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La razón de las ojeras de Itachi. por Sabaku No Ferchis

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Notas del fanfic:

Bien, bien. Son las doce de la noche aquí en mi país, tengo unas enormes ojeras por desvelarme anoche y mañana regreso a la escuela. Y para ponerle la cereza al pastel, también mañana es el cumpleaños de Gaara (¡No sé por qué me obligan a regresar a clases en su cumpleaños, es injusto! D:)

Desde que salí de vacasiones me puse a pensar qué darle a mi Gaara, y pues escribí xD Lo dejé un rato para ver si podía mejorarlo, pero no salió nada, así que aquí está xD

¡Aun así espero que les guste aunque sea un poco! :D

Abajo pongo advertencias y demás n.n

Notas del capitulo:

Advertencias: ¡Un horrible OcC por parte de todos! Y AU xD

El fic es, vuelvo a decirlo, SasuGaa :3 ¡Porque me encanta mucho la pareja! También habrá insinuaciones ItaSaso y SasoDei (la que más se note xD)

Dicho esto, si no les gustan las parejas mencionadas, no lean T.T

¡Yoshi! ¡Lo último que queda por decir es...!

 

¡FELÍZ CUMPLEAÑOS, GAARA!

~*LA RAZÓN DE LAS OJERAS DE ITACHI *~

 

 

[SasuGaa]

 

. . .

 

 

Ser un hermano mayor requiere de ciertas cosas: Instinto sobreprotector, curiosidad y primera fila en los asuntos personales de Sasuke. Pero nunca… NUNCA… será un trabajo fácil.

 

. . .

 

“Mira esto, Uchiha.”

Itachi expandió la mirada en una clara expresión de sorpresa. A su mente llegó la imagen de un Sasuke con las mejillas ruborizadas, los ojos negros clavados en el suelo y el labio inferior atrapado entre sus dientes mientras extendía los brazos hacia al frente, ofreciéndole un mapache de peluche a Gaara. El pelirrojo, por su parte, no podía hacer más que expresar cierto desconcierto, con el rostro compitiendo con el color de su cabello. Rojo como un tomate.

El Uchiha mayor no pudo evitar soltar un suspiro, seguido de una pequeña risa.

Las veces en las que el moreno pensaba en Sasuke, lo veía —al igual que todos— como una persona fría,  parecido a un bloque de hielo. Inexpresivo, soberbio y, sobre todo, egocéntrico. Era la clase de chico capaz de robar y romper corazones sin siquiera darse cuenta; e incluso cuando lo hacía, usaba una actitud indiferente y cruel para rechazar a todas las chicas que lo pretendían. Algunas de ellas se rendían a la primera. Otras tantas, como Sakura, parecían carecer de cerebro al pensar que quizá, si no se daban por vencidas y seguían insistiendo al moreno una y otra vez, éste terminaría por aceptarlas. Por supuesto, un gran, GRAN, error.

Itachi recordaba aquellos días en los que Sasuke pensaba que todo lo relacionado con el amor causaba más bien risa que cualquier otra emoción ridícula. Odiaba las películas románticas, las rosas en San Valentín y las canciones de amor. Juraba que se echaría a vomitar cuando veía una pareja besándose bajo la luz de la luna. Por eso, a Itachi le había resultado bastante gracioso cuando el universo decidió darle una lección a su hermano, mandando a un demonio de cabellos rubí y curiosos ojos aguamarina: El chico que fue capaz de darle a su vida un giro de trescientos sesenta grados.

Gaara entrando a la vida de Sasuke fue como despertar un volcán que había estado dormido por mucho tiempo. Para Sasuke, era no soportar verlo a diario sin que el taheño le prestara la mínima atención. Que actuara con la misma indiferencia cuando tenía que dirigirse a él. Que siempre ese maldito pelirrojo lo superara en todo. Era irritante, una molestia. Un mosquito volando a su alrededor, había querido pensar.

Estando prácticamente en primera fila, Itachi disfrutó viendo cómo su estúpido hermano menor se interesaba por alguien a quien lo traía sin cuidado. En casa, a la hora de la cena, e incluso con Madara, Tobi y sus padres presentes, el menor se la pasaba hablando de lo idiota y arrogante que era Gaara, y de cuánto le gustaría darle una lección para hacerle saber que él siempre sería el mejor. Toda la familia —a excepción de Itachi, por supuesto— le había restado importancia, pensando que el pelirrojo sólo era otro rival que le bajaba los humos a Sasuke.

Después, los recuerdos de Itachi pasaron como una cinta de película vieja hasta materializar aquél día en el que el moreno se había retrasado un poco después de un examen. Iba en el intermedio entre caminar y correr por los pasillos vacíos de la escuela, buscando a su hermano. Se suponía que Sasuke lo esperaría en la entrada principal para regresar a casa, pero no lo había encontrado. Soltó un bufido y, mientras seguía andando, sacó su celular. Estaba por pulsar el botón de llamar cuando su mirada se desvió a un salón que se encontraba abierto. Y ahí estaba Sasuke.

Itachi se detuvo en seco y se acercó para llamarlo, pero cualquier cosa que hubiera pensado decirle murió en la punta de su lengua cuando se dio cuenta de que Sasuke no estaba solo. Por la ventana, se filtraban los colores amarillos, rojizos y naranjas del atardecer, iluminando el rostro de su hermano y el del pelirrojo del que tanto se quejaba. Los cabellos de Gaara parecían llamas de fuego, al igual que sus mejillas.

Itachi ahogó una exclamación de sorpresa cuando su hermano extendió el peluche de mapache hacia Gaara y éste abrió sus ojos aguamarina como si hubiera visto un fantasma. Había algo entre las patitas peludas del muñeco. Itachi forzó su vista, lo notó, y luego sonrió ligeramente. Aquello era, por supuesto, una nota. Una nota que él había encontrado en la mesa de la cocina esa mañana, antes de que Sasuke se fuera a la escuela. En ese momento, como le había sido imposible luchar contra su curiosidad de hermano mayor, le había echado un vistazo. Primeramente pensó que el remitente de la nota era algún enamorado de su hermano. Pero luego, todo lo que había creído en primera instancia sobre el interés de Sasuke por Gaara, se había confirmado. Porque era obvio, Itachi nunca se equivocaba. Por eso expandió su sonrisa cuando el pelirrojo, todavía desconcertado, aceptó el peluche y leyó la nota.

 

“Quita esa cara de estúpido y dime que sí quieres ser mi novio.”

 

Aquello era algo que se tenía que ver para creer, pensó Itachi. Sasuke pidiéndole a alguien ser su novio. Bueno, él tampoco se lo hubiera creído si no lo hubiera presenciado con sus propios ojos. Retrocedió de la puerta y rio para sus adentros al pensar en las ironías de la vida. Sasuke había dicho que nunca se enamoraría, y ahora su rostro era mil veces más estúpido que el que tenía Gaara.

Entonces, algo sacó a Itachi de sus cavilaciones. El recuerdo deformándose en su mente hasta desaparecer. Itachi parpadeó desubicado unos segundos después de escuchar el click de un nuevo mensaje, luego lo miró.

 “¿Qué te parece? Por lo visto, mi primo no puede sacarse a tu hermano de la cabeza.”

El moreno volvió a mirar la foto que Sasori le había mandado. Si ya de por sí se le hacía extraño que el pelirrojo fuera el primero en hablarle por chat, lo fue mucho más que éste le hubiera mandado una foto. Una foto de su primo.

Ahí en la pantalla estaba Gaara, acurrucado entre las cobijas de su cama mientras aferraba a su pecho el mapache que Sasuke le había regalado. Lo hacía como si fuera su propia vida y eso le daba el aspecto de un niño pequeño: Dormido con el rostro tranquilo, los labios ligeramente entreabiertos y la desordenada melena roja. Itachi sonrió de medio lado, imaginándose la expresión que pondría su hermano si le enseñara la foto.

Vaciló antes de empezar a escribir la respuesta. Se mordió el labio y sus dedos viajaron sobre el teclado. Pero mientras lo hacía, le llegó otro mensaje de Sasori.

“¿Qué me dices de Sasuke?”

Itachi decidió no borrar lo que había escrito. En su lugar, alargó su respuesta.

“Adorable. Sasuke no ha mencionado nada de él, pero todavía no estoy seguro. Ha estado un poco más irritable desde entonces:”

Pulsó enter y el mensaje se envió. Esperó unos segundos, con la mirada atenta en la pantalla, a que apareciera la nubecita de escribiendo. Pero como Sasori ni siquiera había leído el mensaje, Itachi volvió la atención al montón de cuadernos y libros que estaban sobre la mesa del comedor. Hizo una mueca y se removió en su lugar, acomodándose los lentes de lectura. Estaba consciente de que eran las dos de la mañana y aún le faltaba terminar la tarea de literatura. Oh, pero adivinen qué. Justo cuando la alerta del chat volvió a sonar, el moreno casi avienta los libros sólo para mirar el mensaje.

“Dímelo a mí ¬¬ Ésta mañana, Gaara se enojó porque el jugo de naranja del desayuno estaba agrio.”

El Uchiha se echó a reír en voz baja para no despertar a su familia, pensando en lo curiosas que eran las cosas. Seguramente, ni a Sasuke ni a Gaara se les había cruzado por la cabeza que ambos estaban igual de irritables gracias al otro. Dio un sorbo a su taza de café negro y puso los dedos sobre el teclado.

“Jaja. Mira qué paralelismo xD También estábamos desayunando cuando Sasuke se levantó y me dijo que dejara de tragar dangos o sino me iba a meter los palillos por el… Ejem, bueno, tú sabes ¬//¬”

Mientras esperaba a la respuesta del pelirrojo, Itachi regresó la mirada a su tarea. Tomó el lápiz y se metió la parte opuesta de la punta a la boca. Había perdido el hilo del ensayo desde que Sasori le había hablado, y ahora no encontraba las palabras para continuar. Frunció el ceño en un intento por despejar su mente de todo lo que no tuviera nada qué ver con la tarea, pero el ruido de una puerta abrirse penetró el silencio y el moreno ladeó el rostro en alerta. Vio a su hermano parado en el umbral de su puerta, tallándose los ojos con flojera. Llevaba un pantalón de pijama gris cuadriculado con rayas negras y una camiseta oscura.

— ¿Qué ocurre, Sasuke? —preguntó el moreno en tono suave, como siempre le había hablado a su hermano desde que eran niños. El menor dejó caer el brazo a un costado y sus ojos adormilados fulminaron a Itachi.

—Ocurre—empezó. Su tono seguramente sonaría más grosero si el sueño no lo ablandara—, que tengo sed.

Itachi no dijo nada y siguió a su hermano con la mirada mientras éste entraba a la cocina. En efecto, Sasuke había tomado esos modos más hostiles desde su ruptura con el pelirrojo, y eso no sólo lo perjudicaba a él, sino a toda la familia. No daba los buenos días, dejaba el plato en la mesa y se encerraba en su cuarto todas las tardes y el fin de semana entero. Sus padres pensaban que era cosa de adolescentes, Tobi que unos alienígenas lo habían secuestrado y reemplazado por un espía, y Madara que debía ir al psicólogo. Obviamente, Itachi era el único que sabía la verdad. Pero no hablaba con Sasuke de ello porque sabía lo agresivo que se podía poner a veces.

El sonido del chat volvió a quebrar el silencio. Allá en la cocina, Sasuke soltó una maldición.

— ¡Vas a hacer que me sangren los oídos, idiota!

El mayor puso los ojos en blanco. Le había llamado idiota, no nii-san. Itachi no le contestó. Le sorprendía lo mucho que Gaara podía provocar en su hermano. Hacía que sacara lo mejor y lo peor de él.

“ó.ó De acuerdo, creo que Sasuke está peor. ¿Sabes? Si siguen así vamos a terminar con dolor de cabeza. Por el bien de todos, ellos deberían regresar.”

Itachi escribió la respuesta y después de enviarla, procuró bajar el volumen del ordenador.

“Es más fácil que el infierno se congele antes de que uno de ellos dé el primer paso. Ambos tienen un orgullo del tamaño del mundo.”

El Uchiha miró de reojo a su hermano. Sasuke seguía tomando agua con cierta brusquedad y sin importarle que un poco le resbalara por la comisura de los labios hasta la camiseta. Cuando regresó la atención a la pantalla, el mensaje de Sasori ya estaba ahí.

“Dirás Gaara y todos los Uchiha.”

Itachi frunció el ceño e hizo de sus labios una fina línea. ¿Cómo que todos?

“¿Estás llamándome orgulloso?”

¡Yo no soy ningún orgulloso! —se dijo el moreno a sí mismo, cruzando los brazos a la altura del pecho en actitud ofendida.

—Oh, claro que lo eres, Itachi—el aludido abrió los ojos como platos y miró a Sasuke, que pasaba junto a él en camino a su habitación. El mayor se maldijo por haber pensado en voz alta—. Muy, muy orgulloso—añadió el menor antes de desaparecer tras la puerta de su cuarto, dejando un sonoro portazo detrás.

Itachi suspiró antes de volver a mirar la computadora.

“Captas rápido 7u7 Sasuke debería cambiar eso y pedirle disculpas a Gaara.”

El pelinegro mordió su dedo índice mientras doblaba una sonrisa. Incluso tratándose de Gaara, era muy difícil que Sasuke aceptara haber cometido un error.

“Debería. Pero no creo que lo haga.”

La respuesta de Sasori llegó después de segundos e Itachi se lo imaginó con el ceño fruncido y sus rizos rojos cubriéndoselo. El Akasuna era igual de protector con Gaara como él lo era con Sasuke.

“¿Por qué? ¡La culpa la tiene Sasuke, en primer lugar!”

Y como buen hermano mayor, tenía que ponerse del lado de su estúpido hermano menor.

“Gaara debió entender que nuestro padre es algo especial. Aún era demasiado pronto para que Sasuke le dijera que salían juntos.”

Se cruzó de brazos. Apenas pensó en volver a la tarea y el mensaje de Sasori ya había llegado.

“¿Y crees que mi tío no? De verdad que lo es, y Gaara se lo dijo al primer mes que llevaba con tu hermano.”

El Uchiha largó un suspiro.

“Sasori…”

“No, nada de Sasori, Uchiha bastardo. Gaara siempre toleró las idioteces de Sasuke: que lo mantuviera oculto de tus padres, que no lo tomara de la mano en público y se portara indiferente con él cuando estaban frente a sus amigos, incluso cuando fue Sasuke quien le pidió que salieran juntos… ¡Además, en su cumpleaños le regaló una taza que decía IღCOFFE!"

Itachi se mordió el labio. Bajó la mirada, pensando en qué armas tenía para defender a su hermano, pero “nada” fue lo que se le vino a la cabeza. Todo lo que había dicho Sasori era cierto. Sus dedos bailaron sobre el teclado por varios segundos.

“Era una taza muy cara.”

“¬¬ Si te tuviera frente a mí, perderías esa carita bella que tienes. ¿Te gustaría que tu pareja te tratara así?”

El Uchiha sintió sus mejillas arder y lo atribuyó a lo caliente que estaba su café. Vaciló antes de escribir.

“No tengo. Pero no. No me gustaría.”

Después de eso, cesaron los mensajes insistentes de Sasori e Itachi pensó en escribirle otra cosa, pero miró la hora y de inmediato centró toda su atención en la tarea. Si quería dormir por lo menos tres horas, tenía que finalizar su conversación con el pelirrojo.

Sin embargo, no apagó la computadora. Se centró en continuar con su ensayo mientras le echaba miradas de soslayo a la pantalla. Pero pasaron diez minutos y Sasori no respondió. Fue justo cuando el moreno iba a cerrar los sitios en internet, que la barrita blanca con el nombre el taheño se volvió azul.

“Como sea. ¿Irás mañana a la exposición del mocoso?”

“No me invitó.”

“Yo iré y Gaara me acompañará. Sería buena idea que te dieras una vuelta… con Sasuke, por supuesto. Te conseguiré boletos.”

Una de las finas cejas negras del moreno se arqueó.

“¿Quieres hacer de la exposición de Deidara un campo de batalla?”

Sasori contestó enseguida.

“Pues le gustan las explosiones, ¿no? Tengo que irme. Buenas noches, Uchiha.”

Itachi lanzó un suspiro de resignación y se apresuró a contestar.

“Buenas noches, Sasori.”

Su mirada permaneció indeterminado tiempo sobre los últimos mensajes. Y en vez de hacer la tarea, Itachi se quedó pensando en qué pasaría si Sasuke y Gaara se volvían a encontrar después un mes sin verse. Daba gracias a Dios que este semestre ambos estuvieran en diferentes grupos, pues estaba seguro que de tener a ambos en un mismo salón, este podría ser el escenario de una catástrofe. Efectivamente, como el vestigio del arte efímero de Deidara.

 

~*~

 

—Definitivamente, Deidara, creo que tus creaciones parecen más bien muñequitos hechos con Play-doh, que obras de arte—dijo Gaara medio en broma, a pesar de que su rostro fuera la representación misma de Levi (personaje del manga “Shingeki no Kyojin”). El rubio frente a él infló los mofletes y le lanzó una mirada cargada de ponzoña.

—Eres igual que Sasori danna, hum—respondió Deidara sacándole la lengua. Luego le dio la espalda y soltó un suspiro decisivo antes de inclinarse y cargar una de sus esculturas. Apretó el rostro y se sonrojó por el esfuerzo—. No… saben apreciar el verdadero arte.

El pelirrojo miró cómo Deidara caminaba tambaleante hacia donde estaban sus demás esculturas ya acomodadas. Era una suerte que nada más estuvieran los alumnos que presentarían exposiciones, aunque estaba seguro de que en unas horas el gimnasio terminaría atascado de gente. Realmente no era muy buen lugar para un evento como tal, pues era bastante pequeño en comparación con otros y además también se usaba como auditorio.

Gaara suspiró, repartiendo una mirada por todo el lugar. Estaba sentado sobre la tarima, justo en frente del lugar asignado para Deidara. Tenía una pierna colgando y la otra doblada hacia arriba donde apoyaba su brazo derecho. Su mirada bajó a donde anteriormente la había tenido concentrada, pero entonces Deidara habló.

—Por cierto, ¿ya le diste su boleto? —añadió el rubio, echándole una mirada de soslayo al pelirrojo. Éste despegó la atención de su celular y miró a Deidara apenas un segundo antes de volver a fijarse en la pantalla.

—Sí, ayer.

—Bien, hum.

Gaara no contestó. En parte porque no tenía nada más que decir, en parte porque al mirar de nuevo su celular se llevó la misma decepción. Cero mensajes del idiota del Uchiha. Nada más uno de Naruto preguntándole si quería ir a comer ramen, pero nada de Sasuke.

Frunció el ceño y se tragó el gruñido creciente en su garganta, pensando en que él mismo era un estúpido por seguir esperando algo que nunca llegaría. Le había quedado bastante claro por la última cosa que ambos se dijeron antes de darse media vuelta y largarse por caminos distintos: “¡VETE A LA MIERDA!” ¿Qué no ya había tenido suficiente de Sasuke Uchiha?, ¿por qué demonios seguía esperando por lo menos un mensaje de él? Guardó el celular con cierta violencia —por suerte, desapercibida por Deidara—. No quería convertirse en un maldito masoquista.

— ¡Sasori danna, hum! —la voz de Deidara se abrió entre el ruido del lugar y Gaara levantó la mirada primero hacia el rubio, que ya había logrado acomodar la escultura, y luego hacia donde éste miraba. Su primo se abrió paso entre un grupo de chicos a unos metros de ellos, caminando con su porte siempre indiferente y elegante. Cuando llegó hasta ellos, Gaara frunció el ceño.

—Te tardaste mucho—le dijo al de ojos miel—. Y dices que no te gusta hacer esperar.

Sasori quiso arrugar la nariz, pero no lo hizo. Era algo a lo que ya se había acostumbrado las últimas dos semanas, aunque a veces no se aguantara las ganas de darle un zape a su primo. Sin embargo, sabía que el otro tenía sus razones para portarse así; él también se pondría más hostil si estuviera en su lugar. Pero eso no lo obligaba a soportar el carácter de Gaara.

Tú, una vez me dijiste que nunca te enamorarías de Sasuke— pensó el Akasuna—Y ahora mírate. Sufres y te deshaces por él.

—Me quedé hablando con alguien—se excusó, aunque técnicamente, estaba diciendo la verdad.

—Tú nunca hablas con nadie.

El Akasuna puso los ojos en blanco e ignoró el comentario de su primo. Se acomodó la correa de su mochila y se volvió a su alumno, que lo miraba expectante, con los brazos cruzados a la altura del pecho y una de sus rubias cejas arqueada.

—Deidara, ¿aún te quedan más boletos?

— ¿Eh?, ¿Por qué, danna? — El rubio dejó caer los brazos y se dio media vuelta. Se inclinó y cargó una caja enorme donde, seguramente, estaban sus instrumentos. Arrugó la nariz, su voz alterándose nuevamente gracias al esfuerzo que estaba haciendo—. ¿Ha perdido el suyo, hum?

Sasori inmediatamente se acercó para ayudar al rubio con la caja. Entre ambos la cargaron mientras el taheño le hacía una seña a Deidara para que avanzara. Deidara asintió, y cuando estuvieron lo suficientemente alejados de Gaara, Sasori suspiró.

—No, quiero que me des dos boletos más—dijo el pelirrojo mirando hacia atrás de vez en cuando, cuidando de no chocar contra alguien—. Para Itachi y Sasuke—Al rubio se le crispó el rostro y soltó una exclamación. Casi deja caer todo el peso de la caja sobre Sasori. El pelirrojo lo miró con mala cara—. Ten cuidado, mocoso.

— ¿Para qué, hum? —preguntó Deidara de un repentino malhumor mientras volvía a hacerse con la mitad del peso de la caja.

Llegaron a la bodega y ambos dejaron la caja sobre el suelo. Sasori suspiró y abrió la puerta. Deidara dejó la caja dentro, se pasó la mano por la cara para limpiarse el sudor y luego miró al pelirrojo, esperando su respuesta.

—Porque quiero que Gaara se encuentra con Sasuke—contestó mirando hacia donde estaba su primo. Deidara también miró a Gaara y regresó sus ojos azules hacia su maestro—. A ver si así arreglan las cosas.

— ¿Y por qué uno para Itachi, hum? —inquirió y el aire se le escapó de los pulmones cuando Sasori volvió a mirarlo, con los ojos un poco más abiertos. La luz que entraba por las ventanas le hizo un contraste bonito con sus ojos miel, provocando que Deidara se sonrojara un poco. El Akasuna apretó los labios antes de hablar.

—Porque si sólo invitamos a Sasuke, es noventa y nueve que ni sus luces se vean por aquí…—su respuesta pareció perderse a la mitad, porque lo había dicho muy ausente. Deidara esperó por que el otro dijera algo más, pero Sasori se quedó callado. Ya no miraba a Gaara ni a él. Tenía la mirada perdida en algún punto en la nada.

Deidara apartó los ojos de él para cerrar la puerta y se animó a hablar cuando volvió a mirarlo, pero lo que fuera que quería decirle murió en su garganta.

— ¡Sasori, ya vámonos! —Gaara, que había interrumpido al rubio inconscientemente, ya se había parado de la tarima y ahora hacía de sus manos un megáfono para llamar la atención de su primo. El Akasuna parpadeó, desubicado en espacio y tiempo. Miró hacia su primo y luego a Deidara. 

—Diles que vengan, en la entrada les doy los boletos—dijo Deidara, ya con su típica sonrisa. Sasori asintió y se despidió de su alumno para regresar con Gaara.

 

~*~

 

— ¡Itachi, suéltame! —gritó Sasuke a su hermano por quinta vez, intentando zafarse del agarre que Itachi ejercía sobre su muñeca. El mayor casi lo llevaba a rastras entre el gentío que había llenado el gimnasio. Varias veces, Sasuke estuvo por tropezar, aunque francamente eso no le hubiera importado si con ello se soltara de la mano de Itachi—. ¡Te he dicho que no quiero estar aquí!

Itachi le había dicho que lo acompañara a comprar algunas cosas en el centro comercial, y él únicamente accedió porque ya se había cansado de estar la mayor parte del día metido en su cuarto. ¡Pero, carajo! Su (estúpido) nii-san lo engañó, y cuando Sasuke se dio cuenta de que el camino que seguían no era el del centro, Itachi ya le había sujetado la muñeca. Bueno, en otras circunstancias, sólo no le hubiera gustado ir a la exposición porque odiaba los lugares llenos de gente. Pero sabía que Gaara estaría ahí, y por Dios que no quería verlo.

—No hagas tanto ruido, hum—dijo Deidara mirándolo por sobre el hombro. El rubio les había dado la entrada y ahora los conducía a través de la gente, probablemente, a donde estaba Sasori.

—Vamos, Sasuke—el moreno miró a su hermano con una pequeña sonrisa que ocultaba un deje de malicia. El menor le dio su mirada más asesina—-. Sólo estaremos unas horas y luego regresamos a casa.

El Uchiha menor apretó los dientes e hizo otro intento por zafarse de su hermano. No quería hacer el ridículo en frente de todos, así que lo hacía lo más discreto que podía. El resultado fue el mismo. Itachi no lo soltó.

Maldita sea, él si quería podía soltarse de su hermano utilizando toda su fuerza. El que no quisiera hacerlo por no avergonzarse en público era una excusa que intentaba tragarse. No quería ver a Gaara, ese maldito pelirrojo histérico que lo miraba como si con los ojos se pudiera matar. Pero sí quería saber cómo estaba y cómo había tomado él su ruptura. Y cuando llegaron y lo vio a un lado de Sasori, Gaara estaba tan inexpresivo como siempre.

El moreno, por su parte, dejó de forcejear. Adoptando su actitud serena e indiferente, se cruzó de brazos mirando hacia otro lado.

Si en ese momento Itachi, Sasori y Deidara comenzaron a hablar, ellos no los escucharon. La tensión que había entre ellos era casi palpable y hacían todo lo posible para disimular. La música interpretada por la banda desde el escenario llenaba el ambiente junto las voces de todos los presentes. Sasuke se quedó a lado de su hermano y empezó a tararear la canción mirando a la nada, con los brazos cruzados. Gaara, que estaba apoyado en la tarima, al menos tampoco lo miraba a la cara. Sus ojos estaban centrados en los zapatos del moreno, y curiosamente lo único que podía escuchar, era meramente la voz del Uchiha.

Gaara siempre había odiado tener esa sensación de mariposas en el estómago cada que el Uchiha estaba cerca. Cuando empezaron a salir, comenzó a encontrarla agradable; pero ahora era más bien como si esas mariposas tuvieras púas en las alas. Era fastidioso sentir que las mejillas le ardían al escuchar al moreno cantar en voz baja, y se preguntaba qué imagen le daría al otro. ¿Acaso estaba igual de rojo que una manzana? ¡Maldita sea, tenía que controlarse! ¿Por qué el muy idiota había venido?, ¿para burlarse de él? Quería que lo tragara la tierra.

—Gaara—la voz del Akasuna lo sacó de sus pensamientos y se sintió repentinamente aliviado. Miró a Sasori. Éste tenía el ceño fruncido y una expresión de molestia, al igual que Deidara. Itachi estaba entre ellos con cierto matiz de cansancio. Al parecer, los artistas estaban en medio de otra pelea sobre el verdadero significado del arte—. Tráeme mi marioneta de elfo que está en la bodega.

En otras circunstancias, el pelirrojo menor le hubiera dicho que él tenía piernas y podía ir él mismo por ella, pero como aquello significaba no tener que seguir viendo a Sasuke, asintió parcamente y se despegó de la tarima en camino a la bodega.

Sasuke dejó de tararear en cuando el pelirrojo empezó a andar y ahora sí que su mirada se clavó en él. En su cabeza roja como tomate y su espalda. Estaba vestido con una camiseta blanca de manga larga y unos jeans oscuros. Si se fijaba bien, la prenda superior se transparentaba y podía ver la figura del torso de Gaara. El moreno hizo un mohín y miró a otro lado, llamándose estúpido por seguir prestándole tanta tensión al tomate ese.

Suspiró y miró hacia los otros tres. Deidara hablaba algo sobre arte efímero, explosiones y belleza; Sasori le decía que era un mocoso estúpido e Itachi veía al uno y al otro intercaladamente cada vez que decían algo. Pensó por un segundo que podía unirse a la conversación y luego se le hizo una estupidez. Así que optó por caminar un rato por el lugar; no tenía dinero para regresar solo a casa y estaba seguro de que su hermano aún no quería irse.

Guardó las manos en sus bolsillos y empezó a caminar por el lugar, mirando desinteresadamente todo lo que había en exposición. Con forme iba por los pasillos, se dio cuenta de que no solamente había exhibiciones, sino también pequeños puestos de peluches y postres. Había, por ejemplo, uno de crepas que olían delicioso, otro donde vendían muffins, y a lado una exposición de pinturas. Se detuvo en uno muy colorido que le llamó la atención. Estaba hasta la esquina del lugar, justo en frente de donde su hermano presenciaba la discusión de Sasori y Deidara. Ahí había varios peluches hechos con tela de calcetín y algodón. La mayoría eran changos con ojos de botón, aunque también había búhos y conejos. Debió reconocer que eran un muy buen trabajo, algunos de ellos serían buena decoración para una cafetería.

El moreno se dispuso a seguir su camino, y al voltearse se topó con una puerta abierta. Adentro, hasta el fondo, pudo ver la figura de alguien tratando de bajar una caja. Al darse cuenta de que era Gaara, Sasuke quiso gruñir, pero en su lugar, sus labios se curvaron en una sonrisa.

Y contra todo lo que se había prometido a lo largo de aquel mes, entró al cuarto, cerrando la puerta a sus espaldas.

 

~*~

 

Gaara soltó una maldición y aventó la caja vacía a sus espaldas. Había tenido que subirse en el primer espacio de un gran estante para ver si ahí estaba la condenada marioneta de Sasori, pero al parecer había fracasado de nuevo. Se paró de puntitas, cuidando de no irse para atrás. Ahí había bastantes cosas bajo una manta de polvo: El vestuario para obras de teatro, un megáfono, balones de basquetbol, y muchas, muchas cajas vacías. Lo que sí había encontrado fue la caja de instrumentos de Deidara, pero no había ni señales de la marioneta que decía Sasori.

Suspiró cansado. Le diría que no estaba y punto. Se dio media vuelta para brincar al piso, pero la agujeta de su tenis derecho estaba bajo el izquierdo. Y cuando quiso mover el pie, perdió el equilibrio y se fue para atrás.

¡Mierda!

Cerró los ojos con fuerza para recibir el impacto, y cuando no sintió dolor los volvió a abrir. Unas manos lo habían sujetado por las axilas y evitado su caída. Tenía apoyada la cabeza sobre alguien y cuando volteó a ver de quien se trataba, el rostro se le descompuso en una mueca de asco.

— ¡Suéltame, Uchiha! —ordenó el taheño zafándose del moreno e incorporándose. Cuando lo hizo, le lanzó una mirada iracunda a Sasuke—. No querrás arruinar tu reputación arriesgándote a que abran la puerta.

La única luz del cuarto era la que se filtraba desde el gimnasio, y aún en la penumbra, ambos se veían claramente. Gaara lo fulminó con la mirada y el Uchiha, después de verlo unos segundos inexpresivamente, torció una sonrisa y se encogió de hombros.

—Era eso o dejarte caer—respondió el moreno tan naturalmente como si hablara de cualquier cosa. Gaara soltó un gruñido.

Se quedaron en silencio por algunos segundos. Los separaba un metro y medio y Sasuke sentía como si un hilo invisible que había entre los dos se fuera acortando a cada segundo, para deshacer la distancia que había entre ellos.

— ¿Qué?, ¿esperas que te dé las gracias? —inquirió el taheño cruzando los brazos. Su ceño se frunció tanto que, de haber tenido cejas, estas se hubieran tocado. A Sasuke le dieron ganas de besarle la frente.

—Espero—habló el moreno con tranquilidad, también había cruzado los brazos. El rostro lo tenía relajado, como si no le importara lo tajante que Gaara se comportaba—, que cuides tu manera de hablarme.

—Te hablaré como yo quiera—el pelirrojo  le lanzó una mirada retadora.

Sasuke se mordió el labio discretamente. En su interior sentía una combinación entre fuego y hielo. No entendía por qué Gaara tenía que estar siempre a la defensiva, haciéndose el  del corazón fuerte y blandido cuando él ya había aprendido a ver lo sensible que podía ser. Para Sasuke era transparente, como mirar a través de un delgado cristal y notar las ansias que tenía el otro por mandar todo al carajo, acercarse y besarlo. Fue justo en ese momento que el Uchiha también de que todo había sido contradictorio a lo que él había pensado. Bien, era una persona orgullosa, pero aquello no significaba que de pronto hubiera dejado de amar al pelirrojo. Él solamente quería que Gaara diera el primer paso y se disculpara.

—Oye, ¿podrías dejar esta farsa y pedirme perdón? —sugirió de pronto, tomando a Gaara por sorpresa. Éste abrió los ojos de par en par y el sonrojo en sus mejillas fue inevitable. Sólo que no se sabía si era por vergüenza o coraje.

—Yo no tengo nada de qué disculparme.

— ¿Insinúas que yo tuve la culpa? —Sasuke comenzó a avanzar hacia el pelirrojo. Contrario a lo que creía, Gaara se quedó quieto—. ¿Qué tan malo hice para que te enojaras?

El pelirrojo casi se echa a reír a carcajadas de no ser porque la situación no era cosa de gracia. Tomó aire y sintió como un nudo de cólera crecía en su garganta. De no haberse tensado sus brazos y piernas, le hubiera roto la cara a Sasuke. No importaba cuánto le gustara ésta.

— ¡Es lo que no haces lo que me molesta!, ¡eres un idiota! —su voz subió tanto de tono y Sasuke tuvo miedo de que alguien allá afuera los escuchara. Aunque, gracias a la música, eso era poco probable—. No entiendo en qué cabeza cabe querer salir con alguien si ni siquiera vas a prestarle atención. De ser así, ¿no te bastaba besarte con tu almohada?

Sasuke frunció el ceño. Iba vestido todo de negro, parecía como una pantera gruñéndole a su presa.

—La mayor parte del tiempo me la pasaba contigo. Si mudarte a mi casa es lo que buscas…

­— ¿Mudarme a tu casa? — inquirió Gaara haciendo un mohín. A Sasuke le gustaban los ojos del taheño cuando se enojaba. Adquirían un tono filoso que, a pesar de dolerle, le encantaba­—. Buena idea, por lo menos así tendría la mitad de atención que busco de ti—Gaara se dio media vuelta y caminó hacia la salida. Definitivamente, ya tenía suficiente del Uchiha. No quería explotar del coraje ahí, pensó. Y lo mejor sería regresar con su primo con o sin marioneta. Sasuke lo miró alejarse y corrió hacia él para sostenerle la mano—. ¿Qué?

— ¿Adónde crees que vas?

—De vuelta—lo dijo como si fuera lo más obvio del mundo—. Es estúpido. Parecemos niños peleando por esto. Suéltame.

El moreno suspiró.

— ¿Qué es lo que quieres?

El taheño entrecerró los ojos, buscando todo excepto tener contacto visual con él.

—No ser tu secreto.

Y de pronto, su voz había cambiado radicalmente. Volvía a ser la misma de siempre, calmada, profunda e inexpresiva. Era algo que a Sasuke le gustaba de Gaara. El saber que ese pelirrojo era indescifrable para todos excepto para él. Por eso sintió un nudo en la garganta y la culpa lo abrazó como una boa. Sasuke no entendió por qué Gaara se había vuelto más seco con él, hasta el punto de ignorar su presencia. Cuando le preguntó, el pelirrojo lo atacó a gritos y maldiciones, y obvio que eso le había molestado. Por eso habían terminado. Porque ninguno de ellos quería aceptar la cumpla que cargaban sobre los hombros. Sólo se habían dejado llevar. Y miren a dónde fueron a parar...

El moreno tomó una bocanada de aire y soltó al pelirrojo. Éste simplemente lo miró desconcertado, como aquél día en el que le había pedido ser su novio, mientras veía cómo Sasuke salía disparado por la puerta.

 

~*~

 

Después de estar un buen rato escuchando si el arte era efímera o eterna, Itachi había decidido ir a ver las exposiciones. Se encontró a Kisame en el camino, no hubiera creído que el peliazul vendría, pero le resultó de gran compañía. Habían estado caminando vario rato mientras hablaban de trivialidades. El moreno vio un puesto de dangos y pidió una orden. Mientras esperaban, la canción que interpretaban en el evento de detuvo de golpe, lo que llamó la atención de todos los presentes. El lugar se quedó sumido en un prolongado silencio.

—Ehmm, bueno—Itachi dejó caer el dango cuando escuchó la voz de su hermano a través de las bocinas y enfocó toda su atención al escenario, al igual que todos. Ahí estaba Sasuke, parado en el lugar del vocalista. Los integrantes de la banda se habían hecho a un lado y le lanzaban una mirada recelosa al pelinegro—. Sé que a ninguno de ustedes debería importarle, pero hay algo que tengo que decir.

Itachi tenía una expresión desconcertada. La boca ligeramente entreabierta y los ojos como dos canicas.

— ¿Qué hace tu hermano ahí, Itachi-san? —le preguntó Kisame en voz baja, como si hablaran de algo confidencial. El moreno se encogió levemente de hombros, sin apartar la mirada del escenario.

Sasuke carraspeó a través del micrófono. Itachi no alcanzaba a verlo con claridad. El puesto de dangos estaba hasta el fondo del lugar, justo delante de las gradas. Pero creyó ver su rostro nervioso, como si estuviera a punto de echarse a una jaula de leones.

—Miren al chico que está por allá—todos siguieron la dirección que el Uchiha menor señalaba. Itachi tuvo que alzarse de puntitas, pues a pesar de su altura no lograba ver nada. Eso hasta que divisó una melena color rojo fuego. El moreno abrió los ojos como platos (gesto que se estaba haciendo muy común en él tratándose de Sasuke y Gaara) y devolvió la mirada hacia su hermano, expectante—. Él se llama Sabaku no Gaara, tiene diecisiete años y es la persona más difícil que he conocido en mi vida.

Cuando todos clavaron la mirada sobre el pelirrojo, éste sintió que el alma se le caía a los pies. Abrió la boca para decir algo, intentando retroceder. Mala idea, pues un rubio de cabellera larga lo sostuvo por el brazo. Gaara no dijo nada, ni siquiera intentó moverse. Aquello lo había dejado paralizado.

—Es frío, apático, tiene el carácter de una roca y es casi imposible ponerle una expresión en el rostro (a excepción de ahora, claro). —continuó el moreno, con la vista hacia al frente. Por alguna razón ya no se sentía nervioso. Las palabras empezaron a fluir por su boca como el agua de un río­—. Yo al principio lo odiaba… Mierda, no saben cuánto lo odiaba. Y créanme que a veces sentía ganas de estrangularlo con mis propias manos—suspiró, enmarcando una sonrisa en su rostro—. Pero él sigue siendo el mismo, y no sé explicar cómo cambió todo en mí—le echó una mirada a todo su alrededor. Las personas lo miraban a él y a Gaara con la duda implícita en sus miradas—. Es tonto, ¿no? Porque de pronto me encontraba pensando en él todo el tiempo, quería verlo y blah, blah, blah—hizo un ademán con la mano—. No soy bueno diciendo cursilerías. Para acabar con esto, voy a decirles lo mucho que amo a este chico. ¡Y no me importa lo que digan, carajo! Es la persona más difícil del mundo y yo lo amo— su subió de tono, casi estaba gritando—.¡Estoy enamorado de Gaara. Él es mío, ¿entendido?! —Todos se quedaron callados, todavía terminando de creerse lo que Sasuke Uchiha acababa de decir—. Entendido…—repitió en baja, no preguntando a los demás, sino confirmándoselo a sí mismo.

Después de unos segundos, comenzaron los murmullos y las miradas intercaladas hacia ambos. Gaara, al tener tantos ojos sobre él, se zafó de Deidara y muy tranquilo caminó hacia la salida, con todas las miradas sobre su espalda hasta que desapareció por la puerta.

 

~*~

 

El frío helado de la noche le golpeó el rosto, volándole los cabellos rojos. Por reflejo, cerró sus ojos y cuando los volvió a abrir, empezó a caminar. Ni siquiera sabía dónde estaba Sasori, y no estaba dispuesto a esperarlo allá adentro. El frío no le importaba aunque su camiseta fuera delgada, además que sentía un estúpido calor en todo el cuerpo, desde la punta de sus pies a la cabeza y principalmente en las mejillas. Eran realmente estúpidas las reacciones que podía llegar a tener, y es que todo se le había hecho como un sueño. Raro y excitante. Se había perdido en el moreno desde que éste había empezado a hablar, creando una burbuja donde sólo estaban ellos dos. La cual, se rompió en cuando Sasuke terminó su declaración y todas las miradas se clavaron en él. Gaara no era como Sasuke, que le gustaba ser el centro de atención. A él le gustaba más bien pasar desapercibido. Que nadie (a excepción del Uchiha) invadiera su espacio personal.

Una mano le sujetó la muñeca nuevamente y su corazón le golpeó el pecho.

Se encontró con unos profundos ojos del color de la noche, que lo miraban penetrantemente. El pelirrojo frunció el ceño y afiló su propia mirada.

— ¿Qué fue todo eso, Uchiha? — intentó que su voz sonara venenosa. Al parecer no lo logró.

—Era eso lo que querías—le dijo el moreno tranquilamente. La luz de la luna contrastaba con el rostro de Sasuke y le daba ese algo misterioso que siempre le gustó a Gaara—. Ya no es ningún secreto que te amo.

El pelirrojo lo miró.

—No sé si sentirme halagado, o romperte la cara—dijo Gaara—. Nunca me había sentido tan avergonzado. Por las miradas, quiero decir.

Sasuke soltó una risa melodiosa y acortó la distancia que los separaba, sin soltarle la muñeca. Sus pechos se tocaron.

—Tú me lo pediste.

Gaara no dijo nada más. Ya no lo miraba a los ojos. Como lo hacía a veces, el pelirrojo se sumía en su propio mundo. Sasuke sonrió.  Estaban en frente de la biblioteca pública: Un edificio grande y viejo rodeado por un extenso jardín, a su vez resguardado por una pared baja donde se alzaba una gran reja negra. El moreno tomó las caderas de Gaara de improvisto, lo levantó y lo sentó entre el espacio de la pared y la reja. El taheño lo miró desconcertado mientras el otro se metía entre sus piernas.

—Dime que no quieres volver y te bajo—le susurró despacio, en un tono de voz sensual que hizo estremecer a Gaara. El pelirrojo entreabrió los labios y pegó la espalda a la reja a medida que Sasuke se acercaba provocativamente. Era tonto resistirse a él a esas alturas. Sasuke le gustaba mucho. Era como una droga y él era un adicto. Dejarlo no fue fácil, pero caer en él era como ofrecerle un hueso a un perro. Inevitable. No contestó. Sin embargo, cuando ya no pudo hacerse más para atrás, supo que ya no había nada que hacer.

El aliento del Uchiha se fusionó con el suyo y, en un arrebato, Sasuke lo besó. El corazón de ambos empezó a latir con fuerza a medida que es beso se hacía más demandante. Se dejaron llevar después de meses separados. Gaara se alejó de la pared y se pegó al moreno. Sasuke se hizo más para delante y encerró al pelirrojo entre sus brazos mientras éste enrollaba los suyos en su cuello.

Y luego empezaron los pequeños gemidos, las mordidas de labios y las manos indiscretas.

El moreno se aventuró bajo la camiseta de Gaara sin separarse de su boca. El chico era delgado, perfectamente proporcionado. El tacto de su piel volvía loco a Sasuke, ardía con cada roce de sus dedos. Besó el mentón de Gaara y fue bajando por su cuello, donde dejó varias marcas rojas (seguramente, el pelirrojo tendría que usar suéter de cuello de tortuga por los próximos días) y un rastro de saliva.

Y Gaara estaba rojo al igual que un tomate. No por vergüenza ni coraje. Estaba rojo porque Sasuke era el único que hacía arder su cuerpo de esa manera.

—Vamos a mi casa—sugirió el Uchiha entrecortadamente. Tenía la cabeza hundida en el cuello de Gaara y éste sentía que el cabello del moreno le hacía cosquillas—. Madara y Tobi salieron. Mi madre está en casa de Kushina.

El pelirrojo soltó un gemido y enrolló las piernas alrededor de Sasuke.

— ¿Y tu padre?

Una sonrisa traviesa enmarcó los labios del Uchiha.

—Al diablo con mi padre.

Y bueno, digamos que esa noche, el pobre Itachi, que de por sí había llegado tarde por estar buscando a su hermano dentro del gimnasio, tampoco pudo dormir tranquilo. Su habitación estaba al lado de la de Sasuke. Y el pelilargo tenía muy buen oído.

 

 

Notas finales:

¡No me culpen! D: Al parecer sufrí de un bloqueo en este fic. Pero en fin, espero que les haya gustado :D

Y para  ZxL-jejeje, Tsukimori y mi querida Mary-sempai, prometo actualizar más rápido nwn (tengo ya empezada la conti del SasuGaaNaru :v, aunque aún no me decido xD)

¡Gracias por leer!


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