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Príncipe y siervo. Amor idiota y leal por albert2822

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Notas del capitulo:

Hola a todos aquí les traigo un nuevo capítulo espero que les guste. Siento mucho mucho haber tardado tanto en publicar el capítulo.  Entre un viaje y que mi abuela se puso enferma no tuve ni tiempo ni fuerzas para escribir.  Pero ya estoy de vuelta. 

Sobre el capítulo 13 es muy largo igual que los anteriores.  Pienso que estos últimos capítulos nos os están gustando.  O son cosas mías.  A si que por favor si os tan decírmelo en un comentario y se me quitan las paranoias.

Escena Decimotercera. Una ladrona y su conde. Objetivo: Vivir en libertad


31 de Julio de 1914, Cardiff, Gales.


Varios días más tarde de la gran tragedia sucedida en la ciudad londinense, las noticias sobre el avance enemigo y el inicio de la primera gran guerra llegaban a todos los rincones del mundo, y la no tan lejana capital galesa, no iba a ser distinta. Por los correderos del singular y viejo palacio de Cardiff, corrían tres pequeños jóvenes portando en sus manos algún objeto.


-Vamos Tamanegi, no te quedes atrás. Tenemos que llevarle esto rápido a padre- decía uno de los chicos de cabellos verdosos mientras no detenía su carrera por aquellos pasillos reales.


-Ya voy, ya voy, Piiman, pero ya sabes que odio correr- renegaba el chico de nombre Tamanegi, de cabellos naranjas, que caminaba un tanto más rezagado que los otros dos- Pero tengo miedito, seguro que padre está con la señorita mala y… no quiero verla.


-La verdad es que yo tampoco…- contestaba Piiman ralentizando un poco el paso de su caminata pensando en lo que se encontraría al llegar ante su padre.


-Vamos, hermanos, no es momento de pensar en eso- intervenía el tercero de los chicos de cabellos lilas y un semblante más serio- Es importante que padre vea esto cuanto antes.


-Sí, Ninjin…- respondían los otros dos jóvenes al mismo tiempo que aceleraban de nuevo y se ponían al costado del chico de cabellos de color lila.


El palacio real de Cardiff cuyo nombre era el de Castell Caerdydd en lengua galesa, se alzaba desde los confines de los tiempos ya que llevaba varios siglos en pie. De construcción antigua y un tanto pequeña para las gentes de estos tiempos, semejaba una obra arquitectónica propia del medievo, con sus grandes piedras, sus pequeños ventanales enrejados y los escasos elementos voluminosos ni decorativos. Simplemente un castillo de gran inmensidad pero de escueta presencia que no resaltaba entre otros. Un humilde hogar en toda regla, donde vivía desde su niñez el conde de Gales.


Tras una extensa caminata por aquellos pasillos, los tres mini hombres llegaron hasta la entrada de una de las estancias del palacio, la cual era donde dormía el conde habitualmente cuando no estaba de viaje y en la cual se estaba alojando la invitada mala a la que tanto temían. Una vez allí, dudaron durante unos instantes en sí debían o no abrir la puerta y encontrarse con aquella “bruja roba padres” pero no les quedaba otra. Tras armarse de gran valor, llamaron a la puerta, porque ante todo, no querían interrumpir nada de lo que estuviera ocurriendo allí dentro.


-Adelante- contestó una voz masculina desde el interior de la habitación la cual correspondía a ese tal padre que tanto admiraban.


Después de que se les concediera permiso para interrumpir, se adentraron a la habitación poco a poco y con cautela. En aquel lugar, se quedaron un poco más tranquilos al ver que solo se hallaba su padre encima de la cama, sentado y terminando de colocarse sus zapatos, antes de trabajar en aquellos asuntos de estado que tanto dolor de cabeza le hacían.


-Tamanegi, Ninjin, Piiman, buenos días- saludaba el hombre al ver a los tres chicos jóvenes adentrarse en su habitación a tan temprana hora del día- ¿Ocurre algo? ¿Por qué habéis entrado tan de prisa de manera tan alarmante, pequeños?


-Padre, desgraciadamente te traemos malas noticias- intervenía Ninjin mientras le acercaba a sus manos el objeto que portaba con tanta rapidez- Estos son los sucesos que nos trae el periódico News Coo hoy. Léalo usted mismo.


El conde cogió con las manos el periódico e intentó comenzar a leer los titulares que este traía. Sin embargo, fue detenido por unos gritos que provenían del baño de una mujer que se encontraba un tanto alborotada.


-¿Cómo que padre? Exijo una explicación ahora mismo, Usopp- del baño salía una joven de cabellos anaranjados recién acicalados y preparados para afrontar el día, quien se había quedado atónita tras escuchar esas palabras de los tres niños, con los que no había congeniado muy bien desde su llegada.


-Ahí entra la bruja malhumorada como siempre- decía entre susurros el pequeño Piiman a su hermano Tamenegi quien no pudo evitar unas pequeñas carcajadas que fueron detenidas por la mirada fulminante de la joven chica.


-Nami, tranquilízate y no saques conclusiones precipitadas- intentó explicar el conde de Gales cuyo verdadera identidad tras el título era Usopp, el hombre de larga nariz que había quedado embelesado por los encantos de la joven cantante en su visita a la capital Londres- No soy su verdadero padre, no te preocupes. Ellos me ven como una figura paterna así porque desde que su madre, la señorita Porche, murió, los he cuidado yo. Ella era una joven extrovertida y trabajadora de palacio que murió a causa de una enfermedad sin cura y tras el abandono de su horrible marido. Por eso es que ellos me ven como la figura paterna que nunca tuvieron y por eso me llaman padre. Y… a mí no me disgusta, espero que lo comprendas, Nami.


-Lo entiendo. Solo ha sido el susto por escucharlo la primera vez sin saber nada de ello. Pensé que una cosa así me la hubiese contando antes- contestaba aliviada la joven pelinaranja quien quería para ella sola al conde, y todos sus cuidados y atenciones, cosa que tras pensarlo le avergonzó un poco- ¿Qué tiene ese periódico que trae tanta insistencia?


-No lo sé todavía. Me disponía a leerlo cuando has entrado y… gracias por comprenderlo- contestó el joven de nariz puntiaguda con una sonrisa que sonrojó a la chica- Voy a leerlo en voz alta y así nos enteraremos todos.


El conde de Gales volvió a poner toda su atención en el objeto que los tres chicos habían traído con tanta urgencia y se dispuso a leerlo.


-Londres sumida en el caos y el mundo en guerra. El pasado 28 de Julio cayó sobre la capital inglesa un artefacto explosivo que destruyó todo el centro de la ciudad, sin excepciones para edificios ni civiles. Por ahora la información que conocemos es que el ataque ha sido reivindicado por la armada aliada y que además de este, otros países como Francia o Rusia estaban siendo invadidos por los ejércitos enemigos. Se le pide al mundo paciencia y serenidad para estos malos tiempos venideros, porque desgraciadamente, ha llegado la primera gran guerra mundial- leyó literalmente Usopp las palabras expresadas por el periodista en el artículo del periódico, palabras de desconsuelo ante una mala época que se les avecinaba.


-¡No…..! ¡Sanji-kun! ¡Chicos!- gritó agobiada y sucumbida por el dolor de escuchar aquella tremenda noticia que afectaba a sus amigos que dejó en la ciudad.


Nami no pudo evitarlo y prácticamente se tiró al suelo para llorar desconsoladamente. No se lo podía creer. Todas las personas que conocía y que en algún momento incluso había llegado a querer, ahora estaban muertos y no había podido hacer nada para ayudarlos, aunque, solamente, hubiese estado con ellos. Los abandonó y ahora todos están muertos. La joven no podían recuperarse de tal golpe recibido, las lágrimas de sus ojos no cesaban a pesar de los intentos de consuelo que recibía por parte del conde, es decir, su actual pareja.


-Nami… yo estoy contigo… no estás sola…- intentaba  el conde galés de alguna manera aliviar el dolor de la muchacha pero sin buenos resultados- Pequeños, porque no vais a jugar con Gyoro, Bao y Nin como hacéis siempre. Será mejor que nos dejéis solos.


-Sí, padre. Como usted diga- decía Ninjin mientras encamaba a sus dos hermanos hasta la salida de la habitación.


-Señorita Nami, no se sienta apenada. Nos gusta más verla con su sonrisa- contestaba el pequeño Tamanegi que a pesar de temer a la chica no le deseaba verla en ese terrible estado en el que se encontraban.


Los tres niños se largaron de la estancia, un poco acongojados por lo que había sucedido allí dentro. No querían ver a la chica llorar porque eso apenaría  su padre, y eso les haría ponerse tristes. Mientras, en el interior, Usopp continuaba atendiendo el desconsuelo de su novia, que seguía tirada en el suelo sin detener su llanto y dolor.


-¿Por qué? ¿Por qué han tenido que morir, Usopp? ¿Por qué no he estado yo con ellos? Porque los abandoné sin decir nada… y ahora me siento muy culpable- decía Nami mientras se aferraba a los brazos del joven de nariz larga que la consolaba- Shakky, Paula, Cindry y el resto… incluso mi querido Sanji… están muertos… ¡No!… ¡no quiero más muertes en mi vida!… no quiero que más seres queridos mueran y yo siga aquí. Me duele el corazón cada vez que ocurre algo así.


-Nami, por favor, mírame a la cara- dijo Usopp con mucha seriedad mientras entornaba el rostro de su pareja para que le viera directamente a los ojos- Yo, jamás te abandonaré, ni me iré ni moriré. Prometo estar en tu vida el resto de mis días. A sí que, por favor… cesa tu llanto que me produce tanto dolor verte de esta forma.


-Usopp…- la chica de cabellos anaranjados solo pudo decir con ternura el nombre de la persona que ahora se había convertido en su único mundo mientras los labios de este se aproximaban a los suyos para fundirse en un tierno beso.


Tras este acto puro de amor, los dos jóvenes se separaron de su cercanía. Nami sentía que esas palabras de consuelo y de protección, esa promesa formulada por el conde de Gales fue lo que hizo que sus lágrimas se calmaran y que a pesar de todos los infortunios que había vivido, se aferraría a la vida más que nunca. Con esta idea en la cabeza, fueron avanzando poco a poco los años y la feliz pareja continuaba enamorada como desde un principio. Sin embargo, no podían evitar algunos problemas, sobre todo los que venían influenciados por la convivencia.


Desde la llegada de la joven Nami al condado de Gales numerosas discusiones habían tenido lugar por su temperamento y por su mal humor a veces un tanto exagerado. Pero todo esto hacia que los miembros de palacio no se aburrieran y así estuvieran entretenidos, olvidando por unos instantes las penurias causadas por la guerra. Era el año 1918 y prácticamente quedaban solo los resquicios de la Alianza, pero aun así, el país continuaba en proceso de recuperación. Porque a pesar de no haber entrado a formar parte de la batalla, el condado galés había ofrecido numerosos soldados y se encargaba de estrechar relaciones con comerciantes para proporcionar los servicios básicos para el pueblo en época de guerra. Además estaba afectado por los ataques enemigos como algunas bombas, entre otras ofensivas, las cuales el conde Usopp intentó por todos los medios detenerlas. Así fue como los años trascurrieron, entre guerras y discusiones casi matrimoniales.


6 de Marzo de 1918, Liverpool, Inglaterra.


De nuevo, una rutinaria noche comenzaba en aquel local de mala muerte. Apartado del resto de la humanidad y guardado en secreto como si se tratara de un valioso tesoro, se alzaba la joya por excelencia del pecado carnal de la ciudad de Liverpool, el prostíbulo Las Mil Bestias. Se trataba de un antro viejo, situado en uno de los caminos lejanos a la ciudad, y de aspecto bastante lúgubre y pobre, como si estuviera en malas condiciones. Pero eso no impedía que con la puesta de sol llegaran decenas de individuos deseosos de placer.  Allí, los hombres más adinerados y más ansiosos de placer, como los aristócratas y la gente de las castas más altas de la población, iban cada día para saciar su sed libidinosa con las atracciones que el local servía para disfrute.


Era una noche silenciosa, oscura como de costumbre y donde en el ambiente se respiraban las feromonas de la lujuria entre los sujetos masculinos que iban llegando al local. En su interior, los distintos servicios ya se encontraban en marcha, desde los más personales e indiscretos, hasta aquellos que sobrepasaban la moralidad del propio ser humano. En una de las salas preparadas, más concretamente, la sala vip ya repleta, los allí presentes estaban disfrutando gratamente del magnífico entretenimiento sexual que se les estaba sirviendo en bandeja. El lugar de diversión era un salón de forma circular separado en dos secciones con un círculo en su interior a modo de cabina.  La parte exterior de la habitación estaba dividida en varios segmentos donde se encontraban colocadas butacas con sujetos ocupándolas que observaban con atención desde los cristales, la parte de dentro, la cabina. En la parte interior, subida encima de una tarima, se situaba una amplia cama bien arreglada en la cual se encontraba una persona.


En la sala de aquel antro vil, un hermoso cuerpo completamente desnudo se estaba tocando a sí mismo produciéndose sensaciones de gran placer y lujuria, en especial para beneplácito los espectadores. Un chico de verdosos cabellos se masturbaba mientras era observado por el resto de personas que se hallaban en aquella sala vip. Lentamente, palpaba su miembro erecto y lo movía de menor a mayor intensidad. De vez en cuando empleaba su otra mano para pasar su dedo por su suculento torso dibujando el contorno de sus esbeltos abdominales. No cesaban sus calientes movimientos y cada cierto tiempo después de recorrer su cuerpo, lamía sus labios e incluso sus dedos para bajarlos de nuevo a donde se encontraba su excitado pene. De arriba abajo, la mano continuaba su arduo trabajo para completar la excitación del muchacho peliverde. Mientras, eran inevitables los gemidos que salían de su boca. Gemidos y murmullos placenteros que excitaban de forma muy lujuriosa a todos los asistentes, los cuales el joven muchacho despreciaba pero que le eran imposibles de evitar expulsar. Aquellos hombres estaban en su faena, moviendo por debajo de sus ropas, sus miembros empinados de viejos verdes a causa de la fogosidad proveniente del acto que estaban contemplando. 


-Oh, sí… más… sigue así…- decía uno de los señores adinerados que se masturbaba con el trabajo sexual que estaba haciendo el joven dentro de la cabina.


-Más… quiero más… quiero tenerte entre mis brazooss…- afirmaba otro viejo acalorado mientras estaba a punto de llegar a su límite-No creo que aguante mucho más…


Todas estas palabras asqueaban al joven de cabellos peliverdes, pero no pudo detener sus movimientos hasta que aquella panda de viejos estuviera completamente satisfechos, y para ello tenía que sacrificar su dignidad humana. Tenía que llegar al clímax delante de ellos aunque le resultara asqueroso día tras día. El chico decidió que era mejor poner fin y que todo esto pasará de una vez. De repente comenzó a mover con mayor intensidad su pene para causar que la excitación llegará de manera más rápida. Pronto, sus gemidos aumentaron, su respiración se aceleró y su cuerpo se hallaba repleto de sudor causado por los veloces movimientos. En cuestión de segundos, el chico de verdosos cabellos llegó a su límite. Su líquido salió disparado por encima de su torso, empapándolo casi por completo, y provocando que los espectadores se corrieran en sus pantalones. Por fin, otra asquerosa noche había acabado para él.


La sala vip ya se había vaciado después de finalizar el espectáculo. Allí, solamente quedaba un hombre desnudo que no pudo evitar soltar una pequeña lágrima antes de reaccionar y continuar con su repulsiva vida. Como pudo, se limpió su semen con las sábanas y cogió una bata blanca que tenía a su costado y se atavió con ella. Abandonó la sala y caminó por los pasillos en dirección a su estancia, a su único refugio.  Mientras andaba, un sentimiento de rabia regresó a su cabeza y no pudo detener el puñetazo con el que golpeó la pared.


-Maldita sea padre, por tu culpa me hayo en esta mierda de vida, ojalá te pudras en el infierno- pensaba el joven mientras la furia le iba consumiendo poco a poco aunque fue detenida por la aparición de una persona.


-Cálmate, muchacho. No te desquites con la pared- dijo un hombre de piel bastante rosada y con unos pelos puntiagudos en forma de cinco puntas- Pero… buen trabajo el de esta noche, Bartolomeo.


-Sí, sí, claro. Déjame Hatchan, que ahora regreso a mi habitación a descansar- contestaba el chico cuya identidad era la del joven Bartolomeo mientras se alejaba del otro con el que acababa de topar y el cual no tenía muy bien definido si era amigo o enemigo- Odio mi vida.


Tras estas duras palabras, Bartolomeo se marchó entre las sombras de los pasillos cabizbajo y repudiándose a sí mismo como era de costumbre, noche tras noche. Jamás sería libre sin poder liberarse de esta maldita carga. Para él, la noche había acabado, pero eso significaba solamente que se iniciaba la cuenta atrás para la siguiente, igual de horrible y asquerosa.


Pero justo en esa misma oscuridad nocturna, otro acto impuro se estaba realizando, o al menos eso era según las convicciones de unos pocos. Esta vez se trataba de un acto sexual mucho más cómodo, más libre, más enriquecedor, pero nada pasional. Una terrible relación sexual que se estaba viviendo en el mismísimo palacio de la ciudad de Liverpool. Entre las sombras, dos figuras desnudas gritaban y sollozaban perdidamente mientras dejaban salir sus impulsos más primarios. Las duras estocadas que recibía el joven más pasivo le excitaban de gran modo. Ser sumiso era lo que más le había gustado en su vida, pero no ser sumiso y acatar las órdenes del resto, sino ser sumiso para su bien y para liberarse de sus invisibles cadenas. Y parecía que había encontrado una forma de al menos olvidarse por un tiempo de sus ataduras de realeza, y que en cierto modo disfrutaba.


-Más…métemelo más…- gritaba de placer el joven de rubios cabellos que era el más sumiso en aquel acto, para más tarde el otro aceptar las órdenes recibidas y aumentar la velocidad- Así… sigue así… Gardoa…


Los dos chicos acalorados y sumidos en sudor y lujuria estaban a punto de llegar al límite. Sus miembros erectos estaban deseando expulsar su líquido por encima la otra persona. Era el momento y no se iban a detener ya, pero instantes antes de que culminaran su lasciva faena, algo, o más bien alguien, les interrumpió en pleno acto.


-¡¡¡Hermano!!!- gritaba una voz masculina tras traspasar el umbral de la puerta y darse cuenta de las acciones impuras que su familia estaba cometiendo- Pero, ¿cómo te atreves a mancillar el buen nombre de la familia real?


-No… estás equivocado…- decía entrecortado el joven rubio con la respiración agitada, el que estaba en posición sumisa, sin embargo aún se hallaba excitado cosa que se notaba en su miembro viril.


Los dos muchachos que habían unido sus cuerpos esa noche, eran incapaces ya de detener la expulsión de su líquido. Sin contenerse, mientras hablaban con aquel que había interrumpido, ambos llegaron al clímax y se corrieron. Esa escena tan impura enfureció aún más al hombre que había entrado a la habitación.


-¡¡¡Te repudio, hermano. A ti y a tus actos obscenos con un ser del mismo sexo!!!- decía rabioso el chico que había interrumpido la escena después de ver como los otros dos terminaban la faena-Deshonras la memoria de nuestro fallecido padre.


-Cálmate, Hawkins. Será mejor que pienses las cosas más razonadamente antes de que hagas o digas algo de lo que te arrepientas- intervenía otra persona que había entrado en la habitación acompañando al joven malhumorado- Recuerda tu posición de conde de Liverpool. Además, ¿estoy seguro que no quieres sucumbir al mal igual que vuestro tío?


-Apoo ¿me estás diciendo que estás de su lado?- miró el hombre más mayor y enfadado cuya identidad era la del conde de Liverpool, el joven Basil Hawkins, y el cual no se esperaba esto de su fiel consejero y amigo- Tú mismo lo has dicho. ¿Qué pensará la gente si se entera de estas obscenidades? Jamás seré un ser de maldad como mi tío, pero tengo claro que no toleraré estás acciones obscenas en mi palacio ni con miembros de mi familia.


-No, ya sabes que siempre estará de tu lado…- contestó dolido el consejero Scratmen Apoo por las palabras de su conde mientras le miraba con intensidad para hacer llegar sus sentimientos en mayor medida- Pero, creo que debemos tratar este asunto con más calma y prudencia. Seguro que eso lo entenderás y te hará ser diferente a tu tío.


-Comprendo- contestó el chico de rubios cabellos, el hermano mayor, el conde quien estaba intentando bajar su nivel de cabreo- Soldado Gardoa, lárguese de aquí. Ya recibirá un severo castigo por haber profanado a mi hermano menor.


-Sí, mi señor…- contestó fielmente, arrepentido y con mucho temor el hombre que había embestido con fuerza a su hermano, y el cual trabajaba como militar para la armada del condado.


Aún desnudo y cubriéndose como podía sus partes íntimas con su camisa, terminó de recoger sus ropajes y salió por la puerta con el rabo entre las piernas y abandonando a su suerte al joven con el que acababa de hacer el amor. Gardoa salió de la estancia, pero el ambiente seguía tenso, incluso mucho más que antes.


-¿Cómo osas desobedecer las órdenes de tu hermano mayor, el conde de Liverpool, teniendo una relación amorosa con un hombre sabiendo que aborrezco ese libertinaje y poniendo en riesgo el prestigio de la familia?- acribillaba sin miramientos el conde Basil Hawkins quien volvía a amenazar a su hermano-Después de todo loo que hemos luchado para convertir la comarca en próspera, tras los tiempos de nuestro tío, y ahora haces que todo esto pueda ser en vano.


-No es una relación amorosa. Simplemente es sexo y lujuria- contestaba fríamente el chico rubio que estaba desnudo en la cama intentando defenderse de las acusaciones pero empeorando más la  situación- Siento que lo que yo haga no tiene por qué afectar a nuestras gentes. Mi tío, nuestro tío Cricket se marchó del condado tras sus malos actos. Ahora vivimos una época pacífica pero yo… no la vivó así.


-Señorito marqués, será mejor que…- intentaba explicar Apoo al joven rubio, al marqués de Liverpool, que estaba cometiendo un error a afirmar esas palabras pero fue interrumpido por la furia de su señor.


-¡¡¡Eso es mucho peor!!! Niñato malcriado.  Me importa una mierda tus sentimientos. Estoy harto de que me den dolores de cabeza por tu culpa. Desde la muerte de nuestro padre, que en paz descanse, no paras de darnos problemas en lugar de acatar nuestras normas y protocolos. Pero todo esto se acabó. Tu hermano mayor se cansó de aguantar tus liberalidades. No soportaré ya nunca más estas cargas familiares solo porque a mis dos hermanos menores no les gusten las obligaciones. No luché contra mi propio tío para quedarme de brazos cruzados sin ayudar al reino, mientras mis hermanos se quedaban al margen como siempre- revelaba su frustración el joven conde de Liverpool cansado de su arduo trabajo mientras sus dos hermanos pequeños vivían su vida- A partir de mañana sentarás la cabeza y te casarás con una bella dama que yo mismo me encargaré de elegirte y así,  ampliaremos nuestras influencias con el resto de condados. Entendido, hermano. No, mejor… entendido, Cavendish.


El joven de rubios cabellos dorados como el iluminado amanecer, hermoso aspecto blanquecino y cuerpo esbelto estaba perplejo por las amenazas que recibía de su propio hermano. En su vida llegó a pensar que fueran tan grandes sus ataduras en aquella “cárcel” que vivía él. Cavendish sí que estaba cansado de esa amargura que su hermano Hawkins mostraba siempre en su vida. Comprendía perfectamente que fue duro los tiempos de antaño mientras eran pequeños los tres hermanos y gobernaba su tío Cricket a modo de regencia y mirando siempre para sus intereses y no para los del pueblo. Sabía la dura batalla del actual conde Basil Hawkins para derrocar el mandato malvado de su tío, y todo el sufrimiento que tuvo que pasar en su batalla. Pero todo eso se acabó, ¿por qué no lo podía entender su hermano mayor?


-¡No, me niego! Si al menos estuviera nuestro hermano mediano con nosotros, me defendería. Por lo menos él vive libre- decía apenado Cavendish cuando veía que sus libertades iban desapareciendo por momentos, y añoraba estar con su hermano mediano en ese viaje liberal- Apoo, por favor, ayúdame a convencer a mi hermano mayor para detener esta locura.


-Lo siento, señorito Cavendish. Yo a usted le apreció mucho y le conozco desde que era un niño muy pequeño, pero… me siento incapaz de desobedecer una orden directa de su hermano, aunque…- el fiel acompañante del conde estaba entre la espada y la pared y no sabía que pensar en aquella situación ni cómo responder para contentar a dos de las personas que más apreciaba en su vida.


-¿Aunque qué?- preguntaba Hawkins mirando furiosamente y de forma intimidante a su fiel compañero y siervo- No tema en expresar sus pensamientos, señor Apoo.


-Aunque… no esté de acuerdo con las acciones de su hermano, de usted, mi conde- respondía con la verdad el joven Apoo de claros cabellos sabiendo que eso le podría traer consecuencias severas.


-Ya discutiremos eso más tarde, señor Apoo y le aseguro que recibirá su correspondiente castigo- contestó cabreado el conde de Liverpool por aquellas reveladoras palabras que no se esperaba de su consejero más servicial- Pero ahora mismo me pondré a elegir pretendienta para mi querido hermano menor. O ¿qué pasa? Si no te gusta ¿qué vas a hacer, hermanito?


-Me largaré de este lugar que es como mi prisión- contestó encarando las amenazas el joven Cavendish con gran firmeza en su afirmación.


-Jajaja, no me hagas reír hermanito. Hazlo si tienes un par. Pero, tú solo, un niño mimado y acostumbrado a los gustos reales, el favorito de papa, no sobrevivirás ni dos días fuera en la calle- respondía a modo de burla y provocación el hermano mayor.


-Ja, eso ya lo veremos- contestó con determinación Cavendish- Ahora dejarme descansar de una vez.


El conde de Liverpool miró por última vez el rostro de su hermano por aquella noche, pero jamás se imaginaría que tardaría un tiempo en volverlo a ver. Hawkins abandonó la habitación sin decir nada, con su orgullo bien en alto y sus ataques de amargura en aumento. Pero por otra parte, el fiel siervo Apoo miró apenado al marqués por no haber sido capaz y de ayudarlo cuando lo necesitaba.


-Buenas noches, señorito Cavendish… y lo siento mucho- dijo Apoo mientras salía por la puerta de aquella estancia muy pensativo y dolorido por encontrarse en medio de la discusión de dos personas que estimaba en gran medida.


Tras cerrarse la puerta de aquella habitación, el golpe de un puñetazo de rabia sobre la almohada se escuchó en su interior. Apoo, quien se percató, le aumentó más su dolor y su impotencia de no poder hacer nada para lidiar con esta situación. Sin embargo, en seguida fue llamado por su amo y como un siervo obediente y fiel acudió a su lado en seguida. Allí, entre la extensa oscuridad nocturna, en otra de las alcobas del palacio real de Liverpool se encontraban esos dos jóvenes, amo y siervo, actuando de manera indecente pero sin llegar a aceptar aquello que hacían. Como cada noche, el fiel consejero Apoo había entrado obediente a la estancia del joven conde, y en su interior, tras esperar unos instantes se acercaba lentamente a este. El conde Hawkins, con la parte inferior de su cuerpo completamente desnuda, indicó al joven Apoo que era lo que deseaba esa noche. Este en seguida entendió que quería que jugará con él, o más bien, con su miembro. Con suavidad y sin presionar a su amo, Apoo metió de una el pene del conde en su boca y lo fue lamiendo lentamente a gusto del conde.


-Apoo… esté es tu castigo… Jamás vuelvas a desobedecer una orden mía y… se me fiel hasta la muerte…- decía con cortada el joven conde de rubios cabellos mientras el otra jugaba con su parte íntima- Y… sigo repudiando esto… dos hombres jamás se amarán… solo… solo estás cumpliendo una orden de tu amo…


-Sí, mi general…- contestó el siervo Apoo mientras seguía con sus movimientos, pero en cierto modo estaba cansado de toda esa actitud que mostraba su viejo amigo y actual dueño.


Simplemente parecía como si se desfogaran y como si no le diera importancia al acto que estaban cometiendo, pero en realidad era lo mismo por lo que el conde repudiaba a su hermano menor. Algún día comprenderá el conde Hawkins que lo que hace no está mal, no es un camino turbio, sino de amor, y… quizás algún día pueda aceptar los sentimientos que tiene escondidos bajo llave hacia su moreno consejero.


La noche estaba a punto de finalizar, pero alguien en palacio había cogido una determinación, y esta era la de liberarse de todas sus cadenas de una vez. Un joven de rubios cabellos se escapaba entre las sombras mientras unas lágrimas rebosaban sobre sus ojos a causa de todas las pensar que había soportado durante estos últimos años. El muchacho no miró atrás, abandonó por fin palacio y estaba decidido a ser feliz de una vez por todas, y nada ni nadie se lo impedirían.


7 de Marzo de 1918, Liverpool, Inglaterra.


El sol entraba iluminando todas las casas de la ciudad, parecía como una señal de buenos acontecimientos, pero en realidad esta estaba equivocada. Por las calles de Liverpool caminaban algo malhumorados una pareja proveniente de una ciudad lejana, exactamente de Cardiff, pero parecía que esta no se encontraba en la mejor situación. Entre sonidos de la gente de los mercados y sus comerciantes, los caminantes de la zona y algún que otro replicar de campanas, varios gritos se escuchaban por las calles, dejando un gran espectáculo para los transeúntes.


-¡Estoy harta de tener que aguantar todas tus opresiones! No me puedes tratar como un diamante en bruto, que lo soy, pero necesito libertad, Usopp. Por favor, deberías entenderlo- se quejaba a grito pelado una joven de anaranjados cabellos con un gran carácter de armas tomar- Creo que si vuelvo a cantar, al menos, podré sentirme a gusto conmigo misma y quizás… rememorar todos mis recuerdos del cabaret, que a veces tanto me duelen.


-No creo que empezar a cantar en un local de mala muerte sea la mejor idea. Nami, entiéndelo, yo solo quiero protegerte. Ahora debes comprender que tienes muchos enemigos encima desde que te convertiste en mi pareja y no pienso permitir que nadie te haga daño como antaño- contestaba el conde de Cardiff con cierto tono más comprensivo pero seguía manteniendo firmemente su postura.


-Yo empecé a cantar en un local de mala muerte, por si no lo recuerdas, en el Big Mom Cabaret para ser exactos- respondía Nami en tono sarcástico hacia su novio- Por favor. El bar del señor Blueno es un local que conocemos desde hace mucho tiempo, incluso tú más, y creo que es de gran confianza. Además es una gran oportunidad para mí, para dejar de aburrirme, para vivir y ser libre. Nunca me dejas salir de palacio por si me atacan o me pasa algo, eso lo comprendo, pero debes entender que estoy cansada de todas estas limitaciones. La guerra se encuentra a nuestro favor, y no creo que exista ningún enemigo más del que preocuparnos. Por favor, Usopp.


Nami puso cierta carita tierna hacia su pareja para terminar de convencerle. Una expresión de ojos saltones, de mirada firme y de sonrojadas mejillas en tonos rosados. Pero ni aún con sus dotes de mujer, llegó a una buena solución.


-He dicho que no y no se hable más. Si quieres cantar, canta en la ducha. No pienso exponerte al peligro. Con la guerra no siempre me encuentro en casa y no quiero que te ocurra nada en mi ausencia- contestó de forma tajante el conde sin dejar a que la otra replicará- Ahora voy a hacer unas diligencias en el parlamento de Liverpool. Espérame aquí en el mercado que no tardo.


El conde de cabellos oscuros se marchó por una de las calles de aquella amplia ciudad y dejando a la mujer con la palabra  en la boca. Nami seguía cabreada y mucho, estaba a punto de pegarle una patada a cualquier objeto que tuviera delante. Tal era su enfado que no vio a un chico de poca edad que se cruzó con ella y con tan mala pata de chocarse ambos. La prisa del joven le impidió disculparse y eso cabreó aún más a la chica.


-¡Mira por dónde vas, rubiales! La gente ya no tiene ni pizca de decencia- contestó la joven Nami mientras el chico se alejaba de donde se encontraba ella.


Justo cuando terminó de decir esas palabras, un rostro se dibujó en su mente.  Era una persona que desde hacía tiempo conocía y amaba con locura. Se trataba de su viejo amigo Sanji y esto apenó a la mujer ya que las últimas noticias que sabía de él era que estaba muerto. Pero ella se negaba a creerlo y en el fondo de su corazón mantenía la esperanza de hallarlo con vida.


Nami se sumió tanto en sus pensamientos y recuerdos del pasado, que de nuevo no observó como una sombra masculina que no traía buenas intenciones, se acercaba por detrás suya y le agarraba del brazo.


-Pequeña gatita, que sorpresa encontrarte en una ciudad tan lejana- intervenía el hombre de nariz puntiaguda y dientes prominentes de forma que asustó en gran medida a la joven pelinaranja.


-¡¡¡¿Arlong?!!!- contestó aterrada Nami al saber la identidad del hombre que la tenía retenida con su brazo- Suéltame o llamo a la policía.


-Cálmate gatita, no vengo para hacerte nada. Ya sabes que tú jamás me interesaste. Pero quien me lo iba a decir, una chica don nadie como tú, de un pueblucho de mierda y de una familia de pobres, ahora pareja de un conde y famosa cantante del prestigiado cabaret de Londres- contestaba Arlong mientras sostenía con fuerza a la muchacha- Y pensar que estuve a punto de matarte.


-Juró que me vengaré, por todo lo que le hiciste a mi familia, malnacido- se enfureció la joven de anaranjados cabellos mostrando su fuerte carácter- No tienes derecho a regresar a mi vida, ahora que soy feliz. Lárgate, no me interesa saber nada de una persona tan ruin como tú. Bastante sufrimiento me provocaste cuando era niña.


-Pues yo no te he visto muy feliz que se diga, gatita. Quizás pueda hacer una excepción y si te vienes a mi lado te colmaré de todos tus deseos- contestó Arlong cara la joven quien conocía desde su infancia.


-Muérete, Arlong- respondió Nami intimidante y lanzando un escupitajo a la cara del hombre, provocando su temible ira que no tenía fin.


-Gatita, debes entender la posición en la que te encuentras. Quien es el oprimido y quien es tu opresor-  contestó Arlong mientras miraba con deseó de matar a la joven y con sus dientes salientes, como con ansias de sangre- Como ya te he dicho, no vengo a hacerte nada. Encontrarte ha sido toda una grata casualidad. Pero para que desaprovechar la ocasión blindada por el destino. Solo te digo que tengo un regalito muy especial en mi posesión que quizás te interese.


-No me llames gatita- contestó Nami mientras con fuerza pegó un codazo en el pecho del hombre que lo dejó tirado, permitiéndole a esta huir- Para ti soy la gata ladrona, aquella que un día escapó de tus sucia mandíbula.


La joven se estaba marchando entre las callejuelas de aquella ciudad lejana que no conocía. Solo pensaba en alejarse de aquel lugar lo antes posible, y encontrarse con la persona que amaba y que tanta protección le había otorgado en estos últimos años. Todas las disputas anteriores se le olvidaron, solamente quería verle a él. Pero, cuando Arlong se incorporó tras recibir el golpe, unas amenazadoras palabras salieron de su boca.


-Pronto regresarás a mí, gatita- contestó el hombre malvado y más tarde se volvió a esconder entre las sombras marchándose al lugar donde prepararía su maquiavélico plan.


En esa misma mañana, un muchacho joven de dorados y hermosos cabellos, deambulaba por las calles de la ciudad como un alma en pena perdida. Parecía que jamás hubiese andado por aquellos lares, mirando siempre a cada lateral y metiéndose por callejones sin salida. Incluso, hace un par de minutos se había tropezado con una chica bella pero de mal carácter quien no se pensó dos veces lo de regañarle.


-¿Quién se cree esa? Si supiera que se encuentra delante del mismísimo marqués de Liverpool se lo habría pensado antes de discutirme- pensaba refunfuñado el joven rubio mientras seguía su caminata por los paseos de su ciudad- Esta vez se lo dejaré pasar, porque seguramente no lo sabría y además tiene una hermosa cara.


El joven marqués seguía desorientado entre aquellas calles que desconocía. Con su ropa en un pequeño hatillo y sin mirar atrás, en ningún momento decidió detenerse, aunque se perdiera en el camino. Dos hombres con pintas bastantes extravagantes le observaban detenidamente como si lo estuvieran escaneando o algo parecido.


-Mira Gandul, ahí tenemos a un perfecto aspirante para acabar nuestro trío- decía un señor mayor de pequeña estatura, con nariz puntiaguda y con una capa oscura que le cubría el cuerpo- Será mejor que no la caguemos esta vez.


-Sí, jefe, pero me llamo Hamburg, no gandul- contestó entre risas el otro hombre cuyo nombre era Hamburg, de aspecto grande, nada corpulento, sino más bien obeso, y con cierta cara de panoli.


Pero parecía que en efecto le faltará un agua a aquel joven puesto que cuando su jefe ya llevaba medio camino hecho, el otro seguía parado como si no hubiesen reaccionado sus neuronas. Malhumorado, el jefe se acercó a él y le dio una colleja para que se pusiera en marcha.


-¡Gandul idiota!- dijo el jefe tras golpear duramente a su siervo un tanto cortito de mollera.


Los dos hombres de aspecto estrafalario se acercaron hasta el desconcertado muchacho de rubios cabellos, o más bien casi lo abordaron en mitad la calle sin dejarle escapatoria.


-Enhorabuena joven, ha sido seleccionado entre una gran cantidad de aspirantes para formar parte de nuestro magnifico trio- dijo el jefe de aquel supuesto “trio” tras acorralar al joven en esa situación un tanto extraña.


-No te hechas flores tú ni na- contestó Cavendish tras escuchar las palabras tan exageradas y falsas de aquel señor mayor- Además, no estoy interesado en hacer tríos, y menos que un viejo y yo hagamos eso. No sé si lo entiendes.


-No, perdone, creo que se está confundiendo. No me refería a esa clase de tríos- dijo avergonzado el jefe mientras que su compañero no pudo evitar algunas carcajadas que pusieron de mala ostia a su superior y el siervo recibió de nuevo una cachetada- Cómo vuelva a escuchar tu maldita risa, ti tiro a la jaula de los leones, gandul.


-Entonces, de que me está hablando usted- preguntó bastante indiferente Cavendish quien deseaba que toda aquella conversación finalizara- No tengo tiempo para perderlo con usted, señor.


-Sí, disculpe. Para empezar, mi nombre es Foxy, propietario del magnífico y exitoso Circo Davy Bay Fight que tan renombre tiene por estos lares- ensalzaba un tanto su oficio el señor Foxy mientras Hamburg se tapaba con las dos manos la boca para no echarse a reír ahí delante- Mi oferta es que usted se una a nuestro trio cómico. Ambos somos payasos famosos pero necesitamos a una tercera persona, y usted es perfecto. Guapo, esbelto y apasionado, ideal para atraer clientela. ¿Qué me dice? Es una oferta que no puede rechazar.


-¿Me lo está diciendo en serio?- preguntaba muy incrédulo el joven Cavendish que estaba anonadado tras escuchar tan supuesta maravillosa oportunidad que en la vida podría rechazar- Mira hombre, se lo voy a dejar claro. Me niego a trabajar en un sitio tan poco hermoso y vulgar. Si me disculpan, me marchó.


Y de manera muy digna, el joven marqués se alejó de los dos pelmazos que le habían acechado. Estos se quedaron con una cara de bobos tras aquella respuesta del joven. De nuevo, aquellos dos sujetos habían perdido su oportunidad de hacer negocio y la habían fastidiado en grande.


-Si la señorita Porche siguiera con vida, ahora mismo se estaría riendo de usted, jefe- intervino Hamburg tras la marcha del marqués, y recibiendo consigo otra colleja en la cabeza.


-Si la señorita Porche estuviera viva, habría vuelto a abandonar a esa enfermiza mujer que no valía la pena. Solo porque planté mi semilla en ella, no tiene el derecho de traer tres infestados críos de una. Yo soy de tríos cómicos no de trillizos, idiota gandul- contestó rabiosos el jefe Foxy cuando su compañero le hizo recordar cosas del pasado que no debía- Marchemos, seguro que habrá un panoli mucho mayor que tú que estará encantado de unirse a nosotros y recibir los tartazos.


-Sí, jefe- contestó el siervo mientras ambos emprendieron camino de vuelta a sus andadas.


Pero mientras andaban paseando por las calles, los dos hombres se adentraron por un callejón, el cual era habitual para ellos como lugar para descansar. No obstante, cuando bajaron la guardia, un hombre vestido entero de negro les atacó con sus largas garras, como si se tratará de una fiera sin control. El callejón quedó repleto de sangre de los cuerpos descuartizados de ambos sujetos que perecieron en aquella matanza.


-Basura…- dijo el varón de traje negro y cubierto de sangre de los cadáveres para dirigirse a las dos personas que había asesinado- Inútiles que no saben ni realizar un buen negocio.


De regreso a donde se encontraba la joven de anaranjados cabellos, la situación se había puesto muy difícil para ella. No se sentía bien, estaba acalorada, o más bien acelerada casi tirando a asustada. No se podía imaginar que su pesadilla de la infancia estuviera delante de ella. Como pudo, salió corriendo entre las vías de la ciudad mientras gotas de sudor y lágrimas caían por su rostro. En su mente solo buscaba algo de paz, algo que la calmará de aquella adversa situación, y solamente existían unas pocas personas que pudieran hacerlo, y todas menos una supuestamente habían fallecido. Por tanto, siguió su paso hasta hallar a ese único sujeto, a su esperanza de libertad.


Al llegar a la zona indicada, Nami se sentía algo perdida porque no conocía bien las calles de aquella ciudad, y para colmo, estaba en una de las zonas más transitadas. Justamente se hallaba en el Parlamento Corrida de Liverpool, donde en su interior estaba reunido su conde. Nada más hallarse en aquel lugar, deseó con todas sus fuerzas que el hombre al que le había entregado su corazón saliera por la puerta. Tal era su deseo, que casi por arte de magia, fue concedido. Por la puerta del parlamento se marchaba un hombre de nariz larga algo exhausto de hablar de temas políticos y económicos. Pero su rostro de cansancio cambió radicalmente al ver frente a él, a la joven de cabellos naranjas que tanto amaba y que se encontraba en un terrible estado de alteración. Sin dudarlo, se acercó a ella corriendo.


-Nami, ¿qué te ocurre? ¿Por qué están temblando tus manos?- intentaba hallar la verdad el conde mientras sostenía las temblorosas manos de su amada- Por favor, dime algo, no me dejes así asustado.


-Usopp… sácame de… aquí- contestó a modo de tartamudeo la joven de pelos naranjas como pudo, ya que esas fueron las únicas palabras que pudo articular.


En seguida, el conde de Gales cogió a su novia de la mano y se la llevó deprisa entre las callejuelas de la ciudad. De manera muy fiel, acató la petición que le había formulado Nami, y se la llevó de aquel lugar. En escasos minutos callejeando por la ciudad, y con un paso veloz, llegaron al hotel donde se estaban hospedando durante su viaje a aquella ciudad inglesa. Como si fuera una bella princesa, Usopp cogió en brazos a la joven Nami y la subió por las escaleras del hotel hasta llegar a su estancia. Sentir los brazos de su pareja, recorfortaba en gran medidad a la chica, y al menos, pudó calmarse por un rato. Una vez allí, Usopp necesitaba urgentemente una explicación.


-¿Qué ha pasado, Nami? Me has asustado cuando te he visto llegar tan agitada y descompuesta. Sé que ha ocurrido algo malo, y espero que no trates de ocultármelo- explicó la forma en la que se sentía el conde tras aquel incidente desconocido para él.


-Me he topado con un hombre terrible de mi pasado y… hacia mucho tiempo que no tenía tanto miedo- dijo aún asustado y como el corazón latiendo a mil la joven chica mientras se recostaba en el cuerpo de su amor.


-¿Un hombre de que cuando trabajabas en el cabaret?- preguntaba algo inquieto el conde, que quería saber todo acerca de la mujer que era su vida.


-No. Lo conozcó desde mi infancia. Arlong ha sido mi pesadilla y mi tormento desde que era una niña pequeña- desvelaba la joven al conde.


 


-¿Arlong?- estaba un poco desconcertado Usopp por no saber aún a historia completa.


-Así se llama. Él era un hombre de negocios que trabajaba en una industria cercana a mi pueblo natal. Mi aldea, la Aldea Cocayashi fue donde viví junto a mi madre y a mi hermana mayor hasta aquel fatídico día- Nami por fin estaba dispuesta a revelar su pasado más horrible, aunque con ello, recordará todo el dolor que le trajo- Mi familia y yo vivíamos en una pequeña casita en el campo cultivando mandarinas, que  a mi hermana y a mí nos encantaban. Mi hermana Nojiko y yo éramos muy felices, aunque nuestras vidas fueran pobres y humildes, y todo era gracias a los esfuerzos de mi madre Bellemere.


-Y ¿tu padre?- preguntaba Usopp quien prestaba gran atención a la historia del pasado de la chica.


-No sé nada de mi padre, ni siquiera mi hermana mayor sabía nada. Ni su nombre, ni una foto suya. Mi madre jamás lo mencionó y además se enfadaba si intentábamos preguntar para saber de él. Por eso, con el tiempo, lo olvidamos por completo. Pero eso no tiene nada que ver con ese horrible sujeto- contestó Nami quien no sentía ni afecto ni desprecio hacia su  padre- Arlong tenía cierta fijación, u obsesión hacia mi madre, y constantemente la estaba acosando. Ella lo apartaba y lo rechazaba tantas veces como venía, pero el otro jamás se rindió. Sin embargo, un día se enteró de que mi madre Bellemere amaba a otro hombre y que se veía con él a escondidas. Enfurecido, Arlong vino como loco a mi casa y se encaró contra ella. Mi madre le contestó que todo era verdad, y los dos forcejearon. Mi hermana y yo estábamos muy asustadas, escondiéndonos en una de las esquinas de la casa. Tras varios golpes que recibió mi madre, Arlong estaba tan enfadado que sacó su pistola y disparó a sangre fría contra mi madre… y entonces… ella… mi madre… murió. Pero desgraciadamente Arlong no quedó satisfecho y fue en busca de nosotros. Para salvarme, mi hermana mayor Nojiko se sacrificó para distraerle mientras yo huía de aquel desgraciado lugar. Pero… cuando salía por la puerta, escuché un tiro y seguramente fuera para mi hermana, ya que Arlong sigue vivo, y por tanto mis sospechas son ciertas. A partir de ese día, viví con lo que robaba por puestos los pueblos, como un felino a hurtadillas que vaga deambulando y solo, y de ahí que se me diera el nombre de Gata Ladrona. Hasta que un día me ofrecieron trabajar en el cabaret y allí encontré una gran familia.


-Lo siento mucho Nami, nunca pensé que tuvieras ese pasado tan horrible- decía apenado el joven conde afligido por las palabras que salían por la boca de la muchacha.


-Eso ya es pasado, o al menos lo era hasta hoy- respondía con el pecho encogido y con los labios temblorosos de miedo por lo que pudiera suceder a partir de ahora.


-Ya lo hice una vez en aquellas calles de Londres, pero lo volveré a hacer. Juro protegerte hasta el final de mis días, y te prometo que jamás caerás en las fauces de aquel ser maligno de tu pasado- hacía una promesa de protección el conde hacia su novia desamparada- Confía en mí, Nami, porque te quiero.


 


-Gracias…-contestó la chica a quien le había llegado el calor de aquellas profundas palabras, como medicina para curar su dolor.


Aquella pareja, más unida que nunca, se quedó un largo rato abrazados sin decirse nada, solamente reconfortándose el uno al otro. Al rato, Nami se marchó a la ducha para quitarse los nervios de una vez por todas, mientras el conde se quedaba maldiciendo en la habitación. Pronto se acostarían juntos en la cama para tranquilizarse y para que finalizará uno de sus peores días en la vida.


Pero todavía ocurría un terrible suceso, o más bien, quedaba un sujeto horrible por aquellas calles de Liverpool. Aquel hombre trajeado de negro había puesto su mirada en una presa de alto valor, que sería una gran inversión para el local en el que trabajaba y en ningún momento le apartó la vista. Era ya por la tarde, y el chico continuaba sin rumbo por aquella extensa ciudad que apenas conocía. El joven de rubios cabellos, desorientado, se perdió y llegó hasta un callejón sin ninguna salida, el cual aparentaba un aspecto un tanto terrorífico. Cavendish de repente sintió una presencia por detrás suyo, y su cuerpo se quedó inerte esperando su final. Pero cuando estaba completamente aterrado y esperando su fin, una mano se posó sobre su hombro.


-Perdona, ¿te has perdido? Si quieres yo puedo guiarte hasta tu casa- dijo un hombre ataviado con un traje oscuro y de cabellos de ese mismo color.


-Bueno…sí ando un tanto desorientado. No conozco bien este lugar y llevo un tiempo perdido sin saber a dónde ir. Pero lo que tengo claro es que no pienso regresar a mi hogar- contestó Cavendish mostrando algo más de valor y clamándose un poco más después de la aparición de aquel individuo.


-Entonces, me imaginó que no tendrás ningún sitio al que acudir, ni donde dormir o tomar aunque sea algo de sopa, ¿me equivocó?- preguntaba el hombre de cabellos negros y mirada intrigante, a pesar de que se imaginaba la respuesta.


-No- contestó claramente y sin rodeos el chico rubio.


-Pues permíteme invitarte a mi humilde hogar y negocio. Primero debo presentarme como es debido. Me llamo Kuro y trabajo en las afueras de la ciudad como relaciones públicas en un local que podríamos decir que es algo así como un observatorio. ¿Qué te parece? Creo que podría conseguirte un trabajo, comida y una habitación- el hombre malvado de nombre Kuro, el que anteriormente había asesinado a los dos feriantes, usaba sus más viles artimañas para atrapar a sus presas entre sus garras- ¿A ti te gusta ser observado?


Cavendish simplemente asintió la cabeza y ahí es cuando comenzó su fin. Había caído en la trampa del malvado hombre y estaba siendo encaminado hacia un terrible lugar, del que no podría huir tan fácilmente como de su casa. Los dos hombres se pusieron en marcha y anduvieron hasta llegar al local donde trabajaba el joven Kuro. Allí le dieron una habitación al chico rubio y es donde se quedó durante el resto de la noche. El trabajador se marchó abandonando a su suerte al joven.


Era una horrible oscuridad nocturna, muy larga, de las últimas del invierno, y en la cual terribles sucesos habían acontecido y estaban a punto de desarrollarse a peor. Tras el cierre del local, del Prostíbulo Las Mil Bestias, todos los empleados se habían largado o estaban durmiendo ya en sus “camas” para descansar para el siguiente día. Pero no todos. Los jefazos de aquel antro se encontraban reunidos en el despacho de la persona que dirigía todo aquel espectáculo sexual. Un despacho pequeño, de aspecto viejo y un tanto aquejado por la edad cosa que se observaba en los muebles por ejemplo. La sala la cual solo tenía un escritorio con su confortable sillón orejero, y unas butacas para los invitados que entraban. A su alrededor, numerosos libros antiguos, que contaba seguramente toda la historia del mundo conocida, y entre ellos destacaban las cantidad de volúmenes, artículos de prensa y fotografías sobre grandes espectáculos, actuaciones y demás. En definitiva, un despacho ideal para un hombre apartado de la faz de la tierra.


En aquel lugar estaban reunidas cinco personas. Cinco seres malignos que escondían planes malvados entre sus mentes perversas. En primer lugar estaban los tres trabajadores fieles y producentes que ayudaron a construir el local desde sus inicios. Aquellos tres individuos eran el señor Kuro, un ex asesino a sueldo, el hombre cuyo nombre era Don Krieg, un antiguo capitán de la marina irlandesa que perdió su rumbo en la vida, y el chico de grandes fauces conocido como Arlong, el antiguo jefe de la industria de contrabando Arlong Park. Pero a parte de estos tres sujetos se hallaban dos más, los más importantes para aquel local, el jefazo y el que ejercía el papel de jefe desde que el auténtico había decidido pasar de todo lo que ocurriera en el mundo, en su oficio y en su vida. Primero, el jefe del prostíbulo, el señor Kaido de las Mil Bestias, un hombre robusto, de gran estatura y largo bigote pero con el peso de los años sobre él, y de lo vivido también. Desde hacía ya varios años que no quería seguir viviendo y que se apartaba de todo con su tono indiferente.  Solo continuaba su vida leyendo grandes libros en su despacho y sin salir de este, prácticamente. Por otro lado, el segundo al mando, quien llevaba a cabo todos los males para que el negocio continuará en pie, era ni más ni menos que el antiguo conde de la ciudad de Liverpool. El ex regente Cricket, de rubios cabellos en forma de cresta, estaba haciendo lo que quería con el negocio de su superior. Y para colmo, desde que sus sobrinos le apartaron de su poder que había ejercido desde la muerte del padre de estos y el verdadero conde, el déspota clamaba venganza y ya llevaba esperando mucho tiempo entre las sombras de este negocio hasta hallarla. Lo malo es que a partir de hoy las cosas cambiarían a su favor.


-Jefe Kaido haber cuando saca un par de botellas de licor del bueno que tiene para cuando celebramos estas reuniones. Así serán mucho más amenas, jajaja- intervenía el señor Don Krieg que no le importaba mucho el respeto hacia su superior.


-Cállate, ex- soldadito, y cuida mejor tus palabras, no sea que levantes la ira de nuestro jefe- contestó de forma seria el señor trajeado de negro llamado Kuro- Déjate de bebidas y acabemos esta reunión cuanto antes, que algunos estamos exhaustos después de trabajar durante el día.


El hombre de cabellos grisáceos solamente se molestó en fruncir el ceño después de que le dejaran mal ante el resto. En verdad aquellos sujetos parecía que a pesar de trabajar juntos, no se llevaban bien.


-¿Exhaustos de hacer maldades? Eso me extraña de usted, señor Kuro. Pero bueno, será mejor empezar a tratar los asuntos que nos ciñen y olvidar estas pequeñas rencillas- intervino el hombre de cabellos más rubios y que dominaba todo de aquel antro- Haber muchachos, contarme lo que habéis obtenido durante estos días. Espero que todo sean buenos noticias, o buenas ganancias, jajaja.


-Jamás estaré cansado de arrancar las vidas de otros- contestó de nuevo seriamente Kuro con mirada desafiante ante el antiguo conde.


-Vale, vale. Ya está bien, señores. Olvidar eso y centraros en el tema- decía Arlong quien estaba ansioso de revelar lo que había conseguido averiguar esa mañana- Yo he encontrado una bella dama de mi pasado que seguro nos hará ganar buena pasta fresca. Además tenemos algo que le pertenece y seguramente querrá recuperarlo, jajaja.


-¿Algo que le pertenece?- se preguntaba intrigada el señor Don Krieg por aquellas palabras.


Arlong simplemente miró hacia las escaleras que pertenecían al piso de abajo, el subterráneo, y en seguida los hombres de aquella sala entendieron claramente cuál era su posesión.


-Además, seguro tiene buenas dotes sensuales y para ganarse el placer de los hombres. La muchacha tengo entendido que trabajó en el famoso cabaret de Londres, del que ahora no recuerdo exactamente el nombre- daba mayor información Arlong sobre la chica de su pasado.


-¡¿El Big Mom Cabaret?!- de repente una voz masculina que no había hablado durante aquella conversación, intervino pero de una forma un tanto extraña, como  muy intranquilo tras haber escuchado las últimas palabras del hombre.


-Exacto, jefe Kaido, ese era el… espera ¡¿qué?! Has hablado jefe ¿Hace cuánto que no intervenías en una de nuestras reuniones? Ya ni lo recuerdo- decía sorprendido Arlong por aquella intervención sorpresa.


-Desde hace años que se mantenía callado, y parece que ese nombre le ha despertado, jefe- dijo el señor trajeado mientras miraba curioso aquel raro comportamiento de su superior.


-Entonces, jefe, ¿qué le parece? ¿Capturamos a la chica para que trabaje en nuestro local y nos de buena pasta?- preguntaba Arlong un tanto intrigado por la respuesta- Se lo aseguro, es una gran belleza, que yo mismo conozco muy bien.


-Hacer lo que os plazca, no pienso intervenir en vuestros asuntos- contestó de forma indiferente Kaido hacia sus subordinados.


-Seguramente lo que nuestro magnífico jefe quiere decir es que será bueno para el negocio que obtengamos a semejante belleza, por lo que Arlong te ordenó que te encargues de su captura cuanto antes- intervino Cricket a quien no le parecía indiferente este asunto, y además veía que podía sacar un buen partido.


-Será un placer, señor Cricket, y así ajustaremos cuentas del pasado pendientes, jajaja- contestó Arlong sacando a relucir sus fauces llenas de maldad y terror.


-Pues no eres el único que ha conseguido una buena pieza repleta de lujuria. Yo mismo me he encargado de traer en persona a un joven rubio, esbelto, delgado pero corpulento y sobretodo muy hermoso que se convertirá en una de nuestras atracciones principales- parecía que incluso el correcto y siempre serio Kuro había caído embelesado por los encantos del muchacho- Él muy estúpido se ha dejado engañar como un pajarillo que cae en las garras de su presa, jajaja. Se llama Cavendish y ahora mismo está durmiendo plácidamente en una de las habitaciones de los huéspedes a expensas de hallar la verdad y ser llevado al sótano con el resto.


-¡¿Cavendish?! Jajaja, jamás me hubiese esperado que llegará a mis manos mi propia venganza, jajaja- el señor Cricket estaba encantado por aquella maravillosa información ofrecida- Muy buen trabajo, señor Kuro. Será recompensado gratamente.


-Gracias- respondió Kuro enorgullecido con el cumplido y por haber realizado una buena faena.


-Bueno, entonces señores, hemos acabado la reunión y por lo que veo todos tenemos un arduo trabajo. Levantemos grandes pasiones para complacer a nuestros invitados- contestó el antiguo conde para dar por acabada aquella conversación- Espero un trabajo igual de bien para la siguiente reunión, y para la próxima, más vale que traigas algo bueno Don Krieg o sino ya sabes dónde está la puerta.


-Como usted diga, señor Cricket- contestó como un fiel soldado el antiguo militar Don Krieg que estaba agotado de recibir rencillas por parte de sus compañeros por no conseguir buenos beneficios para el prostíbulo.


Los cuatro hombres reunidos en aquel diminuto despacho se marcharon cada uno a sus aposentos. Pero en aquel lugar aún quedaba un sujeto, un hombre que desde que había escuchado aquel nombre del cabaret estaba dándole vueltas a un recuerdo de su pasado, y del cual se arrepentía gratamente.


Inicio del Flashback. Hace 21 años. 4 de Agosto de 1897, Londres, Inglaterra.


Las calles de la ciudad londinense estaban desiertas y ningún sonido se escuchaba por los alrededores. Ni siquiera se podía distinguir entre día o noche debido a la gran intensidad que cubría toda la ciudad y la guardaba en una nube de polución. Los duros enfrentamientos que se vivían por todos los costados del mundo, afectaban tanto económicamente como políticamente al gran país inglés. Pero desgraciadamente estos conflictos parecían que aún no iban a tener cesar durante una larga temporada. Las independencias de las colonias americanas, las batallas por poseer el continente africano y las diferencias entre algunos déspotas europeos entre otros, eran las principales causas que provocaban las guerras de finales de siglo. Y por culpa de esos conflictos bélicos, las ciudades se hallaban viviendo de forma muy humilde y austera con los escasos alimentos y utensilios básicos para sobrevivir. Era sin duda una terrible época que aquejaba a todos.


Entre las callejuelas oscuras a causa de la falta de iluminación, se encontraba un pequeño bar, bastante arraigado en las raíces de la ciudad debido a su antigüedad e historia en esta. Aquel antro era conocido como el bar La Nueva Era, regentado por un hombre desconocido que jamás aparecía por aquel lugar. Un pequeño local hecho prácticamente de madera, donde escaseaba desde la clientela hasta incluso la bebida y los alimentos. Pero no por eso significa que se encontrara vacía y abandonado, sino todo lo contrario. Los clientes habituales continuaban acudiendo a satisfacerse de los placeres de su bar de toda la vida. Porque en definitiva era eso lo que significaba el bar La Nueva Era. Un local que pervivía generación tras generación atendiendo las penas y alegrías de las personas que acudían a este. En estos momentos, en su interior, de pequeña amplitud con escasas dos mesas, se hallaban solamente cuatro clientes. Pero, jamás ninguna de aquellas personas se podría imaginar la importancia que tendría para el futuro del mundo. En una de las mesas estaban sentados dos personas, que a simple vista parecían amigos y algo más que meros conocidos. Un chico de bigote pronunciado y una mujer de grandes pechos y labios cubiertos de un rojo pasión. Y estos parecían que estaban en medio de una conversación un tanto importante para ambos.


-Kaido, venga va, ¿por qué no aceptas aliarte conmigo para que el Big Mom Cabaret prolifera más que ahora? Sería mi mano derecha, no, más que eso. Mi gran amigo y compañero de postres con el que repartir la fortuna obtenida- intentaba convencer la mujer al hombre con aquella petición que llevaba formulando desde hace bastante tiempo-  Sabes que es una oferta que no puedes rechazar, Kaido.


-Charlotte, ya te lo he dicho mil veces. Yo no me veo en un negocio como ese. Después de ser general de armada no pretendas que me convierta en un simple propietario de un negocio lujurioso y obsceno. No estaría bien visto para mi imagen- contestaba bastante decidido y cansado de repetir lo mismo siempre, el señor Kaido- Además, no ganaríamos lo suficiente para dulces y repartir a los demás.


-Si es por ti, dejaría de comer la mitad de pasteles, galletas y…. si me hace la boca agua solo de pensar en ellos, y ya he acabado el trozo de tarta de fresa que me habían puesto- decía Charlotte Linlin la propietaria del local de placer más conocido de toda la ciudad- Bobin sírveme otra porción. Pero esta vez no te cortes en servir un buen pedazo.


-En seguida, señora- contestó el camarero  de corta estatura que tenía que subirse a la barra con un taburete de madera.


-A este paso vas a perder tu hermosa silueta y jamás encontrarás un hombre que te quiera así- le regañada Kaido a su vieja amiga por lo que le estaba haciendo.


-Ya sabes que solo tengo ojitos para ti, mi querido Kaido- contestó con un guiño en los ojos la mujer que coqueteaba con su viejo amigo, produciendo cierto rubor en las mejillas del chico.


El camarero Bobin se acercó a la mesa con una gran ración de pastel y con dos copas de licor para los dos jóvenes. Para agradecer sus servicios, la mujer le entregó algo de propina.


-Tome, señor Bobin. Para  compré un bonito pastel y lo disfrute usted y sus dos hermanos Tamago y Pekoms- contestó con una sonrisa la joven conocida como Big Mom a pesar de no ser su verdadero nombre.


-Gracias- contestó el camarero agradecido y después se marchó de nuevo hacia la barra para atender a un cliente que parecía que estaba ya en un estado subido de embriaguez.


Kaido dejo que la chica probará primero un bocado de aquel nuevo pastel que le habían traído, y además él para armarse de valor se bebió un gran sorbo del sake que le habían servido justo antes de soltar unas palabras difíciles para ambos.


-Me temo que ya no nos podremos ver tan a menudo- revela Kaido afligido por las noticias que estaba dando a su vieja amiga, y que de seguro le iban a hacer daño-Charlotte, me marchó de regreso a mi hogar. Aquí ya no tengo nada. Nada que me até a la ciudad, y odio estar parado sin hacer nada. Odio sentirme inútil, y eso es lo que siento desde que deje mi cargo como general de la armada inglesa. Sé que te será difícil. Que somos amigos desde hace muchos años, y que te dolerá, pero por favor, desde el fondo de mi corazón, espero que lo entiendas.


-Me tienes a mí, ¿eso no es suficiente para ti?- preguntaba dolida la mujer mientras oía esas duras afirmaciones- Además, debe seguir al lado de la armada, de tu país. Ellos te siguen necesitando a pesar de que te hayas retirado.


-No es eso… me duele mucho tener que dejarte, pero es lo mejor. Además, ya instruí al necio de Sengoku para que ocupe mi lugar, y estoy seguro de que lo hará correctamente- respondía Kaido ante su amiga- Por eso ya no tengo nada que me retenga. Mañana mismo regreso a Liverpool para descansar de la vida. Por eso mismo quería despedirme de ti esta noche. Nuestra última noche juntos, Charlotte.


-¡¡¡No!!! No digas eso. Solo eres un egoísta que no piensa en los demás. Te vas y me dejas sola… yo… que haré ahora yo- contestaba Big Mom mientras unas lágrimas caían por sus ojos.


-No estás sola. Has formado la mejor familia que podrías tener nunca. Tus empleados te respetan y admiran, pero sobre todo te necesitan para seguir viviendo. Tu eres su jefa y tienes que procurarles un hogar en el que estar y una vida en condiciones, aunque a veces emplees la mano dura con ellos, tal y como haces conmigo a veces- contestaba Kaido mientras una pequeña sonrisa se dibujada en su rostro recordando fragmentos de su memoria que había vivido con la mujer- Prométeme que cuidarás del Big Mom Cabaret, Charlotte. Prométeme que cuidarás de tu familia, y así podré pensar que no estás sola y no ser tan duro mi partida.


-Te… lo prometo…- contestó mientras su amigo le limpiaba las lágrimas que caían por su rostro y que estaban destrozando su hermoso maquillaje.


-Eso está mejor… quiero ver esa sonrisa preciosa que tienes justo antes de marchar- dijo Kaido más alegrado tras convencer a su amiga de irse.


De repente, mientras aquellos dos continuaban hablando, de la otra de las mesas se levantó un hombre grueso de oscuros cabellos y con un aspecto un tanto maltrecho. Este se acercó a la mesa donde estaban los dos chicos y les interrumpió.


-Caballero, madam, tengo una oferta que ofrecerles y que no podrán rechazar. Además, así los tortolitos podrán seguir volando juntos por un largo tiempo, jajaja- intervino aquel hombre de oscuros cabellos y amplia barriga.


-¿Quién eres tú? Como osas interrumpir nuestra última velada juntos, maldito- contestaba enfadada Big Mom por aquella intromisión- ¿Qué es esa tal oferta? Habla.


-Primero me presento. Mi nombre es Marshall D. Teach, capitán de la armada alemana, y por lo tanto un enemigo de vuestro país. Pero no os preocupéis por eso, no haré nada malo, no estoy de servicio. Simplemente me encargo de mis propios asuntos- desvelaba aquel hombre cuyo nombre era Teach y era la maldad personificada- Ustedes dos, aunque no lo crean, son dos grandes potencias de Inglaterra. Quiero que se unan a mi plan y conformemos juntos el mundo de oscuridad que tanto deseo.


-Jajaja, no me hagas reír, chalado. No me creeré ninguna amenaza proveniente de un borracho como tú- se encaraba Big Mom sin darle importancia a aquella advertencia que más tarde, al cabo de muchos años, se haría realidad.


-Por favor, marchase. No queremos nada de usted, así que déjenos solos, si es tan amable- contestó también de forma indiferente Kaido.


-Como ustedes deseen, señores. Pero tenga claro que a partir de ahora si se interponen en mi camino, acabarán muertos- volvió a amenazar el señor Teach a los dos personas de aquella mesa justo antes de regresar a su asiento y continuar con su botella de vino.


-Qué hombre más extraño. Lo que harán los efectos del alcohol- decía Charlotte tras presenciar aquel suceso un tanto extravagante y que no llegaba a comprender.


-El alcohol solo convierte a los hombres en seres malignos. Aquellos que ya llevan la maldad en su sangre, la saca a relucir con perficidos planes, y otros- de repente la mirada del señor Kaido se posó sobre un joven capitán de rubios cabellos que estaba ebrio y llorando en la barra del bar- Y a otros como a él, a buenas personas de corazón los destroza cuando más sufren.


-Tienes razón- asintió Big Mom tras girarse y observar el chico de la barra.


Allí, en el lugar donde ahora se posaban todas las miradas de la sala, un hombre de rubios cabellos y de bigote también largo bebía copa tras copa, dándole bastante trabajo al camarero Bobin. Un hombre joven ataviado con el uniforme de capitán inglés y que parecía que estaba pasando por uno de los peores momentos de su vida.


-Bob…Bobin…sírvem..e otra- decía entrecortado el hombre ya que era incapaz de formular correctamente una frase debido a su alto nivel de alcohol en las venas.


-En seguida, señor Newgate- el camarero le llevó rápidamente otro vaso de vodka al joven capitán que estaba llorando sus penas.


En cuanto recibió en sus manos aquella nueva copa, el joven capitán Edward Newgate y posterior conde de Glasgow se llevó a la boca aquella bebida. Estaba completamente sucumbido en la tristeza y en el llanto y no sabría con certeza si iba a salir de aquel terrible estado.


-Ohh… mi querida Rouge… porqué dejaste este mundo tan pronto… porqué nos dejaste solos al pequeño Ace y a mí. Oh… mi dios… porqué te llevaste a mi esposa con esa terrible enfermedad incurable… que castigo más cruel hacia tu siervo fiel…- lloraba a modo de plantó el joven Newgate la reciente perdida de su joven esposa Portgas D. Rouge.


De regreso a la mesa de la dos personas, estás miraban preocupados a aquel joven.


-Es una pena ver como uno de los soldados más prometedores de la armada inglesa se ve destrozado por un problema así. Me siento incapaz de ayudar- afirmaba con dolor el señor Kaido mientras presenciaba aquella lamentable situación- Yo ya soy inútil para mi gente, para mi Londres y para ti.


-Eso no es verdad… tú eres…- sin embargo Charlotte Linlin decidió no terminar de responder con aquella frase y simplemente hizo un gesto.


La chica se levantó de la mesa, se acercó al hombre que era su amigo y le dio un tierno y corto beso en los labios a este. Kaido simplemente se quedó ruborizado por aquella extraña situación.


-Un beso de despedida que será tu talismán para que estés a salvo a pesar de que estés lejos de mí- contestaba Charlotte con palabras que a ella misma le estaban doliendo aceptar.


En aquella noche llena de conflictos por todo el mundo, solo quedó grabada en sus corazones aquella promesa y aquel beso que sellaba para la eternidad aquel amor oculto que ambos sentían pero que eran incapaces de revelar. Pero en la oscuridad de la noche, entre las velas que iluminaban aquel antro, estaba una especie de reflejo, o espectro, que miraba atentamente a aquellas cuatro personas que estaban dentro del bar. De repente, en uno de los espejos colgados en la pared, se asomó un rostro nítido de un muchacho de cabellos pelirrojos y una gran cicatriz en su ojo.


-Realidad- dijo el hombre de rojos cabellos a modo de conjuro para aparecerse ante el espejo, pero sin ser descubierto por ninguna de las personas de aquel lugar- Vosotros no sabéis que con vuestras manos destruiréis el mundo y que en vuestras manos se hallarán las personas capaces de salvarlo.


Un gran enigma quedaba oculto aquella noche de hace varios años. Un terrible secreto que daba inició a una gran cantidad de sucesos que desencadenarían terribles acontecimientos futuros.


Fin del Flashback.


-Nunca pensé que acabaría teniendo un negocio así y tu estarías muerta, Charlotte-decía Kaido tras recordar aquella historia y mientras se ponían sus ojos un tanto lagrimosos.


Pero cuando estaba algo perdido entre sus pensamientos, algo llamó su atención. Algo que se hallaba encima de su escritorio y que hasta ahora había pasado desapercibido. Se trataba de un telegrama con un escueto mensaje, sin remitente ni destinatario que era muy intrigante. Kaido se dispuso a leerlo.


Señor Kaido de las Mil Bestias.


Va siendo hora de que realice su cometido en esta vida. A partir de hoy, comienza su guardia.


De parte del Halcón Rojo.


Tras leer el mensaje que acababa de recibir, Kaido se levantó corriendo de su silla y con velocidad cogió algunos objetos necesarios para sobrevivir como comida o sus enseres más personales y se marchó del local. Dejó abandonado a su suerte el negocio que regentaba para ocuparse de unos asuntos mucho más importantes para el mundo.


Pero para unas pocas personas, no había acabado aún aquel día tan problemático. Desde el sótano del prostíbulo se escuchaban unos pasos bajar por las escaleras que lo comunicaban con el piso de arriba. Al llegar abajo, un hombre de cabellos puntiagudos y piel rosada se acercó hacia una especie de habitación con rejas. Este portaba en sus manos una bandeja de comida para alguien, y parecía preocupado.


-Señorita, debería comer algo. No puede estar todo el día sin alimentarse, es malo para su salud- dijo aquel hombre mientras acercaba la bandeja de comida por un agujero entre las rejas.


Pero no recibió respuesta por parte de aquella joven que se escondía entre la oscuridad. Una joven de cabellos azulados, melena larga y con una especie de tatuaje en el brazo.


-Por favor, me duele verla desfallecer- insistía aquel muchacho que le dolía encontrarse a la chica en ese estado.


-Hatchan, déjala y no insistas más. A pesar de todo lo que has hecho por nosotras, sigues siendo uno de ellos y no eres de nuestra confianza- intervenía una joven de cabellos oscuros y largos desde otra de las celdas.


-Vete a descansar, y te agradecemos que te preocupes por ella. Pero nosotras nos ocuparemos de que se coma la comida- contestaba otra joven de cabellos castaños que estaba al otro costado y encerrada también en una celda.


-Vale, de acuerdo. Ishilly, Aphelandra, cuidarla por favor- decía un poco más calmado Hatchan al ver que dejaba en buenas manos a la chica- Cuidar a Nojiko, que bastante ha sufrido desde que está encerrada en este maldito antro.


-No te preocupes y márchate- decía Ishilly para seguir convenciendo a Hatchan de que se fuera para tranquilizar a la joven entre las sombras.


-Vale, vale. Ya me marcho- respondía Hatchan mientras subía por unas escaleras hacia arriba.


-En cierto modo, él también me da pena. Tiene que lidiar con un bando que no es el suyo y se siente impotente de vernos así- decía Aphelandra mientras intentaba darle la comida a Nojiko desde los límites de sus barrotes- Ojalá todo cambie para todos.


En definitiva, aquel día y noche habían llegado ya a su fin. Pero desgraciadamente eso solo significaba el comienzo de terribles sucesos que vendrían a continuación, gracias a la aparición de semejantes personajes tanto los malévolos como los seres inocentes de esta historia.


19 de Marzo de 1918, Liverpool, Inglaterra.


Habían pasado varios días desde que tuviera lugar aquella reunión a la luz de la noche, y seguían sin tener señales de su jefe. Kaido había desaparecido totalmente, sin dejar ni una carta ni nada, ni decirle a nadie a donde iba, por lo que todos estaban un poco conmocionados. Todos menos el antiguo conde Cricket, quien aprovechó esta gran oportunidad brindada por el destino para apoderarse por completo del negocio. Se había convertido en el nuevo superior suplente en ausencia del otro, aunque jamás dejaría ese puesto. Los empleados del prostíbulo seguían trabajando arduamente para obtener beneficios del negocio. Kuro se encargaba de enseñar el arte de la sensualidad al joven Cavendish para prepararle para las actuaciones nocturnas. Mientras, Bartolomeo, Aphelandra, Ishilly y Nojiko continuaban realizando sus espectáculos para placer de los visitantes. Sin embargo, parecía que la mente perversa de Cricket había maquinado un plan de venganza ya en su mente, y estaba a punto de llevarlo a cabo, y para ello le mandó una orden a uno de sus nuevos subordinados.


Entre los pasillos estrechos, en una de las habitaciones se encontraba un joven de cabellos verdosos que intentaban descansar por las mañanas, ya que por las noches trabajaba. No obstante, cuando estaba a punto de conciliar el sueño, alguien llamó a su puerta pero antes de responder, el sujeto ya estaba en el interior de la estancia.


-Ostia Don Krieg, ¿qué horas son estas para andar molestando el sueño de la gente?- se quejaba enfurruñado Bartolomeo tras la intrusión de aquel señor.


-Cállate y no te quejes tanto Bartolomeo. Recuerda que aún te falta mucha deuda que pagar. Además, vengo para darte nuevas órdenes de parte del jefe- contestó encarando el señor Don Krieg, quien no se dejaba intimidar por mocosos.


-¿El jefe? Te refieres al perro estúpido de Cricket que ha decidido apoderarse del mando en ausencia del verdadero superior Kaido. Eso es rastrero y de cobardes- se burlaba Bartolomeo de las hazañas recientes de su nuevo superior.


-Pero sigue siendo tu jefe, idiota, y debes callarte y acatar las órdenes- le presentaba la realidad el hombre más mayor al más joven- El jefe Cricket quiere que esta misma noche realices un espectáculo un tanto especial, jajaja. Quiere que te acuestes con otra persona para deleite del público.


-No, me niego a obedecer esa orden. En mi contrato jamás especificaba que tuviera que tener sexo con otras personas. Yo simplemente debo mostrar mi potente pene a esos viájeles para satisfacerlos y punto- respondía negándose el chico de verdosos cabellos- No lo haré, díselo.


-No estás en el lugar de negarte. Eres nuestro hasta que devuelvas todo el dinero que le dimos a tu padre, entiendes. Así que cállate y prepararte para disfrutar de este espectáculo nocturno- contestaba a modo de amenaza el señor Don Krieg hacia Bartolomeo mientras se marchaba y salía por la puerta de la habitación.


Una vez se quedó solo en la estancia, Bartolomeo no pudo evitar sacar toda su furia, y de nuevo, con ese mal carácter por el que era conocido, pegó un puñetazo contra la pared, haciéndose sangre en los dedos.


-Mierda- gritó de dolor el chico mientras sentía toda su frustración corriendo por su cuerpo- Si fuera libre de esta carga…


En esa misma mañana luminosa, un joven conde de nariz puntiaguda había tenido que marcharse a trabajar. Al chico no le importaba irse a hacer faena, pero últimamente era muy diferente ese sentimiento. No era a causa de que odiará ese trabajo sino más bien porque se tenía que alejar de la persona que amaba cuando estaba pasando por malos momentos. Desde que Nami se topó con el hombre de su pasado, Usopp le había prometido protegerla pero no se le había ocurrido otra forma que no dejarle salir a la calle y dejarla encerrada en la habitación del hotel, al menos, hasta que acabarán sus negocios y pudieran regresar a Cardiff para estar seguros. Esta desesperada medida de aislamiento tenía muy tensa tanto a la chica como al joven conde, y últimamente no paraban de discutir en cuanto se veían. Por eso a pesar de que tenía trabajo y le costaba alejarse de la chica, no le venía mal algunos momentos de paz.


En estos momentos, el conde de Gales se encontraba en la nueva empresa naval surgida a raíz de los acontecimientos bélicos, y por la necesidad del país, la Nueva Galley-La Company. El mismísimo general Aokiji pidió a uno de los cabecillas del antiguo astillero londinense, el subjefe Paulie, que volviera a abrir el negocio para proporcionar los barcos necesarios para combatir para la armada inglesa. Y como el conde de Gales era una de las personas más importantes de todo el reino, se convirtió en el encargado de supervisar todos estos pedidos y todas las necesidades que tenían los habitantes del país. Al llegar al astillero, observó como el nuevo jefe Paulie se encontraba reunido con unos comerciantes y decidió acercarse a ellos.


-¡Pero que buenas ideas tiene mi rechonchito amorcito!- decía un mujer de cabellos morados mientras se abrazaba fuertemente a la panza de la personaje que tenía a su costado y supuestamente era su amante- A que estás orgulloso de tu papi, mi Hakowan.


La mujer dijo estas últimas palabras mientras cogía en sus manos a su pequeño perro de cara cuadrada, que tras escuchar lo que le decía su ama, ladró como asistiendo la afirmación.


-Gracias, mi pichonzín- contestaba orgulloso de las palabras el hombre de aspecto grueso y de abrigo de piel blanca, bastante costoso.


-Creo que voy a vomitar si continúan así. Además, usted señora no debería ir enseñando tanto de sus obscenidades- regañaba de alguna forma el jefe Paulie, de rubios cabellos y de aspecto cansado por su oficio como maestro naval, por los comentarios y por el vestido tan provocativo que portaba la dama.


-Veo, señor Paulie, que a usted no le gustan las cosas pastelosas- intervenía de repente el conde Usopp quien se metía de lleno en medio de aquella conversación- Me temo que usted está vacío de amor.


-Hace tiempo que en mi corazón no hay cavidad para el amor- respondió de forma sincera y directa Paulie como desvelando a su vez parte de los sentimientos que guardaba en su interior, y a la vez recordando el rostro de cabellos oscuros y azulados  de la única persona que había amado y que por desgracia se hallaba muerta- Bueno… no les he presentado, señor conde. Este es hombre se llama Wapol y se encuentra con su esposa Miss Universe y con su perro Hakowan. Se trata de nuestro proveedor número uno y descubridor de la gran aleación de Kairoseki y Wapometal que recubre nuestros barcos.


-Encantando, señor condechín- contestaba de una forma extraña el comerciante Wapol tras ser presentado.


-Mierda, tenía que haber aspirado más alto, y haberme casado con un conde. Sería el bragetazo del siglo- dijo por lo bajini la mujer Miss Universe sin que la escuchará su marido, pero si llegó a oídos de los otros dos jóvenes quien sonrieron falsamente hacia la mujer.


-Bueno… has sido un placer conocerles. Ahora si nos disculpan, debo hablar urgentemente con el señor Paulie- dijo Usopp manteniendo ese falso rostro hacia la extravagante pareja mientras se alejaba con el chico rubio.


Desde lo lejos se podía observar a la pareja de locos despidiéndose con las manos en alto como gente importante, o personas sacadas directamente de una película exagerada. Cuando ya estaban bastante separados de aquel esperpéntico trío, los dos caballeros se pusieron a conversar.


-Señor Paulie, he venido específicamente para asegurarme de que los pedidos de nuestra armada estén a punto y listos para su envió. Los dos sabemos la importancia que tienen- decía el joven conde Usopp mostrando un semblante mucho más serio- Sin embargo, no tengo mucho tiempo para conversar con usted ya que debo volver cuanto antes al hotel. Mi amor aguarda ansiosa mi regreso y no debo defraudarla.


-Parece que es usted un hombre afortunado, señor conde. A algunos les sonríe la fortuna mientras que otros solo caen en desgracias continuas- contestaba reflejando dolor en su expresión, el constructor Paulie- Sobre los pedidos, hace apenas unas horas han salido de puerto la flota para llegar hasta el cuartel inglés de Enies Lobby y después marcharse listos para la batalla al norte de Italia. Por eso no se preocupe.


-Gracias. Está haciendo una labor impecable, Paulie. Nada les envidia a los grandes constructores navales como el señor Tom o sus dos hijos- alagaba Usopp por la gran faena que estaba haciendo su subordinado- Ahora si me disculpa, debo regresar. Hasta más ver.


Mientras el conde de prominente napia se marchaba de aquel astillero, un joven constructor rubio se quedaba pensativo en aquel lugar donde habían mantenido la conversación. Este no pudo evitar soltar unas palabras en voz alta.


-Hubiese preferido no tener la fama y tenerlo a él- se lamentaba apenado de nuevo Paulie como si su vida estuviera repleta de desgracias.


-Jefe Paulie, ¿se encuentra usted bien? Parece distraído desde la marcha de aquel hombre importante- de la entrada del astillero llegaban dos chicos acompañados con su mascota y que estaban a punto de comenzar su turno de trabajo.


-Johnny, Yosaku, ¿qué horas son estas de llegar? Vuestro turno comenzó hace más de veinte minutos, vais con retraso. Yo estoy perfectamente pero vosotros dos poneros a trabajar ya antes de que me enfade mucho más- regañaba Paulie ejerciendo sus dotes de mandato.


Desde que el general Aokiji le había pedido que reabriera la empresa naval, en seguida pensó en que lo mejor sería contar con sus viejos trabajadores. Como pudo, reunió a unos pocos, aquellos que aún estaban sin trabajar y no habían desaparecido por la guerra, y los invitó a unirse de nuevo a su viejo oficio. Entre ellos se hallaban  los antiguos amigos y compañeros de trabajo de Zoro, Johnny y Yosaku, a los cuales el destino les había deparado una gran sorpresa que ni ellos mismos se imaginaban.


-Lo sentimos jefe, pero nuestra perrita Sû se puso enferma y la tuvimos que llevar con el veterinario Breed para que la examinara, y… se nos pasó el tiempo- respondía afligido por la regañina Yosaku- No volverá a ocurrir jefe, solo estábamos preocupados por nuestra pequeña.


-Dios, chicos. ¿Por qué vosotros dos también sucumbisteis al amor? Jamás pensé veros enamorados y con una perrita que es como vuestro bebe- decía un poco asqueado Paulie- He tenido suficientes cosas empalagosas para el resto del día.


-Bueno, la verdad es que la primera vez fue extraña… hacía frío y nos metimos los dos en la misma cama para entrar en calor y una cosa llevó a la otra y acabamos hacien…- Johnny estaba a punto de desvelar detalles muy vergonzosos de sus vidas privadas pero fue detenido por la mano de Yosaku que le tapaba fuertemente la boca.


-Lo que Johnny quiere decir es que tuvimos un gran maestro que nos enseñó que el amor no entiende de prejuicios ni de límites- respondía Yosaku por su pareja, a la vez que ambos rememoraban en sus memorias la figura de su amigo peliverde y una sonrisa triste se posaba en sus rostros.


-Venga, dejar de lloriqueos y a trabajar. Marchaos a ayudar a Peeply Lulu y Talistone que aún tenemos mucha faena- dirigía con perseverancia y orden Paulie a sus subordinados- Tenemos una Nueva Galley-La Company que impulsar.


-Sí, jefe- contestaron los dos al unísono y más tarde si pusieron manos a la obra para convertirse todos en los mejores carpinteros de barcos del mundo.


Parecía que aquellos hombres iban a estar un tiempo ocupados, al menos hasta que finalizará la fatídica guerra. El conde Usopp ya se había marchado de aquel lugar en dirección hacia donde estaba su pareja recluida, pero un mal presagio se palpaba en el ambiente. Una calamidad se cernía sobre la mujer de anaranjados cabellos. Una mujer que se había impacientado y cansada de estar todo el santo día encerrada en aquella habitación, había decidido salir un rato a la calle, aunque desobedeciera las órdenes de su amado. Total, que podría pasar por un rato de aire fresco. No obstante, la suerte no estaba de su parte aquel día.


Mientras iba caminando por aquellas desconocidas vías, un gruñido de su estómago la detuvo por unos instantes. Debido a que llevaba tiempo sin salir fuera y la gran caminata que había realizado, la chica se había olvidado completamente de comer y ahora tenía hambre. Miró a su alrededor, y para su fortuna, se hallaba en el mercado de la ciudad, y se acercó a un puesto de fruta que parecía recién cortada del árbol. El puestecillo se llamaba Frutas y Verduras “El Cofre” y lo llevaban dos mini hombrecillos pequeños.


-Perdone, ¿me podría dar una manzana?- dijo Nami al acercarse al comercio y dirigirse hacia el hombre bajito.


-Claro, jovencita, y no me debes nada- le pasaba la manzana el hombre mayor de pelo a lo afro, y de baja estatura pero con una pronunciada barba- Tenga cuidado. Ya sabe lo que dicen de las manzanas, que algunas salen envenenadas.


-Gracias…- Nami se quedó un tanto desorientado y asustado por el mal augurio que le había presagiado aquel hombre.


-Gaimon, no asustes a las chicas inocentes con tus falsas historias- regañaba enfadada la mujer de baja estatura, de pelo largo rubio y que al parecer era la esposa del vendedor de fruta Gaimon- Y deja de mirarle los pechos a la muchacha y atiende la tienda.


-Sí, Sarfunkel…- contestaba asintiendo pero refunfuñando por lo bajini el marido de la mujer.


Nami se limitó a sonreír aquella extraña situación y cuando pudo, se marchó de aquel lugar dejando a aquella pareja discutir de sus problemas. En cierto modo pensó si dentro de unos años, Usopp y ella serían así, si seguirían discutiendo pero juntos. Al llegar a esta conclusión, las mejillas de la chica se sonrojaron. Como iba perdida en sus pensamientos, no se había fijado que la noche había caído ya y que estaba por unas calles, un tanto variopintas, que no conocía.


De repente, la joven apareció en una larga calle solitaria sin ninguna alma cerca. Un temblor recorrió su cuerpo, y por primera vez tuvo miedo y pensó que no había sido buena idea haber salido del hotel. Cuando estaba a punto de darse la vuelta para deshacer sus pasos e intentar encontrar el camino de vuelta, una sombra se asomó a lo lejos de la calle. Un sombra de afiladas fauces que se acercaba a Nami.


Mientras, en el Prostíbulo Las Mil Bestias, la noche ya había comenzado tanto para clientes como para trabajadores. Cada uno ya estaba en su sitio esperando que iniciará el espectáculo lujurioso que les complaciera. Pero, aquella noche Bartolomeo parecía que no estaba de buen humor ya que le habían encargado un número especial que no le agradaba del todo. Refunfuñando, el chico de verdosos cabellos fue encaminado por Don Krieg a una sala más especial, mucho más grande y con un mayor número de cabinas para aumentar el número de observadores. Allí, justo antes de entrar, Bartolomeo respiró y se dejó llevar por primera vez en su vida, ya que se temía que aquello, de una forma u otra no le iba a gustar.


Pero al traspasar la puerta, se llevó una grata sorpresa. Sobre la cama bien acomodada, se hallaba una figura de espaldas y con unos cabellos dorados como los rayos del sol, o al menos, eso pensó Bartolomeo al verla. Era un ser esbelto, con un contorno precioso el cual se podía observar completo ya que estaba desnudo en su totalidad. No era solo bellos, era más que eso, era hermoso a más no poder más. Cuando la noche parecía un fiasco para el chico de verdosos cabellos, al final resultaría ser un lindo encuentro. Lentamente, Bartolomeo se quitó la bata blanca que portaba y se quedó en cueros,  a espaldas de la otra persona. Con paso suave pero firme, se aproximó a la cama, se subió sobre ella y aunque lo notará, en ese día no le importaba las miradas de viejos verdes que había tras el cristal. Pero cuando fue a voltear a aquella preciosidad, el chico de verdosos cabellos en forma de cresta se llevó de nuevo un mal asombro.


-¡Eres un hombre…!- decía Bartolomeo al conocer la verdadera identidad del joven que se hallaba sobre la mesa.


-Siento no ser de tu gusta, gallo musculitos- le contestaba el chico rubio al otro con una mala expresión.


-No… es que yo pensaba que eras…- por unos minutos Bartolomeo había odiado aquella situación, sin embargo no era así.


Frente a él, estaba un cuerpo verdaderamente hermoso, y ya no le importaba que fuera un hombre o una mujer, porque deseaba con todas sus fuerzas hacer solo suyo a aquella preciosidad.


-Buenoo… eso ahora ya no importa. Me llamo Bartolomeo, ¿cuál es tu nombre?- preguntaba el chico de cresta un poco nervioso.


-Soy Cavendish. Pero… ¿no crees que deberíamos empezar? La gente se puede impacientar y eso sería malo para el negocio- decía Cavendish de nuevo con un semblante serio que no le pegaba con su hermoso rostro.


-Claro, claro…-pero antes de acabar de decir aquella frase, Bartolomeo había sido pillado por sorpresa cuando Cavendish había comenzado a lamerle sus partes íntimas- Espera…espera… eso no es necesar…


Sin embargo el chico fue callado por una intensa mirada que salió de los ojos del rubio. Además, como si fuera un adolescente, la excitación del de verdosos cabellos ya se notaba en gran medida. Cavendish comenzó lamiendo lentamente el exterior del pene del chico, como si quisiera que se terminará de colocar en todo su esplendor, es decir, en todo su tamaño. Bartolomeo solo podía estar quieto y ayudar con la mano a guiar los movimientos sensuales de su compañero rubio. Cuando el pene ya estaba totalmente erecto, el joven marqués decidió introducírselo de lleno en su boca sin previo aviso. Su compañero sexual no pudo evitar un gemido por esta sensual forma de excitarle, y provocó cierta risa en el chico que estaba realizando la faena.


Cavendish metía y sacaba el pene del chico de cresta de su boca, dejando un camino de saliva que los conectaba a ambos. De vez en cuando se detenía en la punta del miembro, como si hubiese encontrado un lugar en el cual era débil Bartolomeo, y lo excitaba más. Era como si Cavendish tuviera un preciado juguete en sus manos del cual aún no estaba saciado por completo. La verdad y aunque quisieran negarlo, eso les estaba excitando a ambos, y pronto asomó erecto el miembro viril del rubio. Bartolomeo dejo de no hacer nada, y se puso a mover y manosear el pene del otro chico. Ambos gemían y sollozaban mientras continuaban con sus arduos movimientos que a más de un viájeles le estaban provocando un infarto de placer.


Llegó incluso el momento en que una pequeña cantidad de semen salió de dentro de Bartolomeo, siendo tragado instintivamente por Cavendish y sin que el resto de personas lo llegaran a notar. Era como si quisieran guardar ciertas cosas más en su intimidad, que a pesar de estar dando un espectáculo, lo disfrutaran como si fuera de verdad. Pero también llegó el turno de cambiar los papeles. Cavendish se recostaba boca abajo y del revés sobre Bartolomeo y le seguía lamiendo el pene al chico. Mientras, la boca del chico gallo llegaba perfectamente a satisfacer el miembro del rubio, y eso hizo. Durante unos minutos, ambos estaban totalmente en la faena, absortos del resto de personas a su alrededor, como si realmente estuvieran teniendo sexo con la persona que aman. Pero cuando parecía que le s invadía la fuerza del placer y el amor, el joven marqués rubio levantó la mirada y fijó la vista en el cristal que tenía delante de él ya se quedó perplejo al descubrir la identidad de la persona que se hallaba en su interior.


-¡¿Tío Cricket?!- dijo Cavendish mientras Bartolomeo seguía chupando insaciablemente el pene de su compañero.


Desde le cristal, el antiguo conde de Liverpool saludo de forma burlona a su sobrino quien no le quitaba los ojos de encima. De repente, Cavendish comenzó a sentirse inquieto, confuso, desorientado y muy asqueado. Jamás habría pensado encontrarse con su tío en un lugar así. Los nervios comenzaban a intranquilizarle al recordar las maldades que su tío Cricket realizó mientras era conde de la ciudad. Esos nervios le impidieron seguir con lo que estaba haciendo y súbitamente se levantó  de encima de su compañero y se quedó sentado en la cama con las manos sobre la cabeza.


De nuevo por las calles de la ciudad de Liverpool, una chica corría descontrolado y sin mirar atrás, intentando huir de su peor calamidad. Corría y corría por las solitarias callejuelas de aquel barrio que desconocía. En ningún momento pensó en detenerse o algo así. Sabía perfectamente la maldad que venía detrás de ella y eso le daba fuerzas y se convertía en su aliciente para huir. A escasos cien metros de ella, un hombre de amplias fauces y cabellos azulados corría tras ella convirtiéndose en su perseguidor en mitad de aquella silenciosa noche.


Como se hallaban en la oscuridad de la noche, y parecía que aquellas calles carecían de iluminación, la chica de anaranjados cabellos no vio el desnivel en el suelo, y al girar una calle se tropezó y cayó sobre este, con una pequeña herida en la pierna que le impediría correr con la misma rapidez que antes.


-Mierda…- se dijo a si misma Nami mientras se ayudaba de la pared para levantarse y sin recuperar el aliento, continuó su huida por aquellas calles.


Quedaban escasos veinte metros para que el perseguidor alcanzará a su presa.


En el prostíbulo, Cavendish seguía afligido por aquel encuentro desastroso. Bartolomeo se acercó a él para ver que le ocurría.


-¿Estás bien? Si no te encuentras bien podemos descansar un rato- decía tiernamente al oído del chico Bartolomeo aunque no recibía respuesta por parte del otro- Siento si esta situación no te gusta. A mí tampoco… bueno… no me refiero a que tu no me gustes, sino que preferiría hacer esto en otro lugar más privado… pero tampoco es que te quiera… eres hermoso y…


Bartolomeo había cavado su propia tumba al revelar aquellos sentimientos que había sentido mientras ambos se tocaban. Cada vez que hablaba, lo empeoraba más y ponía más al descubierto su interior. Pero a pesar de todo, Cavendish no reaccionaba y seguía escondiéndose de él y de todos.


Bartolomeo miró al frente, y justo en el cristal que estaba frente a él se hallaba su jefe Cricket que le hizo un terrible gesto con las manos. Este se pasó un dedo por su cuello como si indicará que los iba a matar. En seguida, Bartolomeo comprendió el mensaje y aunque no le gustará lo que iba a hacer, sería mucho peor si no lo hiciera, para ambos. Sin responderle, Bartolomeo cogió a la fuerza a Cavendish y lo tiró de nuevo sobre la cama. Expulsó un poco de saliva de su boca  a su mano y la pasó por la estrecha entrada del rubio.


-Lo siento mucho…- miró apenado Bartolomeo a Cavendish por lo que estaba a punto de hacer, mientras el rubio le miraba con miedo y de forma confusa.


El chico de verdosos cabellos cogió su pene, lo estimuló un poco para que se pusiera erecto y lo aproximó al ano del rubio. Sabía que le iba a doler ya que ni siquiera le había dado tiempo a agrandar su agujero con sus dedos, pero no tenía alternativa, según las amenazas de su superior. Bartolomeo metió su pene en el interior de Cavendish mientras el otro expulsaba un gemido de dolor y le miraba con furia por lo que estaba haciendo. Espero unos segundos a que se acostumbrará y cuando parecía que al menos el dolor era mucho menor, comenzó a moverse. Primero de forma lenta y más sensual para intentar calmar los nervios y la furia de su compañero por haberlo arremetido así, sin previo aviso, como casi si lo estuviera haciendo sin su consentimiento. Pero más tarde, la excitación que sentía el de verdes cabellos se apoderó de él y aumentó la intensidad de sus estocadas. Siempre estaba muy pendiente por si le dolía mucho a su acompañante, pero aun así no podía evitar seguir. Gemidos y sollozos salían expulsados por Cavendish e incluso se dibujó en sus ojos un atisbo de lágrimas que reconcomió de culpa a Bartolomeo.  Desde detrás del cristal, Cricket disfrutaba excitado del espectáculo que le estaba brindando su hermoso sobrino.


Nami seguía corriendo como podía por aquellas oscuras calles. De vez en cuando se resentía del raspón que tenía en la pierna, causado por su caída pero eso no la impedía seguir. Sin embargo, el hombre había acortado bastante la distancia entre los dos y para desgracia de la mujer, estaba muy cerca. Para colmo, la chica se metió por un callejón sin salida y  no tenía tiempo de dar la vuelta. Nami se sentía atrapada, y no iba a poder huir de su opresor. Espero unos segundos y por la entrada del callejón asomó el hombre cubierto por las sombras de la noche, pero con sus dientes prominentes reflejados por la luz de la luna.


-Ya eres mía, gatita- dijo el hombre ansioso de tener a su presa en sus manos.


Bartolomeo y Cavendish estaban a punto de llegar a su límite. Los dos estaban muy excitados, a pesar del gran enfado y resentimiento que el rubio sentía hacia el otro. Los movimientos del chico gallo se aceleraban gradualmente cada vez que se acercaban más al clímax. No podían aguantarlo más. Sus gemidos y sollozos, su sudor que empapaba sus cuerpos, sus miembros completamente erectos y sus miradas compenetradas ansiaban poder venirse hasta el final. Y llegó el momento. Los dos se vinieron a la vez y con gran intensidad provocando fuertes gritos mientras expulsaban su semen sobre el otro. Bartolomeo cayó rendido sobre el cuerpo sudado de Cavendish mientras sacaba de su interior su miembro y a su vez salía una gran cantidad de semen. Pero aún con todo el placer que ambos habían sentido, ninguno de los dos se olvidaba de que había sido un mal acto, casi una violación justificada solamente para salvar sus vidas.


-Lo siento…- dijo muy arrepentido Bartolomeo mientras miraba fijamente a Cavendish y acercaba sus labios para fundirse en un apasionado beso que explicará los sentimientos de arrepentimiento y dolor que Bartolomeo sentía por lo que acababa de hacer.


Y parecía que esos sentimientos habían sido entendidos. Cavendish no pudo evitar soltar unas lágrimas de dolor por lo desgraciados que eran ambos al encontrarse en una situación tan penosa y sin posibilidad de amarse. Pero cuando ambos estaban acostados juntos sobre la cama, dos personas entraron a la habitación.


El hombre perseguidor cuya identidad era Arlong, el hombre que atormentaba el pasado de la joven de anaranjados cabellos y el cual asesinó a su madre y capturó a su hermana mayor, golpeó a la chica y está cayó al suelo completamente desmayada. La vez anterior que Nami tuvo que luchar contra aquellos dos aliados, la harpía Monet y el capitán traidor Vergo, había sacado fuerzas para luchar por su amigo Sanji y por la intervención de Usopp. Pero esta vez estaba sola y no había podido hacer nada contra su peor pesadilla. Tras capturarla, Arlong se llevó a la mujer en brazos hasta su local tal y como le habían ordenado.


Los dos hombres que habían entrado a la fuerza a la habitación donde se hallaban el chico gallo y el marqués de Liverpool eran Kuro y Don Krieg. Estos los pillaron desprevenidos y los apresaron ya que habían recibido órdenes de su jefe Cricket de capturarlos y llevarlos hasta las celdas del sótano debido a comportamiento desobediente, a pesar de ser todo calumnias.


En esa misma noche, en una de las celdas del sótano estaban encerrados juntos Cavendish y Bartolomeo, quienes habían sido dormidos con una droga para que no causaran problemas y para que el traslado a aquel calabozo fuera tranquilo. A su lado, estaban encarceladas las jóvenes Aphelandra e Ishilly que trabajaban como putas en el prostíbulo y que habían tenido la misma mala suerte que estos. Y por último, en la celda restante estaba de inquilina una chica de azulados cabellos llamada Nojiko y a la cual le habían entregado un horrible presente recientemente ya que ya no se encontraba sola en la celda. Una chica de pelos naranjas y tatuaje azul en su brazo había sido apresada junto a ella, y para horror de Nojiko, la conocía muy bien.


Al cabo de unos pocos minutos, la joven Nami despertó del desvanecimiento que habñia tenido en la calle a causa del golpe recibido. Al abrir sus ojos, se quedó perpleja, sin decir nada ni mover un solo dedo. Delante de ella se hallaba una mujer, unos años más mayor que ella y con las mismas características de una persona muy cercana a Nami y que hacía tiempo había perdido pensando que estaba muerta.


-Nojiko, ¿eres tú?- preguntaba con la voz temblorosa la joven cabaretera mientras ansiaba una respuesta por parte de la otra chica.


-Sí, Nami- respondió sincera Nojiko y más tarde las dos se fundieron en un fuerte abrazo seguido de unas intensas lágrimas que se desbordaban por sus ojos.


-Nojiko pero si es tu hermana pequeña que hace mucho tiempo que no la ves. Qué alegría- intervenía Ishilly metiéndose en una conversación que no le llamaba.


-Debes estar feliz, Nojiko. Te has reunido con tu familia- decía también Aphelandra uniéndose a aquella charla familiar.


-Siento felicidad de saber que mi hermana está bien, pero… en que desgracia has caído Nami para estar en un lugar así- decía dolida la hermana mayor por la situación tan mala en la que se hallaban.


-Me topé con Arlong por la ciudad hace unos días…y temó que caí en su punto de mira y ahora estoy aquí, pero no sé dónde estamos- contestaba Nami cara a su reencontrada hermana- Si… si hubiese sabido que estabas viva, habría movido cielo y tierra para recuperarte, Nojiko. Pero… yo escuché aquellos disparos y pensé que tú estabas muerta.


-Eso ahora ya no importa. Lo importante es que ambas estemos vivas y que tenemos que aunar fuerzas para escapar. Ahora ya tengo un aliciente para seguir viviendo- respondía la hermana mayor con un motivo para luchar.


-No os preocupéis chicas. Estoy segura que no tardaremos en salir de aquí. Tengo a alguien que estará buscándome como loco y no descansará hasta hallarme y poner en libertad- decía Nami pensando en su preciado conde que deseaba tenerlo en ese momento junto a ella.


-Eso espero…- respondió Nojiko quien no las tenía todas consigo sobre ese supuesto salvador ya que llevaba mucho tiempo presa y conocía de primera mano los actos atroces que podían llegar a cometer sus opresores.


Durante la oscura noche, las dos hermanas estuvieron largo rato poniéndose al día sobre sus vidas y sobre los motivos por los cuales estaban allí encerradas. En seguida, Nami entendió como Arlong había apresado a su hermana desde pequeña y lo odiaba aún más. Mientras conversaban, desde lo alto de la escalera, un hombre de rosado aspecto y pelos puntiagudos a lo estrella de mar, las escuchaba embobado. En realidad sentía mucha vitalidad en aquellas chicas a pesar de estar presas, y eso le dolía en el fondo del corazón a aquel hombre.


-En que me he convertido, general Tiger… ¿Por qué desde tu muerte no he sabido encaminar bien mi vida y he acabado realizando acciones malvadas contra otras personas?- se echaba la culpa aquel hombre de pelo pincho- Se acabó el tiempo de estar parado. Pienso actuar contra esta injusticia como tú nos enseñaste, general, y redimirme de mis pecados.


En aquella extensa noche, un hombre había realizado una promesa que sin duda cambiaría el destino de todas aquellas personas que se encontraban sin libertad.


20 de Marzo de 1918, Liverpool, Inglaterra.


Pier Head, el palacio real de la familia del conde de Liverpool se situaba en la zona portuaria de la ciudad debido a la gran importancia del comercio marítimo para el auge de esta. No solo destacaba por encontrarse cercano al mar, sino también por su arquitectura moderna para la época y por la gran cantidad de vistas preciosas que tenía orientadas hacia el océano Atlántico. De gran tamaño, construido con buenos materiales como ladrillo y cemento, se alzaba destacándose entre el resto de edificios cercanos al puerto.


Hoy era un día un tanto especial. La gente de palacio se encontraba muy revuelta desde la desaparición del joven marqués Cavendish y la negación de búsqueda por parte del conde Hawkins. Incluso su ama de llaves Kyuin, la señora que había criado a los tres jóvenes príncipes desde su nacimiento, se hallaba muy alterada por la desaparición de uno de ellos. Pero algo parece que le alegró el día al ver que llegaba un chico montado sobre un animal a los jardines de palacio.


-Señorito Duval, señorito Duval, por fin ha regresado de su viaje para ver mundo- decía como loca y emocionada la señora Kyuin de grueso tamaño y que prácticamente se abalanzó al muchacho si no fuera porque la detuvo el miedo que tenía a ese tremendo animal.


-Kyuin, cuanto tiempo sin verla. Me alegra de verla bien, y con buena salud- contestó el otro marqués de Liverpool, el joven Duval también de hermoso aspecto, rubio cabello y gran carisma con todo el mundo- A que la señora Kyuin es beauty, Motobaro.


Duval y su mascota intentaron hacer un guiño a la ama de llaves, pero simplemente quedó en intento. En lugar de un guiño les salió una expresión que de verdad aterró a la pobre mujer.


-Señorito Duval, tenemos serios problemas. Debe ir a hablar cuanto antes con su hermano mayor y hacerlo entrar en razón- pedía ayuda la criada al príncipe.


-¿Qué ocurre? ¿Ha pasado algo malo en mi ausencia?- preguntaba preocupado Duval por lo que le pudieran responder.


-Su hermano pequeño, el señorito Cavendish ha desaparecido y su hermano, el conde, se niega a ir en su búsqueda- revelaba la información la mujer- Por favor, trate de convencer al conde para que cambie de opinión.


-Eso haré, y no se preocupe, yo me encargó de velar por mis hermanos- contestaba con una sonrisa Duval pero no le terminaba de salir bien, será que lo suyo no son las expresiones- Pero debo pedirle un favor. Dele de comer a Motobaro, está hambriento por el viaje.


El marqués Duval se marchó hacia el interior de palacio. A las afueras, la señora Kyuin miró de reojo al animal y puso un rostro de pánico solo de pensar que tenía que atender a aquel semejante mulo. Ya en el interior, el marqués traspasaba los pasillos con determinación mientras dejaba a su paso numerosos golpes de puertas abiertas y de pasos ruidosos que alertaban de su llegada. En cuestión de minutos, llegó hasta el despacho de su hermano y se adentró a él sin llamar. Allí se encontraban el conde Hawkins y su fiel consejero Apoo.


-Ya llegó el alborotador de la familia- dijo resignado y como si fuera su saludo el conde de Liverpool al ver que se encontraba su hermano menor delante de él.


-Buenos días, marqués Duval. Es un placer verlo de nuevo en su hogar, sano y salvo. En seguida les diré a las cocineras que preparen un buen manjar de cenar para celebrar su regreso- saludaba también el consejero y fiel siervo Apoo a su viejo amigo recién llegado.


-Hermano, ¿qué es eso de que no deseas ir en busca de nuestro hermano menor? Es parte de nuestras familia, y es nuestro deber velar por su seguridad- se encaraba Duval contra su hermano mayor, sin andarse con remilgos.


-Nuestro hermano menor es un necio y un obsceno que no mira por el bien de nuestra familia ni del pueblo. Cometió graves ofensas contra las normas impuestas por nuestra honrada familia y se marchó de su casa por propia voluntad. No tengo porqué buscarle y llorarle para que vuelva. Ya es mayorcito para cuidarse solo, y si no, que se lo hubiera pensado mejor antes de actuar impulsivamente- contestaba cabreado Basil Hawkins al recordar las injurias cometidas por su hermano menor- Además, seguro que está en los brazos de ese pervertido de Gardoa.


-Se equivoca, mi señor. Yo mismo en persona le pregunté al soldado Gardoa sobre el paradero de su hermano y este no sabía nada- revelaba Apoo quien si de verdad estaba preocupado por la situación del hermano menor de la familia.


-Pues que se apañe. Ya regresará por su propio pie cuando se canse de jugar o cuando se dé cuenta que lo suyo no es una vida pobre, sin caprichos- volvió a soltar pestes el conde sobre su hermano menor.


-¡¡¡Eres un estúpido, hermano!!! Con esos pensamientos no sirve como un buen conde para la ciudad y sus ciudadanos ¿Qué pensaría nuestro padre sobre esta decisión? El deseaba una familia unida sobre todo después de que madre muriera- respondía duramente Duval para que su hermano se diera cuenta de que estaba obrando mal- El deber principal de un conde es velar por sus ciudadanos. Pero ¿qué conde serías si ni siquiera te preocupas de tu propio hermano y su bienestar? Debes aprender a vivir y a fruncir menos el ceño. Así verás un mundo mucho más maravilloso y beauty.


Basil Hawkins ni se podía creer aquellas reveladoras palabras que su hermano menor le estaba mostrando. Mientras, Apoo no pudo evitar cierta sonrisa al ver la lección de vida que le habían mostrado a su todavía inexperto conde. Con esto, estaba convencido que su conde se convertiría en una persona mejor y eso le enorgullecía, sobre todo por el amor que profesaba hacia él.


-Está bien…-contestaba resignado el conde Hawkins tras ser derrotado por la insistencia y la amabilidad de su hermano- Saldremos está misma tarde en su búsqueda. Ahora tengo cosas que acabar.


-¡No! Partiremos ahora mismo y no se hable más- ordenaba Duval a su hermano el conde quien estaba sorprendido de esa actitud adulta que mostraba su hermano menor.


-Está bien, está bien…- el conde dejó su faena y se encaminó hacia la puerta para partir en busca de su hermano pequeño.


A la vez que se alejaba, una pequeña carcajada se escuchó por detrás suyo, se giró y observó cómo provenía de su fiel consejero. Sin dudarlo, le mandó una mirada fulminante que quedó grabada en la mente de Apoo. Aquellos tres chicos salieron de palacio para hallar a su hermano desaparecido, y largas horas les quedaba antes de encontrar alguna pista sobre él o su paradero.


La luz del atardecer había iluminado la oscuridad de las sombras de los calabazos en los que se hallaban. Las hermanas recién encontradas se habían pasado prácticamente la noche en vela hablando sobre sus vidas, y las otras dos amigas, un tanto cotillas habían prestado atención a la conversación. Por tanto, ahora las mujeres se encontraban dormidas y acurrucadas en aquellas estrechas estancias. Sin embargo, los ojos de un joven marqués comenzaban a abrirse después de haber estado durmiendo toda la noche de un tirón. Mientras, un chico peliverde observaba los matices preciosos de su compañero mientras se abría paso a un nuevo día.


-Buenos días…- dijo un poco asustado y apenado por los últimos acontecimientos el joven de cresta cara a su acompañante quien le regaló una media sonrisa que ruborizó al joven- Siento lo que ocurrió ayer… por mi culpa te pusiste nerviosos y asustado, y ahora seguro que no quieres verme la cara. Pero… si no hubiese seguido mi jefe nos mataría… y mi vida da igual pero la tuya es muy valiosa, al menos para mí.


De nuevo, un agradecido Cavendish demostró sus sentimientos con una bella sonrisa que alteró al otro muchacho y que en cierto modo, le proporciona calidez y seguridad hacia a él y no desprecio, como Bartolomeo se esperaba.


-No es culpa tuya, Bartolomeo. Entiendo que te sobrepasaste y eso estuvo mal, pero tenías una razón y en ella estaba el bienestar de ambos y eso te lo agradezco…- respondió de forma tierna el marqués rubio- Me puse tenso al ver a una persona que conozco y con la que mi familia y yo hemos tenido grandes problemas, mi tío Cricket.


-¡¡¡¿El jefe Cricket es tu tío?!!! Esa mala pécora capaz de vender al diablo a su más allegado para satisfacer sus necesidades. Ahora entiendo el calvario por el que tuvisteis que pasar, tu familia y tú- por fin Bartolomeo entienda algo mejor los sentimientos de dolor que mostraba su acompañante rubio.


-Con que ese malnacido es el jefe de este vil antro. Si te soy sincero, no me extraña. Siempre estuvo rodeado de la gente más malvada de la ciudad. Pero eso se le revocó el título de conde regente mientras mi hermano mayor cumplía la mayoría de edad- el rubio explicaba brevemente la historia de su tío- Seguro que ahora que me tiene en sus manos, deseará venganza contra mí y los mis. Aunque eso no debería importarme ya, he decidido repudiar de toda mi familia. Si ellos no desean entenderme, no tengo porqué entenderlos yo.


-Espera, espera, ¿me estás diciendo que tu tío, el jefe Cricket, fue el antiguo conde de la ciudad de Liverpool? ¿De qué familia provienes tú?- preguntaba Bartolomeo muy intrigado y ansioso por averiguar la verdad sobre la persona por la que comenzaba a sentir cosas extrañas en su interior- Por favor, explícame tu historia ahora mismo y no me dejes con más dudas.


-Si, por favor- decía Aphelandra mientras intervenía en la conversación.


De repente, ambos jóvenes se giraron en sus celdas y vieron como las cuatro chicas que parecían que estaban durmiendo se encontraban escuchando íntegramente la conversación entre ellos. Como si de una panda de cotillas se tratara, las jóvenes Nami, Nojiko, Aphelandra e Ishilly se colocaron cercanas a las rejas de sus calabozos y agarrando con las manos los barrotes para esperar a escuchar la historia.


-Vale, está bien- dijo un tanto con risa el joven Cavendish quien no le importaba tener público y comenzó a narrar su vida- Soy de la clase más alta de la nobleza de la ciudad. Exactamente el marqués de Liverpool, el tercer hijo del fallecido conde Montblanc Noland.


-Que el magnífico conde Montblanc Nolan descanse en paz- contestaron todos al mismo tiempo a modo de bendición hacia aquella persona que parecía que veneraban en cantidad. Todos menos Nami y Nojiko quienes no conocían a aquella gran persona.


-Como ya sabéis, mi padre, Montblanc Noland, fue un gran hombre que impidió la guerra civil contra el Reino de Livneel salvando numerosas vidas con el acuerdo con aquel rey. Pero, desgraciadamente una enfermedad incurable y que surgió de la nada, se lo llevo. Mis hermanos y yo aún éramos menores de edad para convertirnos en el sucesor de nuestro padre, por eso, nuestro tío Cricket se convirtió en el conde regente durante un año hasta que mi hermano mayor Hawkins tuviera los dieciocho. El problema vino con el mandato de mi tío. Sus despreocupaciones por el estado del pueblo y sus gastos en sus caprichos le convirtieron en un tirano horrible. La gente del pueblo cayó en desgracia y pasaron por muchas penurias, entre ellas, una epidemia de peste que se llevó a gran parte de la población ciudadana. Y a mi tío no se le ocurrió otra cosa que abandonar a su pueblo, no comprarles medicinas para su cura y encerrarse en el palacio para no contagiarse.


-Mi hermana Sweet Pea murió en un hospital a causa de esa horrible enfermedad- recordó Aphelandra un pasaje triste de su vida.


-Lo sentimos mucho. Muchas vidas se perdieron por esa mala gestión de mi tío y nosotros tres, los herederos, no supimos llegar a tiempo de detener esta catástrofe. Cuando miles de vidas perecieron, los tres hijos de Noland nos unimos para derrocar el gobierno opresor de mi tío Cricket y le quitamos todos sus derechos y bienes económicos. Por eso busca venganza contra nosotros. El resto de la historia ya la conocéis. Mi hermano mayor Hawkins se convirtió en el actual conde, y de parte del condado se repartieron numerosas medicinas para erradicar la epidemia de peste. Parece que una época de paz venía para nuestra ciudad si no hubiese surgido esta maldita guerra mundial. Pero eso es otra historia. Además…- Cavendish dudó por unos instantes si debía seguir contando o no, ya que el resto de historia era mucho más personal- Además, ahora la relación con mi hermano mayor está muy tensa y por eso escapé de casa. Aunque con grandes engaños, acabé en un lugar así. Si al menos él me diera esa libertad para ser quien soy en realidad, si al menos se diera cuenta de la persona que es y a quien de verdad ama, las cosas cambiarían a mejor.


-Es una vida triste y solitaria, una dura lucha, Cavendish. Pero me recuerda a las duras batallas que he librado yo mismo para sobrevivir- contestó Bartolomeo y justo cuando iba a contar su pasado alguien le detuvo.


-¿A ti quien te ha pedido que cuentes tu historia? No estamos aquí para pasar el tiempo como una charla entre amigas. Además, tú no eres nadie importante- respondía Nami un tanto maleducada pero picando de manera perversa al chico, cosa que le gustaba.


-Nami, no seas impertinente- le recriminó su hermana Nojiko por aquel mala actitud.


-A mí sí me interesa saber más de ti…- dijo un tanto colorado Cavendish quien tenía gran curiosidad por escuchar la historia del chico que no se podía quitar de la mente.


Las jóvenes chicas en seguida notaron ese rubor en las mejillas del marqués y entendieron perfectamente cómo se sentía hacia el peliverde. Sin embargo, Bartolomeo quien no lo había pillado, se mantenía un tanto nervioso por aquella muestra de interés que el rubio había realizado hacia él.


-Entonces la contaré. Yo vivía feliz de pequeño, con mis dos padres, Calgara y Herb en un pequeño pueblo llamado Jaya, muy cercano a la ciudad de Liverpool. Un fatídico día, mi madre contrajo esa maldita enfermedad de la que habláis antes, la peste. El amor que mi padre profesaba hacia mi madre Herd, le impulsó a moverse por todos los sitios en busca de una medicina, pero tras hallarla, el coste de esta era inmenso. Le pidió ayuda económica a unos desgraciados señores que conocéis muy bien, los empleados de este local, y estos aceptaron a cambio de contraer una gran deuda. Cuando mi padre regresaba feliz a nuestro hogar con la cura, halló a mi madre muerta quien desgraciadamente no había podido luchar contra la enfermedad. El muy desgraciado y cobarde no tuvo valor para seguir viviendo y sin importarle la vida de su hijo pequeño, se suicidó. Para colmo, yo tuve que hacerme cargo de la deuda de mi padre, y así fue como comencé a trabajar en este asqueroso antro hasta hoy. Mi propia familia me privó de mi libertad.


En ese mismo momento, cuando Bartolomeo acabó de narrar su historia, el chico rubio pensó en su mente que le ocurría exactamente igual que a él, y por primera vez sintió un lazo fuerte que los unía y que nada ni nadie les separarían el resto de sus vidas. De forma impulsiva, para agradecer que haya narrado su penurias, Cavendish se acercó a Bartolomeo y le dio un fuerte abrazo, mientras el resto de chicas observaban atentamente, encantadas por aquella situación tan tierna, tanto que incluso alguna de ellas se atrevió a hacer algún que otro silbido de cuando ocurren esas situaciones amorosas. Estaba claro que se trataba de la chica de pelos naranjas.


-Bueno eso es agua pasada… ahora lo importante escomo salir de aquí. Me temo que nuestras posibilidades son pocas, pero me niego a quedarme en esta celda pudriéndome el resto de mis días-  se decía Bartolomeo a sí mismo a modo de juramento mientras animaba al resto a hacer lo mismo.


-El hombre gallo tiene razón, ahora que he encontrado a mi hermana mayor y conozco todas las adversidades por las que ha tenido que pasar sola, debo luchar por otorgarle esa libertad que tanto se merece- contestó animada Nami tras escuchar las palabras del chico de verdes cabellos- Te lo mereces,  Nojiko.


-Nami…- contestaba agradecida la hermana mayor por aquellas preciosas palabras de ánimo que le había demostrado su hermana pequeña.


-¿Por qué todos os empeñáis en llamarme hombre gallo? Es una cresta puntiaguda sobre un pelo de color verde. No se parece en nada a una cresta de gallo- preguntaba Bartolomeo cansado de escuchar aquel apodo que varios de los allí presentes le habían puesto. Pero su pregunta lo único que provocó fue unas risas a todos, incluyendo a su tan observado rubio, pensando Bartolomeo que quería atesorar aquella sonrisa tan perfecta y hermosa que mostraba- Vale… está bien… debemos comenzar a elaborar un plan de huida entre todos.


-Jajaja, debo informaros que no os será tan fácil escaparos de este lugar. Desgraciadamente la vida es dura, aunque creas que estás superando un mal momento, siempre llegará algo o alguien que te arrebate esa felicidad y te vuelva a hundir al mismísimo infierno- de repente, por las escaleras del sótano bajó un señor de grisáceos cabellos que trabajaba en aquel local y cuyo nombre era Don Krieg- Deberías resignaros y acatar las órdenes si no queréis que algo malo os ocurra. Ahora, chicas, Ishilly y Aphelandra tenéis trabajo que hacer. Levantaros que os lleve a una sala especial para nuestros ilustres invitados. Hoy será un gran espectáculo, pero ¿Para quién?


Las dos chicas eran incapaces de desobedecer aquella orden y la siguieron al pie de la letra. Don Krieg se las llevó mientras la oscuridad iba entrando por el sótano. Mientras, el resto se miró apenado por recordar la mala situación en la que se hallaban, pero no querían pensar que fueran ciertas las palabras que les había mostrado su captor.


Un par de horas antes de que llegará el anochecer, por las calles de la ciudad de Liverpool, se encontraba un conde de larga nariz buscando como loco una pista del paradero de su amor. A cualquier persona que pasaba por la calle le preguntaba si la habían visto, con una descripción detallada de la mujer. Incluso se acercaba a los puestos de comercio para preguntar. Ahora mismo estaba en uno de frutas, y estaba a punto de preguntarle a un hombre de pelo afro, barba y baja estatura.


-Perdone. No habrá visto usted por aquí pasar a una joven de cabellos naranjas, de hermoso cuerpo y con un tatuaje azul en su brazo- preguntaba Usopp desesperado por hallar cualquier descubrimiento sobre la situación de su pareja.


-Por supuesto que la he visto, como olvidar a una muchacha con semejantes pechos…- el señor Gaimon no pudo acabar la frase cuando recibió un fuerte bofetón por parte de su esposa cabreada por aquella minuciosa descripción sobre la joven pelinaranja.


-Ayer mismo le pidió una pieza de fruta  a mi marido y luego se marchó sin dejar rastro. Lamentamos no poder ayudarle más, buen hombre- contestaba Sarfunkel con la escasa información que sabía de aquella chica ante un desolado conde.


-Gracias de todos modos…- respondió desanimado Usopp quien cada vez tenía menos esperanzas y eso le enfurecía mucho.


Justo cuando el conde cabizbajo iba a darse la vuelta para proseguir su búsqueda, un barullo de gente por la calle le sobresaltó.


-Pero si es nuestro hermoso conde de Liverpool- decía emocionada la señora Sarfunkel a quien parecía que se le caía la baba por aquel chaval de la nobleza- Y encima va acompañado de su hermano menor, el marqués Duval.


-Querida, si yo no puedo flirtear con las jóvenes hermosas, tú tampoco puedes admirar embobada a chicos hermosos como nuestro conde- regañaba Gaimon a su mujer, pero en seguida fue callado con una furiosa mirada traída del mismo infierno que decía claramente que ese comentario iba a tener duras consecuencias.


Entre los puestos de comercio y la gente que dejaba paso a aquellas importantes personas, tres miembros de palacio avanzaban montados en sus caballos con una misión en la mente. Esos tres hombres eran Hawkins, Apoo y el hermano del conde, Duval. Al escuchar Usopp que aquel hombre era el recién nombrado conde de Liverpool decidió tomar una última oportunidad y se acercó a este, deteniendo a los caballos tras quedarse de rodillas en la calle, provocando un tremendo espectáculo para la gente de alrededor.


-Respetado conde de Liverpool, le imploro ayuda urgente con un tema que para mí desgracia escapa de mis manos- dijo Usopp mientras se arrodillaba aún más ante aquellas tres personas atónitas al escuchar aquella suplica- Debo presentarme, mi nombre es Usopp y soy el conde de Gales. Mi pareja, una chica maravillosa llamada Nami, ha desaparecido y temo por su vida. Le pido ayuda de tú a tú para hallarla ya que yo solo me siento inútil en una ciudad que desconozco.


-Levántese. Un conde jamás debe mostrar un comportamiento tan vulgar y mediocre ante los ciudadanos. Es una ofensa para su título y para la institución que gobierna- le recriminaba el conde rubio al de nariz pronunciada.


-Lo que quiere decir mi hermano, a su manera, es que ahora estamos un tanto ocupados. Nuestro hermano menor Cavendish ha desaparecido de palacio y estamos en su búsqueda, por eso no podemos dedicar nuestro tiempo en usted. Entienda que la familia es lo primero- explicaba de manera sencilla, clara y muy correcta el joven marqués Duval quien en vez de ir en caballo estaba montado en Motobaro- Le aseguro que su mujer beauty aparecerá sana y salva.


 


Unos minutos antes de esta conversación, justo cuando se estaba produciendo el revuelo por la entrada del conde a la zona comercial, un chico de puntiagudos cabellos a modo de estrella de mar y de piel bastante rosada caminaba malhumorado y apenado por las calles. Se sentía impotente de hacer nada para salvar a aquellas personas que estaban sufriendo, pero no se rendiría tan fácilmente y hallaría una solución. Al ver el alboroto se acercó y escuchó íntegramente la charla entre ambos condes y en su mente quedaron grabados los nombres de aquellas personas, Nami y Cavendish. Por fin, el chico veis una luz al final de ese oscuro túnel.


-Perdonen, señores condes. Yo sé dónde se hallan las personas que están buscando desesperadamente- intervenía el hombre aquel de piel rosada convirtiéndose en el centro de atención para aquellas personas, sobre todo para los interesados en la información.


La noche había llegado para todas las personas y el espectáculo iba a comenzar. La gente que llegaba de todos los confines del mundo, estaban deseosos de satisfacer su sed de lujuria y es ahí cuando mostraban sus instintos más primarios, más viles. Cavendish y Bartolomeo nuevamente fueron trasladados a una de las salas vips para repetir lo de la otra noche, y de igual manera, se encontraba Cricket observando lujuriosamente las acciones impuras de su hermoso sobrino. Aunque esta vez no se hallaba solo, ya que el hombre trajeado había decidido disfrutar un poco de aquel espectáculo y se encontraba acompañando a su jefe.


-Siento tener que hacerte esto, Cavendish… si fuéramos libres las cosas serían muy distintas…- dijo Bartolomeo antes de comenzar a hacerle el amor a su acompañante.


-Si es contigo, no me importa…- contestó el marqués rubio con una sonrisa que maravilló y arropó al joven Bartolomeo quien ya no tenía tanto miedo.


Ambos ya desnudos sobre la cama, despacio comenzaron a tocarse, pero esta vez, Bartolomeo se había jurado una promesa, y era la de no lastimar a su pareja sexual. Necesitaba que al menos, aunque estuvieran en una mala situación, hacerle sentir bien, como no lo había hecho ninguna otra persona. A sí que con toda la tranquilidad, comenzó a pasar un dedo por el torso bien formado del rubio, dibujando su contorno y deteniéndose minuciosamente en las partes donde más placer sentía Cavendish. Lentamente, su dedo llegó hasta la parte superior, y se detuvo a jugar con las tetillas rosadas del chico. Primero, las palpó pero eso no era suficiente, tenía que sentirlas así que Bartolomeo acercó su boca y con la lengua, fue lamiéndolas una tras otra. Estas acciones tan calientes provocaban que Cavendish soltará algún que otro gemido, que le avergonzaba pero que a su pareja le agradaba.


Cuando los pezones estaban bastantes excitados, el peliverde decidió pasarse a la zona bajera. Ninguno de los dos necesitó excitar su miembro antes ya que con aquellos movimientos sensuales, estaban bien erectos y preparados para la acción. Con suavidad, se introdujo todo el miembro del rubio en su boca, y lo fue sacando varias veces hasta quedar complacidos ambos. Cavendish no dejaba de pensar en que debía hacer algo por su acompañante pero solo era capaz de dejarse llevar por todo los placeres que le estaban provocando.


Con Bartolomeo se sació del pene del rubio, volteó al chico y dejó al descubierto soy bien prieto y suculento trasero que le excitó gratamente. La última vez que lo hicieron, debido a a la amenaza, el peliverde no se detuvo a mirar cada rincón del rubio, y su parte trasera era un lugar por descubrir y esto le excitaba. Separó bien las dos nalgas y expulsó un poco de saliva de su boca para lubricar bien la entrada. Pero eso no le bastaba. Se acercó y con su insaciante lengua, lamió de arriba abajo la entrada estrecha del rubio, mientras sollozos y gritos salían del mismísimo interior del marqués. Tras acabar con la lengua, metió un par de dedos directamente, cosa que provocó que el rubio se quejará, aunque pronto fue callado con un tierno beso de su pareja.


-Tranquilo…- le dijo Bartolomeo a Cavendish para tranquilizarle y para que se olvidará de todo y solamente pensará en él.


Tras esto bonito gesto de complicidad entre aquellas dos personas, el de cabellos verdosos prosiguió con su faena. Mientras el local ya estaba en marcha, en todos los sentidos, una gran agitación estaba produciéndose fuera. Dos guardianes vigilaban la puerta del negocio e impedían el paso de personas tras el inicio de las actuaciones. Dos hombres un tanto extravagantes, uno de tupe verde y el otro con una máscara negra que tapaba la mitad de su rostro.


-Oye Sham, hace buena noche, ¿no crees?- decía uno de los guardianes, el que tenía el resto tapado.


 


-Pero que conversación es esa Buchi. Somos malhechores. No podemos ponernos a hablar del tiempo- regañaba el chico de tupe verde llamado Sham a su compañero de guardia, pero en medio de la noche algo les llamó la atención- ¿Es un pájaro?


-¿Es un avión?- preguntaba ahora Buchi interesado por aquello que se acercaba inminentemente, pero de repente, su cara cambió a una muy alarmante- ¡No! Es un enorme bisonte que viene directos hacia nosotrossssssss.


-Adelante Motobaro, revienta de una la puerta- ordenaba el dueño del animal, el marqués rubio de nombre Duval.


De una fuerte trompada Motobaro, el bisonte, reventó la puerta que salió disparada hacia la recepción dejándola destrozada y llevándose por delante a los dos guardias que quedaron noqueados al instante. En el interior del local, ese gran estruendo provocó que todo el público adinerado se asustará y saliera despavorido pensando que era un ataque de bomba. En menos de unos minutos el local estaba vacío a extensas de las personas que trabajaban allí. Duval ordenó a su mascota que aguardará en la puerta y se adentró con el resto de personas a buscar sus objetivos. Para ampliar sus opciones y cubrir más el interior del local, se dividieron. Duval se marchó hacia la derecha donde parecía estar las habitaciones. Usopp cubrió la parte izquierda en la cual al final se hallaban unas escaleras hacia el sótano, y por último, Hawkins y Apoo se adentraron hasta el fondo donde estaban las oficinas y los despachos. A causa del fuerte golpe seguido del ruido, Cricket temió por su vida y se marchó al interior de su reciente conseguido despacho, vigilado por dos guardias que había contratado tras ser auto nombrado jefe. En la sala donde se encontraban los jóvenes Cavendish y Bartolomeo, el barullo les detuvo y buscaron respuestas. En seguida, el hombre trajeado Kuro entró a la sala para llevarse a sus esclavos a las celdas y que no aprovecharan está oportunidad para escapar, pero Kuro no lo tendría tan fácil.


-Querido Kuro, ¿por qué no aprovechamos este gran revuelo y provocamos un poco más de ruido?- incitaba de manera sensual y muy lujuriosa Cavendish al hombre serio que acababa de entrar, mientras estas acciones carcomían al peliverde- Sé que estás deseando tenerme desde que me encontraste en esa calle desvalido y me salvaste-


-No pienso cometer ninguna obscenidad contigo. Debo ser fiel a mis superiores y mis normas y así podré aspirar a lo más alto- intentaba contenerse como podía Kuro a pesar de que sus sentidos le decían otra cosa- No caeré en tus hábiles artimañas de puta.


Al escuchar esta última palabra, la ira se apoderó de Bartolomeo pero pronto fue sofocada por un gesto de complicidad que le enviaba directamente el marqués rubio.


-Venga. Si antes estabas mirando ansiosamente nuestro espectáculo- insistía Cavendish para que su enemigo callera directamente donde quería. Como veía que aún no estaba en sus manos, decidió sacar la artillería pesada. Cavendish se giró y puso las manos sobre la cama, mostrando directamente su perfecto y suculento culo al hombre trajeado y poniendo una voz tierna casi de niño muy sumiso, dijo- Seguro que no quieres…


Kuro no podía aguantar más, estaba claro que estaba excitado por aquello que estba haciendo su esclavo. Su pene ansiaba introducirse en ese prieto culito que tanto placer le causaba y este último gesto fue la gota que colmó el vaso. Kuro se acercó a Cavendish y le cogió del culo mientras unos gruñidos de rabia estaban a punto de salir por la boca de Bartolomeo que se limitaba a mirar y a seguir el plan del rubio.


-No pienso dejar este culito hasta estar saciado por completo- dijo lascivamente Kuro mientras comenzaba a quitarse los pantalones para mostrar su miembro viril bien excitado y en todo su esplendor.


Con ambas manos, Cavendish tiró a Kuro sobre la cama y se subió sobre él como si estuviera a punto de cabalgar cosa que excitó en gran forma a Kuro. Pero cuando este parecía que había bajado completamente su guardia, era el momento de actuar. Con un fuerte derechazo, Cavendish asestó un puñetazo en toda la cara al hombre trajeado que en estos momentos estaba en paños menores. Fue tan brutal, que el duro golpe le rompió la nariz, comenzando está a sangrar en cantidad. Kuro que estaba inmovilizado por todo el peso del cuerpo del chico rubio, no podía liberarse.


-Cavendish, apártate. Pienso partirle el pene por la mitad por todo lo que te ha hecho- la furia del peliverde explotó y eso hizo que el hombre trajeado, por primera vez en toda su vida, sintiera pavor hacia otra persona.


-No te pases, Bartolomeo. No nos convirtamos en personas malvadas igual que ellos- decía Cavendish mientras se bajaba de encima de Kuro para darle paso al joven peliverde- Con que le dejes noqueado, es suficiente.


Bartolomeo no tuvo más remedio que acatar las órdenes de la persona a la que parecía que no le podía negar nada. Pero aun así buscaba saciar un poco su sed de venganza. Cogió aire, levantó su puño y lo apretó fuertemente, y cogiendo gran velocidad le pegó en todas las partes a Kuro, dejándole inconsciente al segundo a causa del dolor producido.


-¡Bartolomeo!- le replicaba el rubio al otro por no haberle escuchado sus órdenes.


-Te he hecho caso. No le he partido sus partes, simplemente las he acariciado. Como ha caído el gran asesino Kuro el gato negro, jajaja- se reía victorioso Bartolomeo por haber derrotado a ese opresor que se había pasado cien pueblos con su rubio, su rubio, en que estaba pensando- Vámonos antes de que venga alguien.


                                                                                                        


Bartolomeo cogió de las manos a Cavendish y se escabulleron de aquella sala en dirección a donde se encontraba el resto de sus amigas encarceladas para salvarlas, o al menos intentarlo. Unas habitaciones más hacia la derecha, por un amplio pasillo repleto de puertas hacia estancias pequeñas, caminaba cautelosamente un joven marqués rubio.  Andaba con los sentidos bien atentos ya que buscaba el lugar de donde provenían aquellos gritos de doncella en apuros. Tras entrar en varias habitaciones y hallárselas vacías, de nuevo, un fuerte estruendo en forma de grito le guio hasta el lugar al que quería llegar. Era una habitación privada para clientes en la cual se trataban tratos mucho más personales. Sin embargo, esa noche los negocios se habían frustrado. Momentos antes de que Duval llegará a aquel lugar.


-Mierda… si no fuera por ese maldito ruido, ahora mismo habríamos ganado una fortuna con este cliente- refunfuñaba un señor de grisáceos cabellos cortos, de apariencia robusta y cansada por la edad- Habéis tenido suerte, chicas. Será mejor que os escolte a vuestras “habitaciones” y vaya a comprobar que ha ocurrido.


Aphelandra e Ishilly suspiraban aliviadas de haberse librado de una noche de clavario con viejos verdes muy sobones, y estaba claro que preferían regresar a su celda, donde a pesar de estar entre rejas se sentían seguras. Aunque el trato que recibían de Don Krieg nunca era malo del todo. Cuando iban a abandonar la sala privada, alguien muy galante entró a aquel sitio.


-He escuchado el llanto de una beauty señorita en apuros y he venido lo más rápido que he podido- dijo Duval tras llegar a la sala y cuando miró que se trataba de dos bonitas jóvenes y se encaró hacia el hombre que suponía que había provocado el grito de ellas-¿Quién osa provocar el lamento de unas hermosas jóvenes como estas?


-Yo he sido ¿quién eres tú que te atreves adentrarte a un negocio privado provocando grandes alborotos?- contestó el señor a pesar de que él no tenía culpa del grito, ya que en verdad las chicas gritaron a causa de la trompada de Motobaro a la puerta.


-Me presentó. Soy Duval, el marqués de la ciudad de Liverpool pero me conocen como “Príncep Blau” y procuro el bienestar de mi familia y de mi pueblo- respondió Duval a la pregunta de su contrincante- Mi lema es vive la vida de color de rosa. Ahora dime tu nombre, mi rival.


-Yo soy Don Krieg, antiguo capitán de la armada irlandesa, expulsado de esta por motivos que no le incumben. Ahora trabajo en este lugar. Mi deber es proteger el negocio y su fortuna- también se presentaba el señor mayor justo antes de comenzar el duelo-Ahora luchemos por nuestro honor.


Don Krieg se despojó de la ropa que portaba y bajo está, su cuerpo estaba cubierto de una armadura bastante resistente y que dificultaría el duelo para el marqués rubio. Además, envolvió sus manos con unos duros y pesados guantes de acero los cuales provocaban un daño considerable a sus adversarios. Pero a pesar de todo, Duval no se dejaba intimidar y para mostrar su valentía se despojó de su camisa y mostró sus hermosos abdominales que embelesaron al instante a las dos chicas.


-Con que me enfrentó a un capitán retirado, jajaja. Será un buen enfrentamiento. Pero le advierto que durante mi viaje me he hecho muy fuerte- amenazaba de forma intimidante el marqués Duval a su contrincante en batalla.


Antes de que acabará la frase, Don Krieg se abalanzó sobre él y le propició un duro puñetazo con su brazo revestido que dejó tirado en el suelo y con graves heridas al marqués. Parecía que la fuerza de aquel chico era más de palabra y no física, ya que de un solo golpe había quedado fuera de combate, hasta su adversario se extrañó. Pero con sus últimas fuerzas, Duval tocó un silbato que siempre portaba colgado de su cuello.


De la nada y provocando un caos por los sitios que pasaba, llegó un animal corriendo a auxiliar a su amo herido. No se trataba de otro que del bisonte Motobaro, que de una estocada abatió al señor Don Krieg tirándolo por el suelo. Tal fuerte era el golpe que Don Krieg pensó que iba a morir y se despidió del mundo.


-Siento no haberte protegido, no haberte cuidado o quizás enseñado bien. Siento haberte menospreciado, y sobre todo, siento no haber sido un buen padre, Gin…- dijo sus últimas palabras Don Krieg tras ser derrotado por la exuberante fuerza del animal, y recordando uno de los pasajes más tristes de su vida.


-Venga hombre, que por un pequeño golpe de mi querido Motobaro no te vas a morir. Aún tienes tiempo de redimir tus pecados- contestó Duval quien a pesar de no tener gran fuerza física si tenía una rápida habilidad de recuperación- Pero por si acaso, lo mejor será que te deje inconsciente un rato para que no nos causes problemas.


Duval pegó un puñetazo en la cara al señor desmayado como si en verdad también quisiera devolverle el golpe recibido anteriormente. Al ver la gran actitud que mostraba el bello marqués, las dos chicas recién salvadas se abalanzaron hacia él y comenzaron a besuquearle y manosearle para mostrar su gratitud.


-¡Quitad!- renegó Duval cuando aquellas dos muchachas muy sueltas se abalanzaron sobre él- Hay que ver, en cuanto muestra algo de cortesía o caballerosidad, las chicas no te dejan estar. Vámonos Motobaro, tú eres mi único amor.


El animal contestó con un gruñido y las jóvenes se enfadaron un poco por esta repulsión que mostraba el marqués. No obstante, a la hora de abandonar aquel lugar salieron todos juntos, camino al vestíbulo destrozado donde estaba la salida.


El estruendo de la entrada había alertado al hombre de grandes fauces, que aprovechó para hacer una visita a sus viejas conocidas. Bajo de forma intimidante y provocativa por las escaleras, y cuando cruzó miradas con las dos jóvenes encarceladas, unas chispas se encendieron en su interior, unas chispas de maldad y satisfacción.


-Maldito Arlong. Pagarás por todo el sufrimiento que le has causado a mi familia. Por todas las atrocidades que le hiciste a mi hermana Nojiko y por la muerte de nuestra madre Bellemere- gritaba furiosa Nami tras toparse con aquel hombre que la había metido en esa prisión y que tanto dolor le había causado en el pasado- En cuanto salga de esta celda, te mataré.


El dolor, el sufrimiento, el agobio, la mediocridad, la impotencia de sus oponentes causaba gran satisfacción para Arlong, quien tras escuchar estas palabras comenzó a reírse de manera burlona en la cara de sus presas. Era como si el hombre de prominentes dientes jugará con un as en su manga.


-¿En serio estarías dispuesta a asesinar al hombre que podría ser tu padre?- soltó la gran bomba Arlong ante las dos chicas que no se creían lo que acababan de escuchar de su peor enemigo.


-¡¡¡¿Nuestro padre?!!!- preguntaba histérica y fuera de lugar Nojiko quien parecía que en todos los años que llevaba encerrada en aquel lugar, no sabía nada al respecto sobre ese turbio asunto que las afectaba de lleno.


-Esa es la cruda realidad. Quizás alguna de vosotros fuera fruto de las violaciones que yo mismo hacia sobre vuestra madre Bellemere- reveló Arlong sus atrocidades pasadas mientras la ira y la rabia iban apoderándose de las dos chicas hermanas- Sí, enteraros de una maldita vez. Yo violaba a vuestra madre mientras unas criaturas inocentes como vosotras jugabais a las muñecas en vuestra casita ideal. Esa es la verdad detrás de vuestra magnífica infancia y vuestra venerada madre. Y ahora, pienso haceros lo mismo a las dos.


Nami y Nojiko no podían soportar ni un minuto más aquellas duras palabras y falsas revelaciones que estaban escuchando de su pesadilla del pasado. Arlong se acercó con la llave a la celda, abrió y e se adentró. Pero no tuvo tiempo para juegos ya que no pudo esquivar las duras reacciones de las dos muchachas enfadadas. Nami y Nojiko cogieron de fuera de la celda, unos largos barrotes de acero con las puntas oxidadas pero de gran filo. Nojiko fue la primera en atacar ya que añoraba venganza desde hace tiempo. Con ese palo de acero, golpeó a Arlong en la mandíbula, rompiéndosela y saliendo disparada la dentadura del hombre, resultando ser falsos sus tan apreciados y orgullosos dientes.


-Es…per..ad chi..cas, a lo mej…or pod..em..os conve..rsar…- intentaba articular alguna palabra para defenderse al verse acorralado, pero sin sus dientes, no era capaz de hablar bien.


Para su desgracia, ya era demasiado tarde. Las dos hermanas estaban muy pero que muy furiosas, y era el turno de vengarse la joven de cabellos naranjas. La chica cogió el bastón con gran habilidad, ya que no era la primera vez que se enfrentaba a alguien con esa arma, pero si era la primera vez que la envolvía la rabia. Con el bastón afilado en sus manos, Nami atacó sin compasión el pecho de Arlong, quien estaba tirado en el suelo tras el anterior ataque,  rajándolo de arriba abajo y consiguiendo su ansiada venganza, tras desplomarse desangrado Arlong.


-Por nosotras…- dijo Nami tras asestar ese golpe de gracia a su opresor, cumpliéndose por fin su deseosa venganza.


-Y por nuestra familia, Bellemere- terminó la frase Nojiko quien también se quedó bastante satisfecha con el resultado de la pelea.


-Yo que venía a salvar a estas bellas damas y parece que saben defenderse por sí solas- dijo un hombre de nariz puntiaguda que acababa de bajar al sótano y se había topado con semejante panorama.


-¡¡¡Usopp!!!- dijo muy contenta Nami al encontrarse con el hombre al que amaba y al que había echado tanto de menos durante este largo día. Era tanta la alegría, que la joven cantante se abalanzó a los brazos de su hombre y le dio un fuerte y apasionado beso para confirmar con su propio cuerpo que era su hombre y que lo amaba con todo su ser.


-Ya estás a salvo, Nami- contestó de forma tierna Usopp acariciando la mejilla de la chica.


-Así que este es el conde al que tanto amas, tu salvador Nami, y del que me hablaste ayer tendidamente y con grandes halagos- interrumpió Nojiko el encuentro para decirles a la pareja que ella también se encontraba en esa habitación.


-¡Nojiko!- regaño la hermana menor a la mayor por haberse ido un poco de la lengua- Usopp, te presentó a mi hermana mayor Nojiko.


-Encantado de conoceros. Ahora será mejor que nos marchemos de este lugar- presentó Usopp esa propuesta.


En seguida fue aceptada por las jóvenes y los tres se marcharon dejando atrás años de esclavitud, sobre todo, para la joven Nojiko. Cuando estaban a punto de salir, Usopp les dijo a las dos chicas que salieran del local que él tenía que ayudar a unas personas que aún luchaban en el interior. Aunque le doliera y le fastidiará a Nami, sabía que no podía hacer nada y le deseo las mejores de sus suertes, antes de marcharse con su hermana hacia la salida. El conde se adentró hacia las oficinas donde estaba teniendo lugar la batalla final.


EL grupo formado por el conde y su fiel consejero habían llegado al final de las oficinas sin toparse con ningún incidente ni ningún enfrentamiento. Pero su suerte cambiará al adentrarse hasta al fondo donde estaba el despacho presidencial. En la entrada, se encontraban dos hombres custodiando a la persona más importante de aquel maligno e impuro negocio.


-¿Quiénes sois vosotros? Dejarnos pasar si no queréis tener problemas- les intimidó el conde Hawkins quien quería acabar de una vez por todas esta maldita pelea.


-Pero si el conde tiene agallas. Yo que pensaba que se escudaba detrás de sus soldados y consejeros, jajaja- decía uno de los dos hombres con apariencia un tanto a lo marsupial, si, el hombre se parecía a un mono, grande, de enorme facciones, de piernas y brazos gruesos y peludos y de cara muy semejante a la de ese animal- Nuestro jefe lleva años ansiando venganza hacia vos, y ahora es nuestro momento de cumplirla. Para algo fuimos contratados.


-Vuestro jefe es el verdadero cobarde que no se atreve a enfrentar de cara a sus adversarios. Es un ser patético y despreciable- se burlaba de nuevo Hawkins para intentar enfadar a aquellas dos personas, pero parecía que no lo estaba consiguiendo.


-Basta de cháchara. Luchemos y veamos quien de todos tiene más huevos- decía el otro hombre de aspecto primate pero con el pelaje verde- Adelante Masira, pateemos un trasero real.


-Lo estoy deseando, hermano Shoujou ¿Estáis vos preparado, señor conde, para enfrentaros a estos dos guardaespaldas asesinos profesionales?- advirtió el hombre mono de pelo más oscuro tirando a un tono castaño,


Aunque no dejaron tiempo para responder al conde cuando el hermano mayor Shoujou había iniciado su ataque y se dirigía directamente hacia el conde. Pero cuando justo iban a asestarle un duro golpe, Apoo desenvainó su espada y con firmeza detuvo el asestamiento y salvando a su estimado conde.


-Márchese señor conde. Yo me encargaré de estos dos primates bocazas- le dijo Apoo a su conde para dejarle vía libre y para que acabará de una vez por todas con el jefe de aquella organización oscura- Derrote a ese cobarde, yo sé que usted puede hacerlo.


-Gracias… Apoo- contestó un tanto agradecido el conde de Liverpool por aquellas alentadoras palabras que produjeron incluso un cierto rubor en sus mejillas que no quiso mostrar a nadie.


Basil Hawkins emprendió camino hacia el interior del despacho, pero Masira no estaba dispuesto a dejarlo pasar. Sin embargo, de nuevo, la rápida actuación del consejero Apoo permitieron al conde seguir. Este había sacado otra espada para detener el golpe del primate castaño con su mano izquierda, y con la derecha defenderse de los ataques del mono verde.  El conde se marchó al interior del despacho pero sabía con certeza que Apoo estaría bien. De regreso a aquella batalla injusta de uno contra dos, Apoo no se dejaba intimidar.


-Ahora, os enseñaré mi estilo de combate de dos espadas- decía Apoo que amenazaba con mostrar una técnica poderosas para vencer a sus dos hábiles contrincantes.


En el interior del despacho, una figura sentada en el sillón presidencial y de espaldas, se giró lentamente provocando una mala sorpresa al recién llegado.


-¡¡¡¿Cricket?!!! Con que tú eres el artífice que hay detrás de esta maldita organización. No me extraña, siempre estuviste rodeado de la peor calaña- decía el conde tras reencontrarse con su odiado tío- ¿Cómo te atreves a secuestrar a tu propio sobrino, maldito?


-Jajaja, yo también te he extrañado, Hawkins. Me alegra ver que sigues teniendo esa mala figura sobre mí. Estás en lo cierto. Yo soy el jefe del Prostíbulo Las Mil Bestias, pero solo desde hace poco, el anterior jefe salió por patas sin decir nada, el maldito cobarde- explicó el ex conde al nuevo conde y que también era su sobrino.


-No eres tú un muy buen ejemplo para criticar la cobardía de otros, tío- se burló el sobrino sobre las malas hazañas de su tío.


-¿Dices que es de cobardes dispararle a tu propio sobrino?- le preguntó Cricket con cara perversa hacia su sobrino que quedó muy confuso tras estas palabras.


-¡¡¡¿Cómo?!!!- Hawkins no entendió esa última frase cuando de repente una pistola cargada le estaba apuntando desde el escritorio y disparó, impactando la bala en la pierna izquierda rebajando al conde dejándolo de rodillas y herido- Mierda…


-Jajaja, por fin comienza mi ansiada venganza- Cricket se alegraba de ver el sufrimiento de aquellas personas que le habían despojados de sus poderes y de sus bienes económicos.


Se estaba viviendo una dura pelea en la puerta del despacho del jefe. Apoo no retrocedía a pesar de estar luchando contra dos adversarios formidables. EL manejo de sus espadas era muy bueno y podía defenderse de los ataques de ambos rivales, pero no le dejaban espacio para contraatacar. Chasquidos se escuchaban por toda las oficinas, alertando de la presencia de donde se encontraban. Al ver que esa estrategia no estaba funcionando, los dos primates pensaron pasar a un plan mucho peor y más cruel. Masira entretuvo a su rival Apoo con su espada mientras que Shoujou sacaba de sus pantalones una pistola y sin que se lo viera venir, disparó indiscriminadamente a Apoo. El consejero cayó desplomado al suelo pero se mantuvo de rodillas gracias a que apoyó las dos espadas en el suelo. Apoo estaba acorralado y los dos monos estaban a punto de asestarle el golpe de gracia con sus espadas, y decapitarles en aquel mismo lugar.


-Siento haberte defraudo mi conde, y siento haberme enamorado de usted, aunque ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida-. Revelaba sus sentimientos Apoo antes de ser mandado directamente al cielo por haber perdido el duelo contra aquellos dos monos.


Las espadas de ambos primates estaban a punto de rozar el cuello del consejero cuando dos balas salieron entre la oscuridad del pasillo, impactando de lleno en las cabezas de los monos, cayendo muertos al suelo y salvando al consejero que se veía muerto.


-¿Necesitaba ayuda, señor Apoo?- dijo un hombre de pronunciada nariz mientras salía de las sombras para ayudar a levantarse al joven consejero.


-Gracias, señor conde de Gales- agradeció el consejero al otro hombre por haberle salvado de la muerte y darle más tiempo para estar con su amado conde- Ahora debemos ayudar a mi conde. Él solo está luchando contra el jefe de esta peligrosa organización. Por favor, se lo pido, ayúdeme señor conde de Gales.


-No te preocupes Apoo. Nosotros nos encargamos de nuestro hermano. Tenemos asuntos pendientes con ese jefe desde hace tiempo- otras dos personas salieron entra las sombras, ambas de rubios cabellos- Señor Usopp, llévese a Apoo a la entrada. En seguida llegará un equipo médico para sanarle la herida.


-Además, debes curarte para confesarle esos preciados sentimientos a nuestro hermano mayor. A ver si por fin reacciona y vive su vida- decía el otro de los chicos que acababa de salir de las sombras.


El consejero Apoo se sonrojó y se avergonzó al saber que aquellas tres personas habían escuchado su confesión. Pero no tuvo más remedio que hacer caso a los dos chicos que tanto apreciaba, y abandonó el local apoyado del hombro del conde Usopp. Mientras, en el interior del despacho, Cricket estaba a punto de enfurecer de gran modo al actual conde.


-Eres igual de inútil que tu padre Noland- mancillaba Cricket el nombre del tal venerado ex conde de Liverpool, el que era su propio hermano- Siempre preocupándose por el bien del pueblo y sin disfrutar del poder que poseía. Con una familia perfecta, un mujer preciosa como era vuestra madre Mousse, y unos tres hijos rubios como el sol luminoso que erais la envidia de todas las familias del pueblo. Pero en ningún momento pensó en vivir con el poder que tanto tenía y malgastar ese dinero que poseía. Eso es de débiles e inútiles, y yo mientras en las sombras sin poder, ni dinero, ni nada con lo que satisfacerme ¡¡¡Yo odiaba a vuestro padre por ser esa gran persona que todos apreciabais y que nunca cometía errores!!! Y por eso no me quedó más remedio que matarle. Sí, lo que escucháis, yo maté a vuestro padre Noland, lo envenené para que pareciera una enfermedad. Y todos vosotros os lo creísteis patéticos. Y ahora qué piensas hacer tras escuchar la verdad, porque tú no tienes narices de pegarme un tiro, sobrino mío.


-Él solo no, pero si estamos los tres juntos es diferente. Esto es por todo el horror que me hiciste pasar e este vil antro y por todas las personas a las que les has causado daño alguna vez en tu asquerosa vida- aparecían entrando por la puerta los otros dos sobrinos del conde, y el más pequeño, el de nombre Cavendish, le pegó un  tiro en la pierna.


-Y esto es por nuestro padre. Por haberlo asesinado y por haber asesinado a muchas personas del pueblo cuando más te necesitaban como un buen conde- se encaraba ahora el mediano de los hermanos, Duval, quien disparó su arma directa al pecho del hombre, pero este aún seguía con vida a pesar de los dos disparos.


-Pero sobretodo, esto es por nuestra familia. Jamás vuelvas a atreverte a poner tus manos sobre ningún miembro de ella- dijo el mayor de los hermanos, Hawkins el conde mientras miraba a su hermano pequeño como si le estuviera pidiendo perdón por todo el daño que le había causado con sus estúpidas normas.


La última bala impactó de lleno en el entrecejo del hombre. Al instante, Cricket cayó muerto sobre el escritorio mientras se iba formando un charco de sangre que empapó todo el lugar.


-Ya todo se acabó- dijo Hawkins mirando el cadáver de su tío que estaba muerto, y después se giró a mirar a sus hermanos menores, orgulloso de ellos por la valentía y madurez que ambos habían demostrado en este conflicto.


Los tres hermanos salieron juntos de ese infernal local mientras afuera les esperaba toda la gente vitoreando por haber finalizado sus peleas y por haber hallado la libertad. Al salir, Cavendish se giró hacia su hermano mayor.


-Gracias Hawkins, gracias por entenderme- contestó agradecido el hermano menor por el gesto que había mostrado anteriormente su hermano mayor.


-No, fui yo el que me equivoqué y te privé de tu libertad, aunque debes reconocer que te pasaste con tus actos. Pero debo aprender a no juzgar más a mi familia, ambos os habéis hecho ya personas que se pueden valer por sí solas- decía el conde mirando a sus dos hermanos menores- Estoy orgulloso de los dos, y seguro que papa también lo estaría.


-Por cierto Hawkins, haber cuando te decides a pedirle la mano a Apoo. A este paso no será capaz de esperarte toda la eternidad hasta que te decidas- decía Duval quien como había estado de viaje le había pillado un tanto por sorpresa la relación esa que se traían entre manos su hermano y su viejo amigo Apoo.


-¡¡¡¿Cómo?!!!- Apoo se quedó perplejo por aquellas palabras que salieron por la boca del marqués, a quien quería asesinar en estos momentos pero como no podía se limitó a esconderse como pudo para que no le salpicara la furia de su conde.


-Y además Hawkins, como veo que has aceptado las relaciones entre dos hombres, quiero presentarte a alguien- dijo ahora Cavendish y se fue a buscar al chico peliverde de cresta que se mantenía al margen de aquella conversación entre personas de la realeza- Este es Bartolomeo, y es mi novio.


-¡¡¡¿Cómo?!!! ¿Desde cuándo somos novios?- preguntaba confuso Bartolomeo a su reciente supuesto novio de cabellos rubios.


-Desde ahora- contestó sin tapujo Cavendish que se acercó al peliverde y le dio un beso apasionado que dejó sin habla al sonrojado Bartolomeo.


-¡Malditos mocosos! ¡Retiro lo de que habéis madurado! Seguís siendo tan infantiles e imprudentes- decía enfurecido y con rabia el conde Hawkins persiguiendo a sus dos hermanos para darles un par de collejas para que aprendieran.


De repente, al local llegó el cuerpo de policías de la ciudad de Liverpool acompañados de un hombre de cabellos puntiagudos y piel rosada que se había encargado de avisar a la policía sobre todo lo que estaba pasando en aquel lugar, para encerrar a aquellos hombres entre rejas durante mucho tiempo.


-Hatchan- llamó Nojiko al hombre que conocía desde hace mucho tiempo y era el único que la había cuidado en aquel maldito lugar.


-Nojiko, me alegro que estés bien, a salvo. Y de vosotras también me alegro- dijo Hatchan mirando a Ishilly, Aphelandra, Nojiko e incluso a los dos jóvenes Bartolomeo y Cavendish- Por fin series libres. Siento no haber podido hacer algo antes.


-No te preocupes Hatchi. No es tu culpa, tú hiciste todo lo que podías por nosotras, verdad, chicas- dijo Nojiko mientras las otras asistieron con la cabeza, y consiguieron sacarle una sonrisa al apenado Hatchan- Y, ¿ahora qué vas a hacer?


-Como he colaborado con la policía, no presentarán cargos contra mí y seré libre. Desde que mi general Tiger murió he perdido el rumbo de mi vida. Por eso ahora deseo cambiar- explicaba Hatchan sus planes de futuro- Por eso, creo que lo mejor es irme bien lejos y empezar una nueva vida. Creo que mi iré a Nueva York, seguro que habrá alguien que me acepté allí tal y como soy.


-Por supuesto. Te echaremos de menos- dijo la peli azul mientras le daba un abrazo de despedida al que se había convertido en amigo en ese infierno.


Hawkins continuaba persiguiendo a sus dos hermanos menores por lo que acababan de decir. Bartolomeo y Motobaro intentaban ayudar a las personas que amaban para rescatarlas de la ira del otro, pero eran incapaces. Los policías ya habían detenido a los trabajadores del prostíbulo y se habían llevado los cadáveres de los hombres fallecidos. El policía en jefe se acercó hacia al consejero, pensando que era la única persona con autoridad y más normal en aquel lugar.


-Soy Mc Kinley, el jefe de la policía de las boinas blancas de Liverpool. Siento mucho que se haya involucrado la familia del conde en un asunto tan turbio. Le mando todo nuestro apoyo desde el departamento de policía de su ciudad- dijo el jefe de policía hacia el consejero del conde, pero guiñándole el ojo de una forma muy cómplice que fue notada desde la lejanía por el conde y se acercó hasta donde estaban conversando.


-Lo admito, es mío, ha sí que aléjate ahora mismo de él- contestó de una forma muy posesiva el conde Hawkins cogiendo del brazo a su consejero-amante dejándolo muy anonadado por aquel acto tan impulsivo y que no se lo esperaba.


En seguida, el jefe de policía se marchó llevándose consigo a los presos y los cadáveres. Mientras, ese acto de amor indirecto del conde provocó un mar de risas entre los allí presentes que fueron calladas con una furiosa mirada del rubio conde. Pero al girarse a mirar a su consejero y ver que mostraba una expresión preciosa, se ruborizó y no le importó más las carcajadas. Mientras, Nami y Usopp no se habían separado desde que se habían reencontrado. El conde abrazaba fuertemente a su novia y esta lo correspondía con algún que otro beso. Ni siquiera se separaron cuando la familia del conde de Liverpool y él mismo, se acercaron.


-Gracias por haber ayudado a mi familia, conde de Gales- contestó agradecido el conde de Liverpool a su homónimo.


-No hace falta dar las gracias. Sin ustedes no habría dado con ella, y eso es lo ´único que me importa. Espero que con esto, comencemos nuevas relaciones que aúnen nuestros dos condados mucho más- dijo alegre el conde de larga nariz.


-Bien, yo también lo espero. Ahora, si nos disculpan, nosotros nos marchamos a palacio. Ha sido un largo día para todos- contestó el conde rubio despidiéndose del resto de personas, y haciendo lo mismo el resto de miembros de su familia.


-Oye Nojiko, ahora que vas a hacer. Sabes que te puedes venir con nosotros a Gales. Será magnífico poder recuperar todo el tiempo perdido- dijo Nami a su hermana mayor cuando los otros se marcharon.


-No te preocupes por mí Nami. Ahora que he recuperado mi libertad tengo muchas cosas que quiero hacer y además, no quisiera ser una molestia para una pareja tan compenetrada como vosotros. Este es mi hogar. La Aldea Cocoyashi está muy cerca de Liverpool y creo que aún no estoy preparada para abandonar mi ciudad- contestó Nojiko a su hermana agradecida por el ofrecimiento- Además, hace tiempo que tengo un sueño y deseo cumplirlo y ahora es el momento idóneo. Y no te pongas triste, porque no estaremos lejos. Iré a visitarte a Gales de vez en cuando y tú vendrás aquí a verme.


Unos meses más tarde…


30 de Octubre de 1918, Liverpool, Inglaterra.


Las cosas en la ciudad de Liverpool se habían calmado desde el último incidente con esa mala organización criminal. La gente de palacio estaba tranquila y eso se respiraba en el ambiente. La relación de Cavendish y Bartolomeo había sido aceptada por todos, incluso por el testarudo del hermano mayor. Duval se volvió a marchar de viaje con su amado Motobaro y hasta ahora no había regresado. Y para sorpresa de todos, la relación entre el conde y su consejero, tuvo grandes avances. Apoo y Hawkins se mostraban amor el uno al otro, incluso de vez en cuando se dejaban ver en palacio un tanto acaramelados. A parte, Arlong, Kuro y Don Krieg fueron sentenciados por el jurado a cadena perpetua en la cárcel de la ciudad, y jamás volverían a ver la luz del sol. Hatchan fue exculpado de cualquier cargo contra él, y cumpliendo su sueño de empezar una nueva vida, se marchó a Nueva York y lleva viviendo un par de meses.


Por otra parte, Nojiko también pudo cumplir con su tu deseado sueño, abrir un café/hostal en la ciudad de Liverpool, el Café Mandarina. Aphelandra e Ishilly entraron a trabajar como camarera en él y desde entonces, han tenido una buena clientela. En ese mismo lugar, estaban reunidos los protagonistas de este capítulo. Nami y Usopp habían decidido visitar a la hermana de su novia, era extraño pero Usopp insistió mucho el venir, quizás tendría alguna razón oculta. A parte de Nami y Usopp, Cavendish y Bartolomeo dijeron pasarse a tomar algo por aquel café, de aquellos amigos que antaño hicieron.


-Nojiko, me alegro tanto de que pudieras abrir el café de tus sueños. Encima le pones el nombre de las mandarinas tan preciadas por mama. Me puse a llorar como una tonta cuando me lo dijiste- decía Nami sentada en una mesa con su novio, mientras conversaba con su hermana que atendía la barra.


-Yo hubiese preferido llamarlo Mermaid Café- replicó Ishilly, una de las nuevas camareras del café.


-Pero tú no eres la dueña. Además, debes darle las gracias a Nojiko por tenernos en cuenta para trabajar en su negocio- le contestó Aphelandra, la otra camarera, a su amiga Ishilly.


-La verdad es que todo esto no habría sido capaz sin nuestro gran inversor, el señor Genzo. Fue él quien escuchó nuestra idea y se ofreció a poner el dinero para abrir el café- contestaba agradecida Nojiko mirando a uno de los asientos de la barra donde estaba sentado el señor que era copropietario del café.


Un hombre de estrafalaria apariencia, que se limitó a sonreír a Nojiko tras recibir el halago. Era un señor extraño pero muy simpático, de barba y pequeño bigote y con un distinguido molinillo encima de su sombrero, que a más de un cliente le había sacado una carcajada. Pero ese día, Genzo se encontraba más feliz que de costumbre, más feliz porque estaban reunidas las dos personas que más amaba en este mundo, la peli azul y la pelinaranja, y justo cuando las estaba mirando, recordó unas duras palabras de su pasado.


Inicio del Flashback.


 -Genzo, mi amor. Tú eres el verdadero padre de las niñas. Pero tienes que prometerme que estarás alejado de ellas y de mí, por su bien y por el tuyo. No sabemos con certeza hasta qué punto llega la maldad de Arlong y no quiero hacerle enfurecer- explicaba Bellemere dolida por esto que estaba diciendo- Siempre estarás en el corazón de Nojiko, de Nami y por supuesto, en el mío.


-Te lo prometo, mi amor- contestaba Genzo a quien no le gustaba la idea de separarse pero sabía que era por el bien de todos y eso le hizo convencer- Yo también te amo, Bellemere.


Y tras esto, se fundieron en un tierno y apasionado beso a la orilla del rio para sellar con sus labios aquella promesa.


Fin del Flashback.


-Siempre me arrepentiré de no haberos ayudado cuando lo necesitabais. No merezco ser vuestro padre a ojos del resto, pero al menos permitirme serlo en la sombra, y os prometo que os cuidaré, porqué sois mis valiosas hijas- dijo Genzo en voz baja sin llegar a que se escucharan esas palabras tan dolorosas pero llenas de amor paternal.


-Bueno, ahora que estamos todos reunidos. Quería anunciar algo, o más bien pedir algo que es muy importante para mí- dijo el conde Usopp un tanto nervioso mientras el resto la miraban atentamente sobre tú la chica pelinaranja que no sabía de qué iba esto.


Pero justo cuando iba a hablar, algo le interrumpió. Un hombre joven, bello pero de apariencia estropeada, sucio y cansado del viaje, llegaba al local. Un chico del que sobre todo destacaba su nariz pronunciada. En seguida, en cuanto Nojiko cruzó los ojos con el joven, un flechazo se produjo en ella.


-Desea algo…- dijo con la voz temblorosa Nojiko porque había quedado embelesada por el encanto un tanto especial de aquel joven.


-¿Tienen habitaciones? He realizado un largo viaje por mar y ando un tanto cansado, y he visto que este es un lugar muy acogedor donde poder pasar la noche- contestó el hombre que acababa de entrar.


-O el tiempo que haga falta- se le escapó a Nojiko sus pensamientos, produciendo una sonrisa en el hombre que sonrojó a la muchacha. Mientras. Nami miraba atenta como su hermana ligaba con el hombre misterioso- Ehh… lo que quiero decir es que si tenemos habitaciones disponibles. Será un honor para mí acompañarle a la habitación.


-Gracias- contestó el hombre con una sonrisa cuando Nojiko se le acercó para llevarle a su estancia- Por cierto, me llamó Kaku, encantado.


-Yo Nojiko…. Es un placer- dijo entrecortada la joven peli azul que estaba muy nerviosa ante la presencia de aquel chico que le parecía muy guapo.


-Vaya con mi hermanita, no pierde el tiempo- dijo Nami cuando los dos se habían marchado a la habitación. En seguida Nojiko regresó algo más contenta que como se encontraba antes.


-Bueno, lo que estabas diciendo es que… Nami quieres- intentó de nuevo decir Usopp pero otra vez fue interrumpido.


-Hola a todos, como estáis- dijo Bartolomeo al entrar al café acompañado de su novio, el joven marqué rubio.


-Nojiko, han dejado esta carta en la entrada- dijo Cavendish tras saludar a todos, y le entregó la carta a la mujer.


-Pero si la carta no es para mí, va dirigida a mi hermana Nami y a Usopp- se extrañó Nojiko tras ver el remitente, y acto seguido le entregó la carta a su hermana menor.


-Nami, podrías dejar la carta por un momento y escucharme- intentaba decir algo importante Usopp pero Nami seguía curiosa por abrir la carta y comenzó a abrirla- Deja la maldita carta- Usopp se hartó y le arrebató la carta a Nami para que prestará toda su atención en él- Nami, te pedí que viniéramos aquí porque tengo algo importante que pedirte y quería que estuvieras rodeada de tu familia y de tus amigos. Nami, quieres ser mi esposa.


Usopp se puso de rodillas y sacó de su abrigo una pequeña caja que posteriormente la abrió, apareciendo un bonito anillo que alumbrada todo a su alrededor y que dejó consternada a la mujer.


-Sí, claro que quiero casarme contigo- contestó muy emocionada Nami casi al punto de llorar y se colocó el anillo en su mano.


Todos vitorearon, gritaron, hicieron silbidos, aplaudieron y se alegraron por la feliz pareja que se acababa de comprometer. Entre el barullo. Cavendish cogió la carta y la leyó. Pronto, su cara de felicidad cambió a una de absoluta preocupación.


-Chicos, siento ser un aguafiestas, pero creo que deberías leer esto. Parece muy importante- dijo Cavendish pasándole la carta a Usopp y Nami, y seguidamente estos dos la leyeron, acabando con su felicidad por la inminente boda.


-Me temo que tendremos que posponer la boda hasta que esto acaba, Nami- dijo Usopp apenado hacia su prometida.


-Pero no hay alternativa, es de vida o muerte lo que pone en esa carta. Tenemos que estar en ese castillo francés en la fecha indicada o sino cosas horrorosas ocurrirán- dijo Nami asustada por los acontecimientos que se avecinaban.


-Si os vais de viaje, nosotros vamos con vosotros, a que sí, Bartolomeo- dijo Cavendish hacia su pareja.


-Ya sabes que nunca te puedo negar nada, es mi única debilidad- dijo Bartolomeo sonriéndole a su novio.


-Vosotros venir si queréis, pero me temó que no es un viaje de turismo y de pasárselo bien. Esto va más allá y los sabéis- alertó Usopp a la pareja que se estaba apuntando al viaje aquel peligroso.


-Lo sabemos, y por eso mismo queremos ir. Os ayudaremos en todo lo posible. Además, presiento que tenemos que estar ahí- contestó Bartolomeo decidido de acompañar al conde y a su prometida a aquel viaje.


-Pues ya está, decidido. Mañana mismo partiremos a Gales para preparar todo para el viaje. De aquí a un mes nos reuniremos y partiremos a Francia- dijo Usopp mirando con miedo a su pareja Nami y a sus compañeros de viaje.


Otra misteriosa carta aparecía en algún lugar del mundo, lejano al resto y decidiendo el destino de unas personas. Nami, Usopp, Cavendish y Bartolomeo no se imaginaban la aventura que iban a vivir, llena de lágrimas y de alegrías.

Notas finales:

Bueno simplemente espero que os haya gustado y que comentéis muchos reviews please.

TO BE CONTINUED =)


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