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A Future For You [SeKai] por __Francis

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Notas del fanfic:

¡Buenas!

 

La verdad es que cuando nació esta idea fue bastante raro todo, dudo que deseen escuchar todas los locos aportes que tuve, pero bueno. Diría que mis máximas inspiraciones han sido una canción, una anécdota y muchas, muchas películas antiguas.

 

¡Además de que...!

 

¡Y un demonio! ¡Siempre hay historias del chico malo y blah blah blah con las mismas parejas de siempre y...! Neh. Amo el SeKai. Hay tan pocos relatos de él que yo misma me propuse a llenar la web con esta hermosa relación y lo haré. Aún si empiezo de a pasos pequeños, por eso es que advierto ahora lo siguiente.

 

No sé si dejar esta crónica como un One Shot o ir creando más capítulos. Ni idea. Pero bueno... dependerá de la aceptación que le den. ¡Ya sin más las dejaré leer!

 

Notas del capitulo:

Kai tiene 24 años. 

 

SeHun tiene 17 años. 

 

 

 

Las demás relaciones y edades se irán revelando conforme avance la historia si es que lo hace. Pero por el momento eso es todo lo que deben de saber. 

El primer recuerdo consistente que tengo de mi niñez es estar corriendo junto a ChanYeol y a Yixing con patatas crudas robadas en nuestras manos, y un temible hombre robusto corriendo tras nosotros con el objetivo de apalearnos hasta la inconsciencia apenas nos atrapara. Algo usual en nuestra insignificante existencia como otros más de los niños abandonados a su suerte en los barrios bajos, pero ese día fue especial. Y no lo digo por el rico sabor de una papa cocida mezclado por las risas de mis amigos ante mi demacrado rostro, o la paliza que recibí ese día por un torpe descuido a la hora de distraerme, no… fue por lo que veía mientras recibía las sacudidas y las incontenidas patadas de la tétrica figura del verdulero.

 

En una vitrina empobrecida con objetos escasos y anticuados por la obvia falta de clientes, un sucio televisor daba la silenciosa imagen de una familia feliz. Un padre jugando béisbol con su hijo, una madre cepillando el cabello de la hija, y seguido de eso todos compartiendo un pavo en una mesa ridículamente rebosante de comidas lujosas y minuciosamente preparadas a la perfección, ¡Promocionando al Rey de las aves para su mesa, Sopraval!

 

Bufé y finalmente recordé, cerrando mis ojos apaciblemente… Claro. Hoy era navidad.

 

 

 

 

 

 

 

Mis zapatillas gastadas y comidas por el tiempo pisaban la maleza a su camino, y procuré seguir el pavimento hasta que al menos este desapareció entre rocas y césped seco. Traspasé edificios abandonados, pleitos entre bandas con armas, infantes huesudos correteándose tal y como yo lo hice de niño, y muchas cosas más que eran ya comunes de ver. Todo eso para entrar a un túnel abandonado y grafitéado mientras que la música que fluía en mis cascos no paraba de sonar.

 

 

Era mi parte favorita de “Rap God” de Eminem después de todo.

 

 

-          ¡Estos idiotas…! -Bramé encolerizado al notar que había un sucio condón usado empapando la planta de mis zapatos y gruñí. Quitándome el pedazo de plástico con semen pegado aún en él, igual que si fuera un pedazo de mierda contra el suelo. Ya les daría sus guantazos a esos subnormales al llegar-.

 

 

Ni me molesté en ver si aún me quedaban restos de esa porquería aún en mis zapatillas cuando mi paso volvió a retomar normalidad y pausé el reproductor de mi móvil. Aunque ignoré también quitarme los auriculares como ya era costumbre. Finalmente había llegado a “casa”.

 

Paredes descascaradas al final del camino, musgosas y sin ningún rayón más que el de un par de palabras con spray negro apuntando a la única puerta del lugar… “The Hell” Hasta me hizo sonreír al recordar la cantidad de fiestas que habían hecho ahí día tras día, año tras año. Alcohol, tabaco, drogas, putas y peleas… el jodido paraíso.

 

Pero claro que el punto de reunión mío y de mi banda ahora no estaría disponible para ninguna clase de fiesta. De hecho cuando entré lo único que me recibió fue el zumbido moderado de la canción “Right Round” y un par de tetas que se restregaron a mi torso persistentemente.

 

-¡Kai! ¡Se te echaba de menos!

 

-Nana, hey. –Saludé sin mucho entusiasmo realmente-. ¿Dónde está ChanYeol y Yixing? Debo hablar con ellos y si puedes, vete también.

 

No era que su presencia me tocase los huevos o algo. Era la novia de Yixing después de todo y la respetábamos como uno más de los nuestros pese a su inocente “efusividad” al ver a los mejores amigos de su pareja. Pero negocios eran negocios. Y hasta ella comprendía eso.

 

Así que con mucha naturalidad se separó y me guió a través de los pasillos con total tranquilidad mientras se chequeaba una y otra vez en su sucio espejo de mano el maquillaje y el cabello, ignorando las presencias habituales de las habitaciones que traspasábamos con naturalidad. 

 

Amigos muy cercanos teniendo sexo con prostitutas baratas, otros jugando con consolas entre los charcos de barro del piso frente a un televisor de alta definición, un par ayudando a nuestra cocinera y única chica oficial en nuestra panda, y otros más relajados viendo películas al confort de un pringoso colchón a la altura del piso.

 

Y demonios que realmente no existía ningún otro lugar que me hiciera sentir tan relajado como lo estaba ahí.

 

-¡Me cago en dios, JongIn! ¡Tanto tiempo! –Una amplia sonrisa de oreja a oreja me recibió nada más cruzar el último cuarto donde Nana se detuvo y mis pasos también. ChanYeol apenas verme saltó literalmente del sofá, y corrió hacía mi para alzar su gigantesca mano a lo que reaccioné instantáneamente. En un fuerte choque de palmas antes de apretarlas y dejarlas ir-. ¿Dónde carajos te has metido tú, eh?

 

-Por ahí, hombre. Por ahí. –Carcajeé un poco ya sin prestarle atención, y avancé hasta darle un guantazo en la cabeza a un Yixing que seguía inmerso aún en el partido de futbol que se transmitía en la plasma de la pared-. Imagino que el condón de la entrada era tuyo ¿No?

 

-Oh, menudo coñazo JongIn… ¿Se nos quedó ahí de nuevo? Perdón, perdón. –Se disculpó entre risas tranquilas antes de levantarse y rodearme en un fugaz abrazo para después dejarme un lugar en el gran sofá-

 

-Sabes que no tengo problema donde lo hagan tú y Nana, pero por lo menos limpia tus mierdas, Lay.

 

Los tres empezamos a reír, y Nana se fue con una sonrisa dulzona para dejarnos solos en nuestra plática. Probablemente de vuelta a su sector para cuidar de sus hermanas pequeñas y prepararse para atender la licorería esta noche también. Nosotros sin embargo ni siquiera nos despedimos aunque eso no sorprendía a nadie, y una vez llegó el medio tiempo del partido me dispuse a hablar.

 

-No vine aquí para cualquier cosa. Hoy Tao me entregó los blancos y quería discutir con ustedes el objetivo que escogí. –Dije sin titubeos como siempre ha sido-.

 

- Y ese… ¿Cuál es? –Preguntó ChanYeol visiblemente interesado mientras que Lay solo se limitaba a mirarme por el rabillo del ojo-.

 

- En cinco días más un vuelo privado y no registrado desde China aterrizará en el aeropuerto Yangyang. Según los contactos de Tao, Yang Kaisheng vendrá personalmente a estrechar lazos con Corea del Sur y para asegurar su millonario trato… trajo consigo una “pequeña parte” de todo lo que equivale al ICBC*.

 

*ICBC: Banco Industrial y Comercial de China.

 

 

-¿De cuánto estamos hablando? –Habló por fin Yixing ya mirándome directamente-

 

-Diez de los grandes para cada uno, y unos treinta más para la banda en general.

 

Su abrupta palidez como la mandíbula desencajada de Chanyeol provocaron una sonrisa en mi rostro y no necesité una afirmativa o una palabra más de ellos para saber que ese dinero ya era nuestro. Totalmente nuestro.

 

 

 

 

 

 

Era de noche cuando el volumen de los parlantes en cada rincón de nuestro refugio se subieron al máximo, y la gente empezó a llegar en manadas y coches sin siquiera ser invitados o avisados del nuevo inicio de una juerga. Tanto las bebidas como la comida las traían ellos, y en menos de media hora el ambiente caliente y pesado vibró en todo el lugar.

 

Chanyeol estaría por ahí persiguiendo otra vez al DJ y a su vez el hijo del ebrio obrero que pedía limosnas en la avenida Saeg-Yog para pedirle salir con él seguramente. Yixing quizás esté compitiendo otra vez en la PlayStation y un vaso de absenta al lado con cada idiota que se atreviera a apostar sobre los 34,000 wons a cada juego que existiese en este puto mundo, y yo mientras tanto gastaba mi culo ahí sentado por primera vez en dos meses con una lata de cerveza barata en mano, y una morena de pechos grandes arriba mío toqueteándome la polla sin ningún pudor.

 

Debí abstenerme de soltar unas fuertes risotadas al encontrarme con la divertida escena de un Chanyeol poniendo ojitos al DJ de mirada indiferente, y como la mezcla inesperadamente se cambiaba a  “You Me You” de Myronik en modo automático para así poder alejarse un rato de su fastidioso acosador. Pero claro que este lo siguió, por supuesto.

 

Rápidamente ignoré la pequeña humillación que hacía uno de los tres líderes de los Ghoulish Smile por su supuesto “amor predestinado”, y fijé mi completa atención a la zorra que meneaba insistentemente su trasero sobre mi para llamarme la atención. ¡Y joder que lo había logrado! Estuve a punto de volteármela en aquel sofá, cuando un bocazas gritó mi nombre y no me quedó otra que girarme a ver… Si no era importante, ¡lo muelo a palos!

 

-¡Kai! ¡Maldición, Kai! ¡Se está armando la grande en la entrada!

 

-¡¿Y a mí que, imbécil?! Que se coman las cabezas entre ellos por mi, ¿No ves que voy a echar un polvo ahora? ¡Lárgate! –Grité irritado mientras que intentaba volver a mi “asunto pendiente” y la morena que solo dejaba salir risitas y obscenidades de sus rojizos labios contra mi oído. Pero esta vez me agarraron el hombro, y para mi sorpresa no era el mismo tipo que me vino a avisar de lo que pasaba en los dominios de mi banda, sino que era el mismo Lay con un rostro de seriedad total-. ¿Tú también vendrás a joder acaso?

 

-Es serio.

 

 

 

Entre empujones y patadas nada sutiles me abrí camino hacía el acceso de nuestra guarida, seguido de Lay y un nervioso chico aún hecho gelatina por mi forma de tratarle y las consecuencias que le esperarían si lo que había informado era mentira. Claro que por lo menos ahora contaba con el respaldo del indiferente “Jefe Lay”, pero ni con eso se salvaría de los fierros en el culo que se ganaría al interrumpirme un gran polvo por nada.

 

Y al final… el inoportuno chico tenía razón. En todo lo que dijo.

 

Hace diez minutos atrás cuando en la fiesta ya corrían los narcóticos y las bebidas, y todos disfrutaban su propio mundo sin leyes ni pesares, un par de niños se habían infiltrado para hacerse los chulos delante de sus amigos. Pasearon y anduvieron por ahí sin que nadie se diese cuenta los primeros momentos, pero tal y como me habían interrumpido a mí en algo relativamente merecedor de tiempo y atención, los críos vieron a un sujeto peligroso aún por estos lugares tirarse a una tía en pleno y este obviamente se irritó por haberle cortado el rollo…

 

Así que ahora estaba ahí, desquitándose con ellos en la entrada bajo el efecto de la frustración y el alcohol como el gorila de dos metros que era.

 

-Estos pendejos... –Y no, no lo decía por los mocosos. Si no por esos tarados que se desquitaban con alguien que tenía un tercio de su edad y un sexto de su complexión física-. ¡SE ACA…!

 

-¡¡JENO!! ¡¡MARK!!

 

Apenas y si pude lanzar la mitad de ese gutural alarido cuando un grito irrumpió aun más fuerte mi voz y por si fuera poco, el cabrón también se atrevió a pasar a mi lado como si nada. ¡Estuve a punto de jalarlo por el cuello de su camisa, a punto! De no ser porque lo reconocí inmediatamente y es más, mi amigo llegó corriendo a su lado al poco tiempo también. Era Baekhyun, el DJ de nuestro grupo, y Chanyeol que lo intentaba agarrar para que no cometiese ninguna estupidez.

 

-¡¡Suéltame, Chanyeol!! ¡¡Que son mis hermanos, maldita sea!!

 

Bastó eso para que mi irritación se la tragase la tierra y me quedé viendo como la mirada de Park se oscurecía para volverse vacía… Recordándome a un día en particular en nuestra infancia cuando escupió un “Kai, cuida de Baekhyun” antes de tirarlo bruscamente hacía mi y avanzar hasta el grandulón que ahora habría tomado un palo para rematar su locura contra los niños.

 

- Chanyeol… -Murmuró intangible Byun, pero yo solo le tomé de los hombros y nos mantuvimos mirando la fascinante tortura que ahora ocurría mientras que Lay rodeaba tranquilo el “circulo” de pelea y se hincaba al lado de los niños para taparles los ojos con delicadeza pese al temblar de los pequeños-.

 

- Tranquilo. Él… es fuerte.

 

Le tomó algunos segundos asimilar mis palabras para cuando alzó la vista y me observó entre la cabeza que le sacaba de altura. Yo sin embargo, no me quería perder nada del divertido combate, no… ¿Masacre? Que pasaba frente a mis ojos.

 

- Lay no es fuerte como yo o Chanyeol, es astuto y basa todas sus peleas en ingenio y destreza. Yo al contrario soy rápido y tengo por lo menos dos tercios de la fuerza que Park. Pero él… maldita sea. Si te llega a atizar, estás frito.

 

No pude evitar sonreír de oreja a oreja por la feroz paliza que Chanyeol le estaba dando a ese matón, y aunque sabía que pese a la ira que estaba corriendo por sus venas él conseguía reprimirse solo por la presencia del DJ presente, mis músculos se tensaron un poco junto a mi mandíbula al notar que no enjuició debidamente al tipo por un error así en nuestros dominios. Abusar de un niño de la forma que fuese, era algo para ser realmente condenado en este lugar.

 

- Yo… Yo… Kai, suéltame, ya estoy bien… Quiero ir con Chanyeol y mis hermanos, por favor. –Murmuró sin verme, calmado y aunque sonase raro, imperceptiblemente feliz-.

 

 

 

 

 

 

 

 

Después de todo ese jaleo y las patadas que recibió el tipo por parte de otras personas de nuestra banda para que se largara con su puta a otra parte, Yixing me llamó para conversar a las afueras de la fiesta y partí… Ya resignado a que esta noche no me echaría a la chica guarra ni de chiste.

 

- ¿Entonces…? ¿Dónde estuviste todo este tiempo, Kai?

 

- No puedo mentirte, ¿eh?

 

- No, suéltalo.

 

 

Suspiré y me apoyé en el viejo barandal de fierro oxidado mientras que veía las luces de aquella “otra ciudad”, aun siendo nosotros parte de Seoul y a la vez no. Pues al ser barrios incluso más podridos que los que se consideraban bajos para el alcalde de la capital, fuimos apartados por los depósitos de basura y convertidos en ella también. En mierda. En la mierda del país literalmente.

 

- …Estuve en Seoul, vigilando a Sehun. Ha crecido tanto.

 

Ni siquiera tuve que voltear a verlo para imaginar el ceño fruncido que tendría, y claro, ya sabría que me escupiría como siempre lo hacía cuando él salía en algún tema.

 

- Kai, de verdad sigo sin entender porque tanta obsesión… ¡Joder, ni siquiera te conoce y tú haces tantas cosas por él!

 

- ¿Qué no entiendes? Él es mi responsabilidad.

 

- No. No lo es.

 

 

La guerra de miradas frías y descuartizantes que teníamos en ese instante eran paralizante para cualquiera. Lay no se detendría ni siquiera ante mi si era necesario, ni yo ante él. Por muy mejores amigos que fuéramos ambos seguíamos siendo animales, y eso ni con los años se lograría cambiar.

 

Y finalmente él que reventó primero, fue él.

 

 

- ¡¡MALDITA SEA, JONGIN!!

 

- ¿Qué? –Pregunté con mi más encantadora y perfecta sonrisa Colgate-.

 

 

- … No hay caso contigo, subnormal.

 

Finalmente cuando pude estar solo ya que Lay se fue echando mierdas y pateando lo que se cruzara en su camino, abandoné poco a poco mi sonrisa cizañera y volví a observar aquellas molestas e irritantes luces cegadoras de otra realidad… Donde estaba Sehun. Donde estaba mi Sehun.

 

 

 

 

 

 

 

 

Hace diez y siete años atrás, cuando apenas tenía siete y vagaba junto a Chanyeol y Lay en busca de comida por los basureros de las asquerosas cafeterías de la zona, una noticia llegó a mí. Una horrible y muy jodida noticia.

 

Yo como mis amigos era huérfano. Mi madre quizás sería una drogadicta o una puta barata, y mi padre un vagabundo alcohólico como otros tantos, pero a diferencia del resto si tuve un poco más de suerte y recibí la oportunidad que rara vez se percibe en zonas como lo son el distrito “XX”, o el distrito tachado del mapa como muchos le apodaban también… Fui adoptado por una mujerzuela del lugar.

 

Aunque no recuerdo su nombre, si se me vienen a la mente algunos momentos opacos de sus manos cándidas y las comidas chamuscadas que a veces preparaba. Las ocasiones en las que me cepillaba el cabello con sus dedos o me ofrecía disimuladamente la mano para que no me perdiera al salir de su menesterosa casa. Ella era una muy buena mujer, pero jamás supo en vida e incluso en su lecho de muerte, la clase de hijo que adoptó.

 

Y mi verdadera identidad como una tétrica y maligna sombra disfrazado niño, salió a luz tras enterarme de su repentino embarazo.

 

 

Aquella noche… tuve miedo por primera vez y única vez en mi vida. 

 

 

Mi madre adoptiva me arropó como siempre entre las mantas viejas y un incómodo colchón para que pudiese conciliar el sueño y durmiese bien; rezando a que yo me quedase inconsciente una vez más antes de que llegasen sus clientes a la casa y ella iniciase su trabajo para poder tener la pasta suficiente por la mañana para comprarme el desayuno. Pero esa noche no pude al igual que muchas otras, y mientras observaba en silencio el sucio techo de mi cuarto, escuchaba sus desgarradores gemidos de la habitación continua junto a los agudos chillidos de una cama vieja.

 

Algún día buscaría y mataría a todos aquellos que entraron en ella y la rompieron… Ganaría mucho dinero con un buen trabajo… Y me la llevaría de esa asquerosa ciudad para viajar juntos y darle la vida que se merecía… Una y otra vez me repetía lo mismo en mi mente para formarme un consuelo y no llorar como las nenazas lo hacían. ¡Incluso si se portaban bien, hasta sacaría a Yixing y Chanyeol para llevarlos con nosotros!... Pero esa noche en particular mis manos ardían de una forma inhumana… Y aún después del silencio que se formó tras el orgasmo del cliente de esa noche me fue imposible dormir y me levanté.

 

Caminé entre los estrechos pasillos que tanto limpiaba ella una y otra vez todos los días para olvidar sus noches, y abrí cuidadosamente la puerta para entrar sin hacer ruido o escándalo. Solo me detuve a un lado de la cama y les miré.

 

El sujeto aún seguía ahí, era el carnicero de la otra cuadra. Aquel que tanto me golpeaba cuando descubría que le robaba algún trozo de carne y luego llegaba a desquitarse con mamá por mi culpa y la de mis amigos. Y mamá a su lado, con las mejillas humedecidas por las lágrimas y el torso descubierto de sabanas o prendas.

 

¿De verdad había un asqueroso niño en aquel plano abdomen? ¿De verdad había algo ahí?

 

Sentía tanta ansiedad e intriga por saberlo, que lentamente empecé a abrir el velador a un costado de la cama matrimonial y saqué un cuchillo de cocina que ella guardaba por seguridad en su oficio. Ni me detuve a observar la longitud de su filo cuando lo apunté en dirección a su estómago y tracé lentas líneas ahí en mi mente con el fin de buscar aquel feto y lanzarlo por el retrete o ahogarlo en el río contaminado de deposiciones y porquerías.

 

Si dejaba que naciera, me quitaría mi lugar. Y una vez más… estaría abandonado en la calle.

 

De verdad estuve a punto de hacerlo… Cuando las voces en mi cabeza callaron y lo escuché. ¡Juraba que lo había escuchado!... La dulce y suave voz de un niño en mi cabeza susurrándome…

 

 

 

Quiero vivir”.

 

 

 

Fue desde ese momento que me prometí cuidarlo en compensación a la bondad de mi madre. Que hice hasta lo imposible para preservar más su alimentación que la mía, y aunque eso se notó un poco más adelante por la fragilidad de mis huesos en la adolescencia, él pudo nacer. Él pudo abrir sus ojos en el mismo momento… que mamá los cerró… Y prometí que el futuro que había idealizado para ella junto a mí, se lo daría a él.

 

Un futuro para SeHun.

 

 

 

 

Recuerdo que después de eso recibí muchas burlas por parte de los idiotas de mi barrio, aquellos imbéciles que se divertían al molestarme e intercambiar puños conmigo pese a que siempre acababa rompiéndoles una costilla o dos, y aun así me preocupé por SeHun en todo aspecto.

 

Le rogué a Yixing que me enseñara a leer y escribir después de que él aprendiese de un viejo bibliotecario que cuidaba de él, solo para enseñarle a SeHun cuando llegase el momento. Estudié como burro matemáticas y ciencias para resolver cada una de las estúpidas preguntas que me hacía apenas aprendió a hablar, y le aparté de cada mala junta o peligro que pudiese haber pasado hasta que tuvo cinco años y yo con doce entendí finalmente la realidad.

 

SeHun no lograría tener futuro en este lugar donde solo la escoria vivía. Y no lograría mantenernos a ambos si empezaba a considerar la cantidad de comida que ahora ingería, y los útiles escolares que apenas me podía costear ahora como para hacer lo mismo con él cuando le tocase entrar a la primaria también.

 

Me sentía tan… insignificante e impotente, que solo pude hacerle caso a la sabía voz del viejo bibliotecario que nos ayudaba a estudiar a los tres mocosos (Como el cariñosamente nos decía a mí y a mis mejores amigos), y lo llevé hasta Seoul para dejarlo frente a un orfanato.

 

Inesperadamente para su semblante callado, sumiso e inexpresivo, lloró, pataleó, me mordió e incluso se colgó de mi cuerpo. Pero al final acabó por acceder y tras lograr dormirlo frente a la puerta, me fui sin mirar atrás.

 

Desde entonces que empecé a trabajar por donde podía, me sustentaba de mis movidas ilegales con mis amigos y tras formar nuestros dominios establecidos tras un montón de pleitos y otras barbaries, logramos formar una clase de banda delictiva llamada “Ghoulish Smile” por nuestras mascaras al realizar esas operaciones, y mi vida finalmente cambió a base de puños y trabajos suicidas.

 

 

Me convertí en una puta bestia, ¿y saben qué? Me encantó.

 

 

Cuando tenía veinte años, y apenas me acordaba de enviarle un sobre anónimo con dinero al ahora llamado “Oh Sehun” de Seoul, decidí viajar a la dichosita ciudad para comprobar con mis propios ojos que tenía de bueno esa realidad tan chula y altanera. Y lo que me encontré ahí realmente me irritó.

 

Me metí en tantos pleitos con la justicia nada más llegar que para las cuatro de la tarde me hallaba escondiéndome por algunos callejones para perder de vista al par de patrullas que me seguían. Y no es como si no pudiera habérmelos cargado por mi cuenta después de fingir un arresto exitoso, pero deseaba conocer hasta el final a la maricona ciudad. Y para eso hasta yo sabía que no tenía que llamar mucho la atención.

 

Así que reprimiendo las ganas de partirle la cara a los imbéciles que veían con asco a un hombre mal vestido o a una señora con su hija de la mano pidiendo limosnas, anduve de arriba abajo por la famosa capital de Corea del Sur para buscar al menos un motivo que me hiciera pensar que esa vida era mejor... ¿Y qué pasó? Nada.

 

Lo único que valió la pena realmente, pareció despedirme al final del día cuando ya me iba y fue un momento tan, tan fugaz… que incluso creí que estaba perdiendo la razón como la primera vez que la mujer que sería mi “mamá” se presentó ante mi para tenderme la mano y llevarme a casa como si me tratase de un chucho perdido. Un tiñoso perro que a la menor caricia en la cabeza le movió la cola y le ofreció fidelidad eterna.

 

Entonces vi a Sehun por primera vez desde el día que lo dejé al cuidado de esa ciudad de supuesto ”Ensueño”.

 

Tuvo que haber tenido por lo menos sus trece años, e iba caminando con otro niño de ropa tan limpia y lustrosa como la que llevaba él. No parecía muy divertido por la conversación, pero su rostro inmutable y su cautivador silencio me hicieron reconocerle casi al instante cuando lo vi andar a las afueras de un parque… ¿Estaría saliendo de la escuela por el uniforme idéntico que llevaban?

 

Sentí tanta curiosidad, que inconscientemente dejé que una de mis provocativas sonrisas invadiese los límites de mi boca y cambié el rumbo de mis pasos solo para andar disimuladamente por entre los árboles del parque para escucharles. Siempre con el cuidado de no parecer un maldito pedófilo, por supuesto.

 

 

- Todavía no entiendo porque te gusta tanto ver películas con la abuela, Sehun-ah. Son tan aburridas las películas antiguas… -Se quejó exageradamente el otro niño a la vez que suspiraba tan profundo que por poco pensé que sería asmático. Aunque con su cara de empollón en formación…-.

 

- No lo sé, Suho. Simplemente me son… divertidas. –Habló por fin sin emoción en su respuesta, sorprendiéndome bastante por la suave y acentuada voz aún sin madurar que tenía-.

 

 

Se demoraron exactamente treinta minutos en llegar a una casa de la cual se metieron los dos. Y aunque solo lo hice para cerciorarme de que efectivamente fuera el hogar de mi Sehun, encendí un cigarrillo y esperé fuera unos treinta minutos más hasta que decidí que ya no aparecerían nuevamente. Daba igual de todas formas, en ese corto acosamiento a dos chicos de secundaria (que enfermo suena esto, joder) aprendí bastante de él y la vida que llevaba ahora.

 

Aparentemente el tal Suho era su hermano y el hijo biológico de la pareja que adoptó a Sehun del orfanato. Iba a una muy buena escuela, y aunque no parecía ser un niño tan nerd como lo era la tragedia de su hermano adoptivo, era bastante listo y le llevaba ventaja a sus compañeros de nivel. Estaba orgulloso de él, y parecía no recordar nada de su vida antes de su familia falsa.

 

Así que no quise estropear con una aparición repentina o un muy tentador secuestro a mi parecer, para arruinar todos los avances que habría hecho y me fui antes de cometer una estupidez.

 

Bastante sabía ya de él. Y ya llegaría la oportunidad de presentarme en persona para comprobar por mi mismo, si valía la pena dejarlo en las manos de la pija Seoul, o llevarlo conmigo al distrito tachado. Yo aún tenía el control de su vida pese a que faltaba solo un año para que cumpliese los diez y ocho, y siempre sería quién tomase las decisiones acerca de su futuro sin que se diese cuenta… Porque era cierto. Todo era por Sehun. Y si hacia algo, fuese lo que fuese, estaría bien con tal de ser capaz de dar un futuro para él.

 


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