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Príncipe y siervo. Amor idiota y leal por albert2822

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Notas del capitulo:

Hola a todos aquí les traigo un nuevo capítulo de la historia.  Espero que os guste y que me comentéis muxo.  

Escena Decimoquinta, Segunda Parte. Un rubio y su marimo. Objetivo: El escuadrón de los exiliados


7 de Noviembre de 1915,  Este del Desierto del Sahara, Libia.


Las arenas del desierto se quedaban gélidas al caer la noche. La vida que existía en él, la poca vida que habitaba aquellos ásperos páramos, se resguardaba como podía de la amenaza que significaba aquel frío desolador al llegar la puesta de sol. El cuartel provisional de la armada aliada se levantaba escondido en la cuenca de un valle árido con el fin de guarecerse del continuo mal tiempo que acaecía. Pero eso no causaba que disminuyera la fuerza militar en esa delegación de la Alianza, sino todo lo contrario. Para desgracia de los lugareños que habitaban las villas de las arenas, el desierto del Sahara era utilizado como el mayor campo armamentístico para ambos bandos de la contienda principal. Esto quería decir que probaban el nuevo arsenal sobre aquellas dunas, convirtiendo el lugar en la zona más peligrosa del mundo.


En la oscuridad que se emanaba del interior del cuartel, solamente quedaba una cándida luz alumbrando el umbral de una de las puertas metálicas del pasillo. Dentro, se hallaban tres poderosas personas, de miradas intimidantes, de experiencia en la batalla y sobre todo de un fuerte carácter imponente a la hora de interactuar con el resto. Esos personajes eran los tres individuos más influyentes de la Alianza en al menos un millar de kilómetros alrededor. Pero no estaban pasando el rato sino que se encontraban reunidos tratando un tema de gran relevancia para su labor al frente de aquel emplazamiento militar.


-¡Dr. Vegapunk!- gritó, tras pegar un potente puñetazo en la mesa del despacho, un señor de rubios cabellos en forma de melena de león, quien estaba hastiado de esperar y no conseguir nada- Lleva meses con su investigación desde que llegó a este lugar y aún seguimos sin ver avances de ella. Le exijo resultados ahora mismo.


-No se alarme, capitán Shikky. Tiempo al tiempo. Estoy seguro que no desea apresurar la investigación consiguiendo un resultado que no sea del todo el esperado- contestó el hombre de mayor edad en la sala y con una enigmática apariencia e incluso voz, de matices graves y algo metálicos- El proyecto PX. va a seguir a este ritmo como hasta ahora. O ¿es qué ustedes son incapaces de realizar por si solos su labor como militares en el frente, y siempre necesitan recurrir de mis servicios?


Está pregunta en tono irónica hizo que la paciencia del capitán rubio saltará por los aires. Este, consumido por la furia, agarró del cuello de la bata blanca, al científico que andaba subidito de arrogancia, pero para su sorpresa, era incapaz de elevar ni una pizca a aquel hombre.


-¡¡¡¿Cómo puede ser que seas tan pesado, viejo?!!!- preguntó muy confuso el capitán Shikky pero sin soltar el cuello del otro hombre.


-Suéltale Shikky, es una orden- por fin intervino en la conversación el hombre que faltaba. Este tenía un aspecto mucho más rudo y serio, con la mirada pérdida en el infinito como si le hubiese tocado vivir una dura vida, la gran mayoría de ella en el campo de batalla. De cabellos morados, portaba una capa negra que sobre todo era para disimular la amputación de su brazo derecho, reemplazado por una prótesis de metal del propio Dr. Vegapunk- No somos nosotros quienes trabajamos y cobramos sin aportar nada a la Alianza- se giró el hombre dirigiendo sus palabras al científico cuando su subordinado lo había soltado- Limítese a hacer su trabajo. No crea que por haber logrado crear la gran bomba va a tener que dejar de ejercitar su cerebro.


-Quizás será que carezco de él o lo tengo repleto de otros asuntos, señores- contestó el doctor con forma misteriosa pero que no fue percatada por los otros dos hombres- Ahora, si me disculpan, es casi medianoche y deseo descansar. Ya saben, para ejercitar el cerebro y eso…


Los dos militares salieron de la habitación sin decir ni una palabra hacia aquel hombre de bata blanca. Con estaban ya en el pasillo, el capitán Shikky se dirigió hacia sus superior.


-Vicealmirante Zephyr, no termino de creerme a ese investigador. Por mucho que haya hecho por la Alianza, sus actos no tienen motivo alguno y eso no es característico de los humanos- se preguntaba Shikky hacia su superior, el vicealmirante Zephyr, jefe de aquella delegación del ejército aliado.


-Entiendo lo que dice, pero no debe darle más vueltas. Tenemos asuntos mucho más importantes que solucionar. La vida de un simple científico no nos es relevante para nuestro objetivo- contestó Zephyr sin darle mayor importancia al asunto- Buenas noches, capitán.


-Lo mismo digo- contestó Shikky hacia su superior, minutos antes de que ambos desaparecieran con la oscuridad de la noche.


Mientras, en el despacho que habían dejado hacia un par de minutos, el silencio que se respiraba era demasiado intrigante e insólito. Algo sacado de otro mundo. El científico Vegapunk estaba sentado inerte en la silla de su despacho, igual que como estaba cuando había mantenido la conversación anterior. Pero esta vez, sus ojos se cerraron y se mantuvo así hasta la mañana siguiente.


9 de Noviembre de 1915, Noreste del Desierto del Sahara, Libia.


Dos nuevos viajeros, dos nuevos aventureros, dos nuevos soldados acababan de llegar a su destino, y se encontraban en la puerta de una humilde casucha a punto de tocar, cuando esta se abrió.


-Por fin… lleváis días de retraso- por la puerta apareció una mujer, un tanto peculiar, digo esto no por su apariencia sino por su excesiva capacidad extrovertida que confluía en demasiada energía para mandar- Venga, no os quedéis ahí parados.


Los dos chicos pasaron un poco miedosos, por no decir acojonados, y en el interior del edificio, miraron a ambos lados, expectantes del aspecto lúgubre que se apreciaba en el que sería su “hogar” durante una larga temporada. Pero ambos tuvieron poco tiempo para examinar el lugar, ya que la señora volvió casi a abalanzarse sobre ellos.


-Ahorremos las presentaciones que ya sabemos todos a que hemos venido aquí, y no estamos para perder tiempo- dijo la mujer de edad mientras ponía un semblante mucho más serio que por unas segundos provocó cierta sensación titubeante para los recién llegados- Dejar vuestras cosas arriba y en una hora empieza vuestro entrenamiento. Porque eso sí, acepto que la armada mandé  a unos panolis para combatir en el ejército, pero mientras estéis dentro de mi jurisdicción yo propongo un trato. Entrenamiento para que no muráis tan pronto en el campo a cambio de que ninguno de los dos me deis problemas, del tipo que sea.


Zoro estuvo a punto de preguntar qué clase de problemas eran pero fue detenido por la mirada del rubio que le desaconsejaba la idea. Mientras, la señora mayor de grisáceos cabellos se marchaba por el pasillo. Cuando creían estar solos, Sanji no pudo evitar coger de las manos a Zoro en un gesto de ánimo para ambos, pero estaban equivocados si pensaban que se hallaban únicamente los dos en la sala. Debido al abalanzamiento de la señora, no les había dado tiempo a terminar de examinar la sala, en la que dos hombres jóvenes se encontraban allí.


-Más os vale que la capitana Tsuru no os vea acaramelados, es algo que repudia- dijo una voz masculina que salió entre las sombras de la oscuridad, mostrando unos  rubios cabellos, gran musculatura y una significativa cicatriz en el rostro- Me llamo Bellamy, y os doy la bienvenida al escuadrón de los exiliados.


En cuanto escucharon la voz, los dos chicos se separaron un poco sonrojados y avergonzados, pero justo antes de ir a saludar a quien parecía ser uno de sus nuevos compañeros soldados, el mal personificado volvió a aparecer por la puerta. Con fuerza, un puñetazo envió al cadete Bellamy hasta la pared, dejando un amplio boquete en esta. Mientras, una sonrisa de cabellos rosados y sombrero negro se reía escuetamente desde las sombras.


-¡¡¡¿Cómo te atreves a llamarme capitana, Bellamy?!!! que te quede claro de una vez que soy la gran jefa Tsuru, la única persona capaz de salvaros el culo en estas arenas- la capitana Tsuru hacia honor a su fuerte carácter por el que era conocida. Desde que empezó la guerra decidió por voluntad propia destinarse al norte de áfrica para combatir en el campo más duro de la contienda, pero en realidad tenía un objetivo mucho más oculto y que jamás revelaría por nada del mundo- Shuraiya, no creas que no me he fijado en tu sonrisita. Una vez más y acompañaras al rubiales junto al muro. Y ¿vosotros dos que miráis?


Sanji y Zoro estaban cada vez más atónitos. En qué lugar se habían metido. Tenían una jefa con poca cordura y tacto, un compañero rubio que acabaría más de una vez estampado en la pared y otro de aspecto misterioso y enigmático que sobre todo, provocó cierto interés en Zoro. Sin duda, a pesar de estar luchando y arriesgando sus vidas, sabían que iban a tener grandes momentos de risa, entre otros. Por como sucedía con todo, las cosas tenían que llegar a su fin y eso le ocurrió a aquel agitado día.


De nuevo, el hielo de la noche se hacía notar, aunque esta era la primera vez que nuestra pareja lo sentía en sus propias carnes. Como ya se ha dicho, su día había estado algo movidito, entre duros y largos entrenamientos de la jefa Tsuru, y las presentaciones del resto de soldados de la legión. Habían conocido que el lugar donde se hallaban tenía el nombre de Baltigo, la base militar de la armada inglesa donde iban todos los exiliados del continente europeo, es decir, todas aquellas personas que habían perdido su lugar en el mundo. El único que fue capaz de hablarles de su vida fue el soldado Bellamy, un antiguo maleante austriaco traicionado por su venerado jefe, pero el resto no soltó prenda. Shuraiya no hablaba prácticamente, se limitaba a observar y a hacer los mínimos comentarios posibles. Y qué decir de la jefa Tsuru, quien su boca no paraba de dar órdenes, pero jamás diría algo sobre su vida. Sin duda, era gente exiliada de la vida, y despojada de aquello que más amaban.


Los cuatro cadetes del escuadrón dormían en una de las habitaciones en la parte de arriba, mientras que la jefa tenía la suya propia. Entre los ronquidos de Bellamy y todas las emociones del día, ninguno de los recién llegados podía conciliar el sueño.


-Zoro, ¿duermes?- preguntó el rubio sin alzar la voz para despertar al resto.


-No- contestó con el mismo sigilo el marimo, pero espero a que su pareja siguiera hablando.


-Zoro, tengo miedo de este lugar- Sanji dijo lo que llevaba rondándole la cabeza durante todo el día, dejando muy inquieto al chico de verdosos cabellos- No de los enfrentamientos ni de las guerras, sino de acabar como ellos.


-¿Eh?- Zoro no entendía muy bien lo que su amor le intentaba decir.


 -Perdiendo lo que más amamos- reveló su mayor temor el joven de ceja rizada intentando mantener la mirada frente a su pareja, a pesar de serle realmente difícil.


-¿Sanji, acaso no recuerdas nuestra promesa? Ambos dijimos estar juntos hasta el final de  nuestros días, y eso significa que pase lo que pase, jamás me alejaré de ti, te abandonaré o te dejaré de querer, así que por eso quédate tranquilo- contestó con la mayor tranquilidad posible Zoro mientras confortaba a su pareja- O, ¿qué piensas tú? ¿Me dejarías de querer alguna vez?


Al escuchar esto, fue como un acto reflejo lo que provocó que Sanji se acercará y diera a su pareja un tímido beso seguido de una sonrisa de mejillas sonrojadas.


-Te sirve esto como contestación- dijo Sanji al separarse pero manteniendo aquel rostro de tierna felicidad.


-Por supuesto. Ahora a dormir, ya que estoy seguro que la jefa nos molerá mañana con su entrenamiento- sugirió Zoro y en seguida Sanji estuvo de acuerdo y ambos chicos cesaron su conversación para tratar de cerrar los ojos y finalizar aquel día de cambios.


Mientras, el joven de cabellos rosados cuyo nombre era Shuraiya había escuchado por completo la conversación entre aquellas dos personas, y pensó algo en su mente que le proporcionó cierta cara de felicidad y nostalgia.


-Ahora entiendo aquello que deseabas proteger, Zoro- pensó Shuraiya mientras también trataba de dormirse aunque le era difícil básicamente por los estruendosos ronquidos de su compañero de los cuales ya debería estar acostumbrado.


5 de Enero de 1916, Noreste del Desierto del Sahara, Libia.


Pasaron casi dos meses desde la llegada de los dos nuevos soldados al escuadrón de los exiliados en la base Baltigo, y aparentemente, las cosas seguían bien, sin ningún contratiempo. Pero la calma no duraría para siempre, y por ese mismo motivo, la jefa Tsuru estaba instruyendo adecuadamente a los dos principiantes, aunque parecía que el entrenamiento había llegado a su fin. En estos momentos, hacia un rato que había amanecido y los residentes de aquella base estaba tomando el desayuno, o más bien un mendrugo de pan algo duro y leche ordeñada de las vacas pero a punto de estar pasada de fecha. El ambiente era de risas y carcajadas hasta que llegó la jefa de grisáceos cabellos que calmó la alegría y sumió la mesa en un rato de penumbra y silencio. Hasta que el muy atrevido Zoro abrió la boca.


-¿Por qué la base cuenta con tan pocos miembros?- preguntó Zoro quien estaba muy intrigado porque en los dos meses que llevaban solo conocía a aquellos miembros y a la gente de algunos pueblos de alrededor, pero que no tenían ninguna relación con la armada.


-Simplemente, todos murieron- contestó sin pestañear la jefa Tsuru, cuando los novatos casi estuvieron a punto de escupir la leche de la impresión causada por la noticia.


-¿Muertos? ¿Todos?- preguntaba ahora Sanji a quien parecía que le interesaba este tema.


-Sí, la verdad es que a mí también me sorprendió. No esperaba que capitanes tan nombrados y de fama como eran los capitanes Strawberry y Yamakaji, junto a sus tropas, fueran derrotados en semejante emboscada- afirmo impresionado Bellamy, hablando de sus antiguos jefes.


-Se lo tuvieron merecido por ir sin pensar un plan- hizo un comentario nada espontaneo Shuraiya.


-¡No tienes derecho a hablar así, niñato insolente!- dijo Tsuru cabreada mientras se levantaba de la mesa y no dudó ni un instante en dar una fuerte bofetada a su subordinado- Muchos marines han muerto por su país, arriesgando sus vidas sin importar las consecuencias. Los capitanes Strawberry y Yamakaji murieron defendiendo el bien de un poblado, y aunque no escucharan mis advertencias, decidieron morir con la determinación de salvar a aquella gente. Y eso les honra, como militares y como personas. A sí que más te vale  que nunca vuelva a escuchar unas palabras tan ofensivas de uno de mis soldados, entendido.


-Estoy harto de perder vidas innecesarias- contestó casi gritando Shuraiya quien por primera vez perdía su compostura y salía al exterior del edificio pegando un fuerte golpetazo a la puerta.


Tsuru volvió a sentarse en la mesa, sin decir nada más, sin darle importancia a la actuación de uno de sus subordinados.  Lo mismo hizo el resto quienes decidieron mantener silencio tras contemplar expectantes aquella escena. Unos minutos pasaron y la campanilla de la entrada sonó.


-Ya voy yo, seguro que es Shuraiya que se ha olvidado las llaves- dijo Bellamy levantándose de la mesa pero una mano se posó delante suyo y se lo impidió.


La mano de la capitana Tsuru decía que se sentará y que ya se encargaba ella de realizar este asunto. Fue con determinación a la puerta para abrir y seguir echándole el rapapolvo al chico de rosados cabellos, pero todo eso cambió cuando se topó con una presencia completamente diferente a la que se imaginaba.


-Buenas, venimos de Contrabandos S.A para ofrecerles la oferta de un gran descuento en ametralladoras y fusiles- empezó a decir un hombre de cuerpo grueso y aspecto desangelado a modo de comercial.


-Así es. Este es mi hermano Abdullah y yo soy Jet y queremos ofrecerles esta gran oportunidad a precio muy barato y  que os aseguro que no podréis rechazar- continuó diciendo el otro comercial, el hermano del primero y cuyo nombre era Jet, un hombre delgado y con aspecto rudo y un poco de maleante- Si lo desean pueden ver nuestro catálogo de armas aquí mismo antes de tomar una decisión.


-No, la decisión está ya tomada…- la jefa Tsuru mantuvo un semblante serio, casi profesional y de interés, mientras los contrabandistas miraban deseosos de conseguir el negocio, mientras el resto miraba aturdidos la actitud serena de su capitana- ¡Pero que panda de energúmenos sois vosotros dos que os atrevéis a venir a un cuartel oficial de la armada a vender armas de contrabando!


-He aquí a la jefa en su hábitat natural- dijo Bellamy con la suerte de que aquellas palabras no llegaran a oídos de su superioridad, costándole un precio muy alto, más que su propia vida.


Pero justo instantes antes de que Tsuru se dispusiera a echar a palos a los contrabandistas, entró Shuraiya con voz alarmante.


-¡Han atacado la Aldea de Orange! Debemos ir en seguida- dijo entrando de nuevo el chico de cabellos rosados con cara de preocupación.


-Soldado, cuenta los detalles- le ordenó la capitana pasando por alto toda la disputa anterior ya que en momentos así no tenía sentido.


-Gente del pueblo ha llegado huyendo de su propia aldea, diciendo que dos desalmados de la Alianza están destrozando todo el pueblo y masacrando a la gente con quien se topaban- explicó Shuraiya los detalles, mientras la jefa escuchaba atentamente para elaborar un buen plan de acción. Toda esta agitación fue propicia para la huida de los traficantes, quienes se marcharon a hurtadillas sin tener ganas de volver a pisar aquel lugar siniestro donde habitaba aquel monstruo sin corazón llamado Tsuru.


-Vale, de acuerdo. Sanji y Zoro, se os ha acabado el entrenamiento, y subís de rango nada más empezar. Os mandó a los dos solos a controlar la aldea y capturar aquellos aliados- explicó con templanza la jefa del escuadrón de los exiliados mientras el rubio y el marimo intentaban poner un porte serio sin mostrar temor alguno- No puedo dejar la base sola y temó posibles replicas en otros poblados.


-Pero jefa, ellos son recién llegados y no tienen ninguna experiencia en el campo de batalla- replico Shuraiya las decisiones de su capitana.


-Si no pensaran que están preparados, nos lo mandaría al frente- contestó tajantemente la jefa Tsuru y justo después giró su mirada dirigiéndola a los dos cadetes- Os deseo lo mejor, soldados y espero verles con vida de nuevo.


-Sí, jefa Tsuru- contestaron Zoro y Sanji al unísono haciendo el típico gesto militar con la mano en la frente.


Poco tiempo les llevó preparar todo para su partida, cuando Zoro y Sanji ya empezaban a alejarse de la base, camino a su primera misión, nada fácil. El pueblo al que se dirigían, lo conocían de varias visitas y su gente era muy amable, por tanto, eso les fortalecía y les daba la determinación necesaria para vencer. Sin embargo, no estaban todos de acuerdo con esto. Shuraiya seguía sin estar convencido y su semblante de preocupación iba en aumento.


Unas pocas horas más tarde, y a unos kilómetros más hacia el sur del desierto, los dos reclutas enviados hallaron un paraje desolador. El maravilloso pueblo que antaño habían conocido, estaba reducido a ruinas, y la mayoría de sus habitantes, aquellos que no tuvieron suerte en la huida, habían sido masacrados por dos individuos. Casas destruidas, cosechas destrozadas y un río manchado por la sangre de los aldeanos. Nada más llegar a la Aldea de Orange, Sanji y Zoro se quedaron consternados al ver unos cadáveres que desgraciadamente identificaban muy bien.


-¡Alcalde Boddle! ¡Qué le han hecho!- Sanji salió en forma de asiló para el hombre mayor pero ya era demasiado tarde, ya que su corazón no latía.


Lo peor de todo es ver a aquel hombre, al alcalde Boddle, que habían conocido antes en una de sus visitas y ver su determinación para salvar a su pueblo y entender ahora la impotencia que habrán sentido al verlo destruido de esta manera. El rubio no pudo evitar soltar unas lágrimas en nombre de aquel masacrado pueblo.


-Incluso el viejo Wood Slap, y el perro Chouchou del alcalde han caído… Malditos desgraciados, está la pagarán cara- dijo Zoro cabreado  mientras sostenía entre sus manos a un señor llamado Wood Slap, un tanto cascarrabias en vida, pero cuya muerte había sido de lo peor y nada merecida.


-Jajaja, ¿os gusta el bello paisaje que os hemos dejado, marines?- de repente una voz tenebrosa se escuchó por lo alto de sus cabezas.


Los dos soldados miraron en dirección del sonido y en seguida hallaron a dos hombres subidos encima de un tejado, mirando complacidos la escena que ellos mismos habían provocado. Zoro y Sanji, en seguida entendieron quiénes eran sus enemigos, y decidieron no bajar la guardia y pasar a posición defensiva a la espera de la mejor oportunidad para atacar.


-Parece que tienen agallas estos nuevos reclutas ingleses. Eso habrá que comprobarlo. Needless, es tu turno, haz con ellos lo que te plazca- ordenó uno de los hombres malvados, quien era de aspecto y edad más mayor, tenía los cabellos rubios y un cuerpo menos trabajado.


De la nada, el joven que se mantenía en la sombra de su capitán, se movió con rápida velocidad hasta llegar en frente de sus adversarios. Sanji casi no tuvo tiempo para esquivar el ataque de dos espadas de aquel asesino bien entrenado, si no fuera por la fuerza y el sentimiento de protección de su pareja, que detuvieron el golpe.


-Sanji, yo me ocupo de este, tú ve a por el jefe. Estoy seguro que lo harás bien- animó Zoro a su pareja mientras no se distraía del combate que estaba librando.


Con cierto rubor, el rubio comenzó a elevarse, subiendo por las escaleras externas de las casas y atravesando tejados hasta encontrarse con el capitán de mayor rango, pero no sin antes dedicarle unas palabras a su amor.


-Que no te maten, Zoro, es una promesa- le dijo el rubio antes de partir, aunque tenía fe ciega en su novio.


Needless y Zoro estaban manteniendo un duro duelo de espadas justo en la plaza central del pueblo. El polvo de la arena saltaba con cada encuentro entre sus espadas, pero estaba claro que el marimo se encontraba en desventaja, al poseer en sus manos una hoja de filo menos. Ninguno de los dos combatientes decía ni una palabra, simplemente luchaban por sus vidas y por los ideales que defendían, pero Zoro no daría su brazo a torcer, sobre todo a la hora de vengar aquellas pobres vidas de los lugareños.


-¿Por qué habéis masacrado la aldea? ¿Qué necesidad había? Nosotros somos vuestros enemigos, no los ciudadanos- intentaba preguntar Zoro mientras cruzaba su espada con las del asesino, pero no recibía respuesta- Responde maldito.


Zoro comenzaba a impacientarse y si ira iba incrementándose por momentos. Lo más destacable de Needless era su capacidad para acatar una orden hasta el final, aunque supusiera perder su vida en el intento. Sin duda era un soldado fiel a su capitán, o más que un soldado, un terrible asesino sin  sentimientos.


El atardecer comenzó a pasar y pronto llagaría la helada noche, pero ninguno de los dos cesaba su intensidad en los golpes ni en sus ganas de salir victorioso de la batalla. Estaban algo cansados, por tanto estaba claro que uno los próximos golpes sería el final para uno u otro. Y finalmente, el vencedor asestó el espadazo final, matando consigo a su contrincante quien cayó al suelo derrotado.


Unos metros más para allá, Sanji había acorralado al capitán en una azotea en la que suponía que no había escapatoria. O al menos eso creía él. La noche comenzaba a atisbarse por el fondo del paisaje, pero el combate se llevaría a cabo sí o sí.


-Jajaja, veremos si los nuevos son dignos de morir por mi espada- comenzó a reírse el capitán aliado mientras esperaba ansioso el inicio de la batalla.


-Explícame porqué matáis a un poblado entero. ¿Tal es el nivel de maldad que habita en la Alianza?- preguntaba la misma pregunta Sanji, pero estaba vez tendría más suerte que su verdosos amor.


-Por una sencilla razón, el placer de arrebatar una vida. Sucumbir a la gente en la desesperación y ya de paso, llamar la atención de unos cuantos soldaditos contra aliados, para derrotarlos y disfrutar con su muerte, jajaja- reveló por fin sus malvadas intenciones el capitán aliado.


-Que vil y rastrero son vuestras intenciones. Ahora entiendo por qué debemos derrotaros- comprendió Sanji que su misión como soldado de la Contra Alianza era mucho más importante de lo que imaginaba en un principio- ¿Cómo os hacéis llamar?


-Capitán Gasparde, el más cruel de toda la delegación aliada en estos desiertos, ¿por qué lo preguntáis, soldado?- el capitán Gasparde estaba interesado en el interés que había puesto Sanji en él.


-Para ver por qué nombre seréis recordado cuando os mate- contestó sin titubear el rubio, cabreando al capitán quien inició el ataque desenvainando su gran espada.


-¡Pagarás tus insolencias!- gritó furiosos Gasparde mientras se acercaba armado al soldado.


Cuando estuvo a punto de asestarle un golpe en el pecho, Sanji y su gran velocidad, esquivaron el ataque, subiéndose con sus dos piernas encima del filo de la espada, casi como si fuera un contorsionista. Esto enfadó de gran modo al capitán quien comenzó a atacar incansablemente al soldado, pero sin duda ninguno de los golpes llegó al rubio. Para devolverle sus ataques, Sanji, con fuerza en su pierna derecha, pegó una patada en el rostro de Gasparde, quien se quejó de su herida y de su hemorragia nasal causada por la patada.


-¡¡¡Como osas, criajo!!!- la ira del capitán aliado había llegado a su nivel más alto y ya no había razones para contenerse ni para disfrutar, solo deseaba matar a aquel soldado.


De dentro de sus ropajes sacó una pistola de largo alcance con la que apuntó al rubio y casi sin darle tiempo para esquivarla, disparó. La bala impactó. Sin embargo, no fue en la persona que iba dirigida sino en el hombre que se puso en medio para detener el disparo con su cuerpo. En pocos segundos, Sanji vio a su amor tirado en el suelo con todo el torso ensangrentado y a punto de morir.


-¡¡¡ZORO!!!- gritó desolado Sanji al ver aquella situación, pero no se abalanzó a socorrer a su pareja.


Primero se encaró contra el capitán Gasparde quien vio el mismísimo infierno reflejado en la mirada del soldado inglés. Sanji corrió con todas sus fuerzas, y su pierna comenzó a llenarse del fuego del diablo cuando impactó una de ellas de llenó en el rostro del capitán Gasparde, saliendo este disparado hacia abajo. Al girarse, el rubio vio una escena que no deseaba en absoluto. Muy nerviosos se acercó y se arrodilló junto al cuerpo agonizante de su amor.


-Zoro…me…me prometiste no morir…joder…mantén tus malditas promesas- regañaba Sanji a su novio mientras llenaba todo el torso de este con las lágrimas que caían de sus ojos.


-Puedo mantenerla si me sacas la bala…- dijo Zoro como podía mientras tiraba sangre por su boca.


-Cabrón, más te vale no asustarme- dijo Sanji mientras comenzó a examinar la herida de su amor, mucho más tranquilo, esperando hallar una buena forma de sacar la bala.


Un par de horas más tarde, la noche había caído en la Aldea de Orange. Sanji había sacado la herida del pecho de Zoro con los pocos conocimientos médicos que le habían enseñado en el campamento base. Para su suerte, la bala había impactado no muy profundo y por eso no causó la muerte a su marimo, pero ahora estaba vendado y no podría hacer grandes esfuerzos por el momento. También para su favor, el capitán Gasparde había huido despavorido después de ser derrotado, y por lo que le había dicho Zoro, Needless estaba muerto. La peor situación es que ahora la noche había llegado y no podía regresar a la base, sobre todo por el estado en el que se encontraba Zoro, aunque sabían muy bien que estaban desobedeciendo una orden del cuartel, la de regresar a la base antes de la medianoche, y esto les causaría una gran bronca por parte de la jefa Tsuru.


Los dos se habían cobijado en las ruinas de una casa más o menos en pie, con solamente un boquete en una pared. Habían encontrado alimentos y medicinas para Zoro y ahora estaban en una habitación, el rubio haciendo guardia y el chico herido intentando descansar. Pero eso le era imposible.


-Sanji, deberías dormir. Yo haré la guardia. Total, con el dolor de la herida no creo que pueda conciliar el sueño- sugirió una idea el marimo pero parecía que no agradaba al otro.


-Tú cállate y duerme. Eres el enfermo y yo soy tu médico, y como tal, te ordeno que descanses- dijo Sanji a su amor sin darle tiempo para replicar.


-¿Sabes qué?- dijo Zoro con una voz muy sensual mientras sus dedos comenzaban a saborear los labios del rubios- No sabes cómo me pone tu faceta de médico.


-Así que eres un chico malo que se quieres someter a una revisión completa- contestó con el mismo tono erótico Sanji mientras engullía con ansias los dedos humedecidos de su pareja- Pero estas convaleciente y no puedes hacer esfuerzos.


Tras esta respuesta del rubio, Zoro gruñó por aquel repentino rechazo. Toda aquella escena de cuidados médicos le había puesto muy cachondo, cosa que se reflejaba bien en sus partes bajas, y ahora Sanji quería dejarle así. Desde que llegaron al cuartel no habían tenido ocasión de hacer nada, y a pesar de haber sido paciente, esa paciencia estaba agotándose, sobre todo por parte del marimo. Pero Sanji sabía muy bien lo que tenía que hacer.


-Aunque… puedo hacer yo todo el trabajo, si lo deseas- miró lascivamente el rubio a su pareja y en seguida supo la respuesta.


Con suavidad, Sanji pasó a la acción estimulando el miembro de su pareja, desde encima del pantalón. Lentamente, desabrochó la hebilla del cinturón, y bajó con cuidado sus pantalones, pero deseando jugar algo más. Acercó su boca y lamió el calzoncillo de Zoro con ansias de probar el tesoro que escondía. Siguió con su boca, lamiendo la parte superior insaciablemente, casi mordisqueando el interior y provocando terribles esfuerzos en Zoro para no pronunciar gemidos de placer. Pero era inevitable, sobre todo cuando Sanji introdujo su miembro por completo en su boca desde fuera del calzoncillo. Con una mordida, el rubio bajó la ropa interior, dejando por primera vez al aire, el pene erecto del marimo. Lo miró con lujuria, y gustosamente se lo introdujo entero en la boca.


Lo succionaba por completo, deteniéndose en las partes que hacían aumentar la respiración al peliverde. De vez en cuando lo lamía desde fuera y se paraba concienciadamente en la punta, el lugar donde mayor excitación notaba en Zoro. Sin duda Sanji estaba disfrutando, pero no más que el marimo. A pesar de no estar haciendo ningún esfuerzo ya que Sanji se lo impedía, estaba sintiendo que iba a sucumbir al máximo placer.  Pero un fuerte gemido llegó a salir por la boca del peliverde cuando ya no podía aguantarlo más, y acto seguido se corrió en la boca del rubio. Como si fuera un manjar, Sanji se tragó todo el semen, incluso lamió el pene para dejarlo completamente limpio. No obstante, Zoro se cansó de no hacer nada y decidió pasar a la acción, pero una mano le detuvo. Una mano del rubio sobre su pecho mientras todo el cuerpo de este se subía completamente sobre Zoro.


-Ya te lo he dicho, eres mi paciente y no debes hacer nada más- dijo Sanji subido encima de Zoro mientras se desabrochaba los pantalones y se despojaba de ellos junto a su ropa interior.


Sin pensárselo, se introdujo el miembro del marimo dentro de su ano, sin necesidad de estimularlo ni de lubricación. Parecía que aquel agujero había adoptado ya la medida exacta de esa gran polla. Controlando sus movimientos, Sanji fue moviéndose lentamente, excitando de gran forma a Zoro. Este último era incapaz de creer lo que estaba sucediendo. Su gran amor estaba cabalgándose sobre él de una forma muy sensual y apasionante, provocando que fuera incapaz de controlar su nivel de excitación ni la del rubio. Deseaba que llegara el momento en que sus cuerpos llegaran al placer máximo.


De vez en cuando, Sanji acariciaba el torso vendado de su amor para sentirlo más cerca, y como respuesta, Zoro acariciaba los brazos de este para que continuará. Después de unos minutos, los movimientos se aceleraron y sus respiraciones comenzaron a descontrolarse. El pene erecto de Sanji azotaba con intensidad el cuerpo del peliverde con cada movimiento que provocaba el rubio. De la misma forma, la polla de Zoro estaba en su máximo esplendor en el interior del rubio, provocando que el cuerpo de este se contrajera y le causará gemidos muy placenteros. Pero parecía que ambos no aguantarían mucho más tiempo.


Para finalizar, Zoro decidió moverse un poco para incrementar la intensidad del contacto entre ambos cuerpos y aumentar los sollozos del rubio. Este último no podía más y deseaba correrse encima del perfecto torso del marimo. Las embestidas aumentaron momentos antes de que ambos llegaran al clímax. El culo de Sanji se llenó del semen de Zoro mientras que el torso de este estaba repleto de líquido del rubio. Cuando acabaron y sus respiraciones comenzaron a acompasarse, Sanji se aproximó al chico de verdosos cabellos y para sellar aquel acto, se fundieron en un apasionado beso que culminó el acto sexual.


La noche no la pasaron juntos y tampoco estarían desnudos ni sucios ya que Zoro podría ponerse peor por una infección o cualquier problema. Pero cuando ambos se limpiaron, Sanji se quedó al lado del marimo mientras dormía recostado en la cama y sus manos estaban unidas simbolizando la unión que habían tenido hace un rato. Un día duro pero que llegaba a su fin de la mejor forma. Sin embargo, ninguno de ellos sabía que les depararía el futuro, ni siquiera el más próximo como es el mismo mañana.


Pero la luz nocturna aún se mantenía en el cielo. Unos kilómetros más allá, acababa de llegar un hombre agotado y malherido a su cuartel. Llegó maldiciendo todo y echando pestes de los soldados ingleses, y en seguida quiso una audiencia con el jefe superior de la base militar. El capitán sin llamar por la puerta, entró a pesar de que su superior estaba reunido con dos de sus soldados y con el científico.


-Adelante capitán Gasparde, entre cómo le plazca- se burló el superior de aquella agitada intromisión- Veo que ha sido un duro combate, espero que traiga buenas noticias.


-¡¡¡Esos malditos ingleses han traído refuerzos poderosos y han derrotado a Needless y me han humillado con su descaro!!! Pero pienso recuperarme de las heridas y matarlos con mis propias manos- dijo el capitán rubio que le salía la furia por la boca al recordar los momentos peores que había vivido hacia unas horas.


-Claro, seguro que se cómo puedo ayudarlo a recuperarse de inmediato- dijo en tono intrigante el vicealmirante Zephyr mientras miraba a uno de sus soldados como si tratara de mandarle un mensaje oculto.


Esa señal fue entendida en seguida, y un chico de verdosos cabellos y aspecto de samurái sacó una pistola sigilosamente y disparó a sangre fría en la frente del capitán Gasparde. Al segundo, este cayó muerto llenando todo el suelo con un charco de sangre.


-Buen trabajo Bins. No necesita la Alianza a más gente incompetente como tú- dijo Zephyr mirando el cadáver de su antiguo subordinado- Pero tenemos un problema en ese pueblo que debemos solucionar.


-Padre, déjenos a Bins y a mí ir. Estoy seguro que le traeremos buenos resultados- dijo una mujer de azulados cabellos con gran determinación hacia el vicealmirante, quien resultaba ser también su padre biológico.


-De acuerdo, pero no os descuidéis ni un momento. Parece que los nuevos son astutos como para derrotar a un capitán experimentado como Gasparde- alertó el vicealmirante a sus dos soldados, lo mejores de todo su escuadrón personal.


-Seguro que lo harán muy bien, pero seguro que para lograr la victoria de su hija querrá llevar consigo una protección, o más bien, un seguro para la victoria- interrumpió el Dr. Vegapunk quien tenía sus propios intereses en aquella conversación- Llévese el prototipo Px.2, será bueno para ustedes y para la investigación.


-Por supuesto- contestó la chica de cabellos azulados cuyo nombre era Ain, hija del vicealmirante Zephyr y una de los soldados más entregadas en aquella división.


Cuando la chica dijo esto, la conversación acabó y se marchó, al igual que el científico y que su compañero Bins, quien cargó el cadáver hasta tirarlo fuera. Mientras, el vicealmirante Zephyr se quedó pensativo, ya que sabía que a partir de ahora iban a ver cambios, pero no estaba seguro si le serían buenos o le afectarían malamente.


6 de Enero de 1916, Noreste del Desierto del Sahara, Libia.


A la mañana siguiente, la jefa Tsuru se levantó temprano y en seguida le extrañó ver lo que tenía delante de sus ojos, bueno, más bien, lo que no tenía ya que se hallaba sola en toda la base. Recordó que el soldado Bellamy se había marchado temprano para combatir al capitán Mushuru en la Aldea Syrup, y que todavía no habían regresado los nuevos reclutas de su misión. Aunque no lo dijera, en cierto modo estaba preocupada por ellos, pero sabía que había alguien más con ese sentimiento y por eso no se extrañó amanecer sola. Sin embargo, cuando estaba metida en sus pensamientos, unos golpes a la puerta la despertaron.


-Ya era hora, si os cuesta tanto realizar una misión, no merecéis pertenecer a este escuadrón, idiotas- fue diciendo la jefa Tsuru de camino a la puerta, pero cuando la abrió, halló una estampa completamente diferente a la que se esperaba- Pero… si usted es…


Mientras, los rayos del sol iluminaban las ruinas de la Aldea de Orange. Lentamente, Zoro comenzó abrir sus ojos. Sin duda había dormido plácidamente después de divertirse con su pareja. Además, había tenido la sensación de que una mano lo cuidaba toda la noche y eso le dio la suficiente protección y seguridad para conciliar el sueño tranquilamente. Pero cuando abrió de lleno sus parpados, un gatillo estaba apuntando a su cabeza.


-Ni se te ocurra hacer nada o matamos a tu amigo- ordenó una voz femenina de cabellos azulados mientras empuñaba en sus manos el arma que amenazaba la vida del peliverde.


En seguida, Zoro se puso nervioso en busca de su rubia pareja, y cuando la halló, la ira casi le consumió, sobre todo, el no poder hacer nada para salvarle. Sanji estaba retenido por un hombre, amordazado y atado a una mesa, y lo peor de todo, despojado de todas sus ropas, como si hubieran intenciones sucias de por medio. Zoro no se lo podía creer, e intentaba mirar a Sanji, y lo mismo hacia el rubio. Lo miraba con miedo, tembloroso, le  habían quitado todo, incluso la dignidad, y parecía que estaban a punto de hacerle algo malo.


-Muy bien, quédate ahí quietecito mientras mi compañero disfruta de su juguetito- dijo la voz femenina presionando aún más el arma sobre el cuello de Zoro mientras este veía como el otro maleante iba desabrochándose la hebilla del cinturón. Los ojos de la pareja se cruzaron por última vez, antes de que sufrieran aquel terrible calvario que los podría separar para siempre. 

Notas finales:

Hola espero que os haya gustado y que comentéis muchos reviews please.  Siento ser tan escueto pero cuando subo el capítulo desde el móvil es un coñazo escribir.  Sorry.

TO BE CONTINUED =)


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