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Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Un cuento de desamor para un fudanshi. por Miny Nazareni

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Notas del fanfic:

Pues.... bienvenidos!!!

Estoy que me muero, yo lo sé, creo que jamás he estado tan nerviosa en mi vida.

(Olvide el saludo, me disculpo)

Que el yaoi esté con ustedes mis queridos amantes del sexo gay!!! Que así sea!!!

Sin más, comenzamos con este fic. Les he de recordar que si bien, es una historia que se centra más en Rin por ser "su historia de amor" (que raro es eso en Rin jaja) también tendremos la intervención de las parejas del CAF, cada capítulo será como un poco de su bloque (ahh nostalgia con los bloques del CAF) ya lo verán, estoy muy ansiosa y espero que les guste.

Les amo muchísimo y gracias por comenzar esta aventura conmigo ;) son lo máximo!! ;D

Notas del capitulo:

Y hemos de comenzar con el prólogo y el capítulo 1!!! Espero de corazón que les guste :D

Si no es así, golpeénme con ganas.

Les quiero decir que hay nuevos personajes en esta historia, recuerden que transcurre después de la graduación de Kobashi (llora desconsoladamente), por lo que todos están en grados diferentes, pero ya lo verán, este año me propuse ya no ser tan lengua larga!! Oh yeah!!! Ahora sí no les diré nada!!! (Lo juro, lo juro, lo juro, fuera instinto de parla)

Si tienen dudas o preguntas, yo las responderé con gusto ;)

Una cosa más... ¡Feliz cumpleaños Haruhi-chan! (Sé que es el viernes, pero no me importa, soy la primera en felicitarte, oh sí, soy lo máximo ;) jaja)

Y ahora sí, se los dejo :D

Aclaración: Esta historia es una secuela de “El Club de Acción Fujoshi” lo que significa que las parejas “Pervert, Inocent y Stalker” reaparecen. El orden será parecido, cada capítulo indicará qué trama se está siguiendo.

 

Prólogo: Pequeño Fudanshi, conoce el CAF

 

Estaba aburrido, vaya que estaba aburrido.

Si alguien le hubiese dicho que estaría rodeado de manga, anime, yaoi y muchos cosplayers, y aún así se sentiría a punto de quedarse dormido del aburrimiento, lo habría tirado de a loco. Pero era la verdad, Rin estaba recostado en uno de los silloncitos de su stand junto a la asistente de su abuelo y una gran “cómplice” a la hora de filtrar “mercancia”. Safu siempre le daba todo lo que pedía, aún si el gran Osuno Aosaki decía que no.

Aunque bueno, que eso ocurriera era demasiado improbable.

Osuno Aosaki, el dueño de una de las más poderosas editoriales de todo el país, la Editorial Aosaki, era un hombre inflexible, imponente, autoritario y firme. Todos sus empleados le respetaban y temían, los empresarios le tenían un gran aprecio y cierta idolatría. El hombre era demasiado para cualquiera y jamás perdía ante nadie.

Pero a la mierda, su pequeño y único nieto era su debilidad.

Rin Aosaki, hijo de una de sus hijas y mangakas que trabajaban en su empresa, practicamente había sido criado por ese hombre. Cuando su madre falleció y su tía para superarse a sí misma, emprendió un largo viaje alrededor del mundo, el mayor se quedó a cargo del pequeño huérfano.  Osuno adoraba a su nieto con locura, era el hijo que no tuvo y Rin amaba a su abuelo como si fuese su ídolo, era su padre en toda la extensión de la palabra, pues el verdadero nunca había dado señales de vida y no le importaba. Además… ¿A quién rayos le interesaría un tipo que había abandonado a su madre? Y  más cuando su abuelo le consentía cualquier capricho.

Por lo mismo, Rin no comprendía cómo había perdido en esa ocasión. Bueno… perder no era la palabra correcta. A él mismo le había hecho ilusión ir a esa convención de anime, según órdenes de su abuelo para que se fuese habituando a su futuro negocio. Rin siempre giraba los ojos y le daba el avionazo a su abuelo en ese aspecto.

El problema estuvo cuando al llegar a la convención, se dio cuenta de que no podía abandonar para nada su stand y por lo mismo no podía disfrutar todos los eventos. Por tal razón estaba aburrido y haciendo una mueca. Safu le miraba dividida entre la risa y la resignación mientras ofrecía los títulos principales de la editorial.

                —Me gusta cómo trabajas Rin-chan, tu abuelo estará orgulloso—ironizó la mujer y el joven torció el gesto.

                —Safu-san, trata de entender, estoy aburrido y lo peor, no tengo ningún manga conmigo—entrecerró los ojos perversamente—¿Tú tienes uno?

Ella negó y él se enfurruñó cruzando los brazos. Safu no comprendía cómo este chico obsesionado con el manga gay podría ser el futuro heredero del imperio Aosaki. Algo andaba muy mal por ahí, tal vez era el momento de que Rin se tomara en serio las cosas.

                —¿Qué te parece si te levantas y ofreces los títulos? Así no te aburrirás.

Rin suspiró con fuerza y obedeció fastidiado. Se colocó al frente de su stand y ni siquiera comenzó con sus actividades, pues un stand llamó por completo su atención. No estaba frente al suyo y en realidad ni siquiera era visible para los ocupantes de ese stand, pero Rin pudo detectar perfectamente qué tipo de stand era. Como si portara un radar yaoi en sus venas.

Eran tres chicas colocando materiales sobre un club que al parecer estaba dedicado al yaoi. Lo maravilloso del lugar eran las fotografías y los dibujos expuestos. El trazo era muy limpio, estudiado; las fotografías mostraban una linda pareja que representaba el clásico Uke-Seme de los mangas.

Sin embargo, fue precisamente aquello lo que le dejó paralizado. El Seme de esas fotografías. Era apuesto, sin duda era muy apuesto, a simple vista comprendía por qué el uke le miraba con esa adoración, además, el chiquillo era sumamente adorable. Sin saber cómo acercarse, tuvo que usar su única carta.

                —Safu… ofreceré libros durante toda la maldita convención si te acercas a ese stand y haces unas preguntas por mi… ¿Vale?

La mujer le miró sin comprender muy bien semejante idea, pero con tal de tenerlo ocupado y siendo serio con respecto a su “futuro”, aceptó. Se acercó a las chicas que exponían sus productos, hizo las preguntas que Rin le escribió en un pequeño papelito y después volvió con cara extrañada mientras daba sus respuestas.

                —Dicen que son “El Club de Acción Fujoshi”, se dedican a difundir el yaoi en su escuela. El chico de la fotografía es real y el otro chico es su novio. No son de la capital, pertenecen a la “Escuela Central de la Prefectura” y…

Ya no escuchó el resto, la resolución se trazó en su cabeza como todo lo que él hacía. Rin era una persona de acción, nunca se andaba con rodeos. Si un chico le gustaba, se lanzaba a conquistarlo hasta lograr “algo” con él; si alguien le molestaba, lo externaba sin hipocresía y si quería algo, se lanzaba por ello sin dudar. Bien, muy bien. Ya tenía una nueva idea sobre lo que deseaba para su “incierto” futuro.

Era muy simple, claro que sí, conocería en vivo a todos esos personajes.

Rin no sabía que esa decisión le llevaría a conocer otro tipo de emociones jamás pensadas.

 

 

Capítulo 1.-Pequeño Fudanshi: El “Octavo” arte.

 

Con sus dedos marcaba un cuadro frente a sus ojos inspeccionando al actor y la escena a seguir. Morina lucía ansiosa y Hana simplemente giraba los ojos. Nyu y Yumi eran los únicos que miraban al joven pelirrojo con algo parecido a la fascinación y la idolatría. El chico inspeccionado en cuestión era un niño en comparación con todos ellos, incluso Hana era mayor que él. La dulce y, ahora presidenta del CAFF, tenía 16 años recien cumplidos, mientras que él aún no cumplía los 15.

Rin Aosaki chifló con aprobación y le guiñó un ojo al pequeño. Tomoe Natsuki era perfecto para el papel, según sus planes. No era pequeño, al estilo de los ukes típicos, al contrario, era bastante alto, aunque no tanto. Una estatura promedio. Su cabello era negro tirándole al cenizo y sus ojos azules, escondidos en sus gafas, eran lo único que se podría considerar adorable. Claro, eso y el hecho de que el pobrecito y manipulable muchacho temía hablar hasta frente a todos esos amantes del yaoi y las morbosidades.

                —Estás para comerte Tomoe—dijo pícaramente Rin.

                —¿De qué está hablando Aosaki-san? No… entiendo… ¿Eso significa que formo parte del club?—replicó el menor extrañado y sin comprender el cumplido.

El aludido se colocó a su lado y rodeó sus hombros con uno de sus brazos mientras le mostraba todo a su alrededor. Morina medio sangró al verlos tan juntos, pues la fujoshi ex-presidenta del CAFF, aún Kaichou, moría por encontrarle una pareja a ese fudanshi pervertido. Hana simplemente enrojeció avergonzada y tratando de lucir seria, acorde a las nuevas responsabilidades que poseía. Fueron los gemelos, Nyu y Yumi Asobi, quienes dieron brinquitos y se emocionaron  como si no hubiese un mañana.

                —No eres un Fudanshi, pero eso es lo de menos—Rin entrecerró los ojos y le susurró en tono sensual—. Yo me encargaré de ensuciar esa pequeña mentecita tuya, además, para los fines cinematográficos que tengo en mente, eres perfecto. Aunque claro, la decisión está en nuestra presidenta—levantó la cabeza y miró a la pelinegra—. ¿Qué dices Hana-chan?

Ella medio brincó con su mención y se acercó a Tomoe para tratar de ser la voz de la razón en ese sitio lleno de locos. Después de sonreírle con dulzura y mirarle como si fuese una madre que pide la confianza de su pequeño, Hana cuestionó sus dudas.

                —¿Estás seguro de esta decisión Natsuki-san? Debes entender que este es un club dedicado al yaoi, eso significa que debes leer yaoi. ¿Estás dispuesto a entrar en ese mundo?

                —Claro que sí Mizugu-san, todo lo que deseo es pertenecer a un club y tener amigos, vamos para el segundo mes de clases y no soy muy bueno socializando—el chico enrojeció un poco y miró a Rin Aosaki—. Además, Rin-chan dijo que yo sería muy útil y eso me emociona.

Hana sonrió enternecida con el chico, sintiéndose también identificada. Recordaba esos momentos de su vida, cuando saberse útil para alguien más le proporcionaba una felicidad inmesurable, todo producto de su baja autoestima y sus miedos. No era como si ahora fuese una chica segura de sí misma y extrovertida, pero el yaoi le había cambiado y ahora confiaba más en sus capacidades. Quizá, si corrían con algo de suerte, Tomoe podría beneficiarse del mismo modo.

                —Entonces no tengo nada que decir, bienvenido Tomoe—bajó el tono de su voz—. Si puedo llamarte así… ¿Cierto?

Tomoe asintió con una dulce sonrisa que remarcaba una nueva cualidad de ternura. Morina, aún limpiándose sangre, se acercó a menor y también le abrazó. Rin le guiñó el ojo con coquetería y miró a los gemelos como un teniente a sus soldados. Éstos automáticamente se colocaron firmes, sabiendo lo que venía.

                —¡Mis gemelos yaoi! ¡Es momento de darle al pequeño Tomoe su “iniciación”!

                —¡Sí señor!—respondieron al unísono el par idéntico y tomaron a Tomoe, cada uno de cada brazo.

El chico no tenía idea de lo que pasaba y se dejó arrastrar. Los gemelos “yaoi”, como los llamaba Rin, colocaron a Tomoe en una sección apartada del club, frente a una enorme pantalla de plasma que Rin había donado al sitio. Encendieron la misma, además del reproductor de DVD y obligaron a Tomoe ver hard yaoi con ellos, sin permitirle escapar, en caso de que quisiera hacerlo. Morina reprimió una risita ante los nuevos métodos que Rin había implantado mientras se limpiaba otra hemorragia y Hana enrojeció por completo sintiéndose mal por Tomoe.

                —Sabes Rin-chan, prefería las iniciaciones de Kobashi-sensei.

                —“Gran Kobashi-sama, que el Dios del yaoi la tenga bajo su resguardo”—repitieron en coro todos, incluída la propia Hana.

Era una manía que también habían adquirido. Cuando Kobashi Kotori, la fundadora de ese club dedicado al yaoi, se había graduado, dejándoles hermosos recuerdos y muchas enseñanzas, Rin consideró que una forma de honrar siempre todo lo que ella logró, era haciendo tal cosa. Cada vez que alguien nombraba a Kobashi, todos decían esa frase como si fuese un mantra. Incluso los gemelos yaoi lo habían adoptado. ¿Y cómo no hacerlo? Si Nyu idolatraba a la Gran Kobashi. La fujoshi veía a Kobashi Kotori como un modelo a seguir y Yumi, el fudanshi, solapaba todos los deseos de su hermana.

Hana aceptó emocionada tal idea y Morina también la aplicó. Por la misma razón, siempre hacían eso. Los cambios en el Club de Acción Fujoshi y Fudanshi eran notorios, pero siempre hacían honor a los preceptos que Kobashi había establecido cuando lo creó. El yaoi lo valía todo. Morina seguía siendo la Kaichou, pero como en este año, ella era la próxima a graduarse, se estableció que Hana fuese la nueva presidenta del CAFF. Aceptó nerviosa por semejante responsabilidad, pero las palabras de aliento de Kobashi, con la cual se mensajeaba constantemente por e-mails, le dieron la fuerza suficiente.

Yumi y Nyu se unieron a las filas de la locura boys love. El par eran idéntico en verdad. De cabello cobrizo y bastante altos, contando con 17 años, la única diferencia que portaban quizá era el color de sus ojos, pues mientras Nyu los tenía castaños, Yumi portaba un delirante color verde. Ambos seguían el oscuro mundo de los “podridos” desde los 14 años y cuando llegaron a esa escuela y vieron la existencia de ese club, ni siquiera dudaron en unirse.

Y Rin… bueno… Rin tenía muchos planes. Su gran sueño era grabar una película homoerótica y para ello necesitaba demasiados recursos. Ya había dado los primeros pasos, conseguir un actor, el dulce Tomoe era perfecto para el papel del uke, solo necesitaba hallar al seme y… bueno… terminar de escribir el guión. Era la ausencia de ideas, por lo mismo, empleaba algunos “métodos” para conseguir material, mismos que Morina secundaba y Hana reprobaba con toda la prudencia de su ser. Pero al igual que el cine era considerado el “séptimo arte”, Rin creía que el yaoi era el octavo y por ello cualquier cosa estaba justificada. Incluso lo irracional.

De ese modo habían transcurrido los primeros dos meses del nuevo ciclo escolar, pero Rin confiaba en que tendría un año espectacular.

Y no, no andaba tan mal encaminado el muchacho.

****

La práctica ya había comenzado y su parte favorita era cuando usaba la grabadora para ambientarla. Siempre lo había dicho, pero hacer una actividad deportiva en silencio era tedioso. A él le gustaba enceder la grabadora y amenizar con música movida. Los géneros eran variados, iban de música clásica hasta electrónica, pasando por los géneros exóticos y las rumbas. Hace mucho que sus estudiantes se habían habituado a tales acompañamientos y les daba igual, incluso era recreativo, pues no faltaba el gracioso que se ponía a bailar en plena práctica. Todos estallaban en risas y Hontou solo giraba los ojos con una mueca burlona.

En los cinco años y medio que llevaba trabajando en esa escuela nada había cambiado. Bueno… sí, muchas cosas se modificaban, pero nada que no pudiese manejar. O al menos eso pensaba. Levantó la mirada después de inspeccionar las jugadas de sus alumnos y obviamente lo encontró ahí. Dio un gran suspiro ante su sonrisa brillante y traviesa, al estilo de un psicópata que ha logrado salir invicto de un crimen. Sí, sin duda nadie le dijo que tendría que sobrellevar tal carga.

Se aclaró un poco la garganta y señaló con sus manos al chico en cuestión mientras indicaba a sus alumnos:

                —Chicos… saluden a Rin Aosaki.

Los gritos y coros de risas no se hicieron esperar. Rin Aosaki les saludó con coquetería desde las gradas y fue descendiendo hasta llegar al piso. Ahí guiñó el ojo y todos los jugadores agregaron más risas a la situación.

                —Hola chicos—saludó ladinamente el joven pelirrojo y Hontou se acercó a él mientras intentaba calmar la hormonada masculina que provocaba siempre con sus “visitas”.

                —Nadie les dijo que comenzaran a holgazanear señoritas, la práctica aún sigue.

Los silbidos fueron en aumento al ver al profesor junto al muchacho. Las bromas típicas siempre eran diferentes en cada año. Hubo épocas en las que lo emparejaban con profesores y a él le encantaba secundar las bromas por diversión, para nadie era un secreto su orientación sexual. Incluso cuando era “molestado” con alumnos, él contribuía acercándose de más a ellos. Recordaba al lindo Keita Mizugu y los constantes coqueteos que le lanzó una y otra vez.

Pero Rin Aosaki era otra historia.

                —Hey Hontou-san, descuide. Si quiere podemos dar por terminada la práctica, así puede llevarse a su novia a otro “sitio” más íntimo—comentó uno de los jugadores con burla y Rin-chan le sacó la lengua.

                —Tengo mejores gustos—bromeó el pelirrojo y el “huh” de los otros inundó las canchas.

Hontou giró los ojos tentado a reírse pero sin querer perder su pose de profesor serio, cosa difícil si consideraban la camaradería con la que los trataba desde hace mucho tiempo.

                —Obviamente soy un objetivo demasiado inalcanzable para Rin—agregó con chanza y guiñó un ojo.

Rin le miró enarcando una ceja y colocó una de sus manos en su cintura mientras destilaba el obvio reto en sus palabras.

                —Ponme a prueba.

El mayor hizo cara de póker y antes de que le contestara la mejor de sus cartas, otro de sus alumnos agregó con puya:

                —¡Ya Hontou-san! ¡Vayan a un hotel y follen! ¡En serio!

Más risas adornaron el lugar y tanto Hontou como Rin se unieron a las mismas. Era divertido, claro que sí, el bromear un ligero coqueteo que solo propiciaba risas en todos los jugadores. Lo que ya no era tan agradable era el verdadero motivo por el que Rin Aosaki le asediaba constantemente. Incluso se sabía su dirección, más de una vez lo cachó en fin de semana acechando su jardín. Dios, tenía un severo problema.

                —Muy bien, suficiente juego por hoy. Quiero que den 10 vueltas a la cancha mientras hablo con el chico.

El “buu” en coro fue suficiente para saber que era injusto, pero conociendo a Rin Aosaki, no era bastante tiempo. Sin embargo, los chicos obedecieron y comenzaron a trotar. Rin tomó asiento en una de las gradas y el brillo de sus ojos, aunado al gesto expectante, obligó a Hontou a resignarse. ¿Qué otra le quedaba? También se sentó a su lado y procedió.

                —¿Y bien? ¿Qué quieres saber hoy? Aunque no lo creas, no estaba del todo preparado.

                —Eso es lo de menos Hontou-san, entre más espontáneo sea, mucho mejor—respondió Rin con una sonrisa ansiosa.

                —Bueno… si tú lo dices—encogió los hombros e inició su tarea de contarle la anécdota sexosa de la semana.

Rin siempre sacaba un pequeño bloc de notas y escribía los detalles, captando con frenesí cada una de las palabras que el profesor de 27 años le decía. Siempre era así, Hontou-san narraba algo de su vida cargado de sexo, Rin lo anotaba y con ello conseguía la inspiración necesaria para escribir el guión de su película homoerótica. El profesor ya hasta se había acostumbrado a ello, el problema, si es que se le podía llamar así, era que semejante consulta de “información” llamaba demasiado la atención, por eso los jugadores bromeaban diciendo que Rin era su “novia” o ligue del momento. Nada más alejado de la realidad.

La locura había comenzado casi al inicio del curso, había sido todo un accidente, como últimamente le pasaba. Jin Eiri, el psicólogo de la escuela, y él eran muy amigos. Alguna vez le tiró los tejos al hombre, pero el tipo le resultó más seco y áspero que una piedra. Con todo ello era su amigo y le tenía aprecio, además, iba a lanzarse al precipicio muy pronto. Y con “precipicio” se refería a la loca idea de casarse con su novia, aquella con la que llevaba casi 7 años de conocer. Tipo enfermo, siempre pensaba, la idea de un compromiso era aterradora por donde la vieras, pero a Jin no le importaba.

El problema con “Acosador Aosaki” había comenzado cuando, en una tarde de juerga con Jin en uno de los bares más concurridos de la ciudad, le estaba contando uno de sus recientes ligues. Vale, el tipo no soportaba escuchar historias homosexuales, pero era psicólogo. ¿O no? Para eso se le pagaba y si bien, Hontou ya le debía casi media vida entre “terapias”, Jin le escuchaba, alegando que tarde o temprano se iba a enamorar y la idea de los “Ligues de una noche” le estallaría en la cara. Aquello era ridículo, por supuesto y se lo hacía saber. Hontou Midori y el amor no habían nacido para convivir en el mismo espacio, era una verdad universal que no planeaba explicarle.

Siempre evadía el tema y Jin no era estúpido, pero secundaba tal acción como todo un profesional. Hontou continuó con su “candente” trama y de repente, de la nada, el jovencito pelirrojo se apareció en su mesa deseando escuchar más. Llevaba un acompañante, un hombre mayor que él, obviamente, pero que no pasaba de la veintena. El profesor de voleibol no comprendió las acciones de Rin esa noche, pero no le dio importancia.

Hasta que poco después, comenzó a seguirle, molestándolo con oír más y más, dando como excusa que necesitaba material para su película “homoerótica”. Al final, Hontou se rindió a Rin Aosaki, porque no era una persona fácil de fastidiar, pero le preocupaba, al menos un poco, que tal asedio llegara a los oídos de la directora Fumiko. Era la única persona a la cuál le debía respeto y siempre le prometió no meterse con un alumno, aunque hubiese faltado un poco al coquetearles y bromear, jamás había cruzado la línea. No permitiría que un malentendido le valiera su confianza.

Por ello terminó accediendo a sus locos caprichos. Justo como en ese momento. Rin Aosaki no era constante, llegaba cuando se le pegaba la gana y no le importaba interrumpir. Generalmente lo hacía en las prácticas y sinceramente ya le daba igual. Todos podrían decir que era como su novia, pero sin duda él jamás pensaría en el chico de esa forma, casi hasta escalofríos le daba la idea.

O al menos, esa era su resolución. Y lo hubiese seguido siendo por mucho, mucho tiempo. Pero la vida tiene ciertos cambios inesperados y Hontou Midori no se imaginaba la racha de transformaciones que se le avecinaba. Para bien o para mal, Rin Aosaki sería mucho más que un pequeño fudanshi que lo acosaba constantemente en busca de material.

Oh claro que sí, sería más, mucho más.

****

Lo esperó en la entrada de la escuela por más de media hora.

Ya pasaban de las tres de la tarde y si bien, ese día el CAFF había culminado sus actividades temprano, estaba algo nervioso. Tsukino iba a enfadarse si no se apresuraba, pero no podía cambiar ciertos hechos. Se hubiese marchado solo, pero le dio su palabra de llegar y le esperaría así se le fuese la vida en ello. Tomoe siempre era el que le esperaba, eso era cierto, pero no le importaba. Creía cualquier cosa y explicación que le diera, incluso aquella que podría sonar completamente absurda.

Se sentó en las gradas de asfalto y miró su celular con una tímida sonrisa. Había sido un buen día, por fin había ingresado a un club y estaba haciendo amigos. Si bien, los chicos del CAFF tenían tendencias extrañas, él no era nadie para juzgar lo que amaban y mucho menos considerando su propia vida.

Sintió el viento rozarle el rostro y levantó su mirada para encontrarse con el deportivo color amarillo que ya conocía bien. Esbozó una sonrisa más grande que el universo y se levantó del piso directamente a la puerta del copiloto. No recibió un saludo cariñoso, tampoco una disculpa por el retraso, simplemente entró al auto y el conductor arrancó con prisa. Tomoe le sonrió al castaño con el que viajaba y suspiró. Estaba completa y absolutamente enamorado de él y el problema del primer amor era precisamente ese. Para una persona como Tomoe Natsuki, el chico que le acompañaba, con su 1.85 y sus 22 años, era perfecto en todos los sentidos. Aún si a veces le dejaba varado, aún si en ocasiones cancelaba sus salidas y aún si éste no quería que nadie de su familia le conociera.

El amor es ciego y la locura le acompaña.

                —Ponte el cinturón Tomoe, no quiero que me multen—dijo el mayor con voz seca y el aludido obedeció como un cachorrito.

                —¿Cómo estuvo tu día Shirou? ¿Me extrañaste? Hoy hice unas cuantas cosas nuevas, pero siempre estoy pensando en ti. No te mandé ningún mensaje porque no quería incomodarte como la otra vez, pero ganas no me faltaron.

Paseó ligeramente su mano sobre la mano de Shirou, la cuál llevaba la palanca de velocidades y su corazón casi se le salió del pecho. Bien poco le importó que Shirou la retirara instantáneamente e hiciera un gesto exasperado.

                —Ahora no Tomoe, voy manejando, podríamos chocar.

                —Lo siento—bajó la mirada avergonzado y después volvió a sonreír como si nada—. Me uní a un club en la escuela, son chicos geniales. Tienen unos gustos particulares, pero son entretenidos y participaré en una película. ¿No es genial?

                —Sí claro—respondió Shirou sin despegar su mirada del frente—. ¿Cuál es la calle en la que vives?

                —Calle Maple, 243.

Shirou encogió los hombros asintiendo y Tomoe le miró encandilado. No era la primera vez que lo llevaba a su casa, pero no importaba, a cualquiera se le olvidaba una dirección. Siempre decía eso, siempre justificaba cualquier cosa que ocurría con Shirou. Entendía que no fuese efusivo con él porque todo esto de su “relación” era nuevo para él. Era la primera vez que salía con un chico, pero aún más importante, con alguien siete años menor. Tomoe comprendía que no tenía derecho a exigir nada.

El auto se estacionó y Tomoe miró la calle sin decir nada. Esa no era su casa y lo sabía perfectamente, pero Shirou alegaba siempre que no estaba listo para conocer a sus padres. Si el chico hubiese prestado atención a todas las cosas que el pequeño le decía siempre, se habría dado cuenta desde hace mucho que aquella excusa era inservible, pero Tomoe la ignoraba sin decir nada. Justo como en ese momento. Se acercó al mayor con la obvia intención de besarle en señal de despedida y Shirou se alejó negando.

                —Tomoe, no podemos ser tan descuidados, recuerda.

                —Cierto… discúlpame, me dejé llevar.

                —Como sea, baja ya, llegaré tarde y tengo unas cosas que atender—el menor abrió la puerta y antes de despedirse como siempre, Shirou agregó—Por cierto… hoy te ves lindo.

Su rostro entero se iluminó y el tiro de gracia surtió efecto. Qué más daba que fuese descuidado con él, que nunca le prestara la debida atención y que actuara como si le incomodara el que estuviese a su lado. Todo eso se borraba de su mente cuando Shirou Katsura hacía esa clase de “detalles”.

                —¿Lo crees? Yo… gracias… Shirou…

                —Es tarde, te veré mañana—le cortó el mayor y finalmente Tomoe bajó por completo del auto para despedirle.

Le gritó un “adiós” que el otro no respondió y una vez lo vio partir, comenzó a caminar el sendero que le llevaba a su casa. Estaba emocionado, sonrojado y aún más enamorado que antes. Casi tenía ganas de saltar y cerrar sus ojos para perderse en la sensación. Le dijo que se veía lindo, le parecía lindo a Shirou, a él, que era tan apuesto, tan inteligente, tan asombroso. Sostuvo sus mejillas con las manos y volvió a hiperventilar.

Solo cuando fue consciente de que estaba en la reja que rodeaba su casa, contuvo su alegría. Tocó el timbre y fue recibido por el mayordomo, quien solo hizo una clásica reverencia. Tomoe bajó la mirada ante el gesto casi indiferente del hombre, se imaginaba perfectamente lo que le esperaba y si bien, estaba listo, Tsukino siempre lograba provocar tal efecto en él. Siguió al hombre por el sendero del jardín, donde los rosales se estaban marchitando debido al cuidado perdido hace muchos años. La servidumbre solía decirlo entre rumores, pero desde que Karin Natsuki había muerto, las flores se marchitaron y nunca más se plantaron nuevas. Todo lo que adornaba el jardín de esa mansión, era maleza, semejante a lo que habitaba el corazón de Tsukino, al menos eso decían las mujeres.

Pero Tomoe no creía eso. Tsukino no era una mala persona, no merecía que creyeran eso de ella. Dio un gran suspiro acariciando con los dedos una de las hojas secas. La mirada cortante y la voz del mayordomo lo regresaron a la realidad y caminó el resto del sendero para entrar. Los cuchicheos de las cocineras y sirvientas no se hicieron esperar y Tomoe tragó seco ante la imagen que le recibió.

Estaba sentada frente a la enorme mesa de madera. Era más larga que el sendero del jardín incluso y ella siempre ocupaba el puesto contrario al suyo, en un modo de ejemplificar que no le quería cerca. Siempre sacudía la cabeza tratando de borrar tales pensamientos, Tsukino no pensaba eso de él y no debía levantarle tales acusaciones.

Tsukino Maki, o más bien, Tsukino Natsuki era una mujer hermosa. Tenía un largo y sedoso cabello negro que le caía más allá de los hombros, una piel blanca como la leche y labios rojos. La primera vez que la vio, teniendo los escasos 5 años, creyó que era la encarnación de Blanca Nieves. Y más cuando se convirtió en su profesora de piano. Su hermosa sonrisa de aquella época y la paciencia de sus enseñanzas lograron conmover el manipulable corazón de Tomoe. Aún después de que su padre decidió muchas cosas con respecto a ella, aún si después las circunstancias obligaron a que Tsukino fuese diferente, aún después de la muerte del hombre. Él no olvidaría a la cálida Tsukino, pero no por ello negaba que la actual le impusiera bastante.

                —Llegas tarde—replicó la mujer escuetamente dirigiéndole una mirada penetrante.

                —Lo lamento… yo…

                —No des excusas, debes aprender en la vida a enfrentar las consecuencias de tus actos. Estás descuidando tus lecciones.

Tomoe bajó la mirada sintiéndo el cuerpo frío. Toda la calidez que Shirou provocaba en él cuando lo veía, cuando le miraba, cuando le decía esas cosas lindas, desapareció en ese preciso instante. No, las lecciones no, cualquier cosa menos las lecciones. Era lo único de la antigua Tsukino que le quedaba y no pensaba perderlo. La sola idea de decepcionarla le aterraba.

                —Tiene razón, llegué tarde porque me inscribí a un club y me retrasé.

                —Espero que haya sido un club de música—puntualizó la mujer secamente y Tomoe tembló por dentro.

                —Bueno… es que… no… no es de música… porque… no hay un profesor de piano y… y…

El hielo en sus pupilas le detuvo de seguir hablando. Tsukino se levantó de su silla y agregó con firmeza:

                —Entonces voy a sacarte de esa escuela.

                —¡No! ¡Por favor Tsukino! ¡No!—levantó la voz el pequeño y los murmuros aumentaron.

Sabía que levantarle la voz a Tsukino no era lo correcto, pero no pudo frenarse. No ahora, no cuando al fin estaba logrando tener amigos. Si Tsukino le cambiaba de escuela, los perdería. No quería eso, era capaz de ofrecerle su alma a cualquiera con tal de quedarse. Ya iban varias veces que le cambiaba y esa era la razón por la que estaba solo, no esta vez.

Tsukino tomó el pañuelo para limpiarse la comisura de los labios con esa elegancia que siempre le había caracterizado y volvió a tomar asiento.

                —Ese comportamiento no es digno de un Natsuki, Tomoe.

                —Lo sé, me disculpo, estoy dispuesto a esforzarme mucho en mis lecciones, pero por favor Tsukino-san, no me saque de esta escuela, me estoy adaptando y apenas comenzó el ciclo escolar. De verdad, pondré todo mi empeño, se lo prometo—suplicó con su voz al borde del llanto, pero tratando de lucir sereno, pues Tsukino le había dicho que era impropio mostrar debilidad.

La mujer enarcó una ceja y no le mostró emoción alguna. Simplemente dio unas instrucciones al mayordomo, quien al instante ordenó que sirvieran la comida de Tomoe. Los chismes pararon y las empleadas comenzaron a trabajar, llevando cubiertos y platillos. El joven se retorció los dedos del nerviosismo, no estaría tranquilo hasta tener una respuesta. Después de que le sirvieron el primer plato, Tsukino le miró con frialdad nuevamente y respondió sus peticiones.

                —Bien, estarás a prueba. Hoy quiero que practiques más que otros días, pero sin descuidar tus deberes. Si no consigues tocar la canción correctamente, no tendrás cena y mañana mismo rebocaré tu inscripción en ese colegio.

Nuevamente pudo respirar, Tomoe sonrió con brillo una vez más, como cuando Shirou Katsura le decía cumplidos e hizo una sencilla reverencia con las manos, pues Tsukino le había explicado que no se debía actuar con efusividad a la hora de degustar los alimentos.

                —Muchas gracias Tsukino-san, le prometo que no se arrepentirá.

                —Tus acciones hablan por ti, no tus palabras—replicó en modo mezquino y se levantó de la mesa, dejándolo solo.

Una parte de Tomoe se sintió decepcionado, pero no permitió al sentimiento aflorar en su pecho. Sabía que Tsukino nunca le acompañaba y estaba bien. Sin importar cuantos de sus actos le demostraran que él no era preciado para ella, Tomoe realmente le tenía cariño. Era lo más cercano a una madre que había tenido en toda su vida y por esa sencilla razón la amaba. Nunca iba a defraudarla, ese era su mayor deseo.

Comenzó a ingerir la comida con un fugaz pensamiento en su interior. Solo tenía dos personas importantes en su vida, Tsukino y Shirou. Ambos no eran cálidos, pero aún con ello, le hacían sentir seguro y tranquilo. Sin embargo, en lo más recóndito de su corazón, aún aguardaba el momento exacto en que ambos le dijeran lo mucho que lo amaban. Sentirse necesitado, útil para ellos, productivo para el mundo.

Sólo en el Club de Acción Fujoshi y Fudanshi había logrado sentirse así.

Notas finales:

:3 Dulce Tomoe, el CAFF es lo máximo, claro.

Y bien... recibiré sus golpes... ahora mismo (sale corriendo)

¿Les agradó? ¿Me odiaron? ¿Quieren que me muera? ¿Quieren que desaparezca de Amor Yaoi para siempre? Miny... creo que estás exagerando, no pudo ser tan malo... ¿O sí? (entra en crisis)

Fuera de broma, espero que les haya gustado.

¿Les agradaron los nuevos personajes?

Mi Tomoe es hermoso para mi, lo quiero tanto!!!

Y mis gemelos yaoi!! Por supuesto, también los amo!!!

Quizá no lo recuerden, quizá sí, pero ustedes conocen a Jin Eiri. Si no lo recuerdan, sólo vayánse al primer bloque de Fujoshi Inocent en el CAFF y lo verán ;)

Ya no se qué más decir, sólo ansío en serio que les haya gustado y deseen regalarme su opinión, estoy muy emocionada por esta historia y pues nos veremos el próximo miércoles.

Les amo mucho!!! Gracias!!! ;D


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