Sacerdote. El ojiazul se quedó paralizado viendo como aquella mano se acercaba a su cara. Al final sintió el toque levemente mientras el rubio limpiaba sus ojos de las lágrimas que, no notó, derramaba.

 


- ¿Por qué lloras, sacerdote de pacotilla?- preguntó algo preocupado Honda.

 


Seth les miró a todos y él mismo se pasó una mano por los ojos mientras se levantaba rápidamente caminando hasta donde tenía sus ropas sacando un cofre pequeño ante las miradas confundidas de todos.


Sacó un pequeño saco de allí y luego lo lanzó a las piernas de Touzoku Ou que lo recibió confundido.

 


- ¡Ábrelo!- ordenó y el peliblanco le obedeció dejando escapar un gemido de sorpresa.


- Es… oro…- dijo confundido.

 


Marik y Honda se acercaron a mirar mientras que Otogi miraba la bolsa confundido para luego mirar a Seth al igual que Jounoichi que lo único que había hecho era mirar al Sumo Sacerdote el que ya se estaba sintiendo algo incómodo.

 


- ¿Qué?


- ¿Por qué nos das eso?- preguntó el pelinegro.

 


Todos dejaron de mirar el oro y clavaron sus miradas en Seth.

 Si, era una buena pregunta… ¿por qué se los daba? Era una pequeña fortuna.

 


- Deben irse… en éste momento…- explicó apoyándose contra una pared cerrando los ojos.


- ¿Por qué?- cuestionó el rubio.


- Por que si no lo hacen los guardias del Faraón los asesinaran…- dijo abriendo sus ojos azules demostrando tristeza que sorprendió a todos.


- ¡¿Cómo?! ¿Por qué?- preguntó Marik.


- Eso no importa, simplemente tomen el oro y huyan de Egipto…- les miró ahora fríamente-… y es una orden… la última…


- ¿Nos estás dando la libertad?- preguntó confundido Touzoku.


- ¿No parece?- preguntó burlón-… ahora, váyanse…


- Pero…


- ¡Nada de peros! ¡Fuera!!- exclamó enojado.

 


Los cinco ladrones se dieron cuenta de que el Sumo Sacerdote hacía eso por ellos por lo que se levantaron tomando sus armas que estaban en uno de los cajones. Desde hace una semana, cuando llegaron los Sacerdotes del Sur, que Seth les había echo dormir en su habitación en el suelo, por temor de que esos Sacerdotes trataran de acercárseles o le dijeran al Faraón… Bien sabía que con más de una fuente de poder en el castillo sus poderes disminuirían... pero... ¿por qué tanta preocupación por los ladrones?... Seth ya lo ha explicado…


Se acercaron a la puerta. Touzoku Ou tomó la manilla y volteó a mirar al Sacerdote.

 


- ¿Qué pasará contigo, Seth?- preguntó serio. El castaño hizo un movimiento con la mano quitándole importancia.


- No se preocupen… váyanse…- comenzaron a salir de uno cuando de pronto el rubio se acercó al Sacerdote dejándolo sin respiración-… dije que… se fueran…

 


Jouno le miró confuso.

 


- Siempre pensé que sería tu sirviente para toda la vida y siempre soñaba con poder liberarme de tus garras…- dijo haciendo que una mueca se posase en el rostro del estoico Sacerdote-……… ahora… ahora explícame por qué ahora que me has liberado siento mil veces más dolor que cuando estaba bajo tu control… explícame ahora por qué deseo abrazarte en este mismo momento y que los guardias del Faraón me encuentren así y me asesinen, en vez de huir… explícame ahora por qué siento tanto deseos de besarte…- susurró mientras pasaba su mano derecha por los cabellos del Sacerdote el que estaba paralizado.

 


Otogi les miró en silencio y miró a los demás diciéndoles que guardaran silencio y esperaran.


El ojiazul estaba perdido en aquella mirada miel… le amaba… lo sabía… fue un sentimiento que apoco apareció, pero apareció y ocupó gran parte de su mente y su corazón en su totalidad.


Levantó su mano tomando la de Jouno y bajándola al nivel de besarla.

 


- Vete…- Jouno asintió levemente.


- ¿Te volveré a ver?


- Eso espero…

 


¿De dónde salió tanta cursilería? Hace unos momentos se odiaban y ahora se dan silenciosas promesas de amor eterno... ¿Qué lo provocó?...... Semanas de miradas... gestos... actitudes... celos... caricias disimuladas... sarcasmos e indicios camuflados de que eran importantes para el otro... todo eso...

 


- Jounoichi...- llamó Honda-... creo que escucho pasos...


- Váyanse...- habló por última vez Seth perdiendo sus zafiros en los mieles del cachorro.

 


Otogi tomó al rubio del brazo y se fueron corriendo por el pasillo en la dirección contraria del salón del Trono.


El Sumo Sacerdote también salió al pasillo mientras que juntaba sus manos cerrando sus ojos y comenzaba a recitar un conjuro con el objetivo de que nadie pudiera ver a los ladrones hasta que salieran del campo de Atemu.


Entró a su habitación y al instante se escuchó un toque en la puerta. El castaño se arregló las ropas y abrió la puerta sospechando quién era.


Afuera se encontraba un muchacho de largos cabellos rojizos con plumas negras enredadas en él y de ojos fríos y grises.

Tenía el uniforme de los sacerdotes del sur, de un negro azabache.


A su lado venía el Faraón. Sonriendo leve y falsamente.

 


- Sacerdote Alistar... su Excelencia... ¿A que se debe su visita?- hizo una venía Seth demostrando falso respeto.


- Oh, Seth, simplemente vinimos a conversar...- el tricolor entró en la habitación seguido por el ojigrís que clavó su mirada en la de Seth como cuestionándole con ella acerca del paradero de los cinco ladrones-... a pesar de no dejar entrar a los sirvientes todo esto está muy limpio...- enarcó una ceja mientras pasaba su mano por sobre uno de los muebles.

 


Seth arrugó el entrecejo. ¿A qué venía? ¿Por qué toda esa parafernalia? ¿Por qué no iba al punto y ya?

 


- ¿Quién dijo que no dejo entrar a los sirvientes?- preguntó serio.


- Todo el palacio lo dice...- habló por primera vez Alistar.


- Pues no es cierto...- se sentó en una silla-... solo dejo entrar a la gente de confianza...


- ¿En serio? Gracias, me halagas...- habló irónico el pelirrojo ganándose una mirada asesina de Seth.


- Seth...- dijo Atemu mirándole desde el lado de la ventana mientras miraba hacia fuera-... ¿Tú sabes que eres mío, no?

 


Bien, ese es el Atemu que él conocía... sin vueltas, directo al grano...

 


- ¿Qué dices? No hables estupideces, Atemu...- habló fríamente el Sumo Sacerdote.


- No son estupideces, querido Seth...- se volteó a mirarlo con los ojos brillando-... desde que nacimos nuestros destinos están unidos... mi alma es tuya, como la tuya es mía... así son las cosas, querido...


- ¡No seas iluso!- se levantó Seth-... si tú has estado toda tu vida enamorado de mí es tu problema...


- Oh, no, Seth mío... es TU problema...- sonrió levemente mientras que se acercaba a la cama del castaño-... tú eres mío... y nadie puede tocar algo mío... nadie puede tocar algo del Faraón, del Hijo de Ra... compréndelo...- se recostó suavemente-... y aquel que se atreviese en mi camino, simplemente desaparecerá...- cerró los ojos y respiró de la almohada-... como aquel que tiene este perfume distinto al tuyo...

 


Los ojos rubís de Atemu se abrieron al instante de haber dicho estas palabras mostrando un odio profundo mientras se levantaba enfurecido. Sus cabellos se veían dispersos y se movían como si un fuerte viento les empujara...


Alistar se veía serio mientras que Seth apretó los puños a la vez que el Faraón se acercaba con paso lento, casi felino, al sacerdote acariciando su mejilla con sus ojos aún inundados en profundo rencor.

 


- Solo mío... y aquel que se atrevió a tocarte... en manos de Anubis...- susurró en su oído mientras se daba vuelta comenzando a conjurar para buscar el alma de aquel que le hubiese robado a su Seth.

 


El Sumo Sacerdote de Ra y Anubis sonrió levemente. Por su conjuro Atemu jamás encontraría a los ladrones.


E Faraón bajó sus manos y se volteó a mirar a Seth.

 


- Oh, Seth... mal chico... no te atrevas a desafiarme...- le miró fríamente-... en esta habitación hay un rastro mágico...- sonrió mientras levantaba sus manos volviendo sus ojos de un color negro profundo cuando un gran estallido se escuchó.


- Oh, no...- susurró Seth.

 


Esa era una magia antigua... deshacer el último hechizo conjurado en aquella habitación.


Atemu sonrió.

 


- Así que al noreste... tratan de huir de Egipto... ¡No si yo soy más rápido!!

 


El Faraón salió de la habitación seguido por Alistar y Seth y de pronto se detuvo en medio de un pasillo iluminado por un tragaluz el cual mostraba apenas los últimos rayos del sol, pues ya se ocultaba.


Ambos muchachos trataron de ver que era la que detenía al Faraón cuando vieron una inocente niebla dorada a su frente la cual no le dejaba pasar.


El rostro del tricolor se encontraba desencajado del espanto.

 


- Faraón, ¿qué sucede?- preguntó el Sacerdote del Sur, pero no tuvo respuesta.


- No puede ser...- susurró el Faraón-... ¡Padre Ra, no puede ser cierto!! No, no, no... ¡¡Seth es mío!!!...- gritó furioso-... ¡¡No es posible, soy el Faraón, soy tu hijo predilecto!!! ¡¡¡Él no puede ser más tu hijo que yo, soy el Faraón!!!- gritaba enfurecido y dolido-... ¡¡¡¡NO, NO, NOO!!!!!!!


- ¿Qué sucede?- preguntó otra vez Alistar, pero ésta vez al Sacerdote castaño a su lado el cual estaba paralizado.


- Ra... Ra dice que Jounoichi es más hijo suyo que el propio Faraón...- susurró dejando paralizado al pelirrojo.


- ¿El hijo de... un Dios?- miró al Faraón que había caído al suelo llorando mientras que la niebla se dispersaba.


- No... no me importa... no me interesa ya no tener el ejército de Ra...- sollozaba-... aún tengo el ejército de Anubis... ¿cierto, mi amado primo?- volteó a mirar a Seth el cual era el protector del ejército de Anubis.

 


El ojiazul le miró fríamente para luego negar.

 


- No, Atemu... el Ejército de Anubis nunca más será tuyo si es que no cambias tu manera de pensar...


- ¡¡Pero, Seth!!!!- exclamó angustiado.


- Comprende...- pidió pasito una voz a sus espaldas en la oscuridad, puesto que el sol ya había dado su paso a la luna. Salió Anecuze-... tu poder es para gobernar... para ser justo... no para pelear por un capricho, Faraón...- susurró.


- ¡¡¡NO ES UN CAPRICHO!!!!!- gritó Atemu poniéndose de pie-... ¡¡¡SETH ES MÍO, SOLO MÍO!!!!!!!!!!!!!- fue su último grito antes de desaparecer.


- ¿Atemu? ¿a dónde se fue?- preguntó Seth confundido.


- Probablemente a la sala del Juego de las Sombras...- susurró el ojiverde mientras que acercaba al peligrís el cual el abrazó por la cintura besándole los cabellos.


- ¿Por qué allí?- pero el Sacerdote no necesitó respuesta. La sola expresión en los rostros de ambos sacerdotes se la dio-... oh, no... ¡¡Atemu sabe que es demasiado peligroso, no puede liberarlos!!!


- Tú no conoces la magnitud de las acciones un Corazón Despechado...- dijo Alistar besando nuevamente los cabellos de su pareja.

 


Mientras tanto Atemu había aparecido efectivamente en la Sala del Juego de las Sombras. Sus ojos desesperados y su corazón destrozado... su orgullo por los suelos y su autoestima pisoteada...


Su alma en pedazos ocasionó que simplemente no pensara si no que usara toda su energía en liberar a todos y cada uno de los Monstruos que descansaban en aquellas tablillas de piedra con un solo objetivo.


- ¡¡DESTROCEN A AQUEL QUE ME QUITÓ EL CORAZÓN DE MI SACERDOTE Y EL APRECIO DE MI DIOS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

 


+_+_+_+


- ¡Debo hacer algo!!- gritó angustiado Seth mientras miraban por una de las ventanas del palacio como el pueblo se llenaba de aquellos seres mágicos que iban despedazando hogares, devorando cuerpos y desperdigando almas por doquier.

- ¡Debo hacer algo!!- gritó angustiado Seth mientras miraban por una de las ventanas del palacio como el pueblo se llenaba de aquellos seres mágicos que iban despedazando hogares, devorando cuerpos y desperdigando almas por doquier.


- ¿Qué puedes hacer?- preguntó angustiado Anecuze-... no podemos hacer nada más que mirar...


- ¡Somos Sacerdotes, por Ra!!- exclamó Seth.


- Es cierto... somos Sacerdotes de Anubis...- sonrió Alistar soltando a Anecuze mirando fijamente a Seth el cual comprendió.


- Pero...


- ¡¿Quieres salvarlos o no?!!- exclamó enojado Anecuze comprendiendo la idea de su novio.


- Claro que si...

 


Mientras tanto más al noreste, cinco caballos iban a toda velocidad rumbo a la salida de Egipto cuando sintieron un leve temblor y miraron todos hacia atrás viendo como una ola negra se acercaba a toda velocidad rumbo a ellos.

 


- ¡¡¡CORRAAAAAN!!!!!!!!!!!!!!- gritó Marik mientras que los cinco caballos aceleraban el paso pero la ola los pasó y siguió perdiéndose en el horizonte.


- ¿Qué fue eso?- preguntó Honda confundido.


- No lo sé...- se encogió Otogi.


- Yo tampoco, pero sigamos...- dijo Touzoku Ou espoleando a su caballo-... tengo la impresión de que nos siguen...

 


Todos asintieron y siguieron mientras que el rubio se quedaba algo más atrás mirando su camino recorrido... Seth... ¿lo volvería a ver?


Ya era de noche... las estrellas se veían en todo su esplendor y la luna llena se encontraba presente dándole a las arenas un color gris muy bello para la vista del rubio... pero... ¿qué era eso?...


Estaba por el cielo e iba tapando las estrellas con su paso... pero... habían más... y más... y más... y las arenas parecían que se movían detrás de ellos... una polvadera... como si...

 


- ¡¡¡CORRAN, NOS SIGUEN!!!!!!!!- gritó Jounoichi espoleando casi inhumanamente a su caballo alcanzando a los demás.


- ¿Qué cosa?- preguntó el peliblanco deteniendo un poco su paso.


- ¡¡No te detengas, sigan, sigan!!!!- gritaba el rubio, pero fue demasiado tarde...

 


Se escucharon unos fuertes rugidos y se vieron rodeados de aquellas bestias voladoras que habían caído seco rodeándoles.

 


-Son... Dragones...- gimió Otogi.


- No puede ser...- negó Marik asustado.

 


Todos saltaron de su cabellos los que pronto se vieron destazados por aquellos monstruos mientras que ellos sacaban sus armas para defenderse.

 


- Hasta la Muerte...- dijo sonriente Bakura en voz alta mientras sacaba de su espalda su larga espada.


- Si es a tu lado, obviamente...- sonrió el de cabello color arena mientras sacaba su espada curva.

 


Otogi sacó su espada larga también mientras que Honda le imitaba. El rubio sacó una de sus espadas cortas y se puso en posición de defensa/ataque.


Se comenzaron a defender de las garras y los dientes de aquellas bestias... sus ropas rasgadas y su sangre derramada en las frías arenas del desierto mientras que luchaban por sus vidas cuando se escuchó un fuerte grito de guerra que alertó a todos, tantos monstruos como personas.


Una gran mancha negra se iba acercando incesantemente rumbo a ellos cuando de pronto Marik sonrió ampliamente.

 


- Hay dos posibilidades...- dijo en voz alta llamando la atención de sus amigos-... de que estén de su lado, lo que nos da muertos; o que esté de nuestro lado y estamos salvados...- sonrió.


- ¿Qué es?- preguntó Otogi.


- Los Guerreros de Anubis...- susurró Jouno.


- Así es...- asintió Marik sorprendido de que el rubio lo supiera.


- Están de nuestro lado...- sonrió el ojimiel-... Seth los mandó...

 


Y como si se le hubiera conjurado, la primera línea de los Guerreros de Anubis chocó con los Monstruos mientras que los ladrones volvían a su batalla de vida o muerte, y, en esa primera línea, se encontraba luchando a espada limpia el Sumo Sacerdote de Ra y Anubis, con la esperanza de alcanzar a salvar a su amado de las garras del Faraón.


Marik se separó de los demás y se encontraba luchando cuerpo a cuerpo con un guerrero de fuego cuando de pronto sintió una daga atravesarle el estómago... ni un gemido salió de su boca mientras volteaba a mirar a aquel demonio de piel rojiza y vestido elegante el cual hacía girar aquel cuchillo en su mano con una sonrisa traicionara.


El cuerpo del ex cuidador de tumbas cayó como en cámara lenta al suelo mientras que Touzoku Ou en una de sus vueltas tratando de defenderse le vio.

 


- ¡¡Marik!!!- gritó angustiado, tratando de defenderse a toda costa de aquel monstruo.

 


Lo hizo a un lado y comenzó a correr rumbo al cuerpo de su amado mientras veía como aquel demonio sacaba dos espadas de su espalda y las ponía sobre el cuerpo del ojivioleta que abrió sus ojos por última vez tan solo para ver como Touzoku corría hacía él no viendo a aquel demonio en el Jarro que extendía sus brazos hacia el peliblanco para llevarle con él a otra dimensión.


Los labios de ambos se abrieron para susurrar el nombre del otro cuando el demonio destazó el cuerpo del ex cuidador de tumbas y el Monstruo del Jarro atrapaba a Touzoku Ou llevándoselo para siempre de esa dimensión.


Otogi se había quedado paralizado viendo la escena no viendo como aquel guerrero a caballo se acercaba con su lanza a atacarle, pero Honda si le vio.

 


- ¡¡Otogi!!!- gritó corriendo y empujándole a la vez que aquella lanza se encustraba en su pecho.


- ¡¡No, Honda!!!!- gimió desde el suelo el pelinegro viendo como su amado quedaba atrapado y muerto por la lanza.
Aquel caballero de violeta simplemente sacudió su lanza quitándole el cuerpo y dando la vuelta para embestir a su verdadera víctima.

 


Lo que no sabía aquel monstruo era que Otogi ya se encontraba de pie y apenas él había volteado, el de ojos verdes le había rebanado la cabeza mientras lloraba por la muerte de su amado.


Pero por atrás del pelinegro apareció un hipogrifo celeste el cual se lanzó en picada desgarrándole la espalda hasta el hueso ocasionando que cayera al suelo casi sin poder respirar.
Pero un poco más haya estaba el cuerpo de Honda...


Otogi se arrastró hasta su lado y cuando pudo descansó su cabeza en las piernas de su amado mientras tomaba sus manos ensangrentadas y las besaba cayendo él también en el sueño profundo llamado muerte.


Jounoichi no tenía visión de lo que pasaba con sus amigos... su concentración estaba en aquel poderoso dragón contra el que luchaba. Sus escamas negras y sus ojos rojos demostraban gran decisión en respecto a quitarle la vida al rubio. Sus cabellos ya se encontraban por completo ensangrentados en su propia sangre al igual que su cuerpo... ninguna otra bestia se acercaba, pues se notaba que era una batalla personal...


Un poco más allá se veía una batalla parecida entre el Sacerdote de Ra y Anubis contra un dragón blanco de ojos azules la cual fuese su monstruo favorito de niño.


Pero sabía que debía derrotarlo... era la única manera de lograrlo...


Los guerreros de Anubis se habían visto aplacados por los monstruos pero habían habido perdidas mutuas... solo quedaban unos cuantos luchando hasta que se escuchó un grito que hizo que se le paralizara el corazón a Seth...


Haciendo un giro pasó por debajo de las garras del Dragón Blanco de Ojos Azules corriendo espada en mano en busca del lugar donde hubiera salido la voz.


De esta manera encontró miles de sombras de los que fueron alguna vez guerreros de Anubis y aquellos monstruos, pues estos no dejaban cuerpos si no que sombras... y un poco más haya vio los cuerpo inertes de dos de los ladrones.


Tuvo que apretar los dientes y los puños mientras que forzaba a sus ojos a no derramar lágrima alguna.


La escena era tan conmovedora, Otogi descansaba sobre las piernas de Honda mientras sus manos se encontraban tomadas, ambos con los ojos cerrados e manchados de sangre... tan triste y conmovedora.


El Sacerdote siguió su paso hasta que encontró solo pedazos de ropa y piel haciendo que se tapase la boca al reconocer aquel cabello. La sangre inundaba el lugar, manchado, mientras que un demonio elegante de cabello rubio y piel rojiza sonreía mientras comía de aquella carne cruda.


Sus ojos se cruzaron y el demonio sonrió ampliamente mientras le ofrecía carne.

 


- ¿Quieres, Sacerdote?- pero fue lo último que dijo por que fue despedazado por las garras del Dragón Blanco de Ojos Azules que seguía al castaño sin que este lo notase.

 


Seth le quedó mirando pero pudo ver que el Dragón simplemente siguió su camino por lo que decidió seguirlo.


Unos pasos más haya se encontró con un moribundo monstruo en un jarrón el que tenía una espada atravesada desde el interior, dato que le dio a entender al ojiazul que Touzoku Ou estaba adentro (identificó la espada). Acercó su mano para tratar de sacar al ladrón pero el Dragón se interpuso mirándole fijamente.

 


- ¿Por qué?- pero el Dragón simplemente siguió.

 


Muchos monstruos trataron de atacarle pero al ver al Dragón todos retrocedían... hasta que llegaron a un lugar dónde estaba un dragón negro que estaba acostado como un ovillo.


Seth levantó su mirada al Dragón Blanco el cual no le miraba si no que se adelantó hasta el otro Dragón, acostándose a su lado juntando sus cabezas y cerrando sus ojos, dejando una entrada con sus colas al hueco entre ellos. El castaño dudó, pero luego avanzó entrando en aquel hueco.


Adentro se encontraba el rubio... dormido apoyado en la piel del Dragón Negro de ojos Rojos el cual lamió con suavidad su cabeza para luego apoyarla contra el cuello del Dragón Blanco el cual rozó su barbilla con la frente del otro Dragón.


Pero a Seth poco le importaba la extraña actitud de ambos dragones. Simplemente se dejó caer de rodillas a un lado del rubio para luego comenzar a remecerle.

 


- Jouno... Hey, Jouno... ¡Cachorro!... oye, no te hagas el dormido, que no es gracioso... ¡cachorro!!- insistía, pero nada hasta que se dio cuenta de algo... una herida en su costado... y... no respiraba.

 


Levantó su mirada al Dragón Negro que le miraba con sus rubís analíticamente mientras el corazón del sacerdote se apretaba.

 


- ¡Lo Mataste, maldita sea!!!- pudo gritar por fin cuando sus cuerdas vocales pudieron articular- ¡Lo Mataste y ahora lo cuidas!!!!- gritó desesperado mientras que sus ojos zafiros se inundaban en lágrimas que no tardaron en correr por sus mejillas. Se abrazó a aquel pecho mientras lloraba-... no... Jounoichi... ya, despierta... tienen que ir al mercado... vamos... no... no se pueden quedar... vamos... por favor...- suplicó entre lágrimas.

 


+_+_+_+

 


Atemu estaba caminando por las calles de la ciudad... las casas destrozadas, ni una persona viva...


Salió de la ciudad siguiendo el camino que hubieran seguido los monstruos hasta que llegó al lugar de la batalla... las manchas... las muertes... las almas...


Todo por...

 


- Un simple capricho...- susurró mientras que se dejaba caer de rodillas en la arena fría a la vez que comenzaba a llorar amargamente.- ¡Maldita Sea, ¿Qué he hecho??!!!

 


Su amargo llanto conmovió a los Sacerdotes del Sur, y uno se sentó a su lado a consolarle. Su cabello gris se movía con el viento de la noche mientras que trataba de confortar al Faraón.

 


- Todos cometemos equivocaciones, mi Faraón...- dijo Kae.


- Eso es cierto, pero no todos tan fatídicas...- bufó Alistar recibiendo una mirada asesina de su hermano pelinegro y de su novio.


- Mi querido Atemu...- susurró Anecuze sentándose a su lado-... tú sabes lo que debes hacer...

 


Lucio se paró enfrente del Faraón con Antul a su lado para luego asentir.

 


- Lo sabes bien...

 


El tricolor asintió al sentirse solo nuevamente para luego limpiarse las lágrimas y levantarse y levantar las manos.

 


- ¡Por el poder que Ra me otorgó desde el día en que nací... por el que se me a otorgado el día que me convirtieron en Faraón... por el que tuve al tan simplemente existir en el mundo de los Dioses y de los hombres... Exijo el poder de los Siete Artículos del Milenio para terminar esta Masacre y acabarla de una vez por todas...!!

 


Al instante aparecieron frente a él siete piezas milenarias forjadas (dicen) en Oro dado por el mismo Ra como ofrenda a los primeros Egipcios.


El Faraón cerró los ojos mientras las siete brillaban para que luego apareciera en su frente el tercer ojo, el ojo de Ra. Al Abrir los ojos fue como si estallase un sol en medio del desierto. Tanto los Soldado de Anubis como los Monstruos desaparecieron, pero pronto se sintió el ambiente cargado fuertemente de magia maligna.

 


Seth abrió sus ojos al escuchar la explosión y pudo ver como los dos dragones comenzaban a desaparecer frente a sus ojos. Pero pudo sentir como el cuerpo del rubio era absorbido por el Dragón Negro de Ojos Rojos.

 


- ¡No! ¿A dónde lo llevas?- pero no recibió más respuesta que un leve empujón que le hizo caer a través del cuerpo semitransparente del Dragón Blanco con lo que tuvo un leve flash donde se vio a si mismo vestido de manera extravagante en un mundo extraño, pero cuando cayó a la arena ya estaba nuevamente en su mundo viendo como ambos dragones desaparecían en su totalidad.

 


Atemu mientras en un trance tomó cada uno de los artículos y les dio sus poderes quitando de esa manera la Energía Negativa del Aire.


Tomó la Sortija...

 


- El Alma Desaparecida del Ladrón, que en ti se guarde, hasta que caigas en las manos de tu verdadero dueño, aquel que además de ser tu guardián será el verdadero guardián del corazón del Ladrón...


- Que el Alma del ex cuidador de tumbas que aquí ronda vaya y descanse en el hermano de Isis cuya familia tomará en este momento el apellido del desparecido Ishtar.


- Que las Almas nobles de los otros dos ladrones reencarnen en paz hasta que se encuentren nuevamente y puedan disfrutar en el esplendor de su amor...

 


Estaba tomando el Cetro entre sus manos cuando sintió un fuerte golpe en el estómago. Volteó a mirar y se topó con la mirada enfurecida del Sacerdote.

 


- Maldito seas... por tu maldita obsesión he perdido lo que más amé en este universo... ¡¿Por qué no te das cuenta por un día que el mundo no gira a tu alrededor?!!!- gritó furioso mientras lloraba el ojiazul. Atemu solo sonrió levemente.


- Que contigo mi amado sacerdote pueda tomar su venganza...

 


El Cetro apareció en manos del Sacerdote abriéndose y mostrando la Daga que ocultaba. Atemu asintió.

 


- Ódiame... lo merezco... no merezco tu perdón, pero lo pido de la manera más humilde... mátame...- Seth hizo un signo de asco.


- Ni siquiera mereces que manche mis manos con tu sangre...


- Por favor... mátame...- repitió Atemu tomando la daga y poniéndola en su estómago mientras acercaba su mano derecha al último artículo que quedaba: el rompecabezas-... que mi alma permanezca encerrada en sufrimiento y martirio hasta que sea el momento en la que mi amado primo pueda perdonarme... que su alma y la de su amado se encuentren nuevamente y que sea yo mismo él que les una... así sea...

 


Y sorprendiendo a Seth, empujó la mano del ojiazul clavando la daga en su cuerpo hasta el final y sonriendo levemente hasta que todo su cuerpo se volvió nada y una leve luz se metía hasta el rompecabezas para simplemente quedar Seth con la cabeza gacha, la saga ensangrentada en la mano y todos los artículos tirados a su lado.


El sol comenzó a salir del oriente de manera lenta iluminando la triste escena mientras que el Sumo Sacerdote de Ra y Anubis levantaba la mirada para recibir los rayos de luz.


¿Qué iba a hacer ahora? Cómo Sumo Sacerdote sin Faraón el reino, le tocaba regir el país hasta que se escogiera un nuevo gobernante... pero... no era ese su deseo.

 


- Mi querido Seth... tú también sabes que hacer...- sonrió Antul sentado a su lado.

 


El Sacerdote miró hacia atrás y se topó con todos los Sacerdotes del Sur que llevaban en sus brazos los Artículos del Milenio.

 


- No... yo no sé que debo hacer...

 


Los cinco sonrieron mientras que Kae se agachó un poco para luego pasar su dedo por la frente del sacerdote marcándolo.

 


- Así reconocerás a todos aquellos con los que compartiste tu otra vida...- le sonrió.


- Adiós, Seth... o Seto Kaiba...- sonrió Anecuze mientras colocaba su mano frente a la vista de Kaiba y éste parpadeaba.

 


+_+_+_+


Kaiba parpadeó algo confundido al mirar la pantalla de su laptop. Una aburrida cátedra del profesor de filosofía referida a las creencias acerca de las reencarnaciones se escuchaba en el ambiente.

Kaiba parpadeó algo confundido al mirar la pantalla de su laptop. Una aburrida cátedra del profesor de filosofía referida a las creencias acerca de las reencarnaciones se escuchaba en el ambiente.


El ojiazul miró hacia el lado topándose con como Bakura y Malik hacían bolitas de papel para luego lanzárselas a de los de adelante ante las miradas angustiadas de sus hikaris. Lo sorprendente es que los dos primeros tenían una marca en forma del ojo de Ra en sus frentes.


Un poco más adelante se encontraban peleando Tristan y Duke en voz baja... y ambos llevaban el símbolo.


Su mirada azul siguió mirando hasta que, por inercia inconciente, sacó su billetera mirando la foto de su hermano el cual... también tenía aquella marca.


Sacudió la cabeza con confusión para luego levantar la cabeza y toparse con la mirada violeta de su “Némesis” en los juegos.


Atemu le miraba fijamente... en su frente también estaba el símbolo y sus labios murmuraron un leve “¿Me perdonas al fin?”


Kaiba no supo que decir... ¿Qué había sido todo eso? ¿Un sueño, una pesadilla?


EL rubio sentando al lado del ex faraón volteó a mirarle y al ver que la atención del tricolor estaba atrás también se volteó haciendo que el corazón de ojiazul se acelerara al ver la marca en la frente de Joey...


Seto le sonrió levemente al rubio sorprendiéndole grandemente para luego bajar la mirada y seguir trabajando en su laptop.


Bah, solo había sido un instante de locura... aunque...

 


Mientras, afuera de la preparatoria, en un deportivo negro, se encontraban cinco personas. Todos vestidos elegantemente y con anteojos oscuros. Uno de largo cabello castaño que se encontraba en el lado del conductor con los lentes en las manos mostrando sus grandes ojos verdes, mientras que a su lado, en el puesto del copiloto, se encontraba su pareja, un muchacho de largo cabellos negros con plumas del mismo color enredadas y ojos azules que sonreía levemente al ver como su cuñado, un muchacho de cabellos castaños hasta los hombros, miraba con unos lentes espías el interior de la preparatoria de pie en el asiento posterior ante la mirada preocupada de su novio, de cabellos rojizos con las plumas y los lentes puesto, y ante la divertida del peligrís que estaba sentado con ellos.

 


- ¡Si, ya recordó todo!!- rió feliz el ojiverde quitándose los lentes y dejándose caer en el asiento.


- ¡Anecuze!- le regañó su novio de cabellos rojos.


- Ya, hermano...- le tranquilizó el de cabellos negros.


- Entonces... ¿que dicen? ¿Misión Cumplida?- preguntó el de cabellos grises.


- Si, Kae... Misión cumplida...- sonrió el de cabellos castaño largos mientras encendía el automóvil.


- ¡Ay, Lucio!- le abrazó por el cuello el pelinegro-... ¿Por fin completamos nuestro Castigo?


- Si, Antul...- sonrió Lucio-... nuestro Castigo, nuestra Misión, nuestro objetivo... por fin acabó...

 


Todos sonrieron ampliamente mientras se abrazaban.

 


- ¿Creen que se le declare al cabellos de Ra?- preguntó Kae.


- No lo sé, pero por el entonces, ahora que somos libres... ¿qué hacemos?- preguntó Anecuze sonriendo-... ¡Yo propongo Pizza!!!!


- Ay, Ane, se más original, siempre es Pizza...- y el auto partió.

 


~OwArI~


Nota de Yakumo: ¡¡¡¡¡Lo acabéeeeeeeee!!!!!!!!!!!!!!!!!!! (se recuesta sobre el teclado mientras llora ;_;)  *alerta de error por haber apretado demasiadas teclas juntas*
Kurama: (moviendo a Yakumo) Oye, tú, párale... ¬¬
Yakumo: (tomando las manos de Kurama con los ojitos brillando) Pero... pero...... ¡lo acabé, lo acabé!!!!!! *___*
Kurama: ¬¬ Ya era hora, pues...
Yakumo: Siiiiiiiiiii, lo acabé... (sigue bailando emocionada) Y es para alguien muy especial..... ¡¡Mi Lunita-chan!!! I Love you, gatita, para ti, para que por fin estés contenta y...... ;_; para que me dejes de retar por no subirlo....
Kurama: ¬¬ No seas malagradecida... también para todas las que lo leyeron y más aún para todas las que lo comentaron n_n
Yakumo: ¡¡¡Siiiiii, I Love yours!!!!!!!!!!!!!!
Kurama: Ya, vámonos que tenemos disertación de Historia ;_;
Yakumo: TT^TT sep... muchos besitos a todas, Bye-Bye Nanoda!!!

¡¡¡¡¡Lo acabéeeeeeeee!!!!!!!!!!!!!!!!!!! (se recuesta sobre el teclado mientras llora ;_;)  ** () Oye, tú, párale... ¬¬ () Pero... pero...... ¡lo acabé, lo acabé!!!!!! *___* ¬¬ Ya era hora, pues... Siiiiiiiiiii, lo acabé... () Y es para alguien muy especial..... ¡¡Mi Lunita-chan!!! I Love you, gatita, para ti, para que por fin estés contenta y...... ;_; para que me dejes de retar por no subirlo.... ¬¬ No seas malagradecida... también para todas las que lo leyeron y más aún para todas las que lo comentaron n_n ¡¡¡Siiiiii, I Love yours!!!!!!!!!!!!!! Ya, vámonos que tenemos disertación de Historia ;_; TT^TT sep... muchos besitos a todas, Bye-Bye Nanoda!!!

PD: Cambie los nombres de Bakura por Touzoku Ou y el de Duke por Otogi en ambos cáp n_nU...


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