TELETOURGÍA
(gr. ritual)
Si no acaba con la guerra, no es una victoria.
Michel de Montaigne.
Para IGR, entresijos y cobijos…
Dos han sido siempre, como dos son las fuerzas… los Dióskouroiu, Castor y Polideuces, los vivos y los muertos… siempre dos. Así siempre había sido en el tercer templo, desde que el mármol se erigió para guardar los secretos oscuros de sus moradores, no… desde mucho antes, los géminis eran dos, toda la vida.
Estaban predestinados a cumplir un destino castigado, infranqueable, imposible de evitar, subyugados desde siempre a una dualidad inherente a ellos, trazada desde un tiempo que ahora ya nadie recuerda y que poco del mismo fue retratado en algunos cuantos textos que se salvaron a través de los siglos.
Antes que Aspros y Defteros, las dos que existieron antes, años atrás, ellas también habían enfrentado un fatal destino. No importaba si eran hombres o mujeres… siempre cargando a cuestas una maldición.
Aspros lo sabía, siempre lo supo, pero nunca habló abiertamente de ello con Defteros… y los únicos testigos de la dualidad inmanente que sobre ellos se cernía… habían muerto bajo su puño. Se había encargado de desaparecer para siempre a esas condenadas sibilas del carajo, y si Apolo le castigaba por ello… ¡Qué va! Le venía dando igual si a los dioses les parecía o no les parecía.
Él iba a brillar… no importaba cómo… él brillaría…
Se decía que las máscaras eran una unión, eran el vínculo hacia la divinidad, eran el lazo entre los vivos y los muertos… eran un símbolo de protección contra las fuerzas más avasalladoras, contra las fuerzas malignas y eran a su vez, una asociación directa al mundo espiritual. La máscara en Géminis, nunca fue una cosa casual ni fortuita, la máscara en Géminis lo era todo. También se tenía la creencia de que aquel que creaba una máscara perdía parte de su espíritu para cederlo al portador, para protegerlo… era un sacrificio…
Aspros sabía… se lo habían dicho… que él iba ser el desterrado, ni vivo ni muerto, el que no tenía nombre ni lugar… y su hermano, su otra parte… sería el vínculo, sería la luz… en realidad era Aspros quien debía usar una máscara para ahuyentar todo aquello que se cernía sobre sí… pero ante todo, él quería brillar… él y sólo él.
Antes de que fuese consumido en su totalidad, antes de que sus crímenes se volvieran contra él, con sus propias manos construyó una máscara, cedió la poca luz que aún conserva en el ritual de construirla: piel vacuna, para recordar que humanos y animales eran uno, que uno sin el otro no podía subsistir, que del animal y su sacrificio deviene vida; clavos y remaches… el metal… una bendición de los dioses, el arte de la defensa y de la civilización… y sobre todo, el poder contemplar sin participar… por eso era media máscara…
—Serás testigo... pero no serás partícipe… —dijo en voz alta cerrando el último remache—, ¿acaso no soy piadoso…? ¿Acaso no soy un buen hermano? Te he protegido… una última vez… aunque no lo sepas…
Era la última pelea de Aspros…
FIN